jueves, 31 de diciembre de 2020

'Demos', izquierda e independentismo

El artículo que sigue completa una terna sobre la identidad, ese ente simbólico, pero con efectos muy reales, con el que los miembros de un grupo se reconocen entre sí como iguales.

Empezó esta miniserie con futuro imperfecto, a partir de una reflexión de Manolo Monereo: para Iglesias, la república es una identidad, no un proyecto”. La identidad puede apoyarse en una foto fija del presente, prolongación de un pasado "portador de valores eternos", pero también en una proyección al futuro de otros valores, igualmente estática. Entre el presente y ese futuro ha de desarrollarse un proyecto, desplegado a través de un proceso de aproximación. A lo largo de él, el proyecto mismo sufrirá transformaciones. Como veremos, de ningún modo quita esto valor a la definición de las identidades. Al contrario, en esa definición radican muchos valores, y también muchos sinsabores.

"Ahora no toca" fue la segunda entrega, relacionada con la anterior. Esa expresión, que ha sido utilizada tantas veces con la intención de congelar una situación (foto fija otra vez), la he usado precisamente para enfatizar la necesidad de "identificar" con la mayor precisión posible la república que queremos (los que la queremos), de modo que no sea una imposible vuelta nostálgica al pasado sino un proyecto con una identidad bien definida.

Este artículo, del catedrático de Sociología de la Universidad Complutense Armando Fernández Steinko, expone precisamente las dificultades de construcción de esa identidad más sólida que necesitamos levantar, en medio de identidades contradictorias de carácter nacionalista de uno u otro signo que enmascaran y dificultan el proyecto.

¿Quiénes somos? es una pregunta inmediata e ineludible. ¿Quiénes queremos ser? es otra interrogante mucho más útil que debería hacernos reflexionar. Si nos encerramos en las obvias identidades primarias, que aprisionan la solidaridad en un grupo nacional (solidaridad simbólica, más imaginaria que real, si pasa por alto la existencia de las clases), la "solución" acabará siendo la balcanización. ¿Son mejores o más justas las sociedades surgidas de la descomposición de la Unión Soviética o de Yugoslavia?

Los nacionalismos de izquierdas, incluyendo el españolista, ¿son antes nacionalistas o de izquierdas? Su posicionamiento táctico ha oscilado entre las alianzas nacionales y las de clase. Sería necesaria una definición estratégica clara que despejara si, en su caso, tomarían partido por la nación o por la clase. De la preferencia nacional hay trágicas experiencias, como la de las socialdemocracias europeas al comienzo de la Primera Guerra Mundial.

Construir una identidad incluyente y no excluyente es la tarea que habrá que abordar si buscamos una república a un tiempo federal y solidaria, sin que ambos términos se excluyan mutuamente, en vez de un conjunto de republiquetas rivales y divorciadas. Para eso ya tenemos el actual Estado de las Autonomías a la Carta. Es a partir de las innegables identidades inmediatas como podremos escalar hacia las grandes identidades, a la identidad fundamental como seres humanos en un planeta sostenible (¿y qué será eso...?).

Sin embargo, el "acuerdo constructivo" que propone el autor tiene un punto débil, el mismo que denuncia en lo que se refiere a la estrategia final de los "nacionalistas de izquierdas", a la postre más nacionalistas que de izquierdas.

Porque ¿acaso un gran "pacto democrático" que incluya a las derechas garantiza que abandonen su intención de perpetuar su dominio como clase, que además se agudiza más y más con la dificultad creciente para acumular? La pandemia misma ha empobrecido a los más pobres y enriquecido, y mucho, a las grandes fortunas.

Solo como parte inevitable del proceso puede, en esta situación regresiva, aceptarse a la derecha en ese pacto, ante la evidencia de que, ideológicamente, controlan a gran parte de la población a la que someten, y que tenemos unos medios muy pobres para revertir la situación. Y es que batallamos en orden disperso.





'Demos', izquierda e independentismo

En 1978 no se abordó el problema de la identidad común por diferentes razones, pero es imposible crear un espacio federal y solidario sin la construcción de una serie de "cosas blandas" que nos puedan unir a todos, y no solo a catalanes y vascos entre sí como equivocadamente sostuvo Azaña con toda su buena voluntad

Armando Fernández Steinko

El procés se ha estrellado, pero ha generado una dinámica de largo recorrido que obliga a pensar en antes y después. Solo es posible orientarse en ella comprendiendo las lógicas diferenciadas que alimentan lo nacional/identitario y el eje izquierda/derecha. Los independentistas de izquierdas consideran que es posible fundir ambas en una sola a pesar de su incompatibilidad. Su concepción de la solidaridad, que sin duda existe, está y estará siempre subordinada a la lógica nacional del demos que pretenden construir: solidaridad quizás, pero solo con los "nuestros" y necesariamente frente a los "no nuestros", en esencia la misma lógica que la de "America first": Cataluña first, Galicia first, Euskadi first.

El procés ha demostrado que el voluntarismo institucional no va a permitir nunca alcanzar la independencia y Esquerra ha iniciado un repliegue táctico al que se suma Bildu y, antes o después, también el BNG. Aplicando medidas sociales, apostando por el cambio demográfico y cancelando temporalmente su alianza con las derechas secesionistas, estas fuerzas ensayan un acercamiento a las izquierdas del conjunto de España con el fin de ampliar la base social del independentismo intentando incorporar a sectores populares no nacionalistas castigados por la crisis para iniciar un nuevo procés, esta vez con más apoyo ciudadano y quizás extendido al conjunto de España. Será el momento en el que volverán a su antigua coalición con la derecha secesionista, pues el eje nacional siempre prevalece frente al social cuando el objetivo último es la independencia. Si lo consiguen, será el final de una agenda progresista en España durante varias generaciones.

Unidas Podemos no dispone de una estrategia comparable para el tema territorial. La mayoría de sus dirigentes siguen aferrados a la lectura de la autodeterminación entendiéndola como una cuestión democrática antes que como un problema de definición del demos con capacidad de "decidir", en definitiva siguen aferrados al dogma supremo de los nacionalistas. Unidas Podemos intenta instrumentalizarlos tácticamente para que les apoyen en sus iniciativas progresistas, una estrategia relativamente normal propia de cualquier escaramuza parlamentaria. Pero la cosa es en realidad al revés, pues son los independentistas los que están instrumentalizando a Unidas Podemos que, al no disponer de una propuesta territorial e identitaria propia, se colocan en una posición de desventaja estructural en el protocolo de las concesiones mutuas.

Quizás sin saberlo, su apuesta intuitiva es la de Azaña en los primos años de la República: los catalanes y vascos tienen derecho a cosas identitarias "blandas" mientras que los "castellanos" se tienen que conformar con conquistar los mecanismos fríos y weberianos de gestión racional del Estado para así poder resistir frente a las cosas "blandas", siempre abrumadoras, de la derecha españolista. Azaña fue traicionado por los nacionalistas porque ni vascos ni catalanes se conformaban con cosas blandas como él pensaba, sino que su objetivo era y es la construcción de un estado frío y weberiano propio: las "cosas blandas" siempre son la antesala de otras más frías y contundentes.

