Dejo entera la entrevista hallada en sinpermiso, pero quiero destacar una idea: luchamos contra el tiempo y podemos llegar tarde. Las pequeñas medidas, la sobriedad o las buenas prácticas, a escala personal o doméstica, incluso comunitaria, no modifican sustancialmente el camino al desastre. Hacen falta graves medidas políticas y especialmente mayorías que las exijan, conscientes de una necesidad que conlleva sacrificios.
Pero las mayorías sociales perciben los problemas futuros como algo lejano, mientras los acuciantes del presente están aquí mismo. Y no es tan lejano ese futuro: ya es presente. Aunque no lo veamos con claridad, al igual que una nube deja de distinguirse al llegar hasta ella, convertida en niebla que no la deja ver.
El sistema capitalista busca ante todo su reproducción ampliada, quintaesencia del problema de la insostenibilidad. Domina ya globalmente "la realidad realmente existente"; así que el sentido común, que no comunitario, "realmente existente", nos hace entender como natural lo que es construcción y artificio. Ya son naturaleza la comunicación inalámbrica y el microchip.
Esta segunda naturaleza, invención del ser humano, escapa a su control. La criatura zombi domina a su creador. Un día a día cada vez más rápido (citius, altius, fortius) hace más y más irreversible el proceso descarrilado. Y la ideología sigue a la realidad. El mundo gira deprisa, deja atrás a la mente. Corremos por la autopista en dirección contraria, pero todavía no nos hemos estrellado.
¿Podemos parar el
calentamiento global? Sólo si cambiamos de modo radical nuestro sistema
capitalista, sostiene Naomi Klein. En la entrevista con
el semanario alemán DER SPIEGEL, realizada por Klaus Brinkbäumer,
explica por qué ha llegado el momento de abandonar los pequeños pasos en
favor de un enfoque radicalmente nuevo, tal como detalla en su libro de
reciente aparición en castellano Esto lo cambia todo, el capitalismo contra el clima, donde explica las razones por las que
la crisis climática nos desafía a abandonar definitivamente la ideología
de «libre mercado», a reestructurar la economía global y a rehacer
nuestros sistemas políticos. Tenemos tiempo, pero no mucho.
El
cambio climático obliga
a replantear un modelo económico ya fracasado. Hay que reducir masivamente la emisión de gases de
efecto invernadero. Es la oportunidad para acortar las enormes
desigualdades económicas, replantear nuestras democracias fracturadas y
reconstruir las economías locales.
Der Spiegel
-DER SPIEGEL: Señora Klein, ¿por qué no consigue la gente detener el cambio climático?
-Klein: Mala suerte. Mal momento. Muchas coincidencias lamentables.
-SPIEGEL: ¿La catástrofe equivocada en el momento equivocado?
-Klein:
El peor momento posible. La conexión entre gases de invernadero y
calentamiento global viene siendo una cuestión política central para la
humanidad desde 1988. Fue precisamente la época en que cayó el Muro de
Berlín y Francis Fukuyama certificó “el fin de la Historia", la victoria
del capitalismo occidental. Canadá y los EE.UU. firmaron el primer
acuerdo de libre comercio, que sirvió de prototipo para el resto del
mundo.
-SPIEGEL: ¿De modo que lo que dice usted es que
empezó una nueva era de consumo y energía precisamente en el momento en
que la sostenibilidad y contención habrían sido más adecuadas?
-Klein:
Exacto. Y fue precisamente en ese momento cuando nos dijeron que ya no
había nada parecido a la responsabilidad social y la acción colectiva,
que deberíamos dejarlo todo al mercado. Privatizamos nuestros
ferrocarriles y la red energética, la OMC y el FMI se comprometieron con
un capitalismo desregulado. Por desgracia, esto condujo a una explosión
de las emisiones.
-SPIEGEL: Usted es activista y lleva
culpando al capitalismo de toda clase de cosas a lo largo de los años.
