La dialéctica no es un mecano.
Dialéctica y mecanicismo no son mecánicamente compatibles. Pero paradójicamente son también dos polos de un par... dialéctico.
Como lo son el azar y la necesidad, la indeterminación y el determinismo, el caos y... sus leyes.
La dialéctica es el despliegue eterno de las contradicciones. Es la vida, y es el lenguaje de la mente y la inteligencia articulada de las lenguas.
No es una excusa fácil para no pensar.
Manoseada y degradada por algunos manuales (no todos), vive. Porque el universo es algo más que las sentencias de los jueces y el juicio de los pontífices.
Se debe tomar en serio.
El marxismo es un humanismo.
Hubo vida e historia antes de él, y la seguirá habiendo.
(O no).
No es un bello producto, no es un fruto perfecto... pero alguna vez esto tenía que empezar. Todo corre prisa, el tiempo se encoge como la piel de zapa. Por eso lo importante se hace urgente y lo urgente cobra importancia. Ahí va eso. Irá cambiando, se desarrollará, pero no se puede esperar más. Época rara ésta. ¿Lo habrán sido todas? Posiblemente, pero no en tan alto grado. Ahora todo es apariencia. Intentemos descubrir juntos qué hay detrás del decorado.
sábado, 31 de octubre de 2015
miércoles, 28 de octubre de 2015
¿Salir del euro?
La realidad es compleja y, por lo tanto, dialéctica...
Por eso, decir que la ruptura del corsé monetario europeo sería una catástrofe, y en consecuencia repetir el "no hay alternativa", suponiendo que la salida sería peor que la permanencia, es muy discutible.
Porque la salida crearía nuevas situaciones, no estáticas, con consecuencias para todas las partes; y un nuevo equilibrio en que los perjudicados de hoy podrían tener oportunidades mañana, mientras que prolongar esta situación los aboca a la ruina a cámara lenta.
Salvador López Arnal reseña aquí la obra de Jean-Luc Mélenchon, "El arenque de Bismarck", editada por El Viejo Topo. Sobre la UE realmente existente, tan lejana del sueño que nos vendieron, y cuya mentira denunciaba hace ¡veinte años! Julio Anguita.
Esta es la recomendación final de la reseña:
Lo esencial: lean el panfleto de Mélenchon, no se lo pierdan, no les decepcionará (aunque no siempre coincidan con lo que defiende y con cómo lo defiende). Para evitar que, en poco tiempo, se nos atragante el arenque de Bismarck, de Merkel y de las grandes corporaciones con mando en plaza tipo Volswagen, las que mandan realmente en esta pseudodemocracia a la que solemos llamar UE. Si pensamos un momento en corporación estafa-contaminante y en sus alrededores, tomaremos consciencia (más si cabe) del inmenso lodazal en el que estamos inmersos.
Y añade al final una cita, la que motiva esta pincelada porque que me ha hecho pensar que "hay vida fuera del euro". Como bien dice el autor de la reseña, es "una interesante aproximación del filósofo gramciano Miguel Candel que viene muy a cuento":
“En efecto, aunque el autor no lo dice, es obvio que los euros redenominados, en el caso, por ejemplo, de España se devaluarían de entrada no menos de un 30-40% respecto al euro, digamos, alemán. Es otra manera de hacer la famosa quita. Por tanto, durante un tiempo habría que consumir "nacional" a tope, lo cual, dicho sea de paso, reactivaría sectores productivos nacionales que la orgía importadora de los últimos años ha reducido al mínimo. Pero hay otro punto muy importante, que el autor sólo menciona "en passant": el euro que seguiría funcionando en los países fieles a la Unión Monetaria ya no valdría lo mismo, pues dejaría de representar las economías de los países salientes. Eso sin contar los ataques especulativos que sufriría precisamente por esa pérdida de respaldo. Consecuencia: la devaluación inicial de las nuevas monedas nacionales seguramente tendería a corregirse a medio plazo. Y entre tanto los países salientes mejorarían apreciablemente su balanza comercial con el exterior gracias precisamente a la devaluación. En el peor de los casos, la volatilidad financiera europea resultante forzaría una negociación a fondo de la deuda en que Alemania y sus satélites no tendrían más remedio que bajarse los humos.
El dejar de lado el caso de Grecia, como hace el autor, se explica porque su estructura productiva se ha contraído tanto y, sobre todo, se ha permitido que la troika asuma el control de su política económica hasta tal punto que el país ha perdido prácticamente su soberanía y se ha convertido en un protectorado, como han dicho muchísimos analistas de dentro y fuera de Grecia. Y un servidor cree que ése es el destino que espera a otros países de la Europa meridional, como el nuestro, si no se rompe el cepo del euro. Mejor, por supuesto, romperlo entre varios. Pero tal como veo la cosa, creo que el único país que reúne hoy por hoy condiciones políticas para iniciar el proceso de desmontaje del euro es Francia. Los demás sureños seguimos presa del europapanatismo. Y, por supuesto, si Francia rompe, se acabó la Unión Monetaria. Allons, enfants...”
A la vista del callejón sin salida del euro, el mismo día del fracaso griego, me suscribí a esta página:
Dejo aquí las declaraciones que en su día hizo un Anguita (que, como yo mismo, era mucho más joven).
martes, 27 de octubre de 2015
O cambio climático y agotamiento, o ecosocialismo y decrecimiento
Para una reciente intervención en Colombia, Jorge Riechmann, tratando como siempre de comprender y de ayudar, recopiló algunos datos escalofriantes. Asustan, más aún que por los inmensos problemas que se avecinan, por los ingentes sacrificios que habría que hacer para evitar las peores consecuencias, y que contrastan tanto con las expectativas de la mayoría de nosotros (¡incluyendo en ese nosotros a las personas medianamente concienciadas!) que continuamente nos hacen ignorarlos en nuestras prácticas cotidianas.
