domingo, 31 de mayo de 2020

El Gobierno y el Poder no siempre coinciden

"Eso está más claro que el caldo de un asilo", se decía en tiempos pasados. Ahora se llaman "residencias de mayores". Todavía no he tenido ocasión de probar el suyo.

Lo que dice el artículo que sigue es igualmente claro. La separación de poderes, en estas democracias al uso, es la forma de mantener las constituciones a salvo de cambios que el Poder con mayúscula considere peligrosos. Cuando saltan las alarmas, los contrapesos funcionan como freno. El Poder lo controla la clase dominante y sus aliados. Juegan con cartas marcadas, pero además, en caso de necesidad, tienen la posibilidad de romper la baraja.

"El Poder es uno y trino, como la Santísima Trinidad". Legislativo, ejecutivo, judicial. Pero también mediático, empresarial, financiero (estos tres forman una escalera ascendente). El sistema electoral introduce un primer filtro. Si falla y el legislativo resulta peligroso, si el legislativo elige entonces un ejecutivo peligroso, para eso está la zapa de la "leal oposición". Cuando esto no basta, el judicial está al quite. Y además siempre queda el recurso al golpe de Estado.

El primer gobierno de coalición contiene un ingrediente peligroso en una situación peligrosa. Toca intentar el acoso y derribo.


Pedro Sánchez y Pablo Iglesias guardan un minuto de silencio en el Congreso






















Esther Palomera

El Ejecutivo asume que se enfrenta a la resistencia de sectores conservadores del Estado y que las cúpulas del poder judicial, las fuerzas de seguridad y la patronal se han sumado "a la campaña de acoso y derribo de las derechas"

Esto va de poder y no de gobierno. De resistencia y no de cambio. De miedo a perder el poder. De mantener el control. De ámbitos no demasiado evidentes del Estado. De sectores con una enorme capacidad para hacer valer sus intereses gobierne quien gobierne. Y de los riesgos de que todo impulso transformador acabe en un ejercicio de melancolía.

Está pasando. Un Gobierno de izquierdas que gobierna con sesgos heredados y que cuando intenta cambiar algunas realidades se enfrenta al ruido. Mucho ruido. En las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, en la Justicia, en los medios de comunicación, en las organizaciones empresariales... Y entonces se producen los movimientos entre aquellos sectores consolidados y mayoritariamente conservadores que se sienten amenazados. Pasó cuando el 15M saltó de las plazas al Parlamento e irrumpió en la escena política. El entonces presidente del Banco Sabadell, Josep Oliu, propuso crear "una especie de Podemos de derechas" orientado a la iniciativa privada y al desarrollo económico. "Empieza a ser el momento de decir 'basta ya' de regulación", sentenció. Y así fue como se construyó el fallido proyecto de Ciudadanos y se aupó a Albert Rivera, jubilado de la primera línea política a los 40 años.

Hoy, con Unidas Podemos en el Gobierno, la amenaza es incluso mayor para la derecha que conserva el poder en algunos ámbitos del Estado. Y es en ese contexto en el que tanto Podemos como los socialistas se consideran "víctimas de una campaña de acoso y derribo desde distintos frentes (económico, judicial, policial y mediático)".

Todo, pese a que un Gobierno progresista y de izquierdas como el que preside Sánchez gobierna aún hoy con un marco laboral que aprobó la derecha, con una mayoría conservadora en el Poder Judicial, caducado y sin renovar, que viene de la época de Mariano Rajoy, y con unos presupuestos heredados del PP cuando todavía estaba al frente de Hacienda Cristóbal Montoro. Aún así a cada intento por cambiar los marcos establecidos "nos encontramos con una implacable resistencia al cambio", lamentan fuentes socialistas. Ese es el fondo oculto. Lo que se escucha, sin embargo, es el atronador ruido construido artificialmente en torno a un gobierno "populista y bolivariano" que persigue a los empresarios, penaliza a las rentas altas, quiere acabar con la separación de poderes y hasta con la propiedad privada.

En la crisis de 2008 fueron los "mercados" y su maléfica influencia los que marcaron la senda de todas las decisiones hasta tomar la delantera a los gobiernos. Incluso el hombre más poderoso del planeta entonces Barack Obama, llegó a decir en una reunión del G-20 sobre ellos: "Éste es el mundo que hemos construido y que hay que cambiar, pero hoy por hoy nuestro margen de maniobra es reducido".

Bajo esa tesis el ex presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero desarrolló 'El dilema', un libro en el que tras su salida de La Moncloa explicó, justificó y relató su vivencia de la debacle económica que se llevó por delante a su Gobierno e inauguró toda una era de recortes que dejó el Estado del Bienestar en una desarbolada tesitura, y al partido que había gobernado España más de dos décadas en sus peores resultados.

Hoy el origen de la crisis no está en los bancos ni en las hipotecas basura ni en un endeudamiento privado desorbitado, sino en un virus. Y quienes mueven los hilos para salvaguardar los intereses de unos pocos y mantener el statu quo no son los mercados, sino "las cúpulas policiales, un sector de la judicatura y los directivos de algunas empresas", añaden desde la formación morada.