Las izquierdas españolas, entre las que se encuentran muchos votantes y dirigentes del PSOE procedentes de las zonas más ricas del país, siguen aferradas a este malentendido que les da argumentos para resistir frente a la derecha. Pero no es una estrategia realista pues la derecha se crece siempre con los enfrentamientos entre identidades excluyentes, con lo cual queda neutralizada la ventaja inicial que obtienen las izquierdas de esta clase de alianzas. Unidas Podemos cree que el problema se puede solucionar retóricamente repitiendo "nuestra patria" cada vez que se habla de justicia social y de Constitución. Pero esto es subestimar el peso político de las "cosas blandas", ignorar que ni el demos español ni ningún otro puede subsistir sin ellas, sin un relato identitario consensuado y coherente que trascienda la retórica. Esta clase de relato no pasa en España por sustituir el nacionalismo lingüístico al norte del Ebro y del Miño por el nacionalismo lingüístico de tiempos pasados sino –entre otras cosas que incluyen la revisión del título octavo– por impulsar una política de pluralismo lingüístico en todo el territorio, un pluralismo que irá fraguando una nueva identidad compartida y esa lealtad imprescindible para construir un todo federal y simétrico inspirado en principios republicanos.

La derecha española ni es inocente ni es ajena a esta dinámica. Su patrimonialización sentimental del demos nacional y sus constantes intentos de expulsar de él a la izquierda como estrategia de defensa de su agenda socioeconómica arrojan a esta última a la orfandad identitaria y, desde ahí, a los brazos de los que diseñan desde hace décadas la destrucción del demos español, la inevitable balcanización de la Península Ibérica. Pero tampoco sirve el sectarismo frente a conservadores y liberales como hacen no pocos progresistas, incluidos los que reivindican hoy una Tercera República. Si, como tarde tras el procés, se hace más y más evidente que hay que inventar una nueva nación de nacionalidades, también liberales y conservadores tienen que participar en el proceso pues representan la mitad del país. Pero así como las izquierdas tienen que aprender a aceptarlos, también estos tienen que aceptar de una vez por todas que a la izquierda del centro-izquierda vive una parte también sustancial del país, y que las opiniones opuestas al neoliberalismo no significan pretender destruirlo. Conservadores y liberales solo tendrían que seguirle los pasos a Adolfo Suárez, que entendió en 1977 que sin la legalización del PCE no era viable una democracia parlamentaria de tipo occidental, y menos aún el demos constitucional que tocaba construir y que toca reconstruir ahora. Antes que insistir en la expulsión de las izquierdas estigmatizándolas de "radicales" –el radicalismo afecta hoy más bien a la ortodoxia neoliberal– la aportación de los conservadores a la refundación del demos común debía ser el arrinconamiento del golpismo ideológico de la ultraderecha, así como el rescate de las tradiciones del humanismo cristiano en beneficio del conjunto del país.

También los liberales tienen que mover ficha redescubriendo su propia tradición humanista –por ejemplo a John Rawls y J. M. Keynes– antes que insistir en el ultraliberalismo antihumanista de Von Hayek o Milton Friedman que, por lo demás, no ofrece solución alguna a los problemas globales que se han agudizado tras las crisis de 2008 y del COVID. Como ha demostrado Thomas Picketty, no hay posibilidad de crear un demos democrático, un orden civilizado y un espacio de identidad compartida sin hablar de solidaridad no solo entre territorios, como conceden al menos formalmente los liberales españoles –no siempre los conservadores– sino también entre clases y grupos sociales. No hay otra forma de asegurar que todos los ciudadanos tengan los mismos derechos en todo el territorio, y no va a ser posible arrinconar a los independentisas –confesos o no– sin una propuesta sincera de solidaridad tanto interterritorial como también social, pues estamos hablando del tercer fundamento –junto con la igualdad y la libertad– de cualquier demos construido sobre bases civilizadas.

El problema es la cultura del corto plazo, que contrasta con los largos recorridos estratégicos de los nacionalistas y que impide arrostrar el bloqueo secular que sufre la idea de España desde el siglo XIX. Tanto Unidas Podemos hoy como Felipe González o José María Aznar antes que ellos hicieron concesiones estratégicas a los nacionalistas a cambio de apoyos coyunturales. No habría sido grave, como tampoco lo es que Bildu apoye hoy los presupuestos, si detrás hubiera una estrategia realista de construcción de país sobre la que avanzar a medio y largo plazo. Pero esa estrategia no existía ni existe entre los partidos de ámbito estatal sean de izquierdas o de derechas, lo cual les condena a navegar en un pobre "aquí y ahora" mientras otros exploran escenarios para la balcanización pacífica del sudoeste de Europa.

El procés ha generado una dinámica que tiende a reforzar a los independentistas. Pero también puede provocar otra que, por fin, actúe en sentido contrario, pues ha dejado al descubierto el coste del mirar a otro lado o del aferrarse al pasado: la única salida es refundar un demos común y la experiencia de la lucha contra el COVID ha reforzado antes que debilitado el estado de opinión que apunta en este sentido. Tenemos que ponerle fin a la cultura confederalizante a la que ha llevado el desarrollo del actual Título Octavo, basada en la conquista de relaciones bilaterales entre el Gobierno central y los territorios mientras persiste la pelea entre todos ellos debajo de la mesa. En 1978 no se abordó el problema de la identidad común por diferentes razones, pero es imposible crear un espacio federal y solidario sin la construcción de una serie de "cosas blandas" que nos puedan unir a todos, y no solo a catalanes y vascos entre sí como equivocadamente sostuvo Azaña con toda su buena voluntad.

Hay que forjar un gran pacto para la creación de un demos federal, solidario y tendencialmente simétrico del que siempre quedará fuera ese 30% del país que siempre va a oponerse, pero que debería tener capacidad de incluir a todo el resto. Todos los actores interesados en participar tienen que aprender a salir fuera de su zona de confort ideológico en temas identitarios, de la deprimente ceguera, de la cultura del corto plazo. El nuevo demos no solo tendrá que reconocer la pluralidad ideológica sino también la lingüística y cultural del conjunto del territorio, entendida como algo más que la simple suma de sus trozos. Por mucho que hoy parezca utópico e imposible sin serlo en absoluto, es la única solución. Y además encierra una clave: la clave para impulsar el propio proyecto de integración europea, la clave para impulsar cualquier proyecto de construcción multilateral del mundo.

martes, 29 de diciembre de 2020

Isaac Díaz Pardo

Isaac Díaz Pardo nació en Santiago de Compostela el 22 de agosto de 1920 y murió en A Coruña el 5 de enero de 2012. Al haberse cumplido este año el centenario de su nacimiento,  la Ciudad de la Cultura ha organizado una exposición conmemorativa.

Este intelectual es una figura fundamental en la cultura gallega. Pintor, ceramista y diseñador, también escritor y editor, a su espíritu de iniciativa e infatigable labor le debemos la restauración de la producción de cerámica de Sargadelos, en colaboración con Cerámicas do Castro (1963), el Museo Carlos Maside (1970), la editorial Ediciós do Castro (1963), el restaurado Seminario de Estudos Galegos (1970), el Instituto Galego de Información, etc.

En 2009, recibió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. ¡Qué menos!



