sábado, 27 de septiembre de 2014

Las 10 mayores amenazas para la existencia humana

Como los diez mandamientos, esas diez amenazas se encierran en dos: las imponderables que depara el azar y las previsibles (profetizables: ¡pobre Jeremías!).

Sucesivas "huidas hacia delante" para superar el agotamiento de los recursos. Hasta que llegan los límites absolutos.

Cada vez que se supera una dificultad surge un suspiro de alivio... y se vuelve a las andadas.

¿Y si la mayor amenaza para la existencia humana fuese la existencia humana?

Urge un profundo cambio de mentalidad.




Alternet
 
Traducido del inglés para Rebelión por Carlos Riba García.
 
Una breve introducción escrita por el traductor
 
El autor presenta aquí 10 escenarios posibles; en dos de ellos describe fenómenos naturales (la erupción de un supervolcán y el impacto en la Tierra de un asteroide de gran tamaño) en los que los seres humanos –aparte de sufrirlos–, no tenemos nada que hacer. En el resto de los escenarios, la actividad humana es decisiva. Quiero comentar un poco este aspecto, el de la activad humana como responsable de la posibilidad de extinción de la raza humana.
 
Hace varios cientos de millones de años una conjunción muy casual de circunstancias –la existencia de agua, de aire y de unas temperaturas medias benignas­– permitió que en la Tierra surgiera la vida. Desde entonces, una evolución necesariamente lenta permitió la aparición de las especies zoológicas y botánicas como las que hoy conocemos. Eso fue posible gracias a un equilibrio muy frágil, y siempre amenazado, de las condiciones necesarias para la continuación de los ciclos vitales.
 
Ese equilibrio está a punto de romperse, si no se ha roto ya. Hace tres días, algunos medios de prensa informaron de que un pueblo originario que vive en Panamá, en un archipiélago de unas 35 islas, se ha planteado evacuarlas poco a poco debido a que sus islas están siendo engullidas por el mar. Es decir, el cambio climático –la principal amenaza global– no es algo que quizás podría pasar en el futuro sino algo que está ocurriendo ahora mismo.
 
Desde luego, nada ha contribuido tanto en la posibilidad de la rotura de ese equilibrio como el capitalismo –depredador, destructor de ecosistemas, dilapidador y agotador de recursos, e interesado solo en el beneficio inmediato–, cuya ambición es el “progreso infinito”. Progreso infinito en un entorno de recursos finitos no parece ser una ecuación inteligente y sostenible.
 
Hace pocos días también, se celebró el día de la Pachamama, que no es tanto una religión de los antepasados de los Andes centrales de la América del Sur como una concepción del mundo, del estar en y con él, es decir, una noción del “buen vivir”, que tiene como principales valores el cuidado y el respeto. El cuidado y el respeto a la tierra y a todo lo que en ella vive. Al fin y al cabo, cuidado y respeto son los principales ingredientes de toda relación amorosa.
 
(...)

1. El cambio climático global

El cambio climático es el protagonista en todos los escenarios en los que se termina la presencia humana en el Tierra. A pesar de lo que puedan creer aquellos que lo niegan, el cambio climático es algo muy real. Está provocado por los seres humanos con la pequeña ayuda de los rebaños de vacunos que –con sus ventosidades– liberan metano, además del gigantesco depósito de metano que está debajo del hielo del Ártico. A medida que quemamos carbón e incrementamos el consumo de carne vacuna, más y más gases de efecto invernadero se acumulan en la atmósfera. Es muy fácil ver el final del juego en este escenario. Coged un telescopio y mirad Venus, un planeta con una espesa atmósfera que atrapa el calor del Sol; en la superficie de Venus, la temperatura es tan alta que puede derretir el plomo. Hace unas pocas décadas, el científico que se ocupa del clima James Hanson estudió Venus y vio ciertos paralelismos con lo que está ocurriendo en la Tierra. Lo que vio le alarmó; en 1988, habló sobre esta cuestión ante el Congreso de Estados Unidos para advertir a nuestro gobierno de que a menos que cambiáramos nuestros hábitos ligados a la combustión del carbón, íbamos directamente hacia el desastre. Hanson solo fue escuchado por un senador: Al Gore.

