jueves, 26 de mayo de 2016

La disyuntiva: ¿libertad de comercio o conservación del planeta?

Históricamente, el libre comercio siempre se ha impuesto desde una posición de fuerza. A Japón se lo impuso la flota del comodoro Perry, a China fueron cruentas guerras, y hay que recordar que en este caso aquel libre comercio incluía la libertad de introducir libremente el opio que tantos estragos causó.

Lo que se pregona como libertad de comercio es verdaderamente la libertad de intercambio desigual, sin barreras que lo moderen, sin defensa. Los imperios, cuando quieren imponerse a países "cerrados" usan la fuerza, aunque a veces bastan las presiones y amenazas. Y la complicidad de grupos de intereses en los países sometidos.

Hoy, además, la supresión de barreras extiende a escala mundial el dumping social, que se traduce en una igualación a la baja de las condiciones de vida de los trabajadores de todo el mundo.

Y, como señala Yayo Herrero, es inmensa la energía que dilapida el transporte de productos desde las antípodas, productos que bien se podrían producir en lugares mucho más cercanos, con las consecuencias nefastas para el planeta que no hay por qué volver a repetir aquí.

Por estas razones plantea Bernard Cassen la necesidad de desmundializar la economía.

Los tratados con que nos amenazan ahora son la continuación, en una huida hacia delante tan habitual, de aquella Directiva Bolkestein de hace una década, cuyos males denunciaba entonces el profesor Díez Gutiérrez.

Bernard Cassen y Yayo Herrero participan en un debate en la Universitat de València sobre el TTIP.


Rebelión

Los intercambios mercantiles en el mundo se multiplicaron por 27 entre 1950 y 2007 mientras que el PIB lo hizo por ocho, según la Organización Mundial del Comercio (OMC). Esta tendencia podría explicar, aparentemente, que existan 612 Tratados de Libre Comercio (TLC) notificados en la OMC, de los que 406 se hallan en vigor y otros muchos en fase de negociación. Buena parte de las portadas de los medios y de las denuncias en la calle tienen como objeto actualmente el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), que se firmó el pasado 4 de febrero; el Tratado Transatlántico de Libre Comercio e Inversiones (TTIP) entre Estados Unidos y la Unión Europea y el Acuerdo Internacional para el Comercio de Servicios (TISA), ambos en fase de discusión; a estas iniciativas se agrega el Acuerdo Integral de Economía y Comercio (CETA) entre la Unión Europea y Canadá, pendiente de ratificación al menos por el Consejo y el Parlamento europeos. 

Que la clave del TTIP no es la eliminación de barreras comerciales entre Estados Unidos y la Unión Europea parece evidente por la tasa media de aranceles entre las dos regiones (2,8% sobre los productos industriales y menos del 4% sobre los intercambios de productos agrícolas). Además la oposición se extiende a medida que circula la información: en 25 países europeos hay campañas organizadas contra el tratado y 1.300 municipios (140 en el estado español) se han declarado zonas “libres” del TTIP y el CETA. Los movimientos sociales también piden que el acuerdo comercial y de inversiones se someta a referéndum y han recogido tres millones de firmas. En Estados Unidos, los candidatos Donald Trump, Bernie Sanders y Hillary Clinton han criticado públicamente el TPP, aunque la exsecretaria de Estado se mostrara partidaria del tratado en su día. 

El periodista, fundador del movimiento ATTAC junto a Ignacio Ramonet y actualmente colaborador de “Le Monde Diplomatique”, Bernard Cassen, va un punto más allá en la crítica: “La contestación al TTIP ha de ampliarse al libre comercio, de hecho, tendrían que establecerse medidas proteccionistas para que la libertad mercantil no se sitúe por encima de las cláusulas sociales o ambientales”. “Cada vez que aumenta el comercio internacional, el resultado es catastrófico". Bernard Cassen ha realizado estas afirmaciones en una conferencia organizada en la Universitat de València por la Fundación Cañada Blanch en colaboración con Le Monde Diplomatique-España y la Universitat. El presidente honorífico de ATTAC lleva muchos años sosteniendo esta tesis. En noviembre de 1999, al calor de la Ronda del Milenio de la OMC, celebrada en Seattle, ya subrayaba las apelaciones de Keynes a las “mercancías de fabricación nacional”. 

En un artículo titulado “Fracaso del libre comercio” (Le Monde Diplomatique, noviembre de 1999), el periodista y docente recuerda las investigaciones de Paul Bairoch, en las que demostraba con series estadísticas entre 1800 y 1990 que la expansión económica en el siglo XIX y la primera mitad del XX en los países del Norte obedece –salvo en breves periodos- a políticas casi siempre proteccionistas; es más, el historiador de la Economía sostiene que el proteccionismo no fue la causa sino la consecuencia del crack de Wall Street. “Todo esto permite relativizar las lecciones de liberalismo ofrecidas generosamente por Estados Unidos, sobre todo si se tiene en cuenta que los mayores avances de ese país se produjeron en los periodos proteccionistas”, agrega Bernard Cassen. 

