viernes, 16 de junio de 2017

Crisis del capital (I)

Con frecuencia, para un lector perezoso, resulta abstracta y difícil de interpretar la descripción marxiana del modo de producción capitalista. La precisión conceptual obliga a memorizar conceptos como: 
Composición en valor del capital, composición orgánica del capital, capital constante y variable, gastos de inversión y de producción, medios de producción, fuerza de trabajo, productividad, ganancia, plusvalía (absoluta, relativa, extraordinaria...), tasa de ganancia, tasa de plusvalía, etc. etc. etc.
Esto echa para atrás a muchos, que cortan en seguida el hilo conductor sustituyendo el análisis reposado por juicios rápidos. Unos, por el escepticismo, otros, por la fe del carbonero. Aunque en su mayor parte el gran libro de Marx resulta apasionante, en muchos pasajes no basta la lectura, sino que hay que pasar al estudio.

Por eso nunca están de más resúmenes que intenten explicar estas cosas en pocas palabras, aunque luego resulte que no son tan pocas...

Esta consideración me lleva a dividir este largo artículo encontrado en Marx desde Cero en varias entregas. Creo que así se facilita su lectura (y su digestión). Pero no hay que asustarse, porque el punto de partida es muy sencillo.

En cualquier proceso productivo hay que emplear unos medios de producción (capital fijo, el que permanece durante el proceso y después de cada fase del mismo, y circulante, lo que se consume en él) y unos salarios que compran la fuerza de trabajo. El valor añadido a la inversión efectuada luego de descontar esos costes será lo que se ha ganado.

Pero esa ganancia no es lo más importante, sino la tasa de ganancia, cociente entre lo ganado y la inversión total que se ha hecho. De poco sirve ganar mucho si para ello hay que gastar muchísimo. El capitalista que invierte intentará maximizar esa tasa, e invertirá siempre en aquello que le pueda dar más con menos gastos, intentando ganar en productividad y abandonndo los procesos menos rentables.

De esta dinámica, siempre en busca y captura de ganancia (y sobre todo de optimización de la tasa de ganancia) derivan todos los movimientos del capital. Algunos factores están claros: pagar sueldos altos reduce la ganancia, a no ser que haga aumentar la productividad en mayor medida que el aumento del salario. Aumentar la productividad de nada sirve si no se realiza la venta de las mercancías, pero reducir los salarios reduce la capacidad de compra de las mismas.

Las contradicciones son muchas. La tasa de ganancia tiende a disminuir, a pesar de los movimientos con que el capital se opone a ello, y el propio montaje del sistema entero conduce a una sobreexplotacion de recursos limitados, muchos al borde ya del agotamiento.

Conviene enterarse de estas cosas, porque nos va  mucho en ellas.



AGOTAMIENTO DE LAS POSIBILIDADES DEL REFORMISMO EN EL CAPITALISMO TARDÍO

Andrés Piqueras

De las contradicciones: tendencias, contratendencias y huidas 

El capital es capaz, y así lo ha mostrado históricamente, de aumentar los niveles de vida de unas u otras poblaciones mediante la elevación general de la productividad y de la riqueza total generada en una sociedad. La única condición es que obtenga más ganancia que el Trabajo con cada aumento de la producción (en realidad, de la productividad): esta es la plusvalía relativa, e implica una participación cada vez menor de los salarios en el total del ingreso en cada formación social.

Sin embargo, para el capital hay un problema vital en toda esta relación, del que nunca puede escapar y que marca su carácter intrínsecamente contradictorio.

Por una parte, como se ha dicho, está obligado a producir de forma continua plusvalía relativa. Por otra, debe convertirla en ganancia. Sin embargo ésta depende de dos factores:

1/ de la plusvalía apropiada a costa de la fuerza de trabajo comprada, y

2/ de la composición en valor del capital (CVC), esto es, de los gastos de inversión y de producción [los medios de producción de los que se dispone y que son gastados], dentro de los cuales contamos los insumos y materias primas consumidos en dicha producción (capital circulante) más la inversión en tecnología o mecanización que se haya hecho (composición técnica del capital -CTC- o capital fijo), y los gastos en salarios (capital variable). Este último factor (el de la CVC) resta al primero (el de la plusvalía), de manera que la fórmula, simplificada, sería:

g (ganancia) = p (plusvalía) / CVC

Donde CVC (composición en valor del capital) es el cociente entre capital constante [= capital circulante (materias fungibles en el proceso productivo) + capital fijo (tecnología e instalaciones)] y capital variable (salarios de la fuerza de trabajo).