Lo que ha pasado esta semana en la cúpula de la Guardia Civil es sólo un ejemplo. Más allá de la torpeza o la inoportunidad de las decisiones del ministro del Interior al abrir un cisma en plena crisis sanitaria al destituir a buena parte de la cúpula de la benemérita, desde La Moncloa creen que lo vivido es un pulso de algunos mandos, vinculados a la derecha y la ultraderecha, que "han decidido sumarse, como otros sectores como la justicia, el empresariado o la Policía, a la campaña de acoso y derribo" contra el Ejecutivo. Tres ámbitos dominados claramente por la derecha política y económica y en los que supuestamente habría prendido el discurso más reaccionario de los de Santiago Abascal asumido ya como propio también por algunos dirigentes del PP.

La reunión de Pablo Casado con las principales asociaciones del cuerpo tras la crisis abierta por el cese del coronel Diego Pérez de los Cobos –de cuya comandancia salió el informe a la juez que investiga la celebración del 8M– se ha leído en Moncloa como un suma y sigue a lo que entendieron en días pasados como un llamamiento de Teodoro García Egea a la insumisión del cuerpo. El número dos del PP había comparado la dimisión del director adjunto operativo de la Guardia Civil con la actuación del Duque de Ahumada (el fundador del cuerpo) cuando se negó a cumplir una "orden injusta" del general Narváez. "Más de un siglo después, el señor Laurentino Ceña ha hecho lo mismo con su Gobierno: ha preferido irse que tomar una orden injusta", afirmó tras avisar al gabinete de Pedro Sánchez de que, si Luis Roldán no logró "acabar con la Guardia Civil", tampoco lo hará su Gobierno.

El cisma en la cúpula de la Guardia Civil no es solo el resultado de una investigación, sino un glosario de conclusiones políticas que sentencian que la manifestación del 8M nunca debió permitirse. Y hay que contextualizarlo en la investigación abierta por la jueza Carmen Rodríguez Medel, que instruye una causa  por la que el delegado del Gobierno en la Comunidad de Madrid, José Manuel Franco, ha sido imputado por prevaricación al haber autorizado la manifestación del 8-M, con un un informe en el que la Abogacía del Estado ve un "claro sesgo acusatorio". El documento, construido como adelantó eldiario.es, a base de errores, bulos y mentiras, concluye que el Gobierno "conocía desde el mes de enero la gravedad real de epidemia del coronavirus" y ampara la atribución de delitos al Ejecutivo de Sánchez.

Esto, junto a la pasividad de algunos mandos policiales ante las manifestaciones contra el Gobierno en el barrio de Salamanca y los escraches ante las viviendas de algunos ministros, además la agresividad que desprenden algunos foros internos del cuerpo lleva a algunos dirigentes del PSOE a concluir que hay "una mimetización" de las Fuerzas de Seguridad del Estado con el discurso más extremista de Vox.

La imbricación de buena parte del sistema judicial con la derecha española tampoco escapa del análisis del Gobierno, que recuerda que el PP mantiene artificialmente la mayoría absoluta que perdió en las urnas en el Poder Judicial y que, desde tiempos de Federico Trillo, ha utilizado siempre para judicializar buena parte de la política. Cuando ha sido oposición, para impulsar causas contra el Gobierno, y cuando ha sido Gobierno, para entorpecer investigaciones que afectaban a sus siglas.

El Consejo General del Poder Judicial es un órgano que decide todos los cargos más relevantes en la justicia. Nombra a todos los jueces del Supremo, a los de los Tribunales Superiores de Justicia, a los presidentes de las audiencias provinciales y al presidente de la Audiencia Nacional y todas sus salas. Los ascensos de la carrera están entre sus atribuciones y es un poder donde el PP mantiene aún hoy  la mayoría absoluta que perdió en las elecciones, lo que no es baladí en un momento en el que la derecha ha decidido judicializar buena parte de la gestión del Gobierno sobre la crisis del COVID-19.

Y en el mismo contexto se enmarca la reacción de las organizaciones empresariales a la derogación de la reforma laboral que aprobó el PP. Más allá de las formas en que el PSOE negoció el acuerdo con Bildu, lo que subyace tras la reacción de los empresarios, a juicio de un ministro, es el temor a que cambie un marco laboral "que antepuso sus intereses a los de los trabajadores cuyos derechos fueron seriamente lesionados" con la reforma impuesta por la popular Fátima Báñez en la crisis del 2008. E ídem con la propuesta de Iglesias de crear un impuesto a las rentas altas o la aprobación del Ingreso Mínimo Vital, una vieja reivindicación de la izquierda que iba en el programa del Gobierno de coalición y cuyos plazos ha decidido acelerar el Ejecutivo ante las consecuencias sociales que ya se derivan de la pandemia y en medio de la mofa, cuando no el ataque directo, de la derecha más radical.

