lunes, 5 de diciembre de 2016

Entrevista a Javier Parra

Como no hay más cera que la que arde, lo que se gana en amplitud se pierde en profundidad. Eso suele ocurrir a los partidos que de algun modo quieren cambiar una sociedad injusta e insostenible, que para ganar votos y hacer una quimérica reforma desde un poder que no es el real, devalúan el discurso y los objetivos. Pretendiendo ganar a las mayorías para su causa, cambiar las mentes, resultan cambiados ellos mismos.

¿Reforma o ruptura? Al final, "ruptura pactada". Frente a la imposibilidad malamente aceptada, el posibilismo que desemboca en imposibilidad. Esa es la puerta al conformismo, que, lejos de estabilizar las situaciones, las deja pudrir, las lleva a empeorar.

En los momentos decisivos de todas las luchas sociales se produce una disyuntiva, ante esas dos posibilidades alternativas, que acaba dividiendo a los rebeldes. Unos, para consolidar algún avance, quieren pactar un alto el fuego. Otros piensan que dejar de avanzar es el principio del retroceso.

Nadie puede estar seguro de cual es la postura correcta. Únicamente un análisis muy profundo y atinado (que nunca puede ser a la vez completo y coherente) permitiría una respuesta medianamente segura.

Pero una vez que se aceptan las tablas en el juego político, no se las puede presentar como un gran éxito y adorarlas. Algo de esto nos ha ocurrido con la Inmaculada Transición que vamos a festejar (doblemente) esta semana.

¿Se aprende de los errores? ¿Y hasta qué punto las decisiones fueron equivocadas? El paso del tiempo pone algunas cosas en su sitio, casi siempre tarde. Aunque nunca es demasiado tarde para intentar "equivocarse mejor".

La entrevista que sigue aborda concesiones de ayer que "aunque encarnan lo pasado no pueden darlo por bueno". Pero si hay que corregir el tiro, se hace. Sin imprecaciones, justificaciones forzadas o descalificaciones inútiles.

Algunas cuestiones aún son inciertas. De otras, como el ya cancelado reformismo socialdemócrata o el imposible neokeynesianismo, deberíamos estar seguros. El keynesianismo real, hoy, es militar.

Varias cuestiones de calado se revisan en esta entrevista:

La polémica del euro es una de ellas, que llevada a su más radical expresión conduce a la pregunta: ¿es reformable esta Unión Europea? Pregunta que no hay que confundir con esta otra: ¿es deseable una unión europea? 

También se perciben las que yo llamaría "tres patas de una política para la clase obrera". ¡Ninguna de ellas es superflua! Y las tres requieren organización.
  • presencia electoral, para intervenir en la necesaria producción de decisiones políticas
  • presión en las calles, centros de trabajo y colectivos relacionados de diversas formas con la producción, material e inmaterial.
  • una política para la formación, tanto la interior a la estructura organizada como la exterior a ella
Respecto a los conceptos de clase media y clase obrera ¿habrá que explicar qué debemos entender hoy por "clase obrera", cuando ya Jorge Manrique distinguía entre "los que viven por sus manos y los ricos"? ¿No son obreros todos los que viven por sus manos, sea cual sea la herramienta?

Ahora podemos entender mejor estas cosas, cuando la menguante clase media se proletariza más y más.

Un tema que habría que tratar, cuando se critica la "forma partido" y se aboga, con razón, por la necesaria reconstrucción de un movimiento político y social: ¿por qué entonces tantas veces lo que comienza siendo un movimiento que critica a los "partidos tradicionales" y su obsoleta estructura acaba convertido en un partido tradicional?

