lunes, 2 de junio de 2014

Por un comunismo de la vida cotidiana

Manolo Monereo presentó el libro “Por Europa, contra el sistema euro” en las jornadas estatales del Frente Cívico.

Para él (y para mí) el comunismo existe. No es una abstracción. Y existe porque en las sociedades capitalistas se continúa dando una contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Según Monereo, “podríamos reducir la jornada laboral y repartir el trabajo pero, en lugar de hacerlo, construimos sociedades en las que los individuos se devoran”. Con todo, el socialismo continúa siempre ahí, filtrándose en las contradicciones de la economía capitalista.

Unas cuantas citas sobre nuestro concepto, encontradas en este otro lugar:
Tratar de la democracia implica a abordar, de manera indirecta, el comunismo“.

Gilles Dauvé y Karl Nesic, Más allá de la democracia, 2009.

Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya que sujetar la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual“.

Karl Marx y Friedrich Engels, La ideología alemana, 1846.

No trataremos de engalanar las derrotas sufridas con el oro de las falsas ilusiones. El partido democrático ha sufrido algunas derrotas; los principios proclamados tras la victoria son cuestionados mientras le disputan palmo a palmo el terreno realmente conquistado; ya ha perdido mucho y pronto se planteará la cuestión de saber qué le queda“.

Heinrich Burgers y Karl Marx, Nueva gaceta renana, 1 de julio de 1848.

El movimiento proletario es el movimiento espontáneo de la inmensa mayoría en provecho de la inmensa mayoría. Las proposiciones teóricas de los comunistas no se fundan de ningún modo en ideas y principios inventados o descubiertos por tal o cual reformador del mundo. No son sino la expresión de conjunto de las condiciones reales de una lucha de clases existente, de un movimiento histórico en constante evolución“.

Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto comunista, febrero de 1849




Rebelión

Le preguntan al politólogo Manolo Monereo por el “sujeto de la revolución” en las jornadas estatales del Frente Cívico celebradas este fin de semana en Valencia. “Se construye en el mismo proceso de la revolución”, explica, “no está predeterminado”. ¿Ha sustituido el “precariado” a la “clase obrera”? “Que la clase obrera no tenga conciencia de serlo no implica que no exista”, responde. Monereo ha presentado en las jornadas su último libro, “Por Europa, contra el sistema euro” (El Viejo Topo).

En las últimas décadas se han dado transformaciones sustantivas en la estructura y composición de la clase trabajadora, así como en su nivel de conciencia. En España, por ejemplo, todo ello aparece vinculado a los procesos de desindustrialización. Pero no debe olvidarse un fenómeno global: desde 1989, con la caída del campo socialista, se produce la denominada “gran duplicación”, es decir, 2.000 millones de trabajadores aparecen “de golpe” y dispuestos a valorizarse en el mercado mundial. Esa mano de obra es empujada al mercado global con el fin de que la clase trabajadora compita entre sí. Es un fenómeno en el que se insiste poco. “Por eso, a la hora de proponer alternativas, es importante la inserción de la clase obrera en el propio territorio”, apunta Monereo.

El comunismo existe. No es una abstracción. Y existe porque en las sociedades capitalistas se continúa dando una contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Entonces, ¿dónde hallar el sujeto revolucionario? Una gran reserva estratégica para cualquier opción emancipadora esta en los jóvenes (hoy, desde los 15 a los 40 años), hijos de las capas medias y la clase trabajadora, muchos de ellos con buena formación pero sin empleo ni horizonte vital. “Esto será decisivo cara al futuro”. Según Monereo, “podríamos reducir la jornada laboral y repartir el trabajo pero, en lugar de hacerlo, construimos sociedades en las que los individuos se devoran”. Con todo, el socialismo continúa siempre ahí, filtrándose en las contradicciones de la economía capitalista.

En el análisis debe considerarse que la izquierda se enfrenta aún a la gran derrota cultural de los años 90. Y por eso, ahora, “se trata de convencer a gran parte de los trabajadores de que esta sociedad no ofrece alternativa”. La gran cuestión: ¿Cómo se protegen las clases trabajadoras, desamparadas ante la crisis? O dicho de otro modo, ¿cómo despertar y reconstruir el imaginario socialista? El fascismo está al acecho, presto para proporcionarles identidad. Además, a la izquierda se le ha dejado inerme frente al capitalismo. “Y en ello tiene la socialdemocracia la responsabilidad principal”, concluye el politólogo.

