viernes, 12 de octubre de 2018

Urbanismo ecosistémico

En su momento, la Carta de Atenas supuso una declaración de intenciones que pretendía poner orden en las ciudades, mediante una planificación urbanística que fuera más allá del puro trazado geométrico, incluyendo consideraciones higiénicas y de bienestar humano encaminadas a mejorar la calidad de vida de sus habitantes:
Que los barrios ocupen vivienda en lo sucesivo, en el Espacio Urbano, en los mejores emplazamientos, aprovechando la topografía, tomando en cuenta el clima, la luz solar y las áreas verdes que sean posibles. 
Que la elección de las zonas de vivienda venga dictada por razones higiénicas. 
Que se impongan densidades razonables, según las formas de vivienda impuestas por la naturaleza misma del terreno. 
Debe prohibirse la alineación de las viviendas a lo largo de las vías de comunicación. 
Que se tomen en cuenta los recursos de la técnica moderna para levantar construcciones altas y que, construidas a gran distancia unas de otras, liberen el suelo en favor de grandes áreas verdes.
Se apostaba por una separación funcional de los lugares de residencia, ocio y trabajo poniendo en entredicho el carácter y la densidad de la ciudad tradicional, proponiendo la colocación de los edificios en amplias zonas verdes poco densas. La preocupación por la mejora urbana, en unas ciudades bastante caóticas, llevó a esquematizar los usos del suelo de manera bastante rígida, considerando las siguientes funciones, con una estricta separación de usos, sumariamente reducidos a habitar, circular, trabajar y recrearse.

Podemos considerar este esquema como un punto de partida, pero merece una crítica, dado lo heterogéneo de estas funciones. Si la habitación requiere en términos generales requisitos semejantes, porque las personas son también básicamente semejantes, las restantes categorías no encajan en usos del suelo semejantes.

En primer lugar, los redactores consideraban la circulación como un uso más, para el que pretendían una estricta separación. Sin duda estaban preocupados por el tránsito rodado, incompatible con los demás usos, y que separaban radicalmente de los otros. Pero dentro del tráfico hay que distinguir distintas categorías que requieren diferente tratamiento. No es lo mismo el transporte colectivo que el vehículo privado, ni el de mercancías tiene idénticos requisitos que el de personas. Al de vehículos en general acompaña el de peatones, bicicletas y, ahora mismo, cochecitos de inválidos, monopatines, patinetes eléctricos y otras formas semipeatonales de trasladarse. La separación estricta no es posible ni deseable, y cualquier sistema circulatorio ha de disponer de arterias, vías de aproximación, capilares que lleven cada entidad a su destino preciso. Sin prescindir completamente de la separación circulatoria, hoy se piensa en otras medidas no puramente espaciales, como los sistemas de templado del tráfico, limitaciones de velocidad, prohibiciones horarias, prioridades de uso de las vías...

Más heterogénea es si cabe la categoría trabajar. Aunque existan trabajos que deben alejarse de la habitación humana, por molestos o peligrosos (¡sin olvidar que son desempeñados por seres humanos!), no todos entran en esta categoría. ¿Por qué separarlos, si pueden contribuir a dar variedad y vitalidad a la zona, y a su vez las viviendas que coexisten con ellos suponen un control y vigilancia colectiva de lo que en otro caso se puede convertir a ciertas horas en un espacio solitario, y por eso mismo peligroso?

En cuanto a la categoría recrearse incluye los cuidados del cuerpo y del espíritu: salud, educación, esparcimiento, pueden ser incompatibles, según la escala, con otros usos a los que perturben, pero no es lo mismo un gran hospital que un centro de salud o un pequeño dispensario, una guardería que una escuela o una universidad. Tampoco un gran estadio deportivo que una zona de juegos infantiles. Y, puestos a considerar dentro de la categoría "esparcimiento" al comercio (puesto que muchas familias pasan una tarde de ocio en un centro comercial), no es lo mismo la tienda de barrio que las grandes superficies.

Estas sólidas consideraciones llevaron a Jane Jacobs a escribir su libro fundamental Muerte y vida de las grandes ciudades, que podríamos considerar como una antítesis de la carta de Atenas. Pero no hay que olvidarse de las tres fases fundamentales del pensamiento dialéctico: tesis, antítesis, síntesis.

Tanto la Carta de Atenas como los escritos de Jane Jacobs, siendo pilares esenciales del urbanismo moderno, no tuvieron en cuenta otras realidades que hoy son importantes y acuciantes.

La sostenibilidad y la consideración del hábitat humano como un ecosistema más, hacen necesarias nuevas consideraciones del hecho urbano, que sin duda no supondrán la última síntesis, ni estarán libres de puntualizaciones en muchos aspectos.

Un  buen amigo y camarada, Carlos Portomeñe, concejal por Esquerda Unida en el ayuntamiento de Lugo, me ha hecho llegar esta carta para el diseño de nuevos desarrollos urbanos y regeneración de los existentes. Tal vez los redactores del borrador propuesto hayan pasado por alto la urgencia del caso.

