martes, 29 de mayo de 2018

¿Qué cosa es el post-marxismo? (III)

Continúo con esta tercera entrega lo iniciado aquí, siendo la segunda esta, el desglose del artículo de James Petras sobre post-marxismo.

Ahora se trata de desmontar la contraposición que se hace entre Estado y sociedad civil, como si se tratara de dos estructuras homogéneas que se contraponen. 

Quienes oponen con tal radicalidad el Estado a la "sociedad civil" parecen soslayar (¿ingenuamente?) que:
  • La sociedad civil no está al margen de las contradicciones entre las clases sociales. Estas contradicciones existen de entrada en su propio seno.
  • Las pugnas que provocan estas contradicciones en el seno de la sociedad civil no se articulan y encajan sin un instrumento coercitivo que imponga normas y leyes, llámese o no Estado.
  • El libre mercado es el primero que necesita un poder fuerte exterior a él que haga cumplir los compromisos que lo sustentan.
  • Quienes han proclamado su intención de adelgazar el Estado hasta poder "ahogarlo en la bañera" han hipertrofiado en cambio sus aparatos de control (militar, judicial, policial...). No se trata pues de un Estado más pequeño, sino de "otro Estado".
Mientras existan las contradicciones y desigualdades de la sociedad civil, existirá el Estado en alguna de sus formas. La sociedad civil desarmada de una cobertura estatal está indefensa. Otra cosa es el carácter (¿de clase?) que pueda tener ese Estado.


Los argumentos:
3. El Estado es el enemigo de la democracia y la libertad y un mensajero de bienestar social que es corrupto e ineficiente. En su lugar, la “sociedad civil” es la protagonista de la democracia y el mejoramiento social.
La contraargumentación:

El Estado y la Sociedad Civil

Los post-marxistas pintaron un cuadro del Estado visto desde un solo lado. El Estado está descrito como una burocracia enorme e ineficiente que saqueaba el tesoro público y dejaba al pueblo pobre y la economía en bancarrota. En la esfera política, el Estado era la fuente de un gobierno autoritario y de medidas arbitrarias que impedía el ejercicio de la ciudadanía (democracia) y el intercambio de productos (“el mercado”). Por otro lado, argumentaban los post-marxistas, la “sociedad civil” era la fuente de la libertad, los movimientos sociales, la ciudadanía. De una sociedad civil activa se obtenía una economía dinámica y equitativa. Lo que es extraño de esta ideología es su capacidad peculiar de pasar por alto cincuenta años de historia. El sector público fue un instrumento necesario para estimular la industrialización en ausencia de la inversión privada y debido a la crisis económica (la crisis mundial de 1930, guerra en los ‘40s, etc.).

En segundo lugar, el crecimiento de la educación y la salud pública básica fue mayormente una iniciativa pública.

En siglo y medio de empresa libre, desde el siglo XVIII hasta 1930, América Latina ha sufrido las siete plagas de la Biblia, mientras que la mano invisible del mercado presenciaba todo aquello: genocidio, hambre, enfermedad, tiranía, dependencia, desarraigo y explotación.

El sector público creció como respuesta a estos problemas y se desvió de sus funciones públicas hasta el grado que fue privatizado por las élites políticas y de los negocios. La “ineficiencia del Estado” es un resultado de haberlo dirigido hacia la ganancia privada lo mismo al subsidiar intereses de negocios (a través de bajos costos de energía) o brindando empleo a los seguidores políticos. La ineficiencia del Estado está directamente relacionada con su subordinación a los intereses privados. Los programas comprensiblemente estatales de salud y educación nunca han sido sustituídos adecuadamente por la economía privada, la iglesia o las ONGs. Tanto el sector privado como la iglesia financian clínicas y educación privada para satisfacer a una minoría rica. Las ONGs, cuando más, proveen cuidados y educación a corto plazo para grupos limitados en circunstancias locales dependiendo de los   caprichos e intereses de donantes extranjeros.

Como indica una comparación sistemática, los post-marxistas han leído mal la historia: ellos han permitido que su retórica anti-estatal los ciegue frente a los logros comparativos positivos de lo público sobre lo privado.

El argumento de que “el Estado” es la fuente del autoritarismo es y no es verdad. Los Estados dictatoriales han existido y seguirán existiendo, pero tienen poco o nada que ver con la propiedad pública, especialmente si ésto significa la expropiación de negocios extranjeros. La mayoría de las dictaduras han sido anti-estatales y han estado a favor del libre mercado, hoy y en el pasado, y es bastante probable que también lo sean en el futuro.

Además, el Estado ha sido un apoyo importante de la ciudadanía, promoviendo la incorporación de sectores explotados en la política, reconociendo los derechos legítimos de los trabajadores, negros, mujeres, etc. Los Estados han brindado las bases para la justicia social al redistribuir la tierra, los ingresos y los presupuestos para favorecer a los pobres.

En una palabra, necesitamos superar la retórica Estado/anti-Estado para definir la naturaleza de clase del Estado, su base de representación política y legitimidad. Los ataques generalizados ahistóricos, asociales del Estado son injustificados y solo sirven como un instrumento polémico para impedirle a los ciudadanos del mercado libre forjar una alternativa racional y efectiva anclada en las potencialidades creativas de la acción pública.

