viernes, 28 de febrero de 2020

Lógica empresarial, impecable e implacable

Si con tanta tecnología no necesitan más que el 2 % de los trabajadores, y eso lo hacen porque no pueden mantener los beneficios, ¿piensan hacer mortadela con el 49 % para dar de comer al otro 49 %?

¿O mandar directamente a incinerar al 98 % que "les" sobra?

¿O sobrarán ellos?

Antonio Garamendi, durante su intervención este martes en Madrid















El presidente de CEOE reivindica la anterior reforma laboral, que dio margen de maniobra a los empleadores
Flexibilidad. Fue el concepto reivindicado, una y otra vez, por empresarios y expertos en recursos humanos durante el encuentro organizado este martes por la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD) en Madrid, bajo el título Gestión estratégico de plantillas. Retos y desafíos. Lo hacen inmersos en la cuarta revolución industrial, la de la tecnología, en un contexto laboral cada vez más cambiante y, sobre todo, expectantes ante un Gobierno que ha anunciado que derogará los aspectos más lesivos de la última reforma laboral, de 2013, pero todavía no ha especificado cuáles son esos artículos.

El presidente de CEOE, Antonio Garamendi, dio el pistoletazo de salida a la jornada glosando las virtudes de una reforma laboral que dio más margen de maniobra a los empresarios a la hora de contratar y despedir: “Veníamos de una profunda crisis. El nuevo marco fue clave para que muchas empresas arrancaran. Esa es la realidad, mal que pese a la gente”. Ahora, en opinión del representante de los empresarios, el horizonte de los empleadores se nubla y el futuro no está claro. Y no es su única preocupación: “La formación continua en España es un desastre que ha supuesto para las empresas un gasto de 2.300 millones de euros. Si quiero traer a mi compañía a un japonés que nos enseñe a manejar un dron, el permiso para hacerlo puede tardar dos o tres años. Para entonces, ya ha surgido una tecnología mejor”.

La contrarreforma laboral que plantea el Gobierno, como la definió Garamendi, no llegará en los términos actuales con el apoyo de CEOE: “No consentiremos constreñir la libertad de las empresas. Y recuerdo que el empleo, en España lo crea sobre todo la empresa privada”. Y de libertad habló también Francisco Loscos, profesor de Esade, que resumió las posibilidades que ofrece el nuevo mercado laboral con un dato: “Hay un estudio de McKinsey que dice que solo el 2% de los empleados de una empresa son clave. ¿Por qué retener al 98% restante?”.

La Nación como invento

Siempre viene bien revisar el pasado y las creencias sobre él. Demasiadas veces consideramos "eterno" e incuestionable lo que es contingente. Las monarquías y sus vicisitudes están en el origen de muchas creencias que damos por sabidas. Así, la Patria es un mapa (cuyos límites, por cierto son imprecisos hasta que una frontera convencional las fija, y que tantas veces cambia) y, como decía el Perich, "Don Pelayo ya era de derechas".

Un mapa, una lengua (si se logra imponerla), una religión (idem), una cultura compartida. Detrás de todo ello, el interés común de una clase dominante por disciplinar a los que están bajo su poder. Y lo más fácil para eso es "crear Patria", cosa fácil si se convence a un "nosotros" de que fuera hay "otros", preferentemente hostiles (ya se encargarán "sus señoritos" de que así sea).

A los que fuimos educados bajo la dictadura y no hemos revisado suficientemente lo que se nos enseñó nos cuesta dejar de pensar en Recaredo como un español de pura cepa. Hasta los habitantes remotos de Atapuerca eran recios castellanos.

Caso interesante el de Viriato. ¿Era portugués o extremeño?

Breogán, Wifredo el Velloso, El Cid Campeador... Da igual: todos eran unos patriotas de aúpa.



Henri Kamen se siente una mezcla de civilizaciones. “Nací en Oriente (en la antigua Birmania), me formé en Reino Unido y vivo en España”, resume el historiador de 83 años en un perfecto español, con acento británico y deje catalán, al preguntarle de dónde es. Los orígenes de un país también son siempre una mezcla mucho más compleja de lo que reflejan sus mitos. Sobre esta idea Kamen acaba de publicar, 'La invención de España' (Espasa, 2020), libro en el que trata de separar cuánto hay de ficción y cuánto de realidad en la  historia de este país, que lleva más de medio siglo estudiando. Una gran parte de lo que los libros de texto nos han enseñado a los españoles como hechos históricos son leyendas imposibles de verificar. 
Kamen, que lleva casi 30 años viviendo en Barcelona, está casado con una catalana. Fue ella quien le contó que de niña tuvo que aprenderse en el colegio la lista de los reyes godos, uno de los primeros mitos, junto al del asedio de Numancia, que desmonta en su libro: No hay ninguna evidencia histórica de que los reyes godos existieran. Para empezar, ni siquiera el titulo de rey existía en aquella época”, sentencia el hispanista, autor de una veintena de títulos sobre la Historia de España como 'Felipe V: el rey que reinó dos veces' (2000), 'Imperio: la forja de España como potencia mundial' (2003) y 'Los desheredados' (2007).
PREGUNTA. ¿Es la lista de reyes godos un invento?

RESPUESTA. A finales del siglo XIX, cuando se empieza a instituir el sistema de enseñanza obligatoria en los colegios, se llegó a un acuerdo sobre de qué materias había que educar a los niños. Lo más fácil era memorizar reyes y presidentes, y ahí se optó por simplificar muchos capítulos de la historia de España, a menudo con criterios políticos.
En su libro cita a Ramiro de Maeztu, ensayista de la Generación del 98, que dejó escrito que “España comienza a ser al convertirse Recaredo en la religión católica”, una idea que se popularizó en la España franquista. Según Kamen, la falta de documentación para estudiar a los visigodos, a quienes Franco alababa por su “amor nacional a la ley y el orden”, permitió crear la ilusión de una unidad y continuidad histórica “de la que no hay constancia alguna”. 
Kamen también desmiente en su libro que haya certeza histórica de batallas heroicas como la de Clavijo, la figura de Santiago 'matamoros'. Analiza también la España de los conquistadores, el papel de los piratas del Caribe y hasta el papel de Gibraltar en el nacionalismo español. Todos estos episodios, algunos más ficticios que otros, juegan un papel importante en lo que el historiador llama la invención de España. “Los mitos fortalecen las identidades”, explica, pero reclama la importancia de separar la realidad (lo que “aparentemente” sucedió), del mito (lo que “debería haber sucedido”). Ciertas o no, opina que todas estas leyendas son importantes para entender la historia de un país: "Tienen un papel en la forma en que elegimos construir, es decir, inventar, el pasado”. Su libro es un recorrido por la historia española a través de los intereses políticos de quienes fomentan una u otra versión de los hechos en cada momento.
P. ¿Es entonces la historia de España una sucesión de 'fake news'?

R. Sí. Podríamos decir que la historia de España así contada es una sucesión de 'fake news', pero toda historia de un país lo es en cierto modo, porque es una reconstrucción interesada. Cuando existe un currículo obligatorio, hay que idear una cosa concreta. No se les puede dar a los niños tres o cuatro teorías de cada episodio. Se simplifica y enseña de modo tan exagerado que puede resultar falso. La enseñanza basada en grandes protagonistas y unas cuantas gestas heroicas necesariamente implica una distorsión de la realidad.

De Al-Ándalus a la Alianza de Civilizaciones

P. Muchos de estos mitos nacen de un interés político que va cambiando según la época. Una de las construcciones políticas que más han calado en el imaginario colectivo español, según cuenta en su libro, es la idea del crisol medieval de las tres culturas. ¿También es falso?

R. Efectivamente, a lo largo de la historia, los políticos adaptan la historia con fines políticos. Fomentar el mito de la España medieval de las tres culturas como una época pacífica e idealizada es una leyenda que sale de la boca de los políticos españoles del siglo XIX y XX. Querían proyectar una imagen del país de que aquí albergábamos no solo una cultura como ingleses y franceses, sino tres: la cristiana, la judía y la musulmana. Los liberales del siglo XIX querían identificar en esos valores de la convivencia su idea de España y trataron de crear una imagen de una España posible contra los franceses y al absolutismo de Fernando VII. Querían transmitir que hubo una vez una España donde la tranquilidad y coexistencia de gente muy diferente eran posibles.

