sábado, 2 de junio de 2018

¿Qué cosa es el post-marxismo? (IV)

Cuarta entrega de argumentos y contraargumentos contenidos en el artículo de James Petras que publicó en su blog Antonio Olivé. La anterior fue esta y la primera esta otra.

Es por lo menos una ironía, más bien un sarcasmo, criticar la planificación en un momento en que grandes empresas, mayores que muchos estados, planifican a tope todos los aspectos de su producción. Planificación además muy centralizada. La mayor diferencia con la planificación socialista es que la única variable que rige sus planes es el beneficio económico del grupo.

No hay que olvidar que la planificación soviética se hizo en un tiempo muy difícil, con el mundo entero en contra. Si la NEP fue en su momento una tabla de salvación para un país exhausto por la guerra, al primar la economía de mercado para los bienes de primera necesidad fomentó desigualdades que no estaban en el programa bolchevique. El bandazo de los planes quinquenales hacia la industrialización acelerada no se hizo sin el sacrificio de la agricultura y una colectivización forzada de la misma, pero los hechos que siguieron mostraron que la industrialización era una necesidad. Si el primer plan quinquenal se centró en la industria pesada, el segundo tuvo que primar a toda prisa la industria de guerra. El resto de la historia está ahí.

No se trata de disculpar los fallos de aquella planificación, que también tuvo grandes éxitos, sino de rechazar la idea de que planificar la economía es un error. Si el autoritarismo en que desembocó el sistema derivó más tarde en una vuelta hacia el capitalismo más despiadado, este regreso produjo estragos y una sociedad más injusta.

Hay un notable paralelismo entre la formación del complejo militar-industrial en los Estados Unidos y la de su equivalente soviético. Los fines declarados son muy diferentes, pero en ambos casos el fallo no es de la planificación, sino de su carácter no democrático.

La planificación es una necesidad, más aún cuando la economía mundial está llegando a su definitivo agotamiento. Si no planificamos el futuro lo harán los grandes capitales para su beneficio inmediato, a costa de él.



La argumentación de los post-marxistas:
4. La planificación central lleva a y es un producto de la burocracia que impide el intercambio de bienes entre los productores. Los mercados y los intercambios del mercado, quizás con regulaciones limitadas, permiten un mayor consumo y una distribución más eficiente.
La contraargumentación de Petras:

La Planificación, la Burocracia y el Mercado

No hay duda de que la planificación centralizada en los antiguos países comunistas era ‘burocrático’-autoritaria en su concepción y centralizada en su ejecución. Desde esta observación empírica, los post-marxistas argumentan que la “planificación” (centralizada o no) es por naturaleza contradictoria a las necesidades de una economía moderna compleja con sus múltiples demandas, millones de consumidores y flujos masivos de información. Sólo el mercado puede realizar esta tarea. La democracia y el mercado van aparejados: otro punto de convergencia entre los “post-marxistas” y los neoliberales. El problema con este concepto es que la mayoría de las principales instituciones en una economía capitalista están involucradas en la planificación central.

La General Motors, Wal-Mart, Microsoft, todas ellas programan y planifican centralmente las inversiones directas y los gastos para obtener mayores producciones y mercadeo. Pocos post-marxistas, si es que algunos lo hacen, enfocan su atención críticamente hacia estas empresas. Los post-marxistas no se cuestionan la eficiencia de la planificación centralizada en las corporaciones multinacionales o su compatibilidad con los sistemas electorales competitivos característicos de las democracias capitalistas.

El problema teórico es la confusión de los post-marxistas entre la planificación centralizada y una variante histórico-política particular de ella. Si aceptamos que los sistemas planificados pueden estar incluidos en una variedad de sistemas políticos (autoritarios o democráticos), entonces es lógico que la habilidad contable y el grado de respuesta del sistema de planificación puede variar.

