martes, 28 de julio de 2015

Geopolítica

Los imperios que creó el capitalismo mercantil fueron marítimos, desde el portugués en adelante. Antes de eso, el imperio romano, capitalista a su manera, lo fue también. Y encontró sus límites y puntos débiles en las fronteras terrestres. Y acabó cayendo, víctima de su desmesura.

Los imperios anglosajones, sin fronteras terrestres que defender (los Estados Unidos, invulnerables por el norte y por el sur, se pueden considerar insulares), se sintieron invulnerables, protegidos por el hinterland del ancho océano.

Pero otra cosa es, llegados a las costas ultramarinas, ir mucho más allá. La masa continental de Eurasia es inatacable mientras no se enfrente a sus pueblos entre sí. Eso es precisamente lo que las prósperas clases dominantes de los imperios insulares han buscado siempre.

Y en ello siguen.

Ahora tienen también, en las cosas de su ultramar, muchas fronteras terrestres que defender. Y muchos países que desmenuzar. Pero ¡ay! su limes es ya demasiado largo...






Rebelión




El geógrafo inglés Sir John Mackinder desarrolló la Teoría del Heartland, según la cual para controlar el mundo no basta con controlar las vías marítimas, como creía la mayoría de los británicos, sino que se debe controlar la inmensa masa de tierra, rica en recursos naturales e inaccesible por mar, que él llamó Eurasia, el Corazón del Planeta, su Heartland. Su teoría establece que en el territorio que se extiende entre los ríos Volga y Yangtze y desde el Himalaya hasta el Ártico, con una superficie de 53.000.000 km², se puede aprovechar mejor las comunicaciones terrestres y el poder marítimo tiene menos importancia que el terrestre, y que la nación que lo conquiste se convertirá en una potencia mundial.

En esta teoría Mackinder expresó su visión del mundo, que iba a influir en la política exterior británica durante varias décadas, y formuló las bases de la geopolítica, o sea el estudio de cómo la realidad física-geografía de cada país determina las decisiones que sus gobernantes toman respecto a los problemas políticos que enfrentan, ya que el clima, la vegetación y la ausencia o abundancia de recursos naturales, bajo ciertas circunstancias, inciden en el destino de pueblos, naciones e imperios.

Mackinder escribe que en el siglo XIX se dio la rivalidad estratégica, llamada “El Gran Juego”, entre Rusia, que controlaba el Corazón del Planeta e intentaba llegar a las aguas cálidas del Índico, y Gran Bretaña, que desde la India enfrentaba este peligro. De ahí que la actual política inglesa, y la del IMG (imperialismo mundial globalizado), encabezado por los EE.UU., se fundamente en evitar que Alemania y Rusia se alíen para controlar Eurasia, pues ello implicaría la constitución de un imperio contrario al orden mundial establecido por ellos. De esta manera, las guerras modernas se han desarrollado, en lo fundamental, con esta finalidad.

Aproximadamente un siglo atrás comenzó la Primera Guerra Mundial o la Gran Guerra. Este conflicto terminaría con la mayoría de los regímenes existentes en ese entonces y reordenaría el mundo. Los imperios Austro-Húngaro, Alemán y Otomano serían eliminados a favor de las potencias vencedoras, el imperio inglés, el francés y el imperialismo norteamericano, que, como siempre, sacó buena tajada a poco costo.

Dentro del Imperio Ruso hubo sectores que se opusieron a que Rusia entrara en guerra contra Alemania, Rasputin encabezaba esta opinión, pero luego de ser eliminado por el príncipe Yusupov, agente inglés, la participación de Rusia en la Gran Guerra se volvió inevitable. Rusia debió también desintegrarse, tal cual estaba planificado, pero pese a sus grandes pérdidas humanas y a la prolongada y sangrienta Guerra Civil que la asolara, sobrevivió y se fortificó, aunque vestida de rojo.

Poco antes de que terminara la Gran Guerra se produjo la Revolución Rusa, en cuyo interior hubo dos grandes posiciones: la de Stalin y la de Trotsky. Según Stalin, el socialismo podría construirse en Rusia por tratarse de un país gigantesco y con muchos recursos naturales, para lo cual era necesaria la dictadura del proletariado; en cambio Trotsky postuló la tesis de la revolución permanente, según la cual la revolución en un país atrasado como Rusia no podía sobrevivir a menos que la revolución triunfara en los países más avanzados del mundo. La verdad es que tras estas discusiones, aparentemente bizantinas, se ocultaban los intereses de dos fracciones: la de Trotsky, que a la postre debía conducir a la disolución de la URSS y, por ende, la del imperio ruso, y la de Stalin, que, al consolidar la revolución socialista en la URSS, abría la posibilidad de que el imperio ruso resucitara algún día. Stalin triunfó, y Trotsky, luego de ser expulsado del partido comunista, se exilió y formó la IV Internacional. Posteriormente fue acogido por México donde fue asesinado por Ramón Mercader, un personaje oscuro de la historia.

