viernes, 2 de junio de 2017

Poder es capacidad de control

Este era el ciclópeo robot Mazinger Z, una invencible máquina de combate capaz  de fulminar a cualquier enemigo. Sus letales armas se describen aquí. Parece poseer un gran poder, y su aspecto de terrorífico guerrero lo dota de una fuerte e implacable personalidad. Decidido a todo con tal de vencer.










Pero fijaos en su frente. Parece trasparentarse una figurilla insignificante. Miremos más de cerca.


Tras el frontal transparente del monstruo hay una cabina de control, y dentro de ella está Kōji Kabuto, un adolescente mal encarado que, afortunadamente, es "el bueno". 

Cuando Kōji se apea, la máquina no es nada más que un gran montón de metal.

La máquina no puede controlarse a sí misma. Pero ¿puede hacerlo una sociedad en que las clases subalternas, tomadas en su conjunto, son capaces de hacerlo todo, y de hecho lo hacen? Porque hoy todas las habilidades, todos los saberes, están en manos asalariadas.

"El control lo es todo", viene a decir Joaquín Miras Albarrán, entrevistado por Salvador López Arnal con motivo de la publicación de su libro "Praxis política y estado republicano. Crítica del republicanismo liberal". De esta entrevista elijo unos párrafos.

 


Rebelión

 (...)

Las clases subalternas son las que producen el mundo existente con su capacidad de hacer y con su saber hacer. Poseen el saber hacer técnico que produce y reproduce el mundo. Hay periodos de la historia, en los que, siendo cierto esto, existen determinados saberes importantes que están bajo control directo de la clase dominante. Hoy día, esto no es así; la clase subalterna, el sujeto social asalariado, posee, como conjunto, la totalidad del saber hacer que produce el mundo. No me refiero al saber secreto de cómo y cuándo invertir un dinero, que depende del “tráfico de influencias”, del control sobre el gasto público o de conocer cuándo y dónde se va a hacer una gran obra, para especular con esa información, etc. Sino al saber hacer productivo, al que reproduce la sociedad. Está en manos de las clases subalternas. Incluido el saber sobre el cambio climático, que nos llega de la pluma de asalariados como Turiel, como Yayo Herrero, como Manuel Casal Lodeiro, u Óscar Carpintero. Me permito seguir con esto, que dentro de la respuesta es un inciso un tanto disruptivo, porque sirve para añadir un matiz. Si comparamos esta generación de ecólogos con la de los de nuestra generación y con los anteriores –no digo nombres; la anterior a la nuestra, cabía en un taxi y sobraban plazas, algún economista agrícola, algún limnólogo…

-Pocos sí, pero fueron muy importantes para enseñarnos a muchos de nosotros.

-Desde luego, desde luego. Podemos ver cómo el estatus económico de estas personas, y el estatus social de los cargos que ellos desempeñan, se ha “proletarizado”, por decirlo de alguna manera. La universidad, por ejemplo… bueno, se pagan unos salarios de vergüenza, a esto iba.

-Si no eres profesor titular. En algunos, en bastantes casos menos de 700 euros mensuales.

-Las clases subalternas poseen la totalidad del saber necesario para producir el mundo. No es esto lo que les impide tomar el poder. Poder es capacidad de control sobre la actividad que produce el mundo; solo eso. Para poseerlo, la primera condición es disponer del saber hacer que genera esa actividad. Este, lo tenemos. Carecemos de la capacidad autooorganizativa que nos constituya en sujeto, carecemos de las relaciones sociales entre nosotros, creadas por nosotros entre nosotros, que nos permitan subsumir ese saber, como medio o condición para la organización de otro orden. De hecho, cuando esto ha llegado a ocurrir, cuando ese estado ha llegado a darse, eso ha sido condición de posibilidad de una transformación social, que se ha acabado produciendo, de una u otra forma; porque, en realidad, la vieja clase dominante, al llegar a darse ese estadio social, solo dominaba “simbólicamente”, “nominalmente”, y mediante la violencia, claro, pero no mediante el ejercicio de una serie de actividades imprescindibles para la sociedad que fueran detentadas por los distintos segmentos sociales de la misma. Cuando todos los farmacéuticos, los médicos, los ingenieros, los abogados, y hasta los gestores del dinero, los bancarios –no me refiero a los banqueros, por supuesto que no; sino a los trabajadores de la banca: el dinero se mueve, se trae, se lleva, se oculta, se envía a paraísos fiscales, y eso lo hacen los asalariados de las bancas - etc eran parte del bloque dominante, los explotados carecían del control sobre saberes fundamentales para poder instrumentar un cambio de sociedad. Pero eso está perdido en el tiempo; en realidad, ya en la época de Antonio Gramsci, él valoraba que estaban dadas las condiciones para que los intelectuales tradicionales, los universitarios técnicos del norte, y los del sur, más bien, abogados, etc –agliettas/picapleitos- pudiesen tener interés en formar parte del bloque subalterno junto a los obreros, los campesinos –mayoría-, estas clases medias, esta pequeña burguesía…

Poseemos el saber hacer que es condición de posibilidad para crear una alternativa de sociedad.