Con estos mimbres, un veterano socialista, que no pone paños calientes ni a la bisoñez del Gabinete Sánchez ni a los errores cometidos durante la pandemia, concluye que la derecha siempre creyó tener el monopolio del poder y que cuando lo ve amenazado "incita al odio social y desata las pasiones más innobles" hasta crear en el ambiente político, pero también en el social, "un clima de crispación que fomenta el odio y la aversión". Y de todo ello la consecuencia es el deterioro de las instituciones, pero también de la convivencia. La causa: la diferencia entre tener el gobierno y el poder y una derecha que se subleva ante cualquier cambio que suponga alterar el statu quo en los estamentos menos visibles del Estado. Así está el terreno de juego.

sábado, 30 de mayo de 2020

Enseñar al que no sabe...

...y no sabe que no sabe lo que no sabe...

André Abeledo ha publicado un artículo en el que resume logros de la época soviética que la mayoría de la gente no conoce. El primer desarrollo de las políticas de protección social se atribuye erróneamente a las políticas socialdemócratas en el Occidente de posguerra. Habrá que recordar que esas políticas fueron reactivas. Desaparecida la URSS, todo han sido pasos atrás. Es cierto que entre las causas del colapso soviético estuvo el agotamiento de la economía, propiciado por los tremendos esfuerzos para emular y superar a un Occidente que se nutría, como se sigue nutriendo, de los países que fueron sus colonias y a los que siguen explotando.

Lo que agotó a la URSS, aparte de una anquilosada dirección, tan corrupta como luego se ha visto, fue lo mismo que está agotando ahora a todas las economías: la imposibilidad de mantener la acumulación en un mundo exhausto. Así es que no es solo la falta de un contrapeso, es la necesidad de mantener la tasa de ganancia la que agota el sistema. Y lo hace agudizando la explotación de los trabajadores y de la naturaleza en su conjunto.

No parece casual que la enorme velocidad con que se desarrolló la URSS sea ahora reproducida por China. La capacidad para planificar la economía hace posible sustraerse al beneficio inmediato y prevenir el futuro, libres de la necesidad de competir entre sí de los capitales privados.

Las políticas socialistas que posibilitaron una enorme aceleración del desarrollo económico, junto a grandes logros sociales, deberían ser capaces de mantener estos y afrontar ventajosamente el frenazo de la economía.

Llegados a este punto de imposible crecimiento perpetuo, solo políticas socialistas redistributivas pueden evitar lo peor.

Víktor Zhdánov
























André Abeledo
A la URSS le debemos avances como la sanidad universal, el derecho a vivienda, la educación pública, una Constitución que reconocía el derecho a la autodeterminación de los pueblos, un estado laico, la igualdad salarial y de oportunidades entre mujeres y hombres.

La desintegración de la URSS, víctima de políticos corruptos y traidores fue un día aciago para el pueblo soviético pero también para la clase obrera a nivel mundial.

La URSS con sus errores y horrores había sido el motor de cambio en cuanto a derechos y calidad de vida no solo de la clase trabajadora del campo soviético, sino también de la clase obrera del mundo. El miedo al contagio de la revolución soviética de Octubre llevo a las oligarquías a permitir mejoras de la clase trabajadora para evitar revoluciones obreras que siguiesen su ejemplo.

La URSS durante décadas equilibró la balanza en cuanto políticas geoestrategicas y económicas. El mundo era algo más "seguro" durante esa etapa puesto que los EEUU no tenían la hegemonía y tenían que medirse un poco a la hora de invadir países, derribar gobiernos o dar golpes de Estado.

La URSS no solo derrotó al fascismo en Europa, además ayudo a combatir el imperialismo y el colonialismo en África, Asia y Latinoamérica.

A la URSS le debemos avances como la sanidad universal, el derecho a vivienda, la educación pública, una Constitución que reconocía el derecho a la autodeterminación de los pueblos, un estado laico, la igualdad salarial y de oportunidades entre mujeres y hombres. Estos avances y otros muchos, son pasos adelante de gigante para la clase trabajadora.

Pongo un ejemplo que en plena pandemia del COVID-19 considero que es justo recordar e importante recordar.

Voy a contaros aquella vez que la URSS salvó a los niños del mundo.

Probablemente la mayor parte de la gente no sepa quién es Viktor Zhdanov. Sin embargo, estadísticamente hablando, le debes la vida.

Como mínimo, alguien que conoces le debe no haber sido horriblemente desfigurado o quedarse ciego.

Y es que él fue el protagonista principal de la derrota definitiva del asesino más sangriento de toda la historia de la humanidad: El virus de la viruela.

La viruela era un asesino de niños, hasta el punto que en India no se ponía nombre a los hijos hasta que la habían superado (porque era algo que había que pasar, como la varicela o el sarampión, solo que con una mortaldad que rondaba entre el 20% y el 60%, que dejaba ciegos a un tercio de los supervivientes).