A exposición conmemorativa do centenario do nacemento do artista, intelectual e humanista galego, Isaac Díaz Pardo (1920-2020), ‘As miradas de Isaac’, conta cun espazo central vertebrador do resto das seccións, no que se proxecta esta peza audiovisual de creación, dirixida pola fotógrafa e xornalista cultural Cecilia Díaz Betz en colaboración co realizador Jordi Cussó. 

Unha videoinstalación envolvente creada a partir de materiais de arquivo na que se propón un encontro con Isaac, sendo el mesmo quen nos relata en primeira persoa a súa vida e obra. Unha forma radicalmente diferente de reivindicar e lembrar a figura de Díaz Pardo, máis acorde coa súa propia visión vangardista, na que se quere revivir o seu universo e o seu espírito sempre aberto, tanxencial e polifacético.

CRÉDITOS:

'As miradas de Isaac', 2020
Idea orixinal e dirección: Cecilia Díaz Betz
Editor e co-director: Jordi Cussó
Son: Unai Lazcano
Vídeo HD - 26’ 43” Transcrición de audio orixinal subtitulada
Videoinstalación dixital a tres pantallas creada a partir de materiais de arquivo

AGRADECEMENTOS || Prestadores de material audiovisual

CRTVG
RTVE
Luis Walter Muñoz Fontenla
Xosé Abad
CGAI
Filmoteca Española
Xosé Díaz Arias
Camilo Díaz Arias
Marcos Cenamor Fandiño

[OBSERVACIÓN: Os subtítulos da peza audiovisual están transcritos literalmente segundo o xeito de falar de Díaz Pardo, que non se subscribía á normativa lingüística]

lunes, 28 de diciembre de 2020

"Ahora no toca"

"Ahora no toca". Recuerdo que José María Aznar vetó con estas palabras una visita de Juan Carlos I a Cuba. Visto lo visto, no quedaba claro si era él quien se imponía al Rey o era el Rey quien se escondía detrás de la aparente altanería del altanero Presidente del Gobierno.

"Ahora no toca", es hoy la respuesta de la mesa del Congreso a cualquier iniciativa que ponga en cuestión la monarquía. Quienes participaron en el reparto de la soberanía se oponen a cualquier modificación del statu quo sobre la atada y bien atada jefatura del Estado.

El "ahora no toca" se ampara hoy en urgencias de primera línea, en medio de esta inesperada (pero esperable) crisis universal. El argumento lo emplean las tres derechas, pero también el Partido Socialista, como uno de los principales compromisarios de la Transición. Y una buena parte de la población cree que "no toca", unos por posicionamiento ideológico, otros con el argumento esgrimido de que este debate tapa cuestiones inmediatas.

La oportunidad para plantear una cuestión o tomar una medida es algo a tener siempre en cuenta, aunque no está exenta de sesgos que dependen de la correlación de las fuerzas interesadas. Pensemos en lo "convincente" que es retrasar la subida del salario mínimo a menos de dos millones de trabajadores aunque se suba a otros dos millones de empleados públicos, que cobran en promedio bastante más. ¿No podrá afrontar un empresario la subida de nueve euros al mes, 30 céntimos diarios, a un empleado sin arruinarse? ¡Muy mal le debe ir la empresa! Está claro que hay interés en enfatizar quién lleva el timón de la economía...

El razonamiento de que "no toca tocar" ahora la Jefatura del Estado, tiene sin embargo algunas razones convincentes. Lo que, como plantea Manolo Monereo, no tiene que ver con el rechazo del debate, sino con la consideración de los efectos secundarios que tendría querer forzar ahora ese cambio tan necesario. Los sentimientos identitarios, sean de nación o de pasión política, congelan las soluciones y refuerzan posiciones visceralmente enfrentadas, sin aportar vías que conduzcan a otra cosa que enquistamientos reaccionarios. El republicanismo no debe plantearse como una mera seña de identidad, sino como un proyecto que requiere un proceso bien meditado. Decía Monereo:

"Si el republicanismo de España se identifica con la república catalana y vasca, con el separatismo y la desintegración del país, la tercera vía republicana no tiene viabilidad, eso solo beneficia a la monarquía y a Vox (...) mandas un mensaje al electorado vasco y catalán, no refuerzas Unidas Podemos en estos territorios, la devalúas táctica y estratégicamente (...) el problema es que Unidas Podemos se quedará en la España chica (...) las tres grandes nacionalidades históricas desparecerían de nuestro horizonte, también desaparecerían Baleares y Valencia, que ya tienen sus nacionalistas. Para decirlo en plata, la táctica es táctica, hay que tener cuidado con ella porque a veces te hace incompatible con tus objetivos (...) ¿Queremos la república federal y solidaria o no? Si eso no está claro, lo que ocurrirá es que desapareceremos en el País Vasco y Catalunya como fuerza efectiva y las derechas se quedarán con el proyecto unitario de España.

En estos momentos la República como forma del Estado no tiene posibilidades de éxito, aunque otra cosa sea mantener vivo el debate. Aunque en caso de necesidad las fuerzas dominantes no tendrían muchos escrúpulos en barrer la monarquía y sustituirla por una "república" a su medida. Algunos ingenuos se conformarían con esta solución gatopardesca.

Los peligros señalados se enuncian también en un artículo que dejo a continuación:

"Hay que recordar que estamos en España, que poner en cuestión a la monarquía puede dividir a la población, aunque sea asimétricamente, y dar impulso a las derechas: a la ultraderecha de Vox y a la extrema derecha del PP; y al runrún de sables, nunca en este país tan disparatado como parece."

Aseguremos la vía, que requiere definir muy bien en qué podría consistir esa República Federal Solidaria, la única que puede salvar realmente a este país de una balcanización, que perjudicaría y debilitaría a todos, o de una dictadura centralista que podría ser absolutamente catastrófica.

Sigue el artículo, con una propuesta final final un tanto peregrina, cargada de ironía, de Juan-Ramón Capella, catedrático emérito de Filosofía del Derecho y autor del libro Un fin del mundo. Constitución y democracia en el cambio de época.













Un emérito de mérito

Juan Ramón Capella

Es difícil encontrar un modelo igual.

Al aceptar suceder al dictador cumplió los planes de éste: que tras su muerte se instaurara —la palabra lo expresa claramente: no es una simple restauración— una monarquía cuya legitimidad procediera del levantamiento militar de 1936, que aparecería así como legítimo en el régimen que le sucediera. Si el levantamiento militar fue legítimo, no habría que responder por los crímenes de la guerra y la postguerra, ni habría vuelta atrás al expolio de las propiedades de los vencidos; jamás se rememoraría con verdad y en toda su extensión lo sucedido. Juan Carlos lo dijo con toda claridad en aquel acto de 1969: "Recibo de su excelencia el jefe del Estado y generalísimo Franco la legitimidad política surgida el 18 de julio de 1936, en medio de tantos sufrimientos, tristes, pero necesarios, para que nuestra patria encauzara de nuevo su destino". De paso, juró las leyes fundamentales de la dictadura. En el futuro no haría lo mismo con la Constitución de 1978: la promulgó, pero no la juró.

