martes, 28 de octubre de 2014

Historias desde la cadena de montaje

Karl Marx analizaba así la situación de la clase obrera en Gran Bretaña, hacia 1840:
"En principio, las condiciones económicas habían transformado la masa del país en trabajadores. La dominación del capital ha creado en esta masa una situación común, intereses comunes. Así, esta masa viene a ser ya una clase frente al capital, pero todavía no para sí misma. En la lucha, de la cual hemos señalado algunas fases, esta masa se reúne, constituyéndose en clase para sí misma. Los intereses que defienden llegan a ser intereses de clase".
Miseria de la Filosofía, pág. 257. Ed. Júcar.
Siglo y medio más tarde, reconocemos al autor de este libro como un genuino miembro de la clase en sí. Eso no quita en absoluto interés a su pensamiento. Más bien se lo añade, como experiencia directa de las duras condiciones laborales en una empresa fordista, sin más conciencia de clase que la implícita en el sentimiento humano derivado de esa experiencia. Constituye, pues, un documento antropológico de primera mano, una perfecta exposición emic.


Reseña de Ben Hamper, Historias desde la cadena de montaje, Madrid, Capitán Swing, 2014, 301 páginas (Prólogo de Michael Moore, traducción de Lucía Barahona)


Desde el corazón de las tinieblas obreras

El Viejo Topo

Unas breves pero acaso necesarias observaciones iniciales. La edición original norteamericana de Historias es de 1998. Lo narrado, los trabajos y la vida de los obreros de la cadena de montaje de la General Motors desde sus duras tinieblas interiores refiere, aproximadamente, al período 1975-1988. El lenguaje, excesivamente masculino en mi opinión, no sólo el usado en el ámbito y en las historias que se explican sino el utilizado por el propio autor, puede golpear en ocasiones y agitar razonables protestas y críticas. Las referencia culturales, musicales en gran parte, remiten siempre a la cultura usamericana. Las informaciones sindicales (sobre el United Auto Workers) no siempre aparecen detalladas. Tampoco el contexto político general. No es la finalidad del autor. Pueden incluso molestar algunos (más que frecuentes) sarcasmos e ironías.

Nada de ello resta, en mi opinión, valor e interés a un libro que debe formar parte de la formación literario-obrera de cualquiera de nosotros, un ensayo escrito además por alguien que no se sitúa en ninguna tradición de lucha y resistencia sindical y mira este mundo con perspectiva muy crítica. Ya de joven, tras el asesinato de Lennon y las proclamas incendiarias de la derecha usamericana (¡una muerte positiva!, la del autor de “Imagine”, gritaban y escupían), escribió Hamper en el Flint Journal: “Yo me gano la vida apretando tornillos en una fábrica y, como ferviente seguidor de Lennon, de pronto me siento abrumado al saber que, si hubiera evitado la música del muy sinvergüenza, podría haber triunfado en alguna noble vocación”.

Así, pues, más allá de lo admitido y comentado, Historia desde la cadena de montaje de Ben Hamper [BH] -trabajó para la GM en Michigan durante años, su familia está llena de ex empleados de la firma, y ¡llegó a ser portada del Wall Street Journal por sus memorias!-, Historia, decía, es un libro más que recomendable. Una historia obrera industrial narrada en una introducción, diez capítulos (hay un error insustantivo en el índice) y un breve epílogo. Michael Moore, amigo del autor, con el que se relaciona en varios momentos a lo largo de una historia con muchos nudos en común, escribió el prólogo. Lo abre con excelente humor: “Mi relación con Ben Hamper ha provocado que me despidieran de mi trabajo, me demandaran por calumnia, que perdiera toda posibilidad de ser amigo de mi héroe Bruce Springsteen, y ahora además me fuerzan a que escriba este maldito prólogo para poder quedarme con mi gorra de béisbol favorita. Aunque en realidad es la gorra favorita de Ben…”

En su segundo día de trabajo, en un puesto lleno de complicaciones, la trabajadora (“mujer” en el lenguaje de BH), “se golpeó la cabeza con una remachadora y se cayó de bruces al suelo, inconsciente”. Permaneció ahí espatarrada, “debajo del lento pasar de los coches como si fuera una desgastada muñeca de trapo, hasta que alguien corrió a pulsar el botón de stop y la línea de detuvo”.

¡Alerta roja, alerta roja! “Si por algún motivo querías que se presentaran en tu área un montón de jefazos, nada funcionaba mejor que apretar ese sagrado botón de parada”. Salían escopeteados de debajo de las vigas, según BH, “como halcones que persiguen a su presa. En menos de 30 segundos todas las corbatas de un radio de 300 metros se habían personado, demandando explicaciones, graznando en los walkie-talkies, jadeando y resoplando como si el universo mismo se les hubiera atragantado en la tráquea”.

