viernes, 15 de febrero de 2013

Muchas veces he pensado esto mismo...



Guillermo Almeyra. Historiador, investigador y periodista, advierte:

Señores, ¿en cuál mundo vivimos?

En su artículo, este doctor en Ciencias políticas se refiere a la crisis estructural del capitalismo que, asegura, es también ecológica. Rechaza la propuesta de algunos de volver al capitalismo «de antes», «productivo», dejando de lado el especulativo, «como si éste no fuese la consecuencia de aquél», o la de quienes dicen que hay que reforzar el capitalismo con ayudas estatales a las grandes empresas, lo cual no garantizaría la inversión de esas empresas, y se pregunta si el sistema capitalista buscará «rapiñar nuevamente el planeta, recolonizándolo» y, mediante otra guerra mundial, recuperar para EEUU la hegemonía perdida, dado que, sostiene, no hay nada que el capitalismo no pueda intentar... si se le deja y si tiene la fuerza social suficiente. La única solución que contempla es, por tanto, acabar con el capitalismo.

(...)

Independientemente de que no aparecen en el horizonte los sepultureros de un sistema en crisis estructural, porque los trabajadores, en el sentido más amplio, comparten aún la ideología de sus explotadores y sus valores hedonísticos y egoístas en vez de buscar una alternativa al sistema, el sistema está en una crisis agudísima desde el 2008 y aún no superó lo peor. Al sistema capitalista las inmensas destrucciones de seres humanos y de capitales en las dos guerras mundiales y en la crisis de 1929 le dieron sólo unos 30 años de prosperidad y reconstrucción. ¿Buscará arrasar con los bienes comunes, rapiñar nuevamente el planeta, recolonizándolo, recuperar mediante una nueva gran guerra para Estados Unidos la hegemonía perdida de modo de instalar un mundo futuro para un quinto de la población mundial, eliminando de un modo u otro a los sobrantes (con guerras locales, dictaduras, hambrunas, siembra de enfermedades mortales)? No hay nada que el capitalismo no pueda intentar… si se lo deja y si tiene la fuerza social suficiente.

(...)

Por lo tanto, o se acaba con la producción para la ganancia, produciendo de modo diferente, fabricando otros productos, elaborados de otro modo, para otras necesidades o terminan por acabarse los bosques, los mares, el agua, el aire puro, el equilibrio natural del planeta... y la especie humana, reducida a pequeños grupos, vuelve al estado natural o, reducida a cerca de un tercio de sus integrantes actuales, vive en una dictadura tecnocrático-fascista como la que pintara Jack London en «El Talón de Hierro». Suena apocalíptico, pero enteras civilizaciones y grandes culturas han vivido antes apocalipsis semejantes.

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