En 1932, al completar la Unión Soviética su Primer Plan Quinquenal, con el que surgieron miles de industrias pesadas, la posibilidad de que el IMG la estrangulara económicamente se redujo a cero. Estados Unidos y Gran Bretaña decidieron recurrir a la guerra, para lo cual auspiciaron la subida de Hitler al poder y emprendieron la militarización acelerada de Alemania.

Al actuar así, el IMG seguía a su manera la Teoría de Mackinder: controlar Eurasia mediante la desintegración de Rusia. Para ello impulsaron la Guerra Civil Rusa, en la que participaron activamente, luego invadieron el territorio ruso y financiaron las luchas intestinas al interior de la Revolución Bolchevique. Al fracasar en todas estas intervenciones se jugaron la carta Adolf Hitler, al que apoyarían para que tome el poder absoluto en Alemania, para luego empujarlo a que arriesgase el todo por el todo en el intento de apoderarse del corazón de Rusia, con el pretexto de conquistar el “espacio vital” para la “raza superior alemana”.

Al mismo tiempo en que se nombraba Canciller al primer líder anticomunista de la gran burguesía mundial, Hitler, quien ordenaría la represión del movimiento obrero alemán como parte de su aporte a la salvación del sistema capitalista, en la URSS era derrotada la tesis de la revolución permanente, se consolidaba la dictadura del proletariado y los monopolios extranjeros hacían grandes inversiones en la economía militar alemana, con cuyas armas Hitler habría de emprender la agresión a la Rusia Soviética, para retornarla al capitalismo en calidad de territorio colonial conquistado.

Un claro ejemplo del apoyo que obtuvo Hitler de parte de la alta burguesía alemana, aliada del IMG, lo da Hjalmar Schacht, un político y financiero alemán que le ayudó a reunir fondos para sus campañas políticas y que en 1932 se pasó el año entero convenciendo a los banqueros alemanes de que el mejor candidato para el cargo de Canciller era Hitler, lo que logró al conseguir que los 17 industriales y banqueros más poderosos de Alemania dirigieran una carta al presidente Hindenburg exigiéndole que nombrara a Hitler Canciller.

Una vez en el poder, Hitler nombró a Schacht presidente del Reichsbank y luego, Ministro de Economía del Tercer Reich. Desde este cargo desarrolló una política militarista en las inversiones públicas, especialmente le dio impulso a la construcción de autopistas estratégicas y encaminó la economía alemana hacia el sector vinculado a la defensa. Schacht desempeñó un papel más importante que Hitler, sólo que tras bastidores. Por razones nunca bien explicadas, Schacht no figura en la lista de criminales de guerra, a cuya finalización, como si no fuera culpable de nada, retornó muy orondo a la vida profesional para fundar la firma Schacht GmbH en Dusseldorf.

Después de ser nombrado Canciller, Hitler conformó el Consejo General de la Nueva Alemania compuesto por Krupp, dueño de las más grandes acerías; Simens, magnate de la electricidad; Thyssen, magnate de las minas de carbón del Ruhr; Schrodar, banquero vinculado a los capitales de los EE.UU.; Reinhardt, Presidente del Consejo de Observación del Banco Comercial; Fisher, Presidente de la Asociación Central de Bancos y de Compañías Bancarias. Este organismo fue el que realmente gobernó Alemania y en él se hallaban las fuerzas que empujarían al mundo a la Segunda Guerra Mundial, una especie de revancha alemana. Fueron estos magnates los que dictaron la política interna y externa de Alemania Nazi, Hitler lo único que hizo fue cumplir sus órdenes. Es igual a lo que pasa ahora en los EE.UU., donde sus presidentes, sean demócratas o republicanos, cumplen órdenes de los monopolios norteamericanos.

En 1937, en los EE.UU. el New Deal tenía graves problemas, todas las iniciativas del Presidente Roosevelt fracasaban y el país se hundía en la crisis. La economía estadounidense funcionaba sólo un poco mejor que en los peores momentos de la Gran Crisis de 1928-1933; la situación se mantuvo sin mejoras hasta que la guerra despejó el panorama. La Segunda Guerra Mundial fue la tabla de salvación del capitalismo estadounidense.

