domingo, 29 de marzo de 2015

La confluencia de movimientos aún dispersos es importante y urgente

No hace nada que he escrito aquí sobre esto mismo. Insisto, porque yo también considero vital el logro de una síntesis entre los movimientos sociales, demasiado variopintos y particularistas, y el movimiento ecologista. A esto llama Naomi Klein en su último libro 'Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima', que acaba de presentar en España.

Trataré de explicar las razones que me llevan a coincidir con ella. Y por qué enfatizo el imprescindible papel del movimiento obrero en el logro de esa unidad, que no se hará sin él.

El cambio climático en curso tiene una enorme inercia, como todo lo que ocurre a la escala de un planeta entero. Por eso mismo invertir, o al menos frenar, la marcha del proceso requiere tiempo, y no se puede perder el tiempo global para ganar tiempo particular o localmente.

El sistema capitalista colapsa si no crece, y desde su origen acelera su crecimiento con huidas hacia adelante sin fin (¿es verdad que "sin fin"?). Dada esa tendencia tumoral, cualquier solución a los problemas medioambientales pasa por un cambio radical en el sistema, un cambio radical en este modo de producción.

La producción está en manos de los trabajadores ("de toda clase", como decía la constitución de la II República). Son, de arriba abajo, los productores reales. Pero los trabajadores forman parte del sistema: son su pieza fundamental. Y el sistema funciona con el principio "cada uno para  sí". Por eso, los intereses inmediatos de los trabajadores se confunden la mayor parte de las veces con los de las empresas, produzcan lo que produzcan, sean alimentos, automóviles o armas de guerra.

Así que los mismos que pueden detener el mecanismo infernal están interesados en que no se detenga. Desde luego, para cada uno, que no se detenga su sector.

Dickens, en Oliver Twist, presenta el dilema de los internos de un hospicio, forzados a elegir "entre morir de hambre lentamente, si permanecían en el asilo, o rápidamente si salían de él". El sistema productivo se parece al asilo de Dickens, y los trabajadores se aferran a permanecer en cualquier empleo que se les ofrezca dentro de ese asilo, aunque a medio plazo eso los condene. Aún no se han planteado de verdad tomar el asilo por asalto.

Hace falta una toma de conciencia generalizada de todos los movimientos para confluir en una gran ofensiva contra el capitalismo causante del previsible desastre. Y de todos los movimientos, el que de verdad puede influir directa y realmente en la producción, más allá de manifestaciones y protestas, sigue siendo el movimiento obrero.



Entrevista a Naomi Klein



"La naturaleza intenta decirnos que necesitamos un modelo económico radicalmente diferente". La periodista Naomi Klein venía avisando desde hace tiempo de los peligros del capitalismo salvaje y despiadado, pero ahora su fin parece precipitarse: el cambio climático, su consecuencia más amenazante, ha puesto fecha de caducidad a la maquinaria neoliberal.

"Hemos aplazado esta cuestión por tanto tiempo que nos encontramos en una situación en la que ya no existen soluciones que no sean radicales. No es demasiado tarde para impedirlo, pero es necesario un cambio radical de nuestro sistema económico y político y esto desafía la lógica del crecimiento, que está en el corazón de nuestro modelo económico", ha dicho la autora canadiense frente a una abarrotada sala del Círculo de Bellas Artes de Madrid durante una conferencia con motivo de su último libro.

'Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima' (Paidós, 2015) se ha gestado -según reconoce Klein- para dar respuesta a su anterior obra, 'La doctrina del Shock' (2007), que trataba de evidenciar cómo muchas de las políticas del libre mercado fueron introducidas aprovechando momentos de intensa transformación social, desastres y confusión. "Menos de un año después pudimos comprobar esta teoría con el hundimiento de Wall Street que serviría para lanzar políticas que de otro modo hubieran encontrado resistencia", ha afirmado la periodista.

Conscientes ahora de la capacidad de adoctrinamiento del sistema, toca buscar soluciones. "¿Cómo podemos crear una estrategia para responder, una doctrina del shock de la gente, que conteste a la crisis potenciando la democracia y construyendo un mundo más igualitario?", se preguntaba. La respuesta es el cambio climático o, en palabras de la autora, "la justicia del cambio climático", una crisis que "debe ser declarada desde abajo" para asegurar su efectividad. "El cambio climático es la contranarrativa más poderosa que tenemos frente al capitalismo".

Por eso, y ante todo, Naomi Klein hace un llamamiento para que los movimientos sociales y antiausteridad, "centrados en la lucha por la recuperación de las políticas sociales", no olviden la cuestión climática.

"Europa era un ejemplo líder en la lucha contra el cambio climático y esto se ha sacrificado en aras de la recuperación económica. Si queremos combatir el cambio climático tenemos que desarrollar toda la esfera pública. Para reducir las emisiones es necesario que la gente recupere el control del sistema energético y regular a las multinacionales. Por eso cuando analizas los conflictos entre la lucha antiausteridad y los movimientos de justicia climática te das cuenta de que tienen que unirse. No tiene sentido que sigan caminos separados, porque cuando entramos en esa división asumimos la lógica de las élites de que el clima es un lujo".

sábado, 28 de marzo de 2015

Hay que fusionar las fuerzas antiausteridad con el movimiento contra el cambio climático

Contra austeridad, desenfreno, despilfarro. Contra el cambio climático, austeridad. Entonces, aunando ambas propuestas, contra el cambio climático, despilfarro. ¡A nadie se le ocurriría!

