domingo, 29 de abril de 2018

Sobre el cálculo económico

Si bien el aparato matemático que ha diseñado la actual economía capitalista es mucho más elaborado que los esbozos económicos de Marx, (pero hay que colocar a cada uno en su tiempo) es cierto que carece de la solidez interpretativa de los conceptos marxistas.

El mercado se nos presenta como el mecanismo natural de producción y distribución de bienes y servicios, mediante la ley de la oferta y la demanda que regula los precios y los lleva a una posición de equilibrio. Esto, que puede ser válido en el día a día de un mercadillo de frutas y verduras, se extrapola a escala mundial, por medio de un mercado instantáneo gobernado por grandes corporaciones, en que el cálculo económico lo realizan en milésimas de segundo potentes ordenadores con ajustados algoritmos.

El cálculo obtenido de esa forma se basa en la supuesta "decisión racional" (cálculo egoísta) como criterio único universal, y en la consecuente optimización de beneficios como elemento último a valorar, beneficios que en el ambiente competitivo serán los de los mayores capitales, medidos necesariamente en dinero (¿y en qué monedas?). Dado el carácter instantáneo y cambiante de los mercados de capitales, las expectativas de lucro son siempre a muy corto plazo. Efectivamente se trata de una regulación, pero ¿qué clase de regulación es esa? Solamente importa lo inmediato, porque los valores (los precios en realidad) cambian continuamente, y es imposible adelantarse a los próximos movimientos.

El mercado mundial instantáneo ha sido un gran logro de la informática, cuyos sofisticados algoritmos deciden mucho antes de que puedan hacerlo los mismos interesados. Las consecuencias negativas del cálculo economicista son dos: el crecimiento exponencial de la economía, totalmente insostenible en el tiempo, y la comprobada tendencia al desequilibrio social, con una desigualdad desconocida en cualquier otro periodo histórico.

Además del error de considerar la economía como una ciencia exacta con una única función crematística para un conjunto incierto de variables, la aplicación de ecuaciones optimizadoras tiene inconvenientes gravísimos. En primer lugar, la elección de las variables tiene siempre sesgos. No garantiza la inclusión de algunas muy importantes que se quedan fuera del cálculo. Por otro lado, los coeficientes que se les asignan están sometidos a la misma arbitrariedad.

Si la economía actual se basa en un cálculo económico tan abstracto, posibilitado por la informática, ¿podría esta potente herramienta fundamentar una planificación socialista en que el lucro privado no fuera el fin buscado?

La planificación soviética no contaba con estos medios y desembocó en la persistencia de mecanismos de mercado que acabaron dando al traste con ella. Hoy podemos disponer de ese instrumento en un sentido diferente.

Este interesante artículo que encuentro en Marx desde Cero aborda esta posibilidad. Visto el negro futuro que conduce el cálculo economicista al uso, habrá que tenerla muy en cuenta.




Reabriendo el debate sobre la planificación socialista de la economía


Publicado el 9 abril 2018 por Antonio Olivé

La democracia española reinante es una democracia de low cost, de todo a cien. No hay semana que no supure mierda proveniente del partido gobernante, el PP. Corruptelas y corrupciones a mansalva, dineros opacos en paraísos fiscales, clientelismo y ahora, titulaciones universitarias a la carta de los peperos mandamases. Urge regenerar esto  cuanto antes o el fascismo encontrará su hueco ante la desafección de la política por parte de la ciudadanía.
Una de las herramientas (junto a otras muchas) que pueden ayudar a la llegada de sociedades alternativas y regeneradoras de las actuales viene de la mano de la planificación socialista de la economía. Y sobre eso trata la siguiente entrada de Maxi Nieto y Lluís Catalá que se publicó originalmente en Revista de Economía Crítica, nº21, primer semestre 2016. Cosas interesantes…
Salud. Olivé



Maxi Nieto – Lluís Catalá
(...)

