lunes, 14 de marzo de 2011

Las cosas (dos poemas)

Las cosas
J. L. Borges, “Las cosas”, en Elogio de la sombra (1969)
El bastón, las monedas, el llavero,
La dócil cerradura, las tardías
Notas que no leerán los pocos días
Que me quedan, los naipes, el tablero,
Un libro y en sus páginas la ajada
Violeta, monumento de una tarde
Sin duda inolvidable y ya olvidada,
El rojo espejo occidental en que arde
Una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
Limas, umbrales, atlas, copas, clavos,
Nos sirven como tácitos esclavos,
Ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
No sabrán nunca que nos hemos ido[1]

[1] Seguimos, para las citas de los poemas de J.L. Borges, la edición de sus, Obras completas (1923-1985), Barcelona, Emecé Editores, 1989 (3 vols.) Como en el caso de F. Pessoa, citamos en numeración romana el volumen, y en guarismos la página correspondiente, en este caso II, 370.

Comparado el soneto de Borges con el de Quevedo que comentamos el otro día, mantiene el mismo tono clásico, pese a alguna licencia en la rima. El ritmo del soneto, como dije entonces, es parte importante de su efecto. Aunque estén imperfectamente separadas (la propia grafía del poeta las une, pese a que el sonido las distinga) tiene dos partes, y cada una sirve a una parte del efecto conjunto.

En los cuartetos hay una lista de objetos personales, en la que adivinamos apego. En ellos está el alma del poeta, hablan de su vida cotidiana y permanecerán cuando él acabe. La violeta está perdida y olvidada en el libro como él olvidó lo inolvidable y será también olvidado. El espejo refleja el ocaso y lo invierte en aurora; ¿qué mayor ilusión? Pero él sabe la verdad.

En los tercetos, otra lista dispar, de cosas distantes que nos sirven pero con las que no somos solidarios, que no sienten con nosotros. Esto nos hace reflexionar sobre la indiferencia del mundo (¿suena a tango?) hacia nosotros y nuestro fin, porque su no ser es más durable que nuestro ser.

Enumerar los objetos yuxtaponiéndolos al azar crea la sensación de naturaleza muerta, distinta de la que producen aislados. La crítica de arte ha señalado ese efecto. El surrealismo mostró el choque que producen las combinaciones incongruentes, pero en él  aparece como anécdota intrascendente. Pienso más en la pintura metafísica de Giorgio de Chirico. En ella se percibe también esa tristeza que lo insensible nos hace sentir.

Giorgio de Chirico. La incertidumbre del poeta

F. Pessoa, "As cousas"

A espantosa realidade das cousas
É a minha descoberta de todos os dias.
Cada cousa é o que é,
E é difícil explicar a alguém quanto isso me alegra,
E quanto isso me basta.
Basta exisitir para ser completo[1].
…   …   …   …   …   …   …   …

Porque o único sentido oculto das cousas
É elas não terem sentido oculto nenhum.
É mais estranho do que todas as estranhezas
E do que os sonhos de todos os poetas
E os pensamentos de todos os filósofos,
Que as cousas sejam realmente o que parecem ser
E não haja nada que comprender.
Sim, eis o que os meus sentidos aprenderam sozinhos:
As cousas não têm significação: têm existência[2].

[1] Cfr. Poemas inconjuntos (1913-1915), poemas de Alberto Caeiro (I, 298).
[2] Cfr. O guardador de rebanhos, poemas de Alberto Caeiro (I, 290).

El poema de Pessoa vive la misma realidad de un modo diferente. Borges es un estoico triste, está al cabo de la calle y reflexiona sin miedo ni entusiasmo. Pessoa descubre todos los días la espantosa realidad de las cosas. Diga lo que diga, es dudoso que el descubrimiento lo alegre, que se conforme con que un existir inerte sea completo: él mismo manifiesta que carece de sentido; no nos convence del todo de la plenitud de una existencia así.

Borges y Pessoa sufren por igual la misma realidad opaca con un sentimiento que en el fondo comparten. Lo distinto es la respuesta. Si es verdad como señala el conductismo que el sentimiento se alimenta de su expresión y que “estamos tristes porque lloramos”, Borges responde con una olímpica y aristocrática aceptación. Pessoa muestra una alegría patética. Puede que acabe por creer lo que dice, que lo acepte y que quede realmente aliviado.

El poema es más rebelde que el de Borges, y su forma, paralelamente, más libre. El ritmo expresivo cambiante responde a una actitud inestable. Los sentimientos vacilan y se alteran bruscamente, y los significados tal vez lleguen a invertirse. Puede que eso tranquilice al poeta, pero ¿vivirá realmente la ataraxia como júbilo?

El intérprete

                                               Juan José Guirado
Mayo de 2003

2 comentarios:

  1. yo noto demasiada distancia entre los dos poemas, poca conexión entre ambos, aunque tu haces que se den la mano de una forma magistral. ("...la ataraxia como júbilo", te voy a robar el oximorón :))))

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  2. En lingüística, los signos y los significados se articulan por oposiciones, de manera que un fonema sordo implica la existencia de otro sonoro, sin que él mismo pueda definirse sin su opuesto.

    Por lo que yo creo entender, se trata de una ley dialéctica, la de la unidad de los contrarios, concebidos como polos inseparables pero dinámicamente articulados.

    El oxímoron, la contradicción, el contraste (figura-fondo, todo-parte, placer-dolor)...

    Y no sigo. Es el leitmotiv de este blog.

    Juanjo

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