domingo, 9 de octubre de 2016

El estímulo moral y el estímulo material ¿hasta dónde? ¿hasta cuándo?

Hasta donde:

El acicate necesario para la marcha del mundo tiene dos patas. Una pata derecha sería el interés material de los actores. La pata izquierda la constituirían sus necesidades espirituales.

En realidad ambas patas están sólidamente enlazadas, porque cualquier anhelo humano, por desinteresado que parezca, necesita una mínima base material. Pero así como hay un mínimo por debajp del cual la propia vida, y la vida digna, no se sostienen, y que anula y agosta el interés por las cosas del espíritu y hasta la empatía hacia el otro, parece haber también un máximo material, cierto que variable en función de expectativas, conocimiento y cultura, por encima del cual no aumenta, sino que disminuye la satisfacción.

Ocurre esto con la comida, que no es en absoluto placentera por encima de la saciedad.

Entre el umbral y el dintel de los incentivos materiales como estímulos para cualquier actividad está el campo en el que puede también florecer (o no) el estímulo moral para la acción.

Hasta cuando:

La realidad de los límites del crecimiento, que ya están aquí, impone para el conjunto de la humanidad límites parecidos a los que el hambre y la saciedad imponen a un comensal normal, descartados los extremos de la anorexia y la bulimia.

Muchos intentos de lograr una sociedad mejor han fracasado por descuidar el equilibrio entre el desarrollo material y el espiritual. Si el sistema capitalista come sin parar ¿por qué no podemos superarlo comiendo más aún?

Claro que le es difícil a quien tiene hambre atrasada y empieza a comer con ansiedad convencerse de la necesidad de contenerse, hacerlo despacio, masticando bien y sabiendo parar un poco antes de estar saciado. Sobre todo si teme que el gordo bulímico pueda comérselo todo y dejarlo ayuno.

Desgraciadamente, las condiciones de partida hacen que el hombre nuevo que se necesita desde el principio de la comida no se dan sino cuando ya se ha llegado a la saciedad.

La crítica de Ernesto Guevara a la pobreza de estímulos morales para avanzar hacia una sociedad socialista es de una lucidez que faltó a los hombres viejos que vieron impávidos desmoronarse, sin mover un músculo, lo poco o mucho bueno que habían llegado a tener.

En medio de un camino equivocado que pretendió superar en bulimia al sistema capitalista.

Ahora son los pueblos de los países emergentes (emergentes hasta ahora) los que deben explicarse a sí mismos lo que quieren y lo que pueden lograr, y combinar acertadamente los estímulos materiales razonables (y racionales) con la satisfacción de una vida espiritual más rica, que atienda más bien a fomentar los estímulos morales por encima de los materiales, y a comprender lo que puede y debe hacerse y lo que ni se debe ni se puede hacer.

Mucho que explicar, en medio de una dura batalla contra los que no han entendido nada, ni quieren hacerlo




La pupila insomne

(...)

Hay necesidades materiales que no se pueden separar, con falsa dualidad, de las necesidades espirituales. Un país agredido, a más de las dificultades que oponía no saber cuál era el mejor camino para llegar con un mínimo de errores a la meta que se aspiraba, impedía en sus momentos más complicados, no sólo la satisfacción de una necesidad material que sostenía una necesidad espiritual, sino muchas veces la satisfacción de una necesidad material perentoria para la vida.

El mayor obstáculo que se le ha impuesto en el camino a los intentos de construir los sistemas de vida socialistas que en el mundo han sido, es el de lograr un ser humano que en toda su dimensión quizás sólo pueda emerger en toda su plenitud en medio de una sociedad socialista ya desarrollada. Esa contradicción es la que quizás hizo al trovador advertir que era inevitable arar con viejos bueyes sobre el terreno duro y tenaz de un modo de vida que ya tiene más de dos siglos educando al hombre en el individualismo y las actitudes y los antivalores que la humanidad ha conocido hasta el momento.

Hoy se discuten muy fundadas teorías sobre la necesidad de impulsar a la humanidad a una economía del decrecimiento, y se tiene cada vez más consenso sobre la urgencia de un cambio civilizatorio. Pero desde que el socialismo, o su intento de construirlo, logró su primera gesta real, se hizo sobre la promesa y la esperanza de propiciar la satisfacción de lo que entonces se llamaba las cada vez más crecientes necesidades materiales y espirituales humanas, y el soviético se lanzó, durante una larga etapa, a emular erróneamente con los mismos objetivos materiales que sus adversarios, a la vez que no lograba formar, en una masa significativa, ese hombre superior que le sería imprescindible. Una de las razones que quizás expliquen que el soviético medio asistiera, casi inmóvil, al derrumbe de un modo de vida que tantos otros beneficios le había reportado, pero no el de crearle una médula cultural radicalmente distinta al sistema que se le oponía.

(...)

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