El relato oficial señala como mérito del emérito facilitar la constitucionalización del régimen de libertades. ¿Mérito? No le quedaba otra. Tras mantener en la jefatura del gobierno a Carnicerito de Málaga, tuvo que irse a despotricar a los USA para librarse de él. Pero se sabía el oficio —su cuñado dejó de ser rey de Grecia por aceptar gobiernos militares— y buscó a una persona capacitada para el cambio, Adolfo Suárez, el cual logró al mismo tiempo legalizar y descafeinar al Partido comunista, pero que daba largas a la entrada en la OTAN. Esto último no le gustaba nada al gobierno de EEUU, sobre todo cuando Reagan accedió a la presidencia, y en España los militares andaban revueltos —ahora también, pero no tanto— con el estado de las autonomías (entonces con la inestimable colaboración del terrorismo etarra). El hoy "emérito" había sableado al Sha de Persia y al rey de Marruecos para poner en pie el partido de Suárez; ahí debió iniciar su aprendizaje, si es que no lo traía aprendido de casa.

Y aquí empieza el otro episodio en que el emérito sale reforzado de rebote con la inestimable ayuda de la "versión oficial". El otrora general Armada, que ya aparecía detrás de Juan Carlos de Borbón en el acto de aceptación de 1969, era persona muy cercana al rey, a quien visitaba en sus vacaciones en la nieve, y al que éste quería a toda costa trasladar a Madrid (a lo que Suárez, con buen olfato, se oponía). Juan Carlos arrancó para Armada ese destino en el Estado Mayor Central exigiéndoselo a un atribulado ministro de Defensa cuando el presidente del gobierno estaba de viaje. Esa impropia interferencia no era gratuita. La idea era que un militar sucediera a Suárez como presidente del gobierno. "Pero a mí me lo dais hecho", decía el hoy emérito, que no quería pringarse. Armada y Milàns, los generales más monárquicos del país, con la inestimable ayuda del CESID, montaron un teatro de golpe de estado en que un actor secundario, Tejero, debía dar a Armada la ocasión de ofrecerse a los partidos para resolver la situación creada por el propio actor secundario.

La cosa falló por la mano de obra: Tejero se movía para instaurar un gobierno militar, no el gobierno de un militar. Sus grotescas formas resultaron inadmisibles para Juan Carlos: entrar a tiros en el Congreso y zancadillear a un teniente general no era "dárselo hecho". A Armada, que pidió permiso al rey para acudir al Congreso, éste le dijo que lo hiciera "a título personal" (o sea, no en su nombre). Tejero frustró los planes de Armada, quien, para el consiguiente consejo de guerra, le preguntó al rey si podía invocar sus conversaciones con él. Juan Carlos, obviamente, le borboneó. El discurso en tv del rey, cuando dijo no aceptar ninguna solución contraria a la Constitución, le valió unánime reconocimiento oficial, pero también habría valido si Armada hubiera conseguido de los partidos el nombramiento de presidente del gobierno. Un discurso que valía tanto para un roto como para un descosido.

Entre una y otra boda de los hijos y tras el 23 F en su versión oficial (versión que omite recordar, claro, que el golpe facilitó los objetivos de entrar en la OTAN y tratar de reconducir el proceso autonómico mediante la LOAPA), el de la "legitimidad del 18 de julio" también se legitimó (por decirlo de alguna manera) por los mass-media, la tele y el Hola principalmente. Empezaron los negocios por persona interpuesta (Colón de Carvajal y de la Rosa, unos angelitos) o no interpuesta, si no venían de antes. Y luego ha llegado todo lo demás: un rosario de despropósitos vergonzosos con aspectos delictivos unos, inconvenientes otros y presuntamente delictivos otros más pero que no se pueden perseguir porque eran actos de un rey irresponsable (jurídicamente y no). Hasta que no hubo más remedio que abdicar.

El "emérito" se alinea con hombres muy característicos del actual régimen político: Jordi Pujol, Jaume Matas, Zaplana, Camps, Mas, los responsables de los cuartos en Andalucía o en el PP. Gente que juega con el dinero público sin vergüenza. Algo habrá que hacer. Hay cosas cuya reiteración resulta peligrosa. El gobierno debe actuar honestamente. La gente empieza a estar cansada de la "política por arriba" o politiqueo, con pactos a su conveniencia entre quienes están en eso, los cuales no saben ver que les están mirando, y no con buenos ojos, los de abajo.

El firmante de este papel es republicano. Pero lejos de él la pretensión de cuestionar la monarquía como institución en estos momentos. Hay que recordar que estamos en España, que poner en cuestión a la monarquía —a diferencia de lo que piensan los dirigentes de Unidas Podemos— puede dividir a la población, aunque sea asimétricamente, y dar impulso a las derechas: a la ultraderecha de Vox y a la extrema derecha del PP; y al runrún de sables, nunca en este país tan disparatado como parece. Eso es lo peor que nos puede pasar como gente. No están los tiempos para más crispación, para más divisiones. Cuando podamos descansar del coronavirus ya pensaremos en otras cosas: pues se nos van a echar encima muchos problemas, y no hay que sobreañadirles ninguno más.

Lo que se debe hacer, en mi opinión, es reformar como mínimo la institucionalización constitucional de la jefatura del Estado. Acabar, claro, con la ley sálica, pero también con la atribución a esa jefatura del mando supremo de las fuerzas armadas, que debe corresponder al presidente del gobierno. Y establecer un código de conducta para la jefatura del Estado similar al que tienen otras monarquías parlamentarias. El principio monárquico, que no acaba de casar bien histórica y teóricamente con la democracia salvo en contados casos, sí casa en ocasiones con la prudencia política. Quizá valga la pena apostar por la pacificación de un país que lo necesita para que acaben triunfando tarde o temprano unas instituciones más acabadamente democráticas.

Hay que buscar soluciones imaginativas. Por ejemplo, ¿por qué un solo jefe del Estado? Se podría institucionalizar una Jefatura del Estado colegiada, bicéfala, con un rey y un presidente del reino republicano de España. Si la santísima trinidad ha durado tantos años, y eran tres, ¿por qué no habría de funcionar esta más modesta proposición?

domingo, 27 de diciembre de 2020

Futuro imperfecto

Alejado de la primera línea de la política activa, Manolo Monereo, ha publicado recientemente Oligarquía o democracia. España, nuestro futuro. Reproduzco algunas de sus ideas, consonantes con el dilema que plantea el título del libro, extraídas de una conversación mantenida con Sato Díazcolaborador de cuarto poder. Su inquieta trayectoria queda atrás, pero no su sentido crítico y su visión a largo plazo de las consecuencias, buscadas o no, que implican los compromisos entre fuerzas distintas, con independencia de las intenciones de los pactos.

