miércoles, 31 de agosto de 2011

La falsedad del endeudamiento y el déficit

Ciro Hernández. Rebelión


Lo único que nos permite tomar decisiones correctas que no acaben comprometiendo nuestro futuro es el conocerlas bien para evitar errores. Eso es lo que me propongo hacer al reflexionar sobre la deuda, el déficit público y sobre sus causas y sus consecuencias.

Repasando brevemente lo que ya todos sabemos, el déficit no es más que la diferencia entre los gastos y los ingresos de una entidad. Si nos referimos al estado, el déficit público será la diferencia entre los ingresos que él pueda obtener por diferentes métodos (recaudación fiscal, venta de activos, emisión monetaria, emisiones de deuda…) y los gastos corrientes, es decir la necesaria atención a sus compromisos en la gestión de su propia estructura y funcionamiento.

¿Dónde está el problema? La forma en la que el estado se financia depende principalmente de sus ingresos vía impuestos, tasas y tributos. Todos ellos son cantidades de dinero variable que obtiene como una parte proporcional de las diferentes actividades económicas. Si el total ingresado por el estado, ya sea por este o por otros medios, no cubre sus gastos, entonces aparece el déficit.

Evidentemente, si se reduce la actividad económica en su conjunto, la cantidad ingresada por el estado lo hará también. En cambio, cuando esto mismo ocurre, los gastos se incrementan porque el estado y sus instituciones son los responsables públicos de la situación de necesidad y desamparo en la que quedan los sectores sociales expulsados de la economía. También, y lógicamente, porque deberá aumentar la inversión pública para compensar la reducción de la privada y contrarrestar la reducción de la actividad económica en el mercado. El gobierno es el responsable de la situación económica del país y además debe asumir el gasto social extraordinario.

Es entonces cuando el gobierno se ve obligado a emitir deuda en los ‘mercados’ para obtener ingresos adicionales con los que hacer frente a la situación. Pero esa deuda no es gratuita. Los ingresos se obtienen porque el estado emisor se compromete a pagar un interés a sus compradores, es decir, a devolver a sus deudores lo conseguido más un beneficio. Curioso. Cuando más necesitado está el gobierno de financiación, mayor gasto extra debe hacer para atender el pago de intereses de su deuda soberana. Y, además, cuanto mayor sea su déficit, y mayor su necesidad de financiación, mayores serán esos intereses que debe pagar. 

Visto así, lo primero que uno se pregunta es por qué partimos de una situación en la que los mercados disponen de recursos para financiar a los estados, mientras que los estados están arruinados. Esto no tiene ni pies, ni cabeza. 

Supongamos que la economía no fuera esa entelequia llamada ‘mercado’, en la que todo el mundo trata de obtener beneficios a toda costa. En su lugar, la economía consistiría en la organización racional y científica de todos los recursos económicos puestos al servicio de la sociedad en su conjunto y debidamente gestionados por el gobierno. Es decir, que el estado, y el gobierno al frente de él, pudieran controlar los vastos e ingentes recursos financieros que integran toda la economía de un país cualquiera, sin esperar a tener que regular y ejecutar la manera en la que recauda sus ingresos.

Entonces ¿Habría algún impedimento para disponer de todos los medios necesarios a la hora de equilibrar las diferencias entre ingresos y gastos?

Y lo que es más importante ¿El estado se impondría a si mismo un interés, del que él mismo se beneficiaría, para transferir recursos financieros de un sector a otro según que estos fueran deficitarios o no? Esto último resultaría bastante absurdo e innecesario. Al no proceder de esta manera absurda, el estado se estaría ahorrando unos intereses tanto mayores según fueran su necesidad y lo desesperado de su situación.

Olvidémonos de esa situación tan hipotética en la que el estado controla todos los recursos económicos. En primer lugar, nos estaríamos refiriendo a una autarquía, esto es, a un sistema económico encerrado dentro de un país que no se relaciona con los demás. En realidad, los bonos de deuda soberana se ofertan en los mercados internacionales y no todas las economías se encuentran en la misma situación ruinosa, de modo que las más pujantes pueden ayudar a las más necesitas. Eso sí, cobrando los consabidos intereses.