Lo importante para Monereo es que la resistencia contra la dictadura, los partisanos, el maquis, los viejos militantes obreros y campesinos “se jugaban la vida, morían por un proyecto de transformación social”. Porque el comunismo es, en el fondo, “una religión popular laica” (como venía a considerar Gramsci). “Nosotros hemos de ser profundamente creyentes en que hay que cambiar esta sociedad”. Y, así, construir el socialismo, una forma de organización social que tiende a desmercantilizar el conjunto de las relaciones sociales, y sobre todo: la fuerza de trabajo (que ha de quedar al margen de las leyes de la oferta y la demanda); la naturaleza (“estamos construyendo un mundo donde nuestra vida no es posible”); la moneda (decía Lenin que la unidad monetaria es “poder concentrado”; por ello, los bancos deberían ser públicos); y el trabajo doméstico, que debería socializarse. Sumadas estas cuatro tendencias, se alcanza la democracia de la vida cotidiana.

En pocas palabras, “fe, voluntad, organización, proyecto y lucha”. Para atravesar el desierto y construir el socialismo. La clave es que durante el trayecto, durante la larguísima transición, “nos vamos cambiando como seres humanos, es decir, para ser libres e iguales nos hemos de construir libres e iguales en el proceso de lucha por la liberación”. Mientras, hasta que llega la nueva sociedad socialista, habrían de construirse redes de autosolidaridad y autoorganización, que nos vayan liberando de los procesos de mercantilización. Al final, decía Lukacs, el socialismo es la democracia de la vida cotidiana. También, una ciudadanía (a lo Robespierre) con derechos y deberes, “aunque en España siempre hayamos sido súbditos”, recuerda Manolo Monereo.

“Necesitamos un socialismo que le diga a la gente que va a vivir mejor que en el capitalismo, y que va a ser protagonista”. Sabiendo, de nuevo, que hay que afrontar una larga transición para cambiarnos a nosotros como seres humanos (“fue esta la gran verdad del Che”, introduce Monereo). Que los hombres y las mujeres se conviertan en dueños de sus destinos en la fábrica, en el tajo y en los hogares. Es cierto, por tanto, que la sociedad capitalista está preñada, impregnada de comunismo, que penetra por todas las contradicciones. “Pero no hay socialismo sin que cambiemos nosotros un poco cada día; esto lo aprendí de Jesús de Nazaret, pero también de Anselmo Lorenzo, de Pablo Iglesias, Dolores Ibárruri y Pepe Díaz, que se la jugaron por eso que se dio en llamar socialismo y comunismo”.

El libro “Por Europa, contra el sistema euro” (El Viejo Topo) cuenta con un cuerpo de reflexiones de Manolo Monereo, un prólogo del portavoz estatal del Frente Cívico, Héctor Illueca, y una entrevista del periodista Enric Llopis al politólogo. El texto se compone de tres grandes bloques. El primero, con reflexiones sobre los cambios geopolíticos que están produciéndose actualmente en el mundo; un segundo gran apartado sobre la Unión Europea y el tercero sobre España, que incluye reflexiones en torno a la identidad nacional. Son tres “nudos” para situarnos “a la altura de los tiempos”, afirma Monereo parafraseando a Ortega y Gasset.

“Vivimos una época terrible, en la que contamos con una ingente cantidad de información y muy poca opinión”. En ese contexto, “uno de los grandes problemas de la izquierda es la falta de una visión/interpretación del mundo capaz de orientar sus políticas y sus alianzas”, explica Manolo Monereo, que se remonta a los clásicos y a sus análisis: Puede que muchos de los datos y las informaciones que Lenin aportaba en su obra “El Imperialismo, estadio superior del capitalismo” no fueran acertados, pero lo importante es que de estos datos sacaba prospectivas. “Contra lo que afirman Kautsky/Negri, la globalización existe”. Y con una tendencia al conflicto, a la guerra y las revoluciones. “Lenin ofreció una perspectiva histórica que se cumplió al detalle hasta 1945”. “Hoy echo esto en falta”. ¿Cuál es la prospectiva?

Monereo observa en el mundo actual grandes focos de tensión, conflicto y posibilidades de revolución y contrarrevolución (lo que sucede en Ucrania y Venezuela no resulta ajeno a estos procesos). Retornan las grandes potencias, pero también las posibilidades para las clases populares, ya que “lo verdaderamente insoportable era el mundo unipolar”. En el núcleo de la crisis actual convergen diferentes “nudos”. Primero, una crisis sistémica del capitalismo; En segundo lugar, una gran transición geopolítica internacional que cuestiona la hegemonía de Estados Unidos como imperio, es decir, la multipolaridad. En ese contexto, retornan los estados-nación, “que nunca se fueron; en el neoliberalismo, el estado es enormemente intervencionista, como ocurre, por ejemplo, con el ordoliberalismo alemán”.

