jueves, 11 de junio de 2020

El capitalismo ha fracasado (IV)


Cuarto episodio de la serie en que he dividido el largo artículo. Para los anteriores, estos enlaces: (I), (II), (III).

En este se rechaza la idea muy extendida de que el capitalismo puede corregirse, que podría existir un "capitalismo con rostro humano". Se culpa al neoliberalismo como si no fuera la fase final, plenamente lógica, de un proceso de acumulación y concentración incesante de capital que lo ha hecho evolucionar irremediablemente hasta la situación actual. 


Este proceso lo analiza así David Harvey en El enigma del capital:

El capital no es una cosa, sino un proceso en el que se expide continuamente dinero en busca de más dinero. El aspecto de los capitalistas ─los que ponen en movimiento este proceso─ puede ser muy diverso: Los financieros tratan de obtener más dinero prestando el que tienen a otros a cambio de un interés; los comerciantes compran barato y venden caro; los terratenientes obtienen rentas porque la tierra y otras propiedades que poseen son recursos escasos; los rentistas cobran arriendos, regalías y derechos de propiedad intelectual; los bolsistas intercambian títulos (acciones y participaciones, por ejemplo), deudas y contratos (como los de seguros) asegurándose un beneficio en la permuta; hasta el Estado puede actuar como un capitalista, cuando por ejemplo invierte los ingresos obtenidos de los impuestos en infraestructuras que estimulan el crecimiento y generan así nuevos ingresos para el Estado. 
Pero el tipo de capital que se hizo dominante desde mediados del siglo XVIII es el industrial o productivo; en este caso el capitalista empieza con cierta cantidad de dinero y, tras haber seleccionado una tecnología y una forma organizativa, acude al mercado y compra la cantidad necesaria de fuerza de trabajo y medios de producción (materias primas, plantas y equipo, productos intermedios, maquinaria, energía y demás). La fuerza de trabajo se combina con los medios de producción mediante un proceso de trabajo activo supervisado por el capitalista. El resultado es una mercancía cuyo propietario ─el capitalista─ vende en el mercado obteniendo un beneficio. A continuación, por razones que enseguida resultarán evidentes, toma una porción de ese beneficio, lo convierte en nuevo capital y reinicia el proceso a una escala ampliada. Si la tecnología y las formas organizativas no cambian, eso significa comprar más fuerza de trabajo y más medios de producción para obtener más beneficios en el siguiente ciclo. Y así prosigue su afán indefinidamente. 
En los sectores de los servicios y el entretenimiento este proceso parece algo diferente porque la mercancía se vende en el propio proceso de trabajo (cortar el pelo o entretener a una multitud) y no hay separación o demora entre la producción y la venta de la mercancía (aunque también puede haber mucho tiempo de preparación) La necesidad de reinvertir y expandirse, dada la naturaleza de los servicios que se ofrecen, no es tan urgente, aunque también se expanden los supermercados, las cadenas de cines, las cafeterías y hasta los centros de educación privados.
En la circulación del capital es muy importante la continuidad del flujo. El proceso no se puede interrumpir sin sufrir pérdidas. También hay fuertes incentivos para acelerar la velocidad de circulación. Los que pueden cubrir más rápidamente las distintas fases de la circulación del capital obtiene mayores beneficios que sus competidores. la aceleración casi siempre da lugar a mayores beneficios. Nuestros ordenadores, por ejemplo, son cada vez más rápidos.
Cualquier interrupción del proceso amenaza con la pérdida o devaluación del capital empleado.
(…)
Pero ¿por qué reinvierten expansivamente los capitalistas parte de los beneficios en lugar de consumirlos íntegramente gozando de una vida placentera? Ahí es donde desempeñan un papel decisivo «las leyes coercitivas de la competencia». Si un capitalista no reinvierte y se expande mientras que algún rival sí lo hace, es probable que al cabo de un tiempo quede fuera del negocio. Cada uno tiene que proteger y expandir su cuota de mercado, tiene que reinvertir para seguir siendo un capitalista.
(...)
Hay sin embargo otra motivación adicional para reinvertir. El dinero es una forma de poder social de la que se pueden apropiar personas privadas. Además es una forma de poder social que no tiene ningún límite intrínseco. Hay un límite a la cantidad de tierra que uno pueda poseer, o a los activos físicos de los que pueda disponer. Imelda Marcos tenía 6.000 pares de zapatos, como se descubrió tras el derrocamiento de su marido en Filipinas, pero también esa desmesura tiene un límite, del mismo modo que los muy ricos no pueden poseer millones de yates o de grandes mansiones; en cambio no hay un límite intrínseco a los millardos de dólares que un individuo puede acopiar. La ausencia de límites del dinero y el inevitable anhelo de disponer del poder social que confiere proporcionan un amplio abanico de incentivos sociales y políticos para desear cada vez más, y una de las formas clave para obtener más es invertir una parte de los fondos excedentes logrados ayer para generar más excedentes mañana. También hay, por triste que sea decirlo, muchas otras formas de acumular el poder social que otorga el dinero: fraude, corrupción, bandidaje, robo y tráfico ilegal; pero me concentraré aquí principalmente en las formas legalmente sancionadas, aunque se puede argumentar muy  seriamente que en el capitalismo las formas extralegales son fundamentales y no periféricas (los tres sectores mayores del comercio exterior mundial son las drogas, las armas ilegales y el tráfico de seres humanos).
(...)