Reducciones tan brutales en lo que siempre habíamos imaginado que sería el futuro nos hacen preferir una niebla que oculte el muro infranqueable hacia el que nos dirigimos a toda velocidad a un frenazo en toda regla. Todo lo más, suaves toques en el pedal, temiendo el patinazo más que el choque.
A eso se une el hecho de que los que conducen el autobús se sienten (falsamente) seguros de sus "airbags". Poco les importan las consecuencias para los que se hacinan en el portaequipajes y en la baca. Ya irán saliendo despedidos en cada curva. La mayoría, además, viajan más o menos tranquilos, y no faltan los entusiastas que cantan aquello de "qué buenos son los padres escolapios que nos llevan de excursión" (o las madres ursulinas, que tanto les da).
Jorge Riechmann
Reducciones tan brutales en lo que siempre habíamos imaginado que sería el futuro nos hacen preferir una niebla que oculte el muro infranqueable hacia el que nos dirigimos a toda velocidad a un frenazo en toda regla. Todo lo más, suaves toques en el pedal, temiendo el patinazo más que el choque.
A eso se une el hecho de que los que conducen el autobús se sienten (falsamente) seguros de sus "airbags". Poco les importan las consecuencias para los que se hacinan en el portaequipajes y en la baca. Ya irán saliendo despedidos en cada curva. La mayoría, además, viajan más o menos tranquilos, y no faltan los entusiastas que cantan aquello de "qué buenos son los padres escolapios que nos llevan de excursión" (o las madres ursulinas, que tanto les da).
Encuentro
de las Américas frente al Cambio Climático
Jorge Riechmann
Bogotá,
22 de septiembre de 2015
1
Agosto
de 2015 fue el mes más cálido en el planeta Tierra desde que hay registros
(1880). [1] Y 2014 fue el primer año,
a lo largo de toda la era industrial, en que la disponibilidad de energía
primaria per cápita disminuyó con respecto al año anterior [2] (exceptuando shocks del
petróleo exógenos como el de 1973-74). Estas dos dinámicas –calentamiento
climático y escasez creciente de energía y materiales—están determinando ya, y
van a hacerlo de forma mucho más intensa, el destino de los seres humanos en el
siglo XXI –que hace tiempo yo vengo llamando el Siglo de la Gran Prueba.
Estamos
en una situación de emergencia planetaria, y los tiempos que vienen son muy
duros. Acá, en Colombia, padecen ustedes la peor sequía de las últimas décadas
–con el agua ya racionada en 130 municipios a mediados de septiembre de 2015, y
otros trescientos que podrían pronto llegar a la misma situación- al mismo
tiempo que sus científicos e investigadoras se inquietan por la combinación de
enfermedades (muy probablemente relacionada con el cambio climático) que está
amenazando a los frailejones, esa hermosa planta de los páramos altos de la que
depende, precisamente, buena parte del suministro de agua de muchos pueblos y
ciudades colombianas. [3] (Pues el páramo, como
bien exponía el alcalde mayor de Bogotá Gustavo Petro en su intervención
inaugural en el Encuentro de las Américas Frente al Cambio Climático, el 21 de
septiembre de 2015, es como una esponja que absorbe y guarda el agua –gracias a
sus frailejones, en combinación con el resto de los componentes de ese
ecosistema excepcional… “Si el frailejón muere nos quedamos sin agua”, dijo el
alcalde con gran rotundidad.)
2
Sabemos
que en París, en diciembre de 2015, tendrá lugar una reunión internacional de
trascendental importancia. Pero también sabemos que en esa COP 21 se llegará
–es lo máximo a que aspiran los actores en el ruedo internacional- a
compromisos voluntarios, no a acuerdos vinculantes. Compromisos voluntarios asumidos
por Estados cuya soberanía es limitada, con un puñado de excepciones (EEUU,
China, Rusia…). Hoy –casi da vergüenza tener que decirlo- el verdadero poder
soberano es el del capital transnacional… Lo que tendremos serán, entonces,
acuerdos voluntarios firmados por autoridades políticas con escaso poder real,
mientras que la maquinaria económica sigue entregada sin trabas a su
automatismo: la acumulación de capital.
Sin
un vuelco hoy casi inimaginable, la catástrofe climática está preprogramada.
3
No
hay posibilidad de hacer frente a la gran crisis climática sin acudir a un
sentido del límite del que la cultura hoy dominante carece por completo. Ahí
donde hoy se pregona que “más es mejor”, deberíamos ser capaces de formular
colectivamente un: “lo suficiente basta”. Me refiero a un sentido del límite
que encontramos expresado, desde esos márgenes donde hemos relegado a la
contracultura ecologista, por ejemplo en las palabras siguientes de Ivan
Illich, escritas hace más de cuatro decenios: “Hay que reconocer que la
incorporación de algo más de un cierto quantum de energía
por unidad de un producto industrial inevitablemente tiene efectos
destructores, tanto en el ambiente sociopolítico como en el ambiente biofísico.
(…) No es posible alcanzar un estado social basado en la noción de equidad y
simultáneamente aumentar la energía mecánica disponible, a no ser bajo la
condición de que el consumo de energía por cabeza se mantenga dentro de
límites.” [4]
4
Deberíamos intentar un ejercicio de realismo; situarnos de verdad donde estamos en 2015, dejando de lado en lo posible denegación, autoengaño y pensamiento desiderativo (wishful thinking). Hagámonos cargo: no estamos en 1972 (año de la primera “cumbre” mundial de NN.UU. sobre medio ambiente y desarrollo humano, en Estocolmo; y año de la publicación del importantísimo primer informe al Club de Roma, The Limits to Growth), estamos en 2015.