Otro “nudo” lo constituye la crisis del Occidentalismo. El mismo día del descubrimiento de América, según Aníbal Quijano, se inauguró el occidentalismo, la modernidad, el capitalismo y el racismo. En esa crisis se inserta la Unión Europa, “una máquina imperialista en las relaciones internacionales”, subraya Monereo, “en cuyo diseño ya está implícita la condición subalterna respecto a Estados Unidos, y la agresión a otros pueblos y potencias”. Ejemplo reciente de ello es el Tratado de Libre Comercio e Inversiones entre los bloques europeo y estadounidense. A estos factores se agrega una crisis ecológico-social del planeta.

Lo que subraya la crisis actual es el fracaso de la segunda globalización capitalista, iniciada tras la crisis de los años 70; la primera globalización (1870-1914), promovida por una potencia en declive -Gran Bretaña-, se saldó con la guerra de los 30 años (1914-1945). En términos de Karl Polanyi, y en una interpretación que puede trasladarse al presente, a una etapa llamada A (de “globalización feliz” y “mercado autorregulado”), le sucede una etapa B, que implica la reacción de la sociedad al intento del capitalismo de imponer su utopía liberal. Pero esa reacción de la sociedad puede adquirir forma revolucionaria o fascista. Hoy, señala Monereo, “las poblaciones del Sur de Europa reclaman que alguien les proteja del mercado, de los capitalistas, de los políticos, de los ladrones, pues todos son iguales en el imaginario colectivo de la gente”.

Todo ello tiene mucho que ver con el euro. Así, ¿Qué rol va a desempeñar España (y el Sur de Europa) en la nueva división internacional del trabajo que configura la hegemonía alemana? Por primera vez desde que la Unión Europea existe como “artefacto”, se da una gran estrategia estatal (por parte de Alemania) que compite con los demás países de la Unión por mantener y consolidar su hegemonía. El proceso comienza con la caída del Muro de Berlín y la Reunificación alemana. En términos más simples, “hay un estado-nación que impone un proyecto de desarrollo hegemónico a costa de los demás estados”. Para ello, “los demás hemos de ser el protectorado de Alemania”. Por eso la Unión Europea es “irreversible” e “irreformable” a la vez.

¿Es casualidad que este proceso lo haya impulsado la socialdemocracia alemana con la Agenda 2010?, se pregunta Manolo Monereo. Y responde: “En Alemania se ha producido una alianza de clases entre los poderes económicos, la clase bipartidista y el apoyo de una parte sustancial de los sindicatos”. “¿Por decir esto nos pueden llamar germanófobos?”, agrega. “La política neomercantilista alemana se basa en algo muy simple, arruinar al vecino; esto acaba con cualquier posible proyecto de integración”. Hasta este punto, los intereses del estado-nación alemán, pero la siguiente cuestión es por qué se acepta el “diktat” germano en países como España.

El proceso enunciado no puede desarrollarse sin corrupción, afirma el politólogo. “La corrupción es hoy el sistema”, añade. Y hace falta asimismo un “control salvaje de los medios de comunicación” (En España se da un duopolio en manos de Lara y Berlusconi). ¿Es casualidad la liquidación de los directores de La Vanguardia, El Mundo y El País?, se pregunta Monereo. Hoy, “caminamos por una Transición política dirigida por los poderosos”. “No es casualidad que Pilar Urbano, supernumeraria del Opus Dei y amiga personal de la reina, salga ahora con su libro justo en un momento en que el monarca no quiere abdicar; y que ese libro lo publique José Manuel Lara. Además, la economía española se verá directamente afectada por la nueva división del trabajo en Europa que se está construyendo con la crisis. Y que se basa en servicios hipertrofiados, sin ningún tipo de industria y con una agricultura residual (sobre ello hay un pacto de clases acordado por las burguesías española, catalana y vasca, que han suscrito todos los tratados europeos; un pacto que garantiza el capital alemán).

Alternativas. Tiene claro Manolo Monereo que la Unión Europea no es “renovable” ni “refundable”; además, “Europa no es lo mismo que la Unión Europea”. Y afirma, frente a esta situación de hecho: “voy mucho más allá de romper con el euro”. Se muestra partidario de “desglobalizar”, “desmundializar”, “reconstruir el estado” (un estado “fuerte”) y así constituir una República soberana, de base municipal, democrática y federalista. Que se enfrente al actual régimen oligárquico. Una República con soberanía política, económica y cultural, que apunte a la construcción del socialismo (“para que no se nos olvide”) y a una Europa confederal, parte de una Europa euroasiática, que se enfrente al imperialismo talasocrático de predominio anglosajón. Defiende Monereo una alianza euroasiática (que incluya a Rusia y China) dentro de un mundo multipolar. Más favorable para que los pueblos puedan liberarse.

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