Pero este mecanismo precisa un flujo constante. Cualquier alteración del mismo amenaza con la pérdida o devaluación del capital empleado. Las irregularidades del flujo se manifiestan a escala temporal, pero también espacial. Porque tanto las materias primas como la fuerza de trabajo están geográficamente localizadas y no responden instantáneamente a las necesidades del capital. Así, siempre hay barreras a la expansión indefinida, y cuando alguna de ellas detiene o simplemente ralentiza el proceso se produce una crisis.

En palabras de Harvey:
El examen del flujo de capital a través de la producción revela seis barreras potenciales a la acumulación que el capital debe superar para reproducirse: 
  1. insuficiente capital-dinero inicial; 
  2. escasez de la oferta de trabajo o dificultades políticas para agenciárselo; 
  3. medios inadecuados de producción, incluidos los llamados «límites naturales»; 
  4. tecnologías y formas organizativas inadecuadas; 
  5. resistencias o ineficiencias en el proceso de trabajo 
  6. escasez de demanda respaldada por dinero para pagar en el mercado. 
El bloqueo en cualquiera de esos puntos trastorna la continuidad del flujo de capital y, si se prolonga, acaba produciendo una crisis de devaluación.
En cada una de sus fases, el capitalismo se ha adaptado para superar las barreras que se alzan a su paso arrollador. A las guerras imperialistas de colonización siguieron las interimperialistas cuando el mundo estuvo totalmente repartido. Las dos guerras mundiales fueron manifestaciones de ello. A las guerras que destruyen capital siguen periodos creativos del mismo. El keinesianismo y el «estado de bienestar» fueron en su momento una respuesta adecuada. El neoliberalismo es otra, y forma parte del proceso reactivo a las crisis causadas por las barreras citadas, que se han venido presentando una tras otra, y ahora varias a la vez.

Me apeo de Harvey y os dejo con Bellamy Foster.

La Réplica


























John Bellamy Foster

El mundo se enfrenta a la elección entre "la transformación revolucionaria de la sociedad o la ruina de las clases en pugna"

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El neoliberalismo y el fracaso capitalista

Muchos de los síntomas del fracaso del capitalismo descritos anteriormente son bien conocidos. Sin embargo, a menudo no se atribuye el desastre al capitalismo como sistema, sino simplemente a algo que llamamos neoliberalismo. Hay intelectuales que creen que este modelo particular de desarrollo capitalista puede ser reemplazado por otra forma de dominio del capital.

Para muchos en la ‘izquierda” la respuesta al neoliberalismo es un retorno al estado de bienestar, a la regulación del mercado o, a alguna otra forma de democracia social limitada, y por lo tanto a un capitalismo más racional. No es el fracaso del capitalismo lo que se percibe como el problema, sino el fracaso del capitalismo neoliberal.

Al contrario de este pensamiento la tradición marxiana entiende el neoliberalismo como una etapa del capitalismo en su etapa tardía. Se trata de un periodo en que el sistema para sobrevivir estar totalmente subordinado al capital monopolista-financiero.

Por tanto, para efectuar análisis crítico-histórico del neoliberalismo no solo es necesario entender cómo funciona el capitalismo actual, sino que también hay que comprender la razón porque es imposible una alternativa al neoliberalismo que mantenga incólume el sistema capitalista.

El término neoliberalismo tuvo su origen a principios de la década de 1920. Fue Ludwig von Mises en su libro “La Nación, el Estado y la Economía” (1919) quien colocó las bases fundacionales de la ideología neoliberal-capitalista. (45) En su trabajo, Mises (entonces empleado por la Cámara de Comercio de Viena) planteó que: “el viejo liberalismo tiene que regresar para derrotar al socialismo”. Calificó al socialismo como “destructivo”, defendió la desigualdad, sostuvo que los monopolios eran parte de la libre competencia y que los consumidores ejercían la “democracia” cuando compraban, porque esta actividad era equivalentes a votar en las elecciones.