¡Qué alarde de compasión y comprensión tan patético!, comenta BH. “Mientras la pobre mujer continuaba derrumbada bajo el transportador de bastidores, lo único que todos esos capullos histéricos querían saber era: ¿QUIÉN DEMONIOS HA DETENIDO LA LÍNEA?”. ¡Este era el punto, ese era el asunto” “El encargado general, un nazi integral a quien llamábamos el Pingüino, llegó hasta el botón de parada, lo desactivó y, tras un par de sacudidas, la línea volvió a ponerse en marcha”. Sin piedad, sin interrupciones innecesarias.

Ben Hamper, tenía turno, intervino. “¡Por el amor de Dios! - grité- ¿Y qué hay de la vieja?. -No te preocupes -contestó algún pez gordo-, la sacaremos de ahí enseguida. Vosotros, volved al trabajo y mantened esta línea funcionando.” Calla, produce y otorga.

Mientras tanto, no es García Lorca quien escribe “la señora mayor estaba volviendo en sí. Con la ayuda de varios supervisores, la levantaron y la sentaron en su banco”. Comenzó a llorar, “en parte a causa del miedo y en parte debido a la humillación. ¡Dios mío!, seguro que era la abuela de alguien. Era espantoso. Visualicé a mi propia abuela desplomada en ese suelo pringoso de planchas de madera”. BH pensó inmediatamente en todos los carteles y tazas de GM “que repetían que la seguridad era lo primero y otras mentiras por el estilo.”

Pero sobre todo, concluye BH aquí la explicación, pensé en lo mucho que odiaba a “esos impasibles cabrones de camisas inmaculadas”. Una mujer mayor había estado a punto de morir aplastada: “a ellos solo les importaba su valiosa cuota de producción.” Está en los memes del sistema.

La narración de su despedida de la GM está a la altura de su definición del sistema industrial del capital. Enfermo, tras haber ido al hospital de la General Motors, regresó a su departamento y le dio a su capataz el permiso que le había firmado la enfermera. “Sentía como si tuviera ratones corriendo por dentro de los brazos y las piernas, y tenia la espalda empapada en sudor. El capataz leyó la nota y empezó a largarme una de sus diatribas. Justo lo que necesitaba en ese momento”.

Se expresó así, sin ningún temor por mi parte: “-Estoy hasta los mismísimos cojones de todos los maricones que hacéis lo que sea con tal de no trabajar –me gritó, asegurándose de que la mitad del departamento podía oírlo-. No sois más que un hatajo de desgraciados y, créeme, ¡Pienso empezar a llevar a cabo algunas permutas por aquí!”. Hamper no se amedrentó por supuesto: “Al tipo aquel le encantaban las palabras rimbombantes, independientemente de si venían a cuento o no. -Mira, solo sé que se supone que debo darte este papel. Y sé exactamente lo que pone, así que ahórrate toda esta mierda de ser un mal ejemplo de trabajador. Adiós, me largo de aquí”.

Y lo hizo. Y no era fácil. El 7 de abril de 1998, BH dejó la fábrica. Nunca volvió. Se ha ganado la vida como escritor, locutor y guionista. Ha escrito, además, la comedia de televisión Take No Prisioners “un valioso documento sobre las comunidades locales y la escena musical underground en Estados Unidos.” En 2006, lanzó un programa de radio comunitaria. Su título: “La posesión del alma.”

No todo es realismo sucio en estas Historias. En absoluto. No puedo contárselo, les privaría de uno de los mejores momentos del libro, pero no se pierdan la forma en que BH explica el modo que eligió Michael Moore (con el que Hamper colaboró en uno de sus documentales más interesantes: Roger & Me) para despedirse de su ciudad, de su hometown, antes de viajar a San Francisco para dirigir, durante muy poco tiempo (Hamper también tiene que ver con ello), la revista Mother Jones.

No hay duda alguna a estas alturas, nunca la ha habido, que el capitalismo no es ninguna opción humanisma sino una apuesta alocada y explotadora. Si la tuvieran, si la consideraran durante un nanosegundo a título de contrafáctico, lean con la atención a él debida el capítulo X. Ben Hamper explica en él su enfermedad, la irrupción de un brote psicótico y el comportamiento empresarial, innoble como el hormigón, duro como el cemento, sus normas básicas de actuación. No son sólo doce hombres sin piedad.

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PS. ¿ No es esa ciertamente la esencia de la denominada “civilización” capitalista? Noam Chomsky lo ha visto así: “en el cálculo moral del capitalismo de hoy, un mayor bono mañana vale más que el destino de nuestros nietos”. Y ha añadido: “¿Cuáles son las perspectivas de supervivencia, entonces? No son brillantes. Pero los logros de quienes se han esforzado durante siglos por lograr mayor libertad y justicia dejan un legado que es posible retomar y llevar adelante… y debe ser así, y pronto, si hemos de sostener las esperanzas de una supervivencia decente. Y ninguna otra cosa puede decirnos con mayor elocuencia qué clase de criaturas somos.” Además de ello, en el nudo complementario de las desigualdades, los sueldos reales para la mayoría de los trabajadores estadounidenses se han incrementado poco o casi nada desde principios de los 70. Por el contrario, los sueldos-ingresos del 1% más rico se han incrementado 165% en ese periodo, y los del 0,1% más rico 362%, según señala Paul Krugman.

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