Viktor Zhdanov se presentó un día frente a la asamblea general de la OMS para proponer algo que nunca antes se había ni siquiera intentado. Su plan era probablemente la cosa más ambiciosa que la humanidad iba a proponerse en el siglo, aparte del viaje a la luna: acabar con la viruela para siempre.

Extinguirla hasta que no quedase ni rastro, y que los niños del futuro (esos somos nosotros, por si no te has dado cuenta) leyeran sobre ella tan sólo en los libros de historia.

Nunca antes se había erradicado una enfermedad, era algo de ciencia ficción, y muy pocos en la OMS creían que fuera posible.

Pero Zhdanov y la URSS no se rindieron. Si la OMS no apoyaba su plan (que pretendía hacer una campaña obligatoria de vacunación en todos los países, en la que los países ricos proporcionaran las vacunas a los pobres), la URSS tiraría el plan adelante… ¡En solitario! Para ello ya tenían preparados más de mil médicos y fabricadas ya 25 millones de dosis (y Cuba otros 2 millones).

Finalmente, la OMS aprobó el plan Zhdanov al completo (declaración WHA11.54), sólo por dos votos de diferencia, y tras quince años de esfuerzos continuos por parte de todas las naciones de la tierra, se lograron sus objetivos. El esfuerzo mereció la pena, la viruela había caído y millones de vidas se  habían salvado.

Además y a modo de necesario resumen quiero poner sobre el papel tan solo 10 importantísimos logros de la URSS que todo el mundo debería conocer:
Fue el primer estado en la historia de la humanidad en acabar con el hambre gracias a la colectivización de la tierra, muchos países muy avanzados hoy en día (como EEUU), no han podido acabar con esa lacra (o no han querido). 
Fue el estado que soporto la mayor carga en la Segunda Guerra Mundial al derrotar al ejército nazi, según los analistas militares el 70% del ejército nazi fue derrotado en el frente oriental, unos 24 millones de soviéticos murieron en la mayor guerra de la historia para acabar con Hitler y con su ideología genocida. Sin embargo, hoy en día nos siguen mostrando a EEUU como el vencedor de esa guerra, gracias en parte a la hegemonía que ha conseguido Hollywood en el pensamiento colectivo. 
La URSS lideró la campaña mundial para erradicar la viruela en el mundo, una enfermedad que se llevaba millones de vidas al año sobre todo en los países del tercer mundo, en las antiguas colonias de los estados capitalistas. Se trataron 15 millones de casos de viruela en 31 países, erradicando así la enfermedad, hoy en día existe el peligro latente para que vuelva a propagarse masivamente. 
La seguridad social soviética; este punto (como los 3 anteriores) necesitaría una entrada entera, simplemente os voy a resumir unos cuantos puntos de lo que fue, la primera seguridad social de la historia, nacida de la constitución soviética de 1936.
-Jornada laboral de 7 horas, 6 para especialistas. 
-Sistema de pensiones para ancianos e inválidos. Jubilación a los 60 años (para hombres) a los 55 para las mujeres, en trabajos duros (minería, industria pesada…) podía rebajarse a los 50. Para recibir la pensión completa había que trabajar entre 20 y 25 años. 
-Baja por maternidad, desde el inicio del embarazo, y un año tras el parto, unos 20 meses en total. 
-Baja por enfermedad: 100% del sueldo. 
-Un mes de vacaciones pagadas por el estado.
Estos son los puntos más impactantes de la seguridad social soviética, que tras más de 70 años de su aprobación parece inalcanzable para los países capitalistas. 
El primer sistema sanitario gratuito y universal, que elevó la esperanza de vida de los soviéticos, de menos de 40 años en 1917, a llegar a los niveles de occidente en los 80 (70 años). Los logros de la erradicación del hambre y del sistema sanitario se pueden comparar igualmente con la estatura media de los soviéticos, en 1917 1.60m en los 80 casi 1.80m. Este sistema sanitario descubrió el parto sin dolor y realizó los primeros trasplantes de órganos 
El primer sistema educativo totalmente público y gratuito, que alcanzó las mayores tasas de alfabetización de la historia en las 15 repúblicas soviéticas. Además, los colegios soviéticos ofrecían gratuitamente alimentación para los alumnos, por lo que la conciliación laboral-familiar se hacía mucho más fácil que hoy en día en los países capitalistas. Además las guarderías también eran gratuitas. 
El gran logro económico que consiguió la URSS, según varios analistas políticos ha sido el crecimiento económico mayor en la historia de la humanidad, consiguiendo situar a una Rusia retrasada y feudal, en una superpotencia económica, que además, mejoró notablemente la vida de sus ciudadanos. Churchill inmortalizaría esta gesta con su popular frase: «Cogió a una Rusia con arados y la dejó equipada con la bomba atómica» refiriéndose a Stalin. 
Carrera espacial, este es de especial importancia ya que consiguió llegar al nivel tecnológico de EEUU -y superarlo- en 40 años, habiendo salido del feudalismo y sin capacidad tecnológica, la URSS fué el primer país en enviar un satélite al espacio -Sputnik-, el primer ser vivo al espacio -La perra Laika-, el primer hombre en el espacio -Yuri Gagarin- y la primera mujer en el espacio -Valentina Tereshkova-. Sin embargo en el imaginario colectivo nos ha quedado que esta carrera la ganaron los americanos, al ser los primeros en llegar a la Luna. 
Cultura popular. La URSS fue el país donde la cultura llegó a sus máximos niveles de expresión. La URSS era el país donde más periódicos se leían y vendían, donde más libros se vendían (también los más baratos), el país donde más conciertos musicales se celebraban. Era un país donde las masas de obreros acudían a la ópera, donde más teatros, salas de cine y edificios culturales existían. 
10º Consiguió que la mujer tuviera los mismos derechos que el hombre, el mismo sueldo, las mismas posibilidades laborales, las mismas oportunidad para alcanzar cargos públicosLa URSS consiguió una igualdad plena entre hombres y mujeres.
"Que vuelva la URSS, hace falta ya...."

