miércoles, 5 de julio de 2017

El Cabrero y Borges, y algo más

De nuevo, la memoria.

Comenté, ya hace mucho tiempo, la obsesión de Borges por el eterno retorno, la memoria como presente interminable (a la mía viene ahora el desdichado Funes, el memorioso).

Su insistencia en "lo persistente de lo efímero" (¿podría ser un consuelo sentirse inexorablemente fijado en algún rincón del espacio-tiempo?) la hallamos también en este precioso soneto. En solo dos versos es capaz de evocar como un fogonazo, y nosotros co esa luz mágica que acompaña a veces a la lluvia. Y no le hace falta decir más para poner en marcha nuestra memoria, que lo sigue porque desde ese momento el poeta se ha encarnado en nosotros.

La lluvia

Bruscamente la tarde se ha aclarado
porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
que sin duda sucede en el pasado.

Quien la oye caer ha recobrado
el tiempo en que la suerte venturosa
le reveló una flor llamada rosa
y el curioso color del colorado.

Esta lluvia que ciega los cristales
alegrará en perdidos arrabales
las negras uvas de una parra en cierto

patio que ya no existe. La mojada
tarde me trae la voz, la voz deseada,
de mi padre que vuelve y que no ha muerto.

Dice mucho de la sensibilidad del Cabrero la elección de estos versos.

Así los cantó en Paradas, un pueblo muy cercano al mío, con ocasión del homenaje que le rindió la Peña Miguel Vargas, que le dedicó su Semana Flamenca. El Cabrero interpretó entonces este soneto con música de su amigo Alberto Cortez, acompañado a la guitarra por Rafael Rodríguez:



Testimonio de la compenetración entre el andaluz y el argentino es este vídeo:



Un Cabrero emocionado cantaba también aquella noche a Horacio Guaraní. Fue el reencuentro con su compadrito Paco del Gastor, su guitarrista durante doce años, que toca en esta bulería junto a Rafael Rodríguez.

Poema sincero de quien siente que no puede callarse, porque es la voz de los que no la tienen:

Si se calla el cantor calla la vida
porque la vida misma es todo un canto,
si se calla el cantor muere de espanto
la esperanza, la luz y la alegría.

Si se calla el cantor se quedan solos
los humildes gorriones de los diarios,
los obreros del puerto se persignan,
quién habrá de luchar por sus salarios.

Qué ha de ser de la vida si el que canta,
no levanta su voz en las tribunas,
por el que sufre, por el que no hay ninguna
 razón que lo condene a andar sin manta.

Si se calla el cantor muere la rosa,
de qué sirve la rosa sin el canto,
debe el canto ser luz sobre los campos,
iluminando siempre a los de abajo.


Que no calle el cantor, porque el silencio,
cobarde, apaña la maldad que oprime,
no saben los cantores de agachadas,
no callarán jamás de frente al crimen.

Que se levanten todas las banderas,
cuando el cantor se plante con su grito,
que mil guitarras desangren en la noche,
una inmortal canción al infinito.

Si se calla el cantor... calla la vida.




1 comentario:

  1. Magníficos vídeos.

    La última vez que vi y escuché a El Cabrero en directo fue allá por los ochenta, en Conil. Previo a su cante pudimos escuchar el de Camarón, tras cuya actuación (dicho sea con el mayor respeto por el isleño) el recinto se vació de turistas y fans de ocasión que emprendieron su vuelta a los bares y a la playa. Quedamos algunos jóvenes, muchos paisanos y, en primera fila, los ancianos, que supieron arropar y encender al cantaor mejor que nadie.

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