Mientras tanto, continuó quemándose carbón y el CO2 siguió aumentando; el resultado de ello es un lento aumento de la temperatura media del planeta, a pesar de las ocasionales heladas invernales. En promedio, la temperatura de la Tierra viene aumentando paulatinamente desde que la Revolución Industrial dio lugar a un frenético incremento de la quema de carbón. Los años más calientes de la historia han sido los de la última década.

El escritor y activista del medio ambiente Hill McKibben describe la situación: “El hielo del casquete polar del Ártico se está derritiendo (y liberando más gas de efecto invernadero), el enorme glaciar que cubre Groenlandia está perdiendo espesor; ambas circunstancias se dan a un ritmo que no esperábamos y nos desconcierta. Ha aumentado la acidez de los océanos y su nivel está creciendo… Ha aumentado la potencia de las tempestades, huracanes y ciclones en el planeta… Las fuertes lluvias ácidas en la Amazonia están secando las zonas marginales… Los extensos bosques boreales de América del Norte se están muriendo en los últimos años… [El] nuevo planeta tiene más o menos el aspecto que le conocíamos, pero claramente ya no es el mismo”.

Muchos ambientalistas piensan que ya hemos superado el punto en el que no hay retorno. Una vez que hayamos pasado cierto límite, la Tierra seguirá calentándose aunque consigamos cortar nuestras emisiones de CO2. Lo que sabemos es que si no empezamos a reducir la cantidad de CO2 que ponemos en el aire, y al menos minimizamos el daño, el desastre de dimensión planetaria está asegurado.

2. La pérdida de biodiversidad

Si no contribuimos a nuestra propia extinción, otro camino para llegar al final de los tiempos es un subproducto del cambio climático: la pérdida de la biodiversidad. La actividad humana es responsable de la extinción de innumerables especies que viven en el planeta Tierra. El Servicio de Noticias Medioambientales ya en 1999 informó de que “el índice de extinción actual se está aproximando a 1.000 veces el índice del entorno [lo que sería considerado el índice normal de extinción] y podría subir a 10.000 veces el índice del entorno durante los próximos 100 años, si continúa la tendencia actual [resultando en] una pérdida que podría igualar a la de las extinciones del pasado”.

La Evaluación del Ecosistema del Milenio, un importante informe ambiental publicado en 2005, informó de que entre el 10 y el 30 por ciento de los mamíferos, aves y reptiles del planeta están en peligro de extinción debido a la actividad humana, actividad que incluye la deforestación (con la consiguiente destrucción de hábitats), las emisiones de CO2 (lluvias ácidas), la sobreexplotación (por ejemplo, la excesiva pesca en los mares) y la introducción de especies exóticas (como la boa constrictora en Everglades, Florida). “Es muy probable que estas rápidas extinciones precipiten el colapso de ecosistemas a escala mundial”, dijo Jann Suurkula, director de Físicos y Científicos por la Aplicación Responsable de la Ciencia y la Tecnología. “Se prevé que esto produzca problemas agrícolas a gran escala, con la consecuente amenaza de la disponibilidad de alimentos para cientos de millones de personas. Esta predicción ecológica no tiene en cuenta los efectos del calentamiento global, que no harán más que agravar la situación”.

Los reptiles, como los sapos y las salamandras, están considerados como las “especies indicadoras”, es decir, que aportan importantes señales sobre la salud de un ecosistema. Ahora mismo, la población de sapos, como de otros reptiles está declinando rápidamente. En cualquier ecosistema, la desaparición de una especie afecta a las demás, que dependían de la especie extinguida para su alimentación y quizás otras necesidades vitales. Cuando se da una extinción súbita y masiva de varias especies, se produce una reacción en cadena de catastróficas consecuencias. Hasta ahora ha habido cinco enormes extinciones en la historia de la Tierra; muchos científicos dicen que estamos en medio de la sexta extinción planetaria. “Estamos entrando en un territorio desconocido de cambio del ecosistema marino y exponiendo a muchas criaturas a una intolerable presión evolutiva”, declara el Informe sobre el Estado de los Océanos (IPSO, por sus siglas en inglés), que se publica cada dos años. Puede que la próxima extinción masiva ya haya comenzado. ¿Qué puede pasar? Bueno, en la peor de ellas, hace 250 millones de años, desapareció el 96 por ciento de la vida marina y murió el 70 por ciento de la vida terrestre. ¿Qué podemos esperar de la sexta extinción masiva? Seguramente, preferiríamos no tener que averiguarlo.