miércoles, 27 de mayo de 2020

Acoso (seguro) y derribo (posible)



Desmontar las patrañas no es difícil:  "la mentira tiene las patas cortas", "se coge antes a un embustero que a un cojo"... La dificultad empieza cuando el mentiroso repite su cuento una y otra vez, con un potente altavoz, mientras los desmentidos, por muy razonados que estén, son prácticamente inaudibles. El desinformado llega a acusar al objetor de "no decir nada al respecto", y "quien calla otorga".

El ruido mediático ahoga la verdad en un mar de voces. Los medios más influyentes, a cuya influencia es imposible sustraerse, los posee el capital. Los públicos no son en la misma medida controlados por el gobierno. Cosas de la democracia cuando convive con el capitalismo.

Cuando el capital se ve mínimamente amenazado moviliza todos sus medios. Prensa, radio, televisión, partidos de la derecha, y toda una clase social alarmada, que ve un peligro en que la izquierda del PSOE y la de más allá del PSOE tenga una mínima cuota de poder.

Contribuye a facilitar la labor de zapa el patético espectáculo parlamentario, con un chantaje permanente en que todos (gobiernos autonómicos, nacionalistas del centro y de la periferia, partidos de la derecha) juegan su propia partida de póquer, mientras un gobierno acosado por todos lados es el único que lucha para mantener el estado de alarma, única forma en democracia de limitar la libertad de circulación.

Cualquier acuerdo con unos escandaliza a los otros, mientras es elogiado por los primeros como un tanto que se apuntan ante "su público".

Bildu presume de defender a los trabajadores al exigir la derogación de la reforma laboral, pero la exigencia era un brindis al sol, porque eso formaba ya parte de los acuerdos de gobierno. Sin añadir nada se apunta un éxito ante los suyos, y de paso la derecha se apunta otro con su gente. 

Escandalizarse por declaraciones cargadas de razón es otra práctica innoble pero eficaz. Los suyos no descienden a un análisis objetivo.

Ahora toca ir a por otro ministro, por su reacción ante un polémico informe de la Guardia Civil, muchos de cuyos detalles encontraréis aquí:


Más cuestiones tergiversadas. Sobre la derogación de la última reforma laboral, esta es la opinión generalizada entre los sindicalistas:


Aunque esa redacción de un nuevo Estatuto de los Trabajadores no es posible hacerla totalmente "aquí y ahora", se han dado pasos importantes, dada la urgencia que exigía la situación. Los adoradores de la simultaneidad no entienden de tiempos ni espacios.

La revista Nuestra Bandera ha dedicado su número 246 al mundo del trabajo. Convendrá señalar que su contenido es anterior a todas las polémicas que han generado tanto las declaraciones de Yolanda como el numerito montado entre de Bildu y la derecha parlamentaria.