La contraposición de “sociedad civil” al Estado también es una falsa dicotomía. Además, la mayor parte de la discusión de la sociedad civil pasa por alto las contradicciones sociales básicas que dividen a la “sociedad civil”. La sociedad civil, o más exactamente, las clases líderes de la sociedad civil, mientras atacan el “estatismo” de los pobres, siempre han tratado como un punto importante el fortalecimiento de sus vínculos con el Tesoro y lo militar para promover y proteger su posición dominante en la “sociedad civil”. De igual manera, cuando se levantan las clases populares en la sociedad civil buscan romper el monopolio del Estado de las clases dominantes. Los pobres siempre han buscado los recursos del Estado para fortalecer su posición socio-económica en relación con los ricos. El asunto es y ha sido siempre la relación de las diferentes clases con el Estado.

Los ideólogos post-marxistas que están marginados del Estado por los neo-liberales han convertido en virtud su impotencia. Mientras imbuyen sin críticas la retórica anti-estatal de arriba, la transmiten hacia abajo. Los post-marxistas tratan de justificar sus vías de organización (ONGs) para moverse hacia arriba argumentando que ellos operan fuera del Estado y en la “sociedad civil” cuando de hecho están subvencionados por gobiernos extranjeros para trabajar con los gobiernos nacionales.

La “sociedad civil” es una abstracción de los profundos cortes sociales generados por la sociedad capitalista, divisiones sociales que se han profundizado bajo el neo-liberalismo. Existe tanto conflicto entre las clases dentro de la sociedad civil como entre la “sociedad civil” y el Estado. Sólo en algunos momentos excepcionalmente raros lo encontramos de otro modo. Bajo los Estados fascistas o totalitarios que torturan, abusan y saquean la totalidad de las clases sociales encontramos instancias de una dicotomía entre el Estado y la sociedad civil.

El hablar o escribir de “sociedad civil” es un intento de convertir una distinción legal en categorías políticas principales para organizar la política. Al hacerlo, las diferencias entre las clases se obscurece y no hay reto al dominio de la clase gobernante.

El contraponer el “ciudadano” al “Estado” es pasar por alto los profundos vínculos de ciertos ciudadanos (las élites exportadoras, la clase media alta) al Estado y la alienación y exclusión de la mayoría de los ciudadanos (obreros, desempleados, campesinos) del ejercicio efectivo de sus derechos sociales más elementales. Los ciudadanos élite, utilizando al Estado, le quitan a la ciudadanía cualquier significado práctico para la mayoría convirtiendo a los ciudadanos en sujetos. La discusión de la sociedad civil, como el Estado, necesita especificar los contornos de las clases sociales y los límites impuestos por la clase privilegiada. La forma de utilizar el término de los post-marxistas como un concepto sin crítica, indiferenciado, sirve más para oscurecer que para destacar la dinámica de los cambios de la sociedad.


lunes, 28 de mayo de 2018

¿Qué cosa es el post-marxismo? (II)

Como una nueva "crítica de la crítica crítica", James Petras publicó, y Antonio Olivé la reprodujo, esta crítica marxista de los intelectuales post-marxistas. Por mi parte, reconociendo la dificultad creciente que tenemos para leer demasiado de una vez, me he propuesto dividir en raciones más cortas este interesante texto.

Comencé aquí con la refutación del problemático postulado, equivalente a "no hay nada que hacer", que afirma tajantemente que el socialismo ha fracasado, se supone que para siempre, y que igualmente lo hará cualquier teoría general de la sociedad (excepto, naturalmente, el post-marxismo). El artículo denuncia la torticera argumentación que confunde en un todo las derrotas políticas, económicas y militares. Además, estos intelectuales atribuyen gratuitamente al pensamiento marxista una rigidez e inmovilidad que está, más que en la realidad de este y de cualquier pensamiento vivo, en el imaginario antimarxista.

Toca ahora analizar el segundo argumento, que niega validez al análisis de clase. No llega al monádico "la sociedad no existe" de Margaret Thatcher (¿qué era entonces lo que ella gobernaba con su delicada mano de hierro?), porque aunque considera inoperante la identificación de los individuos como miembros de una clase social, este juicio admite sin cortarse un pelo otras identidades.
































2. El énfasis marxista en la clase social es “reduccionista” porque las clases se están disolviendo; los principales puntos de partida políticos son culturales y están enraizados en diferentes identidades (raza, género, etnicidad, preferencia sexual).
Sigue la argumentación de Petras. No es reciente, como puede verse cuando dice que "Bolivia tiene un vicepresidente indio que preside los arrestos en masa de los campesinos indios que cultivan la coca". Ni el actual vicepresidente es indio, ni arresta a los cultivadores de coca. Pero justamente ahora el análisis es más pertinente que cuando se escribió.

La Disolución de las Clases y el Surgimiento de las Identidades

Los post-marxistas atacan la noción marxista de análisis de clases desde varios ángulos. Por un lado, ellos dicen que esto obscurece la igual o más significativa importancia de las identidades culturales (género, etnicidad). Ellos acusan a los analistas de clase de ser “reduccionistas económicos” y fallan al explicar el género y las diferencias étnicas dentro de las clases. Entonces ellos van más allá al argumentar que estas “diferencias” definen la naturaleza de la política contemporánea. La segunda línea de ataque en el análisis de clases es el resultado de una visión en que la clase es meramente un invento intelectual: es esencialmente un fenómeno subjetivo que está determinado por la cultura. Así, no hay “intereses de clase objetivos” que dividan la sociedad ya que los ‘intereses’ son puramente subjetivos y que cada cultura define sus preferencias individuales. La tercera línea de ataque argumenta que ha habido vastas transformaciones en la economía y en la sociedad que han borrado  las antiguas diferencias de clase. Algunos post-marxistas argumentan que en la sociedad post-industrial, la fuente de poder está en los nuevos sistemas de información, las nuevas tecnologías y en aquellos que las dirigen y controlan. La sociedad, de acuerdo con este punto de vista, está evolucionando hacia una nueva sociedad en la que los obreros industriales están desapareciendo en dos direcciones: hacia arriba, incorporándose a la “nueva clase media” de alta tecnología y hacia abajo, convirtiéndose en marginales “de clase baja”.

