jueves, 25 de mayo de 2017

Un caballero que oculta su nombre

El capitalismo raramente se deja nombrar, si puede evitarlo. Con ello consigue que su sola mención evoque el lenguaje de su antónimo "comunismo", poniendo en guardia al portador de anticuerpos sabiamente inoculados para rechazar la palabra, que al oírla cierra los oídos y el entendimiento.

Son muchos los casos en que llamar a las cosas por su nombre es una especie de tabú. Es el caso del comunismo, cuya sola mención, por un reflejo pavloviano cuidadosamente entrenado, evoca opresión y tinieblas. Por eso, los mismos comunistan dudan muchas veces antes de declararse tales (bueno, por eso y por la experiencia histórica de los fascismos).

Sin embargo, en un momento de pánico, fueron los mismos capitalistas los que le quitaron el taparrabos, con la idea de ponerle uno nuevo. Nicolás Sarkozy lo hizo, literalmente, cuando habló de la necesidad de "refundar el capitalismo". Vaya, como quien le cambia los pañales. 

Las causas de la ocultación las expresa muy claramente Atilio Borón:
Para la burguesía y sus aliados, para el imperialismo en su conjunto, es imprescindible potenciar el carácter fetichista de la sociedad capitalista y ocultar lo más que se pueda su naturaleza explotadora, injusta e inhumana. Parafraseando a Bertolt Brecht podemos decir que el capitalismo es un caballero que no desea que se lo llame por su nombre. La mistificación que produce una sociedad productora de mercancías y que todo lo mercantiliza requiere, de todos modos, un reforzamiento generado desde el ámbito de aquello que Gramsci denominara “las superestructuras complejas” del capitalismo, y fundamentalmente de la esfera ideológica. Así, no basta con que la sociedad capitalista sea “opaca” y la esclavitud del trabajo asalariado aparezca en realidad como un universo de trabajadores “libres” que concurren a vender su fuerza de trabajo en el mercado. Es preciso además silenciar el tratamiento de ciertos temas, deformar la visión de otros, impedir que se visualicen unos terceros y que alguno de ellos se instale en la agenda del debate público. De ahí la importancia que asume para la derecha cualquier teorización (sobre todo si es producida por críticos del sistema) que empañe la visión sobre el imperialismo, el poder y el estado, o que desaliente o impida una discusión realista sobre estos temas. Esa es, precisamente, la misión ideológica del saber económico convencional, donde la politicidad y eticidad de toda la vida económica se diluyen en los meandros del formalismo, la modelística y la pseudo-rigurosidad de la matematización.
Claro que cuando el monstruo crece la careta ya no basta para ocultar su verdadero rostro.

Aquí queda un ejemplo concreto de lo mismo, de ese lenguaje melifluo que se utiliza con tanta naturalidad por todas partes, como ese "todos son iguales" del que algunos, que somos un poco menos iguales que otros, estamos tan hartos. De nuevo, el texto procede de Atilio Borón, y otra vez la misma cita:

¡ES EL CAPITALISMO, ESTÚPIDOS! Es lo único que se me ocurre decirle a los genios de la ONU que en un informe dado a conocer ayer estimaron "en un 95 % la posibilidad de que el hombre sea el culpable del cambio climático." No fueron los animales ni las plantas (¡enorme descubrimiento!) sino "los hombres". Pero los hombres se organizan según el MODO DE PRODUCCIÓN, y el modo dominante en nuestro tiempo y responsable no del 95 % sino del 100 % del cambio climático y el brutal ataque al medio ambiente es EL MODO DE PRODUCCIÓN CAPITALISTA, no "los hombres". 

Y esto es así porque para el capitalismo el medio ambiente es una mercancía más. Pero no serán los tecnócratas de la ONU o los "bienpensantes" de las universidades quienes se atrevan a llamar las cosas por su nombre. Como decía Bertolt Brecht "el capitalismo es un caballero que no desea se lo llame por su nombre" y el informe de la ONU obedece meticulosamente a ese mandato. Porque, ¿se imaginan el impacto que podría tener que un informe oficial de la ONU culpabilizara al capitalismo por la tragedia ecológica de nuestro tiempo, en lugar de "los hombres"?

1 comentario:

  1. “Gramsci no se cansa de subrayar que ‘en la política de masa decir la verdad es una necesidad política’. Es, claramente, el principio opuesto al bien conocido de la tradición burguesa, según el cual es esencial para el arte de la política la habilidad para mentir, ‘el saber astutamente esconder las propias opiniones verdaderas y los verdaderos fines a los que se tiende’". Colectivo Gramsci

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