jueves, 19 de septiembre de 2019

Racionales e irracionales

"Racional" e "irracional". "Numerable" e "innumerable". 

Se me ha ocurrido una metáfora matemática para exponer una situación en que me veo enredado, ingenuo de mí, con demasiada frecuencia: intentando razonar con alguien, se me escapa por innumerables vías irracionales, destruyendo cualquier posibilidad de argumentación con salidas imprevisibles que desvían la atención del tema a tratar. Imposible entonces un debate constructivo.

Esta molesta garantía de incomunicación se acentúa en las "redes sociales", en las que el troleo continuo impide la discusión constructiva, salvo en grupos cerrados y con buena voluntad de acuerdo, y en los que nada garantiza, a poco amplios que sean, que no se cuele un trol que entre como elefante en cacharrería. Siempre es más fácil destruir que construir, porque por cada posibilidad de orden hay infinitos desórdenes posibles. Pura termodinámica...

En el blog The Oil Crash hubo alguna vez una sección de comentarios. Ahora no la hay, salvo para los miembros admitidos en él. Una nota lo explica claramente:
La sección de comentarios de este blog ha sido clausurada por ser imposible su gestión. Disculpen las molestias. Pueden seguir comentando en el Foro OilCrash: 
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

En una de sus entradas recientes encuentro un enlace a otra mucho más antigua, del tiempo en que la sección estaba abierta. Pues bien, entre el 6 y el 16 de agosto de 2012 se produjeron 161 comentarios, y un hábil provocador transformó por completo el debate en algo del todo diferente.

Esta imposibilidad de que el racional pueda "cercar" al irracional me llevó a una situación análoga que se da en el campo de los números, y que expliqué en la sección tiempo y espacio de este blog, en esta entrada.

"Los innumerables números naturales, enteros, racionales... son numerables.
Los irracionales no lo son".

Este postulado entraña una contradicción solo aparente. Porque cotidianamente empleamos la palabra innumerable en el sentido de incontable, y no es lo mismo.

Los números sirven tanto para contar como para ordenar, Una sucesión puede ser infinita si no tiene un último elemento, y eso ocurre con muchos conjuntos, en particular con todos los números reales. Pero aun siendo infinita puede ser numerable, si para cualquiera de sus elementos podemos encontrar "un lugar" en el conjunto convenientemente ordenado. Para ello disponemos de la correspondencia con la sucesión de los números naturales. Y por su propia "naturaleza" "postulamos" que cualquier conjunto ordenable biunívocamente con ellos es numerable.

Así, incluir el cero como primer elemento sólo desplaza un lugar la correspondencia. También son ordenables los enteros, incluidos los negativos, si los ordenamos así: 0, 1, -1, 2, -2, 3, -3... (este último es el séptimo de la lista).

Los números racionales, entendiendo que son los que tienen una parte decimal, o los dados en forma de fracción, son también numerables. En realidad, todo número que tenga expresión decimal (lo que incluye a los enteros: 5,0000... = 5/1) es equiparable a una fracción. Veamos:

3,14 = 314/100 = 157/50 (es lo mismo que 3,14000..., y siempre sabremos cual es, por ejemplo, la novena cifra decimal)

3,1416 = 31416/10000 = 15708/5000 = 7854/2500 = 3927/1250

0,7777... = 7/9 (entendiendo que los puntos suspensivos repiten indefinidamente la misma cifra: podemos decir que la que ocupa el lugar 50 es también un siete).

A qué seguir. Todos estos números, dados por sus cifras, las cuales son también ordenables, son ordenables. Podemos verlo muy bien si los ordenamos así en su forma fraccionaria:


Cualquier número que podamos escribir por sus cifras, pudiendo saber siempre cual es la cifra que ocupa cualquier lugar, es numerable, y racional. En realidad, existen otros números, reales, pero irracionales, que nunca podremos escribir, salvo por medio de los racionales, eso sí con tanta precisión como necesitemos en los casos prácticos. Así, 3,141592653 no es lo mismo que p. Aunque se le parezca mucho.

Perseguir al irracional es tarea imposible, q.e.d.

sábado, 7 de septiembre de 2019

Paco Cepero y el Tío Borrico

El gran guitarrista Paco Cepero ha sido reconocido como hijo predilecto de Jerez. Méritos no le faltan. Con tal motivo, nuestro flamenco le ha dedicado uno de sus programas. En él, junto a un dialogo con el conductor del programa en que se muestra tan sencillo como conocedor, se recogen piezas para guitarra sola y otras acompañando el cante. Como solista interpreta bulerías (minuto 2:50), seguiriya (24:41) y bulerías por soleá (41:25).

Acompaña a Carmen Linares en bulerías (minuto 15:45), a Camarón en taranta y taranto (46:35) y a Gregorio Manuel Fernández Vargas, Tío Borrico en bulerías por soleá (34:42).

Camarón ha sido un fenómeno, y los cantes mineros siempre emocionan, pero yo voy a detenerme hoy en la figura del tío Gregorio, porque representa lo más auténtico del cante de los gitanos del campo.