A continuación se exponen los principios del urbanismo ecosistémico que recogen los objetivos y las líneas a seguir en la producción de ciudad. Llenan de contenido los ejes del modelo urbano intencional. Con quince principios se busca condensar las claves para la regeneración urbana y el diseño de nuevos desarrollos urbanos. La consecución de sus premisas y objetivos permite obtener los equilibrios sistémicos que garanticen el abordaje de los retos actuales, tanto urbanos como globales:

1º COMPACIDAD vs DISPERSIÓN: reducir el consumo de suelo incrementando la proximidad y la masa crítica de personas y personas jurídicas.
2º DESCOMPRESIÓN vs COMPRESIÓN: El equilibrio urbano.
3º ACCESIBILIDAD vs MOVILIDAD PRIVADA: transportes alternativos al coche, garantizando el acceso a la ciudad de todos los ciudadanos.
4º CIUDADANO vs PEATÓN: Los usos y derechos en el espacio público.
5º HABITABILIDAD EN EL ESPACIO PÚBLICO: el control de las variables de entorno.
6º COMPLEJIDAD vs SIMPLIFICACIÓN: aumentar la complejidad urbana incrementando el número y la diversidad de las personas jurídicas.
7º HIPERCONECTIVIDAD: Los flujos de información en la era digital.
8º VERDE vs ASFALTO: Incrementar la superficie verde y la biodiversidad urbana.
9º AUTOSUFICIENCIA vs DEPENDENCIA: hacia la autosuficiencia energética.
10º AUTOSUFICIENCIA HÍDRICA CON RECURSOS PRÓXIMOS Y RENOVABLES: preservación del ciclo hídrico.
11º REDUCCCIÓN, REUTILIZACIÓN Y RECICLAJE vs DESPILFARRO: hacia la autosuficiencia de los materiales.
12º ADAPTACIÓN Y MITIGACIÓN DEL CAMBIO CLIMÁTICO.
13º COHESIÓN SOCIAL vs EXCLUSIÓN SOCIAL: hacia la convivencia social mezclando rentas, culturas y edades. 
14º ACCESO UNIVERSAL A LA VIVIENDA EN EDIFICIOS MÁS SOSTENIBLES.15º DOTACIÓN Y DISTRIBUCIÓN EQUILIBRADA DE EQUIPAMIENTOS. 






La mayor parte de la población en el planeta vive en las ciudades. El incremento de población urbana es exponencial y se espera que a mitades de siglo más del 70% de los pobladores de la Tierra habiten en ciudades y metrópolis. Este proceso, combinado con la producción urbana de la sociedad industrial ha creado inmensos territorios urbanos simplificados, insalubres y, en muchos casos, inhabitables (hoy viven en áreas marginales, en la más cruda supervivencia, más de 800 millones de seres humanos). El nivel de deterioro de la calidad urbana y de la calidad de vida en la mayoría de las ciudades en todo el mundo reclama una profunda regeneración de los sistemas urbanos a todas las escalas y una planificación de los nuevos desarrollos urbanos con bases alejadas de las que el urbanismo ortodoxo propone.

Además, los sistemas urbanos son, hoy, los principales responsables del nivel de presión ejercido sobre los ecosistemas de la Tierra a todas las escalas. El impacto es de tal tamaño que el actual periodo histórico se ha identificado con el de una nueva era geológica denominada Antropoceno. El proceso generador de las incertidumbres se ha calificado de insostenible y hoy podemos afirmar que la vida en la Tierra depende de una sola especie y, sobre todo, de los sistemas urbanos creados por esta.

Son, pues, los sistemas urbanos los que centrarán nuestra atención. Sin regenerar las ciudades existentes el problema no tiene solución y cada día que pasa las incertidumbres crecen. Las soluciones que se propongan deben atender, naturalmente, a los nuevos desarrollos urbanos, pero más importante es, aún, buscar las soluciones para los sistemas ya construidos, causantes del actual deterioro.

Los instrumentos de planificación han sido escasos en muchas ocasiones, en otros, se han inspirado, principalmente, en la Carta de Atenas que, si bien buscaba racionalizar la compatibilidad de usos y funciones derivados de la sociedad industrial, no fue capaz de prever las graves disfunciones que provocaba su propuesta y, por supuesto, hoy no es capaz de abordar los retos de este principio de siglo XXI.

El análisis de los grandes problemas que hoy sufren los sistemas urbanos ha llevado a las instituciones, de escala continental y también planetaria con Naciones Unidas al frente, a reunirse en diversas ocasiones desde los años 70, para buscar soluciones. La última en Quito en el año 2016, donde se aprobó la Agenda Urbana. Aunque la intención es buena, los resultados obtenidos hasta ahora no parecen ser los esperados. Quizás una de las muchas razones sea la ausencia de un marco teórico consensuado que canalice de manera intencionada los instrumentos de carácter técnico y tecnológico, normativo, económico-financiero, organizativo-institucional y educativo, que han de alcanzar los objetivos y los principios del marco teórico de referencia para realidades ambientales, económicas y sociales distintas.

Aquí proponemos el borrador de una Carta abierta con bases ecológicas, que ha de servir de guía para el diseño de nuevos desarrollos urbanos y la regeneración de los existentes que dé respuesta a los retos actuales que están relacionados con la sostenibilidad en la era de la información y el conocimiento.

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