Don Pelayo es, en esencia, una ficción, porque no hay forma de documentar ni su existencia ni sus hazañas
Kamen atribuye al historiador novecentista Américo Castro (1885-1972) el desarrollo de esa imagen ficticia de un Al-Ándalus dichoso y pacífico con la implantación del concepto de 'convivencia'. Sin embargo, esa visión, heredera del romanticismo, sostiene, “lo que trata es de ocultar los problemas reales de la época medieval, porque no se encuentra evidencia alguna de que esa coexistencia fuera pacífica”. 
Y añade: “Hay más documentación de las crueldades que las tres culturas cometieron entre sí que de la idealizada armonía”, y la describe como una época muy sangrienta en la que hubo decapitaciones masivas, tanto de cristianos como de musulmanes, muchas crucifixiones “y los judíos fueron perseguidos por todos los regímenes, tanto visigodos como árabes. Podía haber episodios de convivencia a nivel popular, pero muy limitada. La vida normal de los árabes era la misma que tenían los cristianos. Trabajaban en los campos, eran vecinos… En ese sentido de la vida del pueblo sí que había convivencia, pero nada más”. 
Un ejemplo mucho más reciente de la tentación de los políticos de reescribir la historia con fines políticos, según Kamen, lo tenemos en la invención que hizo el presidente Rodríguez Zapatero, hace una década, de la Alianza de Civilizaciones: “Es un mito reciente que él mismo inventa”, afirma este historiador, que trabajó 12 años en el CSIC antes de jubilarse. “Zapatero piensa en una coalición de las culturas cristianas y musulmanes como respuesta a la agresión de Al Qaeda y otros movimientos violentos de nuestra época, pero fue tratar de crear un mito de convivencia que no funcionó”.
Don Pelayo es una ficción
A la derecha política, este hispanista también le atribuye una instrumentalización de la historia, centrada sobre todo “en la invención de una España que habría existido desde siempre con la cristiandad como eje vertebrador”. Pero igual que no encuentra Kamen evidencias de que los numantinos resistieran heroicamente el asalto de los romanos, tampoco de que lo hiciera la ciudad de Sagunto, no halla tampoco evidencias de que Don Pelayo existiera. Cuenta que es a finales del siglo XIX y principios del XX cuando aquellas batallas legendarias “se empiezan a convertir en episodios heroicos de la patria”. 
Ocurre con todos los mitos fundacionales. “Don Pelayo es, en esencia, una ficción, porque no hay forma de documentar ni su existencia ni sus hazañas”, apunta Kamen sobre el héroe asturiano (o visigodo o cántabro, según qué crónicas se consulten). Muchas de las crónicas disponibles sobre el supuesto inicio de la Reconquista en las que se sustenta el mito están escritas varios siglos después de los hechos. “No hay documentación fiable de aquella época ni evidencia de que sucediera. No podemos saber si Pelayo existió o no”.
Las obras de ficción también tienen ideología y, por tanto, también tergiversan el pasado
Kamen, sin embargo, se reconoce “gratamente sorprendido por la honestidad de la Oficina de Turismo de Asturias, porque en su página web reconoce que no disponen de ningún dato comprobable de Pelayo ni de su relación con la supuesta batalla de Covadonga, y esa honestidad histórica no es habitual en la utilización que hacen de la historia muchas otras instituciones públicas”. 
En la cueva de Covadonga, según la leyenda, los rebeldes a las órdenes de Don Pelayo hace 1.300 años fueron inicialmente derrotados por los musulmanes y se refugiaron hasta que se les apareció la Virgen María, lo que les ayudó a ganar la batalla. Cuenta que no hay ninguna evidencia ni siquiera de la batalla de Covadonga. “Aunque tampoco se puede descartar que hubiera algún incidente militar, pero no está documentado con fiabilidad”, insiste el hispanista, que apunta a que quienes primero promovieron la leyenda de Don Pelayo fueran los cronistas a las órdenes del rey de León Alfonso III, que quiso liderar un siglo después la lucha contra los musulmanes. De lo que no le cabe duda histórica es de que los símbolos que hoy podemos visitar los turistas “son exclusivamente producto de la imaginación y la inversión de los católicos del siglo XIX”. Fue en 1941, el año que regresó a España la Dama de Elche del Louvre, cuando se instaló en el santuario asturiano una imagen de Nuestra Señora de Covadonga y Franco dio pleno apoyo a la leyenda de Pelayo.
La invención de la nación catalana
Al preguntarle qué intentos percibe en la actualidad de manipular la historia con fines políticos, su respuesta es tajante: “Actualmente, en España el esfuerzo más sobresaliente sistemático de crear y falsificar la historia por parte de la política está pasando en Cataluña”, responde Kamen. “El independentismo lleva años tratando de crear una Cataluña que nunca existió con la esperanza de cimentar una ideología histórica y crear una identidad catalana uniforme y totalmente artificial. Últimamente hay tantas falsedades en los medios que ya no puedo seguirlas todas desde un tipo de vista académico”, sentencia. 
En 2014, coincidiendo con la Diada del 300 aniversario del 11 de septiembre de 1714, Kamen publicó 'España y Cataluña: historia de una pasión', libro en el que analiza en profundidad la construcción del mito alrededor de la Diada y al que remite para quien quiera conocer más detalles. En su último título, también dedica un capítulo entero a los mitos regionalistas, con especial atención a la Guerra de Sucesión como símbolo de la invención de la nación catalana. Y lo resume así: “La idea de una rebelión popular catalana existe solo en libros de propaganda nacionalista. La de 1705-1714 fue una guerra como cualquier guerra civil, una guerra de represión. Pero no fue una rebelión popular”.
Actualmente, en España el esfuerzo más sistemático de falsificar la historia por parte de la política ocurre en Cataluña
Según Kamen, en el siglo XX se empieza a presentar por el nacionalismo catalán el conflicto con Felipe V de principios del siglo XVIII como si fuera la revuelta de un pueblo unido contra una agresión externa: “Es una réplica de la imagen liberal de la resistencia del pueblo español contra los franceses”, replica. “El hecho de que la mitad de los catalanes, o puede que más, estuviera del lado de Felipe V se omite deliberadamente de estos libros de Historia”, apunta. 
En ‘La invención de España’, el historiador también desmiente las afirmaciones que pueden leerse en la web de la Generalitat, inspiradas en los escritos del catalán Víctor Balaguer, que fue “el historiador oficial de Cataluña en el siglo XIX, aunque era, sobre todo, poeta, y su ‘historia’ es, en gran parte, una creación de la imaginación romántica”, dice Kamen. Y concluye: “El empeño en mostrar la Guerra de Sucesión como un enfrentamiento entre Cataluña y España no corresponde con la realidad, porque jamás se produjo un levantamiento popular”.
P. ¿Cree que copia ahora el independentismo los trucos del franquismo en la construcción de una identidad nacional?

R. Sí. Absolutamente. Pero ha pasado en todos los países. En el siglo XIX, cuando nacieron países como Alemania e Italia, que antes del XIX no existen, el nacionalismo se inventa una mitología propia. No pasa solo en la España de Franco y en la Cataluña de hoy. Para afirmar una identidad, primero se la tienen que inventar. En el caso de Francia, la leyenda de Juana de Arco y toda su propaganda surge en el siglo XIX. Podemos criticar los inventos, pero hay que reconocer que todos los países si no tienen una identidad tienen que inventársela a través de sus propias exageraciones. De lo que no hay duda es de que el independentismo catalán está ahora en ese proceso: haciendo una falsificación de la historia de Cataluña igual que Franco hizo con la de España, inventándose los orígenes imaginarios de una nación uniforme.

La idea de Reconquista evoca una unidad previa a los siete siglos que estuvo el islam en la península Ibérica. Y no existía tal cosa

P. ¿Es España una de las naciones más antiguas de Europa?

R. No, eso es una actitud subrayada por la derecha española. Insisten en una España política que existió antes de todos los tiempos. Es una visión absurda. También hay una exageración de la idea de una España que exista desde la Reconquista. Eso es falsificar el pasado. La idea misma de Reconquista evoca que había una unidad previa a los siete siglos que estuvo el islam en la península Ibérica. Y no existía tan cosa. Ni siquiera en el siglo XVIII existe todavía una administración central. España como tal nace a principios del siglo XIX, tras la Guerra de la Independencia.

P. ¿Qué papel tiene el cristianismo en la identidad española? En su libro, sostiene que España no es tan católica como se ha contado.

R. El papel del cristianismo en España depende de cómo se interpreta. Hay que diferenciar la espiritualidad y las creencias del pueblo de la cristiandad como manifestaciones culturales de la vida pública, con la presencia de las catedrales, por ejemplo, que es un reflejo del poder institucional de la Iglesia. Los obispos ya se lamentaban de la falta de religiosidad del pueblo español en el siglo XVI. La Iglesia tenía mucho poder, pero no dirigía la creencia íntima de los españoles. Por eso importaban misioneros jesuitas y cartujos italianos a la Península con el propósito de convertir al pueblo español a la fe católica. Hay que diferenciar esos dos niveles de la religión. Hay una España cristiana, sí, pero formalmente, a nivel político, no tanto a nivel popular. No se trata de negar que fueran cristianos, que lo eran, pero en un nivel cultural más que espiritual.

Los ataques contra la Iglesia también son parte de la historia de España. Ya los tuvimos en el siglo XIX con la desamortización y también en el siglo XX. El anticlericalismo está en todas las épocas de lo español. La hostilidad a los privilegios del clero no es nueva. España ha sido tan cristiana como anticlerical. Necesitamos contar la historia con más perspectiva para entenderla. Por eso la historia debería reflejar más la vida de la calle y la vida diaria, y no la que los políticos se inventan, porque ellos necesitan constantemente inventarse enemigos, vencedores y vencidos.

Después de las novelas de Pérez-Reverte, muchos españoles piensan que Flandes estuvo en rebelión contra España y no es cierto

P. Cuenta en su libro que los españoles a menudo hemos preferido acercarnos a la imagen del pasado del país a través de las novelas. ¿Nos importa dónde acaba la realidad y dónde empieza la ficción?

R. Las obras de ficción también tienen ideología y, por tanto, también tergiversan el pasado. Son parte de la idea que una nación se hace de sí misma. A veces, los novelistas gustan más a los lectores que los historiadores. Y si los historiadores somos aburridos y la gente no nos lee, es nuestra culpa. Pero a veces los novelistas tienen tanto éxito que la imagen distorsionada del pasado que proyectan se queda para siempre en las mentes. Hay historiadores que admiran a Arturo Pérez-Reverte. Y eso está muy bien, pero el problema es que su imagen de las guerras de Flandes se acepta como verdad histórica y no es así. Él escribe ficción, con mucho éxito, pero ficción.

