domingo, 6 de marzo de 2011

El espacio dentro del tiempo (y X)

SOBRE LA SAGA/FUGA DE J.B.

Amelia Vázquez-Palacios  ramonrozas.blogspot.com

Frente a la permanencia del espacio, el tiempo en La saga/fuga salta al mismo tiempo que los personajes de una época a otra. En el vértigo de la acción, que se acelera en la última parte de la obra, se produce una casi simultaneidad de personajes de y en diferentes épocas, mientras que los lugares permanecen y aseguran la continuidad.

Dentro del juego colosal de posibilidades que plantea esta novela, el autor no se limita a imaginar lo que es, según su particular idea omnicomprensiva de realidad, sino que termina por extenderse a todo lo que podría ser. Especula así con un espacio de múltiples dimensiones, en el que habitan, no sólo los J.B. que da por reales, sino también todas las combinaciones posibles entre ellos.

En este espacio múltiple combinatorio, el trueque de nombres y apellidos de los distintos J.B., unido al de sus tocados y vestidos, crea unos personajes de doble carácter, con una mente pensante sustantiva y un cuerpo actuante adjetivo.

A partir del obispo Jerónimo Bermúdez, caracterizado por su mitra y su casulla, y del almirante John Ballantyne, que lo está por el bicornio y la casaca, crea posibilidades como Jerónimo Ballantyne, obispo almirante, con mitra y casaca, asistido por dos oficiales tonsurados (nada menos que los ilustres marinos Jorge Juan y Antonio de Ulloa), que libra su batalla, existente sólo en su mundo, que es un corte de un inmenso mundo multidimensional.

Torrente hace explícita la idea de multiespacio-tiempo, y así describe, cuando Bastida comienza su travesía por él, su vívida sensación de convertirse él mismo en trayectoria unidimensional para sumergirse en ese mundo múltiple:
...una sensación nueva, la de una presión espantosa que se ejerciese sobre mi cuerpo en todas las direcciones, como lo que siente el pie cuando uno logra calzarse un zapato cuatro números menor de lo debido.
(...)
...la cavidad donde estaba metido no era un zapato (en el caso de poder llamarle con propiedad lugar), sino que se trataba del interior de un tubo cuyo diámetro se achicase cada vez más, constriñéndome; pero que, hacia arriba y hacia abajo, ofrecía un campo de expansión interminable
(...)
...mi experiencia interior evolucionaba de la sensación al sentimiento, acaso a causa de la distancia hacia arriba a que iba quedándome el cerebro. No comprendí, pues, sino que sentí cómo me iba alargando al mismo tiempo que me ahilaba, y cómo, a pesar de la escasez de mi materia humana, iba alcanzando altura tal –una sola dimensión, por supuesto– que conmigo se podría atar la tierra por lo más grueso y aún sobraría hilo para nudos y lazadas. ¡Con decir que mi alma tardó un tiempo incalculable en pasearme de cabo a rabo, si bien lo hiciera con dificultad, a causa de mi exagerada delgadez, y que, a pesar de ser espíritu, el alma, en su paseo, me lastimaba! Más tarde supe que se trataba de un accidente de ósmosis por capilaridad. Hasta que alguien  –o quizás algo– tiró de mí por un extremo, quizá el que correspondía a los pies, y me hallé metido en un cuerpo en que cabía holgadamente...
En final delirante, la mente de Bastida hecha camino va recorriendo estos personajes, por filas y columnas de una matriz de combinaciones, buscándose a sí mismo a través de ellos, en lucha contra el tiempo, para enviar a los diferentes J.B. a su salvación en el Círculo Oscuro de las Aguas Tranquilas; y todavía llegará a punto a su cita redentora con Julia, redentora de ambos, que lograrán escapar al destino de la ciudad, en su (¿definitiva?) marcha del mundo real, que parece ser su verdadera vocación colectiva.


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