sábado, 3 de noviembre de 2018

La patología del lucro y el planeta desechable

Parte final de un artículo de Michael Parenti, encontrado aquí. No consigo que deje de asombrarme el comportamiento de quienes ponen un ahora, breve como un orgasmo, por encima de un luego tenebroso.

Desde luego, es una enfermedad.

Contagiosa.




La locura de la codicia

Desgraciadamente, el medio ambiente no se puede defender a sí mismo. Es cosa nuestra protegerlo, o lo que quede de él. Pero todo lo que quieren los súper ricos es seguir transformando la naturaleza viviente en mercancía y la mercancía en capital muerto. Los inminentes desastres ecológicos no tienen mucha importancia para los saqueadores corporativos. No tienen en consideración la naturaleza viviente.

El lucro se hace adictivo. La fortuna incita a aumentarla. No hay límite para la cantidad de dinero que alguien pueda querer acumular, impulsado por la auri sacra fames, la maldita sed de oro. Por lo tanto, los adictos al dinero se apoderan de más y más, más de lo que pueden gastar en mil vidas de ilimitada indulgencia, impulsados por lo que comienza a parecer una patología obsesiva, una monomanía que borra toda otra consideración humana.

Están más y más ligados a su riqueza que a la tierra en la que viven, más preocupados por la suerte de sus fortunas que por la suerte de la humanidad, tan poseídos por su afán de beneficios que no ven el desastre que amenaza. Hubo una caricatura del New Yorker que mostraba a un ejecutivo corporativo parado ante un atril dirigiéndose a una reunión empresarial con estas palabras: “Y así, cuando el escenario del fin del mundo esté plagado de horrores inimaginables, creemos que el período antes del fin estará repleto de oportunidades de beneficios sin precedentes”.

No es un chiste. Hace años señalé que los que negaban la existencia del calentamiento global no cambiarían de opinión hasta que el propio Polo Norte comenzara a derretirse. (Nunca esperé que realmente comenzara a derretirse durante mi vida.) Hoy enfrentamos una fusión ártica que involucra horrendas consecuencias para las corrientes oceánicas del golfo, los niveles del mar en las costas, toda la zona templada del planeta y la producción agrícola del mundo.

Por lo tanto, ¿cómo reaccionan los capitanes de la industria y de las finanzas? Como era de esperar: como especuladores monomaníacos. Escuchan la música: aprovechar, aprovechar. Primero, el derretimiento de Ártico abrirá un paso directo al noroeste entre los dos grandes océanos, un sueño más viejo que [la expedición de] Lewis y Clark. Eso posibilitará rutas comerciales más cortas, más accesibles y menos costosas. Ya no habrá que avanzar con dificultad por el Canal de Panamá o por el Cabo de Hornos. Los costes reducidos de transporte significan más comercio y más beneficios.

Segundo: señalan alegremente que el derretimiento abre vastas nuevas reservas petrolíferas a la perforación. Podrán perforar y extraer más del mismo combustible fósil que causa precisamente la calamidad que sobreviene. Más derretimiento significa más petróleo y más beneficios; es el mantra de los libres mercaderes que piensan que el mundo solo les pertenece a ellos.

Imaginad ahora que estuviésemos todos dentro de un gran autobús que circula velozmente por una carretera que termina en una caída fatal por un profundo precipicio. ¿Qué hacen nuestros adictos a las ganancias? Corren frenéticamente por todo el pasillo, vendiéndonos almohadas contra golpes y cintos de seguridad a precios exorbitantes. Ya habían calculado esa oportunidad comercial.

Tenemos que alzarnos de nuestros asientos, colocarlos rápidamente bajo supervisión adulta, correr al frente del autobús, apartar rápidamente al conductor, agarrar el volante, reducir la velocidad del autobús y dar media vuelta. No es fácil, pero todavía puede ser posible. En mi caso, es un sueño recurrente.

3 comentarios:

  1. Parte de una falacia "el medio ambiente no se puede defender a sí mismo. Es cosa nuestra protegerlo, o lo que quede de él". El medio ambiente como naturaleza tiene sus propias leyes naturales que regulan sus procesos. Las leyes humanas son las que puede regular el ser humano, por aquelllo de hombres injustos leyes injustas.

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  2. A la naturaleza hay que abandonarla para que se cure sola. Lo que habría que hacer es ir abandonando zonas del planeta.

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    1. La naturaleza ciertamente se cura sola. ¿Nuestra especie también?

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