¿Le echa la culpa ahora también del cambio climático?
-Klein:
No hay razón para ser irónicos. Las cifras cuentan cuál es la historia
entera. Durante los años 90, las emisiones se elevaron un 1% anual.
Desde el año 2000 han ido subiendo una media del 3.4%. Se exportó
globalmente el sueño americano y se expandieron rápidamente bienes de
consumo que creíamos esenciales para satisfacer nuestras necesidades.
Empezamos a vernos exclusivamente como consumidores. Cuando el comprar
como forma de vida se exporta a todos los rincones del globo, eso exige
energía. Mucha energía.
-SPIEGEL: Volvamos a nuestra primera pregunta: ¿por qué no ha podido la gente detener este cambio?
-Klein:
Hemos desechado sistemáticamente las herramientas. Hoy se hace mofa de
regulaciones de toda laya. Los gobiernos ya no aplican reglas severas
que pongan límites a las compañías petrolíferas y demás empresas. Esta
crisis se nos ha venido encima en el peor momento posible. Ya no nos
queda tiempo. Estamos en un momento de ahora o nunca. Si no actuamos
como especie, nuestro futuro está en peligro. Tenemos que reducir
emisiones de modo radical.
-SPIEGEL: Volvamos a otra
pregunta: ¿No está usted apropiándose indebidamente del cambio climático
para utilizarlo en su crítica del capitalismo?
-Klein:
No. El sistema económico que hemos creado ha creado también el cambio
climático. No me lo he inventado. El sistema es inservible, la
desigualdad económica es demasiado grande y la falta de contención por
parte de las compañías energéticas es desastrosa.
-SPIEGEL: Su hijo Toma tiene dos años y medio. ¿En qué clase de mundo vivirá cuando salga del instituto en 2030?
-Klein:
Eso es lo que está decidiéndose ahora mismo. Veo señales de que podría
haber un mundo radicalmente distinto del que tenemos hoy en día, y de
que el cambio podría ser bien bastante positivo o extremadamente
negativo. Ya es seguro que al menos en parte será un mundo peor. Vamos a
experimentar el cambio climático y bastantes más desastres naturales,
eso es seguro. Pero tenemos tiempo todavía para impedir un calentamiento
verdaderamente catastrófico. Tenemos tiempo asimismo de cambiar nuestro
sistema económico para que no se vuelva más brutal y despiadado al
enfrentarse al cambio climático.
-SPIEGEL: ¿Qué puede hacerse para mejorar la situación?
-Klein:
Tenemos hoy que tomar algunas decisiones acerca de qué valores son
importantes para nosotros y cómo queremos de verdad vivir. Y, por
supuesto, hay una diferencia entre que la temperatura se eleve solo 2
grados o lo haga 4 o 5 o más. Todavía nos es posible a los seres humanos
tomar las decisiones correctas.
-SPIEGEL: Han pasado
26 años desde que se fundó el Panel Intergubernamental sobre Cambio
Climático (IPCC - Intergovernmental Panel on Climate Change) en 1988.
Sabemos como mínimo desde entonces que las emisiones de CO2 causadas por
quemar petróleo y carbón son responsables del cambio climático. Pero
poco se ha hecho por encarar el problema. ¿No hemos fracasado ya?
-Klein:
Yo veo la situación de modo diferente, dado el enorme precio que
tendremos que pagar. Mientras tengamos la menor oportunidad de éxito o
de minimizar el daño, tenemos que seguir luchando.
-SPIEGEL: Hace varios años, la comunidad internacional estableció un
objetivo para limitar el calentamiento global a dos grados centígrados.
¿Lo considera todavía alcanzable?
-Klein:
Bueno, todavía es una posibilidad física. Tendríamos que reducir
inmediatamente las emisiones globales en un 6% anual. Los países más
ricos tendrían que sobrellevar un peso mayor, lo que significa que los
EE.UU. y Europa tendrían que recortar emisiones entre un 8% y un 10%
anual. Inmediatamente. No es imposible, solo que es profundamente irreal
políticamente con nuestro actual sistema.