Para empezar, se ha dado al término austeridad un uso perverso, y nadie, salvo quienes la imponen, quiere esa austeridad. Esos impos(i)tores la quieren para otros, no para ellos. Hace mucho tiempo que Julio Anguita precisó lo que significa la austeridad. Más recientemente, Pepe Mujica prefiere usar sobriedad para el mismo concepto, dado el equívoco que causa la neolengua que se nos impone.

Por eso, las fuerzas "antiausteridad" pueden y deben ser austeras, sobrias. Por eso el movimiento contra las políticas del Capital no es contradictorio con las luchas por la conservación de nuestro hábitat. En particular, es urgente evitar el cambio climático. Todos los objetivamente anticapitalistas, aunque algunos no sean muy conscientes de serlo, deberían confluir en un mismo frente de luchas.

La escritora y periodista Naomi Klein habló recientemente en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, y allí explicó cómo la situación actual de crisis medioambiental pone un plazo final al sistema capitalista. Así de claro.




“Deberíamos entender el cambio climático como un mensaje que nos manda la naturaleza: el de la necesidad de un modelo económico diferente que sea justo y sostenible”. Con estas palabras invita Naomi Klein a pensar de manera diferente en un cambio climático que, sostiene, “no resulta tanto de las emisiones de carbono, como del modelo económico neoliberal en sí mismo”. Un modelo “basado en el crecimiento sin cortapisas” que ha llevado al planeta “a una situación límite” y que “está desahuciando a mucha gente la propia civilización”.

Klein presentó ayer en Madrid de su último libro, Esto lo cambia todo: el capitalismo contra el clima en un abarrotado Círculo de Bellas Artes. Allí, lanzó un mensaje claro: no sólo no debemos tener miedo al cambio climático sino que debemos ver en él la posibilidad de cambiar este sistema. 

“Si el cambio climático fuera el único problema derivado del capitalismo, les daría la razón a quienes dicen que no se puede cambiar el sistema, pero este sistema pone en riesgo nuestras vidas en muchos sentidos”, sostiene Klein. Lejos de mostrarse catastrofista, la escritora y periodista desprendió una gran dosis de optimismo: “Es la posibilidad de convergencia entre las fuerzas que luchan contra el sistema económico y la urgencia de la crisis climática, que nos pone un plazo final, lo que me da esperanza”, añade. Y defiende, por eso, que “es el momento de fusionar las fuerzas antiausteridad con el movimiento contra el cambio climático”. 

Parte de la idea de que los tiempos de crisis son “una oportunidad única” para profundizar en la democracia. “Hay precedentes históricos que así lo demuestran”, asegura. Pero esto no ha sucedido después de 2008 y el motivo, en su opinión, es “que hemos dicho muy claramente lo que no queremos, pero nunca hemos tenido una contranarrativa convincente, que sea una alternativa a la de la austeridad”. El cambio climático, en este sentido, es la clave, lo que “lo cambia todo”, porque, según señala Klein, es “la contranarrativa más potente que tenemos contra la lógica brutal capitalismo”. 

Su argumento se basa en las posibilidades que ofrece lo que ella define como “transición energética” como instrumento para combatir “la guerra de la austeridad”. En este sentido habla de nuevas formas de profundizar la democracia y, con ellas, democratizar la energía; de la creación de puestos de trabajo como apuesta por las energías renovables, de una “explosión de la propiedad participativa” en relación, precisamente, a las empresas energéticas y de la aparición de cooperativas energéticas en el ámbito local como una manera de luchar contra la austeridad.

Pero también se refiere a otros “elementos básicos para afrontar el cambio climático” como, por ejemplo, transformar la forma en que nos movemos. “Si quieres reducir el uso del coche, no puedes privatizar el transporte público, ni el sistema ferroviario, ni las compañías aéreas que son, además, sectores clave de la economía”. Se trata, en definitiva, de cambiar de forma radical el sistema político y económico que se ha impuesto en las últimas décadas, y de hacerlo a través de la lucha contra cambio climático.

Esta lucha, insiste, “entra en conflicto con la lógica del liberalismo” y choca de frente con los intereses de un sistema energético privatizado, e integrado por grandes compañías que “sólo buscan maximizar el beneficio” y que “te ven como el enemigo por utilizar paneles solares”. Por eso, dice, “no van a ponérnoslo fácil”. Por eso “Alemania trata de imponer a los países del sur de Europa la privatización, la liberalización y la austeridad, sacrificando la lucha europea contra el cambio climático, mientras en el interior de su país apuesta por recuperar el control de lo público”. Y por eso, añade, debemos “evitar la firma de un tratado de libre comercio que impida invertir la dirección”. Y asegura que podemos hacerlo.

Para lograrlo, “sólo” es necesario redefinir qué es una crisis; combatir que sean sólo las élites las que decidan cuándo la hay y romper, dice, con “el negacionismo de la crisis climática”. Con él romperemos también “el discurso del movimiento verde y liberal que se impuso en Europa y Estados en la última década”, por el que preocuparse por el cambio climático es “un lujo”, algo de lo que uno no se puede preocupar cuando no tiene nada que llevarse a la boca.

Éstas y otras cuestiones son las que plantea Naomi Klein en su último trabajo Esto lo cambia todo: el capitalismo contra el clima, un libro que, dice, es “la respuesta atrasada” a las reacciones qué recibió tras su anterior trabajo La Doctrina del Shock, y con el que espera acercar la cuestión del cambio climático a la gente que, como ella misma, “no lee sobre el cambio climático”.

viernes, 27 de marzo de 2015

Crisis y deuda en Europa: 10 falsas evidencias, 22 medidas a debate para salir del impasse

Cuatro economistas franceses, Philippe Askenazy (CNRS, Ecole d’économie de Paris), Thomas Coutrot (Conseil scientifique d’Attac), André Orléan (CNRS, EHESS) y Henri Sterdyniak (OFCE), encabezan un manifiesto, aterrados, según sus propias palabras, por la vía elegida por la Unión Europea para salir de la crisis: la lucha contra el déficit público.