Los historiadores, sin embargo, tenemos una obligación de investigar de forma fiable lo que ha pasado, los novelistas no. Y después de las novelas de Pérez-Reverte, muchos españoles tienen la idea de que Flandes estuvo en rebelión contra España. No es cierto. Los Países Bajos tuvieron problemas con la administración del rey de España, pero no por ser rey de España, sino por ser rey de Flandes. No fue una revuelta contra los españoles, fue una rebelión contra Felipe II, porque era su rey en ese momento. Flandes luchaba contra su propio régimen. En la Corte de Madrid había ministros que le decían al rey que Flandes tenía razón en sus reivindicaciones. Hay textos que muestran la simpatía con los rebeldes de Flandes. Eso no lo capta Pérez-Reverte. Tiene todo el derecho de no hacerlo porque él es novelista, y le deseo que tenga mucho éxito, pero la gente debe saber que no transmite una imagen histórica real.

P. Usted es un gran estudioso de la monarquía española. En su último libro, asegura que la monarquía española ha sido una institución siempre en entredicho. ¿Cree que llegará a reinar la princesa Leonor?

R. Espero que sí, que Leonor llegue a ser reina. Pienso que tener un símbolo de unidad como tienen los británicos es importante. Aunque la monarquía no tenga un papel activo en la vida política su labor es importante porque cohesiona y actúa como símbolo de las aspiraciones del pueblo, sin que este tenga que identificarse ni aceptar las doctrinas de los partidos políticos. En Reino Unido, hay británicos sin preferencia hacia laboristas ni conservadores que creen en la monarquía. Es un símbolo poderoso y los países necesitan símbolos. Otros países no tienen estos símbolos y es una pena, porque en la monarquía veo una gran esperanza para la estabilidad del sentimiento público que trasciende los conflictos de la vida política.

miércoles, 26 de febrero de 2020

Un pensamiento nuevo, fuerte y crítico

En esta entrevista realizada por la periodista Astrid Barnet, el profesor cubano Eduardo Torres Cuevas da una lección magistral de la Historia cultural y social de Cuba, inmersa en el gran negocio que supuso la conquista como primera fase de la globalización, y con ella ofrece una cosmovisión de la onda expansiva del capitalismo y sus consecuencias. 

Selecciono aquellas partes que a mi parecer ayudan mejor a reflexionar sobre:
  • Las etapas de la expansión colonial y su cambiante sustento ideológico.
  • El paso de la esclavitud antigua (basada en la conquista) a la moderna actividad mercantil, y la subsiguiente concentración en poblaciones africanas.
  • La importancia decisiva de la economía esclavista en el desarrollo del capitalismo.
  • La identificación de los negros como comunidad uniforme, impensable en el hábitat originario, y con ella la aparición del sentimiento de ser "blanco".
  • Las transformaciones ideológicas del sustento moral de la esclavitud, y más adelante, la consolidación del racismo y sus justificaciones pseudocientíficas.
  • La persistencia en las mentes de los prejuicios adquiridos, más allá de las transformaciones sociales y económicas, y su resurrección en el momento propicio.
  • La capacidad de olvido de las experiencias pasadas, que hace que ninguna conquista social o cultural pueda darse nunca por definitivamente asentada.
De ahí la necesidad de la memoria histórica, ese recordatorio permanente que nos ayudará a salvar lo que de positivo haya tenido la experiencia, y de un fuerte pensamiento crítico que pueda barrer esos residuos ideológicos heredados, los que hacen rencoroso al "blanco" que siente haber perdido la propiedad sobre su "negro".

Doctor en Ciencias Históricas, Profesor Titular y ensayista Eduardo Torres Cuevas.
























(...)
—El profesor Juan Nicolás Padrón destacó recientemente en nuestro sitio web que “después de la invasión de Europa en 1492, el racismo de los colonialistas españoles trajo consigo tres variantes a América: la aplicación de “la limpieza de sangre”, para los súbditos de la Corona, la discusión de si los indígenas americanos poseían o no alma, y una oprobiosa discriminación racial hacia los esclavos africanos. Partiendo de  estas tres variantes, ¿cuál es su criterio?
“Estoy de acuerdo con la observación del profesor Padrón. Me gustaría precisar que el tema tiene una periodicidad histórica, es decir, que los motivos y las fundamentaciones del racismo --como aspecto del problema racial--, hay que analizarlos también desde el punto de vista de su evolución en Nuestra América. En un primer período, del siglo XVI al XVIII, el debate es teológico-medieval, en el cual lo civilizatorio no es más que un aspecto de la cristianización; la cristianización combate, con todas sus armas espirituales y materiales, a paganos, herejes y salvajes, enemigos o desconocedores de su Dios; el objetivo de teólogos y religiosos es la salvación de las almas y la conquista del paraíso celestial; detrás de ello está el de los conquistadores: segregar para dominar. Sobre la base de la fundamentación teológico-religiosa, del derecho canónico y del derecho civil, se estructura, paso a paso y según las circunstancias modificadoras, un sistema de dominación en América. La España que llega a nuestro continente es la que ha concluido la conquista que en la historiografía tradicional fue llamada Reconquista de la península Ibérica al ocupar, en un proceso de siglos, los territorios que durante generaciones habían estado en manos musulmanas, los llamados “moros” por los castellanos. Hasta entonces, habían convivido tres culturas –tres religiones- en suelo hispano, la cristiana, la musulmana y la judía. Por medio de la fuerza, y apelando al derecho de conquista, los reinos cristianos, no solo despojaron de sus territorios a “moros” y judíos, sino que, además, les ocuparon sus riquezas y, en el mismo año del descubrimiento de América, expulsaron a los judíos y, unos años después, a los “moros”. Todo a nombre de Dios. Solo pudieron quedarse en la península los que se cristianizaron. Por estas razones, para distinguir a los cristianos “viejos” de los “nuevos”, se instauró la “limpieza de sangre”. El traslado a América de este instrumento castellano fue una hipóstasis que sirvió para excluir a indios, negros, mestizos y a otras razas, del acceso a la cultura, a cargos significativos de gobierno civil o eclesiástico y a medios de riquezas. Ello tuvo un efecto estructurante en las sociedades nacientes: la formación de una élite cultural, política, social y económica; de una élite hegemónica.

“(…) El otro tema, señalado por el profesor Padrón, el de si los indios tenían alma o no, fue el centro de uno de los debates más enconados de los primeros tiempos. Las tendencias simplificadoras suelen ser fatales a la hora de comprender los procesos históricos. Toda época está llena de nichos en los cuales se refugian y actúan las tendencias que las historias-paradigmas precisan olvidar u ocultar. El debate sobre la condición del indio, cruzó todos los aspectos jurídicos, religiosos, culturales y económicos de los primeros tiempos. Señalaré aquí, solo como ejemplo, que una de las primeras polémicas que tuvo lugar, en 1516, fue entre el primer obispo designado para Cuba, fray Bernardo de Mesa, y fray Bartolomé de Las Casas quien, con posterioridad, sería conocido como Protector de los Indios. Para Mesa, los indios eran inferiores a los hispanos –era la etapa de la conquista insular en Las Antillas; aún no se avanzaba en la conquista del continente-  porque eran hijos de la luna y el mar, débiles, incapaces de trabajar, lo que los excluía del tratamiento salvador; Las Casas le riposta indicando ¿qué dirían los habitantes de Bretaña, Sicilia y otras islas europeas, con las mismas condiciones que las del Caribe, ante tal tratamiento? Aquí se observa ya un doble rasero para Europa y para América.

“(…) Desde los orígenes de la presencia hispana en América, varios sacerdotes, entre ellos Antón de Montesinos y Bartolomé de Las Casas, se opusieron al trato inhumano que recibían los indios. Este último elaboró varios Memoriales  en los que proponía un cambio del régimen de colonización-cristianización. Pocos años después, en México, tendría lugar una de las polémicas más trascendentes para el futuro cristiano de nuestra América, la sostenida por Las Casas (dominico) con el franciscano Toribio de Motolinia. Para el primero era necesaria una catequización individual, previa al bautismo, de modo que el asumir la fe cristiana fuese un acto de consciencia. Motolinia actuaba de un modo contrario; recorría el territorio mexicano efectuando bautizos masivos aunque los recién cristianizados desconocieran las bases mismas de su fe. Para Las Casas era una falsa cristianización; sin embargo, la evangelización masiva de Motolinia, permitió una recepción mística del catolicismo a partir de la cual se produjo una sustitución de los “dioses vencidos”, por el que, indiscutiblemente, había demostrado ser el más poderoso, el  “todo poderoso”,  el Dios cristiano. Este proceso no fue racional; fue más profundo, fue mental; se expresó en formas y rituales pero su contenido se refugió en el interior del espíritu: era lo trascendente. Cuando en 1542, la Corona dictó las Leyes Nuevas de Indias, que reconocían al indio como vasallo del rey, ya el daño estaba hecho. En Cuba la medida fue resistida por los encomenderos y, cuando se aplicó, en los pequeños pueblos en que se recogieron algunos pocos indios –Jiguaní y El Caney en Oriente y Guanabacoa en La Habana-, solo se movía en ellos el fantasma de lo que había sido la población pre-hispana de la Isla. Entonces, la “limpieza de sangre” entre los vasallos del rey, jugó un nuevo y discriminatorio papel.