3. La desaparición de las abejas

Las abejas se están muriendo; muchísimas de ellas, debido al “trastorno del colapso de las colonias” (CCD, por sus siglas en inglés). “Un tercio de lo que comemos los habitantes de la Tierra depende de los agentes polinizadores –entre ellos, las abejas–; para unas cosechas provechosas hacen falta las abejas”, dice Elizabeth Grossman, autora de Chasing Molecules: Poisonous Products, Human Health. Para producir alimentos, las plantas dependen de la dispersión del polen de sus flores. Las abejas se ocupan eso, de polinizar. Si no hay abejas, no hay comida (o al menos, toda la necesaria). En los últimos 10 años, tanto como el 50 por ciento de las colmenas de Estados Unidos y Europa ha muerto. Se sospecha que la muerte de las abejas se debe a un agente químico llamado neonicotinoide, un componente de los pesticidas utilizados a gran escala en la agricultura comercial. Se cree que el agente químico afecta al sentido de orientación de las abejas, lo que les impide regresar a su colmena.

Si hay menos polen en las colmenas, se producen menos reinas y finalmente la colonia se muere. Después de que la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria concluyera que estos pesticidas plantean un “alto riesgo” para la abeja melífera, la Comisión Europea los ha prohibido. Sin embargo, Estados Unidos ha declinado unirse a Europa en la prohibición de los neonicotinoides y ha insinuado otras posibles causas para el CCD, incluyendo los parásitos. Mientras tanto, Nerón sigue tocando el violín y Roma se quema; y las abejas están desapareciendo rápidamente. No resulta difícil imaginar un escenario en el que una grave escasez de alimentos provoque grandes hambrunas, guerras y la extinción del ser humano.

4. La desaparición de los murciélagos

Las abejas no son los únicos polinizadores que se están muriendo. Los murciélagos también están cayendo como moscas. Como resultado de la deforestación, la destrucción de hábitats y la caza, combinado todo con la dispersión de una micosis llamada “síndrome del hocico blanco”, los murciélagos están desapareciendo a un ritmo alarmante. Además de su contribución en la crisis de la polinización, la declinante población de murciélagos anticipa otro escenario de posible extinción de la vida humana. Según sus hábitats son destruidos, cada vez más los murciélagos y los seres humanos cruzan sus caminos en la búsqueda de alimento y cobijo. Y con los murciélagos vienen los virus de los murciélagos. “Es muy fácil ver cómo los agentes patógenos pueden saltar desde los animales a los seres humanos”, dice Jon Epstein en la EcoHealth Alliance, una organización sin ánimo de lucro dedicada a la conservación de la biodiversidad. En promedio, cada año surgen cinco nuevas enfermedades infecciosas y alrededor del 75 por ciento de ellas provienen de los animales. Ya se sospecha que males mortales, como el ébola, se han originado entre los murciélagos. ¿Podría algún nuevo patógeno –mortal para el ser humano– mutar desde los murciélagos y diezmar la humanidad?

5. Las pandemias

El punto anterior nos lleva a un escenario de extinción que está relacionado: una pandemia de alcance mundial. Cada día aparecen nuevas enfermedades; algunas de ellas tienen la capacidad potencial de devastar la población. En 1918, una cepa de gripe se extendió por todo el mundo y mató a entre 20 y 50 millones de personas, más que las que habían muerto en la Primera Guerra Mundial. En 2002-2003, el síndrome respiratorio agudo y grave (SARS, por sus siglas en inglés) estuvo cerca de convertirse en una pandemia de alcance mundial; no es inconcebible que en tiempos en los que se hacen tantos desplazamientos aéreos y el mundo está tan interconectado, pudieran presentarse otros gérmenes infecciosos con una virulencia y capacidad de transmisión como para diezmar, si no aniquilar, la población humana. “Ningún virus está interesado en la muerte de todos sus anfitriones, por lo tanto es improbable que un virus acabe con la raza humana”, dice María Zambón una viróloga del Laboratorio de la Agencia de Protección Contra la Gripe, “pero puede provocar un infortunio que dure unos cuantos años. Nunca podemos estar completamente preparados para enfrentar los avatares de la naturaleza: la naturaleza es el peor bioterrorista.