Los marxistas nunca han negado la importancia de las divisiones étnicas, de género y raciales dentro de las clases. Lo que ellos han enfatizado, sin embargo, es el amplio sistema social que genera estas diferencias y la necesidad de unir las fuerzas de clase para eliminar estas desigualdades en todos los aspectos: laboral, comunal, familiar. Lo que la mayoría de los marxistas objetan es la idea de que las desigualdades de género y raza pueden y deben ser analizadas y resueltas fuera del marco de la clase: que la mujer terrateniente con sirvientes y riqueza tiene una “identidad” esencial con las mujeres campesinas que son ‘empleadas’ con salarios de hambre. Los burócratas indios de los gobiernos neo-liberales tienen una “identidad” común con los campesinos indios que son desplazados de sus tierras por las políticas económicas de libre mercado. Por ejemplo, Bolivia tiene un vicepresidente indio que preside los arrestos en masa de los campesinos indios que cultivan la coca. Las políticas de identidad en el sentido de la conciencia de una forma particular de opresión por un grupo inmediato puede ser un punto de partida adecuado. Este enfoque, sin embargo, se convertirá en una prisión de “identidad” (raza o género) aislada de otros grupos sociales explotados a menos que trascienda los puntos inmediatos de opresión y se enfrente  al sistema social en el cual esta inmerso. Esto requiere un análisis de clases más amplio de la estructura del poder social que dirige y define las condiciones de las desigualdades generales y específicas.

Lo esencial de las políticas de identidad es que aísla los grupos en grupos competidores que son incapaces de trascender el universo político-económico que define y confina a los pobres, los obreros, los campesinos y los empleados. La política de clases es el terreno desde donde enfrentar a las “políticas de identidad” y transformar las instituciones que sostienen las clases y otras desigualdades.

Las clases no surgen por algo subjetivo: ellas son organizadas por la clase capitalista para apropiarse del valor. Así, la noción de que la clase es una noción subjetiva dependiente del tiempo, el lugar y la percepción confunde la clase con la conciencia de clase. Mientras que la primera tiene un status objetivo, la segunda está condicionada por factores culturales y sociales. La conciencia de clase es una composición social que, sin embargo, no la hace menos ‘real’ e importante en la historia. Mientras que las formas sociales y expresiones de la conciencia de clase varían, es un fenómeno recurrente a través de la historia y la mayor parte del mundo, aunque a veces está opacado por otras formas de “conciencia” en diferentes momentos (p.ej., raza, género, nacional) o combinada con ellas (nacionalismo y conciencia de clase).

Es obvio que hay cambios importantes en la estructura de clase, pero no en la dirección en que apuntan los post-marxistas. Los cambios importantes han reforzado las diferencias de clase y la explotación de clases, aunque la naturaleza y las condiciones de las clases explotadoras y explotadas han cambiado. Actualmente hay más trabajadores asalariados que en el pasado. El tema de la explotación no-regulada no es lo que describe un sistema que “trasciende” el capitalismo del pasado. Es el retorno a las formas de explotación de la fuerza de trabajo del siglo XIX. Lo que requiere un nuevo análisis es el capitalismo después de que un Estado popular ha sido sustituido por instituciones estatales más clara y directamente vinculadas al capitalismo dominante: el neoliberalismo sin intermediario gobernando el poder de clase del Estado. Sin importar las “múltiples determinantes” del comportamiento del Estado y el régimen en el pasado reciente, actualmente el modelo neo-liberal de acumulación depende más directamente de un control estatal centralizado vinculado horizontalmente a la banca internacional para implementar el pago de las deudas y a los sectores exportadores que ganan divisas. Sus vínculos verticales con el ciudadano como sujeto y vínculo primario es a través de un aparato estatal represivo y unas ONGs paraestatales que difuminan las explosiones sociales.

El desmantelamiento del Estado de bienestar significa que la estructura social está más polarizada: por un lado, los empleados públicos desempleados afectados en salud, educación, seguridad social y por otro lado, profesionales bien remunerados vinculados a las corporaciones multinacionales, las ONGs y otras instituciones financiadas externamente vinculadas al mercado mundial y a los centros de poder político. La lucha hoy no es solamente entre las clases en fábricas sino entre el Estado y las clases desarraigadas, desplazadas de un empleo fijo y forzadas a producir y vender y llevar los costos de su reproducción social, en las calles y mercados. La integración al mercado mundial de los  exportadores de élite y compradores medianos y pequeños (importadores de productos electrónicos, funcionarios del turismo de hoteles y resorts internacionales) tiene su contraparte en la desintegración de la economía interna: la industria local, las pequeñas granjas con el consecuente desplazamiento de los productores hacia la ciudad y el extranjero.