El debate sobre la república cobra fuerza ahora, cuando sale a la luz la corrupción descarada de la monarquía. Lacra común a muchas instituciones, esta es la única cuya impunidad está blindada en la constitución, en la que aparece como un auténtico parche, aunque en lo profundo es su fundamento. Es la única centrada en una sola persona, elegida por los cromosomas XY, aunque cuando hace falta vale también el par XX. Las fuerzas en que se apoya el sistema consideran con razón que es su clave de bóveda, pero suelen disimularlo diciendo que "en estos momentos de grave crisis no es lo más importante". Idea desviacionista que cala en gran parte de la población, acostumbrada a ignorar las relaciones profundas entre las causas que vienen de atrás y los efectos más inmediatos y visibles (basta ver de qué manera, en esta pandemia, muchos siguen sin ver que los efectos trágicos de los contagios solo se manifiestan semanas después, y en otro orden de cosas, cómo se culpabiliza a un gobierno de meses de lo causado por políticas de muchas décadas).

En este debate republicano, Monereo señala que “para Iglesias, la república es una identidad, no un proyecto”. Entiendo que con esto quiere denunciar un cierto presentismo, que aprovecha la "coyuntura regia" pero no profundiza en lo que debería significar la Tercera República, que va más allá de la memoria de la segunda, por muy necesario que sea rescatarla del olvido. Un proyecto implica unas metas y un proceso para alcanzarlas, y es difícil planteárselo cuando lo inmediato es la coyuntura, y la táctica se convierte en la única estrategia.

Entiendo también que estas dificultades no pueden ser una excusa para abandonar a este gobierno a su suerte. No deja de ser una barrera para la reacción del Gran Poder y sus más genuinos representantes, aunque dentro de él anide también buena parte de lo que se quiere cambiar.

Pero la mejor manera de apoyarlo no es un seguidismo ciego. La buena crítica es imprescindible, y la presión desde abajo no debe debilitar, sino fortalecer las buenas políticas.





(...)

Lo que realmente pactó Pablo Iglesias con Pedro Sánchez fue un programa socioeconómico y su modo de financiarse. Iglesias dejó a Sánchez la dirección política de temas claves, no se discute sobre política internacional, no se habla de la OTAN o del nuevo mundo que está surgiendo, no se habla para nada de Europa y sus políticas. Tampoco se habla de la cuestión territorial y de los problemas que hay, tampoco del tema judicial… Es decir, de todos estos temas no se tiene un programa alternativo.

Iglesias no firmó un programa de Gobierno, firmó un programa económico-social muy concreto y su modo de financiación, con lo cual, tres días después de llegar la pandemia el programa saltó por los aires. Ahora, lo que estamos viviendo es la lucha por las medidas políticas que no tienen detrás un programa, estamos luchando medida a medida y propuesta a propuesta para definir un perfil político. Iglesias ha ido aprendiendo que gobernar en alianza con el PSOE significa diferenciarse y, en segundo lugar, que el gobierno es un modo de organizar el conflicto. En esa tarea están.

Según parece en las encuestas, esa diferenciación no da votos, no ha sido capaz de articular una propuesta de izquierdas que sea capaz de ser una alternativa al PSOE. Lo que está haciendo Iglesias es muy inusual, definir una identidad gobernando, es curioso y singular. Además, está definiendo esta identidad medida a medida, como el Cholo Simeone. Yo creo que hemos llegado a un límite y que las propuestas que ahora Unidas Podemos engarce estarán sometidas al mandato de Sánchez. Da la sensación de que Pedro y Pablo se llevan bien, pero los límites que Pedro admite no son los límites que Pablo necesita. Veremos.

(...)

El capital, con el Gobierno de coalición, tiene miedo de que el Estado no les trasvase los fondos necesarios para el futuro. Necesitan esos fondos para poner en pie un poder económico que siga negociando con los poderes públicos, esta es la paradoja: levantamos un poder económico para que luego negocie con nosotros y salgamos perdiendo.

Los poderes económicos son también política, detrás de las derechas están los poderes económicos, Garamendi está detrás de las derechas. Son estos poderes los que están realzando la presencia de Vox, de Ciudadanos y del PP para que sean duros con el Gobierno, para doblegarlo. ¿Cuál es el mecanismo para doblegarlo? Deteriorar a Unidas Podemos, pero no porque sean rojos o comunistas, sino porque son moderadamente reformistas. No están dispuestos a aceptar una mínima reforma, quieren un trasvase de riqueza de lo público a lo privado y no se fían de este Gobierno que promete derechos y libertades que cuestan dinero. Saben, también, que tarde o temprano la Unión Europea rechazará estos derechos y libertades que propone el Gobierno.

(...)

Alemania tiene en Europa su patio trasero, su mercado articulado y organizado, por eso han soltado dinero. Bueno, han emitido bonos que pagaremos dentro de 20 años. Según mis cálculos, lo único que ha llegado de Europa este año son unos 6.000 millones de euros, la parte fundamental no se espera que llegue hasta el segundo semestre del 2021.

(...)

Unidas Podemos parece que cree en lo fácil, que Europa va a resolver nuestros problemas, que por primera vez coincide un gobierno reformista en España con una Europa reformista… Es una pena que hayan llegado a esa conclusión, pronto se darán cuenta, en el 2021, que por ahí no hay vía. Nos aplicarán los criterios de Maastricht y nos obligarán a un plan de austeridad en función de nuestra inmensa deuda pública, quien no vea eso está ciego o no quiere ver.

(...)

Lo del Sáhara tiene dos caras, una marroquí y otra en la seguridad española. No quiero abrir nuevas batallas, pero es evidente que España, un país de la OTAN con bases importantísimas de Estados Unidos en Morón y Rota, tiene un problema no resuelto con los Estados Unidos. Si hay un conflicto entre Marruecos y España, nuestro aliado de la OTAN, Estados Unidos, no va a intervenir en nuestro favor. No es cosa menor esto. El artículo 5 de la OTAN no se aplicará. Estados Unidos considera a Marruecos aliado estratégico, Francia, también. Es más, el Reino de Marruecos es un aliado estratégico de la Unión Europea. Lo del Sáhara tiene consecuencias e implicaciones en la seguridad de España y en ese conflicto estaremos solos.

(...)

Iglesias ha ganado la batalla de los presupuestos, al menos discursivamente, pues se ha opuesto con habilidad a la presencia de Ciudadanos en un acuerdo con el PSOE. Esa batalla es importante. Después, ha intentado reforzar su posición con la ayuda de ERC y EH Bildu, y los ha puesto en la dirección del Estado. Tiene mérito, es un término que no conocía yo hasta el presente.

Lo que ocurre es que estamos en un límite, las posibilidades de ir más allá de lo que Unidas Podemos está definiendo son pocas, parece que los límites están marcados. Una vez aprobados los presupuestos, el Gobierno de Sánchez tiene asegurados dos años más, ahora Unidas Podemos es más prescindible que antes. La jugada táctica es apoyarse en EH Bildu y ERC para reforzar su posición en el Gobierno. Ahora bien, EH Bildu y ERC tienen sus intereses propios, solo coyunturalmente están con Iglesias.

Por otro lado, hay un problema no menor en este republicanismo del que estábamos hablando. Está muy bien que se cuente con las izquierdas nacionalistas periféricas para llevarlas a la dirección del Estado, pero esto tiene, también, un problema: si el republicanismo de España se identifica con la república catalana y vasca, con el separatismo y la desintegración del país, la tercera vía republicana no tiene viabilidad, eso solo beneficia a la monarquía y Vox. Si te alías con ERC en Catalunya y con EH Bildu en el País Vasco, en Galicia somos ya poquita cosa para podernos aliar, mandas un mensaje al electorado vasco y catalán, no refuerzas Unidas Podemos en estos territorios, lo devalúas táctica y estratégicamente. Si el mensaje republicano para el español medio y las clases trabajadoras españolas en Catalunya, País Vasco y el resto del Estado es que la estrategia es pactar con los independentistas, el problema es serio. El mensaje republicano entra en contradicción con la política de alianzas.

