jueves, 11 de junio de 2020

El capitalismo ha fracasado (V)


La doctrina neoliberal nace en la Viena Roja como reacción (nunca mejor aplicado el término) a las políticas socialdemócratas de la primera etapa entre las dos guerras mundiales, antes de que la dictadura austrofascista acabara con ellas. Aunque se presentó como una vuelta al liberalismo clásico, era una versión muy diferente.

Gozó de buena acogida entre los medios financieros y los grandes capitalistas, aunque las versiones fascistas de la economía fueran su primera opción, y luego, tras la segunda posguerra, se prefirieran las políticas desarrollistas keynesianas. Pero era una opción bien guardada, y cuando los beneficios menguaron, como era inexorable que ocurriera, se echó mano de ella.

Una prueba más de que las doctrinas económicas capitalistas son de "usar y tirar", en función de su búsqueda incesante de la reproducción ampliada. Coloquialmente se podría decir que "no hay capitalismo bueno".

Quinta entrega de esta serie. Las anteriores: (I), (II), (III), (IV).



















John Bellamy Foster

El mundo se enfrenta a la elección entre "la transformación revolucionaria de la sociedad o la ruina de las clases en pugna"

(...)

El fin de la guerra de Vietnam marcó el comienzo de décadas de estancamiento económico. Lento pero seguro, se inició un largo declive de la economía con una tendencia a la baja de la tasa de crecimiento en las economías capitalistas avanzadas. Los principales estímulos que provocaron el auge posterior a la Segunda Guerra Mundial se habían desvanecido, dejando a las economías capitalistas en crisis. (55)

La primera respuesta a la crisis del sistema –que surgió en la década de 1970- fue utilizar las tesis keynesianas para expandir el gasto estatal. El gasto civil y gubernamental de los EEUU en bienes y servicios alcanzó un pico durante la administración de Nixon. (56) Como consecuencia de esta política económica las empresas elevaron los precios agresivamente y los sindicatos lucharon por mantener los salarios reales de los trabajadores. El efecto fue un período de estancamiento económico más inflación.

Como la inflación disminuye la riqueza acumulada –en forma de activos monetarios- es una amenaza directa para la clase capitalista. Entonces, surgió un movimiento anti-keynesiano que descalificó cualquier posición a la izquierda del más extremo neoliberalismo. Esta resucitada ideología se propuso revertir décadas de las modestas conquistas de los trabajadores. (57)

Hubo un giro brusco hacia la austeridad y la reestructuración económica. En sus inicios bajo el disfraz de monetarismo y el aumento de la oferta, pero bajo cuerda se llevó a cabo un programa para destruir los sindicatos por medios políticos, económicos y jurídicos. Se eliminó lo que John Kenneth Galbraith llamó ”el poder compensador” del trabajo. (58)

La clave para el resurgimiento del neoliberalismo fue la Sociedad Mont Pèlerin, llamada así por el balneario suizo donde Mises, Hayek, Robbins, Milton Friedman, George Stigler, Raymond Aron se reunieron en 1947 para promover la economía neoliberal y sus ideas políticas. Los miembros de la Sociedad Mont Pèlerin generalmente se referían a sí mismos como liberales, en el sentido europeo, como una manera de contrarrestar las devastadoras críticas marxistas a la ideología neoliberal. Evitaron de manera sistemática la etiqueta de neoliberal –que el propio Mises había adoptado en 1927– en el Coloquio “Walter Lippmann” de 1938 en París, al que asistieron Mises y Hayek. (59)

En cambio, el neoliberalismo no fue presentado como una ideología política sino como una extensión del liberalismo clásico y como parte inseparable a la naturaleza humana. Como argumentó Michel Foucault, el neoliberalismo, de esta manera se convirtió en la primera forma de la llamada biopolítica. (60) Aunque en apariencia sus teóricos abandonaban la etiqueta neoliberal, la Sociedad Mont Pèlerin, a través del Departamento de ECOE la Universidad de Chicago, se erigió en el bastión de esta ideología.

En la era keynesiana, de los años cincuenta y sesenta, figuras como Mises, Hayek, Friedman y James Buchanan se mantuvieron al margen de las grandes decisiones, aunque fueron fuertemente financiadas por fundaciones privadas. (61) Pero, con el regreso del estancamiento económico, los intelectuales neoliberales fueron reclutados por la cúspide del capital monopolista para proporcionar la base ideológica de una campaña para reestructurar la economía capitalista. Su principal objetivo era batir a los trabajadores, al estado, al gobierno y a las economías del sur global.