Flamenco Antiguo

Revista La Flamenca, nº 12 / año 2005, septiembre-octubre
Juan Mª de los Ríos

Gregorio Manuel Fernández Vargas “Tío Borrico” ( Jerez de la Frontera, 1910-1983), hijo de Fernando Fernández “El Tati” y sobrino de Juanichi el Manijero, pasó su infancia en el campo, lo que influiría posteriormente en su cante. Iba tan poco a Jerez que confiesa que se asustaba cuando oía el sonido de las campanas. Su padre trabajaba para José Domecq como manijero de las mujeres que realizaban la escarda. Precisamente el nombre de “El Borrico” le viene de una fiesta organizada por Juan Pedro Domecq, en la que, según el testimonio de Gregorio, al escuchar su cante, Alfonso Domecq y González exclamó: “¡Qué voz más bestia! ¡Qué barbaridad! ¡Qué voz más bruta y más borrica!”.

La jornada en el campo comenzaba a las siete de la mañana y no finalizaba hasta después de la puesta de sol. Unas veces su trabajo consistía en escardar habas, trigo, cebada; y otras, en trillar y en recoger los cardos. En invierno escardaba el trigo y la cebada, cogía las aceitunas. En verano, la tarea era segar, trillar, arrancar los cardos. Ganaba siete reales. Por la noche, se formaban reuniones en las que, con un poco de vino, uno cantaba, otro tocaba las palmas y otro bailaba: “Y salío del trabajo comprábamos una botella de vino entre dos o tres y cantábamos y bailábamos todos.”

Posteriormente fue gazpachero, encargado de llevar en un borrico unas angarillas -“aguaeras”- con seis cántaros de agua y una olla de garbanzos amarrada con sogas. El gazpachero, el manijero o uno de los muchachos tenían que repartir con un cazo los garbanzos, las papas o las habichuelas, en un lebrillo en el que comían ocho personas. No había bancos, ni sillas. Con la cuchara en la mano, cada cual cogía su pan y se lo metía debajo del brazo: “allí en pie, cuchará y paso atrás y pellizco de pan”.

Los que regresaban del campo a Jerez, cansados de trabajar, aprovechaban para tomar un vasito de vino: “Venían reventaos de trabajar y mientras más cansaos venían, más pronto estaban cantando hasta que no iban a comerse los garbanzos y eso, a sus casas, y café migao.” Se reunían en tabancos, que era donde entonces se cantaba.

Según Tío Borrico, Juanichi y Frijones eran cantaores de mostrador, “cantaores de echar la peoná y luego irse a un tabanco a cantar y a beber vino”. Solían ir al tabanco de Antonia la Colorá, un tabanco muy grande que había en una casa de vecinos de la calle La Sangre, donde se juntaban El Tati, Juanichi el Manijero, Frijones, Antonio La Peña y Tío José de Paula. Allí se cantaba por soleá, siguiriyas, bulerías y bulerías pá escuchar. En los tabancos no había guitarras, pues ninguno sabía cantar con guitarra, sino que cantaban al estilo de golpe en el mostrador, haciendo su son con las manos: unos lo hacían con la palma; otros, con los nudillos.

Era Tío Borrico tan aficionado al cante que se escapaba a los bautizos para escuchar, entre otros, a Tío José de Paula, El Gloria o Cepero, que en ese momento no sabía siquiera quiénes eran. De su tío Juan Fernández Carrasco, “Juanichi el Manijero”, admiraba la siguiriya “Comparito mío Cuco”:

Comparito mío, Cuco,
díga usté a mi mare
cómo me veo en esta casapuerta
y arrevorcao en sangre.

Además de la siguiriya de Juanichi, estimaba las de Paco la Luz, de Tío José de Paula, de Manuel Torre, del Marrurro y de Juanito Mojama. Recordaba el cante por siguiriyas de Tío José de Paula:

Ay, cuando yo me muera,
te voy a dar un encargo:
que con las trenzas de tu pelo negro,
me amarren las manos.

De Frijones, de quien Tío Borrico dice que iba de tabanco en tabanco, de puerta en puerta, cantando solo, admiraba el cante por soleá corto. De los fandangos los que más apreciaba eran los de Manuel Torre, Cepero y El Gloria. A Cepero -dice- lo escuchó en la Alameda Vieja. También conoció a Chacón en la plaza de toros, donde lo oyó cantar, aunque, según Tío Borrico, ya estaba viejo. Y le gustaba igualmente el Chozas, sobre todo, por bulerías:

Ahí viene un sordao
mu bien armao
que viene de Portugal…

Pero de quien aprendió más fue de Juanichi el Manijero, que, para Gregorio, hacía el cante de Frijones limpio, puro:

Fatigas pasé
con el tren de mercancías
y Frijones de Jerez.
Tu mare es una judía
que a mí me ha tirao a la calle…

Un día, con diecinueve años, le dijo a su madre que iba a un bautizo, aunque en realidad fue a un cabaret, “La Espiga de Oro”, situado en los Cuatro Muleros. Allí se puso a cantar y esa noche ganó todo lo que no ganaba en todo el año trabajando en el campo. Tío Borrico dejó el campo definitivamente y se convirtió en artista, aconsejado por Luis de la Amaora, de quien recuerda uno de sus cantes:

A mí me llaman el loco
porque siempre voy callao,
llevarme poquito a poco
que soy un loco de cuidao.