La restauración capitalista en la URSS acometida por el equipo de Gorbachov a finales de los años 80 fue interpretada, en una academia bajo dominio absoluto del pensamiento neoliberal, como verificación, 70 años después de ser formulada, de la tesis de la imposibilidad económica del socialismo. Desde este momento, el debate sobre el cálculo económico en el socialismo pareció quedar definitivamente zanjado a favor de las tesis anti-socialistas. Sin embargo, desde los años 90, Paul Cockshott y Allin Cottrell han respondido a la crítica austriaca demostrando que en las condiciones tecnológicas actuales no existe ya impedimento alguno para conseguir la planificación detallada (procesando todos los insumos utilizados) de una economía compleja. Ello sería posible por dos razones fundamentales:
  • i) en primer lugar porque la información relevante para la organización económica no es principalmente tácita ni subjetiva: como ya hemos señalado, si los precios de mercado en el capitalismo gravitan en torno a magnitudes objetivas que expresan los tiempos medios de trabajo, una economía socializada puede estimar directamente los costes laborales (directos e indirectos) de los diferentes bienes y servicios sin necesidad de dinero; y en todo caso, la coordinación iterativa (que esbozamos en el apartado 4) permite incorporar en tiempo real la información estrictamente “subjetiva” que pudiesen generar las empresas en su búsqueda de la eficiencia y de la adaptación a las condiciones cambiantes de la demanda;
  • ii) en segundo lugar porque el nivel técnico actual, tanto informático como de las telecomunicaciones, permite resolver el complejo sistema de ecuaciones simultáneas utilizando técnicas iterativas (Cockshott y Cottrell 1993 y 2006).
Una economía socializada presentaría una ventaja adicional sobre la capitalista en el terreno de la información. En una economía mercantil, los precios son la principal fuente de información para los agentes, a través de la cual se logra la coordinación económica. Pero ello supone una enorme pérdida de información, pues la matriz de coeficientes técnicos (así como el uso de la capacidad instalada) se reduce al vector de precios. Una economía socialista, por el contrario, dispone de información mucho más completa (coeficientes técnicos, existencias totales de cada recurso, conocimiento de los principales planes de inversión, etc.) que está inmediatamente disponible y es transparente (no oculta en el interior de cada empresa). Ello permite al organismo de planificación tomar decisiones más rápidamente, con visión de conjunto y sentido estratégico. Pero es que además ninguna información que transmiten las oscilaciones de los precios a los agentes en el mercado deja de registrarse en una economía socializada. En ella, un aumento de la demanda sobre la oferta (da igual si sobre bienes finales, intermedios o de inversión) significa también que debe aumentarse la producción del bien en cuestión. En la economía capitalista la comunicación a lo largo de toda la cadena de interdependencias productivas se vuelve lenta y distorsionada por la interpretación subjetiva que hace cada empresa, así como por sus decisiones individuales de inversión basadas en expectativas. Esta pérdida de información relevante, así como el funcionamiento competitivo, hace que la economía capitalista funcione a ciegas y siempre sin alcanzar la plena utilización de los recursos. Todo ello sin contar que en una economía capitalista tampoco se tienen en cuenta las preferencias reales de los individuos, sino solo las que están respaldadas por poder de compra suficiente. La respuesta desarrollada por Cockshott y Cottrell demuestra, en definitiva, que la planificación socialista basada en la estimación directa de los tiempos de trabajo que cuesta obtener los distintos bienes no solo es posible en la actualidad sino que además sería mucho más eficiente como mecanismo de asignación y transmisión de la información, por flexible, rápida, exhaustiva y sin cortocircuitos recurrentes, como sucede en el mercado con las crisis, que conllevan un enorme despilfarro de recursos.

(...)

Marx nunca elaboró una concepción detallada y sistemática de la sociedad comunista por la cual luchaba. Consideraba que no tenía sentido proponer diseños institucionales acabados para la nueva sociedad postcapitalista ni exponer procedimientos concretos de asignación de recursos por dos razones fundamentales:
  • en primer lugar, porque entendía que el comunismo ha de ser una creación colectiva en permanente movimiento, expresión en todo momento de la libre autodeterminación ciudadana;
  • y en segundo lugar, porque las características concretas que adopte la planificación socialista de la economía dependerán necesariamente de las condiciones materiales y técnicas existentes en cada momento.
(...)

En una economía socialista la actividad se emprende, como norma, en el marco del plan. Esto significa que no hay libre concurrencia: la decisión sobre qué producir y dónde no es privada (en cualquier variante empresarial: individual, cooperativa o por acciones) y, en consecuencia, no responde al principio de la ganancia. En este proceso de planificación pueden establecerse, al menos, tres niveles fundamentales que involucran a actores distintos (Cockshott y Cottrell 1993):


  • 1. Planificación macroeconómica. Se encarga de fijar los parámetros generales que regulan el desarrollo económico: cómo repartir el producto final anual entre consumo e inversión; cómo dividir a su vez el consumo entre consumo individual (bienes y servicios finales), colectivo (instalaciones públicas e infraestructuras) y servicios sociales (sanidad, educación, etc.); debe fijar también la jornada laboral normal así como otros aspectos relativos a la ordenación del territorio, el equilibrio ecológico, etc.
  • 2. Planificación estratégica. Tiene como tarea el diseño de la estructura general de la economía en aquellos aspectos que no entran en la planificación macroeconómica. Incluiría todo lo relativo a la estructura sectorial de la economía, las técnicas a priorizar, la elaboración de proyectos estratégicos de inversión, la I+D+i, etc. Muchas de estas decisiones son también materia de decisión democrática (al nivel que corresponda) como pueda ser el caso de los equipamientos comunitarios, los sistemas de transporte y comunicación, etc. Otras son inicialmente resultado de centros especializados de planificación (comités conjuntos de científicos, usuarios-consumidores y trabajadores) que diseñan planes alternativos (que especifiquen ventajas e inconvenientes de cada uno de ellos) que en último término han de ser sometidos a discusión y decisión colectiva (por ejemplo, planes de investigación científica para reestructurar la economía y desarrollar nuevas tecnologías).
  • 3. Planificación detallada. Se ocupa de fijar el tipo de bienes y servicios que deben producirse y en qué cantidad para cumplir con el plan estratégico general. Para poder cumplir con esos objetivos se debe especificar el tipo y número de insumos necesarios en cada caso. Para ello se requieren al menos dos canales de comunicación y decisión:
  • i) entre empresas, que deberá acordar las características exactas de los insumos suministrados, sin necesidad de que la autoridad central intervenga; esto significa reconocer un elevado grado de autonomía empresarial;
  • ii) en relación a la producción de medios de consumo habría que organizar comités tripartidos compuestos por técnicos (científicos y economistas), empresas (gerencia y trabajadores) y consumidores-usuarios (en caso de bienes finales de consumo), que decidan sobre nuevos productos y la mejora de los existentes, todo ello teniendo en cuenta las necesidades de la población, las posibilidades técnicas y las restricciones económicas (recursos totales existentes en la sociedad así como para cada rama y proyecto). La clave aquí es entender que la planificación detallada (o al menos el grueso de ella) no puede dictarse desde el centro, el cual debe limitarse a establecer las principales restricciones, de tipo presupuestario, sectorial y territorial. En buena medida esta parte de la planificación deberá estar territorializada, relativamente autónoma, constituyendo subsistemas económicos.
(...)

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