El problema es que Unidas Podemos se quedará en la España chica, las Castillas, Extremadura, Andalucía… Bueno, Andalucía tampoco, allí vamos a por la república andaluza, tendremos el 6% de los votos pero seremos felices. Las tres grandes nacionalidades históricas desparecerían de nuestro horizonte, también desaparecerían Baleares y Valencia, que ya tienen sus nacionalistas. Para decirlo en plata, la táctica es táctica, hay que tener cuidado con ella porque a veces te hace incompatible con tus objetivos.

(...)

Que haya complicidades entre las distintas izquierdas y los nacionalismos me parece que es normal. Es normal que las fuerzas progresistas tengan acuerdos en el plano táctico e, inclusive, en el plano de las alianzas estratégicas.

Ahora bien, yo planteo que no estamos en un momento normal, estamos en un momento excepcional donde las identidades se están definiendo. Pablo empieza a reivindicar su posición republicana prácticamente en función de la crisis del emérito y de su posición en el Gobierno. Para decirlo en plata, hay que definir con mucha seriedad y precisión qué se entiende por proyecto republicano. Y desde luego, si el proyecto republicano que Unidas Podemos defiende tiende a buscar una alianza con las fuerzas independentistas, tendrá una consecuencia inmediata: la república se identificará con el independentismo y la desintegración de España. Si eso se hace, eso solo beneficia a Vox y a las derechas.

Lo que tiene que hacer Unidas Podemos es definir con precisión qué país quiere, y no en abstracto. ¿Queremos la república federal y solidaria o no? Si eso no está claro, lo que ocurrirá es que desapareceremos en el País Vasco y Catalunya como fuerza efectiva y las derechas se quedarán con el proyecto unitario de España.

(...)

Una reflexión: ¿Este periodo en el Gobierno nos ha dado más o menos votos? ¿Tenemos más o menos organización? ¿Más imbricación social o menos? Yo hago las preguntas retóricas y sé la conclusión: tenemos menos votos, menos organización, menos vínculos sociales y nuestras estructuras de base han ido desapareciendo. Yo creo que habría que hacer un balance colectivo, no solo de Unidas Podemos, sobre este primer año de Gobierno y compartirlo con la ciudadanía.

(...)

sábado, 26 de diciembre de 2020

Punto de fusión

Cuando empecé a escuchar el último programa de nuestro flamenco ya había comenzado y sonaba una guitarra a la que empezó a acompañar una voz que no pude identificar. Una voz "mu rara". No podía entender la letra, no parecía estar cantada en nuestro idioma. Sin embargo, los quiebros y melismas de la melodía eran absolutamente correctos.

Yo había oído cantar, muy bien por cierto, a un japonés. Otros extranjeros también han querido hacerlo, pero aquella voz no parecía de este planeta. De pronto caí en la cuenta: no cantaba un marciano, sino... ¡un saxofón!

Era, en efecto, el saxo de Pedro Iturralde. El programa era un homenaje a este gran artista navarro, enamorado del cante, fallecido no hace dos meses, en la víspera del día de los difuntos. Encontraba Iturralde una raíz común entre el jazz y el flamenco, originados ambos como expresión del dolor de oprimidos y marginados. "Duende y swing se abrazan mutuamente".

El de la guitarra era Paco de Lucía, que lo acompañaba en unas soleares, a partir del minuto 3:48 de la audición. Seguían luego, con la guitarra de Paco de Antequera, que se destaca entre otros instrumentos, Las Morillas de Jaén (minuto 11:00); sobre el zéjel teje Iturralde jazz y bulerías, y un instante asoma por allí la caña. Nuevamente con Paco de Lucía, hace una interpretación muy personal de En el Café de Chinitas (minuto 22:50); comenzando con una petenera, sigue por bulerías y remata la faena por soleá. Finaliza el homenaje con otras bulerías, también acompañado por Paco de Lucía, que podéis escuchar a partir del minuto 34:50.

La hibridación entre músicas diversas se ha llamado "fusión". Aunque realmente lo sea, no es suficiente hacer un batido de estilos para que la mezcla funcione. Iturralde apuntaba que un sentir común era la clave para la integración.

También comparte esta idea Laura Vital, la cantaora que completaba esta sesión. Profesora de Conservatorio, como lo fue Iturralde, su conocimiento de otras músicas la conduce a otra integración de sentimientos compartidos, y si el saxofonista miraba al otro lado del Atlántico, ella busca añoranzas flamencas en otras culturas mediterráneas. 

Dos piezas, para mí muy evocadoras, interpretaba, acompañada a la guitarra por Eduardo Rebollar. A partir del minuto 42:30, una canción romaní que enlaza con tangos granadinos, y en el minuto 49:14 termina el programa la Cantiña de la Rosa.

Cuelgo ahora por mi cuenta dos vídeos. El primero, ¡Anda jaleo!, jazz flamenco de Pedro Iturralde:

Y el segundo, del disco Tejiendo lunas, de Laura Vital:

viernes, 25 de diciembre de 2020

¿El problema de la vivienda (no) tiene enmienda?

¿Existen las necesidades? Existen en la medida en que existen las carencias. La amenaza de privación alimenta la búsqueda de lo necesario, que siempre lo es para la vida. Para todo viviente, la vida es el axioma. 

Mantener la vida orgánica requiere evitar carencias que matan. Las necesidades vitales pueden medirse en función de su urgencia, según lo que tardan en matar las carencias. Por este orden, son necesarios el aire, el agua, el alimento y el cobijo. Luego vienen otras muchas necesidades, cuando la vida es algo más que el metabolismo y entran en juego el placer y el dolor, los afectos y los deseos. Y la necesidad de vivir se conjuga indisolublemente con la de convivir.

¿Existen los derechos? Postulada la "necesidad de vivir", el viviente se concede a sí mismo el "derecho a la vida". Y la vida plena es mucho más que la vida vegetativa, por más que se empeñen en identificarlas los enemigos de la eutanasia.

Si las necesidades se desarrollan y despliegan, jerarquizándose, también los derechos se despliegan, desdoblan y jerarquizan. Se desdoblan doblemente, porque no podemos evitar que los de un individuo o un colectivo entren en conflicto con los de otros, pero a su vez  el conflicto puede darse no solo entre sociedades y dentro de cada sociedad, sino entre unas necesidades y otras. Por ejemplo, la necesidad de acumular que tiene el capital ("sostener la economía", salvar los negocios) está ahora mismo enfrentada a la de mantener la salud y la vida.

Surge la economía como un mecanismo de distribución de bienes escasos. Ya lo es el agua, aún no del todo el aire, aunque los bonos de carbono sean una realidad. Las necesidades en despliegue exponencial chocan con los límites naturales. Lo abundante se torna escaso. "De donde no hay no se puede sacar". Esta realidad seca los pozos (los acuíferos y los de petróleo), agota los "criaderos" de mineral, tala los bosques...

