viernes, 21 de julio de 2017

¿Somos demasiados?

Necesitamos olvidar para limpiar contenidos que saturan la memoria. Cuanto más lastrada está, más fácil es que olvidemos. Jorge Manrique describió así este hecho:
"...vengamos a lo de ayer
que también será olvidado
como aquello"

¡Pero cuidémonos mucho de olvidar lo importante!

Lo de ayer era en este blog, ayer mismo, un artículo de Jorge Riechmann sobre el mesianismo tecnológico. Luchando hoy contra el olvido de lo de ayer, cuando lo necesario es no olvidar, traigo una nota suya que nos llevará a una presentación en PowerPoint digna de un estudio detenido.

El artículo anterior denunciaba la falacia tecnológica. La presentación que traigo ahora se centra en el análisis de la amenaza demográfica. Ambas van en el mismo sentido y buscan una puerta de salida al incierto presente, porque si centramos bien el problema del crecimiento indefinidohabrá esperanza de supervivencia para nuestra especie en condiciones que podamos llamar humanas. Con diagnósticos claros y denuncia de las falsas soluciones, confiemos en la racionalidad de los bien informados, y en que los informados sean capaces de informar a los desinformados, como primer paso para salir del atolladero.

Intentaré resumir en unas cuantas pinceladas el contenido de la presentación.
......
La huella ecológica es un indicador del impacto ambiental generado por la demanda humana que se hace de los recursos existentes en los ecosistemas del planeta, relacionándola con la capacidad ecológica de la Tierra de regenerar sus recursos.
Tres son las variables que condicionan esa demanda humana, referida tanto a un territorio determinado como a la totalidad del globo: 
                              El tamaño de la población (P) 
                              Su nivel de riqueza material (R) 
                              La tecnología disponible (T) 
El Impacto sobre el ecosistema es por lo tanto un producto de tres factores:
Impacto = Población x Riqueza x Tecnología

I = PRT
Si constatamos que la huella ecológica conjunta de la humanidad excede la biocapacidad del planeta (en un factor ya superior a 1’5, según los informes Living Planet que después mencionaremos), es evidente que en algún sentido somos demasiados. Pero ¿en qué sentido?
Si todas las personas del planeta tuviesen la Huella Ecológica promedio de un residente de Qatar, necesitaríamos 4’8 planetas. Si tuviéramos el estilo de vida de un residente típico de los Estados Unidos, necesitaríamos 3’9 planetas. La cifra para un residente típico de Eslovaquia o Corea del Sur sería 2 o 2’5 planetas, respectivamente, mientras que un residente típico de Sudáfrica o Argentina necesitaría 1’4 o 1’5 planetas.
El impacto ambiental de una población puede limitarse: 
  • Sustituyendo las tecnologías destructivas por tecnologías ambientalmente benignas (en una "revolución de la eficiencia"), o si se quiere decir de otro modo: ecologizando la base productiva de esa población.
  • Y se puede limitar también disminuyendo el consumo de recursos por cabeza, vale decir: generalizando comportamientos más austeros (entre las poblaciones que habitan nuestro Norte sobredesarrollado) 
  • Y en tercer lugar, claro, también puede limitarse ese impacto ambiental reduciendo la población. 
Detener el explosivo crecimiento de la población mundial –la “burbuja demográfica” asociada con el capitalismo industrial es una necesidad insoslayable, y luego a medio y largo plazo reequilibrar a la baja esa población, para adecuarla a los recursos del planeta Tierra.
Un consenso banal en nuestro país sostiene que “el problema demográfico de España es el envejecimiento” –pero en realidad sólo se puede afirmar tal cosa si nuestra perspectiva es extremadamente cortoplacista y seguimos ignorando, en el fondo, los problemas de límites planetarios. 
Si la huella ecológica de España es 2’6 veces superior a su biocapacidad, es decir, si harían falta casi tres Españas para mantener los actuales estilos de vida (y por tanto sólo se pueden mantener con cargo a otros territorios, apropiándonos de los recursos de otros países con esquemas neocoloniales), ¿cómo contentarse con que “el problema demográfico de España es el envejecimiento”? 
Un estadounidense produce un impacto ambiental diez veces mayor que un chino, doce veces mayor que un nigeriano y mil veces mayor que un somalí.
Cuántas personas puede soportar la Tierra depende en parte de cuántas vistan prendas de algodón y cuántas de poliéster; de cuántas coman filete de vaca y cuántas brotes de soja; de cuántas prefieran los parques y cuántas los aparcamientos; de cuántas quieran Jaguars con J mayúscula y cuántas jaguares con j minúscula.   
Pero, lejos de someter a revisión nuestra bulimia consumista y sus consecuencias actuales y futuras, lejos de enfrentarnos al escándalo moral que supone esta regresión global al canibalismo, nos aferramos a un estilo de vida construido sobre el privilegio. Lo expuso con la mayor contundencia el presidente George Bush (padre) con motivo de la Cumbre de la Tierra celebrada en 1992 en Rio de Janeiro: The American lifestyle is not up for negotiation; el estilo de vida americano no se negocia. 
Nos enfrentamos a problemas éticos que no tienen solución a través de medios técnicos. No son problemas de ineficiencia, sino de injusticia.
“La economía financiera se ha vuelto parasitaria de todo el sistema económico productivo con base real y las contradicciones nacidas de la necesidad de mantener tasas de beneficios crecientes están llevando al sacrificio de las expectativas de vida y trabajo de millones de personas en los países desarrollados, extendiéndose la exclusión social, la precarización y la pobreza.” 
“Nuestro desarrollo sólo es posible porque estamos consumiendo recursos que no nos corresponden, recursos que son necesarios para que otras personas puedan, simplemente, vivir. Vivimos devorando las oportunidades vitales de otros. Somos, literalmente, caníbales.”  
Un coche más hoy es un campesino menos en el futuro, advertía Nicholas Georgescu-Roegen (uno de los grandes economistas del siglo XX, que tendría que ser tan famoso como Keynes si la cultura dominante no deformase tan trágicamente la realidad): pero el futuro del que hablaba es nuestro presente. 
Nada más adecuado que actualizar la noción del carácter exterminista de la civilización capitalista, elaborada por el movimiento pacifista antinuclear de los años ochenta del siglo XX.

3 comentarios:

  1. Hay que derribar el escaparate capitalista y mostrar lo que hay realmente tras él, porque mientras haya tanta gente seducida que quieran jotas mayúsculas en vez de minúsculas no será posible el cambio radical necesario.

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    1. Un artículo muy interesante, sobre todo, a los efectos, a partir del octavo párrafo. He de volver sobre ello:

      http://crashoil.blogspot.com.es/2017/07/siervos-de-entropia.html

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    2. Magnífico artículo. Difícil extraer una sola cita, aunque esta me ha parecido muy representativa del mismo:

      "La obsesión del capitalismo por maximizar los flujos mientras destruye la base material que le sustentan es algo muy grave. Pero peor que eso es la falta de capacidad de aceptar críticas razonadas basadas en datos y argumentos sólidos basados en las ciencias empíricas, hasta el punto de que el pensamiento económico actual en poco puede diferenciarse de un culto religioso destructivo."

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