No obstante, debe quedar claro que por lo general no son los estados, ni sus gobiernos, los que obtienen esos beneficios. Los bonos de deuda se emiten para que sea el sector privado de las diferentes economías el que ‘asuma el riesgo de impago de la deuda’ y el que, así, obtenga los beneficios por haber comprado deuda soberana, ya sea del propio país o de otros.

En segundo lugar, esa situación hipotética dista mucho de ser real. Y cuanto más presionan los mercados a los estados para que corrijan su déficit, más nos distanciamos de ella. Los estúpidos gobiernos se dedican a transferir los activos más rentables del estado vendiéndolos al mejor postor en el marcado para conseguir ingresos con los que financiar su absurdo déficit.

Pero aun peor que esto último es lo que resulta de pensar en lo siguiente. En la actual situación de crisis, parte de ese déficit lo han originado los cuantiosos fondos con los que los estados han ‘saneado’ a entidades financieras para evitar su quiebra y para estimular la vital circulación del crédito. Resulta que, con estos fondos, son esas mismas entidades las que se han dedicado a especular con la deuda de los distintos países.

Para concluir, si seguimos atentamente la explicación que he ofrecido, resulta muy fácil comprobar que la limitación del déficit solo puede tener un lamentable efecto sobre el gasto social en periodos de baja recaudación, y que la reducción de la inversión pública en dichos periodos mermará aún más la actividad económica, como de hecho está ocurriendo. Para echarse a temblar.

Todo esto no es más que una pescadilla que se muerde la cola, un absurdo círculo vicioso del que deberíamos encontrar la forma de salir antes de que arruine nuestras vidas solo para que unos pocos sigan haciendo estupendos negocios especulando a costa de la mayoría social de los estados.

Carta a las izquierdas


"Casi decálogo" de Boaventura de Sousa Santos. Carta Maior, traducido en Rebelión.

No pongo en duda la existencia de un futuro para las izquierdas, pero su futuro no será una continuación lineal de su pasado. Definir aquello que las izquierdas tienen en común equivale a responder a la pregunta: ¿qué es la izquierda? La izquierda es un conjunto de posiciones políticas que comparten el ideal de que todos los seres humanos tienen el mismo valor y constituyen el valor supremo. Este ideal es puesto en duda siempre que hay relaciones sociales de poder desigual, es decir, de dominación. En este caso, algunos individuos o grupos satisfacen algunas de sus necesidades transformando a otros individuos o grupos en medios para sus fines. El capitalismo no es la única fuente de dominación, aunque es una fuente importante. 

Las diferentes formas de entender este ideal han provocado varias divisiones. Las principales han surgido de respuestas opuestas a las preguntas siguientes. ¿Puede el capitalismo ser reformado con el fin de mejorar la suerte de los dominados o esto sólo es posible más allá del capitalismo? ¿La lucha social debe ser conducida por una clase (la clase obrera) o por diferentes clases o grupos sociales? ¿Debe llevarse a cabo dentro de las instituciones democráticas o fuera de ellas? ¿El Estado, en sí mismo, es una relación de dominación o puede ser movilizado para combatir las relaciones de dominación? 

Las respuestas opuestas a estas preguntas estuvieron en el origen de violentas divisiones. En nombre de la izquierda se cometieron atrocidades contra la izquierda; pero, en su conjunto, las izquierdas dominaron el siglo XX (a pesar del nazismo, el fascismo y el colonialismo) y el mundo se volvió más libre e igual gracias a ellas. Este corto siglo de todas las izquierdas terminó con la caída del Muro de Berlín. Los últimos treinta años se han caracterizado, por un lado, por una gestión de ruinas e inercias y, por el otro, por la emergencia de nuevas luchas contra la dominación, con otros actores y lenguajes que las izquierdas no pudieron entender. 

Mientras tanto, libre de las izquierdas, el capitalismo volvió a mostrar su vocación antisocial. Vuelve a ser urgente reconstruir las izquierdas para evitar la barbarie. ¿Cómo recomenzar? Con la aceptación de las siguientes ideas: 

1) El mundo se ha diversificado y la diversidad se ha instalado dentro de cada país. La comprensión del mundo es mucho más amplia que la comprensión occidental del mundo; no hay internacionalismo sin interculturalismo. 