La importación de bienes de lujo para la alta clase media está basada en las ganancias remitidas por la fuerza de trabajo “exportada” de los pobres. El nexo de la explotación comienza con el empobrecimiento del interior, el desarraigo de los campesinos y su inmigración a las ciudades y al extranjero. Los ingresos enviados por la “fuerza de trabajo exportada” abastece la moneda dura para financiar las importaciones y los proyectos de infraestructura neo-liberal para promover el negocio extranjero y nacional del turismo. La cadena de explotación tiene más circuitos, pero al final todavía está ubicada en la relación capital-fuerza de trabajo. En la era del neo-liberalismo, él lucha por variar la ‘nación’, el mercado nacional, la producción nacional y el intercambio son de nuevo una demanda histórica básica. De la misma forma, el crecimiento de empleo desregularizado (informal) requiere una inversión pública poderosa y un centro regulatorio para generar empleo formal con condiciones de vida adecuadas. En una palabra, el análisis de clases necesita estar adaptado a la regla del capital sin intermediario en un mercado de trabajo desregularizado con vínculos internacionales en el que las políticas reformistas redistributivas del pasado han sido sustituidas por políticas neo-liberales reconcentrando los ingresos del poder en la cima. La homogenización y movilidad hacia abajo de amplios sectores de obreros y campesinos que estaban anteriormente en el mercado de trabajo regulado crea un gran objetivo potencial para la acción revolucionaria unificada. En una palabra, hay una identidad de clase común que forma el terreno para organizar las luchas de los pobres.

Resumiendo, contrariamente a lo que argumentan los post-marxistas, las transformaciones del capitalismo han hecho el análisis de clases más importante que nunca.

El crecimiento de la tecnología ha exacerbado las diferencias de clases, no las ha abolido. Los trabajadores en la industria de micro-chips y aquellas industrias en las que se han incorporado los nuevos chips no han eliminado a la clase obrera. Mas bien, ha reorientado los centros de actividad y el modo de producir dentro del proceso continuo de explotación. La nueva estructura de clases hasta lo que se percibe actualmente combina las nuevas tecnologías con formas de explotación más controladas: la automatización de algunos sectores incrementa el tiempo de trabajo en la línea de producción; las cámaras de circuito cerrado de TV incrementan la vigilancia del trabajador a medida que se reduce el personal administrativo, los ‘círculos de control de calidad’, en los que la presión de los obreros  incrementa la auto-explotación sin incremento del poder o el salario. La “revolución tecnológica” es conformada por último por la estructura de clase de la contrarrevolución neo-liberal, las computadoras permiten al negocio agrícola controlar los costos y el volumen de los pesticidas, pero son los trabajadores de bajos ingresos los que lo riegan y son envenenados por él. Las redes de información están interconectadas para quitarles trabajo a la industria del deporte o de bienes domésticos (la economía informal), para la producción de textiles, zapatos, etc.

La clave para entender este proceso de desarrollo combinado y desigual de la tecnología y la fuerza laboral es el análisis de clase y dentro de éste, el género y la raza.

sábado, 26 de mayo de 2018

¿Qué cosa es el post-marxismo?

Antonio Olivé, en Marx desde Cero, reproduce un artículo de James Petras que voy a ir desgranando en este blog.

Como bien expresa esta ilustración, al viejo de las barbas le quieren sustituir las anticuadas herramientas por una moderna llave inglesa, aunque otros discrepan y buscan llaves más antiguas. El caso es polemizar. Así, Petras polemiza.

Petras analiza diez argumentos básicos de estos actualizadores de Marx para irlos desmontando sucesivamente. Hoy presentaré esos argumentos y el comienzo del artículo.








James Petras
Introducción

El post-marxismo se ha convertido en una posición intelectual de moda con el triunfo del neo-liberalismo y la retirada de la clase obrera. El espacio dejado por la izquierda reformista ha sido ocupado en parte por los políticos e ideólogos capitalistas, los tecnócratas y las iglesias tradicional y fundamentalista (Pentecostales y el Vaticano). En el pasado, este espacio estaba ocupado por los políticos socialistas, nacionalistas y populistas y los activistas de la iglesia asociados con la “teología de la liberación”. El centro-izquierda tenía mucha influencia dentro de los regímenes políticos (en la cima) o las clases populares menos politizadas (en la base). El espacio vacante de la izquierda radical se relacionaba con los intelectuales políticos y los sectores politizados de los sindicatos y con los movimientos sociales urbanos y rurales. Es entre estas clases que el conflicto entre el marxismo y el “post-marxismo” es más intenso hoy en día.

Alimentadas y, en muchos casos, subsidiadas por las principales instituciones financistas y las agencias gubernamentales que promueven el neo-liberalismo, han surgido un extenso número de organizaciones “sociales” cuya ideología, vínculos y prácticas entran en competencia directa con la teoría y la práctica marxista. Estas organizaciones, que en la mayoría de los casos se autodenominan “no-gubernamentales” “centros de investigación independientes”, han sido activas en proponer ideologías y prácticas políticas que sean compatibles y complementen la agenda neo-liberal de sus patronos financistas. Este ensayo procederá a describir y criticar los componentes de su ideología y después describirá sus actividades y no-actividades, comparándolas con los enfoques de los movimientos de base social. A ésto le seguirá una discusión de los orígenes del “post-marxismo”, su evolución y su futuro en relación con el declinar y posible regreso del marxismo.