Desde el principio, los economistas neoliberales fueron presentados como paladines del libre mercado y del espíritu empresarial aunque su tarea fue la defensa del capital monopólico y de las dinastías de la clase burguesa. (62) La virulencia del programa anti-socialista tenía como propósito la completa privatización del mercado y de la vida social.

En el Londres de Margaret Thatcher y en el Washington de Ronald Reagan, las figuras de Hayek y Friedman se convirtieron en los símbolos de la era neoliberal. El Premio Nobel en Economía, o el Premio Sveriges Riksbank en Ciencias Económicas (establecido por el Banco de Suecia en 1969) fue controlado desde sus inicios por economistas neoliberales ultraconservadores. Siete miembros de la Sociedad Mont Pèlerin, incluidos Hayek, Friedman, Stigler y Buchanan, recibieron el Nobel entre 1974 y 1992, mientras que economistas ligeramente socialdemócratas fueron totalmente excluidos. (63)

A pesar de su persistente fracaso en la promoción del crecimiento, el neoliberalismo se ha impuesto. Su propósito siempre fue ofrecer cierta racionalidad a una economía dominada por las grandes empresas y el poder de los monopolios. (64) En efecto, el neoliberalismo, no fue más que una estrategia político-económica eficaz para la clase multimillonaria, en una época en que el capital financiero buscaba tomar el control de todos los flujos monetarios de la sociedad. (65)

Si bien las economías capitalistas continuaron estancadas y las tasas de crecimiento disminuyeron década tras década, el capital excedente en manos de las grandes corporaciones no sólo aumentó sino que organizó nuevas formas para acumular riqueza. (66) El cambio de una economía productiva a una economía de la financiarización abrió vías para la especulación y la formación de riqueza, alejando de manera relativa la inversión en la producción (es decir, la acumulación de capital real).

La globalización implicó no sólo nuevos mercados, sino, lo que es más importante, la apropiación de enormes excedentes económicos por la sobreexplotación del trabajo con los bajos salarios de la periferia. Esta sobreexplotación terminó en los arcas de las corporaciones multinacionales y de los multimillonarios del mundo. (67)

Los beneficios que los trabajadores habían obtenido -en los países centrales del capitalismo– empezaron a dejar de existir, mientras las empresas multinacionales aumentaron sus ganancias con un trabajo asalariado desvalorado y con un sistema de subcontratas. Paralelamente la tecnología digital creó las bases materiales para un nuevo capitalismo global de vigilancia y control económico constituyendo un sistema de compra y venta que utiliza los datos privados de centenas de millones de seres humanos. (68)

El crecimiento de la desigualdad y de la riqueza han sido justificados como necesarios para la innovación. Con este pretexto se han beneficiado a unos pocos con los avances que son producto del conocimiento colectivo acumulado por muchos años. En esta nueva era de la expropiación, todo está en el mercado: educación, sistemas de salud, transporte, vivienda, tierras, ciudades, prisiones, seguros, pensiones, alimentos, entretenimiento.

Los intercambios han sido completamente mercantilizados, corporativizados y financiarizados. La comunicación humana se ha convertido en una mercancía más. Todo en nombre de la “sociedad de libre mercado”. Para las monopolios globales esta estrategia ha sido enormemente exitosa. Ahora el capitalismo (a pesar de Adam Smith) no estaba referido a “la riqueza de las naciones” sino a la riqueza de la clase capitalista.

En cierta medida el proceso de financiarización logró contrarrestar las tendencias al estancamiento económico, pero lo hizo a costa de crisis financieras periódicas. Mientras la acumulación de riqueza se aceleran con las crisis se sigue produciendo una mayor concentración de la riqueza. Hoy los neoliberales sostienen, sin ambages, que es normal y natural una lógica que comporta despojo y acumulación de la riqueza como producto de la financiarización.

El estado también ha quedado atrapado por la política de financiarización. (69) En la gran crisis financiera de 2007-09, casi todos los bancos fueron rescatados y los ciudadanos pagaron el coste de la estafa. La Gran Crisis Financiera no constituyó una crisis para el neoliberalismo, al contrario, le dio un nuevo impulso. De hecho la política neoliberal se ha convertido en un sistema de expropiación que lo abarca todo. (70)

Una característica de esta nueva era del consumo es que ha aumentado el conflicto entre el valor de cambio y el valor de uso en el proceso económico. (71) El resultado es que: vivimos una emergencia planetaria social y ecológica (72) con un rápida destrucción del ambiente natural y las condiciones de vida.