De paso, vaya mi homenaje al gran Josep Renau:



“Hay que romper con la Unión Europea”

Rebelión


¿La vigencia del comunismo? “La explotación de los trabajadores es hoy mayor que nunca en la historia”. Hijo y nieto de militantes del PCE, Javier Parra se afilió al Partido en 2002. “Era una responsabilidad muy grande, me costó dar el paso”, afirma el hoy secretario general del Partido Comunista del País Valencià (PCPV)-PCE y concejal en la oposición en el Ayuntamiento de Paterna. Este municipio de la provincia de Valencia, de 68.000 habitantes, ha contado con dos gobiernos desde las elecciones locales de mayo de 2015. El primero, del PSOE en solitario; y el segundo, de este partido en coalición con Compromís
 
Parra es miembro del Comité Ejecutivo del PCE, el Comité Federal del PCE y, desde el pasado mes de octubre, del Consell Polític Nacional de EUPV-IU. Considera que hay que romper con la Unión Europea, “porque no es reformable”, y también con la moneda única. El dirigente del PCPV-PCE participa en el proyecto para lanzar la revista Nueva Cultura, que en su día fundó el artista y fotomontador comunista Josep Renau. Mientras llega el momento, cada quince días se reúnen las tertulias de Nueva Cultura en el local Fata Morgana de Valencia; empezaron en octubre, con un punto en la agenda: la posibilidad de abrir un espacio permanente en Valencia para exponer parte de la obra de Renau.



-El PCE ha decidido en los últimos meses posicionarse abiertamente contra la moneda única. ¿Se debería haber hecho antes

En abril de este año el XX Congreso del PCE aprobó por amplia mayoría la idea de romper con el euro. Ciertamente, se fue muy ambiguo durante mucho tiempo con la moneda única y con la Unión Europea. Creo que habría que romper no con esta UE, sino con la UE. En la izquierda en general, y es algo que continúa pasando no sólo en España, hay una contradicción por resolver. Hay una izquierda, que podemos considerar transformadora, cuya posición es que esta Unión Europea es reformable. Sin embargo, otros pensamos que no. Esta es una contradicción, insisto, que recorre toda la izquierda europea desde Portugal hasta Grecia. El asunto no está resuelto, como se ha visto tras la victoria de Syriza. ¿Las posiciones más coherentes? Los partidos comunistas griego y portugués se han mantenido en la crítica a la UE y al euro. Además, desde el estallido de la crisis financiera el debate se ha hecho cada vez más necesario, aunque IU y el PCE ya vinieran denunciando, desde la época de Anguita, que Maastricht y los tratados posteriores ponían Europa al servicio de los mercados.

-De la eurozona al estado español, ¿qué ha supuesto la irrupción de Podemos?

Podemos reflejó el síntoma de que algo estaba pasando en la sociedad española y en la izquierda. La crisis económica, de la llamada “clase media” y más aún de la clase trabajadora, empezó a reconfigurar la realidad de nuestro país. Ese mito de la “clase media” representaba la base ideológica del sistema y, en parte, se intenta que continúe siéndolo. El 90% de los programas de televisión, películas y anuncios tienen como protagonistas a la “clase media”, raramente aparecen “currantes” en paro o a los que han echado de sus casas. A partir de 2007 empiezan las movilizaciones frente a los recortes, las privatizaciones y los despidos; se va gestando algo… Y en 2011 llega el 15-M, como movimiento interclasista; a partir de ese momento, muchos jóvenes se implican en política y se produce un auge de los movimientos sociales, como la PAH, las movilizaciones de los mineros en 2012 o las Marchas de la Dignidad, que se plantean llenar Madrid con más de un millón de personas y la consigna de “pan, trabajo, techo y dignidad”. Así pues, se estaba fraguando esa vía para la unidad de la izquierda, aunque no contáramos con un plan para el día siguiente tras congregar en Madrid a dos millones de personas. Ese punto álgido en la movilización de la izquierda coincide con la aparición de Podemos. 

-¿Qué ocurrió entonces? 

Mucha gente percibe que la salida radica en líderes más jóvenes y que comunican muy bien; esta salida, además, ya no se encuentra en la calle, sino en las tertulias de televisión. Las calles se vacían y así han estado durante dos años y medio. En definitiva, la gente ha confiado en esos nuevos líderes que parece que vayan a asaltar los cielos, aunque esto después no ocurra. Incluso la institución monárquica ha pasado de estar muy cuestionada, a no estarlo tanto, y la III República no se halla en la agenda frente a lo que ocurría hace dos años y medio. Por otro lado, el PP ha salido reforzado tras su crisis; mientras, las calles continúan vacías, pero pienso que se producirá un repunte en los próximos meses. 