Componentes del Post-marxismo

Los intelectuales que proponen el post-marxismo, en muchas ocasiones, son “ex-marxistas” cuyo punto de partida es una “crítica” del marxismo y elaboran  contrapropuestas a cada proposición básica como base para tratar de brindar una teoría alternativa o por lo menos una línea de análisis aceptable. Es posible sintetizar al menos diez argumentos básicos que se encuentran a menudo en el discurso post-marxista.
  1. El socialismo fue un fracaso y todas las “teorías generales” de la sociedad están condenadas a repetir este proceso. Las ideologías son falsas (¡excepto el post-marxismo!) porque reflejan un mundo de pensamiento dominado por un único sistema cultural de género/raza).
  2. El énfasis marxista en la clase social es “reduccionista” porque las clases se están disolviendo; los principales puntos de partida políticos son culturales y están enraizados en diferentes identidades (raza, género, etnicidad, preferencia sexual).
  3. El Estado es el enemigo de la democracia y la libertad y un mensajero de bienestar social que es corrupto e ineficiente. En su lugar, la “sociedad civil” es la protagonista de la democracia y el mejoramiento social.
  4. La planificación central lleva a y es un producto de la burocracia que impide el intercambio de bienes entre los productores. Los mercados y los intercambio del mercado, quizás con regulaciones limitadas, permiten un mayor consumo y una distribución más eficiente.
  5. La lucha de la izquierda tradicional por el poder estatal es corrupta y conlleva a regímenes autoritarios que entonces subordinan la sociedad civil a su control. Las luchas locales sobre asuntos locales por organizaciones locales son las únicas vías de cambio, conjuntamente con la petición/presión sobre las autoridades nacionales e internacionales.
  6. Las revoluciones siempre terminan mal o son imposibles: las transformaciones sociales amenazan con provocar reacciones autoritarias. La alternativa es luchar para/y consolidar transiciones democráticas para salvaguardar los procesos electorales.
  7. La solidaridad de clases es parte de las ideologías pasadas, que reflejan políticas y realidades anteriores. Ya no existen las clases. Lo que hay son lugares fragmentados donde grupos específicos (identidades) y localidades se vinculan en una ayuda mutua y relación recíproca para “sobrevivir” basada en la cooperación con ayuda externa. La solidaridad es un fenómeno de clases-cruzadas, un gesto humanitario.
  8. La lucha de clases y la confrontación no producen resultados tangibles; sino que provocan derrotas y fracasan en la solución de los problemas inmediatos. La cooperación gubernamental e internacional en torno a proyectos específicos provoca un incremento de la producción y el desarrollo.
  9. El antimperialismo es otra expresión del pasado que ha sobrevivido a su época. En la economía globalizada de hoy, no hay posibilidad de confrontación con los centros económicos. El mundo es más interdependiente cada día y en él hay una necesidad de una mayor cooperación internacional en la transferencia de capitales, tecnologías y know-how de los países “ricos” a los países “pobres”.
  10. Los líderes de las organizaciones populares no deben estar orientados exclusivamente hacia la organización de los pobres y el compartir sus condiciones. La movilización interna debe estar basada en el financiamiento externo. Los profesionales deben diseñar programas y asegurar el financiamiento externo para organizar grupos locales. Sin ayuda externa, los grupos locales y las carreras profesionales colapsarían.

Crítica de la Ideología Post-marxista

Los post-marxistas, entonces, tienen un análisis, una crítica y una estrategia de desarrollo que es, en una palabra, la ideología muy general que ellos supuestamente condenan cuando discuten el marxismo. Además, es una ideología que falla al identificar las crisis del capitalismo (estancamiento prolongado, pánicos financieros periódicos, etc.) y las contradicciones sociales (desigualdades y polarización social) a nivel nacional e internacional que afectan los problemas sociales locales que se están enfocando. Por ejemplo, los orígenes del neo-liberalismo (el medio socio-político y económico en el que los post-marxistas funcionan) son producto de los conflictos de clase. Sectores específicos del capital aliados con el Estado y el imperio derrotaron a las clases populares e impusieron el modelo. Una perspectiva no-clasista no puede explicar los orígenes del mundo social en el que operan los post-marxistas. Es más, el mismo problema aflora en la discusión de los orígenes de los post-marxistas: su propia biografía refleja el giro abrupto y radical en el poder a niveles nacional e internacional, en las esferas económica y cultural, limitando el espacio y los recursos en los que el marxismo operaba mientras que se incrementaban las oportunidades y los fondos para los post-marxistas. Los orígenes sociológicos del post-marxismo están inmersos en el giro del poder político alejándose de la clase obrera hacia la exportación del capital.

Vayamos ahora de una sociología del conocimiento crítica de la ideología post-marxista y su visión generalmente inconsistente de la teorización general a discutir sus proposiciones específicas. Comencemos con su noción de la “derrota del socialismo” y el “fin de las ideologías”. ¿Qué se quiere decir con la “derrota del socialismo”? ¿El colapso de la URSS, de los regímenes comunistas de Europa del Este?  Primero, ése es sólo un único concepto de socialismo. Segundo, aún así no está claro lo que falló: ¿el sistema político, el sistema socio-económico? Los resultados de las elecciones recientes en Rusia, Polonia, Hungría y muchas de las repúblicas ex-soviéticas sugieren que una mayoría de votantes prefieren un regreso a algunos aspectos de las políticas de bienestar social y prácticas económicas del pasado. Si la opinión popular en los países ex-comunistas es un indicador del “fracaso”, los resultados aún no son definitivos. En segundo lugar, si los post-marxistas quieren decir por “fracaso del socialismo” una declinación del poder de la izquierda debemos insistir en que hay una diferencia entre “fracaso” debido a ineficiencias internas de las prácticas del socialismo  y las derrotas político-militares por agresores externos. Nadie diría que la destrucción por Hitler de las democracias de Europa Occidental fue un “fracaso de la democracia”. Los regímenes capitalistas terroristas y/o la intervención de los Estados Unidos en Chile, Argentina, Bolivia, Uruguay, República Dominicana, Guatemala. Nicaragua, El Salvador, Angola, Mozambique, y Afganistán jugaron un rol principal en el “declinar” de la izquierda revolucionaria. Las derrotas militares no son fracasos del sistema económico y no se reflejan en la efectividad de las experiencias socialistas. Además, cuando analizamos el funcionamiento interno durante el período relativamente estable de gobierno socialista o popular, a través de muchos indicadores sociales, el resultado es mucho más favorable que lo que vino después: participación popular, salud, educación y un crecimiento equitativo bajo Allende resulta muy favorable comparado con lo que vino después bajo Pinochet. Los mismos indicadores bajo los Sandinistas son más favorables que en el régimen de Chamorro en Nicaragua. La reforma agraria del gobierno de Arbenz y las políticas de derechos humanos resultan más favorables cuando se comparan con las políticas gubernamentales instaladas por la CIA de concentración de tierras y 150,000 asesinatos.