Antes de esta guerra se habían dado: La más sanguinaria invasión de la historia, la del Japón a China, con cerca de treinta millones de muertes; la “misión civilizadora” de Mussolini en Etiopía, en esa época llamada Abisinia; el rompimiento del Tratado de Versalles por parte de Alemania; la Guerra Civil Española, con la que el General Franco, apoyado por Hitler y Mussolini, aseguraría la pertenencia de España al eje Berlín-Roma, en contra de la alianza de Inglaterra y Francia; el “Anschluss”, o sea la transformación de Austria en una provincia del III Reich; el Pacto de Münich, que permitiría a las tropas alemanas entrar a Checoslovaquia ante la mirada indiferente de los “garantes”, Inglaterra y Francia, que no movieron un dedo para prestar la mínima ayuda al gobierno de Praga. Luego de estos “bocadillos”, Hitler, que no se sentía lo suficientemente fuerte como para lanzarse contra la URSS, tal como esperaba el IMG, decidió primero apoderarse del resto de Europa, para lo cual exigió a Polonia la devolución del Corredor Polaco, la entrega el puerto de Dánzig y la concesión de facultades para construir autopistas y líneas férreas por el territorio polaco.

El 1 de septiembre de 1939, Alemania invadió Polonia y, oficialmente, comenzó la Segunda Guerra Mundial, la misma que, después de la derrota de Polonia, se convertiría en la llamada “Guerra Boba”. El ejército anglo-francés, que no hizo nada por Polonia, continuó sin hacer nada mientras Alemania concentraba sus tropas en la frontera de Francia y siguió sin hacer nada cuando Alemania se apoderó de Noruega, Dinamarca, Holanda, Bélgica y Luxemburgo. En mayo de 1940, las tropas motorizadas alemanas rompieron las líneas defensivas francesas y llegaron a las costas de la Mancha; el Ejército Inglés fue evacuado desde Dunquerke; las tropas nazis desfilaron por los Campos Elíseos; el mariscal Petain formó un gobierno, que se rindió a Alemania, y las fábricas de automotores, de aviación, de productos químicos y metalúrgicas comenzaron a trabajar para la industria bélica de Alemania. Lo mismo pasó en todos los países ocupados.

En diciembre de 1940, Hitler firmó la orden para desarrollar un conjunto de medidas políticas, económicas y militares, que se conocerían como Plan Barbarossa. En él se contemplaba la destrucción de la URSS en tres o cuatro meses. Sus principales metas eran Moscú, Leningrado y las regiones industriales de la zona central. A fines de abril de 1941, la dirección político-militar de Alemania Nazi estableció el 22 de junio de ese año como la fecha definitiva para el ataque a la URSS. El alto mando alemán estaba tan seguro del éxito de este plan que para después de su cumplimiento planificaba la toma, a través del Cáucaso, de Afganistán, Irán, Irak, Egipto y la India, donde esperaban encontrarse con las tropas japonesas. Creía también que se les uniría España, Portugal y Turquía. Dejó para después la toma de Canadá y los EE.UU., con lo que Alemania Nazi lograría el dominio del mundo.

Antes de ordenar el inicio del Plan Barbarossa, Hitler esperó ponerse de acuerdo con Gran Bretaña para crear un frente común contra la Unión Soviética. Para ello el segundo hombre fuerte de la Alemania Nazi, Rudolf Hess, voló a Escocia y se arrojó en paracaídas cerca de la residencia del Duque de Hamilton; buscaba la paz con el Reino Unido, para dividir entre ellos las esferas de influencia del mundo.

La madrugada del domingo 22 de junio de 1941 se dio inicio al Plan Barbarossa. Un ejército jamás visto por su magnitud, experiencia y poderío, se lanzó al ataque en un frente de más de 3.500 kilómetros de extensión, desde el mar Ártico en el norte hasta el mar Negro en el sur. Era un total de 190 divisiones, cinco millones y medio de soldados, 4.000 tanques, 4.980 aviones y 192 buques de la armada nazi.