6. El terrorismo biológico o nuclear

En el ínterin, hay muchos terroristas –algunos más desinhibidos, otros más corrientes– cuya máxima aspiración es hacerse con un arma de destrucción masiva, como un artefacto nuclear o una ampolla de virus de la gripe. “La sociedad de hoy es más vulnerable al terrorismo porque es fácil que un grupo con malas intenciones pueda conseguir los materiales, la tecnología y la pericia necesarios para fabricar una arma de destrucción masiva”, dice Paul Wilkinson, director del consejo asesor del Centro de Estudios sobre el Terrorismo y la Violencia Política de la Universidad de St. Andrew. “Lo más probable es que, ahora mismo, un ataque terrorista a gran escala capaz de producir una mortandad masiva utilice un arma química o biológica. La liberación a gran escala de algo como el ántrax, el virus de la gripe o la peste, tendría un efecto formidable, y las comunicaciones modernas lo convertirían muy pronto en un problema que no respetaría ninguna frontera. Existe una elevada posibilidad de que, en el término de nuestra vida, ocurra un ataque importante en algún lugar del mundo.”

En lo que respecta a un ataque nuclear, con el incremento del número de países poco estables como Pakistán o Norcorea, que poseen armas nucleares, la posibilidad de que alguna de ellas caiga en manos de un grupo terrorista es solo una cuestión de tiempo.

7. Los supervolcanes

Existen los volcanes, y también existen los supervolcanes. “En la Tierra, un supervolcán entra en erupción más o menos cada 50.000 años. Más de mil kilómetros cuadrados de tierra pueden quedar arrasadas por ríos de lava piroclástica, mucha más superficie aún a su alrededor pude quedar cubierta de ceniza y liberarse en la atmósfera toneladas y toneladas de gases sulfurosos que crean un velo de ácido sulfúrico alrededor de todo el planeta; este velo rechazaría los rayos del sol durante años. En las horas diurnas no habría más luz que hay en una noche de luna llena.”

Este encantador escenario nos lo trae Hill McGuire, director del Centro Benfield de Investigación de Riesgos del University College de Londres. Hace unos 74.000 años la erupción más violenta de un supervolcán se produjo en Indonesia, en la región de Toba, cerca del Ecuador; esto hizo que los gases se extendieran pronto por ambos hemisferios. La luz del Sol no llegaba a la Tierra, y las temperaturas bajaron en todo el mundo durante los cinco o seis años siguientes, incluso por debajo del punto de congelación en las regiones tropicales. Estadísticamente, la probabilidad de la erupción de un supervolcán supera 12 veces a la del impacto de un asteroide. Los supervolcanes conocidos están en el parque Nacional de Yellowstone, EEUU, y en la región de Toba, Sumatra, Indonesia. También están los que no conocemos…

8. El impacto de asteroides

Películas recientes, como Impacto profundo o Armageddon, han hecho un espectáculo de este escenario de la extinción humana: un asteroide que golpea la Tierra. Holywood es Holywood, pero en 2013, sin previo aviso, un asteroide de verdad cayó sobre Chalyabinsk, Rusia. De unos 20 metros, penetró en la atmósfera terrestre a más de 64.000 kilómetros por hora. Gracias a su tamaño, relativamente pequeño, y al ángulo con que llegó, los daños fueron menores. Pero ¿qué hubiera pasado si un asteroide –nada fuera de lo común– de un kilómetro y medio de diámetro hubiera tocado la Tierra a esa velocidad? Es posible que hubiera acabado con la raza humana. La terrible explosión sobrevenida hubiera producido una nube de polvo tan espesa que la luz del Sol habría quedado bloqueada, la vida vegetal y las cosechas habrían muerto y los trozos incandescentes del pedrusco habrían causado tormentas de fuego en todo el planeta.