En
diciembre de 2013 se publicó un importantísimo artículo científico, del
climatólogo James Hansen y sus colaboradores: “Assessing dangerous climate
change”. [5] ¿Qué nos dice este
trabajo? Que incluso los daños asociados a un incremento de temperatura
promedio de 2 ºC (sobre los niveles preindustriales) son insoportables –y
recordemos que se trata del objetivo oficial de las instituciones políticas de
nuestro disfuncional mundo político, y que no se está haciendo nada por
acercarnos a ese objetivo insuficiente, antes al contrario: cada vez nos
alejamos más del mismo–.Y que si existe todavía alguna posibilidad de
“resolver” el problema climático, consistiría en disminuir las emisiones
globales –que ahora siguen creciendo, en la misma senda en que lo han hecho
durante los decenios últimos– a un rapidísimo ritmo del 6% anual,
sostenidamente, durante cuatro decenios ¡empezando en 2013!
De
hecho, los cálculos de otros prestigiosos climatólogos, como Kevin Anderson delTyndall
Centre for Climate Research, llevan a conclusiones aún más duras: los países
ricos (los del anexo I del Protocolo de Kyoto) deberíamos reducir nuestras
emisiones entre
un 8 y un 10% anual a partir de 2013. [6]
Adaptar
la economía mundial a los límites biofísicos del planeta (asunto ineludible si
la especie humana desea tener un futuro más allá de las crisis del siglo XXI,
el Siglo de la Gran Prueba) [7] exige una regulación
global de esa economía… a la que los poderes capitalistas de este mundo se
oponen ferozmente. Pues advierten, por ejemplo, que reducir las emisiones de
gases de “efecto invernadero” en las magnitudes y plazos necesarios, no ya para
estabilizar el clima del planeta, sino para frenar lo peor del calentamiento
(recordemos: reducir al menos un 6% anual durante cuatro decenios, a partir de
2013), no es compatible con mantener la rentabilidad que exigen los capitales
privados en el sistema de producción capitalista (y con el crecimiento de la
producción y el consumo necesarios para esa rentabilidad)… Climatólogos
como Kevin Anderson, director adjunto del Centro Tyndall para la Investigación
del Cambio Climático en Gran Bretaña, señalan que ya hemos perdido la
oportunidad para realizar cambios graduales: [8]
“Tal
vez, durante la Cumbre sobre la Tierra de 1992, o incluso en el cambio de
milenio, el nivel de los dos grados centígrados [con respecto a las
temperaturas preindustriales] podrían haberse logrado a través de
significativos cambios
evolutivos en el marco de la hegemonía política y económica
existentes. Pero el cambio climático es un asunto acumulativo.
Ahora, en 2013, desde nuestras naciones altamente emisoras (post-) industriales
nos enfrentamos a un panorama muy diferente. Nuestro constante y colectivo
despilfarro de carbono ha desperdiciado toda oportunidad de un ‘cambio
evolutivo’ realista para alcanzar nuestro anterior (y más amplio) objetivo de
los dos grados. Hoy, después de dos décadas de promesas y mentiras, lo que
queda del objetivo de los dos grados exige un cambio revolucionario de la hegemonía política y económica” [9] (la negrita es del propio
Anderson).
5
No
se trata sólo -¡sólo!- de un “nuevo modelo de desarrollo”, como reza el título
de esta sesión plenaria en la que nos encontramos, acá en el auditorio de la
Alcaldía Mayor de Bogotá. Se trata de salir del capitalismo.
Ojalá se tratase de algo más sencillo, como –pongamos por caso- los nuevos Objetivos de Desarrollo del Milenio que está terminando de ajustar NN.UU. para el período 2015-2030 y se aprobarán esta semana, el 25 de septiembre. Pero no es así: la cuestión, como digo, es enfrentarnos a la contracción económica de emergencia que necesitamos (para evitar el calentamiento climático catastrófico –si es que aún es posible) saliendo del capitalismo.
Ojalá se tratase de algo más sencillo, como –pongamos por caso- los nuevos Objetivos de Desarrollo del Milenio que está terminando de ajustar NN.UU. para el período 2015-2030 y se aprobarán esta semana, el 25 de septiembre. Pero no es así: la cuestión, como digo, es enfrentarnos a la contracción económica de emergencia que necesitamos (para evitar el calentamiento climático catastrófico –si es que aún es posible) saliendo del capitalismo.
Hoy
ya no bastan los cambios incrementales, las medidas graduales relativamente
indoloras que hubieran sido posibles de haberse comenzado la acción necesaria
hace dos o tres decenios (como los impuestos al carbono que de todas formas
seguimos preconizando). Necesitamos cambios estructurales muy profundos, un
verdadero volantazo para impedir que el vehículo civilizatorio donde viajamos
se precipite al abismo que ya está muy cerca. Para que nos demos cuenta del cambio
revolucionario que es preciso: los países “desarrollados” tienen que comenzar a
reducir ya sus emisiones, al ritmo casi inconcebible del 10% anual, y completar
la descarbonización de sus economías en tres-cuatro decenios. Pero los grandes
países “emergentes” han de seguir por esa senda muy poco después… Y, tanto en
el Norte como en el Sur, hay que salir del extractivismo en tiempo récord, pues
las cuatro quintas partes de las reservas existentes de combustibles fósiles
deben quedar bajo tierra (si queremos tener alguna opción de respetar el límite
de seguridad de los dos grados centígrados de incremento sobre las temperaturas
preindustriales).
6
Debo
insistir en ese último asunto, sobre el cual han llamado la atención los
firmantes de un importante manifiesto publicado en el pasado mes de agosto:
“Dejemos los combustibles fósiles en el subsuelo para acabar con los crímenes
climáticos” era su título. Leíamos allí:
“Sabemos
que las multinacionales y los gobiernos no abandonarán fácilmente los
beneficios que perciben de la extracción de las reservas de carbón, de gas y de
petróleo o de la agricultura industrial globalizada tan glotona en energía
fósil. Para seguir actuando, pensando, amando, cuidando, creando, produciendo,
contemplando, luchando, hay que presionarles. Para desarrollarnos como
sociedad, individuos y ciudadanos debemos actuar todos para cambiarlo todo. Lo
demandan nuestra común humanidad y la Tierra.
