domingo, 18 de junio de 2017

¿A qué llamamos financiarización?

Cuando la moneda era una cristalización del valor, porque el trabajo de obtenerla podía equipararse al de elaborar lo que se cambiaba por ella, su empleo no conllevaba un riesgo mayor que la confianza en su utilidad, porque siempre sería aceptada por alguien como un medio cómodo de pago. Desde el momento en que se avanzó en su sustitución por el dinero fiduciario, simple promesa de pago en "moneda real", la confianza en el valor cristalizado se convirtió en confianza en la promesa.

Yo no llegué a ver circulando aquellos billetes que llevaban el rótulo "certificado de plata":


Pero sí recuerdo los billetes en que se leía "el Banco de España pagará al portador cien pesetas". Yo, niño, me preguntaba ¿para qué quiero que me pague cien pesetas, si ya las tengo en la mano?


El primer paso hacia la trampa monetaria se dio cuando los bancos comenzaron a utilizar los depósitos de sus clientes para realizar préstamos con interés. Basándose en lo improbable de que todos los depositantes reclamaran a un tiempo su dinero, comenzó el lucro con lo ajeno que ha caracterizado a la banca desde entonces. La sustitución del dinero metálico (todavía se llama así aunque ya no lo es) por promesas de pago hizo el resto.

Para que el dueño del dinero tenga alguna garantía de su depósito en situaciones críticas, se exige un "coeficiente de caja", bastante exiguo por cierto, del que el banco debe disponer en todo momento. Bien se ve que cuando cunde el pánico y se produce un intento masivo de recuperación, la entidad ha de suspender pagos o declararse en quiebra.

En estos casos el Estado garantiza una cantidad limitada al depositante frustrado, con un "fondo de garantía de depósitos" que solo los cubre hasta una cierta cantidad. Pero también los Estados pueden quebrar, aunque si conservan alguna autonomía financiera (no es el caso de la "zona euro") pueden emitir papel sin respaldo.

Estos mecanismos permiten crear dinero de la nada. Lo hacen los gobiernos emitiendo papel, y los bancos cada vez que conceden un préstamo sobre un dinero que no les pertenece. En todos los casos el dinero fiduciario, basado en la confianza de quienes lo emplean, tiene mucho de ficticio.

En el primer día de este blog publiqué este vídeo básico que explica cómo los préstamos crean dinero de la nada, que funciona como un lubricante de la actividad económica. No podría existir la gran producción sin el crédito a las empresas, ni sostenerse sin el crédito, hasta niveles insostenibles (valga la paradoja), la demanda de los particulares. En este proceso, como cada cantidad prestada ha de devolverse con creces, la cantidad de dinero debe aumentar de forma indefinida, por lo menos nominalmente.

Claro que para que el dinero "crezca", debe crecer la economía real, la riqueza total a la que representa. En caso de depresión o de simple estancamiento se devaluará ese dinero hasta su valor "real" (con más dinero nominal compraremos menos bienes).

Mientras el dinero que se crea de la nada aumenta sin cesar, los límites planetarios del crecimiento imponen su inexorable ley. La hipertrofia del dinero financiero se ha distanciado ya tanto de la economía real que solamente sirve para succionar de ella en beneficio de los más ricos. 

Lo que sigue es parte de la exposición de su autor en el marco de la jornada “Financiarización y consumo: el asalto de las finanzas a la vida cotidiana”, organizada por AICEC-ADICAE y realizada el 12 de noviembre de 2016.


Rebelión
“Barcelona se ha convertido en el laboratorio del mercado de alquiler del futuro. El sector inmobiliario está alborotado por la entrada masiva de dinero de los llamados fondos buitres y por la avalancha turística. Todo empezó con la máquina de creación de dinero bancario que inició la Reserva Federal de los EE.UU (la llamada expansión cuantitativa). Ahora, “el bazooka monetario” lo tiene el BCE que dispara compras masivas de deuda bancaria y corporativa. Hay dinero a raudales mientras las autoridades monetarias propulsan artificialmente los precios de los activos para evitar una nueva caída de todo el tinglado financiero internacional. Pero todos sabemos quién sale beneficiado”.
Salva Torres
(...)

El papel del sistema bancario es el secreto mejor guardado de la realidad económica. Los paraísos fiscales, el fraude de las preferentes y la corrupción rampante copan el ruido mediático mientras la colosal expropiación financiera que realiza la banca privada queda sumida en la más absoluta penumbra. Sin embargo, como refiere Michael Hudson:La realidad es que el derecho monopolístico de crear crédito bancario productor de intereses es una transferencia de la sociedad a una élite privilegiada”. Jordi Llanos describe la ceremonia de la confusión: “No resulta extraño que el poder económico, con la inestimable colaboración de la mayor parte de la profesión académica, se haya empeñado en echar tierra sobre la creación de dinero y el funcionamiento del sistema bancario. Lo impresionante es que se trata de una máquina de generar desigualdad, canalizando rentas hacia el sistema financiero a una escala enormemente superior a la corrupción o el fraude fiscal”. Alejandro Nadal resume la simplicidad del proceso: “En el mundo real los bancos proveen financiación mediante la creación de dinero. Los bancos ofrecen préstamos, pero no necesitan tener en sus bóvedas los fondos necesarios para otorgar crédito. La causalidad se invierte: los préstamos hacen a los depósitos, no a la inversa. Se estima que el 97% del dinero es creado por la banca privada a través de la generación de préstamos”.