A esto hay que añadir que cuanto más aumenta la composición técnica del capital (cuanto más se invierte en maquinaria y tecnología) más productividad se puede conseguir, pero menos plusvalía proporcional (ya que ésta sólo se extrae de los seres humanos). Por tanto, con la sustitución de seres humanos por máquinas, o lo que es lo mismo, al aumentar la proporción de capital fijo (máquinas) sobre el capital variable (asalariados), y en igualdad de condiciones de explotación, va disminuyendo la tasa de ganancia capitalista. Tampoco la plusvalía aumenta proporcionalmente a la explotación de la fuerza de trabajo, sino de forma decreciente. Lo explicamos a través del ejemplo (cuadro A):

La composición orgánica del capital ha seguido aumentando a pesar del creciente recurso a la explotación intensiva y también extensiva de fuerza de trabajo. El incremento de la proporción de maquinaria en relación a la mano de obra ha tenido lugar en todos los sectores vinculados a la actividad de las empresas transnacionales. Especialmente responsable de ello ha sido la informatización de los procesos productivos.

Las tecnologías intensivas en capital hacen que la utilización de fuerza de trabajo por unidad de capital invertido sea significativamente menor, provocando una tendencia hacia la eliminación de empleos y lo que es realmente grave para el funcionamiento capitalista, una sobreacumulación de capital invertido por unidad de valor que se es capaz de generar. La sobreproducción de capital es una sobreproducción de mercancías como medios de producción cuando el valor producido por el capital invertido no incrementa lo suficiente o incluso llega a ser menor que el producido antes de la inversión. La consecuente desinversión contrae también la compraventa entre empresas capitalistas (los pedidos que unas se hacen a otras), rompe la cadena de cobros y pagos que se resuelve normalmente en la quiebra y cierre de empresas, incremento de la desocupación y depreciación del capital en funciones, incluido el capital variable, esto es, los salarios. Todo ello arroja una creciente cantidad de capitales excedentes que en buena parte o bien buscan su valorización en otros territorios, o bien adquieren la forma de activos financieros en búsqueda de mayor rentabilidad.

En la primera opción la competencia por atraer aquellos capitales excedentes se transforma en competitividad de los más exitosos, que no es otra cosa que su eficacia en explotar en mayor grado a su fuerza de trabajo. De manera que si en una formación social se incrementa la tasa de explotación, se prevé que en principio aumente también su capacidad para atraer flujos internacionales de capitales productivos (y financieros). Tal suposición comienza a tener menos probabilidades de realizarse, sin embargo, cuando todas las formaciones sociales “compiten” por lo mismo en los mismos términos.

Además, la inversión externa directa de capitales tiende a trasladar parecidos problemas de sobreacumulación a zonas periféricas que hasta entonces se hallaban fuera de esa contradicción. Más adelante veremos a qué conduce la segunda opción, la financiera.

Digamos, por ahora, que la automatización o, en general, la tendencia al desarrollo de las fuerzas productivas, que es inherente a la acumulación capitalista (y que conlleva la permanente mudanza de las condiciones de vida en cualquier formación social), presenta dos grandes procesos contradictorios.

1. Por una parte y en general, la automatización tiende a reducir el trabajo en la producción directa y a reestructurar las cualificaciones de la fuerza de trabajo. Proceso que lleva implícita la desvalorización de la fuerza de trabajo, sustituyendo el saber obrero por la máquina. Pero al reducir significativamente el trabajo manual, la automatización redefine las demandas sociales del trabajo en dirección al trabajo intelectual, vinculando la productividad al aumento del valor de la fuerza de trabajo, que pasa a depender del aumento del tiempo de formación del trabajador y del avance del saber social en su conjunto  1 . Esta contradicción tiende a ser resuelta por el Capital, en cuanto que sujeto de clase, a través de la sobre-explotación de la fuerza de trabajo, mediante el desempleo estructural, para reducir los precios de la fuerza de trabajo por debajo de su valor (de esta manera, el valor de la fuerza de trabajo, lo que es capaz de producir a cambio del coste de lo que consume, quedará muy por encima de su precio, esto es, el salario que recibe a cambio de lo que produce). Dentro de ese proceso el esfuerzo presente está encaminado a disminuir el precio de la fuerza de trabajo intelectual, a través de la reestructuración educativa que se lleva a cabo en todo el planeta y que en el espacio europeo cobra cuerpo en el denominado proceso de Bolonia”.