(…)
Trabajamos para cambiarlo todo. Podemos abrir los caminos hacia un futuro
vivible. Nuestro poder de actuar resulta a menudo más importante de lo que
imaginamos. Por todo el mundo luchamos contra los verdaderos impulsores de la
crisis climática, defendemos los territorios, reducimos las emisiones,
organizamos la resiliencia, desarrollamos la autonomía alimentaria con la
agro-ecología campesina, etc.
Al
acercarse la Conferencia de la ONU sobre cambio climático en Paris-Le Bourget,
afirmamos nuestra determinación de que las energías fósiles permanezcan en el
subsuelo. Es la única salida. Concretamente, los gobiernos
deben poner fin a las subvenciones que se destinan al sector de combustibles
fósiles, y congelar su extracción renunciando a explotar el 80% de todas las
reservas de combustibles fósiles.
Sabemos
que esto implica un cambio histórico de envergadura. No vamos a esperar a que
actúen los estados. La esclavitud y el apartheid no desaparecieron porque los
estados decidieran abolirlos, sino por movilizaciones masivas que no dejaron
otra elección.” [10]
7
No
hablemos tanto de desarrollo o de Estado del Bienestar: hablemos de esclavos
energéticos, y las cosas quedarán más claras. [11]
A
escala mundial, y con datos de 2013-15, las emisiones personales endosomáticas
de carbono (en forma de dióxido de carbono) rondan los 90 kg. anuales;
recordemos que la mayor parte de la energía primaria que consumimos procede de
los combustibles fósiles. Pero las emisiones exosomáticas (la energía “externa”
al metabolismo de nuestro organismo) alcanzan los 1.260 kgs. por persona y año
(promedio que enmascara enormes diferencias entre Norte y Sur globales, entre
clases sociales, entre varones y mujeres…). Grosso modo, eso
quiere decir que cada uno y cada una de nosotros vivimos disfrutando de catorce
esclavos energéticos en promedio (muchos más en el Norte,
muchos menos en el Sur).
La
gran pregunta, la enorme pregunta, la descomunal pregunta: ¿podemos convertirnos
en esclavistas –energéticos— modestos? ¿Configurar formas de vida buena con
sólo dos o tres esclavos energéticos por cabeza, y con justicia global?
(Un
par de pistas: Cuba consume sólo una quinta parte de la energía primaria per capita de
Alemania, pero mantiene un Índice de Desarrollo Humano alto, por encima de 0’8.
Pero dentro de Alemania existen numerosas experiencias locales –por ejemplo
Feldheim, o Sieben Linden, o el barrio de Vauban en Friburgo— donde el consumo
energético se asemeja a la media cubana: reducciones de tres cuartas partes en
el consumo de energía primaria con respecto al promedio alemán.)
8
No se trata de “aportar cada cual su granito de arena” como suele decirse; se trataría de transformaciones revolucionarias en un tiempo récord. El alcalde Gustavo Petro, en un discurso pronunciado en el Museo de Bogotá el 21 de septiembre de 2015, decía medio en broma: “pedimos a París otra revolución, de las que nos tienen acostumbrados…” Pero esa necesidad de revolución no es una broma.
Pero si queremos plantearlo desde la perspectiva del individuo, reparemos en lo siguiente.
Pero si queremos plantearlo desde la perspectiva del individuo, reparemos en lo siguiente.
Es
sabido que Simone Weil, una de las grandes pensadoras del siglo XX, se dejó
morir –cuando su salud era frágil– al no querer alimentarse, en la Gran Bretaña
de 1943, mejor de lo que consentían a la gente hacerlo con las cartillas de
racionamiento de la Francia ocupada por los ejércitos hitlerianos. Una loca,
pensará más de uno. De hecho, el forense que la examinó emitió el dictamen
siguiente: “La fallecida se mató al negarse a sí misma suficiente alimento
cuando se hallaba con las facultades mentalmente trastornadas”. [12]
Si
hoy, en la situación de extralimitación planetaria (overshoot) en que nos
hallamos, consideramos esa locura de no querer para sí ventajas con respecto a
la situación de quienes se hallan peor; si hoy quisiéramos actualizar la locura
igualitaria (llamémosla solidaridad) de Simone Weil pensando en los límites biofísicos
de la Tierra, ¿qué hallaríamos? Jennie Moore y William E. Rees, a partir de la
metodología de la huella ecológica, se plantean esa clase de preguntas.
Aproximadamente la quinta parte de la población mundial vivimos en países de
renta alta (la mayor parte de Norteamérica, Europa, Japón y Australia, más las
elites consumistas de los países de renta baja). Superamos entre tres y seis
veces (o incluso más) la capacidad ecológica de nuestro propio territorio, a
costa de otros; nos apropiamos de las cuatro quintas partes de los recursos
mundiales y generamos la mayor parte de las emisiones de gases de “efecto
invernadero”. Grosso
modo, ese sector de renta alta vivimos como si dispusiéramos
de los recursos y la capacidad asimilativa de tres planetas Tierra. Si nos
ciñéramos, a lo Simone Weil, a vivir como en una sola Tierra -¡la cual es de
hecho la única morada de que disponemos!-, ¿qué resulta?
Según
los datos de estos investigadores, la ingesta de carne debería reducirse
aproximadamente a una quinta parte (de unos cien kg. anuales a unos veinte). El
espacio habitado, a una cuarta parte (de unos 34 metros cuadrados en promedio a
8). El consumo energético por hogar, a una cuarta parte (de 33’5 gigajulios
anuales a 8’4). Los desplazamientos en vehículo motorizado, a menos de la
décima parte (de 6.600 km./ año a 582). Los desplazamientos en avión, a la
vigésimocuarta parte (de 2.943 km./ año a 125). Los vehículos motorizados, a
sólo cuatro por mil habitantes. Sí: en un país como España, tendríamos que
pasar de veintitantos millones de vehículos a sólo 180.000… [13] Nada de automóviles
privados, sino sólo las ambulancias, autobuses y coches de bomberos
indispensables. No un “día sin carros”, como en la importante iniciativa que ha
impulsado el alcalde Gustavo Petro en la ciudad de Bogotá (hoy, 22 de
septiembre de 2015): todos los días sin carros. No podemos permitirnos la
movilidad motorizada individual.
