viernes, 26 de septiembre de 2014

“Las revoluciones las hacen millones de personas que aspiran a llegar a fin de mes”

Entrevista a Joan Tafalla, maestro de Primaria, militante comunista y miembro de Espai Marx
 
Demasiado larga para reproducirla entera y comentarla, que es lo que me gustaría. Pero soy consciente de que en este tiempo de sobresaturación (de la información y de casi todo) leemos poco y deprisa. Así que me limitaré a rescatar aquí algunas ideas más o menos sueltas. Como dejo el enlace, podéis desmenuzarla a voluntad. Es muy instructivo lo referido a geopolítica e historia de Europa,

El entrevistador Enric Llopis resume, mejor de como yo haría, los contenidos esenciales de la entrevista. Y recomienda algunos libros del entrevistado.
Desde la perspectiva que conceden más de cuatro décadas de militancia comunista, el maestro de enseñanza primaria y miembro de la asociación Espai Marx, Joan Tafalla, comparte sus experiencias en la siguiente “entrevista-río”. Se posiciona respecto al euro; explica la posición subalterna y dependiente de la economía española (desde hace décadas); reflexiona sobre la idea de “austeridad”; sobre el braudeliano “largo plazo” en la teoría y en la praxis; ahonda en los proyectos “paneuropeos” de la Alemania Nazi; en la vigencia de los estados-nacionales; en la “ilusión” de una imposible vuelta al keynesianismo, pero también en el potencial transformador de una “democracia de la vida cotidiana”. En un cuestionario de ancho horizonte, tampoco evita responder a la siempre alambicada relación entre izquierda política y movimientos sociales. 

Al final de la larga reflexión, concluye que las revoluciones las hacen, en coyunturas muy precisas, “decenas de millones de personas cuya aspiración es simplemente llegar a fin de mes, es decir, tener pan, techo y trabajo”. Por otro lado, Joan Tafalla es autor de “Un cura jacobino: Jacques-Michel Coupé” y coautor, con Irene Castells, de “Atlas Histórico de la Revolución Francesa”. Ha coeditado asimismo con Josep Bel y Pep Valenzuela “Miradas sobre la precariedad”, y ya en 2013, “La izquierda como problema” junto a Joaquín Miras.
Trataré de extraer algunos párrafos sobre los aspectos que cita.

 