-¿Hay algo positivo en la emergencia de Podemos? 

Creo que Podemos nos ha hecho ver que la comunicación con la gente es fundamental, a pesar de que la izquierda no lo haya situado como prioridad durante mucho tiempo. Nos ha fallado la comunicación con las masas. En Podemos han sido muy “profesionales”, han presentado una imagen más fresca y nueva. Sin embargo, también han dependido de los grandes medios de comunicación. 

-En el campo de la geopolítica, ¿por qué se generan polémicas incendiarias en la izquierda respecto a países como Rusia, Siria o Irán? ¿Qué opinas de Putin?

El Gobierno de Rusia está al servicio del capital nacional ruso. Yo no me referencio en ninguno de estos gobiernos, con un matiz: el partido comunista de Siria está participando en el gobierno de este país y personalmente lo apoyo. En el mundo se está dando una batalla entre el capital financiero y el capital nacional. Ese capitalismo financiero, representado en la Casa Blanca por Obama, ha impulsado una serie de guerras para conquistar el mundo; de hecho, se ha enfrentado tanto a las resistencias populares como a gobiernos que defienden el capital nacional y la soberanía de sus países. En ese punto puedes encontrarte a gobiernos capitalistas como el de Putin, que defienden la soberanía de Rusia; o a los de Siria e Irán. Hay una parte de la izquierda que no entiende ese conflicto real. 

-¿Cuál es el punto de referencia para el sector del PCE en el que te ubicas, tal vez el Partido Comunista de Grecia (KKE)?

Yo me referencio en los partidos comunistas, desde el KKE hasta el Partido Comunista Portugués. De los comunistas griegos valoro especialmente su posicionamiento de clase y de apuntar a la raíz de los problemas europeos y nacionales. De hecho, el KKE ha tenido planteamientos muy firmes respecto a la UE. Pero a veces, tal vez las formas fueran demasiado agresivas hacia el votante de Syriza, ya que siempre se ha de tener la mano tendida. El KKE ha tenido razón, pero estas críticas se han visibilizado de manera un tanto sectaria; no creo que lo fueran, pero insisto en que las formas son muy importantes. En cuanto al Partido Comunista Portugués, ha sido un ejemplo de modelo organizativo en Europa. 

-¿Acertó el Partido Comunista de España en su modelo de organización? 

El PCE dejó de organizarse en los centros de trabajo cuando en el Pleno de Roma del Comité Central, en 1976, se dio la consigna de dejar de organizarse en células de fábrica, y hacerlo por territorios. Esto fue un gran error, ya que de este modo se pierde la interlocución directa con el trabajador en la fábrica. Después se abandonó el leninismo, y pasó a situarse como prioridad la lucha electoral. Además, se mantuvo toda la estructura para las elecciones cuando desde 1986 el PCE ya no se presentó como tal. En el próximo congreso del Partido Comunista de España, que se celebrará entre junio y octubre de 2017, se debatirá sobre la idea de retorno a los centros de trabajo. En cambio, toda esta estructura el Partido Comunista Portugués la ha mantenido. 

-¿Cometió errores el PCE en la Transición? ¿Se le achaca a Podemos la elección de vías socialdemócratas y “reformistas” que precisamente el PCE e IU han mantenido durante décadas? 

Creo que los errores están para aprender de ellos, no para repetirlos. También hubo aciertos, por ejemplo, muchos artículos de la Constitución de 1978 que defienden derechos sociolaborales tienen al PCE como principal valedor. Pero se cometieron, a mi juicio, tres errores. Primero, centrarse en la lucha electoral y, para ello, sustituir la organización leninista en las fábricas por otra de tipo eurocomunista, primero para la legalización y después con el fin de presentarse a las elecciones. En segundo lugar, cuando se aprueba la Constitución no sólo se acepta al rey y su bandera, lo que bueno, al final es fruto de la correlación de fuerzas; sino que se observa –y ahí reside el gran error- como un punto final: ya hemos conseguido la democracia y la libertad. A partir del día siete de diciembre de 1978 no se empezó a trabajar para el fin de la monarquía, la bandera oficial y poner en segundo plano, o anular, los apartados de la Constitución relativos al mercado. Tardamos muchos años en darnos cuenta de que nos habían estafado. Los poderes económicos sí empezaron a trabajar para hacer valer los artículos que les beneficiaban, y no los sociales. Actuaron de forma más dialéctica que nosotros. 