“(…) A este período de nuestra historia le corresponde toda una etapa de la esclavitud en Cuba pero no se puede reducir el problema del negro al problema de la esclavitud. En primer lugar, la esclavitud ya existía en Europa, y en especial en España y Portugal, antes del encuentro con América. Era una institución bien establecida sobre la base del derecho de conquista. Lo más importante es que no tenía motivaciones raciales sino que estaba sustentada en razones religiosas, de conquista o de comercio. Los primeros esclavos ingleses en el Caribe lo son los prisioneros de las guerras de religión en Gran Bretaña. En Sevilla, en los momentos de la llegada de Colón a América, un 7 % de la población era esclava. Por tanto, la esclavitud no fue una consecuencia de la conquista de América ni exclusiva para los negros africanos. El proceso que se inició, a partir de entonces, es el que explica los resultados. Los árabes habían desarrollado un fructífero comercio de esclavos en África con la compra de prisioneros de las guerras intertribales y la creación de grupos especializados en la caza humana. Como tenían una porción del territorio ibérico, desarrollaron redes comerciales desde África a estos territorios. Conquistada Andalucía por los castellanos, estos mantuvieron ese comercio. En el momento de la conquista, los reyes hispanos operaron con una clasificación de los esclavos; para venir a América solo autorizaron a los llamados esclavos ladinos, es decir, que entendían el español, estaban cristianizados y podían desempeñar trabajos de cierta complejidad. Estos no venían directamente de África sino de la propia España. Poco después se comenzaron a introducir los llamados bozales (no entendían el español ni estaban cristianizados), que provenían directamente de las costas africanas. Durante el siglo XVI, surgió otro tipo de negros esclavos o libres, los que nacían en  América, por lo que fueron llamados criollos (“el pollo criado en casa”, el que nace o se cría aquí, en Cuba). Los hubo libres y esclavos. Los primeros se destacaron por ser excelentes artesanos. A su desarrollo contribuyó la mentalidad hidalga de los castellanos para quienes el trabajo manual era una degradación social y dañaba el honor. Por cierto, en la “limpieza de sangre” había que jurar y demostrar que no eras tampoco hijo de obrero o artesano. ¿Tendrá algo que ver con la lucha de clases? Es importante observar que este proceso, de bozal a criollo a rellollo, implica dos aspectos de sumo interés: la pérdida de la memoria de los padres y, por tanto, el modo en que desdibuja “la tierra lejana”; la diferencia de patrias del bozal a la del criollo. Esta última implica algo más, mucho más, que un problema de territorio o espacio geográfico; es, ante todo, el surgimiento de hábitos, costumbres, sicologías sociales e individuales, sentimientos e historias nuevas y diferenciadoras.

España no poseía factorías en África por lo que los esclavos introducidos en Cuba lo fueron por los sistemas de asientos y licencias. Estos eran documentos legales por medio de los cuales la Corona concedió, a través de los siglos coloniales, a comerciantes genoveses, portugueses, alemanes, holandeses, ingleses o franceses, la autorización para introducir esclavos en sus colonias. Por estas razones en nuestro país fueron introducidos esclavos de las más diversas etnias subsaharianas. En mi cuenta, más de 87. No menos importante es tener presente el intenso comercio de contrabando, una de cuyas más preciadas mercancías eran las “piezas de ébano”, eufemístico nombre que alguien acuño para referirse a los negros esclavos.

“(…) Dos aspectos importantes. Todos los negros en África tenían el mismo color, lo que los diferenciaba y enfrentaba eran las rivalidades étnicas. En América, ante el blanco, surge una identidad-igualdad del color que supera la división étnica, todos son negros. Por otra parte, existía un troco común desde el punto de vista religioso, de costumbres, artístico… Traían entre ellas elementos diferenciadores pero también comunes. Si, por un lado, existía diversidad, por otro, esas culturas tenían un fondo común que le daba cierta unidad a la par que una gran riqueza de matices. Todas estas etnias se inscribían en una cosmovisión que las integraba en esquemas culturales básicos… con el tiempo, con el aprendizaje obligado entre ellos, con la relación con el blanco diferente, con el ocultamiento de sus prendas más preciadas –religión, costumbres, memoria, entre otras- estas culturas se transculturaron entre sí hasta conformar un nuevo tejido social y cultural. Lo que está aún por estudiar más a fondo es, cómo del nuevo medio natural, social y cultural americano, en el cual nacen y actúan los afrodescendientes, provoca los cambios que los hacen, ante todo, americanos, con un determinado patronímico nacional. Es el americanismo ¿latinoamericano? muticolor, multiéntico y multicultural en vigorosa brotación. Es la brotación americana de una raza cósmica, hecha de todas las razas y de todos los ingredientes universales. (1)

“Lo otro, que no puede pasarse por alto, es que los siglos del XVI al XVIII constituyen el período de la acumulación de capital por las emergentes potencias-imperios europeos. Es el capital comercial y manufacturero el que construye el gigantesco comercio triangular Atlántico (Europa-África-América). Europa acumuló el capital, África aportó la mano de obra y América la materia prima para la manufactura europea. Capital y desarrollo técnico manufacturero crean las vías para la era industrial del capital de las metrópolis que marcará el siglo XIX. Sin el desarrollo del comercio esclavo Atlántico y de la esclavitud en América no se hubiera formado la era del capitalismo. Por tanto, la esclavitud del negro en América tiene un basamento económico. En el universo hispano se le añade el prejuicio contra el trabajo manual. Es, durante este proceso, que la esclavitud oscurece su piel.

“Las estructuras económicas que provocan ciertas tendencias sociales pueden desaparecer una vez transformadas las causas que las crearon pero lo que más lentamente cambia, la “larga duración” de los procesos sociales, es la mentalidad.  Esta actúa como resistencia al cambio y conforma los pre-juicios que pre-juzgan. En estos casos, el juicio y la racionalidad, ya están pre-definidos. Actúan para fundamentar y justificar el pre-juicio. En consecuencia, las ideas no son un resultado del libre ejercicio del pensar sino de las cadenas impuestas y ocultas en lo profundo de las mentalidades. Lo racional se convierte, en estos casos, en justificaciones pre-juiciadas. Su permanencia, la del pre-juicio, sutil y, a veces, inadvertido, es asombrosamente larga aunque ya no tenga el sustento originario; en nuevas condiciones, se mueve, oculto en el interior del cerebro, en busca de nuevas bases de sustentación… y las encuentran… y muta como las bacterias frente al antibiótico de nueva generación.

“(…) Tu pregunta me motiva a explicar, aunque sea de modo somero, la evolución posterior del tema. En un segundo período, desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX, se introduce una nueva cosmovisión nacida del debate de la Ilustración, con la conceptualización de la sociedad laica y republicana sobre la base de la soberanía del pueblo y el desarrollo del constitucionalismo. Fundamental para el tema es el debate filosófico sobre la condición humana y el jurídico sobre el derecho de propiedad. La separación de la Iglesia y el Estado, con la consecuente pérdida de poder terrenal de la primera, incrementa los mecanismos jurídicos de compartimentación social. Durante este período, la esclavitud adquiere sus formas más intensas y el comercio Atlántico de esclavos sus cifras más elevadas, ambos procesos, producto del desarrollo de la plantación esclavista. En Cuba, en lo fundamental, esta institución fue azucarera o cafetalera. La plantación esclavista constituye una unidad que, a diferencia de los hatos y corrales medievales anteriores, funciona con conceptos del capitalismo como ganancia, pérdida, préstamo, inversión, productividad. El esclavo es una inversión, una propiedad mercantil. A él debe extraérsele la mayor productividad por lo que se calcula, desde el tiempo de vida útil hasta su rendimiento por jornada.  Este tipo de empresa capitalista desarrolla la explotación intensiva del trabajo esclavo pero, a la vez, promueve el desarrollo tecnológico azucarero, el ferrocarril y las complejas actividades de las ciudades-puertos. En estas últimas, surge un activo artesanado de blancos y negros y mulatos libres. Lo más significativo del debate jurídico es que el esclavo se compra y se vende como una mercancía más; por tanto, su dueño tiene un derecho de propiedad. De ello se derivan dos consecuencias, una filosófica: el esclavo es un objeto no es un sujeto, en consecuencia, no posee la condición humana; la otra, jurídica: toda abolición debe ser indemnizadaEste racismo que fundamentó el sistema plantacionista era más despiadado que todos sus precedentes. A fines del siglo XVIII, unido con el inicio de la fase industrial del capital, surge el movimiento abolicionista, con una raíz religiosa y otra económica (la necesidad de consumidores en los mercados; el esclavo no tiene capacidad económica). Es en Haití donde el propio negro, sin paternalismos, conquista su libertad y, con ella, demuestra su condición humana.  Pero, lo imperdonable, fue que “no respetaron el derecho de propiedad”. Demostraron que, no eran un objeto, propiedad de “alguien”, sino sujetos de su propia historia.

“Las independencias americanas se producen en este contexto internacional e ideológico. En ellas, existe otra historia y es aquella de cómo las oligarquías latinoamericanas logran convertirse en la élite hegemónica de las nacientes repúblicas a partir de esa vieja historia de la “limpieza de sangre”, de la segregación legal del indio, de la destrucción de su cultura, de la discriminación social y de la explotación económica. Hubo conquistas y represiones, tan sangrientas como las coloniales. La conquista, por ejemplo, del Arauca, en Chile, o de la Patagonia, en la Argentina, son acontecimientos de extrema crueldad para someter o extinguir a aquellas poblaciones existentes en dichos lugares. Son reproducción y continuación de los métodos de la conquista solo que modernizados y con una justificación decimonónica.