9
El
vuelo de Madrid a Santa Cruz de Tenerife cubre 1.971 km.; ida y vuelta, 3.942
km. Eso significa que, según los cálculos de Rees y Moore, a los madrileños y
madrileñas nos correspondería en términos de justicia planetaria uno de
estos viajes cada 31 años y medio; dos veces en la vida. O un
viaje transatlántico en avión una vez en la vida… si asumimos esa moralidad de
Simone Weil que casi todo el mundo juzgará heroica locura.
Pero
no hacerlo supone ser cómplices del ecocidio y genocidio que están en marcha.
Así
que yo no tendría que estar con ustedes esta mañana, después de haber volado de
Madrid a Bogotá: hubiera sido mejor una intervención telemática… Espero que, al
menos, las incómodas ideas que les he expuesto les causen a ustedes la misma
incomodidad que yo siento. El nudo de contradicciones es inextricable. Un botón
de muestra: la intervención inaugural del alcalde Gustavo Petro en el Encuentro
de las Américas Frente al Cambio Climático, el 21 de septiembre de 2015, a la
que acabo de referirme, fue muy buena. Con apenas algún matiz, la crítica que
realizó el alcalde a la desregulación de los mercados, la privatización del
agua o la dominación financiera sobre las dinámicas políticas la podría
suscribir cualquier persona ecosocialista o ecofeminista. “Sin romper la
idolatría del mercado no es posible construir las vías que nos lleven a salvar
la vida en el planeta”, decía Gustavo Petro (a su denuncia de la mercadolatría
yo añadiría la de la tecnolatría –un asunto enorme que ahora no puedo abordar).
Pero a esa intervención crítica, elocuente, rigurosa y bien trabada del Alcalde
Mayor de la ciudad de Santafé de Bogotá le siguió, sin solución de continuidad,
un vídeo promocional –elaborado por su propio ayuntamiento- que exaltaba una
“Bogotá turística, gastronómica y centro de negocios”… lo cual contradecía, de
modo bastante frontal, sus propios planteamientos. (Por no mencionar más que
uno de los asuntos, la industria del turismo internacional –uno de los sectores
económicos que está creciendo más deprisa- es del todo incompatible con una
economía sustentable.)
Así de prieto es el anudamiento brutal de nuestras contradicciones.
Así de prieto es el anudamiento brutal de nuestras contradicciones.
Casi
todo el mundo asume que para abordar la enorme cuestión del cambio climático
hay que hablar de hábitos de consumo y lifestyles… Casi nadie
asume que hacen falta transformaciones socioeconómicas revolucionarias
–comenzando por la socialización de la banca y las empresas energéticas. Es
pura fantasía pensar que puede haber un capitalismo verde.
[1] Según la Administración
Nacional para el Océano y la Atmósfera de EEUU, que hizo público este dato el 17
de septiembre de 2015.
[2] “En 2014, como destaca el
informe anual de BP, la producción [de energía] ha aumentado solo el 0,9%, un
hecho insólito fuera de períodos sin crisis económica grave. (…) Este aumento del
0,9% está por debajo del de la población mundial, lo que
se traduce en una menor disponibilidad energética per cápita, un probable
cambio de tendencia secular…” Juan Carlos Barba, “Hemos chocado con el iceberg
y aún no nos hemos enterado”, blog “El gráfico de la semana” en El
Confidencial, 19 de junio de 2015;
[3] “El frailejón, al tener vellosidades en sus
hojas, logra tomar como una esponja el líquido vital que viene con el viento y
desde el cielo. Este a su vez logra concentrarse en sus raíces y es de esta
captación que se alimentan los embalses. Dice [Jorge] Jácome [investigador de
la Universidad Pontificia Javeriana] que el 80 por ciento de los municipios del
país se provee de fuentes hídricas que nacen en los páramos, donde el frailejón
es la especie estrella en esta captura hídrica…” Laura Betancur Alarcón, “La
misteriosa enfermedad que ataca a los frailejones”, El Tiempo,19 de
septiembre de 2015.
[4] Ivan Illich, Energía y
equidad, Barral, Barcelona 1974, p. 13 y 19.
[5] Hansen J, Kharecha P, Sato M, Masson-Delmotte V,
Ackerman F, et al. (2013) “Assessing Dangerous Climate Change: Required
Reduction of Carbon Emissions to Protect Young People, Future Generations and
Nature”. PLoS ONE 8(12): e81648. doi: 10.1371/ journal.pone.0081648
Sobre el borrador de este artículo Ferrán P. Vilar había llamado
la atención hace dos años, en mayo de 2011:
El paper completo
está aquí:
El abstract dice lo
siguiente: “We assess climate impacts of global warming using ongoing
observations and paleoclimate data. We use Earth’s measured energy imbalance,
paleoclimate data, and simple representations of the global carbon cycle and
temperature to define emission reductions needed to stabilize climate and avoid
potentially disastrous impacts on today’s young people, future generations, and
nature. A cumulative industrial-era limit of ~500 GtC fossil fuel emissions and
100 GtC storage in the biosphere and soil would keep climate close to the
Holocene range to which humanity and other species are adapted. Cumulative
emissions of ~1000 GtC, sometimes associated with 2°C global warming, would
spur “slow” feedbacks and eventual warming of 3–4°C with disastrous consequences.