-¿Y el tercer error? 

Tuvo que ver con algo que trasciende al PCE y afecta a la izquierda transformadora y comunista, particularmente en España: el abandono de la batalla cultural. Es por ello por lo que el neoliberalismo ha impuesto sus valores de individualismo, insolidaridad y la guerra en la cabeza de millones de personas. La izquierda comunista, la que me preocupa, no ha sido capaz de crear sus herramientas. Hasta los años 1960-1970 del siglo pasado, los principales intelectuales y artistas eran comunistas. Todo esto después se fue perdiendo… Se recurría a ellos, como mucho, para una fiesta de cierre de campaña. La muerte del artista Josep Renau, en 1982, coincide con la defunción del arte político en España. 

-¿Por qué piensas que se produjo este abandono de la batalla cultural y la renuncia de los intelectuales de izquierda?

Coincide con el cambio del sistema productivo. El proletariado de fábrica va alejándose de éstas, de manera que se diluye la identidad de clase; además se divide y fragmenta la clase trabajadora, y la postmodernidad alcanza el apogeo. La contradicción capital-trabajo ya no será lo más importante. De hecho, habrá como muchas clases obreras, particulares y divididas. 

-¿En esta derrota ha podido influir el bandazo sindical hacia posiciones moderadas y de concertación? 

Yo estoy afiliado a Comisiones Obreras. Creo que las organizaciones sindicales han de plantear una batalla más economicista (por salarios, convenios…), mientras que un partido ha de adoptar una perspectiva más general y política. Sin embargo, a la transformación de la clase trabajadora en los últimos 50 años no han sabido adaptarse los partidos comunistas y tampoco los sindicatos. Estos tienen, actualmente, más facilidad para la organización de los trabajadores en las grandes empresas como Ford o El Corte Inglés, que a aquéllos que hacen encuestas o están hoy en un bar y mañana vendiendo pantalones. Hay que saber adaptarse a esa nueva composición de clase. Es muy difícil organizar a los trabajadores de esas pequeñas empresas y comercios. Pero ése es el reto. 

-En abril de 2006 impulsaste con Julio Castro el periódico digital LaRepublica.es. ¿Qué aportó este diario digital a la galaxia de medios de comunicación independientes? 

Entonces no había medios que atrevieran a declararse abiertamente republicanos. Nosotros lo hicimos; de hecho, quisimos introducir la III República en la agenda. Fue la época en que se planteó la Red de Municipios por la III República, con el exdiputado y excoordinador de IU en Andalucía, Antonio Romero. Los municipios aprobaban mociones en los plenos a favor de la República… 

-Por último, ¿viven los medios “alternativos” demasiado pendientes de la agenda oficial, aunque sea para rebatirla? 

Ésta es precisamente una parte de la batalla cultural. El problema de fondo es que el 95% de la gente se informa a través de grandes medios de comunicación. El desafío es, sin perder la independencia, llegar a millones de personas. Pero es muy complicado. Creo que hoy ha debilitado mucho a la izquierda hacer sus debates en los grandes medios; además, en vez de alertar sobre estos medios oficiales, parece que se espera que nos den migajas de espacio para un artículo o una frase. En lugar de, ya digo, advertir sobre sus intereses y construir grandes medios “alternativos”. No se está haciendo, porque igual los medios se enfadan y nos critican. Durante el franquismo la gente sabía que la prensa de la dictadura le mentía, y que aquello que le contaba Radio Pirenaica o Mundo Obrero defendía sus intereses. “Si lo dice la tele será verdad”, se piensa hoy.

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