La mayor parte de los países, desde China a los Estados Unidos, inyectaron en sus economías enormes cantidades de dinero destinado al gasto público, obteniendo una cierta reactivación, si bien frágil, como reconocen estos economistas. Pero en Europa el crecimiento económico no ha sido una prioridad política, y los intentos de recuperación se han basado en reducir el déficit. Vía claramente fracasada. Veremos lo que puede durar la otra, la del crecimiento a través de políticas keynesianas.

En cualquier caso, este manifiesto es sobre todo una propuesta de debate. Pero estas medidas parecen indispensables si se quiere evitar que la actual caída vertiginosa por la pendiente (más recortes, menos crecimiento para las poblaciones, más crecimiento aún para la plutocracia) nos lleve al colapso

Porque este no es decrecimiento material de una economía insostenible, sino malthusianismo del peor, destinado a exterminar literalmente a las poblaciones sobrantes mientras crece la absurda riqueza de pocos.

Omito la argumentación detallada acerca de la falsedad de las supuestaes evidencias. Puede consultarse aquí y aquí. Me limitaré a exponer los dogmas refutados y las medidas propuestas, que en realidad son 23.


 

Manifiesto de economistas aterrorizados


(...)

Falsa evidencia n°1: los mercados financieros son eficientes

(...)

Sugerimos cuatro medidas:
Medida n°1: Compartimentar estrictamente los mercados financieros y las actividades de los actores financieros, prohibir a los bancos especular por su propia cuenta para evitar la propagación de las burbujas y de las quiebras.
Medida n°2: Reducir la liquidez y la especulación desestabilizadora por medio de controles sobre los movimientos de capitales y de las tasas sobre las transacciones financieras.

Medida n°3: Limitar las transacciones financieras a las que respondan a las necesidades de la economía real (por ejemplo, CDS [Credit Default Swap o permuta de incumplimiento crediticio] únicamente para quienes detentan títulos asegurados, etc.).

Medida n°4: Limitar la remuneración de los traders.


Falsa evidencia n°2: los mercados financieros son favorables al crecimiento económico

(...)

Para remediar los efectos negativos sobre la actividad económica proponemos debatir tres medidas:
Medida n°5: Reforzar significativamente los contra-poderes en las empresas para obligar a las direcciones a tener en cuenta los intereses del conjunto de las partes interesadas.

Medida n°6: Aumentar fuertemente los impuestos a los ingresos muy altos para disuadir la carrera por los rendimientos insostenibles.

Medida n°7: Reducir la dependencia de las empresas en relación a los mercados financieros desarrollando una política pública del crédito (tasas preferenciales para las actividades prioritarias en el plano social y medioambiental).


Falsa evidencia n°3: los mercados son buenos jueces de la solvencia de los Estados

(...)

Para reducir la influencia de la psicología de los mercados sobre la financiación de los estados, proponemos debatir dos medidas:
Medida n°8: No se debe autorizar a las agencias de calificación financiera a pesar arbitrariamente en las tasas de interés de los mercados de obligaciones degradando la calificación de un Estado: su actividad se debería reglamentar exigiendo que esta nota resulte de un cálculo económico transparente.

Medida n°8 bis: Liberar a los Estados de la amenaza de los mercados financieros garantizando que el Banco Central Europeo (BCE) compre los títulos públicos.


Falsa evidencia n°4: La subida espectacular de la deuda pública es el resultado de un exceso de gastos.

(...)

Para restaurar un debate público informado sobre el origen de la deuda y, por lo tanto, de los medios de remediarla, proponemos debatir una propuesta:
Medida n° 9: Realizar una auditoría pública de las deudas públicas para determinar su origen y conocer la identidad de los principales poseedores de títulos de la deuda y los montantes que poseen.


Falsa evidencia n°5: hay que reducir los gastos para reducir la deuda pública.

(...)
Para evitar que el restablecimiento de las finanzas públicas provoque un desastre social y político proponemos debatir dos medidas:
Medida n°10: Mantener el nivel de las protecciones sociales, incluso mejorarlas (subsidio de desempleo, vivienda...).

Medida nº 11: Aumentar el esfuerzo presupuestario en materia de educación, de investigación, de inversión en reconversión ecológica... para establecer las condiciones de un crecimiento sostenible que permita un fuerte descenso del paro.


Falsa evidencia n°6: la deuda pública traslada el precio de nuestros excesos a nuestros nietos.

(...)

Para rectificar de manera equitativa las finanzas públicas en Europa y en Francia proponemos debatir dos medidas:
Medida n°12: Volver a dar un carácter fuertemente redistributivo a la fiscalidad
directa sobre los ingresos (supresión de los vacíos [fiscales], creación de nuevas series y aumento de las tasas del impuesto sobre la renta...)

Medida n°13: Suprimir las exoneraciones consentidas a las empresas que no tienen suficiente efecto sobre el empleo.


Falsa evidencia n°7: hay que asegurar a los mercados financieros para poder financiar la deuda pública.

(...)