2) El capitalismo concibe la democracia como un instrumento de acumulación; si es necesario, la lleva a la irrelevancia y, si encontrara otro instrumento más eficiente, prescindiría de ella (el caso de China). La defensa de la democracia de alta intensidad es la gran bandera de las izquierdas. 

3) El capitalismo es amoral y no entiende el concepto de dignidad humana; su defensa es una lucha contra el capitalismo y nunca con el capitalismo (en el capitalismo, hasta las limosnas sólo existen como relaciones públicas). 

4) La experiencia del mundo muestra que hay muchas realidades no capitalistas, guiadas por la reciprocidad y el cooperativismo, a la espera de ser valoradas como el futuro dentro del presente. 

5) El siglo pasado reveló que la relación de los humanos con la naturaleza es una relación de dominación contra la que hay que luchar; el crecimiento económico no es infinito. 

6) La propiedad privada sólo es un bien social si es una entre varias formas de propiedad y todas están protegidas; hay bienes comunes de la humanidad (como el agua y el aire). 

7) El corto siglo de las izquierdas fue suficiente para crear un espíritu igualitario entre los seres humanos que se distingue en todas las encuestas; éste es un patrimonio de las izquierdas que ellas mismas están dilapidando. 

8) El capitalismo necesita de otras formas de dominación para florecer (del racismo al sexismo y la guerra) y todas deben ser combatidas. 

9) El Estado es un animal extraño, mitad ángel, mitad monstruo, pero sin él muchos otros monstruos andarían sueltos, insaciables en busca de ángeles indefensos. Mejor Estado, siempre; menos Estado, nunca. 

Con estas ideas seguirán siendo varias las izquierdas, aunque ya no es probable que se maten las unas a las otras y es posible que se unan para detener la barbarie que se aproxima. 

Violencia policial y golpe neoliberal: dimensiones del estado de excepción

John Brown. Iohannes Maurus.
 
Si no es seriamente perturbada, cada sociedad tiende a la estabilidad que le es propia. El solo hecho de ser le otorga el prestigio de la existencia. Mejor o peor, se acepta como lo normal, la norma. Es muy difícil que sea cuestionada, salvo por los excluidos de ella. Los miembros de los aparatos del Estado, como jueces y policías, están obligados a respetar el orden que garantiza esa estabilidad. Y el orden, excluyente, deja fuera de su manto protector precisamente a esos excluidos, que se convierten automáticamente en extraños para la ley y en peligro social.

El artículo merece una lectura detenida y completa. Del todo él extraigo estas pinceladas:

(...)

Formalmente, las democracias se basan en la voluntad general y persiguen el interés general. El poder democrático sólo puede legitimarse en términos universales. Incluso la defensa de un interés particular debe adoptar la forma -jurídica- de un precepto universal. La juridicidad y la realidad social se contradicen, pero son al mismo tiempo inseparables. En nombre del principio de legalidad, se transgrede "legalmente" el principio de legalidad. El gran secreto del capitalismo consiste en haber codificado en términos jurídicos el conjunto de las relaciones sociales de modo que la propia explotación adquiere la forma de una relación contractual entre iguales. Como afirma Marx, la relación de identidad entre la propiedad y el trabajo que sirve de base a la ideología jurídica burguesa se trastoca en la realidad de las relaciones sociales capitalistas en una relación de contradicción entre ambos términos. La constitución es, en un capitalismo democrático, el instrumento jurídico fundamental mediante el cual la explotación efectiva de los trabajadores adquiere rango legal. No tiene sentido alguno invocarla -salvo de manera táctica- para acabar con la explotación: es la forma jurídica de la propia relación de explotación.

(...)

Contrariamente a lo que suele afirmarse, los comportamientos fascistas en la policía no son resultado de una infiltración de sus cuerpos por organizaciones políticas de extrema derecha, sino el efecto de la ideología espontánea del aparato policial. La policía no es fascista, el fascismo es esencialmente policial, ideología de madero.

(...)

