domingo, 29 de mayo de 2011

Desalojo en Barcelona; la violencia legalizada

Pablo Jato. Rebelión


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Vemos a los policías golpeando sin importarles que las imágenes den la vuelta al mundo o lleguen a un juzgado, porque saben que la impunidad es el escudo con el que realmente trabajan.

¿Han tratado alguna vez de denunciar a un agente de policía por abuso de autoridad o por agresión? Puedo hablar por experiencia propia, y decir que de entrada los jueces por lo general no admiten pruebas de video y siempre dan la razón de antemano a “la autoridad” que viene acompañada de testigos falsos o argumentos ridículos. Por no decir que un procedimiento judicial pude durar años entre recursos y averiguaciones. Los antidisturbios van enmascarados y sin identificación visible. Son anónimos y denunciarles es meterse en un laberinto sin salida. Es prácticamente inútil. Se llama: impunidad. ¿Por qué no llevan los policías un número enorme en su uniforme para saber quién es quién en caso de un problema legal o una denuncia? Pero si un ciudadano es denunciado por la policía por agresión, ya puede tener un notario que de fe de su inocencia porque el juez le aplicará la pena máxima. Se llama: sistema.

¿Deberían dimitir de su cargo los responsables del desalojo en Barcelona? Sí. Sin duda alguna. Se han cometido delitos y se han dado órdenes fuera de la legalidad. Pero como nunca pasa nada, siempre habrá una buena excusa para tapar los errores.

Hace tiempo que los gobiernos y los que gobiernan se dieron cuenta de que ya todo da igual, de que pueden hacer lo que les dé la gana sin que haya la más mínima consecuencia. Es la herencia y legado que nos dejó la guerra de Irak, la verdadera guerra de Irak, es decir, la que la sociedad civil decidió tomar contra los gobiernos, y la perdió. Hace tiempo que las protestas ya están encasilladas, etiquetadas, transformadas por el poder mediático en algo lejano, en actos abstraídos de la sociedad, aislados y sin sentido. Un movimiento descabezado, violento, desordenado… Jóvenes sin nada mejor que hacer. Usted ciudadano, no se mezcle, no se meta.

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La derecha ha despojado a la izquierda de su democracia moderna, ha expulsado a los que piensan en libertad y a los que quieren un mundo mejor. El neoliberalismo salvaje ha extirpado y tirado a la calle todas las ideas sociales, todas las propuestas humanas, toda posibilidad democrática de lograr gobierno. Se han quedado con los escaños, los sillones y los tronos, cómodamente sentados se reparten un pastel que hemos pagado entre todos. Que se los queden. Ahora, los indignados deberían hacer de esta calle el último refugio y el primer paso hacia una libertad reconquistada. Quizá deberían ser estas protestas, apenas un principio y no una anécdota.

La revolución del 2011, estas revoluciones que a nivel internacional corren ahora mismo por las calles, es mucho más fuerte y profunda que la del 68. Tendrá  que recordarse como la revolución que consiguió metas, y no como simples jóvenes dramáticos con ganas de llevar la contraria. No hay que dejar que los que escriben la historia marquen estas revoluciones como simples protestas sin sentido ni razón y distorsionen, como siempre, todo su significado.

Esta revolución del 2011 tiene más trascendencia que la del 68, más profundidad, más sentido y, por consiguiente, muchas posibilidades de lograr objetivos. De alcanzar metas, de tumbar dictadores y sistemas.

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