La Segunda Guerra Mundial, en cuyo comienzo el triunfo del nazi-fascismo parecía ineludible, se dio en lo fundamental en el frente soviético-alemán, donde se libraron las más decisivas batallas que dieron el viraje radical de la guerra y resquebrajaron la espina dorsal de la Werhmacht, las Fuerzas Armadas de la Alemania Nazi, la más poderosa fuerza militar de la historia. De las 783 divisiones alemanas derrotadas durante esta guerra, 607 lo fueron en este frente, donde también fueron abatidos 77.000 aviones y destruidos 48.000 tanques y 167.000 cañones, así como 2.500 navíos de guerra, lo que significó el completo descalabro de la Alemania Nazi.

El Ejército Soviético, luego de reponerse de sus primeras derrotas, obtuvo las victorias de Moscú, Stalingrado, Kursk, Bielorusia, Varsovia, Budapest, Ucrania, Rumania y, después de liberar a una veintena de países del yugo fascista, comenzó a batallar por Alemania. Al mismo tiempo, el 6 de junio de 1944 se produjo el desembarco Aliado en Normandía. Un impresionante enjambre naval, compuesto por 5.339 barcos, copó las aguas del Canal de la Mancha en la mayor operación naval que registra la historia. El 19 de agosto de 1944 se produjo el levantamiento de París. Las tropas aliadas se dirigieron rápidamente a la capital francesa y entraron en ella cuando las fuerzas de la resistencia francesa ya la habían liberado.

El 17 de enero de 1945, los soviéticos forzaron el Vístula y luego de cruentos combates libraron Varsovia. Para fines de enero cruzaron la frontera polaca-alemana de 1938. El 25 de abril, en la región de Torgau, sobre el río Elba, las tropas soviéticas y las aliadas entraron en contacto y se produjo una verdadera fiesta de amistad entre los soldados de ambos ejércitos. El 30 de abril, Hitler contrajo matrimonio con Eva Braun, escribió dos testamentos, uno personal y otro político, mató a lo único que de verdad llegó a querer en su vida, su perro “Blondi” y, aparentemente, se suicidó. El 1 de mayo fue tomado el Reichstag. El 2 de mayo Berlín se rindió ante los soviéticos; el 9 de mayo de 1945 los combates cesaron en Praga y la guerra terminó luego de 1.418 jornadas de denodados combates.

Finalizaba una contienda en la que fallecieron cerca de 60 millones de seres humanos, de los que 27 millones de muertos y 60 millones de mutilados eran soviéticos. La Alemania Nazi destruyó en la URSS 1.710 ciudades, 70.000 aldeas, 32.000 empresas industriales, 65.000 kilómetros de vías férreas, 98.000 cooperativas agrícolas, 1.876 haciendas estatales, 6 millones de edificios, 40.000 hospitales, 84.000 escuelas. Las perdidas totales de la Unión Soviética fueron de unos tres billones de dólares (un tres seguido de doce ceros), algo de lo que, en mi opinión, la URSS jamás se recuperó y que, a la postre, generó la causas para su autodestrucción.

Terminada la Segunda Guerra Mundial, en Bretton Woods se reunió la Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas, que reguló el Sistema Financiero Internacional. Allí se establecieron las reglas para el comercio entre los países del mundo, se creó el BM, el FMI, se estableció el dólar de moneda de intercambio internacional, se adoptó el patrón oro-divisas, en el que sólo tenían respaldo oro los EE.UU., que se comprometían a mantener su valor en 35 dólares la onza (ahora vale 1.300) y se les concedía la facultad de intercambiar “dólares por oro a ese precio sin restricciones ni limitaciones”. Los demás países debían fijar el precio de sus monedas en relación con el dólar. Con este convenio, los EE.UU. conquistaron el mercado mundial para sus exportaciones y obtuvieron el libre acceso a las materias primas más importantes del planeta. Al negarse la URSS a ratificar el tratado de Bretton Woods, por considerarlo lesivo para su soberanía, Occidente cerró todo tipo de cooperación con ese país y levantó una “cortina de hierro” a su alrededor, lo que dio inició al período llamado Guerra Fría.

Fue la Guerra de Viet Nam la que provocó el quiebre del sistema acordado en Bretton Woods, pues para financiarla los EE.UU. emitieron más dólares de lo debido, al extremo de que en la actualidad nadie, ni siquiera el mismo Banco de la Reserva Federal, sabe cuántos dólares circulan por el mundo. En 1966, el General De Gaulle, Presidente de Francia, exigió la devolución de oro por las reservas francesas en dólares, lo que provocó pánico en las finanzas mundiales, pues si todos los tenedores de dólares exigían lo mismo no habría oro con que responder a dicha demanda. La situación se complicó tanto que Nixon, en agosto de 1971, eliminó la convertibilidad del dólar en oro. Desde entonces, cada vez que los EE.UU. tienen déficit, la FED emite dólares, que presta al gobierno de los EE.UU., que a su vez le paga con bonos, que la FED coloca en la banca mundial, de manera casi obligatoria.