Esto ya ha pasado al menos una vez. La razón más probable de que ya no veamos dinosaurios entre nosotros es que fueron barridos por un fenómeno de esta naturaleza. Donald Yeomans, de la NASA, dice: “Creemos que, en promedio, un acontecimiento como ese puede ocurrir cada millón de años”.

9. La presencia de la máquina

Para presentar nuestro próximo escenario regresamos a Holywood. Las películas de la serie Terminator nos entretienen con sus androides asesinos propios de un futuro en el que la guerra ha sido dejada en manos de máquinas superinteligentes. Muy bien, eso todavía no ha llegado, pero a medida que contamos con programas que incrementan la “inteligencia” de nuestras computadoras, aumentando cada año exponencialmente su capacidad, la posibilidad de que se conviertan en más listas que nosotros solo es una cuestión de tiempo. Hoy día ya confiamos a las computadoras la gestión de los stocks de mercaderías, del aterrizaje de los aviones, la corrección de nuestros escritos, la búsqueda de los temas que nos interesan y el cálculo de la propina que dejamos en el restaurante. En su desarrollo, los robots tienen el mismo aspecto que nosotros, hablan como nosotros y, como nosotros, son capaces de reconocer los rasgos faciales. En la medida que les incorporamos los pensamientos y recuerdos que llevamos en nuestro disco rígido, es decir, nuestra “singularidad”, ¿cuánto tiempo falta para que nos suplanten?, ¿cuánto falta para que esas máquinas tengan su propia conciencia?

Ray Kurzwell, escritor interesado por la futurología, cree que hacia 2029 los ordenadores serán tan inteligentes como nosotros y que en 2045 serán muchísimo más inteligentes que los seres humanos. Y entonces, ¿qué? ¿Podrían decidir que ya no nos necesitan? También puede suceder que seamos nosotros quienes decidamos. Parece demasiada anticipación, pero hay personas muy inteligentes que se mueven es este escenario; personas como el genial físico Stephen Hawkin, que dice: “El peligro de que [los súper-ordenadores] puedan desarrollar inteligencia es real”.

10. El apocalipsis de los zombis

Lo sé. Dije que los zombis no existen. Pero hay un parásito llamado Toxoplasma gondii. Este pequeño bichejo infecta a las ratas, pero solo es capaz de reproducirse en los intestinos de los gatos, entonces ha desarrollado un ingenioso ardid y tomado el control del cerebro de la rata para obligarla a moverse cerca de un gato. Naturalmente, el gato se come a la rata y se siente feliz. El parásito también se siente feliz porque consigue reproducirse en el intestino del gato. ¿Y la rata? La rata no se siente tan feliz, como es de suponer. ¿Por qué tendríamos que preocuparnos por la felicidad de las ratas? Porque, en realidad, las ratas y los seres humanos son muy similares, y esta es la razón por la cual utilizamos ratas para los experimentos médicos. Y los seres humanos se infectan con el Toxoplasma gondii. De hecho, la mitad de la población de la Tierra está infectada con este parásito. Pero sucede que el Toxoplasma gondii no afecta a los seres humanos como afecta a la rata. Pero, ¿y si le afectara?; los virus mutan. En los laboratorios de armas biológicas se manipulan virus. De pronto, la mitad de la población no sería inmune a ellos. La mitad de la población infectada e incapaz de pensar racionalmente. De pronto, algo muy similar a lo de los zombis. “No; es imposible que pase”, nos decimos. Pero, ¿y si pasara?

viernes, 26 de septiembre de 2014

“Las revoluciones las hacen millones de personas que aspiran a llegar a fin de mes”

Entrevista a Joan Tafalla, maestro de Primaria, militante comunista y miembro de Espai Marx
 
Demasiado larga para reproducirla entera y comentarla, que es lo que me gustaría. Pero soy consciente de que en este tiempo de sobresaturación (de la información y de casi todo) leemos poco y deprisa. Así que me limitaré a rescatar aquí algunas ideas más o menos sueltas. Como dejo el enlace, podéis desmenuzarla a voluntad. Es muy instructivo lo referido a geopolítica e historia de Europa,