¿Es aplicable esto a la vivienda, al "derecho a la vivienda", esa necesidad insatisfecha para muchos de cobijo? Aquí chocan dos derechos, el de los capitalistas de mantener una tasa de ganancia que se desploma necesariamente y el de todos, incluidos ellos, de tener un techo. Como escribió Marx, "entre derechos iguales decide la fuerza".

Un artículo reciente del arquitecto y urbanista Jesús Gago, Madrid Nuevo Norte (Chamartín): un urbanismo depredador y contrario a la ley denuncia sin paliativos el negocio que estuvo en el origen de la caída de Manuela Carmena como alcaldesa de Madrid tras allanarle el camino a la derecha.

El negocio de la construcción es enorme, tanto en su escala física como económica, y lo defiende el capital financiero con uñas y dientes. Mantenerlo es una forma de aplazar, solo aplazar, el derrumbe del edificio económico del capitalismo actual. Así dice el artículo que expongo a continuación:

"En resumen, en la base del crecimiento general de los precios del suelo urbano, independientemente de las otras circunstancias que en cada ciudad o país inciden tanto en la renta como en el precio de la tierra, se encuentra el descenso de la tasa de ganancia, que ha llevado a nivel mundial a los actuales tipos de interés real muy cercanos a cero."

Parece evidente que, de momento y en nuestro país, la vivienda no debería considerarse un bien escaso, porque a la realidad de los desahucios y la cantidad de personas sin hogar se une la de cientos de miles de viviendas vacías. Solamente decide la fuerza entre los derechos en disputa. En este caso, literalmente, la fuerza económica de los capitales desemboca en la fuerza física de las "Fuerzas  de Orden Público" y la "Fuerza de la Ley" y de quienes la aplican.

La solución más ecológica (y más económica) no pasa por un nuevo impulso a la construcción, ahora de viviendas sociales, sino a una justa redistribución de las ya existentes que permanecen vacías en manos de grandes propietarios, atesoradas como un "valor expectante" a la espera de tiempos mejores. Estos son "la fuerza", no los que tienen un piso alquilado y a veces malviven con su renta, aunque se parapeten tras ellos los buitres.

La clase obrera y el problema de la vivienda

IKC

UNA SOLUCIÓN DEFINITIVA AL PROBLEMA DE LA VIVIENDA


CONTENIDO

1 La urbanización del mundo después de la 2ª guerra mundial.

2 La dimensión actual del problema de la vivienda.

2.1 La infravivienda en las ciudades del mundo.
2.2 El hacinamiento y la privación grave de vivienda en la UE.
2.3 Las viviendas sin ocupar y los edificios de uso parasitario.

3 La vivienda en la diana del capital ficticio del siglo XXI.

3.1 Las burbujas inmobiliarias en un contexto de incremento generalizado de los precios reales.
3.2 Los precios de la vivienda ya superan los máximos históricos del ciclo anterior.
3.3 “Para los precios inmobiliarios en Londres, consulte las cotizaciones en Tokio”.

4 La búsqueda de una solución efectiva exige romper con la burguesía.

4.1 Las políticas reformistas respetan el mantenimiento de los precios actuales.
4.2 Un programa de clase para solucionar el problema de la vivienda. 

CUANDO LA VIVIENDA OBRERA ES EL NICHO DE MERCADO DEL GRAN CAPITAL 

1 Los pisos procedentes de los desahucios bancarios ahora son...

2 …el negocio de los bancos y de los fondos buitres.

3 La burbuja de los precios de la vivienda alquilada.

4 De “No tendrás casa en tu puta vida” a la aparición de las PAH (Plataformas de Afectados por las Hipotecas)

5 La Propuesta de Ley de Vivienda de la PAH.

6 Ni una familia sin casa, ni una casa sin familia.

(...)

Las burbujas se caracterizan por una espiral de creciente producción alimentada por una demanda que parece no tener límite y que extiende su tensión inflacionista al conjunto de las construcciones existentes, primero en el mercado de la compraventa y inmediatamente del alquiler. Dicha demanda no nace de los ahorros de las clases trabajadoras cuyo límite es muy obvio. Su carburante proviene de la abundancia de capital que busca rentabilidades ante la disminución de la tasa de ganancia en la producción en general. La perspectiva de reventa de los inmuebles con grandes beneficios inicia el proceso de especulación y se alimenta del crédito fácil y barato de las entidades financieras, creando a su vez una burbuja de deuda. Cuando finalmente la tensión del mercado llega al límite y los inmuebles empiezan a no poder ser vendidos, los créditos dejan de poder ser amortizados y el propio sistema financiero peligra con la desvalorización de los inmuebles y el impago de la deuda hipotecaria.

(...)

Para la clase obrera mundial el problema de la vivienda es de naturaleza prioritaria. En sus manos está resolver la contradicción entre ser la productora de todos los inmuebles y no tener acceso de uso más que de los peores y cada vez con mayor dificultad.

Un programa de clase debe partir no de lo que la clase dirigente está dispuesta a ceder, sino de las necesidades reales de las masas trabajadoras en cada población y país. El nivel de desarrollo actual de las fuerzas productivas permitiría la desaparición de los problemas de vivienda si los recursos fueran planificados en función de su optimización social y no del beneficio del capital.

Eso significa que el problema de la vivienda de los trabajadores puede resolverse de manera efectiva y definitiva, pero a condición de partir de la visión simétrica a la que tienen la burguesía y sus acólitos reformistas: declarando la vivienda (incluidos los suministros básicos) un derecho básico real de responsabilidad y ejecución social, al igual que la sanidad, la educación y las pensiones. Y tomando las propias organizaciones de clase el control de la ejecución de ese derecho.

El principio es sencillo: en vez de dar buenos consejos a los capitales para que se porten mejor en el mercado de la vivienda para la clase obrera, hay que eliminar los capitales de ese mercado y el mercado mismo.

El programa a desarrollar ha de adaptarse a las realidades nacionales, pero en general habría de incluir las siguientes reivindicaciones:

Prohibición de todos los desahucios de familias trabajadoras.

Congelación de todos los alquileres al nivel más bajo de los últimos 20 años.

Municipalización de todo el suelo urbano.

Expropiación sin indemnización de todas la viviendas en manos de grandes propietariossu incorporación al parque público de alquiler social, a precios adaptados a la renta familiar.

Incorporación al parque público de toda vivienda vacía más de dos años.

• Plan urgente de construcción de vivienda pública en todas aquellas poblaciones donde las medidas anteriores no sean suficientes para garantizar vivienda digna a toda la población.

(...)



miércoles, 23 de diciembre de 2020

Primero, la monarquía; la constitución, después

Javier Pérez Royo, como catedrático de Derecho Constitucional, analiza aquí la relación invertida que el proceso de aprobación de la actual Constitución estableció y que constituye ahora el principal obstáculo para liberar al parlamento de la tutela real. Dice así: 

"La Monarquía es el problema. Con la subordinación del principio representativo al principio monárquico la capacidad de reforma y regeneración del sistema era y es nula."