Un acuerdo con todas las de la ley

El cambio constitucional propuesto y consensuado por las principales fuerzas políticas del régimen español tiene por objetivo integrar en la constitución el principio de equilibrio presupuestario que se expresaría en un límite máximo de endeudamiento fijado por ley orgánica. Este límite de endeudamiento, para respetar el principio de equilibrio presupuestario, tendría por lo demás, que fijarse a un nivel sumamente bajo. Las únicas excepciones consideradas en el texto son los casos de "catástrofes naturales, recesión económica o situaciones de emergencia extraordinaria que escapen al control del Estado y perjudiquen considerablemente la situación financiera o la sostenibilidad económica o social del Estado, apreciadas por la mayoría absoluta de los miembros del Congreso de los Diputados". Lo que no se contempla entre las excepciones son las catástrofes sociales a que puede dar lugar una reducción masiva del gasto social, definitivamente ilustradas por la reducción brutal de la esperanza de vida y del nivel sanitario y cultural de la población en los países de la antigua Unión Soviética sometidos a la "terapia de choque" neoliberal.

lunes, 22 de agosto de 2011

Aves de rapiña

Guerra de rapiña   


Somos testigos distantes de numerosos conflictos bélicos, que se desarrollan por potencias cada vez más temerarias al emplear sus arsenales para satisfacer sus ambiciones.

Las guerras convencionales se alejan debido a la asimetría entre los actores, por lo que ahora los grandes ejércitos se justifican atacando países pequeños. Las potencias despojan a naciones de sus recursos energéticos, la capacidad de autogobernarse o bloquean sus economías.

Si bien este tema ocupa gran parte de la agenda internacional, otros conflictos van desarrollándose en los mismos centros de poder. Grandes corporaciones han llevado el conocimiento al campo económico, convirtiéndolo en una mercancía; y sometiéndolo a sus pugnas comerciales.


En el mundo de la tecnología, las patentes son armas que atentan contra el progreso de la humanidad. Y como pasa en el mundo bélico, el acceso a las armas se restringe con dinero. Un ejemplo claro se da en el terreno de los celulares inteligentes.

Mientras en Venezuela las fábricas socialistas fortalecen la soberanía en telecomunicaciones, en Estados Unidos y Europa grandes empresas quiebran a otras, las desmantelan para obtener los derechos sobre sus innovaciones y luego demandar a quien amenace su cuota de mercado.

Esta guerra de rapiña es menos mediática, pero debe ser denunciada porque configura grandes monopolios que negocian el conocimiento y pueden limitar en un futuro las posibilidades de progreso de los pueblos del sur, con nuevos mecanismos de dependencia.

Caracas

Publicado en el Correo del Orinoco del 18 de agosto de 2011

Los ricos también lloran (pero por otras cosas)

Sobre los 30 talleres de “esclavos” vinculados a la empresa textil Zara en Brasil

Juan Carlos Monedero, en su blog Comiendo Tierra. Subrayo algunas cosas que me preocupan especialmente.
 

Por una parte, me horripila la posibilidad de que la selección natural, en un medio capitalista de larga duración, produzca sociedades siniestras, por supervivendia de los más dóciles (como ha ocurrido con los animales domésticos). Los valientes mueren a menudo sin descendencia. Esperemos que la selección natural nos haga por encima de eso capaces de conocimiento y crítica. 

Por otra, el hecho cierto de que la necesidad de supervivencia, en forma de trabajo enajenado, nos ocupa demasiado tiempo, y el resto es pura recuperación, en forma de puesta a punto diaria (física y mental). La reflexión final sería: dedica un tiempo razonable a tu supervivencia a largo plazo y no sólo a tu día a día.


¿Vamos enterándonos de que ser de las primeras fortunas de un país, formar parte de las principales empresas mundiales, estar entre las más señeras corporaciones financieras o ser de los más relevantes propietarios de inmueble no es sino resultado del robo organizado del trabajo de decenas de miles de personas? ¿Entendemos que no puedes ser rico sin robar, aunque la ley te lo permita?