2. La otra contradicción de la automatización es que al reducir la masa de valor representada por la fuerza de trabajo, restringe cada vez más los impactos de los aumentos de la productividad en la elevación de la tasa de plusvalía, y limita también la conversión de plusvalía extraordinaria en ganancia extraordinaria, que es el objetivo básico de la inversión capitalista. Además, la eliminación de fuerza de trabajo de los procesos productivos (desempleo masivo estructural), generada de manera decisiva por la automatización y respaldada por el desplazamiento espacial del capital, se une a estos factores en la significación del aumento de la composición orgánica del capital y la correspondiente caída relativa de la tasa de ganancia. 

Sin embargo, el Capital ha sido capaz hasta ahora de contrarrestar estas tendencias mediante todo un entramado de medidas

  • Aumentando significativamente la tasa de explotación de la fuerza de trabajo, (difusión generalizada de la sobreexplotación).
  • Abaratando el coste de las materias primas (mediante la incorporación de alta composición de capital para su obtención, fabricación sintética, apropiación directa de las mismas ya sea mediante implantación de las transnacionales o a través de invasiones militares…).
  • Efectuando una desvalorización, si bien insuficiente, de capitales obsoletos a través de bancarrotas, anexiones y fusiones (a pesar del salvataje estatal de grandes empresas no competitivas, o la inyección de dinero público para reflotarlas).
  • Abaratado el empleo de capital constante: 
a) aumentando el volumen de producción (p.e. a través de la prolongación del tiempo de trabajo, con turnos ininterrumpidos, horas extras…); 
b) utilizando más racionalmente materias primas y energía, o ahorrando en medidas de protección laboral (seguridad social, condiciones de seguridad laboral…)
  • Reduciendo en sus sectores más avanzados el tiempo de rotación del capital y de su renovación, acortando eficazmente el tiempo entre la producción y la venta.
  • Buscando nuevas localizaciones para la valorización de los capitales excedentes (movimiento tendencial hasta ahora de los centros a las periferias).
  • A todo ello se ha sumado el intento de “inmaterialización” de la economía  2 .

Paradójicamente, los intentos de sobreponerse a sus crisis de valoración, consiguiendo aumentar la plusvalía o generación de ganancia potencial, conducen al movimiento del capital a crecientes dificultades para convertir aquélla en ganancia real, mediante la venta de lo producido. Lo que hace enfrentarse al sistema con crisis de realización.

Veamos, el modelo neoliberal desatado con la transnacionalización del capital y basado en la depresión de la demanda o deterioro del poder adquisitivo de las poblaciones (reducción de los salarios reales –y a menudo nominales-, enorme aumento de la precariedad laboral, expansión del desempleo, fuerte incremento de la concentración de capital con su correlato de exacerbación de la pobreza o pérdida de la capacidad de reproducción de una creciente proporción de la fuerza de trabajo mundial), no puede conducir sino a serios problemas de realización de la plusvalía en ganancia. Es decir, una sobreproducción de mercancías que no pueden ser vendidas.

De hecho, la competencia universal por reducir los costos salariales no ha llevado sino a la profundización de la brecha entre el incremento de la producción y la capacidad de consumo en la mayor parte de formaciones sociales. Con ello no sólo se evidencia como falsa la salida a través de la competitividad en la exportación de mercancías, sino que se acentúan los motivos de desinversión capitalistas, generando una masa mayor de capitales excedentes.