Para remediar el problema de la deuda pública proponemos debatir dos medidas:
Medida n°14: Autorizar al Banco Central Europeo a financiar directamente a los Estados (o a imponer a los bancos comerciales suscribir la emisión de obligaciones públicas) a bajo interés, aflojando así el lastre con el que les traban los mercados financieros.

Medida n°15: Si fuera necesario, reestructurar la deuda pública, por ejemplo, limitando el servicio de la deuda pública a determinado tanto por ciento del PIB, y operando una discriminación entre los acreedores según el volumen de los títulos que poseen: los rentistas muy grandes (particulares o instituciones) deben aceptar un alargamiento sensible del perfil de la deuda, incluso anulaciones parciales o totales. También hay que volver a negociar las exorbitantes tasas de interés de los títulos emitidos por los países en dificultades desde la crisis.


Falsa evidencia n°8: la Unión Europea defiende el modelo social europeo.

(...)

Para que Europa promueva verdaderamente un modelo social europeo proponemos debatir dos medidas:
Medida n°16: Poner en tela de juicio la libre circulación de los capitales y de las mercancías entre la UE y el resto del mundo negociando si fuera necesario acuerdos multilaterales o bilaterales.

Medida n°17: En vez de la política de competencia, convertir a “la armonización en el progreso” en el hilo director de la construcción europea. Establecer unos objetivos comunes de alcance constringente tanto en materia de progreso social como en materia macroeconómica (unas GOPS, grandes orientaciones de política social).


Falsa evidencia n°9: el euro es un escudo contra la crisis.

(...)

Para que el euro pueda proteger realmente a los ciudadanos europeos de la crisis proponemos debatir estas medidas:
Medida n°18: Garantizar una verdadera coordinación de las políticas macroeconómicas y una reducción concertada de los desequilibrios comerciales entre los países europeos.

Medida n°19: Compensar los desequilibrios de pago en Europa por medio de un Banco de Pagos (que organice los préstamos entre los países europeos).

Medida n°20: Si la crisis del euro lleva a su desintegración y esperando el ascenso en régimen del presupuesto europeo (cf. infra), establecer un régimen monetario intraeuropeo (moneda común tipo “bancor”) que organice la reabsorción de los desequilibrios de los balances comerciales en el seno de Europa.


Falsa evidencia n°10: la crisis griega ha permitido finalmente avanzar hacia un gobierno económico y una verdadera solidaridad europea.

(...)

Para avanzar hacia un verdadero gobierno económico y una solidaridad europea proponemos debatir dos medidas:
Medida n°21: Desarrollar una fiscalidad europea (tasa carbono, impuesto sobre los beneficios...) y un verdadero presupuesto europeo para ayudar a la convergencia de las economías y tender a una igualación de las condiciones de acceso a los servicios públicos y sociales en los diversos Estados miembro sobre la base de las mejores prácticas.

Medida n°22: Lanzar un vasto plan europeo, financiado por suscripción pública a tasas de interés débil pero garantizado y/o por medio de creación monetaria del BCE para emprender la reconversión ecológica de la economía europea.

Conclusión:

DEBATIR LA POLÍTICA ECONÓMICA, TRAZAR CAMINOS PARA REFUNDAR LA UNIÓN EUROPEA

Desde hace tres décadas Europa se ha construido sobre una base tecnocrática que excluye a las poblaciones del debate de política económica. Se debe abandonar la doctrina neoliberal que descansa sobre la hipótesis hoy indefendible de la eficiencia de los mercados financieros. Hay que volver a abrir el espacio de las políticas posibles y debatir propuestas alternativas y coherentes que limiten el poder de las finanzas y organicen la armonización en el progreso de los sistemas económicos y sociales europeos. Esto supone la mutualización de importantes recursos presupuestarios, obtenidos por medio del desarrollo de una fiscalidad europea fuertemente redistributiva. También hay que liberar a los mercados del cerco de los mercados financieros.

Solamente así el proyecto de construcción europea podrá esperar recuperar una legitimidad popular y democrática de la que hoy carece.

Evidentemente, no es realista esperar que 27 países decidan al mismo tiempo operar semejante ruptura en el método y los objetivos de la construcción europea. La Comunidad Económica Europea comenzó con seis países: también la refundación de la Unión Europea pasará al principio por un acuerdo entre algunos países deseosos de explorar unas vías alternativas. A medida que se hagan evidentes las consecuencias desastrosas de las políticas adoptadas hoy, aumentará por toda Europa el debate sobre las alternativas. Luchas sociales y cambios políticos intervendrán a ritmo diferente según los países. Unos gobiernos nacionales tomarán decisiones innovadoras. Quienes lo deseen deberán adoptar unas cooperaciones reforzadas para adoptar medidas audaces en materia de regulación financiera, de política fiscal o social. Por medio de unas propuestas concretas tenderán la mano a los demás pueblos para que se unan al movimiento.

Por ello nos parece importante esbozar y debatir ahora las grandes líneas de políticas económicas alternativas que harán posible esta refundación de la construcción europea.

martes, 24 de marzo de 2015

Naomi Klein

Dejo entera la entrevista hallada en sinpermiso, pero quiero destacar una idea: luchamos contra el tiempo y podemos llegar tarde. Las pequeñas medidas, la sobriedad o las buenas prácticas, a escala personal o doméstica, incluso comunitaria, no modifican sustancialmente el camino al desastre. Hacen falta graves medidas políticas y especialmente mayorías que las exijan, conscientes de una necesidad que conlleva sacrificios.

