lunes, 12 de junio de 2017

Las virtudes del marxismo

Este artículo fue escrito cuando aún corría el siglo XX. En un momento en que las ideas de Marx estaban más a contracorriente que ahora, cuando ya son realidades evidentes muchas de las amenazas que ya son realidades difíciles de negar. Sin embargo la visión de su autor no se dejaba arrastrar por la ola derrotista para unos, triunfalista para los vencedores del momento.

Quienes fueron capaces de resistir aquella marea lo tienen ahora más fácil en el campo de las ideas, aunque cada vez es más difícil actuar eficazmente en el de la praxis, a cada minuto perdido que pasa.

Lo que afirmaba Paco Fernández Buey hace ya muchos años  es ahora más que evidente. Y de forma más cruda. Si él hablaba de la "persistencia del trabajo alienado más allá de la reducción de la jornada de trabajo de los obreros", hoy habría que interrogarse sobre esa supuesta reducción de jornada. ¿Se ha producido realmente, salvo en el caso de trabajos a tiempo parcial, muchas veces convertido fraudulentamente en tiempo total? ¿Por qué la jornada completa no acaba de descender de las ocho horas de hace más de un siglo?

Por otra parte, a mi modo de ver hay algunos puntos en su discurso que no se refieren tanto a las ideas de Marx como a ciertas interpretaciones de las mismas, de las que cuesta mucho desprenderse. Y a ciertos momentos de la evolución del propio Marx. Y también hay que contar con la pertinencia que en su tiempo y coyuntura tendría poner en primer plano unas cuestiones u otras.

Por ejemplo, sobre su supuesto desarrollismo hay muchos pasajes claros en que mostraba sus limitaciones. Sobre el Estado, es muy difícil decidir en que momento podría llegarse a su supuesta extinción, y de qué idea de Estado estamos hablando. Algo parecido, que ya he comentado alguna vez, ocurre con el concepto, que puede ser muy equívoco, de "dictadura del proletariado".

Muchas de las denunciadas "insuficiencias en el plano teórico" no dejan de ser simplemente "contradicciones inherentes a la realidad". Desde luego, lo que llevó a la debacle del "socialismo real" no fueron tanto insuficiencias en la teoría (aún concediendo la terrible pobreza ideológica de mucha propaganda soviética) como un concepto de "desarrollo" estragante, muy difícil ciertamente de evitar en la ruda confrontación con el capitaliso hostil, que entre otras cosas condujo a un sistema cada vez más parecido a él, hasta desembocar en su retorno total. Con la democracia habría que decir lo mismo: ¿existe una "democracia de guerra"?

A mi entender, el propio artículo, con toda su excelencia y lucidez, es una prueba de que cualquier discurso, sea de Marx o de Fernández Buey, hay que enmarcarlo en su momento y en las polémicas vigentes en él, en las que a poco que nos descuidemos pasamos a la defensiva, con concesiones tácticas de poca monta. Y ya es mucho, muchísimo, que hace tanto tiempo hubiera autores, como Sacristán y el propio Paco, que vieran tan lúcidamente la necesidad de reubicar el discurso marxista en un contexto ecológico cada vez más acuciante.

Porque lo mas importante fue, es y será el impulso ético hacia una sociedad realmente libre y justa. (Lo de sostenible ya no es necesario repetirlo en estos días).

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Francisco Fernández Buey

(...)

Muchas, muchísimas cosas han cambiado en el mundo desde que Marx escribió El Capital. Pero hay al menos dos o tres hechos nuevos que son decisivos para contestar a la pregunta sobre qué puede significar ser marxistas y socialistas al final del siglo XX. Uno de estos hechos es naturalmente, la derrota de todas las revoluciones socialistas empezando por la revolución rusa de 1917. El otro hecho suele tenerse menos en cuenta o no se relaciona frecuentemente con éste: es la magnitud de la crisis ecológica a la que la civilización industrial-capitalista está conduciendo al planeta Tierra. El tercer hecho es sólo una novedad a medias: la dimensión mundial del hambre y de la miseria material en esta plétora miserable en la que estamos viviendo.

Mi hipótesis es que no puede haber ningún marxismo renovado para este fin de siglo sin un análisis pormenorizado de las causas de la derrota en el plano social. Tampoco podrá haberlo sin la estimación crítica de las razones por las cuales la fusión entre capitalismo e industrialismo está conduciendo a un desastre medioambiental de dimensiones desconocidas en la historia de la humanidad, la cual, además, se complica con la crisis demográfica  y las hambrunas que afectan a dos tercios de la población mundial.

Hay ya aportaciones historiográficas suficientes para un análisis de los motivos de la derrota. Las obras de Carr, Lewin, Maidanik, Mevdevev, Procacci, Nove, Zinoviev, Carrere d’Encausse, etc. aportan lo esencial para esta explicación. Importa poco que algunos de estos análisis no sean marxistas o tengan escasamente que ver con el marxismo. Al fin y al cabo Marx se inspiró en autores que estaban en las antípodas desde el punto de vista político—social.

También empieza a haber conciencia de la importancia de la interrelación entre lo económico y lo ecológico en la crisis medioambiental actual. Y particularmente entre marxistas críticos. La obra de Barry Commoner es un ejemplo. Pero no es el único. Se puede mencionar también a Laura Conti, a Dario Paccino, a algunos de los autores del Manifiesto ecosocialista, a los editores americanos de Capitalism, Nature, Socialism. Y, naturalmente, a Manuel Sacristán entre nosotros.