-SPIEGEL: ¿Está usted diciendo que nuestras sociedades no son capaces de hacerlo?
-Klein:
Sí. Necesitamos un cambio espectacular, tanto en la política como en la
ideología, porque hay una diferencia fundamental entre lo que los
científicos nos dicen que tenemos que hacer y nuestra actual realidad
política. No podemos cambiar la realidad física, así que tenemos que
cambiar la realidad política.
-SPIEGEL: ¿Puede una sociedad que se centra en el crecimiento combatir de verdad con éxito el cambio climático?
-Klein:
No. Un modelo económico basado en un crecimiento indiscriminado lleva
inevitablemente a un mayor consumo y a mayores emisiones de CO2. Puede y
debe haber crecimiento en el futuro en muchos sectores bajos en carbón
de la economía: en tecnologías verdes, en transporte público, en todas
las profesiones que proporcionan cuidados, en las artes y, por supuesto,
en educación. Ahora mismo, el núcleo de nuestro producto interior bruto
comprende solo el consumo, las importaciones y exportaciones. Ahí tiene
que haber recortes. Cualquier otra cosa sería engañarse.
-SPIEGEL: El Fondo Monetario Internacional afirma lo contrario. Dice
que el crecimiento económico y la protección del clima no se excluyen
mutuamente.
-Klein: No analizan las mismas
cifras que yo. El primer problema es que en todas estas conferencias
sobre el clima todo el mundo actúa como si fuéramos a llegar a nuestra
meta por medio de un compromiso propio y de obligaciones voluntariamente
aceptadas. Nadie le dice a las empresas petrolíferas que van a tener
que ceder. El segundo problema es que estas empresas van a luchar como
fieras para proteger lo que no quieren perder.
-SPIEGEL: ¿En serio quiere eliminar el libre mercado con el fin de salvar el clima?
-Klein:
No hablo de eliminar mercados, pero nos hace falta mucha más
estrategia, dirección y planificación, y un equilibrio muy diferente. El
sistema en el que vivimos está abiertamente obsesionado con el
crecimiento, considera bueno todo crecimiento. Pero hay formas de
crecimiento que está claro que no son buenas. Está para mí claro que mi
posición entra en conflicto directo con el neoliberalismo. ¿Es verdad
que en Alemania, aunque han acelerado ustedes el cambio a las
renovables, el consumo de carbón está en realidad aumentando?
-SPIEGEL: Eso era cierto entre 2009 y 2013.
-Klein:
Para mí eso es expresión de su renuencia a tomar decisiones sobre lo
que hace falta llevar a cabo. Alemania tampoco va a cumplir su objetivo
de emisiones en años venideros.
-SPIEGEL: ¿Es la presidencia de Obama lo peor que podía haberle pasado al clima?
-Klein:
En cierto modo. No porque Obama sea peor que un republicano, que no lo
es, sino porque estos ocho años fueron la mayor oportunidad
desperdiciada de nuestras vidas. Se daban los factores justos para una
convergencia realmente histórica: consciencia, apremio, ánimo, su
mayoría política, el fracaso de los Tres Grandes fabricantes de
automóviles norteamericanos y hasta la posibilidad de encarar a la vez
el cambio climático y el fallido mundo financiero sin regular. Pero
cuando accedió al cargo no tuvo el valor de acometerlo. No venceremos en
esta batalla a menos que estemos dispuestos a hablar de por qué Obama
consideró que el hecho de tener control sobre bancos y compañías de
automóviles era más una carga que como una oportunidad. Estaba
prisionero del sistema. No quiso cambiarlo.
-SPIEGEL: Los EE.UU. y China llegaron finalmente a un acuerdo inicial sobre el clima en 2014.