Hoy, mientras sea cierto, que los neo-liberales gobiernan y los marxistas están fuera del poder, difícilmente haya un país en el hemisferio occidental donde el marxismo y el socialismo hayan influenciado los movimientos de masa en que no se estén llevando a cabo grandes manifestaciones y lanzando retos a las políticas y a los regímenes neo-liberales. En Paraguay, Uruguay y Bolivia, huelgas generales exitosas, en México movimientos importantes de campesinos y guerrillas indígenas, en Brasil los movimientos de los trabajadores sin tierra, todos ellos reflejan una influencia marxista.

El socialismo fuera del bloque comunista era principalmente una fuerza popular y democrática que aseguraba un fuerte apoyo porque representaba los intereses populares decididos libremente. Los post-marxistas confunden el comunismo soviético con los movimientos socialistas democráticos revolucionarios enraizados en América Latina. Ellos confunden las derrotas militares con los fracasos políticos de la izquierda, aceptando la amalgama neo-liberal de los dos conceptos opuestos. Finalmente, hasta en el caso del comunismo del Este, ellos no ven la naturaleza cambiante y dinámica del comunismo. La popularidad creciente de una nueva síntesis socialista de propiedad social, programas de bienestar, reforma agraria, y democracia está basada en los nuevos movimientos socio-políticos.

En este sentido, el enfoque post-marxista del “fin de las ideologías” no sólo es inconsistente con sus propios pronunciamientos ideológicos sino también con el continuado debate ideológico entre los antiguos y actuales marxistas y los actuales debates y confrontaciones entre el neo-liberalismo y su retoño post-marxista.

lunes, 21 de mayo de 2018

Save Our Souls!

S O S

Parece ser que la señal internacional de petición de socorro fue elegida sobre todo por su sencillez y el aire inquietante que transmiten sus repetidos pulsos triples (breves, largos, breves). El código Morse aplicado a la telegrafía sin hilos necesitaba un sonido inconfundible, y por eso el SOS sustituyó al anteriormente empleado CQD («Come Quickly, Distress», que podía interpretarse como «acudan rápidamente, tenemos problemas»).

Las siglas no son cosa de ahora. Desde el SPQR al INRI o el RIP se tiende a interpretar como tales los conjuntos enigmáticos de letras. De ahí que al SOS se le hayan dado interpretaciones varias, como las inglesas «Save Our Ship» («salven nuestro barco»), «Send Out Succour» («envíen auxilio»), o la latina «Si Opus Sit» («si es necesario»).

Entre todas ellas la más popular es «Save Our Souls" («salvad nuestras almas"), que evoca el suplicante y devoto ruego de quienes ponen su salvación en las manos de Dios.

Elijo este significado en la llamada que encabeza este comentario, pero con la intención de proclamar un nada suplicante ¡salvad (salvemos) nuestras mentes!, ahogadas en el mundo virtual de la comunicación que nos mantiene tan mal comunicados.

Como puede ver cualquiera que entre de vez en cuando en este blog, es mi preocupación constante contribuir a esa salvación de las mentes, y por eso expongo a continuación tres reflexiones que ayudan a entender lo que se avecina.

El lenguaje puede tanto disfrazar como enseñar, y eso es lo que señala Jorge Riechmann aquí, cuando se evitan términos alarmantes y se emplean eufemismos para ocultar las realidades:

Discutimos (por ejemplo dentro de Ecologistas en Acción) sobre si emplear o no la palabra “colapso”… Pero si el problema fuese sólo el sustantivo más adecuado para indicar el rumbo que de hecho siguen las sociedades industriales, no habría problema. Podríamos llamarlo “patatús” por ejemplo (es el nombre con que se ha autobautizado un colectivo zaragozano para la investigación y acción sobre el colapso ecológico y social, colectivo que se creó en 2017). Mas la cuestión de fondo son los marcos de análisis que se hallan detrás de la negativa a emplear un término como colapso: y a menudo sucede que, tras esa negativa, sigue alentando la ilusión de la posibilidad de un “desarrollo sostenible” dentro de los parámetros del sistema, o de una “economía verde” que no cuestione el capitalismo, o de una “transición 100% renovable” que no implique un uso de energía primaria muy inferior al actual… Si nos deshacemos de esa clase de ilusiones y atendemos al mejor conocimiento disponible sobre la trayectoria que siguen nuestras sociedades ¿por qué no vamos a emplear la palabra colapso?
El artículo que sigue pone el acento en uno de los temas acuciantes, el de los residuos que envenenan el planeta.




Queridos lectores,

Con unas importaciones de unos 10 millones de toneladas métricas por año el año pasado, China es el principal importador de residuos plásticos del mundo, absorbiendo un poco más de la mitad del total mundial. A eso debe añadirse que el segundo principal importador es Hong Kong, que suma más del 20%, con lo que la inmensa mayoría de la importación de plásticos del mundo acaba en China, bien sea directamente bien sea a través de la ex-colonia inglesa (que, al fin y al cabo, sólo actúa como intermediario de tan lucrativa actividad). Tal vorágine importadora de lo que en el mundo occidental se considera un residuo se explica por la voracidad de materiales de la economía china, que transforma todo ese plástico usado, tras su clasificación, en resina de plástico que después es usada por las fábricas de la factoría del mundo para crear los mil enseres que luego nos son vendidos. Visto así, el trasiego de plástico usado hacia China y de productos elaborados desde China cierra un círculo virtuoso, al decir de las escuelas de negocios (de aquí). Y así era hasta que la cosa se torció.