Tío Gregorio apenas salió de Jerez, fue un cantaor de cortijos y ventas, de reuniones, como evoca el poema de Manuel Ríos Ruiz “Cante en la venta”:

Tío Borrico el Cantaor
sobre el mostrador divaga.
Un sol nocturno en la copa
le calienta la garganta.
La copla, fragua oculta,
yunque de cada palabra,
puebla de dolor la venta
y sale por la ventana.
¡El cante truena, lastima
a las estrellas del alba!
El señorito de turno
-borrachera atormentada-
le echa el brazo por encima,
pide más vino y cigalas.
Después en la amanecida,
sobre la fría rociada,
El Borrico va contando
el real de cada lágrima.

El cante que más le gustaba a Tío Borrico, como él mismo confiesa, es el cante por soleá. A su parecer, es el más difícil de hacer, mucho más difícil que el cante por siguiriya. Tío Gregorio explica que el cante por soleá “es ligao, de mayor a menor. En cambio, el cante por siguiriyas es de tercio: puedes dar vocinazos, pero te da tiempo a resollar. La soleá hay que ligarla.” El cante de Tío Gregorio no es refinado, salido de una garganta limpia. Es el cante de las entrañas, que no consiste en una melodía dulce, sino en un quejío que sale de lo más profundo del alma como un volcán en erupción. Es un cante negro o, como lo ha definido Manuel Ríos Ruiz, “bronco como un potro y negro como una piconá. Era el cante más gitano y bravío, un luto de arcaica música milenaria. El primitivismo hecho arte y conmoción.” Pero, sobre todo, su cante es terruñero, el espíritu de la tierra, ese “poder misterioso que todos sienten y que ningún filósofo explica”, que Federico García Lorca canta en su poema de la soleá:

Tierra seca,
tierra quieta
de noches
inmensas.

Tierra
vieja
del candil
y la pena.
Tierra de las hondas cisternas.
Tierra
de la muerte sin ojos
y las flechas.

domingo, 1 de septiembre de 2019

Los tribunos de la plebe

Sabido es que las instituciones elaboradas durante la transición, junto a la ley electoral perpetrada para rellenarlas, tienen un marcado sesgo que deforma gravemente lo que se entiende por democracia. En el Senado, por ejemplo, la provincia de Madrid, con 6.578.000 habitantes, tiene la misma representación que la de Soria, que no llega a 89.000. Soria está sobrerrepresentada 74,24 veces por encima de Madrid. El voto de la mayoría se vuelve aquí irrelevante, porque el de un madrileño vale solo el 1,35 % del de un soriano.

Se suele justificar tamaña desproporción considerando que el Senado es una cámara de representación territorial, pensada como defensa de los territorios más abandonados frente a los más poblados. En la práctica, conduce a dejar fuera a una mayoría de la población que no vota a los grandes partidos, los "partidos del sistema", de cuya estructura cupular no hay duda, y en esa estructura de barones la población cuenta poco. Los disconformes, salvo gentes muy concienciadas, tienden a oscilar entre el "voto útil", el "de castigo" y la abstención.

En el Congreso de los Diputados no se llega a esos extremos de desigualdad, pese a los mecanismos que tienden a primar a los partidos más votados, pero en todo caso se hace prácticamente imposible que los partidos minoritarios tengan peso real frente a gobiernos que no los representan, favoreciendo ese "voto útil" que para muchos es "el menos malo".

Consideremos ahora otro aspecto: la relación entre la clase económica a que pertenecen los parlamentarios y la de la población así representada. 

Hace pocas semanas me hice eco de una noticia que revelaba algo en lo que no se suele reparar: la comparación de los ingresos de los diputados con la de la población a la que se supone que representan.

No quiero afirmar que exista una correspondencia absoluta entre el grupo socioeconómico al que se pertenece y la defensa de sus intereses. Admito que existan personas con nobles ideales que se erijan en "tribunos de la plebe" y batallen por los intereses de los más desfavorecidos, pero mi experiencia cotidiana es que los burgueses acomodados, los que yo conozco, no suelen tener un pensamiento "de izquierdas" (mucho menos una práctica mínimamente igualitaria).

En el gráfico que sigue la frontera económica se ha trazado en 39.500 euros de ingresos anuales. Supera esa cifra el 10 % de la población. Estimada grosso modo en 45 millones, 40 millones y medio no alcanzan esa cifra. Sitúese el lector.

Pero entre los diputados la supera una amplísima mayoría  de 4/5.

 

Como los número cantan, veamos su solfa.


Si 4.500.000 personas están representadas (en lo económico) por 280 diputados, cada uno de ellos representa a unos 16.000 habitantes, que viene a ser la población de Baeza.

Las 40.500.000 restantes las representarían 70 diputados, cada uno de los cuales se corresponde con 578.000, la población de Málaga.

La proporción es ahora 36 veces. Cada uno de esa mayoría de "pobres" pesa en el Congreso el 2,8 % del tonelaje de cada "rico".