Pero las mayorías sociales perciben los problemas futuros como algo lejano, mientras los acuciantes del presente están aquí mismo. Y no es tan lejano ese futuro: ya es presente. Aunque no lo veamos con claridad, al igual que una nube deja de distinguirse al llegar hasta ella, convertida en niebla que no la deja ver. 

El sistema capitalista busca ante todo su reproducción ampliada, quintaesencia del problema de la insostenibilidad. Domina ya globalmente "la realidad realmente existente"; así que el sentido común, que no comunitario, "realmente existente", nos hace entender como natural lo que es construcción y artificio. Ya son naturaleza la comunicación inalámbrica y el microchip.

Esta segunda naturaleza, invención del ser humano, escapa a su control. La criatura zombi domina a su creador. Un día a día cada vez más rápido (citius, altius, fortius) hace más y más irreversible el proceso descarrilado. Y la ideología sigue a la realidad. El mundo gira deprisa, deja atrás a la mente. Corremos por la autopista en dirección contraria, pero todavía no nos hemos estrellado.

¿Podemos parar el calentamiento global? Sólo si cambiamos de modo radical nuestro sistema capitalista, sostiene Naomi Klein. En la entrevista con el semanario alemán DER SPIEGEL, realizada por Klaus Brinkbäumer, explica por qué ha llegado el momento de abandonar los pequeños pasos en favor de un enfoque radicalmente nuevo, tal como detalla en su libro de reciente aparición en castellano Esto lo cambia todo, el capitalismo contra el clima, donde explica las razones por las que la crisis climática nos desafía a abandonar definitivamente la ideología de «libre mercado», a reestructurar la economía global y a rehacer nuestros sistemas políticos. Tenemos tiempo, pero no mucho.

El cambio climático obliga a replantear un modelo económico ya fracasado. Hay que reducir masivamente la emisión de gases de efecto invernadero. Es la oportunidad para acortar las enormes desigualdades económicas, replantear nuestras democracias fracturadas y reconstruir las economías locales.
 
Naomi Klein es autora, entre otros libros, de La doctrina del shock y No Logo.



Der Spiegel

-DER SPIEGEL: Señora Klein, ¿por qué no consigue la gente detener el cambio climático?

-Klein: Mala suerte. Mal momento. Muchas coincidencias lamentables.

-SPIEGEL: ¿La catástrofe equivocada en el momento equivocado?

-Klein: El peor momento posible. La conexión entre gases de invernadero y calentamiento global viene siendo una cuestión política central para la humanidad desde 1988. Fue precisamente la época en que cayó el Muro de Berlín y Francis Fukuyama certificó “el fin de la Historia", la victoria del capitalismo occidental. Canadá y los EE.UU. firmaron el primer acuerdo de libre comercio, que sirvió de prototipo para el resto del mundo.

-SPIEGEL: ¿De modo que lo que dice usted es que empezó una nueva era de consumo y energía precisamente en el momento en que la sostenibilidad y contención habrían sido más adecuadas?

-Klein: Exacto. Y fue precisamente en ese momento cuando nos dijeron que ya no había nada parecido a la responsabilidad social y la acción colectiva, que deberíamos dejarlo todo al mercado. Privatizamos nuestros ferrocarriles y la red energética, la OMC y el FMI se comprometieron con un capitalismo desregulado. Por desgracia, esto condujo a una explosión de las emisiones.

-SPIEGEL: Usted es activista y lleva culpando al capitalismo de toda clase de cosas a lo largo de los años. ¿Le echa la culpa ahora también del cambio climático?

-Klein: No hay razón para ser irónicos. Las cifras cuentan cuál es la historia entera. Durante los años 90, las emisiones se elevaron un 1% anual. Desde el año 2000 han ido subiendo una media del 3.4%. Se exportó globalmente el sueño americano y se expandieron rápidamente bienes de consumo que creíamos esenciales para satisfacer nuestras necesidades. Empezamos a vernos exclusivamente como consumidores. Cuando el comprar como forma de vida se exporta a todos los rincones del globo, eso exige energía. Mucha energía.

-SPIEGEL: Volvamos a nuestra primera pregunta: ¿por qué no ha podido la gente detener este cambio?

-Klein: Hemos desechado sistemáticamente las herramientas. Hoy se hace mofa de regulaciones de toda laya. Los gobiernos ya no aplican reglas severas que pongan límites a las compañías petrolíferas y demás empresas. Esta crisis se nos ha venido encima en el peor momento posible. Ya no nos queda tiempo. Estamos en un momento de ahora o nunca. Si no actuamos como especie, nuestro futuro está en peligro. Tenemos que reducir emisiones de modo radical.

-SPIEGEL: Volvamos a otra pregunta: ¿No está usted apropiándose indebidamente del cambio climático para utilizarlo en su crítica del capitalismo?

-Klein: No. El sistema económico que hemos creado ha creado también el cambio climático. No me lo he inventado. El sistema es inservible, la desigualdad económica es demasiado grande y la falta de contención por parte de las compañías energéticas es desastrosa.

-SPIEGEL: Su hijo Toma tiene dos años y medio. ¿En qué clase de mundo vivirá cuando salga del instituto en 2030?

-Klein: Eso es lo que está decidiéndose ahora mismo. Veo señales de que podría haber un mundo radicalmente distinto del que tenemos hoy en día, y de que el cambio podría ser bien bastante positivo o extremadamente negativo. Ya es seguro que al menos en parte será un mundo peor. Vamos a experimentar el cambio climático y bastantes más desastres naturales, eso es seguro. Pero tenemos tiempo todavía para impedir un calentamiento verdaderamente catastrófico. Tenemos tiempo asimismo de cambiar nuestro sistema económico para que no se vuelva más brutal y despiadado al enfrentarse al cambio climático.

