miércoles, 11 de mayo de 2011

Viento negro, luna blanca


Juan Ramón Jiménez (1957)[1]:  “Viento negro, luna blanca”
... Par délicatesse
J’ai perdu ma vie.
A. Rimbaud
      Viento negro, luna blanca.
Noche de Todos los Santos.
Frío. Las campanas todas
de la tierra están doblando.
      El cielo, duro. Y su fondo
da un azul iluminado
de abajo, al romanticismo
de los secos campanarios.
      Faroles, flores, coronas
—¡campanas que están doblando!—
...Viento largo, luna grande,
noche de Todos los Santos.
      ...Yo voy muerto por la luz
agria de las calles; llamo
con todo el cuerpo a la vida;
quiero que me quieran; hablo
a todos los que me han hecho
mudo, y hablo sollozando,
roja de amor esta sangre
desdeñosa de mis labios.
      ¡Y quiero ser otro, y quiero
tener corazón, y brazos
infinitos, y sonrisas
inmensas, para los llantos
aquellos que dieron lágrimas
por mi culpa!
                     ...Pero ¿acaso
puede hablar de sus rosales
un corazón sepulcrado?
      —¡Corazón, estás bien muerto!
¡Mañana es tu aniversario!—
      Sentimentalismo, frío.
La ciudad está doblando.
Luna blanca, viento negro.
Noche de Todos los Santos.

[1] Cfr. Jiménez, J.R. (1957), “Jardines lejanos”, Tercera Antolojía Poética (1908-1953), Madrid, Biblioteca Nueva.


Desde el primer verso, este poema tardío de Juan Ramón parece una evocación de la canción del jinete de García Lorca. Hay elementos comunes, pero también se hace evidente el contraste profundo entre los dos poetas andaluces. El romance del granadino está lleno de vida, pese a la premonición de la muerte. El futuro fatal se percibe desde el deseo de vivir, y es como una profecía del destino del autor. El dolor del onubense tiene otra perspectiva. No es un joven batallador que se rebela contra el futuro, sino un viejo vencido que reniega de lo pasado.


El dolor por la pérdida de la vida es común. Quien sabría vivirla no la va a tener, quien aún la tiene no la sabe vivir. Juan Ramón, muerto viviente, rodea su romance de toda la parafernalia funeral que ofrece la noche más lúgubre del año.


Comienzo y final de ambos poemas son escenarios en los que se coloca, como entre paréntesis, el sentimiento de cada autor. Viento negro, luna blanca se contrapone a jaca negra, luna grande. El viento es un espectro que pasa indiferente, la jaca es un ser vivo que corre por su propia fuerza vital. La luna blanca ilumina un paisaje lívido de cementerio. La luna grande deja ver un campo abierto y espléndido, con las magníficas torres de Córdoba al fondo; y en este paisaje de ensueño, pero real, no dejamos de ver ni un instante la secuencia de la cabalgada; el jinete está destinado a la derrota, pero sabe luchar.


En este otro poema, el diferente escenario alberga un muerto viviente, que llama “con todo el cuerpo a la vida” y quiere que lo quieran, pero no puede conseguirlo, porque no sabe como. Su voz de muerto no se oye.


Es el drama del poeta. En su obra está su sensibilidad finísima, casi enfermiza; pero nunca supo abrirse a los otros. No supo dar y no supo recibir. Lorca, extrovertido y generoso, amó y fue amado. Su vida corta y plena es el reverso de la larga vida, manca de afectos, del de Moguer. Sus carencias se deben a su modo de ser; él lo sabe, y aquí lo reconoce: es la causa de su angustia, porque nos consta que no le faltó nunca la atención abnegada que le prodigó Zenobia.


Sentimos profunda piedad por el pobre egocéntrico sensible, pero por lo menos fue capaz de hacernos sentir con él. ¡Alma aflijía!



Especulativo aficionado

Juan José Guirado

Mayo de 2003

4 comentarios:

  1. con que se puede comparar la tristesa viento negro luna blanca

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  2. Interesante visión de este poema de J.R.J. Bonita comparación con el poema de Lorca. Enhorabuena por el artículo.

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  3. cuales son las figuras literarias y sensoriales del texto

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  4. poema de mierda no agrega nada de valor tu analisis tambien haceme un favor y suicidate

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