Rapid emissions reduction is required to restore Earth’s energy balance and
avoid ocean heat uptake that would practically guarantee irreversible effects.
Continuation of high fossil fuel emissions, given current knowledge of the
consequences, would be an act of extraordinary witting intergenerational
injustice. Responsible policymaking requires a rising price on carbon emissions
that would preclude emissions from most remaining coal and unconventional
fossil fuels and phase down emissions from conventional fossil fuels.”
[6] Kevin Anderson y Alice Bows, “Beyond ‘dangerous’
climate change: emission scenarios for a new world”, Philosophical Transactions of
the Royal Society vol. 369 num. 1934, 13 de enero de 2011;
puede consultarse en
El abstract de
este importante artículo reza así: “The Copenhagen Accord reiterates the
international community’s commitment to ‘hold the increase in global
temperature below 2 degrees Celsius’. Yet its preferred focus on global
emission peak dates and longer-term reduction targets, without recourse to
cumulative emission budgets, belies seriously the scale and scope of mitigation
necessary to meet such a commitment. Moreover, the pivotal importance of
emissions from non-Annex 1 nations in shaping available space for Annex 1
emission pathways received, and continues to receive, little attention.
Building on previous studies, this paper uses a cumulative emissions framing,
broken down to Annex 1 and non-Annex 1 nations, to understand the implications
of rapid emission growth in nations such as China and India, for mitigation
rates elsewhere. The analysis suggests that despite high-level statements to
the contrary, there is now little to no chance of maintaining the global mean
surface temperature at or below 2°C. Moreover, the
impacts associated with 2°C have been revised upwards,
sufficiently so that 2°C now more appropriately represents
the threshold between ‘dangerous’ and ‘extremely dangerous’ climate change.
Ultimately, the science of climate change allied with the emission scenarios
for Annex 1 and non-Annex 1 nations suggests a radically different framing of
the mitigation and adaptation challenge from that accompanying many other
analyses, particularly those directly informing policy.”
Kevin Anderson ha actualizado sus cálculos
en 2013: véase la entrada de su blog “Avoiding dangerous climate change demands
de-growth strategies from wealthier nations”, 25 de noviembre de 2013, que cabe
consultar en
[7] Jorge Riechmann, El siglo de
la Gran Prueba, Baile del Sol, Tegueste (Tenerife) 2013.
[8] Así, la gradualidad
y el control racional están en entredicho. Una consecuencia de ello
sería que no tiene sentido seguir hablando sobre desarrollo sostenible en el
segundo decenio del siglo XXI; el tiempo para ello ya pasó. Probablemente había
pasado ya en 1992, en el año de la “cumbre de Río”. ¿Por qué deberíamos verlo
así? Porque la
noción de desarrollo sostenible remite a un proceso gradual, y controlado
racionalmente, de transición a la sustentabilidad, que presupone
condiciones socioecológicas y político-culturales que no se dan ya hoy. Por una
parte, la extralimitación de las sociedades industriales con respecto la base
de recursos naturales y servicios ambientales de la biosfera ha avanzado
demasiado; por otra parte, la consolidación del neoliberalismo ha socavado las
posibilidades de cualquier transición ordenada (que exigiría procesos de
regulación global hoy fuera de nuestro alcance). En suma,necesitaríamos una biosfera más grande
y rica, y un capitalismo más pequeño y controlable, para que un programa de desarrollo
sostenible tuviera plausibilidad. Hacia 1972, cuando se publica el
primero de los informes al Club de Roma, era un programa viable; en el segundo
decenio del siglo XXI no lo es.
[9] Citado en Naomi Klein,
“Por qué necesitamos una eco-revolución”, sin permiso, 17 de
noviembre de 2013. Puede consultarse en
[10] El texto completo del
manifiesto puede consultarse en la web de sin permiso, donde se
publicó el 30 de agosto de 2015
Un comentario, que ilustra sobre las contradicciones que la crisis
climática genera en los gobiernos llamados “progresistas” de América Latina, lo
propone Eduardo Gudynas: “Moratoria petrolera y cambio climático: las
alternativas otra vez bajo ataque”, América Latina en movimiento, 9
de septiembre de 2015;
[11] En la Atenas clásica,
había unos 300.000 esclavos trabajando para 34.000 ciudadanos libres: casi diez
para cada uno. En la Roma imperial, 130 millones de esclavos les facilitaban la
vida a 20 millones de ciudadanos romanos. Pues bien: en los años noventa del
siglo XX, el
habitante promedio de la Tierra tenía a su disposición 20 “esclavos
energéticos” que no cesaban un instante de trabajar (es decir:
ese habitante promedio empleaba la energía equivalente a 20 seres humanos que
trabajasen 24 horas al día, 365 días al año). Y en 2011 eran 25 esclavos
energéticos en promedio (45 en España, 60 en Alemania, 120 en EEUU) (Antonio
Turiel: “El cenit del petróleo y la crisis económica”, ponencia en las Jornadas
de Ecología Política y Social, Sevilla (Casa de la Provincia), 12 y 13 de
diciembre de 2013).
Así, el control sobre los combustibles fósiles ha desempeñado un papel central
no sólo en la liberación respecto del trabajo físico penoso, sino también en la
ampliación de las diferencias de poder y riqueza que caracteriza a la historia
moderna. Pues ese promedio de veinte esclavos energéticos per capita no
puede ser más engañoso: el norteamericano medio, en los años noventa del siglo
XX, usaba entre cincuenta
y cien veces más energía que el bangladeshí medio; se servía
de 75 “esclavos energéticos”, mientras que el de Bangladesh tenía a su
disposición menos de uno (para estos cálculos sobre esclavos energéticos, véase
Luis Márquez Delgado, “Integración de la agricultura en el medio ambiente”, en
AA.VV.: Agricultura
y medio ambiente. Actas del III Foro sobre Desarrollo y Medio
Ambiente, Fundación Monteleón, León 2001, p. 256; y también John McNeill, Something
New Under the Sun, Penguin, Londres 2000, p. 15-16).