Los combustibles fósiles se han incorporado como activos financieros, incluso cuando sólo existen en forma de reservas enterradas en el subsuelo. De esta manera, el combustible y la energía forman parte integral de todo el proceso de acumulación financiarizada del capitalismo monopólico. Los billones de dólares de activos de Wall Street están amarrados al “capital” fósil. (73)

Hoy es doblemente difícil pasar del uso de combustibles fósiles a alternativas más sostenibles, como la energía solar y eólica. Como nadie es dueño de los rayos del sol ni del viento hay pocos interés en estas formas de energía. En el capitalismo las ganancias actuales y futuras dictan su manera de funcionar. En otras palabras, al sistema no le importa que sus beneficios se hagan a expensas de las personas y del planeta. Vivimos con una población que indefensa que observa perpleja la destrucción del clima y la desaparición de innumerables especies. Se trata de un desastre anunciado e impuesto por la fuerza –aparentemente abrumadora– de la sociedad de mercado.

El neoliberalismo siempre se ha opuesto al “laissez faire” decimonónico, ya que su ideología implica un Estado fuerte e intervencionista al servicio directo del capital y del mercado: lo que James K. Galbraith denominó “un Estado depredador”. (74)

En la visión neoliberal, el absolutismo capitalista no es un proceso espontáneo sino una forma de administrar un modelo que debe ser creado. El papel del estado no es simplemente proteger la propiedad (como sostuvo Smith) sino que como Foucault explicó es un sistema se hace necesario ampliar la dominación del mercado sobre todos los aspectos de la vida. (75) Por esto, el neoliberalismo ha reformado el estado y la sociedad, según los patrones del propio mercado.

Según la reflexión de Foucault, “el neoliberalismo para sostenerse debe modelar el poder político sobre los principios de la economía de mercado”. El estado no debe “corregir los efectos destructivos del mercado… más bien debe aprovechar estos efectos destructivos para imponer nuevas medidas que intensifiquen su penetración”. (76)

Para el economista neoliberal Jack Buchanan el objetivo no es limitar la acción del estado, sino ligarlo a los fines monopolistas-competitivos del capital. (77) Por tanto, el estado neoliberal ha sido transformado específicamente para coartar cualquier cambio que afecte negativamente al valor del dinero.

Ahora la política fiscal y la monetaria están fuera del alcance de cualquier gobierno que se atreva hacer algún cambio que afecten los grandes intereses creados. Los Bancos Centrales se han transformado en entidades controladas por los Bancos Privados. Los Ministerios de Hacienda están atrapados por los límites de la deuda y las agencias reguladoras están en manos de los monopolios financieros y actúan, en interés directo de las corporaciones. (78)

En sus trabajos Karl Polanyi demostró que el intento de construir una “sociedad de mercado autorregulada”, requiere de intervenciones constantes del estado a favor del capital, y estas intervenciones terminan socavando los cimientos de la sociedad y de la vida. (79) Para el capitalismo actual, este proceso no tiene vuelta atrás porque es la base de la actual organización de su poder económico. Por tanto sólo una política abiertamente anticapitalista puede cambiar el sistema.




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Notas
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55 Estos desarrollos económicos se presentan con gran detalle, como un comentario continuo, en el extraordinario conjunto de libros, basados en artículos recopilados, escritos por Harry Magdoff y Paul Sweezy a fines de la década de los sesenta y finales de los noventa: Paul M. Sweezy y Harry Magdoff. La dinámica del capitalismo estadounidense (Nueva York: Monthly Review Press, 1972); Paul M. Sweezy y Harry Magdoff, El fin de la prosperidad (Nueva York: Monthly Review Press, 1973); Paul M. Sweezy y Harry Magdoff, Estancamiento y la explosión financiera (Nueva York: Monthly Review Press, 1987); y Paul M. Sweezy y Harry Magdoff, The Irreversible Crisis (Nueva York: Monthly Review Press, 1988).

56 Hannah Holleman, Robert W. McChesney, John Bellamy Foster y R. Jamil Jonna, “El estado penal en una era de crisis”, Revisión mensual 61, no. 2 (junio de 2009): 2.

57 Friedrich von Hayek, El camino a la servidumbre (Londres: Routledge, 1944). Como Paul Sweezy escribió sobre El camino a la servidumbre de Hayek, “la elección del liberalismo, en el sentido de individualismo y competencia, como el criterio de juicio, la desviación de la cual debe considerarse un error, le permite agrupar todo pensamiento anti-individualista y la política juntos como simplemente totalitarios“. Paul M. Sweezy, The Present as History (Nueva York: Monthly Review Press, 1953), 285.

58 John Kenneth Galbraith, Capitalismo estadounidense: el concepto de poder compensatorio (Londres: Hamish Hamilton, 1957).