“(…) En un tercer período, trascendental para el tema, de mediados del siglo XIX a mediados del siglo XX, el positivismo, la antropología y la antropometría, fundamentan el racismo. Ahora, no será ni desde una concepción teológico-medieval ni desde una jurídico-filosófica; será desde una concepción pseudocientífica de las razas y de sus características. En la nueva propuesta, junto al surgimiento de la conceptualización y división moderna de las razas surgen las fundamentaciones de las razas superiores e inferiores. Se establecen las cuatro razas –blanca, amarilla, negra y mongólica-  y sus características –medición de cráneos y huesos para determinar superioridad o inferioridad-. El darwinismo, una de cuyas tesis más importantes es el evolucionismo, apoya, en ciertas tendencias, una especie de evolución racial y antropológica asociada al llamado darwinismo social. Sobre este paradigma, los tratados teóricos, históricos y científicos desarrollan las tesis que servirán a las nuevas guerras de conquistas, no contra herejes sino contra razas inferiores necesitadas de tutelaje. En consecuencia, se fundamenta la contraposición Civilización vs. Barbarie, en la que la inferioridad de las razas negra, amarilla y mongólica, las hacen incapaces de alcanzar el pensamiento abstracto y complejo de la civilización moderna. Todas estas corrientes fundamentaban la exclusión de lo diferente, descalificándolo como expresión cultural y social, base de toda dominación, dentro y fuera de una misma nación; base del colonialismo, del imperialismo, del neocolonialismo, del fascismo, de la división y segregación social (algo más, más que algo, que la división de clases, porque el racismo es, también, una división al interior de una misma clase social).

“Entre los hechos más trascendentes de la historia intelectual cubana está la inteligente argumentación martiana contra el esquema de civilización frente a barbarie. Utilizado por Domingo Faustino Sarmiento, como base del predominio civilizatorio del criollo blanco en las nacientes sociedades latinoamericanas, era, también, el argumento “científico” para la fundamentación de una “cubanidad blanca”, excluyente y racista. Martí, previsor del peligro, afirma que no hay verdadera batalla entre civilización y barbarie sino, y obsérvese la profundidad de la idea, entre “la falsa erudición” y la “verdadera naturaleza”; de ahí, su otra idea fundacional, cubano es más que cualquier división de colores pero, la justicia hay que comenzarla por reconocer que el negro ha tenido que vencer y tendrá que vencer mayores obstáculos para ocupar el lugar que le corresponde, que lo que ha tenido que vencer y tendrá que vencer el blanco humilde. La igualdad de los desiguales no es igualdad, es una falacia ignorante.

“Es importante destacar que, cuando estas tendencias del racismo científico estaban en boga, se estaba produciendo la extinción de la esclavitud en Cuba (el decreto final se promulgó en 1886). Era necesario sustituir la frontera legal que significaba la esclavitud, por una nueva, la social, que sirvió de base para la república enajenada surgida en 1902.  Agregaría un cuarto período, de los años 30 del siglo XX a los 70, donde destacaría la obra de Fernando Ortíz, en particular El engaño de las razas, y los debates de los años de las décadas de los 40 y 50, y lo que significaron La Antropología estructural y El pensamiento salvaje de Levi Strauss, el funcionalismo y otras escuelas de pensamiento social. Y, por último, el período actual, donde los pueblos de diversos orígenes, hasta ahora sin voz sonora y con intérpretes externos, ganan el espacio social, político e intelectual del que estaban excluidos. No es un tiempo triunfal; es un tiempo de debates y luchas inteligentes donde no se pueden subestimar los refugios oscuros en los cuales se preparan los dominadores de hoy, herederos de los que construyeron imperios, para la recuperación de espacios perdidos, contando a su favor con una acumulación de inteligencias, capitales y altas tecnologías. Ello exige la responsabilidad del debate porque todo presente no es más que un acumulado selectivo de lo histórico con el cual se pueden construir nuevas historias, historias distintas pero siempre con intención desde un saber limitado, intereses reales y actuantes y cosmovisión ya estructurada.

(…)
—Tras más de 50 años de Revolución, ¿qué valoración usted realizaría acerca del tema del racismo en la etapa actual?
“Por suerte conozco bastante bien cómo se desarrolló la sociedad anterior y cómo se ha desarrollado la actual. Hay cuestiones que son referencias. No es lo mismo lo que tú lees en un artículo a lo que vives en la calle. El artículo está matizado por las visiones y experiencias personales. Vivir es lo más importante y lo más difícil es transmitir lo vivido. A mis estudiantes les digo que nuestro peligro mayor está en que las generaciones actuales no tienen la memoria histórica del pasado; e insisto mucho en que la memoria no es genética, no se hereda. Lo que aprendió mi generación no tiene ni remotamente que conocerlo la de mis hijos. Existieron cosas que, para ellos, no son imaginables porque, simplemente, no existen.

“No obstante, sí quisiera recordar dos o tres “detalles” perdidos por… “la desmemoria”–aunque pudiéramos hablar de muchas cosas--, que son mucho más que “interesantes”. Por ejemplo, en el parque central de la ciudad de Santa Clara, capital de la entonces provincia de Las Villas, los negros no podían pasearse por su centro antes de enero de 1959; en el Prado de la occidental ciudad de Pinar del Río, los negros tan sólo podían llegar hasta determinados lugares; existía un pueblo en la entonces provincia de La Habana cuyos habitantes se vanagloriaban de que allí no habían negros; a determinadas escuelas, sociedades o clubes de recreo, los negros no tenían derecho a pertenecer.  Hay algo que me llama la atención. Casi todo el mundo recuerda ciertos hechos históricos sobre los que reiteradamente se escribe y, sin embargo, apenas puede reconocerse el contexto social –particularmente racial- en que se produjeron, lo cual permite las más variadas interpretaciones.

“Por ejemplo, en el siglo XIX ocurrió la Conspiración de la Escalera que, más que una conspiración, fue una represión dirigida al sector de los negros y mulatos libres. En ella fueron asesinados o torturados, entre otros, el hacendado Pimienta, el poeta Plácido, el doctor Dodge, el músico Brindis de Salas padre. Todos reunían ciertas condiciones: negros o mulatos libres; hacendados, artistas o poetas; y, lo más notable, miembros o relacionados con una naciente y poderosa clase media negra y mulata. Este movimiento era, también, generador de una nueva expresión cultural “cubanísima”, que no excluía ni el “sarao” ni el salón de baile. Porque es muy importante recordar que el baile de salón originó nuestra orquesta típica, evolución de la agrupación de la contradanza francesa. Y esas orquestas fueron formadas por negros y dirigidas por negros. Esta represión no fue por problemas clasistas sino por problemas racistas. Más que el hecho histórico en sí, lo importante es que sentó un precedente y, a la vez, quedó trazado el límite de lo permitido a los negros económica, social y culturalmente. Esto, ya no es el hecho histórico, sino un importante componente de la sociedad real, de la sicología social. En el siglo XX ocurre otro hecho semejante sólo que no es culpa del colonialismo sino de las estructuras discriminatorias de la república “democrática e independiente”. Me refiero a la represión, en 1912, del movimiento de los Independientes de Color. Al margen de los orígenes, de las causas, de los muertos, fue el impacto social de aquella represión lo que permitió agudizar las fronteras sociales, al asentar, como parámetros de conducta, el temor y el miedo. Y todo ello resulta muy importante a la hora de analizar lo que pasó a partir de 1959La sociedad cubana no pudo cambiar todo lo que se intentó cambiar; las intensiones de cambios políticos resultaban más factibles que la transformaciones de las mentalidades soldadas durante siglos; esas mentalidades, no precisamente desde la prensa sino en la calle y en lo profundo del hogar, auparon, solapadamente, al racismo, entre otros males, y es uno de los mejores ejemplos del origen y mantenimiento de la llamada “doble moral”, en realidad “una moral alienada”, vergonzante y vergonzosa generadora del disimulo y la hipocresía.

“Pero, también me gustaría trazar una frontera a partir de los años de 1987 a 1991, inicios de la crisis de la sociedad cubana (el llamado Período Especial), cuando personas, muy cuidadosas del lenguaje que empleaban, comenzaron a introducir frases abiertamente racistas y asumir actitudes que implicaban una nueva posición hacia el otro, hasta entonces su igual y, ahora, su diferente. Cuando, junto a aspiraciones y gustos generados en ciertas latitudes, estas personas quieren distanciarse y diferenciarse, por condiciones económicas, de los que, hasta entonces, habían sido, formalmente, sus iguales. Lo peor es que el prejuicio tiende a trasmitirse, como el VIH, y vemos personas muy humildes con cargas racistas que dan pena. Porque muchos prejuicios discriminatorios, como el machismo y el racismo, anidan, justamente, en la pobreza cultural, matrona de la pobreza moral. Esto a mi me dio la señal de que el racismo, junto a otros graves problemas, no solo sobrevivía, cosa que todo el mundo sabía, sino, lo más preocupante, cómo y con qué rapidez puede recuperar los espacios perdidos en cualquier sociedad. Porque el racismo no desaparece, se reduce, se oculta, pero en condiciones propicias, vuelve a florecer. Por tanto, la lucha contra el racismo es una batalla permanente, sistemática pero, sobre todo, inteligente. No se logró, durante estos años, todo lo que se quería acerca de su superación. Cuando Ortiz hablaba acerca de lo cubano y trataba las zonas marginadas, no creo que pensara que la marginalidad iba a tener la fuerza que tiene un siglo después. La marginación se mantuvo pero se incrementó durante el Período Especial. Así, todo joven que tiene menos de veinte años nació durante dicho Período y, para muchos de ellos, el socialismo, la realidad, es esta. Lo otro, lo otro es una historia que hacen los viejos.