Un artículo introductorio de Enrique Santiago historia la génesis y las sucesivas modificaciones sufridas por dicho Estatuto. Y sobre el acuerdo de gobierno acordado afirma expresamente:
El acuerdo programático alcanzado entre Unidas Podemos y el PSOE para poner en marcha el Gobierno de coalición incluye expresamente la derogación de la reforma laboral de 2012, además de establecer como principales y urgentes objetivos derogar el despido por absentismo causado por bajas por enfermedad, eliminar las limitaciones al ámbito temporal del convenio colectivo recuperando la ultraactividad, limitar los «descuelgues empresariales» de los convenios y derogar la prioridad de los convenios de empresa sobre los convenios sectoriales. También se contempla la elaboración de un nuevo Estatuto de los Trabajadores, previo diálogo con los agentes sociales y puesta en marcha de un grupo de trabajo para su redacción integrado por expertos del ámbito académico y profesional. El nuevo Estatuto de los Trabajadores deberá recuperar los derechos laborales y sociales arrebatados a la clase trabajadora durante los últimos años e incluso incorpora mecanismos de exigibilidad automática de los derechos sociales, económicos y laborales propios del mundo del trabajo. El acuerdo programático también contempla modificar el artículo 42.1 del Estatuto de los Trabajadores sobre contratación y subcontratación laboral a efectos de limitar la subcontratación a servicios ajenos a la actividad principal de la empresa, la continuación de la subida paulatina del Salario Mínimo Interprofesional hasta alcanzar al final de la legislatura el 60% del salario medio en España, aproximadamente 1.240 euros, y otras medidas sobre políticas activas de empleo, causas de despido y potenciación de la formación profesional, con el fin de reducir sustancialmente el desempleo juvenil y mejorar las condiciones salariales y laborales de la juventud en España.
Y en el mismo número la profesora de derecho del trabajo Adoración Guamán hace estas consideraciones sobre un nuevo estatuto del trabajo:
En estas complejas circunstancias, la llegada del primer Gobierno de coalición desde la II República ha abierto los años veinte del presente siglo con una promesa electoral compartida por los dos socios del ejecutivo: la nueva década tendrá un nuevo ET. La ambición de la propuesta es enorme por varias razones. En primer lugar, por la complejidad técnico/política que supone abordar la redacción de un nuevo marco normativo que sea capaz de orquestar las relaciones de trabajo en el país respondiendo a los nuevos retos y a los viejos lastres; en segundo lugar, por las divergencias en cuanto al modelo de partida que existen no solo entre los socios de Gobierno, sino también, y principalmente, entre estos y los lineamientos que desde la Unión Europea (o desde el propio Banco de España) llevan años predicándose como recetas laborales para España; y, en tercer lugar (y sobre todo) por la compleja y urgente situación de partida en la que se encuentra nuestra realidad sociolaboral tras el azote de una década de regresión en los derechos sociolaborales. 
Esta compleja situación aconseja, o más bien exige, efectuar una digresión en el camino hacia la elaboración de la nueva norma para responder con la urgencia necesaria a una emergencia social clara: la extensión de la precariedad, de la desigualdad y de las trabajadoras y trabajadores pobres (algo que hasta el propio FMI ha aceptado).

martes, 26 de mayo de 2020

Cantaores de izquierdas

Tras un larguísimo tiempo de silencio, en la última etapa de la dictadura comenzó a salir a la luz la protesta que había sido tan duramente reprimida. Aún lo era, pero tanto desde los gobiernos "aperturistas" como desde la perseguida resistencia se preparaba una "salida". La mínima ventana de libertades fue aprovechada, no sin riesgos, para que en las artes (plásticas, escénicas, musicales) resurgiera la protesta.

Para el arte flamenco el grito no era nuevo. Desde sus orígenes el lamento fue una constante. La confluencia de los cantes tradicionales campesinos con los del pueblo gitano contenía, desde dos opresiones que eran una, la sublimación del dolor en expresión artística.

Antes de la era de Franco, Juan Díaz del Moral, en su Historia de las agitaciones campesinas andaluzas, recogía letras populares que denunciaban la miseria:

Hombre probe huele a muerto
a la joyanca con él
que el que no tiene dinero
requiescat in pace, amén

En tiempos de "transición" se fundieron dos exigencias. Las libertades democráticas (como las de expresión, asociación, reunión, manifestación) eran un requisito indispensable para abordar las reivindicaciones sociales que eliminaran la explotación de los trabajadores y la miseria de los más pobres. Hasta cierto punto, y en medio de transacciones inevitables, se consiguieron las primeras, plasmadas en una Constitución en que las segundas quedaron reducidas a declaraciones que apenas se convirtieron en derecho positivo. Más bien al contrario, las sucesivas reformas del primer Estatuto de los Trabajadores fueron restando capacidad para negociarlas.

Cantaores de entonces y de ahora. Algunos de los primeros no se conformaron con lo logrado. Ellos y los que siguen en la brecha conocen bien el ostracismo y las dificultades que el mundo del espectáculo opone a su protesta, cuando excede de la defensa formal de la democracia. Ahora que hasta la extrema derecha grita "libertad".

Habrá que preguntarles, como un incomprendido Lenin: ¿Libertad para qué?

Henrique Mariño

Los cantaores de izquierdas Manuel Gerena, Enrique Morente y José Menese fueron la disidente voz del pueblo para el pueblo, una vertiente social y política del flamenco que han heredado artistas como Juan Pinilla, Manuel Céspedes o Niño de Elche.

Manuel Gerena canta en el exterior del Lope de Vega de Sevilla tras prohibirle actuar / ANDALUCÍA EN LA HISTORIA


















Primero fue el yugo de la miseria y después las flechas de Franco. El flamenco como vómito de las penurias, un quejío que sobrellevaba el fardo del explotado. Nació este arte como contestación del oprimido ante la injusticia. La mina, el campo, la fragua… Exigía esa voz del sin tierra la sobriedad del cante jondo, profundo como el agujero del bolsillo de un pobre. Y así, desnudos como la necesidad los trajo al mundo, cantaron contra el señor lo que no podían espetarle ni esputarle a la cara.