A partir de la Coexistencia Pacífica, propugnada por Jruschov, el comercio entre los sistemas capitalista y el socialista facilitó a los altos miembros de la nomenclatura comunista la participación en chanchullos, con la correspondiente apertura de cuentas secretas en los bancos de Occidente; así nacieron las mafias al interior del Socialismo Real. Se buscó luego el momento preciso para nombrar a un nuevo papa, crear el movimiento Solidaridad y, por fin, impulsar la Perestroika; lo demás es historia conocida, la URSS fue derrotada casi sin disparar un tiro. Desde la desintegración del Sistema Socialista en Europa y la resurrección de Rusia, se vive una paz precaria que en cualquier momento se puede convertir en guerra de verdad, con el empleo indiscriminado de armas de destrucción masiva.

Tras el colapso de la URSS, se formó un vacío geopolítico en el centro de Europa que los EE.UU., mediante la OTAN, ocuparon para obtener el control hegemónico del mundo. Los sectores políticos de la ultraderecha norteamericana pidieron a gritos la destrucción de Rusia, pues su sola existencia obstaculizaba el saqueo de las enormes riquezas de Eurasia. Desintegrar Rusia (lo mismo que hicieron con Yugoslavia y la Unión Soviética) fue el siguiente paso a dar y parte del engranaje de esta rueda macabra; desaparecería así el único competidor serio y obtendrían de esta manera el predominio absoluto sobre todos los países del planeta.

Entonces intervino el FSB, organismo que sustituyó al KGB tras la desintegración de la Unión Soviética y que es la cúspide de la pirámide del poder ruso. Con su soporte, Putin asumió la presidencia; le correspondió gobernar un país que se desmoronaba y, para evitarlo, creó el todopoderoso Ministerio de Seguridad, su bastión básico de apoyo. Desde ahí profundizó la persecución a los oligarcas y recuperó para Rusia los bienes robados por las mafias extranjeras. Este hecho regresó al mundo a la Guerra Fría, sólo que solapadamente. Para buena suerte de Putin, le “tendió la mano” George W. Bush. La aventura de Irak no sólo favoreció a las petroleras de Texas sino que incrementó el poderío ruso gracias a los elevados precios del petróleo.

Desde hacía mucho tiempo que Rusia era un enorme bocado para las multinacionales. Posee riquezas que nadie puede arrebatarle por la fuerza y que para obtenerlas hay que convivir con ella, algo que no desean porque desde siempre la han tratado como al odiado enemigo, al que todavía miran con suspicacia y de reojo. La verdad es que cuando en Occidente la critican por su falta de democracia, libertad y autonomía de la justicia, en realidad están conspirando para robarle sus recursos naturales.

Durante largos años, los rusos habían imaginado que la libertad de los países occidentales era un ente político superior, que valía la pena conseguir y digerir; la consiguieron, la probaron y comprobaron que su propio mejunje era mejor. Por eso, Putin controla tan fácilmente ese país, porque el ciudadano medio no quiere volver a vivir bajo un régimen oligárquico mafioso, como el que casi lo deja sin resuello.

La política de Putin evitó la desintegración de Rusia, pero su posición independiente causó la reacción histérica de Washington y de sus vasallos; esto hace suponer que lo que ha pasado ha sido una desagradable sorpresa para ellos. ¿Podrá Rusia encabezar un movimiento independentista, que cree un mundo multipolar? La posibilidad es muy alta si no hay una nueva guerra mundial.

Desde 1 de enero de 2015 funciona la Unión Económica Euroasiática (UEE), en la que participan Kazajistán, Bielorrusia y la Federación Rusa; posteriormente se incorporaron a este mercado Armenia y Kirguistán y fueron invitados a que se unan Turkmenistán, Tayikistán y Uzbekistán. A nivel geopolítico, con la formación de los mercados de la UEE, del BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) y de la Organización de la Cooperación de Shanghái (OCS), se trata de establecer un desafío estratégico por parte de los países de estos bloques, que busca reducir la influencia de los EE.UU. en la política mundial. Estos organismos, al cooperar entre sus socios en pos del beneficio mutuo y basar las relaciones entre sus miembros en el respeto de sus correspondientes soberanías y al no obligarlos a actuar en contra de sus propios intereses, como hace el IMG, se han convertido en el mayor desafío para el mundo unipolar, también juega ese mismo rol el acercamiento de Rusia y la América Latina.