“¿Cómo se fueron agudizando, en las últimas décadas, los problemas de la sociedad cubana? Fíjate que te digo agudizando porque es importante destacar que siempre estuvieron; en muchos casos eran problemas no resueltos o mal resueltos. Sus causas, desde el origen, es una extraña mezcla de incapacidades, oportunismos, burocracia con cuotas repartidas de poder, poder con cuotas de prepotencia, doble moral con un discurso ético y una práctica corruptora, imposibilidad burocrática de creación y, por tanto, temor paralizante a todo riesgo. Todo ello combinado,  genera la marginalidad de diversas características como una de sus manifestaciones; y está unido, también, a que es fácil trabajar el prejuicio, aunque esté escondido en lo último del cerebro. Estos son problemas que nuestra sociedad debe y tiene que eliminar si aspira realmente a ser ella y, de no ser ella, la que venga va a venir con esas mismas cargas racistas a las que se sumarán las que existen en otras partes”. Prejuicio-racismo-segregación-marginalidad-discriminación forman un proceso de tumoración maligna que puede destruir el más hermoso proyecto de dignidad humana.
—Problema inmigración-racismo en el mundo, ¿cómo resolverlo?
“Actualmente, el problema de la inmigración lo veo sin solución alguna pues, ante todo, tendrían que producirse verdaderas reformas de fondo en las sociedades capitalistas del norte y en las sociedades dependientes del sur. La inmigración es un resultado de complejas composiciones y dinámicas sociales. Si no se resuelven las causas, no solo se mantendrán las migraciones con las características actuales sino que, posiblemente, se incrementaran.  Es lo que se llama migración económica, o sea, en la medida en que la riqueza se ha ido concentrando en determinadas zonas del mundo, las poblaciones más desfavorecidas tienden a emigrar a ellas, por razones económicas.

“Desde los años noventa del pasado siglo existen datos que evidencian dicha situación.
Por ejemplo, el 80% de la producción mundial la consume el 20% de la población mundial, que está, precisamente, en el Primer Mundo; y, el 20% de la producción mundial queda para el 80% de la población mundial que está, precisamente, en el Tercer Mundo. Es natural esa migración del sur al norte.

“¿Cuál es el gran cambio de los últimos tiempos? Pues que esas emigraciones de los más desfavorecidos ya son millonarias y son capaces de cruzar el desierto del Sahara o de lanzarse al Mediterráneo o atravesar Centro América y México como ríos humanos e incontrolables, por una causa: pobreza, desnutrición, hambre; falta de fuentes de trabajo para lograr condiciones mínimas de existencia. Al vaciar las economías del sur, al saquear sus recursos naturales, al limitar su desarrollo –proceso especialmente agudo en los últimos cincuenta años--, a las poblaciones de esos países no les queda más remedio que migrar. Según estadísticas de organismos internacionales como Naciones Unidas, UNESCO, UNICEF… en estos  momentos existen en el mundo un porcentaje notable de zonas que padecen de hambrunas. A ello se unen importantes factores subjetivos como son los sueños y las esperanzas: la búsqueda, en el llamado Primer Mundo, de la realización personal, según la imagen televisiva y cinematográfica de la sociedad de la abundancia, es motivo suficiente --aunque la gran mayoría no lo logra--, para lanzarse a las más peligrosas e inciertas aventuras; al mismo tiempo, el ofrecimiento a personas intelectualmente capacitadas de condiciones de vida a las que no pueden aspirar en sus países de origen, ofrece a esas sociedades primermundistas una corriente nutricia de alta calidad. Lo significativo de esto último es que el saber de esas personas va a contribuir al enriquecimiento de los países ricos, y no al de los suyos que siempre tendrán el consuelo de una mejor o peor remesa. Pero, y no se olvide, son los países receptores de inmigrantes los que escogen a quienes reciben legalmente. Por una parte, les interesa la captación de “cerebros”, necesarios para mejorar sus niveles de desarrollo. En estos casos, el interés científico-tecnológico prima sobre el aspecto racial. Por otra, está la necesidad de “brazos” –mano de obra barata— cuya abundancia hace que la oferta supere las necesidades de países con serias crisis económicas. Aquí, en los “brazos, la discriminación racial y cultural es mucho más directa y presenta todo tipo de sistemas de explotación, desde la esclavitud, la migración ilegal, las fábricas de bajos costos y clandestinas. En fin, todos los horrores que albergan las sociedades. Migran “cerebros” y “brazos” pero el corazón, ¿emigra o se queda? O ¿Debe partirse en dos?”

(…)

—Teniendo en cuenta el actual programa de cambios o reformas que se realizan en el país, ¿considera usted algún tipo o basamento de línea programática que pudiera contribuir no sólo a eliminar la pobreza en el país, sino que también contribuyera a la eliminación de los prejuicios raciales y, por consiguiente, al ejercicio de la discriminación?
“Existe una razón básica de toda discriminación que es la situación y condición económica: mientras existan diferencias en las posibilidades y potencialidades, habrá discriminación. No hablo de igualdad en el sentido de igualitarismo, sino de igualdad de oportunidades... Este es un punto fundamental en esos lineamientos para el logro de la estabilidad real de la sociedad cubana. Todos tenemos iguales posibilidades, porque sabemos que podemos desarrollar lo mejor de nosotros mismos en nuestras propias perspectivas de trabajo y de vida. Pero no todos tenemos las mismas oportunidades. La ecuación debe resolver la relación entre posibilidad y oportunidad. Y todos los lineamientos trazados durante el pasado Congreso del Partido Comunista de Cuba se encaminan a ello. Mis mayores expectativas están en la Asamblea que se celebrará en enero próximo, donde se discutirán problemas sociales y políticas esenciales. Aspiro a que todos seamos capaces de discutir todo lo que sea necesario, con la profundidad y seriedad que amerita y buscando las soluciones más inteligentes aún cuando parezcan ser arriesgadas. La base para todo ello es un amplio ejercicio democrático sin restricciones  y limites apriorísticos”.

(…)

¿Desearía profundizar en algún otro aspecto?
“Recordemos que la República neocolonial surgida en 1902, pese a declarar en su Constitución que todos los cubanos son iguales y otorgar el  derecho al voto a los ciudadanos negros y analfabetos, creó una instrumentación del racismo que no es legal –como lo fue en otra época la esclavitud al existir la propiedad sobre el esclavo--,  sino que desarrolló otro tipo de mecanismo sustitutivo que, en lugar de establecer una frontera legal, establece una frontera social. De manera que: no tengo el instrumento legal, pero sí tengo los instrumentos sociales para rechazarte.

“Así y más allá de las limitaciones sociales y de las eliminaciones legales –por ejemplo, nuestra Constitución de 1940 enfatiza en que es punible el racismo--, el racismo se hace evidente en todas las esferas de la vida. Por ejemplo, si apreciamos fotos de claustros de profesores y de grupos de estudiantes universitarios durante las primeras tres décadas del pasado siglo, nos percatamos de que en su mayoría son blancos; con el cuerpo diplomático sucedía igual… Distinguiríamos igualmente áreas de trabajos donde el prejuicio social, avala al racial. A la vez, e independientemente de lo social y de lo legal, existe lo mental. O sea, aquello que se siembra generacionalmente desde la cuna: los prejuicios. El prejuicio está antes del juicio: prejuzga. Por tanto, no juzga. Y finalmente, el juicio se altera por el prejuicio.

“Por otra parte y no obstante el triunfo de una Revolución en Cuba, que abre infinidad de caminos a los humildes, este problema continúa. Las leyes no alteran las mentalidades, y éstas funcionan directamente a partir de donde puedan ejercer o se les brinde un pequeño o un gran espacio de poder. Lo cierto es que uno de los temas más importantes a estudiar en estos momentos es cómo esa mentalidad pudo fortalecerse dentro de un proceso revolucionario… Las medidas igualitarias no son las que requiere un problema sembrado desde hace siglos.

“Diría que dentro del período revolucionario hay que también distinguir generaciones. Tengo la impresión de que la instauración de becas en nuestro país en otra época ayudó a romper fronteras en una generación de jóvenes --los muchachos en su contacto cotidiano y con todos los colores de esta sociedad, crean amistades, relaciones mucho más sólidas--, no así en los padres que vienen con una carga histórica del problema y, por ende, les resulta mucho más difícil desarraigar prejuicios.

Un aspecto que no quiero obviar es el referido a la marginalidad. Al respecto, sí hubo marginalidad en nuestro Socialismo, no como cuestión de política de marginación, sino de cómo se logró preservar, dentro de esa mentalidad, el mantener un sector importante de la sociedad marginado de las grandes opciones que presenta el país… Esto se observa en algunas carreras universitarias (selectivas), como las de Ciencias Sociales, Humanidades, a las que llegó un número menor de negros.