Las lindes del olivá,
anchas pa' los don mucho,
estrechas pa' los don ná.
Los cantaores abrazaron la Segunda República, una adhesión que pagarían con destierro, exilio, olvido, ostracismo, represión y sangre. Angelillo, el Corruco de Algeciras, Carmen Amaya, Juanito Valderrama, José Cepero, Niño de Utrera, el Chato de Ventas... Se apagaron algunas voces, pero la negrura de posguerra no destiñó el sueño tricolor. Pudo la querencia.

Triana, Triana
que bonita está Triana
cuando le ponen al puente
banderas republicanas.

Como al principio de los tiempos, las letras volvieron a ser sutiles en los años cuarenta y cincuenta, por no decir vacuas. España de Franco y pandereta: el nacionalflamenquismo, como lo acuñó Francisco Almazán en la revista Triunfo. El régimen despojaba el flamenco de rabia y conciencia: un cante sin garganta, una guitarra sin cuerdas, un zapateado sin suela, un baile sin vestido. El cinto y la censura acallaron la disidencia, transfigurada en una muñeca con traje de sevillana sobre el televisor.

Ya te lo he dicho, María
que en casa de los pobres
dura poco la alegría.

Atrás quedaban aquellas letras de los desposeídos, aunque llegados los sesenta el compromiso comenzaría a hender sus uñas en el portón de la dictadura. Manuel Gerena, José Menese y Enrique Morente cabalgaron a lomos de la canción protesta. El primero, contra el viento de los grises y la marea de los puristas. El segundo, sujeto a las riendas de la poesía desbocada de Francisco Moreno Galván. El tercero, mensajero de voz prohibida, con las crines de la libertad por bandera. Hasta entonces, sólo habían montado (los) otros.

En el viaje de la vida
van los ricos a caballo,
los caballeros a pata
y los pobres arrastrando.

El cantaor Manuel Gerena, la voz del flamenco protesta / EFE
















De lo abstracto a lo explícito. De la metáfora al panfleto. De lo folclórico a lo político. Sobre todo, Manuel Gerena, quien lo pagaría con una persecución implacable:

Dicen que cavo mi fosa
cuando le canto a mi pueblo
pero forjo libertad
y por esta causa muero.

Sin embargo, la censura alimentó al mito. Hasta el punto de que el aficionado, una vez que trascendió el género y penetró hasta en la universidad, compraba la entrada para que le prohibiesen el concierto. La experiencia —como se dice ahora— era no poder escucharlo.

Cuatro mil almas habían pagado por verlo en el Teatro Lope de Vega el 17 de enero de 1976. Sabían que no iba a actuar, pero allí aparecieron todas. Y Gerena resucitó de entre de los vivos, cogió un micro y alguien le sujetó el megáfono. Hacía frío en Sevilla, que no en la calle, caldeada y roja: “Me he encabezonado en cantar en mi tierra antes que en ningún sitio y voy a hacerlo”, dijo antes de entonar una sola canción. Los bises corrieron a cargo del público: “¡Amnistía y libertad!”.

Hubo detenciones. Él mismo fue confinado dos días en comisaría, amén de una multa de 250.000 pesetas. Ya sus antepasados decían:

Mira si soy desgraciao
que estoy deseando morirme
pa dormir bajo techao.

Aunque sus letras iban más allá:

Defendiendo al hombre explotado
por el verdugo patrón,
vuestra sangre se ha derramado
por el mismo asesino que a España rompió.

Sí, Franco ya había muerto, pero la transición se nutría del gotero de la dictadura.

Retrato del cantaor Enrique Morente / GUILLERMO SANZ 
















El día que voló Carrero, un cantaor del Albaicín le prestaba las cuerdas vocales a José Cepero en el colegio mayor San Juan Evangelista:

Pa ese coche funeral
yo no me quiero quitar el sombrero
que la persona que va dentro
me ha hecho a mí de pasar
los más terribles tormentos.

“No tengo carné político”, le dijo Enrique Morente a Balbino Gutiérrez. “Yo pertenezco al partido de la libertad”.

Años después, aún había que pelear por ella. Luis Marín, otro icono del flamenco protesta, murió o lo mataron en 1978. Según el productor Juan Verdú, lo atropelló en el madrileño paseo de la Castellana “un coche conducido por fascistas”, aunque otras versiones difieren. Moreno Galván le escribió a José Menese:

Qué hermosa es la libertad
y algunas veces cavilo
que siendo cosa tan grande
esté pendiente de un hilo.

“En la transición, muchos de los cantautores, incluidos los flamencos, consideraron que se había perdido el objetivo: ¿A qué vamos a disparar ahora?”, reflexiona la investigadora Sara Pineda Giraldo. “Algunos tiraron por lo comercial, aunque el flamenco ha seguido siendo el megáfono del pueblo y la voz de quienes no tienen voz”, añade la historiadora del arte, una entregada al estudio del compromiso en este género musical, del que se alimentan estas líneas.