El entrevistador Enric Llopis resume, mejor de como yo haría, los contenidos esenciales de la entrevista. Y recomienda algunos libros del entrevistado.
Desde la perspectiva que conceden más de cuatro décadas de militancia comunista, el maestro de enseñanza primaria y miembro de la asociación Espai Marx, Joan Tafalla, comparte sus experiencias en la siguiente “entrevista-río”. Se posiciona respecto al euro; explica la posición subalterna y dependiente de la economía española (desde hace décadas); reflexiona sobre la idea de “austeridad”; sobre el braudeliano “largo plazo” en la teoría y en la praxis; ahonda en los proyectos “paneuropeos” de la Alemania Nazi; en la vigencia de los estados-nacionales; en la “ilusión” de una imposible vuelta al keynesianismo, pero también en el potencial transformador de una “democracia de la vida cotidiana”. En un cuestionario de ancho horizonte, tampoco evita responder a la siempre alambicada relación entre izquierda política y movimientos sociales. 

Al final de la larga reflexión, concluye que las revoluciones las hacen, en coyunturas muy precisas, “decenas de millones de personas cuya aspiración es simplemente llegar a fin de mes, es decir, tener pan, techo y trabajo”. Por otro lado, Joan Tafalla es autor de “Un cura jacobino: Jacques-Michel Coupé” y coautor, con Irene Castells, de “Atlas Histórico de la Revolución Francesa”. Ha coeditado asimismo con Josep Bel y Pep Valenzuela “Miradas sobre la precariedad”, y ya en 2013, “La izquierda como problema” junto a Joaquín Miras.
Trataré de extraer algunos párrafos sobre los aspectos que cita.

 