Porque desde el primer momento esta constitución presenta las características de una carta otorgada surgida de un poder absolutista anterior. Franco, monarca absoluto, nombra un heredero, que es quien concede legitimidad al documento. De manera que aunque en el primer artículo se diga, por este orden:

1. España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.
2. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.
3. La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria.

La realidad es que primero fue la forma política y luego el reconocimiento de la soberanía nacional.

Y así sigue siendo. El reconocimiento es relativo, mientras no se toque la forma política. Se comprende que los "partidos del sistema" los llamados constitucionalistas, se opongan tajantemente a cualquier modificación de la forma de Estado.

El rey es en primer lugar el jefe de las fuerzas armadas, y como tal tiene la llave del poder militar. Juan Carlos lo dejó claro el 23 F. Y así como Franco había nombrado a su heredero, Juan Carlos nombró el suyo cuando, forzado por los escándalos, abdicó y se retiró a su exilio (sobre)dorado.

La prueba palpable la señala Pérez Royo, y es un detalle sobre el que se pasa de puntillas. El hecho es que hubo dos abdicaciones con un orden absolutamente lógico, que desnuda, para quien quiera verlo, las características fundamentales (fundacionales) del sistema.

Por la mañana el rey abdica el poder militar, en la Zarzuela, con su hijo, como si fuera (que tal es) un asunto de familia. Las cortes no estaban presentes, ¿qué tienen que ver con el ejército? El ejército es cosa nuestra.

Por la tarde su hijo, con uniforme de Capitán General, se presenta a las Cortes y formaliza la abdicación. ¿Quién estaba antes?

Cuando se promulgó la constitución el rey utilizó una fórmula exterior a ella. "Yo estoy antes de la constitución, la promulgo pero no me afecta". Y así es, porque su legitimidad venía de la dictadura. De hecho nunca juró cumplirla: solo había jurado las Leyes Fundamentales del Reino.


sábado, 19 de diciembre de 2020

Desde lo "políticamente incorrecto" hasta el feminismo, dando un rodeo

Con este año que se va se van también muchas personas irrepetibles (pero todos lo somos...) y algunos imprescindibles (aunque de todos se acaba forzosamente por prescindir). Ambos términos tienen un componente afectivo, ligado a los valores de quien los emplea. El que me autorizó para calificar con el segundo a Julio Anguita. Permitidme que considere irrepetible a Javier Krahe.

Krahe se equivocó al lamentar en Y todo es vanidad que no tendría estatua. Pues aunque aún no la tenga en su ciudad, ya tiene al menos dos en Galicia, una en Lugo y otra en Boiro. Tampoco esperaba conseguir el Nóbel, pero curiosamente se lo dieron a otro cantautor, Bob Dylan. 

Si juglares y trovadores arman la columna vertebral de la poesía medieval, me pregunto si en nuestros días no ocurre lo mismo. ¿Qué puede perder un poema para no entrar en la consideración de literatura, solo por haber sido compuesto para ser cantado? Para no agraviar a los muchísimos que dejaría de citar solo en nuestro país, no digamos fuera de él, prefiero no dar nombres. Decid un número y tratad de reunirlos hasta alcanzarlo.

Seguir la trayectoria de Javier es también seguir la evolución de cuarenta años del pensamiento inconformista. La historia de la España posterior a la dictadura ha pasado por fases que merece la pena recordar. La liberación de todo lo reprimido durante cuarenta años se manifestó en fenómenos como el destape y la movida. La explosión subcultural o contracultural fueron en parte consecuencia lógica de un desahogo necesario y también una forma de escape aprovechada por la élites para desviar la presión popular a territorios menos peligrosos. En todo caso fue un fenómeno sociológico que derivó en un desmadre generalizado pero controlable.

De aquella libertad de expresión incontrolada (aceptada socialmente, aunque en muchos casos con consecuencias penales, llevando a El Cabrero a la cárcel por blasfemia, y al propio Krahe ante un tribunal), se ha ido derivando a una corrección política que censura muchas cosas que entonces se dijeron bastante a lo loco. De la represión política se ha pasado a la represión social, si bien, como siempre, definida por la ideología de quienes la practican.

A pesar de su carácter satírico, hoy se objetaría mucho una canción como Villatripas. ¿Cómo reírse de algo tan vejatorio para la mujer, que sin duda sería un delito incluso entonces, no digamos ahora? Y alternativamente, considerada como una caricatura de comportamientos de la población rural ¿no es un insulto para las poblaciones aldeanas esa burla de su presunto atraso sociocultural? En nuestra época los chistes de Gila, y de tantos otros humoristas, sobre el comportamiento del cateto, serían rápidamente contestados con una ola de indignación.

Pero conviene (es imprescindible) considerar tanto aquel tiempo como este en su contexto, relativizando aquel clima social, y también el actual, tan crispado o más. Desde luego con claras motivaciones ideológicas, de género y de clase.

Una postura mucho más comprometida, tanto que condicionó para siempre su carrera, es la denuncia, me diréis si justificada, que realizó en Cuervo Ingenuo. Como dijo quien sabemos, "el que se mueve no sale en la foto". Eran otros tiempos ya, y el giro político desconcertó a unos y ablandó a otros. Indignó, desde luego, a nuestro cantautor.

Además de su vena erótica y sentimental, en canciones llenas de poesía, muestra su talante comprometido en otras. La crudeza descriptiva de La hoguera jamás podría considerarse un regodeo sádico. A contrario sensu, es uno de los mejores alegatos posibles contra la pena de muerte.

Si Señor juez es una crítica a los poderes del Estado, a través de la carta de un suicida, ¡Ay, democracia! es casi un punto final a la esperanza depositada en el sistema electoral. Nuestro autor se aleja explícitamente de las urnas, de las que no espera nada diferente de lo que ya hay.

Para completar el giro desde un machismo (¿o es también feminismo?) de caricatura hasta la caricatura cruel de un machista real, dejo a continuación la oligofrénica actuación de un marido insoportable.



Cuando pienso que son ya las once y pico,
yo, que ceno lo mas tarde a las diez,
¿Cómo diablos se fríe un huevo frito?
¿Dónde se habrá metido esta mujer?

La vecina me dice que no sabe
y mi suegra tampoco, desde ayer...
¡No son horas de que ande por las calles!
¿Dónde se habrá metido esta mujer?

Yo le iba a contar lo de García
y de cómo le he parado los pies,
lo del bulto que tengo en la rodilla...
¿Dónde se habrá metido esta mujer?

¿Qué hace aquí este montón de ropa sucia?
Le compré lavadora ¿para qué?
Estas cosas me irritan, no me gustan,
¿Dónde se habrá metido esta mujer?

Mi camisa aún está toda arrugada
y mañana me la tengo que poner.
Pues la plancha, aunque le den las tantas
¿Dónde se habrá metido esta mujer?

Va a haber bronca esta noche, va a haber bronca.
Me cabrea, hoy tenía ganas de...
Pues... ¡después de la bronca! pero, ¿dónde?
¿Dónde se habrá metido esta mujer?

¡Pero bueno! ¡si falta una maleta!
La de piel, para colmo la de la piel
¿Para que la querrá la imbécil esta?
¿Dónde se habrá metido esta mujer?