-SPIEGEL: ¿Qué puede hacerse para mejorar la situación?

-Klein: Tenemos hoy que tomar algunas decisiones acerca de qué valores son importantes para nosotros y cómo queremos de verdad vivir. Y, por supuesto, hay una diferencia entre que la temperatura se eleve solo 2 grados o lo haga 4 o 5 o más. Todavía nos es posible a los seres humanos tomar las decisiones correctas.

-SPIEGEL: Han pasado 26 años desde que se fundó el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC - Intergovernmental Panel on Climate Change) en 1988. Sabemos como mínimo desde entonces que las emisiones de CO2 causadas por quemar petróleo y carbón son responsables del cambio climático. Pero poco se ha hecho por encarar el problema. ¿No hemos fracasado ya?

-Klein: Yo veo la situación de modo diferente, dado el enorme precio que tendremos que pagar. Mientras tengamos la menor oportunidad de éxito o de minimizar el daño, tenemos que seguir luchando.

-SPIEGEL: Hace varios años, la comunidad internacional estableció un objetivo para limitar el calentamiento global a dos grados centígrados. ¿Lo considera todavía alcanzable?

-Klein: Bueno, todavía es una posibilidad física. Tendríamos que reducir inmediatamente las emisiones globales en un 6% anual. Los países más ricos tendrían que sobrellevar un peso mayor, lo que significa que los EE.UU. y Europa tendrían que recortar emisiones entre un 8% y un 10% anual. Inmediatamente. No es imposible, solo que es profundamente irreal políticamente con nuestro actual sistema.

-SPIEGEL: ¿Está usted diciendo que nuestras sociedades no son capaces de hacerlo?

-Klein: Sí. Necesitamos un cambio espectacular, tanto en la política como en la ideología, porque hay una diferencia fundamental entre lo que los científicos nos dicen que tenemos que hacer y nuestra actual realidad política. No podemos cambiar la realidad física, así que tenemos que cambiar la realidad política.

-SPIEGEL: ¿Puede una sociedad que se centra en el crecimiento combatir de verdad con éxito el cambio climático?

-Klein: No. Un modelo económico basado en un crecimiento indiscriminado lleva inevitablemente a un mayor consumo y a mayores emisiones de CO2. Puede y debe haber crecimiento en el futuro en muchos sectores bajos en carbón de la economía: en tecnologías verdes, en transporte público, en todas las profesiones que proporcionan cuidados, en las artes y, por supuesto, en educación. Ahora mismo, el núcleo de nuestro producto interior bruto comprende solo el consumo, las importaciones y exportaciones. Ahí tiene que haber recortes. Cualquier otra cosa sería engañarse.

-SPIEGEL: El Fondo Monetario Internacional afirma lo contrario. Dice que el crecimiento económico y la protección del clima no se excluyen mutuamente.

-Klein: No analizan las mismas cifras que yo. El primer problema es que en todas estas conferencias sobre el clima todo el mundo actúa como si fuéramos a llegar a nuestra meta por medio de un compromiso propio y de obligaciones voluntariamente aceptadas. Nadie le dice a las empresas petrolíferas que van a tener que ceder. El segundo problema es que estas empresas van a luchar como fieras para proteger lo que no quieren perder.

-SPIEGEL: ¿En serio quiere eliminar el libre mercado con el fin de salvar el clima?

-Klein: No hablo de eliminar mercados, pero nos hace falta mucha más estrategia, dirección y planificación, y un equilibrio muy diferente. El sistema en el que vivimos está abiertamente obsesionado con el crecimiento, considera bueno todo crecimiento. Pero hay formas de crecimiento que está claro que no son buenas. Está para mí claro que mi posición entra en conflicto directo con el neoliberalismo. ¿Es verdad que en Alemania, aunque han acelerado ustedes el cambio a las renovables, el consumo de carbón está en realidad aumentando?

-SPIEGEL: Eso era cierto entre 2009 y 2013.

-Klein: Para mí eso es expresión de su renuencia a tomar decisiones sobre lo que hace falta llevar a cabo. Alemania tampoco va a cumplir su objetivo de emisiones en años venideros.

-SPIEGEL: ¿Es la presidencia de Obama lo peor que podía haberle pasado al clima?

-Klein: En cierto modo. No porque Obama sea peor que un republicano, que no lo es, sino porque estos ocho años fueron la mayor oportunidad desperdiciada de nuestras vidas. Se daban los factores justos para una convergencia realmente histórica: consciencia, apremio, ánimo, su mayoría política, el fracaso de los Tres Grandes fabricantes de automóviles norteamericanos y hasta la posibilidad de encarar a la vez el cambio climático y el fallido mundo financiero sin regular. Pero cuando accedió al cargo no tuvo el valor de acometerlo. No venceremos en esta batalla a menos que estemos dispuestos a hablar de por qué Obama consideró que el hecho de tener control sobre bancos y compañías de automóviles era más una carga que como una oportunidad. Estaba prisionero del sistema. No quiso cambiarlo.

-SPIEGEL: Los EE.UU. y China llegaron finalmente a un acuerdo inicial sobre el clima en 2014.

-Klein: Lo cual, por supuesto, es algo bueno. Pero todo lo que puede resultar penoso en el acuerdo no entrará en vigor hasta que Obama concluya su cargo. Con todo, lo que ha cambiado es que Obama dijo: "Nuestros ciudadanos se están manifestando, no podemos ignorarlo". Los movimientos de masas son importantes, tienen repercusiones. Pero para empujar a nuestros líderes hasta donde tienen que llegar, los movimientos tienen que hacerse aún más fuertes.