Ello explica asimismo la virulencia de las crisis. Los bancos originan enormes cantidades de deuda en la fase álgida del ciclo –como explicaban Minsky y Keen y cierran bruscamente el grifo en la fase descendente provocando la implosión de las burbujas generadas por su voracidad prestamista. El resumen que hace el economista marxista griego Costas Lapavitsas autor del espléndido texto: “Capitalismo financiarizado: crisis y expropiación financiera” del proceso es inmejorable: “Para los bancos comerciales, involucrarse en expropiación financiera se traduce primariamente en créditos hipotecarios y de consumo propulsados por la titulización y la adopción de técnicas de banca de inversión. Las hipotecas se originaban pero no se mantenían en la hoja de balance”. Este maravilloso descubrimiento fue llamado el modelo bancario de “originar y distribuir”, que levantó el castillo de naipes de productos financieros “creativos” basados en préstamos subprime hasta su estrepitoso colapso en 2007. 

La función de la banca es, en conclusión, sostener la tasa de ganancia del capital a través de la creación de dinero-deuda dirigiendo la financiación y la planificación económica no a la inversión productiva sino hacia el sector inmobiliario

No hay mayor dogma de fe de la ortodoxia neoliberal que el principio de la independencia de la banca central. Lapavitsas resume el fondo del asunto: “Los bancos centrales han cobrado más prominencia, reforzados por una independencia tanto legal como práctica. Miran con benevolencia el exceso especulativo financiero mientras movilizan recursos sociales para rescatar a los financistas de la crisis”. 

La pionera fue la Ley de la Reserva Federal que en una modificación de 1981 impedía a la FED comprar deuda del tesoro obligándolo a financiarse en los mercados. El mecanismo se repite por doquier: la “máquina de succión” de la deuda pública volcando ‘masas colosales de riqueza’ real al sector financiero –los intereses de la colosal deuda española representan un 10% del gasto público estatal-. Las implicaciones de este aséptico “golpe de Estado” son fabulosas. Como explica Nadal: “La separación en compartimentos estancos de la política fiscal y de la política monetaria pone de rodillas al Estado frente a los caprichos de los mercados financieros”. 

La surrealista QE (expansión cuantitativa), la mayor inyección de dinero público a la banca de la historia, ha llevado la transferencia de rentas al capital financiero al paroxismo. El rescate masivo de la quebrada banca global, la hipertrofia del casino financiero y el dopaje de las burbujas de activos –como mencionaba la cita inicial son los resultados de la ingente dádiva de los –para esto sí manirrotos bancos centrales. Incluso las grandes multinacionales, cada vez más financiarizadas, que también reciben su parte del pastel en la última QE, se apuntan al casino a través de recompras de acciones y demás trucos especulativos orillando su tradicional función “de hacer cosas útiles para la gente”.

(...)

Dejo para acabar un breve apunte polémico: ¿Existe alguna posibilidad de revertir tales procesos de aguda expropiación financiera a través de las palancas institucionales?  Carlos Fernández Liria, uno de los fundadores de Podemos, piensa que sí: “Algunos pensamos que a ese caudillismo del capital financiero es posible aún pararle los pies por vía parlamentaria”. Desgraciadamente, y lo anterior debería servir de fundamentación de la divergencia, no comparto en absoluto éste optimismo. La apelación a “pararle los pies” al capital con reformas legales choca de lleno con el talón de hierro” con el que la dictadura de la “renta financiera” ha triturado las palancas de la soberanía nacional. En las sabias palabras de Miren Etxezarreta del Seminari Taifa de Economía Crítica: “No mandan los políticos, hay poderes fácticos mucho más importantes detrás. Hay que innovar en las maneras de hacer política y de transformar la sociedad. Crear partidos nuevos no supone otra cosa que volver a lo viejo, a las formas de los siglos XIX y XX, y a reforzar la dinámica del capitalismo que queremos cambiar”. 

Pugnar por arrancar migajas al poder real a través de las instituciones sólo puede ser fuente de frustración y de desactivación de las potenciales efervescencias populares, anestesiadas con la falsa expectativa de realizar cambios en el statu quo. Implica asimismo ignorar la evidencia de la desaparición definitiva del capitalismo keynesiano, fenecido cuarenta años atrás, cuando el embate neoliberal hizo saltar por los aires el sueño reformista-socialdemócrata de pacto social basado en la redistribución de rentas, el pleno empleo y la ampliación del Estado del bienestar. 

Habrá que buscar pues otras vías, ya que debería resultar meridianamente claro que sin un sistema económico radicalmente diferente será imposible evitar el lúgubre pero certero diagnóstico del filósofo greco-francés Cornelius Castoriadis: La sociedad capitalista es una sociedad que corre hacia el abismo, desde todos los puntos de vista, porque no sabe autolimitarse. Y una sociedad verdaderamente libre, una sociedad autónoma, debe saber autolimitarse”. 

2 comentarios:

  1. Muchas gracias por la publicación. Todo un honor aparecer en tu excelente blog. Un abrazo

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  2. Gracias. Es que tu artículo respondía a mi propia forma de pensar. Autolimitación (colectiva, claro está) o suicidio.

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