Vivimos tiempos de Robin Hoods al revés. Soros dijo que gente como él tenía que estar regulada, pero sigue especulando; Buffett dijo que el gobierno de Obama lo trataba muy bien a él y a sus amigos, pero no ha devuelto un dólar. La dueña del 50% de Zara dijo que estaba a favor del 15-M, pero aún se está esperando un gesto real. ¿Por qué dicen y no hacen? ¿Quieren el dinero, la gloria y la bendición del Papa? ¿Ser rico y permitirse el lujo de tener mala conciencia? En el capitalismo actual, hay una fase material -donde el trabajo esclavo es bienvenido- y una fase cognitiva -donde los nuevos esclavistas dicen de sí mismos que son unas bellísimas personas-. Y aún hay nuevos Tio Tom que están agradecidos porque los ricos les devuelven en forma de calderilla el dinero que les roban. Es verdad que estos ladrones dadivosos son mejores que los ladrones despiadados. ¿Pero merecen adulación? Mientras logramos hacer otra televisión, convendría apagarla.

Han demostrado los neurobiólogos (Gazzaniga, ¿Qué nos hace humanos?) que los que se creen sus propias mentiras tienen mayores posibilidades de supervivencia, pues son más creíbles en el grupo. Creerse las propias patrañas es una ventaja adaptativa. La nuestra, desenmascararlos. Los que creen a los mentirosos, no dejan descendencia. Por fortuna, cada vez es más claro el engaño. Pese a los 200 confesionarios de El Retiro. Siempre ha sido mentira que lo que es bueno para la General Motors es bueno para los Estados Unidos. Lo que es bueno para Zara, no es bueno para la gente que vive en este país. Tampoco para los de fuera. Seguro que es mejor trabajar como esclavo que no trabajar. Mera supervivencia. Te han desestructurado tu comunidad, te han quitado el acceso a las tierras cultivables, te han desarraigado de tu lugar. Pero una cosa es asumirlo y otra diferente es celebrarlo. La diferencia entre un cínico y un irónico es que el cínico siempre espera algún tipo de privilegio.

¿Capitalismo con rostro humano? A lo sumo cuando lo estás mirando. Se trataría de no perderlo de vista. Pero lograron el permiso para abrir 24 horas las tiendas y también los fines de semana. Demasiado tiempo ocupados y preocupados. Cuando los problemas son estructurales, las soluciones son estructurales. Si quieres descansar, vete pensado cómo sustituyes al capitalismo. No sabemos si en otra iglesia hay salvación, pero en ésta, la condena es segura.

viernes, 12 de agosto de 2011

20 años sin la URSS

El niño se fue por el caño
con el agua sucia del baño



¿Qué hemos logrado y adónde hemos llegado?
 
Konstantín Cheremisov. Kprf.ru


Traducido del ruso por Josafat S. Comín


Hace 20 años tuvo lugar un acontecimiento que cambió el destino, no solo de cada uno de nosotros, sino de la humanidad en su conjunto. Dejó de existir un estado, una superpotencia, núcleo del sistema socialista mundial, que garantizaba una existencia estable y el desarrollo de la civilización en la Tierra.

Las causas y las consecuencias de este, para la mayoría de nosotros, trágico acontecimiento, exigen un sopesado y objetivo análisis científico. Están apareciendo ahora numerosas publicaciones dedicadas a este tema. Se está haciendo un intento de interpretar a su manera este decisivo momento en la historia de nuestro país en un proyecto conjunto, organizado por “RIA novosti”, por el periódico “Moskovskie novosti” y la revista “Rusia en la política global”. La mayoría de las publicaciones oficiales coinciden en destacar que: sí, sin duda la vida es ahora más difícil, pero eso es algo inevitable cuando se aplican reformas, debemos tener un poco de paciencia y podremos empezar a vivir como en Occidente, aunque ya ahora se pueden ver varios aspectos positivos. Así por ejemplo, en el informe “El nivel y el modo de vida de la población en Rusia en 1989 y 2009”, elaborado por ese baluarte del monetarismo, como es la Escuela superior de economía, se habla del crecimiento del consumo en un 45% para 2008 con respecto a 1990. Cierto que los datos de consumo en algunos indicadores muestran un descenso del consumo de productos de alimentación. Algo que no debería sorprendernos. Siempre es difícil pretender equipararse con los indicadores de una superpotencia. Al fin y al cabo, según datos de la FAO (Organismo de la ONU para la Agricultura y Alimentación), a mediados de los 80, la URSS aparecía entre los 10 países del mundo con una mejor alimentación. Además, hay que tener en cuenta que se ofrecen unos indicadores medios, en un país donde encontramos una estratificación social inadmisiblemente alta.