En la búsqueda de valorización los consiguientes desplazamientos de capital van a incrementar notablemente la competencia intercapitalista. La disolución de las fronteras económicas arrojará a la mutua competencia a capitales antes confinados en los límites estatales, o bien hasta entonces ocupados en un solo sector. Este ha podido ser el más importante contrapeso durante la globalización ascendente al carácter agencial coordinado transnacionalmente de la propia clase capitalista.

Sin embargo, pese a tales obstáculos estructurales esa propia clase capitalista transnacional ha logrado dar importantes pasos en su articulación como sujeto en su acción de clase  3 , consiguiendo también en el plano de la realización imponer medidas contratendenciales de relativa eficacia, en cuanto que respuestas insertas en la reordenación de la producción y el consumo. Los principales dispositivos han sido:

  • Recurso a mecanismos impulsores al máximo de la utilización decreciente de las mercancías como bienes de consumo. Obsolescencia física programada y acortamiento artificial de la vida media de productos básicos (a través, por ejemplo, de las fechas de vencimiento arbitrarias de ciertos productos, como los alimenticios). A lo que se unía la obsolescencia psicológica de otros, a través de la publicidad y las modas y la constante generación de necesidades derivadas de ellas.
  • Acrecentamiento del porcentaje de subutilización crónica y el acortamiento artificial del ciclo de amortización de las maquinarias e instalaciones. Se estimula la fiebre de la innovación y consiguiente renovación tecnológica”, atendiendo a los requerimientos de la competencia en el mercado, por encima de las necesidades reales de la población.
  • Aumento del endeudamiento a corto y largo término como sustitutivo del deterioro de los ingresos. Lo cual además refuerza el disciplinamiento de la fuerza de trabajo (un trabajador endeudado es un trabajador debilitado en su capacidad antagónica, más fácilmente dominable o más tendente al autodisciplinamiento).
  • Canalización del ahorro popular hacia las inversiones en bonos o acciones, activos cuyos precios terminan influyendo decisivamente sobre el consumo.
  • Orientación de una mayor parte de la producción hacia el consumo sofisticado, o lo que es lo mismo, potenciación del consumo de las capas con medio-alto y alto poder adquisitivo de las sociedades centrales, así como de las tradicionales burguesías compradoras de las sociedades periféricas. Medidas que se complementan con la generación de nuevos sectores consumistas de las periferias emergentes”.
  • Expansión del complejo industrial-militar para sustraer cada vez más producción del mercado (el Estado es en este punto un comprador seguro), lo que además de ser una fuente de continua inflación termina realizando la identificación del consumo (de la mercancía producida) con la destrucción.

Aquí nos encontramos con la contradicción resultante devenida del intento de resolución de las dos anteriores, que resultará clave en el capitalismo actual o tardocapitalismo. Los denodados y hasta cierto punto exitosos intentos por contrarrestar las tendencias que en la valorización y en la realización del capital tienden a bajar su tasa de ganancia, van agotando la capacidad del capital de desarrollar fuerzas productivas o hacerlo sólo a costa de la un creciente incremento de las fuerzas destructivas (con una gran entropía social y ecológica), acentuando los siguientes procesos concomitantes:

  • Uso intensivo de la naturaleza. Creciente depredación de recursos.
  • Uso intensivo de capital en procesos de creación destructiva, acortando la vida de los bienes de consumo y los bienes de equipo.
  • Expansión del valor de cambio, cada vez más contradictorio con los valores de uso (es decir, con las necesidades humanas).
  • Creciente proporción de seres humanos sobrantes o desechados  4 .

Esto supone que el capitalismo se muestra crecientemente como un sistema histórico que agota sus posibilidades en cuanto que fuerza progresista para la humanidad, medida por la capacidad de desarrollo de las fuerzas productivas (o si se quiere, de la generación de riqueza material e inmaterial).

Esa incapacidad parece proporcional al aumento de la importancia que adquiere su componente ficticio”, que viene primero de la mano de la sustitución de capital productivo por capital financiero, y después por la vertiente especulativa y parasitaria de este último  5 .

Los pasos en que se produce esta nueva fase de financiarización del sistema capitalista aparecen detallados en el Cuadro B  6 .