En otro artículo publicado en “Le Monde Diplomatique” (febrero de 2000), “Repensar el comercio internacional”, destaca los efectos ambientales y sociales de la desregulación. Así, a medida que aumenta la distancia entre los centros de producción y el domicilio del consumidor, se produce un incremento del consumo de energía –generalmente no renovable- y la emisión de gases de efecto invernadero. Además, reconocía el Financial Times el 27 de diciembre de 1999: “Los objetivos sociales suelen entrar en conflicto con los objetivos del libre comercio”. Una alternativa a estas amenazas es la idea de “desmundialización”, que Bernard Cassen ha planteado en la Universitat de València al igual que hace cinco años en un artículo en “Mediapart.fr”. Se pedía en el texto la capacidad de regular los flujos económicos y financieros, y para ello había que recuperar el “espacio nacional”. El colaborador de Le Monde Diplomatique critica asimismo el “integrismo desregulador” y apela a la recuperación de las esferas económica y financiera, “deliberadamente entregadas por las instancias políticas”. 

No se trata sin embargo de un “repliegue” que renuncie al ámbito europeo ni internacional, sino de “una condición previa de una estrategia del débil contra el fuerte”, resalta el periodista. Además, “el espacio nacional es el idóneo para la redistribución de la riqueza”. Frente a la libre circulación de capitales, de inversiones y del comercio de bienes y mercancías (que han de someterse a “control democrático”), el texto de 2011 señalaba que los principales cambios y victorias de los últimos años se produjeron en la escala nacional, por ejemplo, con los gobiernos “progresistas” de América Latina apoyados en los movimientos sociales, las revueltas en el mundo árabe (ocupación de las plazas en Túnez y El Cairo) o manifestaciones masivas contra las desigualdades en Israel, inspiradas en el 15-M, entre otros ejemplos. 

La activista, excoordinadora de Ecologistas en Acción y directora de FUHEM desde 2012, Yayo Herrero, vincula la necesidad de “desmundializar” al escenario de colapso ambiental y la crisis del modelo de combustibles fósiles. De hecho, ya se superó el “pico” del petróleo convencional: hasta 1973 la extracción de crudo en todo el mundo aumentó a un ritmo del 7-8% anual, mientras que a partir de 1979 el incremento fue del 1-2%. El hecho de alcanzar este “pico” llevará a grandes fluctuaciones en los precios. Además, se agotan los pozos y campos de mayor calidad, por lo que hay que recurrir a los que presentan más dificultades. Esta tendencia explica que desde hace varias décadas la Tasa de Retorno Energético (cociente entre la energía obtenida y la que se invierte en el proceso) descienda progresivamente. En el libro “En la espiral de la energía”, Luis González Reyes añade que la humanidad se enfrenta al “mayor cambio climático de su historia”: en 2013 la concentración de CO2 en la atmósfera alcanzó el 142% del nivel de la era preindustrial (anterior a 1750). Además, el aumento del nivel del mar desde mediados del siglo XIX ha sido mayor que la media durante los dos milenios anteriores. En este contexto de colapso y crisis en las bases de la reproducción social, Yayo Herrero advierte que el TTIP podría profundizar en la mercantilización de los cuidados y la atención a personas dependientes, que fundamentalmente recae en las mujeres. 

Tampoco el TTIP y el CETA implican una novedad radical. Uno de los antecedentes apuntados por la activista es la Directiva Bolkestein (relativa a los servicios en el mercado interior), propuesta en 2004, ampliamente rechazada en las calles por los movimientos sociales ya que favorecía la ubicación de empresas en los países con menor regulación laboral y ambiental. Algunos autores señalan que con el TTIP se intentarán introducir algunos de los puntos “fuertes” que quedaron fuera de la Directiva Wolkestein. La activista también considera al CETA, cuyas negociaciones entre la Unión Europea y Canadá finalizaron en 2014, un “caballo de troya” para la aprobación del TTIP. No sólo es un punto de referencia en las actuales negociaciones, sino que su contenido –según muchos analistas- es incluso “peor que el del TTIP”. 

Yayo Herrero entiende incompatible la aprobación de estos tratados con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (2016-2030), aprobados en septiembre de 2015 por representantes de 193 países. ¿Permitirán el TPP, el TTIP, el CETA, el TISA y demás tratados reducir a la mitad los 836 millones de personas que viven en pobreza extrema? ¿O disminuir la deficiente nutrición que provoca el 45% de las muertes de los menores de cinco años en el mundo? ¿O que dejen de morir anualmente seis millones de niños menores de cinco años? Las mismas preguntas podrían plantearse en torno al 20% de la población mundial que no tiene acceso a electricidad acepable o a los trabajadores que viven por debajo del umbral de la pobreza (uno de cada tres en el mundo). En conclusión, la investigadora ecofeminista se apunta a la definición del politólogo Walter Bello sobre el TTIP: “es en realidad el brazo económico de la OTAN”. El objetivo es, junto con el TPP, contener a Rusia, China y el avance de los BRICS, señala el politólogo. Con la aspiración de representar los valores occidentales del libre comercio, la civilización y el imperio de la ley

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