En julio del año pasado China anunció a la Organización Mundial del Comercio que a partir de 2018 prohibiría completamente la importación de 24 tipos de plásticos, además de la de papel y material textil (de las que no hablaré aquí aunque también representa otro serio problema). Durante estos seis meses básicamente no se ha hecho nada aparte de intentar convencer al Gobierno de China que se replanteara la prohibición. Y ahora Occidente se encuentra delante de un problema de grandes dimensiones, el cual carece de capacidad de afrontar, dada la profundidad insondable de los cambios que se requeriría hacer.

Esta noticia ha tenido un eco bastante importante por todo el mundo, debido a los problemas ambientales que está empezando a causar la acumulación de residuos en los países de origen, que son básicamente todos los países occidentales (España incluida). Resulta bastante impresionante que ningún medio analiza la noticia desde el punto de vista chino: ¿cómo es que China hace colapsar una industria propia que ocupa a un gran número de personas y prefiere pasarse a la resina de plástico virgen, que es mucho más cara? En algunas noticias se apunta a razones ambientales y de salud de la población, que fueron las razones que alegó China en su anuncio a la Organización Mundial del Comercio, pero se comenta siempre de pasada, y en ningún caso analizando el grave problema ambiental que ya ha causado en China esta industria sucia que se sustenta en la explotación de las clases sociales más desfavorecidas. Pues efectivamente, para conseguir un reciclaje eficiente se necesita hacer una buena clasificación de los residuos plásticos, y la manera más barata y eficiente para hacer eso es usar mano de obra humana mal pagada, que en China aún abunda. Como refleja con horrible precisión el documental "Plastic China", la separación de residuos la hacen miles de personas que literalmente viven en medio de la basura, en unas condiciones de vida miserables e insalubres. Esencialmente, los chinos están explotando en el presente las minas del futuro de las que hablaba en este blog hace más de 7 años, aunque no con el objetivo de conseguir energía sino materiales, y lo están haciendo no introduciendo más tecnología sino con mano de obra semiesclava, justamente como se anticipaba también aquí hace 6 años. Frente a los adalides del tecnooptismo más irredento que se creen que la tecnología es prácticamente un sustituto de la energía, aquí no se ha visto ninguna implantación de nuevas tecnologías extremadamente eficientes a gran escala, no; lo que se ha producido aquí es una explotación inmisericorde del "ejército laboral de reserva" que tanto abarata la Gran Exclusión. No es ninguna casualidad: la tecnología no lleva siempre y necesariamente a un abaratamiento de los costes, y particularmente cuando se trata de hacer procesamientos complejos, para los cuales un ser humano con un poco de entrenamiento habitualmente hará el trabajo mejor y con menor coste energético que cualquier sistema automatizado. Aunque para que las cuentas salgan es fundamental que los salarios sean escandalosamente bajos y que no se respeten las mínimas normas de salubridad, que sólo servirían para encarecer el proceso. Es por eso que este tipo de reciclaje no se ha hecho aquí, aunque lo que ha pasado en China es una advertencia de lo que nos puede acabar pasando a nosotros mismos si continúa progresando la devaluación interna.

Hay dos aspectos de esta crisis que no he visto tratar en ninguna de las noticias que he leído sobre este tema, y que me gustaría destacar. 

En primer lugar, que además del grave problema ambiental y de salud que comporta el procesamiento y reciclaje de esos residuos, es bastante probable que si China se ha decidido a tomar tan drástica medida es debido a que ya no tiene prácticamente capacidad de absorber más residuos. Tengan en cuenta que lo que se reaprovecha para hacer resina plástica es sólo una fracción del volumen total, y el resto ha de ser incinerado (con mayor contaminación atmosférica) o bien enviado al vertedero. Es muy probable que los vertederos chinos estén ya muy saturados, y la peligrosidad de algunos residuos (pues Occidente ha aprovechado el envío de estos residuos para colar de matute materiales muy contaminados, aparte de lo contaminantes que ya de por sí son sobre todo algunos plásticos) hace imposible optar por la incineración. Mientras Occidente ha estado presionando a China para aceptar más de su basura, China se ha encontrado probablemente saturada e incapaz de asumir más.

El segundo aspecto de la noticia que me gustaría destacar es lo que yo calificaría de "cinismo industrial" de muchas de las empresas que en Occidente dicen dedicarse al reciclaje. Como ha evidenciado esta crisis, muchas de estas empresas no son verdaderamente empresas de reciclaje, sino más bien intermediarios o, en el mejor de los casos, plataformas de gestión logística de los residuos en su camino de ida y vuelta a China, seguramente llevándose una buena tajada por no realizar la tarea que se supone que es tan importante hacer, y que ellos en realidad se la han endosado a otros.

Al final, toda esta crisis es un buen ejemplo de cómo algo, que podría haberse anticipado y que se origina bajo la lógica del despilfarro a la que aboca nuestra sociedad de sobreconsumo, se gestiona desde la lógica capitalista imperante. La necesidad de mantener apretado el acelerador del consumo lleva un sobreconsumo de plásticos, sobre todo en forma de envases y embalajes, y este sobreconsumo acaba creando una "industria" que se dedica a su "reciclaje"; y la lógica de seguir creciendo impide poner freno a esta locura hasta que se llega un momento en que el problema tiene dimensiones tales que no se puede gestionar y estalla una crisis como la actual.