-SPIEGEL: ¿Cuál debería ser su meta?

-Klein: En los últimos 20 años, la extrema derecha, la absoluta libertad de las empresas petrolíferas y la libertad del 1% de los superricos de la sociedad se han convertido en norma política. Tenemos que desplazar de nuevo el centro político norteamericano de la franja derechista a su lugar natural, el verdadero centro.

-SPIEGEL: Señora Klein, eso no tiene sentido, porque es una ilusión. Piensa usted en abarcar demasiado. Si quiere usted eliminar el capitalismo antes de pergeñar un plan para salvar el clima, sabe usted que esto no va a suceder.

-Klein: Mire, si quiere usted deprimirse, hay muchas razones para ello. Pero seguirá usted equivocándose, porque el hecho es que centrarse en cambios graduales supuestamente conseguibles, como el comercio de emisiones y el cambio de bombillas, ha fracasado miserablemente. En parte eso se debe a que en la mayoría de los países, el movimiento ambiental ha seguido elitista, tecnocrático y supuestamente neutral en lo político durante dos décadas y media. Ya vemos hoy cuáles son los resultados: nos ha llevado por el camino equivocado. Las emisiones están aumentando y aquí está el cambio climático. En segundo lugar, en los EE.UU. todas las transformaciones importantes legales y sociales de los últimos 150 años han sido resultado de movimientos sociales masivos, ya estuviesen a favor de las mujeres, contra la esclavitud o en pro de los derechos civiles. Necesitamos de nuevo esta fortaleza, y bien rápido, porque la causa del cambio climático es el sistema político y económico mismo. Su enfoque es demasiado tecnocrático y estrecho.

-SPIEGEL: Si intenta usted solucionar un problema específico dándole la vuelta a todo el orden social, no lo va a resolver. Eso es una fantasía utópica.

-Klein: Si el orden social es la raíz del problema, no. Visto desde otra perspectiva, nadamos literalmente en ejemplos de pequeñas soluciones: hay tecnologías verdes, leyes locales, tratados bilaterales e impuestos al CO2. ¿Por qué no tenemos todo eso a escala global?

-SPIEGEL: ¿Está usted diciendo que todos esos pequeños pasos – tecnologías verdes e impuestos al CO2 y un comportamiento ecológico individual – no tienen sentido?

-Klein: No. Todos deberíamos hacer lo que podamos, por supuesto. Pero no podemos engañarnos con que eso sea suficiente. Lo que digo es que esos pequeños pasos seguirán siendo demasiado pequeños si no se convierten en un movimiento de masas. Necesitamos una transformación económica y política, que se base en comunidades más fuertes, empleos sostenibles, mayor regulación y un alejamiento de esta obsesión del crecimiento. Esas son las buenas noticias. Tenemos de verdad la oportunidad de resolver muchos problemas de inmediato.

-SPIEGEL: No parece contar con la razón colectiva de políticos y empresarios.

-Klein: Porque el sistema no puede pensar. El sistema recompensa la ganancia a corto plazo, lo que quiere decir beneficios rápidos. Fíjese en Michael Bloomberg, por ejemplo...

-SPIEGEL: …empresario y antiguo alcalde de la ciudad de Nueva York…

-Klein: …que entiende la gravedad de la crisis del clima como político. Como empresario, prefiere invertir en un fondo que se especializa en activos de petróleo y gas. Si una persona como Bloomberg no puede resistirse a la tentación, se puede asumir en ese caso que no es tan grande la capacidad de autoconservación del sistema.

-SPIEGEL: Un capítulo especialmente inquietante de su libro es el de Richard Branson, presidente del Grupo Virgin.

-Klein: Sí, no me lo habría esperado.

-SPIEGEL: Branson ha tratado de presentarse como un hombre que quiere salvar el clima. Todo empezó en un encuentro con Al Gore.

-Klein: Y en 2006 se comprometió en un acto que acogía la Clinton Global Initiative a que invertiría 3.000 millones de dólares en investigación en tecnologías verdes. En aquella época yo pensaba que sería una aportación realmente fantástica. Lo que no se me ocurrió pensar es “qué cabrón tan cínico eres”.

-SPIEGEL: Pero Branson no estaba más que simulando y solo invirtió una parte de ese dinero.

-Klein: Puede que fuera sincero en ese momento, pero sí, se invirtió una parte.

-SPIEGEL: Desde 2006, Branson ha añadido 160 nuevos aviones a sus numerosas líneas aéreas y ha incrementado sus emisiones en un 40%.

-Klein: Sí.

-SPIEGEL: ¿Qué se puede aprender de esta historia?

-Klein: Que tenemos que poner en tela de juicio el simbolismo y los gestos que hacen las estrellas de Hollywood y los superricos. No podemos confundirlos con un plan científicamente serio para reducir emisiones.

-SPIEGEL: En Norteamérica y Australia, se gasta mucho dinero intentando negar el cambio climático. ¿Por qué?

-Klein: Es distinto de Europa. Se trata de una indignación semejante a la de quienes se oponen al aborto y el control de armas. No se trata sólo de que estén protegiendo un modo de vida que no quieren cambiar. Es que han entendido que el cambio climático pone en solfa el núcleo de su sistema de creencias contrario al gobierno y en pro del libre mercado. De modo que tienen que negarlo para proteger su propia identidad. Por eso por lo que existe esta diferencia de intensidad: los liberales quieren actuar un poquito en la protección del clima. Pero al mismo tiempo, estos liberales tienen una serie de cuestiones aparte que figuran de modo más destacada en su agenda. Pero tenemos que entender que los más duros de quienes niegan el cambio climático entre los conservadores harán todo lo que esté en su mano para impedir que se actúe.

