sábado, 26 de noviembre de 2016

Leonard Cohen y la memoria de Federico García Lorca

Se suceden las muertes de los seres queridos. Ayer fue Marcos Ana, hoy se nos fue Fidel... Leonard Cohen, que hace nada cantaba aún a otro ausente, nos dejaba, hace... nada.
Nada. Llena de paz.

Pero dejan un poso, su recuerdo perdura, al menos mientras alguien vibre con su emoción. Emoción no vacía: su obra nos pertenece, llena los corazones. Obra que nos incita, nos obliga a vivir.

¡Qué vacía es la vida del que no se emociona! pura fisiología su forma de gozar.
Y sólo el que palpita con el sentir del otro es capaz de palparse, sentirse... y actuar. 
 

 
En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la mañana
en el museo de la escarcha.
Hay un salón con mil ventanas.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals con la boca cerrada.

Este vals, este vals, este vals,
de sí, de muerte y de coñac
que moja su cola en el mar.

Te quiero, te quiero, te quiero,
con la butaca y el libro muerto,
por el melancólico pasillo,
en el oscuro desván del lirio,
en nuestra cama de la luna
y en la danza que sueña la tortuga.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals de quebrada cintura.

En Viena hay cuatro espejos
donde juegan tu boca y los ecos.
Hay una muerte para piano
que pinta de azul a los muchachos.
Hay mendigos por los tejados.
Hay frescas guirnaldas de llanto.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals que se muere en mis brazos.

Porque te quiero, te quiero, amor mío,
en el desván donde juegan los niños,
soñando viejas luces de Hungría
por los rumores de la tarde tibia,
viendo ovejas y lirios de nieve
por el silencio oscuro de tu frente.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals del "Te quiero siempre".

En Viena bailaré contigo
con un disfraz que tenga
cabeza de río.
¡Mira qué orilla tengo de jacintos!
Dejaré mi boca entre tus piernas,
mi alma en fotografías y azucenas,
y en las ondas oscuras de tu andar
quiero, amor mío, amor mío, dejar,
violín y sepulcro, las cintas del vals.

Federico García Lorca escribió esto desde la experiencia neoyorquina que transfigura su poesía. Conoce una realidad que lo aterra y una insensibilidad ante ella que traspasa su alma sensible, llena de amor. Poeta en Nueva York fue escrito en un momento y un lugar que la crisis llenaba de dolor, y el contraste de ese dolor con su propia realidad de joven acomodado le produce un malestar que hace estallar en él la indignación. Como puede ocurrir ahora mismo a quien sea empático con los que sufren, cuya cercanía nada puede ya ocultar.

Por eso mismo las brillantes imágenes y las oscuras metáforas de su poesía reflejan ahora otras cosas. El gozador contemplativo que se recreaba en la belleza de lo popular, sin abandonar las hermosísimas ráfagas de luz poética fruto de su inmersión entre la gente del pueblo, sufre ahora una transformación que lo convierte en un revolucionario que llama a no soportar más lo insoportable.

Este poema, que inmortaliza un momento fugaz y eterno de amor, amor entregado sin barreras ni condiciones, poema en que la emoción gira en una danza sin fin, necesitaba que otra alma sensible lo realizara. El vals que fija en sus tiempos el tiempo de amar había de ser cantado en tiempo de vals.

Leonard Cohen lo realiza. Deconstruye y reconstruye sus estrofas. Lo proyecta sobre nosotros, que como él conocemos ya el trágico destino del poeta, y arroja luz sobre sus sentimientos, que hace más nuestros.



Dejo aquí la letra traducida y su versión original de la nueva estructura poética y musical que este otro poeta fue capaz de acercar a nuestro oído y a nuestro espíritu.




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