“Necesitamos ahondar en el pensamiento. Dejar un poco la emotividad, para ser cada vez más inteligentes en las respuestas. Necesitamos pensar, pero pensar bien. Para ello se requiere de cultura verdadera, información amplia y conocimiento profundo que permitan análisis certeros; tener una mayor exigencia con nosotros mismos, y una crítica cada vez mayor. Y aquí está el punto de partida de todo conocimiento. Cuba lo necesita y no tiene tiempo que perder. Y necesitamos también que nuestros jóvenes cada día estén mejor preparados desde el punto de vista del pensamiento.

“Hay algo que me alegra mucho y es que me encuentro constantemente a personas muy jóvenes, y otras que ya no lo son tanto, quienes están estudiando, trabajando, indagando, investigando y preguntándose con inteligencia. Por ello es que tengo el sueño y la esperanza que dentro de muy poco tendremos en Cuba un pensamiento nuevo, fuerte y crítico. Y esto no es más que la herencia de una tradición de pensar y, al mismo tiempo, de la necesidad de pensar”.

_____________________

Nota

(1) En este complejo proceso se fue conformando uno de los componentes de la cultura y la nación cubanas, generalmente llamado afrocubano –término que confunde más que aclara al presentar lo negro como africano, permanente e independiente de lo cubano--. Así, el componente negro de la cultura y la sociedad cubanas, no será, en el decurso del tiempo, el resultado de la permanencia de las multicultural africanas, sino que constituirá en sí mismo una manifestación cultural nueva; distinta, en primer lugar, de los diferentes elementos africanos originales, y de todos en su conjunto y, en segundo lugar, integrado, interactuado e interdependiente de la evolución de la cultura del blanco que, a su vez, también se transforma de lo español a lo criollo. (Torres Cuevas, Eduardo. Historia de Cuba-1492-1898. Editorial Pueblo y Educación. La Habana, 2006)

lunes, 24 de febrero de 2020

Esperanza contrafáctica

No es lo mismo esperanza que confianza. Mucho menos confianza ciega, determinista, esa que nos paraliza para actuar, y que es tan mala como el fatalismo, que nos paraliza igualmente.

Jorge Riechmann navega siempre en las procelosas aguas de la duda eficiente (en el mar tormentoso de la Duda, como lo definió el hoy olvidado Vargas Vila, imagen que también evoca el poema de Jorge).

En un artículo subtitulado esperanza contrafáctica y marxismo leopardiano escribe:
¿Qué me cabe esperar? es una de las cuatro preguntas fundamentales de la filosofía según Kant (junto a ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer? y ¿qué es el ser humano?). Kant entiende esta pregunta por la esperanza en sentido fundamentalmente religioso (¿qué me cabe esperar más allá de la finitud humana signada por la muerte, en relación con Dios o lo divino?), pero podemos interpretarla en sentido laico: ¿qué me cabe esperar no en ningún trasmundo, sino en este mundo? 
Si nuestras perspectivas son hoy de colapso ecológico-social (...) ¿qué clase de esperanza me cabe abrigar? Estar en minoría y entregado a tareas sisíficas -pero imprescindibles: pensemos en las que se orientan a la emancipación humana- sólo nos desespera si el tiempo se acaba. Pero exactamente eso es lo que ocurre con la crisis ecológico-social y las perspectivas de colapso…
El destino de nuestra esperanza es el tema de otro artículo suyo sobre Juan Gelman en que reafirma la idea de actuar con esperanza pero sin autoengaño, que copio más abajo.


Qué fatiguitas más grandes




1

Según la doxa dominante
está claro que vendrán los robots
y nos echarán de los puestos de trabajo

los empresarios mineros de Silicon Valley
importarán metales de la Luna

y estableceremos colonias en Marte
en 2000, bueno, en 2025, bueno, en 2100…

Ah, la fantasía humana tecnolátrica
y nuestra inagotable capacidad de autoengaño

Los problemas del siglo XXI
son evitar masivos genocidios por hambruna
en tiempos de descenso energético y desbarajuste climático
y controlar a los nuevos “señores de la guerra”

2

Atarse
al mástil del barco
durante la tormenta marina

como, según cuentan, lo hizo Turner
para poder pintar Snow storm


3

Donde flaquean los teoremas
siguen caminando las oraciones

-aun las dirigidas al vacío,
ésas que llamamos poemas





1) Todavía en Auschwitz

“Theodor Adorno pronunció alguna vez una frase infeliz: afirmó que no era posible escribir poesía después de Auschwitz. Se equivocaba y ahí está la obra de Paul Celan que lo desmiente. O la de Kenzaburo Oé, después de Hiroshima y Nagasaki. Durante años pensé que el error de Adorno consistía en una omisión, que le faltó un ‘como antes’, que no se podía escribir poesía como antes de Auschwitz, como antes de Hiroshima y Nagasaki, como antes del genocidio argentino. Y ahora pienso que no hay un después de Auschwitz, de Hiroshima y Nagasaki, ni del genocidio argentino, que estamos en un durante, que las matanzas se repiten una y otra vez en algún rincón del planeta, que existe ese genocidio más lento que los hornos crematorios pero no menos brutal llamado hambre, que en el medio siglo que dejamos atrás no ha habido un solo día de paz en el mundo. Padecemos un tiempo anterior, en realidad, anterior al sueño posible, a la humanidad posible, a su fulgor posible. Y, sin embargo, la poesía continúa, tal vez porque encuentra, como Juan Rulfo dijo, el olor de la gente como una esperanza.” (1)

En efecto: Auschwitz es un mundo donde la gente muere de hambre al tiempo que los graneros están repletos. Auschwitz es un mundo donde se encara la destrucción de una parte sustancial de la población humana (hacia lo que nos está conduciendo el calentamiento climático) con tal de que se puedan seguir haciendo buenos negocios en la devastada biosfera. Auschwitz es un mundo donde se emprende una nueva carrera de armamentos (eufemismo: “escudo antimisiles”) mientras 2.500 millones de personas malviven con menos de dos dólares al día. Auschwitz es un mundo donde el petróleo es un factor político de primera magnitud, pero las necesidades humanas básicas no lo son. Auschwitz es este mundo nuestro, tan íntimamente conocido, donde constantemente se privatizan beneficios y se socializan pérdidas; y donde el dinero que no se encuentra para políticas sociales acude sin problemas a financiar la guerra, las guerras.

La noche oscura sigue siendo oscurísima; Auschwitz es, todavía, nuestro mundo. “¿Qué alegra la noche oscura? Una/ palabra. ¿Qué/ enalma la noche/ oscura? Una palabra./ Una anchura del mundo./ (...) Un/ polvo de astros toca/ el enamor de una/ palabra que/ abriga el desgarrón.” (2)

2) Con esperanza pero sin autoengaño

Idea Vilariño, una poeta uruguaya sólo diez años mayor que Juan Gelman (ella nació en 1920) y compañera de fatigas en la izquierda latinoamericana, escribe: “No hay ninguna esperanza/ de que todo se arregle/ de que ceda el dolor/ y el mundo se organice./ No hay que confiar en que/ la vida ordene sus/ caóticas instancias/ sus ademanes ciegos...” (3)

Sin esperanza, con convencimiento, reza el título del conocido libro del poeta español Ángel González. Quizá sería mejor reclamar algo así como: con esperanza pero sin autoengaño (en la medida que los seres humanos, tan incurablemente propensos al autoengaño, fuéramos capaces de tal hazaña, tan altamente contraria a nuestra naturaleza).

Muy pronto (en El juego en que andamos , escrito en 1956-58) Juan Gelman sabía que la esperanza “come panes desesperados(4). No estamos hablando de confirmación ni de garantía alguna: nos situamos en el campo de la incertidumbre, de una fragilidad extrema. ¿Cómo no, si tratamos de no engañarnos sobre lo que son y lo que pueden los seres humanos?

La esperanza de la que hablamos es una apuesta contrafáctica: no tiene nada que ver con el imbécil keep smiling que ahora nos llega de nuevo, más o menos reciclado como “pensamiento positivo”. Nada de optimismo metodológico: si algo tiene sentido como principio de método es la sobria lucidez.

La pregunta que a mi juicio define el destino de la esperanza es: en el ser humano ¿existe un núcleo indoblegable, un centro de resistencia último, un recurso vital contra la humillación y la cosificación que fuese capaz de aguantar en las peores circunstancias?

3. Seis razones

Es decir, ¿puede prevalecer la resistencia frente a la barbarie, a pesar del paisaje de masacres y ruinas y atrocidades que nos pone la historia ante los ojos? Cuando el poeta escribe “se oye el ruido de los muertos de mi país peleando/ contra la vejez del mundo” (5), ¿podemos confiar en su palabra dada, o más bien sospechar que ha sucumbido al wishful thinking como dicen los anglosajones, al pensamiento desiderativo que es una de las formas del omnipresente autoengaño humano?

Cuenta Juan Gelman en uno de sus artículos de prensa –una parte de la obra del poeta que no es en absoluto desdeñable, como sus lectores sabemos bien— que el poeta Raúl González Tuñón decía que en el creador palpitan “territorios que nadie puede hollar”. Se refería a los poetas de su tiempo, asediados por el estalinismo. Y Gelman parafrasea: en cada ser humano —que es en última instancia un ente creador— hay un territorio que ningún totalitarismo puede hollar (6).