Rebelión

Sobre el euro:
Por desgracia, la propuesta de salida del euro y de la UE es minoritaria, absolutamente minoritaria en la izquierda política y sindical. Ello es debido a que ni la vieja ni las nuevas expresiones de la izquierda se deciden a romper con el consenso fundador de la transición de 1978. Dicho consenso fundador de la transición tenía como base un europeismo ingenuo que consideraba que el ingreso en lo que entonces, con sinceridad y transparencia, se llamaba aún Mercado Común conllevaría la modernización de la estructura productiva del país, y la mejora de nuestras condiciones de vida. Como se sabe, al Tratado de Adhesión de España entró en vigor el 1 de enero de 1986. El gran consenso existente en aquellos momentos condenaba al oprobio y al asilo de deficientes mentales no solo a quien criticara el propio ingreso en el Mercado Común, (como hacíamos una pequeña y aislada tribu de indomables íberos), sino también a quien sometía a crítica las condiciones concretas del Tratado de Adhesión.
Sobre la subalternidad de nuestra economía:
El carácter periférico y dependiente del capitalismo español se ha venido acentuando durante estos 28 años de pertenencia a la Unión Europea. Este proceso, al margen de las consecuencias generales para el modelo de desarrollo del estado español, ha tenido gravísimas consecuencias para los derechos sociales del pueblo trabajador. La historia del brutal abaratamiento de los costes laborales se ha escrito a través de 34 reformas laborales desde que se proclamó el estatuto de los trabajadores hasta la última reforma del PP. Los empresarios continúan aullando exigiendo consumir más carne humana a precio más barato. Si miramos al ejército de reserva de fuerza de trabajo, las cifras del paro son y permanecen las más elevadas de toda Europa desde los inicios de la transición. El ingreso en la UE no solo no corrigió, si no que consolidó y acentuó esta situación.
El carácter dependiente de la economía española se ha acentuado con la creación del euro que no ha sido otra cosa que la creación de un mecanismo más al servicio del neo-mercantilismo alemán. Dentro de la UE, los diversos destacamentos nacionales de la clase obrera europea se encuentran sometidos a una permanente subasta a la baja del salario y de sus condiciones de trabajo. La Nueva División Internacional del Trabajo, decidida por las grandes empresas multinacionales de los países europeos centrales, es un dogal de hierro imposible de romper dentro la UE. Para crear empleo en una economía sostenible es condición necesaria salir de la jaula de la Unión Europea. 
Sobre austeridad:
La economía mundial está dominada por unas finanzas que actúan sin ninguno tipo de control. Quitan y ponen gobiernos, dictan sus políticas, hunden continentes enteros en la miseria, producen flujos migratorios masivos, destruyen y crean estados a placer, imponen guerras, perpetúan un modelo energético obsoleto como si el Peak oil no estuviera a la vuelta de la esquina… a todo ello se suman los fenómenos que se desprenden de la crisis de la hegemonía del imperialismo USA, con la aparición del fenómeno de los BRIC’s y, sobre todo con la competencia con China y con Rusia, que agudizan esa situación de caos. La historia está lejos de haberse acabado.
El resultado de este caos en los países de nuestra área geopolítica es la descomposición de la sociedad, la liquidación de la civilización de 1945, incluyendo el keynesianismo y el llamado estado del bienestar, la desregulación absoluta del mundo del trabajo, el llamado “estado de la deuda”, la liquidación de las soberanías nacionales, la competencia a la baja entre la clase obrera de los diversas regiones del mundo en el mercado mundial de la fuerza de trabajo y, por sobre todo, la imposibilidad de seguir creciendo, dictada por dos factores combinados: la división internacional del trabajo y el fin de la civilización del petróleo.
Cuando Samir Amin planteó la necesidad de la desconexión se le tildó de utópico. Se consideraba que la mundialización de la economía no sólo había llegado para quedarse, si no que, además, era un gran bien, algo que creaba la base para la unificación del genero humano. Hoy parece evidente que lo utópico es pensar que se pueden producir transformaciones sociales profundas y necesarias desde estados reducidos a su función de aparato administrativo y represivo de aplicación de las políticas decididas en los parquets de los mercados y en los despachos de los poderes multinacionales. Unos estados reducidos a su rol de “vigilante nocturno” (Gramsci) propio de las antiguas administraciones coloniales no pueden enfrentar una situación que no tiene ningún tipo de salida.
La desconexión se producirá ineludiblemente debido al final de la civilización del petróleo. Un final que se presenta ante nuestros ojos. Y aún podemos elegir el escenario. Podemos optar por construir una nueva cultura material de vida, unas nuevas relaciones económicas internacionales basadas en la producción de proximidad, en la autolimitación del consumo, en una división internacional del trabajo de carácter cooperativo. O preparamos ese futuro entre todos o, si decidimos continuar con la cabeza debajo del ala, el escenario previsible es Mad Max, o sea el caos y la guerra de todos contra todos. La supervivencia del más apto para la violencia para la imposición.
Sobre el largo plazo y el cortoplacismo:
Otra de las características de toda izquierda actual en España (la vieja y la joven) consiste en un pensamiento político basado en los tiempos cortos de calendarios electorales nacionales o regionales. Se huye como el diablo del agua bendita de los análisis de longue durée y de ámbitos geográficos más amplios.