-Klein:
Lo cual, por supuesto, es algo bueno. Pero todo lo que puede resultar
penoso en el acuerdo no entrará en vigor hasta que Obama concluya su
cargo. Con todo, lo que ha cambiado es que Obama dijo: "Nuestros
ciudadanos se están manifestando, no podemos ignorarlo". Los movimientos
de masas son importantes, tienen repercusiones. Pero para empujar a
nuestros líderes hasta donde tienen que llegar, los movimientos tienen
que hacerse aún más fuertes.
-SPIEGEL: ¿Cuál debería ser su meta?
-Klein:
En los últimos 20 años, la extrema derecha, la absoluta libertad de las
empresas petrolíferas y la libertad del 1% de los superricos de la
sociedad se han convertido en norma política. Tenemos que desplazar de
nuevo el centro político norteamericano de la franja derechista a su
lugar natural, el verdadero centro.
-SPIEGEL: Señora
Klein, eso no tiene sentido, porque es una ilusión. Piensa usted en
abarcar demasiado. Si quiere usted eliminar el capitalismo antes de
pergeñar un plan para salvar el clima, sabe usted que esto no va a
suceder.
-Klein: Mire, si quiere usted
deprimirse, hay muchas razones para ello. Pero seguirá usted
equivocándose, porque el hecho es que centrarse en cambios graduales
supuestamente conseguibles, como el comercio de emisiones y el cambio de
bombillas, ha fracasado miserablemente. En parte eso se debe a que en
la mayoría de los países, el movimiento ambiental ha seguido elitista,
tecnocrático y supuestamente neutral en lo político durante dos décadas y
media. Ya vemos hoy cuáles son los resultados: nos ha llevado por el
camino equivocado. Las emisiones están aumentando y aquí está el cambio
climático. En segundo lugar, en los EE.UU. todas las transformaciones
importantes legales y sociales de los últimos 150 años han sido
resultado de movimientos sociales masivos, ya estuviesen a favor de las
mujeres, contra la esclavitud o en pro de los derechos civiles.
Necesitamos de nuevo esta fortaleza, y bien rápido, porque la causa del
cambio climático es el sistema político y económico mismo. Su enfoque es
demasiado tecnocrático y estrecho.
-SPIEGEL: Si
intenta usted solucionar un problema específico dándole la vuelta a todo
el orden social, no lo va a resolver. Eso es una fantasía utópica.
-Klein:
Si el orden social es la raíz del problema, no. Visto desde otra
perspectiva, nadamos literalmente en ejemplos de pequeñas soluciones:
hay tecnologías verdes, leyes locales, tratados bilaterales e impuestos
al CO2. ¿Por qué no tenemos todo eso a escala global?
-SPIEGEL: ¿Está usted diciendo que todos esos pequeños pasos –
tecnologías verdes e impuestos al CO2 y un comportamiento ecológico
individual – no tienen sentido?
-Klein: No.
Todos deberíamos hacer lo que podamos, por supuesto. Pero no podemos
engañarnos con que eso sea suficiente. Lo que digo es que esos pequeños
pasos seguirán siendo demasiado pequeños si no se convierten en un
movimiento de masas. Necesitamos una transformación económica y
política, que se base en comunidades más fuertes, empleos sostenibles,
mayor regulación y un alejamiento de esta obsesión del crecimiento. Esas
son las buenas noticias. Tenemos de verdad la oportunidad de resolver
muchos problemas de inmediato.
-SPIEGEL: No parece contar con la razón colectiva de políticos y empresarios.
-Klein:
Porque el sistema no puede pensar. El sistema recompensa la ganancia a
corto plazo, lo que quiere decir beneficios rápidos. Fíjese en Michael
Bloomberg, por ejemplo...
-SPIEGEL: …empresario y antiguo alcalde de la ciudad de Nueva York…
-Klein:
…que entiende la gravedad de la crisis del clima como político. Como
empresario, prefiere invertir en un fondo que se especializa en activos
de petróleo y gas. Si una persona como Bloomberg no puede resistirse a
la tentación, se puede asumir en ese caso que no es tan grande la
capacidad de autoconservación del sistema.