¿Y cómo se va a gestionar la crisis actual, una crisis que ya está aquí y que cada día que pasa va generando más residuos que se acumulan en los puntos donde se recogía la mercancía que ya no se puede enviar a China?

Por un lado, estamos escuchando muchos cantos de sirena sobre la oportunidad de negocio que se abre para las empresas de aquí y cómo esto va a favorecer la innovación y gestión local de los residuos, creando nuevos y mejores puestos de trabajo. Pero, como comentábamos arriba, es imposible hacer este reciclaje de manera mínimamente competitiva sin la mano de obra semiesclava que se prodiga en China. E incluso aunque nuestros grandes emprendedores locales consiguieran encontrar la manera (más probablemente, explotando el ejército laboral de reserva local) se requerirían unos cuantos años para poner a punto una industria local a la altura del volumen de residuos que generamos. Y no olvidemos que tal industria tiene fecha de caducidad, porque sólo se recicla efectivamente una fracción del total, mientras que el resto tiene que ir al vertedero o ser incinerado.

Justamente son esas dos (vertedero e incineración) las dos soluciones terribles que se están proponiendo a corto plazo para abordar este problema. Ya se anticipa el problema ambiental que supondría cualquiera de las dos soluciones, aunque obviamente es mucho peor en el caso de la incineración por la liberación de dioxinas y partículas en general. Pero los plásticos siguen amontonándose a gran velocidad y se tiene que encontrar una solución rápida. Así las cosas, es evidente que los países occidentales van a presionar a algunos países del tercer mundo o asimilables para que se conviertan en los nuevos importadores de residuos de último recursos para el mundo occidental, incluso sin tener la pretensión que estos importadores intenten hacer algo parecido a reciclar y se muestren claramente como lo que serían, los vertederos mundiales. Lo peor de esta lógica absurda de la huida hacia adelante y la búsqueda de la solución más económica a corto plazo que guía los razonamientos de mercado tradicionales es que tan sólo es un parche, una solución a corto plazo, hasta que los nuevos vertederos globales se saturen, y con la seguridad de que durante este tiempo añadido nadie va intentar buscar una verdadera solución a largo plazo.

Lo lógico sería comenzar a dar a este problema un tratamiento integral. No hay duda de que el uso masivo de envases y embalajes mantiene una fuerte industria local en los países occidentales, pero es un malgasto de recursos (que en realidad ya no nos podemos permitir, en las vísperas del declive energético) y genera el grave problema de gestión de residuos en el que estamos inmersos. Hay mucho camino posible a recorrer en la dirección en la que pocos analistas miran, que es la reducción. Si no se quiere explorar ahora que es más fácilmente gestionable, se tendrá que hacer cuando sobrevenga la nueva crisis de altos precios del petróleo. De momento tenemos a China como nuevo cliente global de resina virgen de petróleo tensionando este mercado, justo cuando la producción de hidrocarburos líquidos ya está cayendo.

Salu2,
AMT 

Pero no hay problema: los estupefacientes están servidos:



Publicado el 17 enero 2018 por Rafa Garzó 

A cualquier análisis de la situación social y las reacciones populares hay que añadir, necesariamente, el brutal poder de los medios de comunicación, y en especial el de la televisión. Se debe asumir que existe, en cada hogar, un aparato que modifica, transforma y manipula la realidad de una forma prácticamente universal. Sin tener en cuenta esta consideración no podremos explicarnos por completo los porqués del comportamiento, muchas veces incoherente, de las Clases Trabajadoras.

Debe observarse, asimismo, que las cadenas televisivas son propiedad del Capital. Esto, aunque a priori parezca una obviedad, ha de insertarse dentro de la dinámica de la Lucha de Clases y su correspondiente Correlación de Fuerzas. Correlación que, en estos momentos, es muy desfavorable para la Izquierda y para sus aspiraciones de transformación revolucionaria de la Sociedad.

La televisión ha tenido, y tiene, un enorme efecto sobre las capas sociales. El Pueblo, en general, ya no piensa por sí mismo, o sólo por sí mismo, sino que lo hace acompañado y dirigido de una manera terriblemente eficaz por la televisión… Capitalista. Ejemplos de esto podemos verlos tanto en el conflicto de Catalunya como en la extraña e incoherente valoración de la crisis que para la mayoría de la gente se da como superada, así como en los resultados de las encuestas de valoración de partidos políticos.

Por tanto, es necesario comenzar una lucha por la apertura y libre acceso a los canales televisivos, empezando por el análisis de la Ley 7/2010, de 31 de marzo, General de la Comunicación Audiovisual, siguiendo por su puesta en tela de juicio a nivel estatal para conseguir una Libertad de Comunicación real, de modo que la izquierda transformadora pueda alcanzar la conciencia de las clases trabajadoras de la única manera que, en estos momentos, se puede llegar con efectividad, dado que el poder de comunicación de Internet se encuentra limitado, paradójicamente, por su enorme difusión que tiene el efecto de difuminar el mensaje que se pretende destacar entre una inmensa nube de sobreinformación.

La televisión sigue siendo el medio de comunicación claramente dominante entre todos los demás. Por ello, es deber y necesidad de la izquierda revolucionaria luchar por la accesibilidad a la misma, tanto en cuanto Derecho fundamental como necesidad comunicativa y organizativa, para su supervivencia y para la consecución de un mayor impacto en la mal llamada “Opinión Pública”, conformada en estos momentos por los canales de televisión privados y capitalistas.


Enredados en el círculo vicioso (la televisión anula la mente de los que deberían apropiarse de su control), no hay, pues, que preocuparse. Mientras quede SOMA...