De hecho, Gerena y Menese combaten el poder sin tapujos. “No recurrieron, como había sucedido en el pasado, a metáforas. Sus letras, cargadas de un contenido reivindicativo, atacan al régimen y ellos se atreven a llamar a Franco paticorto y pájaro tripón”, explica Pineda, quien publicó varios artículos durante su paso por la Universidad de Sevilla que abordan la disidencia cultural en clave jonda.

El cantaor José Menese / AGENCIAS

















“El rechazo al poder va implícito con el hecho artístico, porque cuestiona la realidad”, explica Juan Vergillos, quien se retrotrae en el tiempo para datar algunos ejemplos. “Las letras políticas existen desde que existe el flamenco. De hecho, en el siglo XIX ya había seguiriyas liberales y durante la Primera República Silverio Franconetti cantaba algunas dedicadas a Riego”, recuerda el autor de Las rutas del flamenco en Andalucía, quien sostiene que “el arte no tiene una rentabilidad material inmediata, sino social”.

Que se lo digan a Juan Pinilla, autodenominado el exponente más oculto de la canción protesta. “Porque me caigo de las programaciones, o me tiran”, ironiza el cantaor. “Sin embargo, yo canto flamenco, no política”. Ese estigma ha provocado el rechazo de programadores e instituciones, asegura, no sin antes dejar claro que hasta algunas letras populares tienen connotaciones ideológicas.

“Cuando le preguntaron a Paco de Lucía por qué no se había sumado al movimiento contestatario, respondió que él pensaba que cualquier quejío de Camarón tenía más contenido político que las letras más explícitas”, le secunda con esta anécdota Vergillos. Las de Pinilla critican un sistema injusto: “No doy discursos ni mítines, pero el contenido social de mi cante es claro y forma parte de nuestra expresión. Hablo de la gente que se deja adormecer por cantos de sirena”.

De quienes ni se mueven, ni se conmueven. “Hay que concienciar desde el escenario, huyendo del panfleto y de la demagogia. El arte debe hacer sentir, pero también pensar y reflexionar”, añade el autor del libro-disco Las voces que no callaron: flamenco y revolución, crítico con las subvenciones de la Junta de Andalucía. “Acabaron con cualquier atisbo de protesta, porque los cantaores pasaron de ser artistas libres a esclavos de la Administración”.

El cantaor Niño de Elche ha tomado el testigo del flamenco protesta / CHRISTIAN GONZÁLEZ

















Si antes el enemigo era Franco, ahora son los bancos y el capitalismo. “O sea, los actores que generaron una situación de crisis que ha perjudicado a los desfavorecidos”, opina la investigadora Sara Pineda Giraldo, autora del estudio El cante jondo: opresión y disidencia durante el franquismo. Valora el trabajo de la vertiente social del flamenco que han desarrollado el crítico Alfredo Grimaldos o el propio Juan Pinilla, quien alterna el escenario con el teclado. “Ese que nace del pueblo para el pueblo”.

Cree, sin embargo, que la canción de autor en clave flamenca se ha ido diluyendo con el tiempo, más allá de quienes rescatan textos antiguos o inéditos para ponerlos en su boca. Han pasado aquellos días en los que Gerena o Menese sumaban sus gargantas a la causa. “Llevar una carrera por el sendero de la reivindicación a veces supone un lastre”, afirma Pineda, quien considera que el Niño de Elche ha puesto en valor un compromiso que se obvia y hasta se niega, pero que ha existido siempre. “Su objetivo, no obstante, está más atomizado, pues dispara a más culpables”.

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El Cabrero, fandangos republicanos y quejíos contra el opresor / EFE
















Cantaores protesta fueron y son el Piki, Paco Moyano y el Cabrero, un grande del género que no se prodiga mucho ni concede entrevistas porque tiene que atender a sus cabras. Sus conciertos son un sombrero y un desgarro. Hoy, el público no espera que le cancelen la actuación, sino que que se le aparezcan sus comprometidas letras. Nadie aguarda por el ansiado duende, que en él es trasgo obrero de pañuelo rojo y botas camperas.

Mientras que haya un hambriento,
que no hablen de igualdad.
Ya se encarga el capital, la monarquía y el clero
que haiga desigualdad.

Su testigo lo han tomado jóvenes como Juan Pinilla, el Cotorro, Rocío Márquez, Manuel Céspedes o el Niño de Elche, cante heterodoxo y verbo anticapitalista, cuyo repudio recuerda al sufrido por Manuel Gerena, tachado por los puristas de voz desarraigada. Proscrito en su tierra, el artista-militante de La Puebla de Cazalla se vio obligado en su día a emigrar a Cataluña para seguir cantando y comiendo. “La parte de Andalucía que más me interesa es Hospitalet”, afirmó en 1972. Porque un flamenco no es de donde nace, sino de donde protesta.