Tenemos de esta forma una enorme diferencia en el uso de energía
exosomática, de cien a uno –que podríamos poner en paralelo con diferencias
semejantes en el poder adquisitivo de unos y otros–. Nunca antes, en la
historia de nuestro planeta, existió un nivel de desigualdad semejante en lo
que a uso de la energía se refiere. A comienzos del siglo XXI ¡sólo la ciudad
de Nueva York consume tanta electricidad como toda el África subsahariana!
(excluida Sudáfrica)!
[12] Lo cita José Jiménez
Lozano en su introducción a Simone Weil, Reflexiones sobre las causas de la
libertad y la opresión social, Paidos, Barcelona 1995, p. 20.
[13] Jennie Moore y William E.
Rees: “Un solo planeta para seguir viviendo”, en Worldwatch Institute: La
situación del mundo 2013. ¿Es aún posible lograr la sostenibilidad?, Icaria,
Barcelona 2013, p. 81-83.
lunes, 26 de octubre de 2015
Diecisiete contradicciones y diecisiete propuestas de David Harvey
-Ya se oyen palabras viejas
-Pues aguzad las orejas
Bueno es recordar
aquellas palabras viejas
que han de volver a sonar
Tras años de atronadora ofensiva ideológica liberal, tuvo que llegar una crisis formidable (y perdurable) para que vuelvan a sonar viejas palabras.
De mentes trasnochadas y sectarias era hablar de capitalismo, pues no había razón para nombrar así al curso natural de las cosas, al único modo de sociedad viable. Pero resulta que finalmente ese único modo parece crecientemente inviable.
Muchas orejas, y las mentes alojadas entre ellas, se cerraban si se hablaba de "capitalismo". Más dogmático aún era mentar sus contradicciones. Ciertamente las contradicciones y desequilibrios alteran cualquier sistema dinámico, máxime si es complejo. Pueden acabar por destruirlo.
Hora es de volver a analizar estas contradicciones. David Harvey desarrolla el tema en un importante libro. Merece la pena detenerse en ellas. Además de recoger las que ya señaló Marx como fundamentales, se detiene luego en aquellas, aceleradamente cambiantes, que el despliegue del capital ha agudizado. Finalmente considera las más peligrosas, que pueden destruir las bases mismas de la existencia humana.
Si la deriva del capitalismo nos puede destruir, habremos de ser decididamente anticapitalistas.
El libro, editado por el Instituto de Altos Estudios Nacionales del Ecuador, puede descargarse en archivo PDF. Recomiendo encarecidamente su lectura.
Dejo aquí, además del enlace, el índice, y un epílogo con diecisiete propuestas, muy razonables a mi entender. Para comprobar si lo son, dadles la vuelta y ponedlas en negativo: ¿qué clase de sociedad y de futuro se estaría proponiendo?
ÍNDICE
Prólogo. La crisis del capitalismo que toca ahora
Introducción. Sobre la contradicción
Primera parte. Las contradicciones fundamentales
Contradicción 1. Valor
de uso y valor de cambio
Contradicción 2. El
valor social del trabajo y su representación mediante el dinero
Contradicción 3. La
propiedad privada y el Estado capitalista
Contradicción 4. Apropiación
privada y riqueza común
Contradicción 5. Capital
y trabajo
Contradicción 6. ¿El
capital es una cosa o un proceso?
Contradicción 7. La
contradictoria unidad entre producción y realización
Segunda parte. Las contradicciones cambiantes
Contradicción
8.Tecnología, trabajo y disponibilidad humana
Contradicción 9.
Divisiones del trabajo
Contradicción 10.
Monopolio y competencia: centralización y descentralización
Contradicción 11.
Desarrollos geográficos desiguales y producción de espacio
Contradicción 12. Disparidades
de renta y riqueza
Contradicción 13.
Reproducción social
Contradicción 14.
Libertad y sometimiento
Tercera parte. Las contradicciones peligrosas
Contradicción 15. El
crecimiento exponencial y acumulativo sin fin
Contradicción 16. La
relación del capital con la naturaleza
Contradicción 17. La
rebelión de la naturaleza humana: la alienación universal
Conclusión. Perspectivas de un futuro feliz pero disputado: la promesa del humanismo
revolucionario
Epílogo. Ideas para la acción política
Bibliografía y otras lecturas
(...)
EPÍLOGO
IDEAS PARA LA ACCIÓN POLÍTICA
¿QUÉ NOS SUGIERE este análisis exhaustivo de las contradicciones del
capital para la acción política anticapitalista? Por supuesto, no puede
revelarnos exactamente qué hacer en medio de luchas enconadas y siempre
complicadas sobre tal o cual cuestión existentes sobre el terreno, pero sí nos
ayuda a señalar una dirección general para la lucha anticapitalista incluso simplemente por
que plantea y fortalece la opción de la política anticapitalista. Cuando los
encuestadores hacen su pregunta favorita, «¿Cree usted que el país avanza en la
dirección adecuada?», se presupone que la gente tiene alguna noción de cuál
debe ser la dirección adecuada. Entonces, los que creemos que el capital avanza
en la dirección equivocada ¿cuál es la dirección que consideramos correcta, y cómo
podríamos evaluar el progreso hacia la consecución de esos objetivos? ¿Y cómo
podríamos presentarlos como propuestas modestas y sensatas (que es lo que en
realidad son) en comparación con las formulaciones absurdas que se proponen
para aumentar los poderes del capital como respuesta a las necesidades
apremiantes de la humanidad? Aquí se representan algunas directrices (derivadas de las
diecisiete contradicciones) para encuadrar y, esperemos que también, animar a
la acción política. Deberíamos luchar por conseguir un mundo en el que:
1. La provisión directa para todas las personas de valores de uso
apropiados (vivienda, educación, seguridad alimentaria, etc.) tiene prioridad a su
provisión por medio de un sistema de mercado que maximiza las ganancias,
concentra los valores de cambio en unas pocas manos privadas y adjudica los bienes
sobre la base de la capacidad de pago.