En lo que respecta a que se trata todavía de un periodo histórico corto, se nos dice que en Europa Occidental para llegar al actual estado de bienestar hubo que pasar por un periodo de más de cien años, y que nosotros de momento solo llevamos 20. ¿Y cómo estaba la URSS en 1945 y que logros se alcanzaron hacia el 1965? ¿Y la industrialización de los años 30? ¿Víctimas? Las hubo, igual que hubo injusticias, pero no como las que vemos hoy en día. Para confirmar esa afirmación basta con estudiar la dinámica del crecimiento demográfico. En primer lugar, entonces la población crecía, mientras que ahora el crecimiento es negativo. En segundo lugar, la mayoría de la población percibía entonces que había una mejora real de las condiciones de vida: se eliminaban las cartillas de racionamiento, la fábrica construía viviendas que permitían dejar la residencia y mudarse a un apartamento propio. En los años 70-80, los habitantes de las zonas rurales alcanzaron por fin un nivel de vida decente. Y en cuanto a la represión, lo que vemos es como en la actualidad la población reclusa en Rusia es mayor que en la época de Stalin. ¿Y lo rápido y eficazmente que resolvió el poder soviético el problema de la infancia abandonada?

Puede que sea esa la principal diferencia entre la Rusia soviética y la actual; la resolución de un modo rápido y eficaz de los problemas más acuciantes, y siempre en beneficio de la mayoría. Por eso en cuanto a todo lo que se habla sobre la torpeza e ineficacia del sistema planificado, basta con comparar, para ver dónde esta la verdad. Vale la pena que recordemos que el Estado trataba a las personas, precisamente como eso, como personas, asumiendo su responsabilidad ante la gente. Eran impensables situaciones como el no cobrar el salario durante meses, como el estar condenado porque no tienes medios para pagarte el tratamiento médico, como el no tener literalmente nada que llevarte a la boca, como el que los niños no acudan a la escuela, o cuando en lugar de productos que han pasado un control de calidad, te venden vete a saber qué, cuando da miedo salir a la calle, cuando hay núcleos de población en el campo sin agua, ni electricidad.

Después de todo, no basta con comparar los indicadores de consumo, también los de producción, los sistemas de salud y educación, el nivel de seguridad personal, y muchas otras cosas que conforman la vida diaria. Pero esa sería una conversación que daría para mucho.

Centrémonos solo en algunas cifras.

Como es sabido, uno de los principales apartados de gasto en el presupuesto familiar de la mayoría de los rusos, es el relacionado con los servicios comunales de la vivienda. El pago por el suministro de agua, de calefacción, agua caliente o electricidad, recae como un pesado fardo sobre cada uno de nosotros. Cada año aumentan las facturas, sin que eso se vea acompañado de una mejora en la calidad de los servicios prestados. ¿Dónde y a qué manos va nuestro dinero? En 1989, el gasto medio por todos esos servicios no representaba más del 3% del presupuesto mensual familiar, ya que por cada rublo que pagaba el inquilino, el estado subsidiaba otros 6.