Ludwig Von Mises condenó enérgicamente la legislación laboral, el seguro social obligatorio, los sindicatos, el seguro de desempleo, las nacionalizaciones, los impuestos y la inflación. (46) Tan extremos fueron sus puntos de vista que comentando el libro de Dickens “Hard Times” descalificó a Sissy Jupe (la joven heroína de la novela) porque había, ”enseñado a millones de personas a odiar el liberalismo y al capitalismo”. (47)

En 1921, el austro-marxista Max Adler acuñó el término neoliberalismo para designar los intentos de Mises de restaurar un orden liberal en plena decadencia a través de una nueva ideología “fetichismo del mercado”. Por su parte la austro-marxista Helene Bauer y el marxista alemán Alfred Meusel elaboraron documentadas críticas a Mises, para la revista teórica alemana Die Gesellschaft, editada por Rudolf Hilferding. (48)

Sobre la base de un análisis marxista, Adler, Bauer y Meusel demostraron que es falsa la afirmación de Mises: “que un capitalismo no regulado es el único sistema económico racional” y combatieron con argumentos consistentes la idea de “un capitalismo armonioso” basado en el libre mercado.

En el análisis de Mises los sindicatos eran un obstáculo al mercado, mientras las patronales y las empresas monopólicas eran totalmente compatibles con la libre competencia. Del mismo modo, Mises abogaba por un estado fuerte con el objeto de coartar la lucha de la clase trabajadora, en nombre de un mercado autorregulado porque, “cualquier acción contra el libre mercado son una forma de terrorismo”.

Para Meusel, Mises era “un ferviente servidor del capital financiero internacional” y para el economista Othmar Spann (1926) “sus ideas eran un intento atávico, de volver a una versión extrema del liberalismo clásico”. (49)

En 1927, en su obra “Liberalismo”, el propio Mises distinguió entre “antiguo liberalismo y neoliberalismo”. Según su opinión, el primer liberalismo aceptaba equivocadamente el concepto de igualdad. En contraste, el neoliberalismo rechaza la igualdad y la reemplazaba por lo que llamó “igualdad de oportunidades”. (50)

El neoliberalismo, tal como surgió de la pluma de Mises, estaba muy alejado de los nociones del liberalismo clásico. Los críticos marxistas –e incluso algunas figuras de la derecha- lo vieron como un intento de ofrecer algún tipo de racionalidad al capital financiero y a la era de los monopolios. Desde su origen, el neoliberalismo fue un proyecto para proveer una base intelectual a la guerra de clases de los capitalistas; una guerra no solo contra el socialismo, sino contra todo intento de regulación social y de democracia: un ataque sin cuartel a la clase trabajadora.

Junto con su protegido Friedrich Hayek, el ataque de Mises al socialismo fue una reacción contra la Viena Roja donde destacaban las figuras de Adler, Otto Bauer y Karl Renner. (51) En esa misma época el economista Karl Polanyi desarrolló una aplastante crítica a los dogmas neoliberales que formarían la base teórica de su libro “La Gran Transformación”. (52)

En los años 1930 a 1960 (después de la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial) la ideología neoliberal perdió influencia en medio de una profunda crisis del capitalismo. A principios de la década de 1930, cuando las nubes de la tormenta se acumularon en Europa, Mises se desempeñó como asesor económico del dictador austriaco Engelbert Dollfuss. (53) Más tarde con el apoyo de la Fundación Rockefeller Mises emigró a Suiza y luego a los EEUU, donde enseñó en la Universidad de Nueva York. Mientras tanto, Hayek fue reclutado por la London School of Economics, a instancias del economista neoliberal británico Lionel Robbins.

Sin embargo, en el mundo occidental las tesis del economista británico Keynes se impusieron en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Las economías capitalistas crecieron rápidamente durante un cuarto de siglo animadas por el aumento del gasto estatal, (en medio de la Guerra Fría) la reconstrucción de las economías europeas y japonesas, la expansión del comercio, la era del automóvil y dos grandes guerras (Corea y Vietnam) en Asia. (54)

Mientras tanto, ante la amenaza de un modelo alternativo representado por la Unión Soviética y la creación de sindicatos fuertes, los gobiernos de los países occidentales aplicaron políticas keynesianas con el llamado “estado de bienestar”. Sin embargo, se mantuvo la tendencia al estancamiento económico –como un defecto estructural del sistema– que temporalmente se disimuló por la llamada Edad de Oro.

Durante esta etapa las gigantescas corporaciones del capitalismo monopolista lograron apropiarse de un superávit cada vez mayor, tanto en términos absolutos como relativos. Este proceso que provocó una sobreacumulación productiva (y de capital ) fue en parte compensada por una expansión de las ventas, el militarismo y el imperialismo.