59 Philip Mirowski, Nunca deje que una crisis grave se desperdicie (Londres: Verso, 2013), 24, 37–50; David Stedman Jones, Maestro del Universo (Princeton: Princeton University Press, 2012). Mirowski y Jones, a pesar de proporcionar informes detallados de la formación del neoliberalismo en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, tienen poca o ninguna conciencia de las críticas marxistas (y otras) al neoliberalismo en la década de 1920, ni del conflicto tal como surgió en el siglo XX. Contexto de la Viena Roja.

60 Michel Foucault, El nacimiento de la biopolítica (Nueva York: Palgrave McMillan, 2008), 317. Un ejemplo extremo de tal naturalización es el uso corporativo del término ecosistema para referirse a las cadenas de suministro de productos básicos, como el ecosistema de Apple: una forma de evitar referencia al sistema de explotación incorporado en el arbitraje laboral global. Ver John Patrick Leary, Palabras clave: El nuevo lenguaje del capitalismo (Chicago: Haymarket, 2018), 72–76.

61 El papel de Friedman como portavoz del neoliberalismo es bien conocido. Sobre el papel de James Buchanan, ver Nancy McLean, Democracy in Chains (Nueva York: Viking, 2017).

62 Foucault, El nacimiento de la biopolítica, 133–38; Mirowski, Nunca dejes que una crisis grave se desperdicie, 64; Mises, socialismo, 344–51. En sus memorias, Stigler enfatizó que un objetivo clave de la Escuela de Economía de Chicago, y del neoliberalismo en general, fue la destrucción del concepto de poder de monopolio para contrarrestar “la creciente crítica socialista del capitalismo [que] enfatizó el monopolio”; “’Capitalismo monopolista’ es casi una palabra en esa literatura”. George J. Stigler, Memorias de un economista no regulado (New York: Basic, 1988), 92, 162–63.

63 Oferta de Avner y Gabriel Söderberg, The Nobel Factor (Princeton: Princeton University Press, 2016), 101, 130–31.

64 Ver John Cassidy, How Markets Fail (Nueva York: Farrar, Straus y Giroux, 2009), 3–110; Foster y McChesney, The Endless Crisis, 1–28.

65 Sobre cómo el neoliberalismo adquirió un nuevo significado en la era de la financiarización del proceso de acumulación, ver Gérard Duménil y Dominique Levy, Resurgente de la Capital: Raíces de la Revolución Neoliberal (Harvard: Harvard University Press, 2004), 119–20, 156– 67; Foster y McChesney, The Endless Crisis, 44–45.

66 Foster y McChesney, The Endless Crisis, 4, 18. Sobre la concentración de la riqueza, vea Thomas Piketty, Capital en el siglo XXI (Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 2014), 336–76.

67 Smith, imperialismo en el siglo XXI; Ernesto Screpanti, El imperialismo global y la gran crisis (Nueva York: Monthly Review Press, 2014).

68 Foster y McChesney, “El capitalismo de la vigilancia”.

69 Prabhat Patnaik, El valor del dinero (Nueva York: Columbia University Press, 2009).

70 Mirowski, Nunca dejes que una crisis grave se desperdicie, 1–6.

71 Karl Marx, “The Value-Form”, Capital & Class no. 4 (1978): 134.

72 Fred Magdoff y Chris Williams, Creando una Sociedad Ecológica (Nueva York: Monthly Review Press, 2017), 25–47.

73 Andreas Malm, Fossil Capital (London: Verso, 2016).

74 James K. Galbraith, The Predator State (Nueva York: Free Press, 2008); Foucault, El nacimiento de la biopolítica, 133.

75 Mirowski, Nunca dejes que una crisis grave se desperdicie, 56–57; Foucault, El nacimiento de la biopolítica, 131.

76 Foucault, El nacimiento de la biopolítica, 131, 145.

77 Mirowski, Nunca dejes que una crisis grave se desperdicie, 57; McLean, Democracia en Cadenas.

78 Marco Boffo, Alfredo Saad-Filho y Ben Fine, “El capitalismo neoliberal: el giro autoritario”, en Socialist Register 2019, 256.

79 La Gran Transformación de Polanyi fue una crítica al neoliberalismo de teóricos como Mises y Hayek, quienes en el contexto de la Viena Roja defendieron una economía de mercado autorregulada y diseñaron los principales principios de lo que ahora se conoce como neoliberalismo. Sin embargo, la poderosa crítica de Polanyi también debía reflejar un momento de triunfo, la derrota de las tendencias neoliberales en la forma de la “gran transformación”. Es irónico, por lo tanto, que la Sociedad Mont Pèlerin se haya establecido un año después de la publicación del libro de Polanyi, y fue solo con el ascenso al poder del neoliberalismo en los años 70 y 80 que surgió la fascinación actual por Polanyi.

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