Rebelión

Sobre el euro:
Por desgracia, la propuesta de salida del euro y de la UE es minoritaria, absolutamente minoritaria en la izquierda política y sindical. Ello es debido a que ni la vieja ni las nuevas expresiones de la izquierda se deciden a romper con el consenso fundador de la transición de 1978. Dicho consenso fundador de la transición tenía como base un europeismo ingenuo que consideraba que el ingreso en lo que entonces, con sinceridad y transparencia, se llamaba aún Mercado Común conllevaría la modernización de la estructura productiva del país, y la mejora de nuestras condiciones de vida. Como se sabe, al Tratado de Adhesión de España entró en vigor el 1 de enero de 1986. El gran consenso existente en aquellos momentos condenaba al oprobio y al asilo de deficientes mentales no solo a quien criticara el propio ingreso en el Mercado Común, (como hacíamos una pequeña y aislada tribu de indomables íberos), sino también a quien sometía a crítica las condiciones concretas del Tratado de Adhesión.
Sobre la subalternidad de nuestra economía:
El carácter periférico y dependiente del capitalismo español se ha venido acentuando durante estos 28 años de pertenencia a la Unión Europea. Este proceso, al margen de las consecuencias generales para el modelo de desarrollo del estado español, ha tenido gravísimas consecuencias para los derechos sociales del pueblo trabajador. La historia del brutal abaratamiento de los costes laborales se ha escrito a través de 34 reformas laborales desde que se proclamó el estatuto de los trabajadores hasta la última reforma del PP. Los empresarios continúan aullando exigiendo consumir más carne humana a precio más barato. Si miramos al ejército de reserva de fuerza de trabajo, las cifras del paro son y permanecen las más elevadas de toda Europa desde los inicios de la transición. El ingreso en la UE no solo no corrigió, si no que consolidó y acentuó esta situación.
El carácter dependiente de la economía española se ha acentuado con la creación del euro que no ha sido otra cosa que la creación de un mecanismo más al servicio del neo-mercantilismo alemán. Dentro de la UE, los diversos destacamentos nacionales de la clase obrera europea se encuentran sometidos a una permanente subasta a la baja del salario y de sus condiciones de trabajo. La Nueva División Internacional del Trabajo, decidida por las grandes empresas multinacionales de los países europeos centrales, es un dogal de hierro imposible de romper dentro la UE. Para crear empleo en una economía sostenible es condición necesaria salir de la jaula de la Unión Europea. 
Sobre austeridad:
La economía mundial está dominada por unas finanzas que actúan sin ninguno tipo de control. Quitan y ponen gobiernos, dictan sus políticas, hunden continentes enteros en la miseria, producen flujos migratorios masivos, destruyen y crean estados a placer, imponen guerras, perpetúan un modelo energético obsoleto como si el Peak oil no estuviera a la vuelta de la esquina… a todo ello se suman los fenómenos que se desprenden de la crisis de la hegemonía del imperialismo USA, con la aparición del fenómeno de los BRIC’s y, sobre todo con la competencia con China y con Rusia, que agudizan esa situación de caos. La historia está lejos de haberse acabado.
El resultado de este caos en los países de nuestra área geopolítica es la descomposición de la sociedad, la liquidación de la civilización de 1945, incluyendo el keynesianismo y el llamado estado del bienestar, la desregulación absoluta del mundo del trabajo, el llamado “estado de la deuda”, la liquidación de las soberanías nacionales, la competencia a la baja entre la clase obrera de los diversas regiones del mundo en el mercado mundial de la fuerza de trabajo y, por sobre todo, la imposibilidad de seguir creciendo, dictada por dos factores combinados: la división internacional del trabajo y el fin de la civilización del petróleo.
Cuando Samir Amin planteó la necesidad de la desconexión se le tildó de utópico. Se consideraba que la mundialización de la economía no sólo había llegado para quedarse, si no que, además, era un gran bien, algo que creaba la base para la unificación del genero humano. Hoy parece evidente que lo utópico es pensar que se pueden producir transformaciones sociales profundas y necesarias desde estados reducidos a su función de aparato administrativo y represivo de aplicación de las políticas decididas en los parquets de los mercados y en los despachos de los poderes multinacionales. Unos estados reducidos a su rol de “vigilante nocturno” (Gramsci) propio de las antiguas administraciones coloniales no pueden enfrentar una situación que no tiene ningún tipo de salida.
La desconexión se producirá ineludiblemente debido al final de la civilización del petróleo. Un final que se presenta ante nuestros ojos. Y aún podemos elegir el escenario. Podemos optar por construir una nueva cultura material de vida, unas nuevas relaciones económicas internacionales basadas en la producción de proximidad, en la autolimitación del consumo, en una división internacional del trabajo de carácter cooperativo. O preparamos ese futuro entre todos o, si decidimos continuar con la cabeza debajo del ala, el escenario previsible es Mad Max, o sea el caos y la guerra de todos contra todos. La supervivencia del más apto para la violencia para la imposición.
Sobre el largo plazo y el cortoplacismo:
Otra de las características de toda izquierda actual en España (la vieja y la joven) consiste en un pensamiento político basado en los tiempos cortos de calendarios electorales nacionales o regionales. Se huye como el diablo del agua bendita de los análisis de longue durée y de ámbitos geográficos más amplios.
Sobre soberanismo:
La mayor parte del movimiento soberanista catalán reclama un estado catalán en la UE. Niego la mayor: no hay soberanía nacional dentro de la UE. El sueño de un estado catalán dentro de la UE es un sueño de clases medias empobrecidas por las políticas de la UE, que pretenden librarse de la su situación de una manera totalmente utópica: creen que Catalunya puede ser una especie de protectorado de Alemania o, mejor dicho, de Baviera. Pero los protectorados recientemente incorporados al dominio alemán ya saben lo que éste les depara: los planes de austeridad de Croacia o de Ucrania. El secuestro de la democracia, de la soberanía nacional proviene hoy, básicamente de la UE, no tanto del decadente estado español. Los soberanistas catalanes yerran en tiro. La soberanía nacional, la democracia la debemos recuperar los catalanes, de la mano del resto de los pueblos ibéricos y del resto de los pueblos mediterráneos. 
Sobre Alemania y los estados nacionales:
Alemania no es el único agente actuante en la geopolítica europea en lo últimos 143 años. Concurren otros actores cuya importancia no se puede disminuir: Francia, Inglaterra, los USA a partir de 1917 y hasta hoy, la Rusia zarista hasta 1917, la URSS hasta 1989 y la Federación Rusa en la actualidad. Actores que actúan a veces como aliados, a veces como adversarios y a veces como enemigos acérrimos entre los que estallan guerras o se producen alianzas y pactos más o menos coyunturales. El resultado es siempre complejo, articulado, la dinámica es siempre complicada, contradictoria. Las hegemonías no son nunca por decirlo de alguna manera, totales, absolutas. Todas estas precauciones analíticas no niegan que en los últimos 20 años Alemania ha hecho crecer de manera progresiva su rol dominante en la geopolítica europea y que, dentro de la UE ese país es, actualmente, la potencia hegemónica.
Sobre el keynesianismo:
El keynesianismo no volverá por que no puede volver: faltan las premisas geopolíticas (la presencia de la URSS, la correlación de fuerzas de 1945) y energéticas: el crecimiento ya no es posible. El fordismo no volverá, no puede volver por que el fordismo, base económica productiva del keynesianismo, no puede volver en un contexto de crisis energética.
Quizás debamos empezar a reflexionar y a llevar a los movimientos sociales la certeza de que la civilización del 45 no volverá. Que ya no son posibles políticas de carácter keynesiano. Que el único keynesianismo posible en nuestros países (el de la industria de guerra) no es tampoco, para nada, deseable. Que se trata de la transformar la sociedad en profundidad, es decir de cambiar los modos de vida. Que superar el capitalismo en la dirección de la democracia y del socialismo no significa la entrada en un mundo de Jauja donde los jamones cuelguen de los árboles y los ríos manen incansablemente de leche y miel. Que habrá que ir inventando modos de vida cooperativos, solidarios, austeros, es decir, en definitiva igualitarios y democráticos. Al modo que lo quería Babeuf, al modo que lo querían los viejos republicanos, los demócratas, los anarquistas, los socialistas, los comunistas.
Sobre democracia:
La soberanía del pueblo no es divisible: el centralismo legislativo significa que el ejecutivo es un simple comisario del poder legislativo, que los mandatos tanto de los representantes como de los miembros del poder ejecutivo deben ser cortos y controlados por el legislativo. Ni el ejecutivo ni el judicial son poderes independientes del poder legislativo. En fin, no es preciso volver a inventar los principios básicos de la democracia y de la soberanía. Los encontramos íntegramente en los debates fundacionales de USA (lado Jefferson) y de la primavera de 1793, lado Saint Just, Romme, Coupé y Robespierre. El constitucionalismo post-termidoriano supuso simplemente la liquidación de la democracia para sustituirla por los regímenes liberal- representativos.
Para concluir:
La revolución no es el estado normal de las sociedades. Las revoluciones no las hacen los revolucionarios más o menos permanentes. Las revoluciones las hacen decenas de millones de personas en coyunturas muy precisas y en que las clases en el poder ya no pueden dar a los de abajo respuesta positiva a sus aspiraciones. La hacen decenas de millones de personas cuya aspiración no es hacer revoluciones sino, simplemente, llegar a fin de mes, o dicho en otras palabras: tener pan, techo y trabajo. Mientras la dinámica del capitalismo permite satisfacer estas necesidades, mientras las demandas permanecen en su fase corporativa, el movimiento político y social de las clases subalternas es cooptable, es integrable, puede ser satisfecho. La integración y satisfacción de sus reivindicaciones, en lugar de ser un estorbo son un motor de desarrollo. 
Solo cuando esas necesidades básicas no pueden ser satisfechas, solo cuando van a contrapelo de la dinámica de desarrollo capitalista, esas aspiraciones pueden llegar a adquirir un sentido subversivo. Sólo entonces pasan a ser, de motor de desarrollo a obstáculo para la dinámica del capital y, en muy determinados y minoritarios casos pasan a constituir la base de un nuevo orden. Un nuevo orden que vaya más allá del capital. A mi me parece que estamos entrando en una fase de este tipo. Pero como siempre prefiero que la situación nos pille con los deberes hechos.