-Condición necesaria, condición que posibilita, pero...

-Carecemos de la organización masiva, microfundamentada, que organice ese saber, y por ello nos enfrentamos uno a uno, atomizadamente, con el poder de la clase dominante. Experimentamos la impotencia de su uso de otra manera que la que se da, porque estamos aislados, desorganizados. Es asunto de creación de relaciones sociales nuevas, en lucha, en los microfundamentos de la sociedad, de la producción. En la Seat de 1975 el título de propiedad de la empresa estaba en manos de los mismos que 15 años antes, pero la capacidad real de controlar la empresa –de controlar la actividad, de ser “amo”- estaba muy mermada. Los talleres estaban controlados por las asambleas y los comités de trabajadores; para poner un ejemplo.

Existe la posibilidad.

-¿Y el programa? 

-El programa depende de las capacidades de la gente: no es pensable un programa que no sea realizable, ejecutable por quien lo elabora; y debe depender de la elección de los subalternos: si los subalternos, quieren la posesión de la tierra en parcela familiar, esa es la mejor solución, no la que ficcione el economista. El programa histórico actual. Todo programa es histórico. Porque trata de crear una alternativa a problemas sociales, a su vez, históricos.

Coloco esas dos frases porque ahora sí creo que debo situar que el proyecto de futuro de esta sociedad actual requiere tener en cuenta eso que tú has indicado, y que es un novum histórico; pero en la historia de la humanidad nada se repite, todo es siempre novum histórico, eso no es lo que nos debe asustar. El problema es que debemos dar solución a la catástrofe ecológica, climática, demográfica, y de liquidación de recursos en la que nos ha metido el sistema capitalista, y el industrialismo que él ha generado y todo el mundo ha dado por bueno e imitado.

Pero la solución a eso, precisamente, la solución a eso no puede proceder de la tecnología, de la acumulación de recursos y la organización tensionada de la sociedad según el modelo de las economías de guerra, para poner en pie un mega aparato productivo de excepción y lograr crear tecnológicamente, una alternativa: miles de nuevas industrias que produzcan paneles solares, miles de industrias que produzcan baterías, miles de industrias que produzcan molinos eólicos…¿con qué inagotables materias primas?. Se trata de cambiar el vivir, el consumo. Precisamente, en la web Espaimarx hemos publicado un ensayo de Saral Sarkar, titulado, “Salvar el planeta al estilo americano: una revisión crítica y algunos pensamientos e ideas”. En él, el autor resume y critica una utopía ecológica –una pesadilla- de ese tipo, elaborada por otro ecólogo USA…

-Me pongo en su lectura. No había reparado en ese trabajo.

-Este es el novum histórico: si vamos a ser capaces de reducir conscientemente, nuestro consumo: si vamos a ser capaces de crear una nueva cultura material de vida que cambie nuestras pautas de vida, y genere un vivir comunitario sobrio en lo material. Si vamos a ser capaces de auto modificar nuestras necesidades, reduciéndolas voluntariamente. No es verdad que la humanidad no haya reducido sus necesidades anteriormente. No es cierto que esta nueva generación joven sea la primera generación de la historia que va a vivir peor que sus padres. Ni en Europa ni en España. Sí es cierto que ahora se trata de saber si vamos a ser capaces de hacerlo por voluntad política, no porque hay una guerra que dura 3 años, 5 años o 30 años, y el aparato productivo queda aniquilado. Yo no tengo la respuesta a esa pregunta. Pero sí sé que este cambio de ethos, de cultura material de vida, no es algo que “nadie nos impida”, ni “está en los genes” que solo podamos desear consumir más productos elaborados.

(...)

1 comentario:

  1. En su libro "La sombra del nogal", su autor, Ion Arretxe, relata cómo, durante su detención en el cuartel de la guardia civil de Intxaurrondo, un guardia civil se instaló en su celda con la única misión de no dejarle dormir. "Podemos charlar de lo que tú quieras, podemos jugar al parchis... pero no te voy a dejar dormir, que te quede claro", le dijo el guardia.

    De manera similar, pero a la inversa, esta es la misma táctica que la clase dominante emplea con la dominada: no dejarla despertar. Y para ello emplea todos los recursos a su alcance, recursos que, paradójicamente, le son suministrados por la propia víctima, la clase dominada.

    Del reloj a las aulas, pasando por el trabajo y el llamado ocio, todo está dispuesto con el fin de enajenarnos. Lo primero que deberíamos expropiar al poder es el tiempo: tiempo para el pensamiento reflexivo, pero más importante aún, tiempo para compartirlo, tiempo para la asamblea, para el agora, para acordar y acordarse al margen del régimen. Tiempo para la praxis común.

    Cada día salen al mercado "nuevos" cachivaches, "nuevas" distracciones destinadas a vaciar nuestras mentes y nuestros bolsillos, a hacernos más dependientes y, sobre todo, a impedir que forjemos una conciencia propia y colectiva. Es decir, a impedirnos despertar.

    Salud!

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