martes, 24 de abril de 2018

Libertad de pensamiento y libertad de expresión

Estamos asistiendo a fenómenos políticos y sociales de una desfachatez que retóricamente podíamos calificar de increíble, de no ser porque están delante de nuestras narices, y se diría que nos los restriegan para que nos acostumbremos a su aroma y consideremos que son "lo normal": "es lo que hay"...

La represión que ejerce el Poder (el Gran Poder) se dosifica siempre en dosis ajustadas a sus necesidades. Blando o duro, ideológico o físico, siempre cambiante y siempre presente. Estamos acostumbrados y nos conformamos con que no nos toque lo peor, y con mantenernos en nuestro nicho de supervivencia.


Las dos varas de medir están siempre dispuestas. El uso de leyes represivas te puede tocar de forma arbitraria, como pasa tantas veces; las balas silban a nuestro alrededor para que no perdamos el miedo. Lo penúltimo ha sido la requisa policial de camisetas en la final de la copa de fútbol. Y la amenaza de añadir las pitadas al himno como delito en el código penal.

Cuando se descubren sus manejos sucios no muestran pudor alguno. Lo estamos viendo con los títulos expedidos en papel higiénico (eso sí, de quita y pon) que exhiben en el currículum. Y exigen al enemigo una pulcritud que contrasta con su zafio proceder. Véase este ejemplo:



No se puede caer en la trampa de intentar ser ecuánime cuando proponen que se condene en otros lo que ellos practican a diario. No sin antes analizar sus razones profundas.

Con toda naturalidad practican el derecho penal del enemigo, que condena por la simple sospecha de que se va a cometer un delito. La matanza de los inocentes o el envío de serpientes para ahogar a Hércules en la cuna son ejemplos legendarios de que su práctica no es algo novedoso.

Hoy se disfraza hablando de delitos de opinión, de apología del terrorismo o de ofensas a los símbolos. Se trata de utilizar, e inventarlas si es necesario, leyes represivas como cortafuegos que protejan los privilegios de quienes detentan el Poder.


2 comentarios:

  1. Una farsa obscena. Un bochornoso espectáculo que hemos de contemplar desde las jaulas de la impotencia, cual animales de granja.

    Una tremenda frase de la periodista norteamericana Abby Martin lo sintetiza muy acertadamente: "A medida que el imperio se expande, su voracidad supera el tamaño del planeta".

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  2. "No se puede caer en la trampa de intentar ser ecuánime cuando proponen que se condene en otros lo que ellos practican a diario". Exacto. Pretenden que nos juguemos nuestras vidas en una partida en la que las reglas, sus reglas, dictan que ellos no pueden perder jamás.

    Sin una auténtica justicia social, lo único que queda es un monstruoso simulacro alimentado por el colosal aparato tecnológico y mediático.

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