-SPIEGEL: ¿Con estudios pseudocientíficos y desinformación?

-Klein: Con todo eso, por supuesto.

-SPIEGEL: ¿Explica eso por qué relaciona todas esas cuestiones – cuestiones de medio ambiente, igualdad, salud pública y trabajo – que son populares entre la izquierda? ¿Por razones puramente estratégicas?

-Klein: Esas cuestiones guardan relación y nos hace falta asimismo relacionarlas en el debate. Sólo hay un modo de vencer en una batalla contra un pequeño grupo de personas que se te enfrentan porque tienen mucho que perder: hay que iniciar un movimiento masivo que abarque a toda aquella gente que tiene mucho que ganar. A quienes lo niegan solo se les puede derrotar si te muestras igual de apasionado que ellos, pero también cuando eres superior en número. Porque la verdad es que son realmente muy pocos.

-SPIEGEL: ¿Por qué no cree usted que la tecnología tenga potencial para salvarnos?

-Klein: Se ha producido un progreso tremendo en el almacenamiento de energías renovables, por ejemplo, y en la eficiencia solar. Pero ¿en el cambio climático? Yo, en cualquier caso, no tengo bastante fe como para decir: "Como ya nos inventaremos algo en un momento dado, dejemos de lado todos los demás esfuerzos". Eso sería una insensatez.

-SPIEGEL: Gente como Bill Gates ve las cosas de modo diferente.

-Klein: Y yo encuentro ingenuo su fetichismo tecnológico. En años recientes hemos sido testigos de ciertos fracasos verdaderamente resonantes en los que algunos de los tíos más listos metieron la pata hasta el fondo a una escala grandiosa, ya fuera con los derivados que desencadenaron la crisis o la catástrofe petrolífera de la costa de Nueva Orleans. En una gran mayoría, la gente, nosotros, destrozamos las cosas y no sabemos luego cómo arreglarlas. Y ahora mismo, lo que estamos destrozando es nuestro planeta.

-SPIEGEL: Oyéndola, se podría tener la impresión de que la crisis del clima es una cuestión de género.

-Klein: ¿Por qué dice usted eso?

-SPIEGEL: Bill Gates dice que tenemos que avanzar e idear nuevas invenciones para poner bajo control el problema y, en última instancia, esta Tierra nuestra tan complicada. Por otro lado, dice usted: parad, no, tenemos que adaptarnos a este planeta y volvernos más livianos. Las compañías petrolíferas norteamericanas están dirigidas por hombres. Y a usted, una mujer crítica, la describen como una histérica. No resulta absurdo pensarlo, ¿verdad?

-Klein: No. La industrialización en su conjunto estaba emparentada con el poder, con ver si sería el hombre o la naturaleza la que dominara la Tierra. A algunos hombres les resulta difícil reconocer que no lo tenemos todo bajo control; que hemos acumulado todo este CO2 a lo largo de los siglos y que la Tierra hoy nos dice: mira, no eres más que un invitado en mi casa.

-SPIEGEL: ¿Invitado de la Madre Tierra?

-Klein: Eso suena demasiado cursi. Pero, con todo, tiene usted razón. La industria petrolífera es un mundo dominado por los hombres, muy semejante en eso a las altas finanzas. Es algo muy de machos. La idea norteamericana y australiana de "descubrir" un país infinito y de que se puedan extraer inacabables recursos entraña un relato de dominación, que representa tradicionalmente a la naturaleza como una mujer débil y torpe. Y la idea de estar en relación de interdependencia con el resto del mundo natural se considera una debilidad. Por eso es por lo que les resulta doblemente difícil a los machos alfa reconocer que se han equivocado.

-SPIEGEL: Hay en su libro una cuestión de la que parece querer desviarse. Aunque denigra usted a las empresas, no dice usted nunca que sus lectores, que son clientes de estas empresas, son asimismo culpables. Tampoco dice usted nada del precio que tendrá que pagar cada uno de sus lectores por la protección del clima.

-Klein: Oh, yo creo que la mayoría de la gente estaría encantada de pagar por ello. Saben que la protección del clima exige un comportamiento razonable: conducir menos, volar menos y consumir menos. Estarían encantados de utilizar energías renovables si se les ofreciera.

-SPIEGEL: Pero la idea no es lo bastante grande, ¿verdad?

-Klein: (ríe) Exacto. El movimiento verde pasó décadas instruyendo a la gente para que utilizara su basura como abono, para que reciclara y montase en bicicleta. Pero fíjese en lo que ha sucedido con el clima durante estas décadas.

-SPIEGEL: ¿Es su manera de vivir beneficiosa para el clima?

-Klein: No lo bastante. Voy en bicicleta, utilizo el transporte público, trato de dar charlas por Skype, comparto un coche híbrido y he recortado mis vuelos hasta una décima parte de lo que eran antes de empezar este proyecto. Mi pecado está en tomar taxis y, desde que salió el libro, en volar demasiado. Pero no creo tampoco que tenga que ser la gente perfectamente verde y que vive sin emitir CO2 la única que deba hablar sobre esta cuestión. Si así fuera, entonces nadie podría decir una palabra en absoluto.

-SPIEGEL: Señora Klein, gracias por esta entrevista.