En primerísimo lugar se trata de la esperanza, pues, en cierto carácter indoblegable del núcleo creador del ser humano. Juan Gelman la formula también en relación con la cuestión del poder. “Al mutilar la realidad, el poder se mutila y deja espacio para lo que vendrá.” (7)

“El poder es el poder y su autoritarismo se asienta en la no admisión de la diferencia, percibida siempre como un riesgo. Es decir, el poder es débil. Fracasa en la intimidad de las conciencias. (...) Los sistemas dominantes se empeñan, a veces ferozmente, en uniformar el pensamiento de los dominados, mutilarlo en aras de la permanencia en el poder. Esa tentativa de recortar el espacio humano tiene éxito un tiempo, incluso mucho tiempo. No más.” (8)

Juan Gelman enuncia –en segundo lugar— esperanza en la capacidad de resistencia de los pueblos fortalecidos por su memoria histórica:
“En la revista Time del 9 de septiembre de 1993 se publicó una nota sobre el mundo maya que incluye la anécdota de una turista que visitaba las ruinas de Palenque, en Chiapas, expresión extraordinaria de la arquitectura maya clásica de los siglos IV a X de nuestra era. Maravillada por la grandeza de las construcciones preguntó al guía, un joven del lugar: ‘¿Y a dónde se fue toda la gente?’ El guía respondió: ‘Aquí estamos, no nos fuimos nunca’
El alzamiento de Chiapas [en enero de 1994] dimana de una memoria colectiva que los mayas de hoy llevan escrita en el cuerpo. A un pueblo que recuerda y se recuerda lo podrán derrotar, pero nunca destruir. Como sucede con el ser humano, dejo Hemingway.” (9)

Un tercer motivo de esperanza gelmanianana se dirige al carácter acumulativo –pese a las derrotas y los terribles retrocesos— del proceso de civilización:
“Lo conmovedor, lo que consuela, es comprobar una vez más cómo se va construyendo oscuramente, a través de tiempos y fronteras, un tejido cultural universal que ninguna barbarie pudo hasta ahora destruir.” (10)
Aparece, en cuarto lugar, la esperanza en la palabra viva. Para el poeta bonaerense, la poesía es vida del deseo contra las mutilaciones del poder. (11)

Un conmovedor episodio carcelario que transmite Gelman ilustra ejemplarmente esta dimensión.

En las ominosas prisiones de la dictadura militar, presos políticos como Abel Rovino (secuestrado por los “milicos” en 1978, exiliado den 1982) aprenden de los presos comunes una depurada técnica para la transmisión de obras literarias. “Con una bic o un lápiz de punta muy afilada copiábamos los libros que teníamos en papel de fumar, lo doblábamos hasta darle una superficie de 1 cm por 1 cm, lo cubríamos con papel de plata de atados de cigarrillos y encima con algún plástico, y estaba hecho el ‘caramelo’, listo para ser tragado si nos trasladaban [o registraban la celda]. Los recuperábamos después, ya te imaginás como.” (12)

Juan Gelman recoge otros testimonios de esa época aciaga –que no dejan de evocar episodios análogos de transmisión bajo el totalitarismo nazi o la dictadura estaliniana—: “Me contó una madre que su hijo preso en la Unidad 9 de La Plata le pedía, en nombre del pabellón, que de algún modo le hiciera conocer unos libros de poemas. La hermana del prisionero se aprendía un poema de memoria antes de verlo en las cortas visitas semanales permitidas y se lo repetía hasta que él lo memorizaba a su vez para compartirlo con sus compañeros. ¿Qué fulgor temblaba en ese tiempo urgente, negado a la confidencia personal y volcado a la palabra de otros? Sería un tiempo amasado por el enigma de la transmisión, ejercicio porfiado de la condición humana.” (13)

Esperanza en quinto lugar porque tenemos, junto a la evidencia de la iniquidad humana, contra el recuento de crueldades, también los testimonios de la bondad, la verdad y la nobleza. “Gracias, compañero Cernuda,/ gracias por recordarnos la nobleza humana/ en este tiempo de la despasión./ Gracias por recordarla con belleza,/ como sol que entra en una casa vacía…” (14)

Tendríamos, en sexto lugar y en cierto modo en el primero, la esperanza puesta en el otro: en la novedad e impredecibilidad del otro, y en los vínculos que nos enlazan bajo el signo de Eros. El yo –nos decía el filósofo Levinas— se constituye como respuesta al otro, y como responsabilidad hacia ese otro. El poeta escribe:
“hay que pasar del reino de la necesidad al reino de la libertad/ de la teología a la religión/ del capitalismo a la vida/ de la poesía económica a la economía poética/ del hambre a vos” (15)
Esto no es un programa político, es una declaración de amor. El amor tullido se apoya en la esperanza. La esperanza tullida se apoya en el amor.

4. Esperanza contrafáctica

“El lenguaje va/ a muros ciegos y/ hay rostros que empiezan de nuevo” (16). De Juan Gelman esperamos la tenacidad del que denuncia la mentira y sigue construyendo, con frágiles materiales, un inverosímil nido para la esperanza. Él está ahí:
“así trabaja la esperanza:/ la torturan y no habla/ no habla con la policía/ no habla con el juez/ no habla con almirantes/ no habla con la muerte señora/ con nada que chupe seque vuelva pobre o triste habla/ con ellos no habla// eso pasa todos los días” (17)
Esperanza, memoria, resistencia, lenguaje: ahí está Gelman –cada vez más intensamente en estos últimos años—. “En los lenguajes abolidos pasea/ la memoria pisando su animal”. Lenguaje, resistencia, memoria, esperanza: y sobre este cuadrilátero el vértice de la poesía. (18)

El artista plástico, pensador y activista Joseph Beuys señalaba que “el sistema no sabe que en el fondo no se puede manipular eternamente al ser humano, sino que hay un punto en que eso empieza a resultar contraproducente” (19). Como vimos antes, Juan Gelman comparte esa idea donde podemos situar el nodo, el punto axial de nuestra esperanza. Sin garantía metafísica ni teológica ninguna... “Está desnudo y tiembla. No hay/ justicia afuera y él/ busca lo que no es” (20). La poesía sobrevive “como sobrevive la imposibilidad” (21). Esperanza que comienza en el no. Esperanza contra. Esperanza a pesar de. Esperanza, ya lo decíamos antes, contrafáctica. Esperanza porque –tal y como recomendaba Heráclito de Efeso en el alba del pensamiento occidental— hemos de “esperar lo inesperado” (22) para tener opción a hallarlo, o para responder adecuadamente cuando se presente.

Porque el futuro no está escrito, porque a pesar de los fuertes condicionamientos no hay determinismo histórico, porque no podemos apenas predecir lo que va a ocurrir (nos lo acaba de recordar Nassim Nicholas Taleb en su sugerente ensayo El Cisne Negro (23), seguimos esperando un milagro. La llamita que sigue alumbrando en las vueltas y revueltas del camino, a pesar de los embates de un viento sombrío:
“La vieja llama no se apaga./ Las tormentas, las/ impiedades, todo/ lo que renuncia no/ le impiden temblar como un cuerpo deseado./ Insiste en el fracaso del mal…” (24)
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NOTAS

(1) Del discurso de Juan Gelman en Guadalajara (México) en noviembre de 2000, al recibir el premio Juan Rulfo. El texto completo puede consultarse en La Estafeta del Viento 2, Casa de las Américas, Madrid, otoño-invierno de 2002, p. 18-19.

(2) Juan Gelman, Mundar , Visor, Madrid 2008, p. 45.

(3) Idea Vilariño, En lo más implacable de la noche (Antología personal ), Eds. Colihue, Buenos Aires 2006, p.80

(4) Juan Gelman, Pesar todo (antología), FCE, México DF 2001, p. 24.

(5) Gelman, Pesar todo (antología), op. cit., p. 252. El poema pertenece al libro Hacia el sur, de 1981-82.

(6) Juan Gelman, Prosa de prensa , Grupo Zeta, Buenos Aires 1997, p. 69.

(7) Gelman, Prosa de prensa , op. cit, p. 77.

(8) Gelman, Prosa de prensa , op. cit., p. 322 y 324.

(9) Juan Gelman, Prosa de prensa , Grupo Zeta, Buenos Aires 1997, p. 340.

(10) Gelman, Prosa de prensa , op. cit., p. 316.

(11) Juan Gelman, conferencia “Alrededor de la poesía”, Residencia de Estudiantes, Madrid, 4 de octubre de 2004.

(12) Gelman, Prosa de prensa , op. cit., p. 317.

(13) Gelman, Prosa de prensa , op. cit., p. 321.

(14) Juan Gelman, Valer la pena, Visor, Madrid 2002, p. 50.

(15) Juan Gelman, Pesar todo (antología), FCE, México DF 2001, p. 257. El poema REINOS pertenece a Hacia el sur (1981-82).

(16) Juan Gelman, Mundar , Visor, Madrid 2008, p. 30.

(17) Juan Gelman, Pesar todo (antología), FCE, México DF 2001, p. 113. El poema SUCESOS pertenece al libro Relaciones (1971-73). 

(18) Juan Gelman, Valer la pena, Visor, Madrid 2002, p. 67.

(19) Clara Bodenmann-Ritter: Joseph Beuys. Cada hombre, un artista, La Balsa de la Medusa/ Visor, Madrid 1998, p. 105.

(20) Juan Gelman, Valer la pena, Visor, Madrid 2002, p. 11.

(21) Gelman, Valer la pena, op. cit., p. 29.

(22) Edición Diels-Kranz 22 B 18.

(23) Nassim Nicholas Taleb: El Cisne Negro. Sobre el impacto de lo altamente improbable, Paidos, Barcelona 2008. 491 págs.

(24) Juan Gelman, Valer la pena, Visor, Madrid 2002, p. 6