Tengo que reconocer que el análisis crítico de las experiencias históricas y la conciencia de la interrelación entre persistencia del capitalismo y crisis ecológica no ha cuajado todavía en un cuerpo de creencias ampliamente compartidas, que es lo que hizo del socialismo marxista en otro tiempo una tradición ideal. Cuando se sale de una derrota se necesita tiempo para recuperarse. Tal es nuestro caso. Pero no me cabe duda alguna sobre la solidez de los mimbres con que se va a construir el nuevo cesto. Lo más difícil en este momento es esbozar programas alternativos para una sociedad de iguales, mujeres y varones blancos y negros, adultos y niños, heterosexuales y homosexuales, una sociedad de iguales socialmente en la diversidad cultural, en una tierra habitable; programas económicos, esto es, que reduzcan las desigualdades tremendas existentes en el mundo e integren las necesidades medioambientales. La reciente batalla de Río de Janeiro es una muestra palpable de las dificultades existentes en este campo.

Esta última consideración nos introduce en un ámbito que rebasa el impulso moral o ético del socialismo marxista. Si he puesto tanto el acento en la persistencia del socialismo marxista como filosofía moral como filosofía de la liberación, es por la necesidad de corregir el principal defecto de los marxismos que imperaron en los años sesenta y setenta: el cientificismo, la ingenua creencia en una superación absoluta de la utopía en la ciencia social. Pero es cierto que el socialismo marxista ha tenido siempre una vocación científica, la intención de hacer científicamente razonable la pasión emancipadora o liberadora de los de abajo. Conviene preguntarse, por tanto, qué tiene el socialismo marxista que decirnos a las gentes de hoy, si es que tiene todavía algo que decirnos. Pues sólo en el caso de que aún tuviera el marxismo cosas esenciales que decirnos y no hubiera surgido otra teoría alternativa de la revolución estaría justificado apostar por la renovación de esta tradición.

En mi opinión, varias de las tendencias en curso en el mundo actual confirman apreciaciones importantes de Marx y de los marxistas críticos sobre la evolución del capitalismo. Enumeraré algunas: 
1/ La mundialización del sistema económico: su conversión acelerada en sistema-mundo;
2/ La concentración de capitales y el impulso histórico hacia formas monopolistas alternantes con las guerras comerciales;
3/ El papel del complejo científico-técnico en el proceso productivo del capitalismo desarrollado;
4/ El proceso de oligarquización de las democracias como consecuencia de la mercantilización creciente de todas las relaciones entre los hombres;
5/ La persistencia del trabajo alienado más allá de la reducción de la jornada de trabajo de los obreros;
6/ La evolución del fetichismo de la mercancía y, en particular, de la mercancía-hombre en el proceso de asalarización del trabajo;
7/ El aumento de las diferencias sociales en el ámbito mundial;
8/ La importancia de las crisis de sobreproducción en el sistema capitalista mundial; 
9/ La necesidad de intervención estatal para corregir las fluctuaciones anárquicas de la sociedad y la destrucción de la naturaleza en la industria y la agricultura de las economías de mercado.
La historia de los últimos setenta y cinco años ha puesto de manifiesto que Marx estaba equivocado en otras cosas. Por ejemplo, en su idea de que las contradicciones entre apropiación privada de los medios de producción y crecimiento de las fuerzas productivas empujan hacia el socialismo (hoy habría que decir: no sólo); por ejemplo, en su caracterización de la sociedad alternativa como un reino de la libertad en el que serían satisfechas todas las necesidades de los hombres (hoy habría que decir: con escasa atención al expolio de la naturaleza y a la distribución intergeneracional de los recursos escasos no renovables). Hay, además, en la obra de Marx insuficiencias conceptuales que han dado lugar a ambigiiedades, y éstas a barbaridades históricas: por ejemplo, en la caracterización del estado; por ejemplo, en la discusión con Bakunin sobre la dictadura del proletariado; por ejemplo en el análisis de la relación entre nacionalismo e internacionalismo de los de abajo.

A pesar de estos errores e insuficiencias en el plano teórico (y sin olvidar las correcciones que el sistema capitalista ha ido introduciendo en respuesta a las críticas del socialismo marxista: toda teoría seria de la historia aporta más por el impulso positivo de su pars destruens que por lo que postula que hay que construir en su propio nombre), es un hecho universalmente reconocido que el marxismo crítico sigue siendo en el mundo de hoy: 
1/ elemento importante (junto con otros, desde luego) de lo que en los países latinoamericanos los de abajo llaman filosofía de la liberación
2/ interlocutor constante en el seno de los principales movimientos sociales alternativos (feminismo, ecologismo, pacifismo, de objeción, de defensa de los derechos humanos, religiosos de base, etc.) que existen en países industrialmente desarrollados.
Concluyo. La tendencia o aspiración al socialismo es una tradición milenaria del género humano. El marxismo ha sido la más potente de sus formas modernas. No es creíble que esta tradición vaya a desaparecer ahora, en la plétora miserable en que vivimos.

La renovación de la tradición socialista, tanto en los países ricos como en los países pobres de un sistema único, se llevará a cabo, si cuaja, en diálogo, en diálogo crítico, desde luego, con aquella que fue su forma más sólida durante tantas décadas.

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