Por eso el IMG, en su intento por aislar a Rusia y derrotar al UEE, al OCS y al BRICS, arma a los nazis de Kiev, oculta sus crímenes, les permite, en contra de los resoluciones acordadas en Minsk, bloquear y bombardear indiscriminadamente, todos los días, la región del Donbass, impide a sus títeres de Kiev negociar con los líderes de Donetsk y Lugansk y les autoriza para que nombren gobernador de la provincia de Odesa al ex Presidente de Georgia, Mijail Saakashvili, para que éste, igual a lo que ya hizo en Osetia del Sur y Abjasia, agreda a los rusos del Transniester. De esta manera, con el enfrentamiento que se produciría entre la OTAN y Rusia, el IMG generaría una nueva guerra mundial que le resolvería la crisis actual.

Mackinder predijo, cuando el transiberiano no tenía la importancia actual, que los ferrocarriles intercontinentales iban a modificar las condiciones del poder terrestre, que Asia se iba cubrir con vías rápidas que superarían las posibilidades del comercio interoceánico, que allí se iba a desarrollar un nuevo y gran mundo económico que integraría Europa y Asia. Al convertirse China en la primera economía mundial pudo dar aire a esta teoría y lanzar por el suelo la de que el poder marítimo genera el poder global. Mientras que, con este propósito, los EE.UU. y los ingleses construyeron costosas flotas marítimas, los chinos van a establecer través de toda Eurasia una red de líneas férreas de alta velocidad, que permitirán el transporte rápido y barato de grandes volúmenes de mercancías. China va a construir, con un costo de 230 mil millones de dólares, la línea de alta velocidad más larga del mundo. Por ella los trenes viajarán en pocos días desde Pekín hasta Moscú o desde Shangai hasta Lisboa. Rusos y Alemanes se han unido a los chinos para construir a través de Kazajistán, en la antigua Ruta de la Seda, el “Puente Euroasiático Terrestre”, por el que viajarán contenedores con productos manufacturados que irán desde China hasta Alemania en la mitad del tiempo que actualmente toma transportar estas mercancías por barco. De esta manera, los chinos trasladarán el centro del poder desde la periferia marítima, controlada por el IMG, al interior de Eurasia, controlada por ellos y revertirán a favor suyo el actual poder geopolítico del mundo.

Para cerrar con broche de oro estos planes de crecimiento regional, China ha creado el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, que es la alternativa al Banco Mundial, controlado por los EE.UU. Pese a la presiones de Washington para que nadie se uniera a este proyecto, hasta ahora han firmado como socios fundadores catorce países, entre los que se hayan Alemania, Gran Bretaña, Australia y Corea del Sur, aliados cercanos de los EE.UU.

La VII Cumbre de los BRICS realizada en la ciudad de Ufá, Rusia, indica que este bloque se revitaliza en un mundo convulsionado, de bajo crecimiento económico. Sus planes económicos anticipan la creación a nivel mundial de una estructura financiera nueva, encabezada por el Banco de Desarrollo de los BRICS. Se trata de constituir un orden internacional diferente al que el mundo ha conocido a partir de la caía del Muro de Berlín. Peliaguda tarea la que se han propuesto, pero ya está en marcha.

Según Mackinder, “Quien gobierne el Corazón Continental dominará el Heartland; quien gobierne el Heartland dominará la Isla Mundo; quien gobierne la Isla Mundo controlará el mundo.” Si China logra desarrollar su proyecto, será inevitable su dominio político y económico a nivel mundial.

El gobierno estadounidense, por carecer de la visión geopolítica de Mackinder, no ha entendido la importancia de los cambios que tienen lugar en Euroasia. Brzezinski, el antiguo asesor de Seguridad Nacional de los EE.UU., concuerda con Mackinder respecto a la importancia de Eurasia y critica la ineptitud geopolítica de los EE.UU. por no comprender que quien domine Eurasia controlará la región más productiva del planeta, que es allí donde se encuentra el eje mundial del poder.

Por eso la desesperación del IMG, que intervino en Afganistán, Irak, Libia y Siria buscando derrotar por carambola a rusos y chinos, sin lograrlo, por lo que su estrategia actual consiste en salir de esos países y concentrar sus fuerzas en la cuenca del Pacífico para así controlar a China, luego de derrotar a Rusia en Ucrania.

Pero como reza el dicho: El que mucho abarca, poco aprieta. 

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