miércoles, 18 de diciembre de 2013

Paradojas



En un artículo de Aporrea firmado por Sergio Pascual Peña y titulado Hay chavismo para rato leo un párrafo que me da que pensar. Porque, pese a la confiada afirmación del título, apunta a riesgos involutivos. Y pienso que las expectativas de un proceso revolucionario pueden verse frenadas por el desarrollo del mismo proceso. 

Con escasa piedad, pues su culpa es relativa, se llama "piojos resucitados" a las personas que, encumbradas por mérito propio, aunque casi siempre más bien por las circunstancias, se olvidan de su procedencia y de su clase, pero conservan los rasgos menos positivos de su origen humilde. 

Así se refería mi padre a algunos convecinos "venidos a más". En las juntas de vuestra comunidad de vecinos "de clase media" podréis detectarlos sin mucho esfuerzo. Conservan las peores mañas de su particular ascenso social.

Y  este es el párrafo:
No obstante lo dicho, el chavismo retrocede ligeramente en los mayores entornos urbanos, perdiendo Barquisimeto y Valencia (la tercera y cuarta ciudades del país). Se confirma por tanto la tendencia a que amplios sectores de las clases populares reenclasadas por el propio chavismo y autoidentificadas ahora como clase media, si bien están satisfechos del legado de Chávez, no ven colmadas sus expectativas de desarrollo personal en términos de consumo, realización laboral, poder adquisitivo y calidad de los servicios, lo que los aleja del mismo proceso que los sacó de la pobreza -a ellos o a sus padres- y que sería visto por ellos como un proyecto para las clases populares a las que ya no se sentirían pertenecientes.
Este es un peligro presente en los procesos revolucionarios, porque su aceleración no se acompaña de un cambio parejo en las conciencias: la educación es un proceso mucho más lento que los cambios materiales.

Pablo de Tarso, hombre de fe y prodigiosas conversiones, ya habló de "despojarse del hombre viejo, revestirse del hombre nuevo". El proceso doloroso de arrancarse la piel lo obró en él la milagrosa intervención divina.

En todos los movimientos, religiosos o laicos, que han pretendido regenerar la "naturaleza humana" ha habido una constante aspiración a "forjar al hombre nuevo", como lo expresa la letra de La Internacional. Como la realidad es compleja y contradictoria, dentro de los mismos movimientos aparecen inercias, corrientes de Foucault, que se oponen al movimiento con tanta más fuerza cuanto más rápido sea.

En otra entrada de este blog, parte de una larga serie por ahora inconclusa, quise expresarlo así:
Vemos así que la reversibilidad depende del tiempo. El reposo equivale al equilibrio. Los procesos muy lentos tienden a ser aproximadamente reversibles, porque en cada instante hay una situación de cuasi equilibrio. Y hay desequilibrio creciente al aumentar la velocidad de los cambios.
Puede parecer una invitación a la inactividad, o al conformismo paciente, o a un fabianismo socialdemócrata. Pero no lo es.

Sería tanto como una defensa de lo inerte frente a lo dinámico. Pero no debemos ignorar que lo dinámico es irreversible y reversible a la vez. Precisamente los cambios que necesitamos son urgentes y no hay mucho tiempo para cambiar el sentido de la historia.

Las revoluciones se producen ante situaciones previas desequilibradas e intolerables. Eso las hace turbulentas, y generan reacciones también turbulentas. En sentido termodinámico son transformaciones irreversibles, como todas las transformaciones.

Por eso mismo, en sentido político son reversibles, porque como estados caóticos pueden evolucionar de modo imposible de predecir.

Cuando una causa de las posiciones reaccionarias es el diferente ritmo de los cambios sociales y las mentes, es más necesaria que nunca la formación, la educación en su sentido más amplio, el conocimiento de la realidad, que es el que puede engendrar conductas verdaderamente racionales, que al estrecho interés inmediato y particular opongan uno.mucho más real, a medio y largo plazo, y menos particular, más colectivo.

Un proyecto colectivo, coherente y a largo plazo.

De ahí la insistencia de Fidel Castro en dar la batalla de las ideas.

Muchos, al otro lado, ya lo están haciendo.


El Pensador Empedernido

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