Hoy en la sociedades capitalistas, el presupuesto militar es parte de la planificación y los gastos estatales basados en “órdenes” a los productores (y dueños de capital) que responden en su propia forma ineficiente produciendo y beneficiándose de ello durante más de cincuenta años. Al no haber ‘modelo de planificación’, el punto que necesita recalcarse es que la planificación central estatal no es un fenómeno confinado a los “sistemas comunistas”. Los defectos se han generalizado y también se hallan en las economías capitalistas. El problema en ambas instancias (Pentágono y comunismo) es la falta de una contabilidad democrática: la élite del complejo militar-industrial fija la producción, los costos, la demanda y los abastecimientos.

La ubicación centralizada de los recursos del Estado es imprescindible en muchos países a causa de las desigualdades regionales existentes entre la dotación de recursos, la inmigración, la productividad, la demanda de productos o por abundantes razones históricas. Sólo una decisión centralizada puede redistribuir los recursos para compensar a aquellas  regiones, clases, géneros y grupos raciales menos desarrollados afectados en forma adversa por los factores anteriores. De otra manera, el “mercado” tiende a favorecer aquellos con ventajas históricas que estén favorablemente dotados creando patrones de polos de desarrollo o incluso estimulando la explotación inter-regional/de clases y los conflictos étnicos.

El problema fundamental de la planificación es la estructura política que informa al proceso de planificación. Los cargos de planificación elegidos y sujetos a las comunidades organizadas o grupos sociales (productores, consumidores, jóvenes, mujeres, minorías raciales) ubicarán los recursos entre la producción, el consumo y la reinversión en forma diferente de aquellos que están vinculados a las élites relacionadas con el complejo militar-industrial.

En segundo lugar, la planificación no significa una especificación detallada. El monto de los presupuestos sociales puede ser decidido nacionalmente por representantes electos y ser ubicados por acuerdos de asambleas públicas donde los ciudadanos puedan votar por sus prioridades locales. Esta práctica ha tenido éxito en Porto Alegre, Brasil durante algunos años bajo un gobierno municipal conducido por el Partido de los Trabajadores. La relación entre la planificación general y local no está escrita en forma definitiva, ni tampoco los niveles de especificación de los gastos y las inversiones que deben determinar los “altos niveles”. Las asignaciones generales para promover objetivos específicos que beneficien al país entero (en infraestructura, alta tecnología, educación, etc.) son complementadas por decisiones locales para el subsidio de escuelas, hospitales y centros culturales.

La planificación es un instrumento clave en la economía capitalista actual. El eliminar la planificación socialista es desaprovechar una importante herramienta para organizar el cambio social. Para revertir las vastas desigualdades, la concentración de la pobreza, y la ubicación de presupuestos injustos se requiere un plan general con una autoridad democrática con poder para implementarla. Conjuntamente con las empresas públicas y los consejos autodirigidos de productores y consumidores, la planificación centralizada es el tercer pilar para una transformación democrática.

Para terminar, la planificación centralizada no es incompatible con actividades productivas y de servicios de propiedad local (restaurantes, cafés, talleres de reparación, fincas familiares, etc.). Obviamente, las autoridades públicas estarán ocupadas manejando las macroestructuras de la sociedad.

Las decisiones complejas y los flujos de información son más fáciles de manejar actualmente con las computadoras procesadoras de mega-información. La fórmula de: representación democrática más computadoras más planificación central es igual a eficiencia y una producción y distribución social equitativa.

1 comentario:

  1. La «gran industria moderna ha producido el mercado mundial», dándole un «desarrollo inconmensurable» a la comunicación global naval y terrestre (Manifiesto, MEW 4, 463). Su portador social, la «burguesía moderna es el producto […] de una serie de revoluciones en el modo de producción y de intercambio»(464). Marx la describe como sujeto social particular que se constituye mundialmente a través de la exclusión, o más precisamente, sometimiento y explotación de otros sujetos sociales particulares. «Obliga a todas las naciones a apropiarse del modo de producción de la burguesía, si es que no quieren sucumbir; las obliga a introducir en sí mismas la así llamada civilización […]. En una palabra, crea para sí un mundo según su propia imagen»(466).

    Teoría Crítica
    http://dhcm.inkrit.org/wp-content/data/DHCM_Teoria-Critica.pdf

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