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Bibliografía citada

Berterretche, J.L. (2009). “De la gran quema de capital ficticio a la depresión”, en http://correosemanal.blogspot.com/2009/02/de-la-gran-quema-de-capital-ficticio-la.html.

Bidet, J. y Duménil, G. (2007). Altermarxismo. Otro marxismo para otro mundo. El Viejo Topo. Barcelona.

Carcanholo, R, y Sabadini, M. (2009). “Capital ficticio y ganancias ficticias. Dos visiones críticas sobre el futuro del capitalismo”, en Observatorio Internacional de la Crisis, La gran depresión del siglo XX. Causas, carácter, perspectivas. DEI. San José.

Chesnais, F. (dir.) (2004). La finance mondialisée: racines sociales et politiques, configuration, conséquences. Editions La Découverte. Paris.

Chesnais, F. (2008). “El fin de un ciclo. Alcance y rumbo de la crisis financiera”, en Herramienta, nº 37. Buenos Aires.

Fernández Durán, R. (2003). Capitalismo [financiero] global y guerra permanente. Virus. Barcelona.

Martins, C.E. (2009). “A teoria da coyuntura e a crise contemporânea”, en Polis, nº 24. Universidad Bolivariana de Chile. Santiago.

Naredo, J.M. (2006). Raíces económicas el deterioro ecológico y social. Siglo XXI. Madrid.

Piqueras, Andrés (2002). Movimientos sociales y capitalismo. Historia de una mutua influencia. Germania. Alzira.
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NOTAS

 1  La ciencia va más allá del trabajo colectivo para establecer el trabajo universal, que se acumula infinitamente a través de generaciones, configurando un stock de conocimiento gratuito que interviene crecientemente en la producción (ver Martins, 2009). Algunos autores, como Negri, han hablado de que disminuye la participación del trabajo inmediato en la cadena de producción general del valor, a favor del obrero social como complejo de relaciones de cooperación en los procesos de trabajo no necesariamente vinculados de forma directa a la producción (extensión de la producción de valor al conjunto de la sociedad). Por lo tanto, el saber social (o general intellect) se desprendería en alguna medida también del capital fijo, al que en principio Marx le había vinculado definiendo aquél como una fuerza productiva Inmediata en desarrollo, proporcional al incremento de éste. 

 2  Estos dos últimos procesos descritos están comenzando a alterar la división internacional del trabajo. Efectivamente, la meta de rebajar la composición orgánica del capital (del capital fijo, en este caso) ha motivado que se introduzca la softwarización como elemento punta de la industria en las sociedades centrales más poderosas, al tiempo que se da un desplazamiento productivo a las formaciones periféricas (a las que se lleva las fases productivas que requieren menor incorporación tecnológica), con la consiguiente reestructuración de las relaciones productivas centros-periferias. 

 3  Quizás una de las circunstancias que más hay que tener en cuenta a la hora de referir el carácter contradictorio del Capital como clase es que actúa cada vez más de manera coordinada a escala planetaria por lo que se refiere a la extracción de plusvalía (es decir, en cuanto a su acción de clase frente al Trabajo), mientras que entra en feroz competencia entre sí por lo que toca a la obtención de ganancia.

Esa competencia se expresa no sólo entre capitales de un mismo tipo sino que adquiere una expresión decisiva en la manera en que se reparte la plusvalía total generada: entre el beneficio, el interés y la renta. 

 4  Ver sobre estos puntos Berterretche (2009). 

 5  El capital a interés promueve la idea de que toda suma de dinero genera una remuneración, pero también la ilusión contraria, que toda remuneración regular tiene como origen la existencia de un capital. Esto en sí no tendría más importancia si no fuera porque a menudo el derecho a tal remuneración está representado por un título que puede ser comercializado, vendido a terceros. Se entra así en el terreno del capital ficticio. Éste puede tener 3 orígenes: a) la transformación del capital a interés en títulos negociables; b) aumento aparente del valor del capital a interés a través de acciones y títulos públicos; c) valorización especulativa de los diferentes activos. Ver sobre esto, Carcanholo y Sabadini (2009). 

 6  Puede seguirse la explicación de muchos de estos puntos en, entre otros, Fernández Durán (2003), Chesnais (dir.) (2004), Chesnais (2008).

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