2. Es preciso crear un medio de cambio que facilite la circulación de los
bienes y servicios, pero limite o excluya la posibilidad de que individuos privados acumulen dinero
como forma de poder social.
3. La oposición entre propiedad privada y poder del Estado se desplaza
tanto como sea posible por medio de regímenes de derechos sobre lo común
–haciendo especial hincapié en el conocimiento humano y la tierra como los
bienes comunes más cruciales que poseemos– cuya creación, gestión y protección queda en
manos de asambleas y asociaciones populares.
4. La apropiación de poder social por parte de personas privadas no solo se
inhibe por medio de barreras económicas y sociales, sino que se convierte en
algo muy mal visto universalmente y considerado una desviación patológica.
5. La oposición de clase entre capital y trabajo se disuelve por medio de
productores asociados que deciden libremente qué, cómo y cuándo producirán en
colaboración con otras asociaciones y con el objetivo de la satisfacción de las
necesidades sociales comunes.
6. La vida cotidiana se ralentiza –la locomoción será placentera y lenta–
para maximizar el tiempo dedicado a las actividades libres llevadas a cabo en
un entorno estable y bien cuidado, protegido de episodios espectaculares de
destrucción creativa.
7. Las poblaciones asociadas evalúan y se comunican sus necesidades
sociales mutuas para proporcionar el criterio de sus decisiones de producción (a corto plazo, las
consideraciones relativas a la realización dominan las decisiones relativas a
la producción).
8. Se crean nuevas tecnologías y formas organizativas que aligeran la carga
de todas las formas de trabajo social, eliminan distinciones innecesarias en
las divisiones técnicas del trabajo, liberan tiempo para actividades libres
individuales y colectivas y disminuyen la huella ecológica de las actividades humanas.
9. Las divisiones técnicas del trabajo se reducen por medio del uso de la
automatización, la robotización y la inteligencia artificial. Las divisiones
técnicas del trabajo residuales que se consideren esenciales se disocian lo máximo
posible de las divisiones sociales del trabajo. Las funciones de administrar,
liderar y dictar estrategias deben ser rotativas entre los individuos de toda
la población. Nos liberamos del gobierno de los expertos.
10. El monopolio y el poder centralizado sobre el uso de los medios de
producción es conferido a las asociaciones populares por medio de las cuales
las capacidades competitivas descentralizadas de los individuos y grupos
sociales se movilizan para producir diferenciaciones en las innovaciones
técnicas, sociales, culturales y de estilo de vida.
11. Existe la mayor diversificación posible en cuanto a las formas de vida
y de ser, las relaciones sociales y relaciones con la naturaleza, los hábitos
culturales y las creencias dentro de las asociaciones territoriales, comunas y
colectivos. Se haya garantizado el movimiento geográfico libre y sin restricciones pero
ordenado de los individuos dentro de los territorios y entre las comunas. Los
representantes de las asociaciones se reúnen con regularidad para evaluar,
planificar y llevar a cabo tareas comunes y para tratar los problemas comunes a
distintas escalas: biorregional, continental y global.
12. Son abolidas todas las desigualdades en la provisión material, excepto las
implícitas en el principio de «a cada uno de acuerdo con sus necesidades y de cada uno de acuerdo
con sus capacidades».
13. La distinción entre el trabajo necesario hecho para personas distantes
y el trabajo llevado a cabo para la reproducción de uno mismo, el entorno
doméstico y la comuna se desdibuja gradualmente, de forma que el trabajo social
se integra en el trabajo doméstico y comunal, y ambos se convierten en la forma
principal de trabajo social no alienante y no monetizado.
14. Todas las personas deberán tener el mismo derecho a la educación, la
atención sanitaria, la vivienda, la seguridad alimentaria, los bienes básicos y
al acceso abierto al transporte con el fin de asegurar la base material para no
encontrarse en situación de necesidad y gozar de libertad de acción y
movimiento.
15. La economía converge hacia el crecimiento cero (aunque con margen para
desarrollos geográficos desiguales) en un mundo en el que el desarrollo mayor posible de las
capacidades y las potencialidades humanas individuales y colectivas y la
búsqueda continua de la novedad prevalecen como normas sociales que desplazan la
manía del crecimiento exponencial sin fin.
16. La apropiación y la producción de las energías naturales para las
necesidades humanas debe acelerarse, pero con la máxima consideración hacia la
protección de los ecosistemas, prestando la máxima atención al reciclaje de los
nutrientes, la energía y la materia física en sus lugares de procedencia y con
un grandioso sentido de reencantamiento con la belleza del mundo natural, del
que somos parte y al que podemos contribuir, y contribuimos con nuestros
trabajos.
17. Los seres humanos no alienados y las personas creativas no alienadas
emergen equipadas con un sentido nuevo y con plena confianza en sí mismos y en
la colectividad. Como resultado de la experiencia de las relaciones sociales
íntimas y contraídas libremente y de la empatía con las diferentes formas de
vida y producción, emergerá un mundo donde todos estén considerados igualmente
merecedores de dignidad y respeto, incluso si surgen conflictos sobre la
definición apropiada del buen vivir. Este mundo social evolucionará
continuamente por medio de las revoluciones permanentes y en marcha de las capacidades y potencialidades humanas. La búsqueda perpetua de la novedad continua.
Ninguna de estas directrices, huelga decirlo, trasciende o sustituye la
importancia de librar la guerra contra el resto de formas de discriminación,
opresión y represión violenta presentes sistémicamente en el capitalismo. Por
la misma razón, ninguna de estas otras luchas debería trascender o sustituir a
la guerra contra el capital y sus contradicciones. Evidentemente, se necesitan
alianzas de intereses.