En la actualidad, el estado ruso se ha liberado de cualesquiera obligaciones. Nos inculcan, que debemos ser nosotros los que asumamos por completo los gastos relacionados con los servicios comunales, costearnos nuestra salud y educación. Al fin y al cabo, nosotros somos los únicos interesados. Según parece, nuestro estado no está en absoluto interesado en tener una población sana y formada. Los gastos presupuestarios destinados a la salud suponen el 3,5% del PIB, lo que es muy poco. Y ya hoy, la población gasta en servicios médicos el 1,5% del PIB y esa cifra va en aumento, ya que es algo que va implícito en la propia política de comercialización del sistema sanitario. Y eso, que según los expertos, tenemos un déficit de médicos en el país, con un coeficiente de pluriempleo que alcanza el 1,6. Puede que sea por eso, por la colosal carga trabajo y cansancio que arrastran, que los médicos ponen tan a menudo diagnósticos equivocados: 10 veces más diagnósticos errados que en los países de la UE. Una situación similar encontramos en el sistema educativo. Si queremos tener un conocimiento aceptable y optar a recibir educación superior o profesional cualificada, deberemos pagar por las principales asignaturas en la escuela. La educación universitaria privada sigue creciendo. Para poder llegar a dedicarnos a la ciencia, tendremos que pagarnos un master. Al mismo tiempo vemos como aumenta la carga de trabajo en el profesorado, lo que acaba repercutiendo negativamente en la calidad de la educación. Ha crecido ya una generación que no llegó a conocer la URSS. La juventud actual, en su mayoría, se hace una idea de la vida en la Unión Soviética, partiendo de los estereotipos que se publican e inculcan desde los medios. Y por raro que parezca, hay una parte de las viejas generaciones que parece padecer un extraño tipo de amnesia. El principal estereotipo, es que en la URSS había carencia de todo. Es innegable que los ciudadanos soviéticos, tenían motivos más que de sobra para estar descontentos con el sistema de distribución, y especialmente con la comercialización de los productos de alimentación. Se producían irregularidades en el suministro y desequilibrios en el reparto según regiones, y había filas, etc. Conviene sin embargo señalar, que ese descontento surgía como una manifestación natural de esas nuevas exigencias, fruto los logros alcanzados en los niveles de alimentación. Además la percepción de muchas de esas insuficiencias, tenían mucho que ver con la presión ideológica. Así por ejemplo, en la URSS como media en 1989 se consumían 363 kg. de leche y productos lácteos por persona y año (en los EE. UU. eran 263). Sin embargo en los sondeos que se hacían en la URSS, el 44% de los encuestados respondían que no consumían suficiente leche. En Armenia, por ejemplo, donde la propaganda antisoviética era especialmente notable, el 62% de la población se mostraba insatisfecha con los niveles de consumo de leche y productos lácteos, siendo que en 1989 el consumo medio allí era de 480kg. por persona.

¿Si el poder adquisitivo de la mayoría de los ciudadanos de la Rusia actual fuese aproximadamente igual al de hace 20 años, no sería ahora el déficit más agudo que el que vimos en la época de la perestroika, que fue el que destacó precisamente por los aparadores vacíos, y que a la postre allanarían el terreno para la llegada de los “reformadores”? Para tomar conciencia clara de los resultados de las dos últimas décadas, podemos de un modo honrado, mirar alrededor, coger un folio y dividirlo en dos columnas: incluir en la primara columna los cambios positivos y en la segunda los negativos. Por ejemplo, cuántos habitantes de la región de Moscú mejoraron sus condiciones habitacionales entre 1971 y 1991 y cuántos entre 1991 y 2011. Cómo ha variado la estructura de la alimentación. Cuántas empresas trabajaban en las ciudades y en las haciendas agrarias y cuántas quedan. Recordar o preguntar a los mayores cómo pasaban las vacaciones (teniendo en cuenta que eran asequibles para la mayoría de la población). Y así podríamos seguir. Sería interesante ver esas valoraciones honestas, serenas. Creo que la principal conclusión sería que la Rusia actual, vive de lo que se creó entonces, es decir, vive todavía del potencial soviético y una vez que se agote, el país se verá irremediablemente al borde del abismo.

En el país se inculcan unos valores morales anormales, que son los que crean el caldo ideal para que surja gente sin principios. El sistema creado, es un sistema que ha arrebatado a la gente el derecho al trabajo y a un sueldo digno. Un sistema que nos ha privado del derecho a una educación y salud de calidad y gratuita. Un sistema que ha dejado sin un futuro digno a nuestra juventud y ha dejado sin protección social a nuestros mayores. Un sistema que ha conculcado los vínculos culturales y familiares de nuestra sociedad. Un sistema, donde se presuponen la corrupción y el latrocinio. Un sistema que ha destruido la seguridad del estado y ha originado una escandalosa incapacidad de mando y una estructura de organización enfermiza. Crear un paraíso en la tierra es algo imposible. Y la justicia es un concepto intrínsecamente subjetivo, por eso siempre habrá descontentos. Pero los criterios que deben guiar el funcionamiento eficaz de las estructuras de gobierno, deben ser en primer lugar la seguridad y un nivel de vida digno para la mayoría de la población. Y partiendo de eso, podemos poner un suspenso a estos 20 años de gobierno de estos “perestroikos”, que destruyeron una superpotencia y que hoy pisotean incluso los derechos constitucionales de los ciudadanos de Rusia a una vida digna en un estado social.