Sobre soberanismo:
La mayor parte del movimiento soberanista catalán reclama un estado catalán en la UE. Niego la mayor: no hay soberanía nacional dentro de la UE. El sueño de un estado catalán dentro de la UE es un sueño de clases medias empobrecidas por las políticas de la UE, que pretenden librarse de la su situación de una manera totalmente utópica: creen que Catalunya puede ser una especie de protectorado de Alemania o, mejor dicho, de Baviera. Pero los protectorados recientemente incorporados al dominio alemán ya saben lo que éste les depara: los planes de austeridad de Croacia o de Ucrania. El secuestro de la democracia, de la soberanía nacional proviene hoy, básicamente de la UE, no tanto del decadente estado español. Los soberanistas catalanes yerran en tiro. La soberanía nacional, la democracia la debemos recuperar los catalanes, de la mano del resto de los pueblos ibéricos y del resto de los pueblos mediterráneos. 
Sobre Alemania y los estados nacionales:
Alemania no es el único agente actuante en la geopolítica europea en lo últimos 143 años. Concurren otros actores cuya importancia no se puede disminuir: Francia, Inglaterra, los USA a partir de 1917 y hasta hoy, la Rusia zarista hasta 1917, la URSS hasta 1989 y la Federación Rusa en la actualidad. Actores que actúan a veces como aliados, a veces como adversarios y a veces como enemigos acérrimos entre los que estallan guerras o se producen alianzas y pactos más o menos coyunturales. El resultado es siempre complejo, articulado, la dinámica es siempre complicada, contradictoria. Las hegemonías no son nunca por decirlo de alguna manera, totales, absolutas. Todas estas precauciones analíticas no niegan que en los últimos 20 años Alemania ha hecho crecer de manera progresiva su rol dominante en la geopolítica europea y que, dentro de la UE ese país es, actualmente, la potencia hegemónica.
Sobre el keynesianismo:
El keynesianismo no volverá por que no puede volver: faltan las premisas geopolíticas (la presencia de la URSS, la correlación de fuerzas de 1945) y energéticas: el crecimiento ya no es posible. El fordismo no volverá, no puede volver por que el fordismo, base económica productiva del keynesianismo, no puede volver en un contexto de crisis energética.
Quizás debamos empezar a reflexionar y a llevar a los movimientos sociales la certeza de que la civilización del 45 no volverá. Que ya no son posibles políticas de carácter keynesiano. Que el único keynesianismo posible en nuestros países (el de la industria de guerra) no es tampoco, para nada, deseable. Que se trata de la transformar la sociedad en profundidad, es decir de cambiar los modos de vida. Que superar el capitalismo en la dirección de la democracia y del socialismo no significa la entrada en un mundo de Jauja donde los jamones cuelguen de los árboles y los ríos manen incansablemente de leche y miel. Que habrá que ir inventando modos de vida cooperativos, solidarios, austeros, es decir, en definitiva igualitarios y democráticos. Al modo que lo quería Babeuf, al modo que lo querían los viejos republicanos, los demócratas, los anarquistas, los socialistas, los comunistas.
Sobre democracia:
La soberanía del pueblo no es divisible: el centralismo legislativo significa que el ejecutivo es un simple comisario del poder legislativo, que los mandatos tanto de los representantes como de los miembros del poder ejecutivo deben ser cortos y controlados por el legislativo. Ni el ejecutivo ni el judicial son poderes independientes del poder legislativo. En fin, no es preciso volver a inventar los principios básicos de la democracia y de la soberanía. Los encontramos íntegramente en los debates fundacionales de USA (lado Jefferson) y de la primavera de 1793, lado Saint Just, Romme, Coupé y Robespierre. El constitucionalismo post-termidoriano supuso simplemente la liquidación de la democracia para sustituirla por los regímenes liberal- representativos.
Para concluir:
La revolución no es el estado normal de las sociedades. Las revoluciones no las hacen los revolucionarios más o menos permanentes. Las revoluciones las hacen decenas de millones de personas en coyunturas muy precisas y en que las clases en el poder ya no pueden dar a los de abajo respuesta positiva a sus aspiraciones. La hacen decenas de millones de personas cuya aspiración no es hacer revoluciones sino, simplemente, llegar a fin de mes, o dicho en otras palabras: tener pan, techo y trabajo. Mientras la dinámica del capitalismo permite satisfacer estas necesidades, mientras las demandas permanecen en su fase corporativa, el movimiento político y social de las clases subalternas es cooptable, es integrable, puede ser satisfecho. La integración y satisfacción de sus reivindicaciones, en lugar de ser un estorbo son un motor de desarrollo. 
Solo cuando esas necesidades básicas no pueden ser satisfechas, solo cuando van a contrapelo de la dinámica de desarrollo capitalista, esas aspiraciones pueden llegar a adquirir un sentido subversivo. Sólo entonces pasan a ser, de motor de desarrollo a obstáculo para la dinámica del capital y, en muy determinados y minoritarios casos pasan a constituir la base de un nuevo orden. Un nuevo orden que vaya más allá del capital. A mi me parece que estamos entrando en una fase de este tipo. Pero como siempre prefiero que la situación nos pille con los deberes hechos.

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