-SPIEGEL: Un capítulo especialmente inquietante de su libro es el de Richard Branson, presidente del Grupo Virgin.
-Klein: Sí, no me lo habría esperado.
-SPIEGEL: Branson ha tratado de presentarse como un hombre que quiere
salvar el clima. Todo empezó en un encuentro con Al Gore.
-Klein:
Y en 2006 se comprometió en un acto que acogía la Clinton Global
Initiative a que invertiría 3.000 millones de dólares en investigación
en tecnologías verdes. En aquella época yo pensaba que sería una
aportación realmente fantástica. Lo que no se me ocurrió pensar es “qué
cabrón tan cínico eres”.
-SPIEGEL: Pero Branson no estaba más que simulando y solo invirtió una parte de ese dinero.
-Klein: Puede que fuera sincero en ese momento, pero sí, se invirtió una parte.
-SPIEGEL: Desde 2006, Branson ha añadido 160 nuevos aviones a sus
numerosas líneas aéreas y ha incrementado sus emisiones en un 40%.
-Klein: Sí.
-SPIEGEL: ¿Qué se puede aprender de esta historia?
-Klein:
Que tenemos que poner en tela de juicio el simbolismo y los gestos que
hacen las estrellas de Hollywood y los superricos. No podemos
confundirlos con un plan científicamente serio para reducir emisiones.
-SPIEGEL: En Norteamérica y Australia, se gasta mucho dinero intentando negar el cambio climático. ¿Por qué?
-Klein:
Es distinto de Europa. Se trata de una indignación semejante a la de
quienes se oponen al aborto y el control de armas. No se trata sólo de
que estén protegiendo un modo de vida que no quieren cambiar. Es que han
entendido que el cambio climático pone en solfa el núcleo de su sistema
de creencias contrario al gobierno y en pro del libre mercado. De modo
que tienen que negarlo para proteger su propia identidad. Por eso por lo
que existe esta diferencia de intensidad: los liberales quieren actuar
un poquito en la protección del clima. Pero al mismo tiempo, estos
liberales tienen una serie de cuestiones aparte que figuran de modo más
destacada en su agenda. Pero tenemos que entender que los más duros de
quienes niegan el cambio climático entre los conservadores harán todo lo
que esté en su mano para impedir que se actúe.
-SPIEGEL: ¿Con estudios pseudocientíficos y desinformación?
-Klein: Con todo eso, por supuesto.
-SPIEGEL: ¿Explica eso por qué relaciona todas esas cuestiones –
cuestiones de medio ambiente, igualdad, salud pública y trabajo – que
son populares entre la izquierda? ¿Por razones puramente estratégicas?
-Klein:
Esas cuestiones guardan relación y nos hace falta asimismo
relacionarlas en el debate. Sólo hay un modo de vencer en una batalla
contra un pequeño grupo de personas que se te enfrentan porque tienen
mucho que perder: hay que iniciar un movimiento masivo que abarque a
toda aquella gente que tiene mucho que ganar. A quienes lo niegan solo
se les puede derrotar si te muestras igual de apasionado que ellos, pero
también cuando eres superior en número. Porque la verdad es que son
realmente muy pocos.
-SPIEGEL: ¿Por qué no cree usted que la tecnología tenga potencial para salvarnos?
-Klein:
Se ha producido un progreso tremendo en el almacenamiento de energías
renovables, por ejemplo, y en la eficiencia solar. Pero ¿en el cambio
climático? Yo, en cualquier caso, no tengo bastante fe como para decir:
"Como ya nos inventaremos algo en un momento dado, dejemos de lado todos
los demás esfuerzos". Eso sería una insensatez.
-SPIEGEL: Gente como Bill Gates ve las cosas de modo diferente.
