lunes, 17 de marzo de 2014

No hay rebosamiento: hay vasos comunicantes

Contra la teoría del rebosamiento de la riqueza, cuando lo que rebosa es la pobreza. Algunas constataciones de Vicenç Navarro.



(...)
1. No hay países pobres. En realidad, algunos de los países llamados pobres tienen una gran cantidad de super-ricos. El argumento de que la riqueza que se acumula en la cúspide filtra hacia todos los otros estamentos de la sociedad no se ajusta a la realidad.
2. La pobreza no se debe a la falta de recursos de un país, sino al control de estos recursos por parte de los super-ricos del país, que siempre están en alianza con los super-ricos de otros países.
3. Es denunciable que en España, donde uno de cada tres niños está en riesgo de pobreza, exista un grado de concentración de la riqueza tan elevado, lo cual se podría resolver fácilmente redistribuyendo los recursos, hoy en propiedad de los super-ricos.
4. Su pobreza está basada en su falta de control de la propiedad de los super-ricos, que estos utilizan para su propio enriquecimiento en lugar de asignarla a mejorar las condiciones de vida de la mayoría de la población.
5. El incremento de las desigualdades se debe principalmente a factores políticos y, muy en especial, al enorme poder que los super-ricos tienen sobre los Estados, que son los que están imponiendo políticas públicas que los favorecen.
6. El enorme desprestigio de la Unión Europea y de los gobiernos de sus países miembros se debe precisamente a este hecho: la enorme influencia de los super-ricos (bien sea de la banca o de la gran patronal) sobre los políticos.
Una última observación. Se me dirá (ya se me ha dicho), que el hecho de que el tercer super-rico del mundo sea español no tiene nada que ver con el elevado porcentaje de pobreza y/o el alto nivel de desempleo. Esta postura ignora que el Estado que facilita que haya super-ricos es el mismo que favorece los salarios bajos, la política fiscal regresiva, el escaso desarrollo del Estado del Bienestar y la limitadísima capacidad redistributiva del Estado. Hay, pues, una relación directa entre los primeros y los segundos, por mucho que este hecho evidente se intente ocultar. Así de claro.

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