Finalmente, la excesiva propagación de billetes de dólares por el mundo, provocaron la ruptura de los acuerdos de Bretton Woods que habían estabilizado el comercio mundial, de tal manera que Richard Nixon se vio obligado a poner fin al patrón dólar-oro en los 70. Esta medida estaba relacionada con la desaceleración de la economía estadounidense a partir de finales de la década de 1960.
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Notas
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45 Ludwig von Mises, Nación, Estado y Economía (Indianapolis: Liberty Fund, 1983); Ludwig von Mises, Socialismo: un análisis económico y sociológico (Indianapolis: Liberty Fund, 1981).

46 Mises, Socialism, 323–54, 399–406, 413–62, 488–92; Nación, estado y economía, 36–37, 143, 163–65.

47 Mises, socialismo, 421-22.

48 Phillip W. Magness, “Los Orígenes del término peyorativo ‘neoliberalismo'” Instituto Americano para la Investigación Económica 10 de diciembre de 2018; Alfred Meusel, “La crítica civil-social del presente: el nuevo liberalismo (Ludwig von Mises),” La sociedad: Revista internacional para el socialismo y la política 1, no 4 (1924): 372-83.

(El artículo “El nuevo liberalismo”, que es el primero de una serie de dos partes.) Peter Goller, “Alfred Meusel como crítico de Ludwig Mises y Othmar Spann: Contra el ‘neoliberalismo’ y ‘Neoromantik’ (1924), ‘Messages of the Alfred Klahr Society 2 (2003); Peter Goller, “Helene Bauer contra la ideología burguesa neoliberal por Ludwig Mises (1923),” Comunicaciones de Alfred Klahr Society 4 (2005), http://klahrgesellschaft.at-incluye Helene Bauer, “‘Hombre común’ y un Señor mejor”. Adler criticó enérgicamente el intento de Mises de afirmar que las ideas de Marx estaban estrechamente relacionadas con el tradicional estado prusiano autoritario, sobre la base de que todo lo que estaba fuera del neoliberalismo era esencialmente lo mismo y que incluso el socialismo democrático era autoritario en su rechazo al liberalismo. Max Adler, “Excursus on Anarchism”, en Austro-marxismo: la ideología de la unidad, ed. Mark E. Blum y William Smalldone (Boston: Brill, 2016), 207.

49 Magness, “Los orígenes peyorativos del término ‘neoliberalismo’”; Meusel, “Der Neu-Liberalismus”, 383; Bauer, “‘Gemeine Mann’ und ein Besserer Herr”; Othmar Spann, Types of Economic Theory (Londres: George Allen y Unwin, 1930), 278–79 (referencia a la “tendencia neoliberal” apareció por primera vez en la edición de 1926). En su libro Tendencias de ideas económicas de 1925 , el economista suizo Hans Honegger escribió sobre el neoliberalismo teórico , pero, en contraste con el tratamiento anterior de Meusel, lo usó para abordar la economía neoclásica en lugar del neoliberalismo de pensadores como Mises. Ver Dieter Plehwe, introducción a The Road from Mount Pèlerined. Philip Morowski y Plehwe (Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 2009), 10. El término capital móvil a menudo se asocia con Max Weber, donde hizo una breve alusión en su póstuma Historia Económica General de 1923 , pero el término es de hecho ingresó a la teoría marxiana con el análisis anterior del capital financiero (y comercial) internacional de Rudolf Hilferding. Véase Rudolf Hilferding, Finance Capital (Londres: Routledge, 1981), 342, 325–30; Max Weber, General Economic History (Nueva York: Collier, 1961), 242.


50 Von Ludwig von Mises, Liberalismo (Indianapolis: Liberty Fund, 2005), 9.


51 Kari Polanyi-Levitt y Marguerite Mendell, “Los orígenes del fetichismo del mercado”, Revisión mensual 41, no. 2 (junio de 1989): 11–32; Johannes Maerk, “Plan Oder Markt: La batalla de ideas entre el austro-marxismo y el neoliberalismo en Viena” (conferencia, Instituto para las Humanidades, Universidad Simon Fraser, Burnaby, Columbia Británica, Canadá, 13 de septiembre de 2016). Disponible en http://youtube.com.


52 Karl Polanyi, La gran transformación (Boston: Beacon, 1944); Felix Schaffer, “Vorgartenstrasse 203: Extractos de una Memoria”, en Karl Polanyi en Viena, ed. Kenneth McRobbie y Kari Polanyi-Levitt, (Montreal: Black Rose, 2006), 328–46; Kari Polanyi-Levitt, “Rastreando la economía política institucional de Polanyi hasta su fuente de Europa central”, en Karl Polanyi en Viena, 378–91; Eduard Márz, Joseph Schumpeter: erudito, profesor y político (New Haven: Yale University Press, 1991), 101.


53 Gareth Dale, Karl Polanyi: Una vida a la izquierda (Nueva York: Columbia University Press, 2016), 102–3.


54 Harry Magdoff, “Angustia económica internacional y el tercer mundo”, Revisión mensual 33, no. 11 (abril de 1982): 3–5.

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