-Klein:
Y yo encuentro ingenuo su fetichismo tecnológico. En años recientes
hemos sido testigos de ciertos fracasos verdaderamente resonantes en los
que algunos de los tíos más listos metieron la pata hasta el fondo a
una escala grandiosa, ya fuera con los derivados que desencadenaron la
crisis o la catástrofe petrolífera de la costa de Nueva Orleans. En una
gran mayoría, la gente, nosotros, destrozamos las cosas y no sabemos
luego cómo arreglarlas. Y ahora mismo, lo que estamos destrozando es
nuestro planeta.
-SPIEGEL: Oyéndola, se podría tener la impresión de que la crisis del clima es una cuestión de género.
-Klein: ¿Por qué dice usted eso?
-SPIEGEL: Bill Gates dice que tenemos que avanzar e idear nuevas
invenciones para poner bajo control el problema y, en última instancia,
esta Tierra nuestra tan complicada. Por otro lado, dice usted: parad,
no, tenemos que adaptarnos a este planeta y volvernos más livianos. Las
compañías petrolíferas norteamericanas están dirigidas por hombres. Y a
usted, una mujer crítica, la describen como una histérica. No resulta
absurdo pensarlo, ¿verdad?
-Klein: No. La
industrialización en su conjunto estaba emparentada con el poder, con
ver si sería el hombre o la naturaleza la que dominara la Tierra. A
algunos hombres les resulta difícil reconocer que no lo tenemos todo
bajo control; que hemos acumulado todo este CO2 a lo largo de los siglos
y que la Tierra hoy nos dice: mira, no eres más que un invitado en mi
casa.
-SPIEGEL: ¿Invitado de la Madre Tierra?
-Klein:
Eso suena demasiado cursi. Pero, con todo, tiene usted razón. La
industria petrolífera es un mundo dominado por los hombres, muy
semejante en eso a las altas finanzas. Es algo muy de machos. La idea
norteamericana y australiana de "descubrir" un país infinito y de que se
puedan extraer inacabables recursos entraña un relato de dominación,
que representa tradicionalmente a la naturaleza como una mujer débil y
torpe. Y la idea de estar en relación de interdependencia con el resto
del mundo natural se considera una debilidad. Por eso es por lo que les
resulta doblemente difícil a los machos alfa reconocer que se han
equivocado.
-SPIEGEL: Hay en su libro una cuestión de
la que parece querer desviarse. Aunque denigra usted a las empresas, no
dice usted nunca que sus lectores, que son clientes de estas empresas,
son asimismo culpables. Tampoco dice usted nada del precio que tendrá
que pagar cada uno de sus lectores por la protección del clima.
-Klein:
Oh, yo creo que la mayoría de la gente estaría encantada de pagar por
ello. Saben que la protección del clima exige un comportamiento
razonable: conducir menos, volar menos y consumir menos. Estarían
encantados de utilizar energías renovables si se les ofreciera.
-SPIEGEL: Pero la idea no es lo bastante grande, ¿verdad?
-Klein:
(ríe) Exacto. El movimiento verde pasó décadas instruyendo a la gente
para que utilizara su basura como abono, para que reciclara y montase en
bicicleta. Pero fíjese en lo que ha sucedido con el clima durante estas
décadas.
-SPIEGEL: ¿Es su manera de vivir beneficiosa para el clima?
-Klein:
No lo bastante. Voy en bicicleta, utilizo el transporte público, trato
de dar charlas por Skype, comparto un coche híbrido y he recortado mis
vuelos hasta una décima parte de lo que eran antes de empezar este
proyecto. Mi pecado está en tomar taxis y, desde que salió el libro, en
volar demasiado. Pero no creo tampoco que tenga que ser la gente
perfectamente verde y que vive sin emitir CO2 la única que deba hablar
sobre esta cuestión. Si así fuera, entonces nadie podría decir una
palabra en absoluto.
-SPIEGEL: Señora Klein, gracias por esta entrevista.