Con estos billetes revoloteando y este aspecto macizo no veo especialmente favorecido al gigante de Tréveris. Esta es la imagen con que ilustra Antonio Olivé un artículo tan interesante como misceláneo de Diego Guerrero. Aborda el artículo diversos aspectos de la vida y obra de Marx, comenzando por su vida de burgués acomodado (aunque también pasó angustiosas estrecheces y momentos muy tristes en ocasiones) y deteniéndose en aspectos teóricos de gran interés de su magna obra.
Sobre su vida de buen burgués se cita esta anécdota. Gertrud Kugelmann le comentó una vez que no “lo veo a usted en una sociedad igualitaria, pues tiene gustos y costumbres completamente aristocráticos”, a lo que contestó él: “yo, tampoco; ese tiempo llegará, pero nosotros ya nos habremos ido”.
Pero no se lo admira por su vida (también con aspectos sin duda nobles y generosos) sino por su obra. Y la segunda parte del artículo nos acerca a las ideas fundamentales expuestas en El Capital.
Del largo artículo publicaré la parte final, dedicada a la ley general de la acumulación capitalista y a la acumulación originaria.
Se ha dicho que "detrás de una gran fortuna hay un crimen". Quizá se sientan ofendidos muchos afortunados, pero un análisis detenido de los modos de acumulación a través de la apropiación de trabajo ajeno lleva a la conclusión de que la frase no anda descaminada, sea por activa o por pasiva, aunque muchas veces el propio beneficiario no sea especialmente consciente del hecho. En su verdadera dimensión tampoco suelen tenerlo claro los perjudicados.
Sobre la acumulación y sus modos, que pueden ser por explotación directa del trabajo o indirecta, a través de los abusos de poder derivados de la inseguridad del trabajador, quiero señalar un caso especialmente duro, el de la explotación sexual. Le dedico algunos párrafos un poco más abajo.
Es muy clara la explotación de los "sin papeles". Aprovechándose de su situación irregular, se han nutrido las arcas de empleadores sin escrúpulos y se ha "dinamizado la economía". La competencia de su mano de obra precaria ha contribuido eficazmente a rebajar los salarios, fomentando al tiempo la xenofobia entre los "asalariados con derechos".
Cuando el patrón, aprovechando la indefensión del trabajador, llega a monopolizar la administración de lo que necesita el para su propia subsistencia, o la oferta de unas herramientas de trabajo que como falso autónomo debe adquirir a su costa, la explotación llega al extremo, porque no solo es explotado como productor sino también como consumidor.
Entre otras muchas cosas, aparece este aspecto en una de las últimas emisiones de Salvados, el programa televisivo que contra viento y marea sostiene Jordi Évole. Dedicó no hace mucho su espacio a Las invisibles. Se refería a las mujeres inmigrantes atrapadas en el gigantesco negocio de la prostitución.
Una de las aportaciones del reportaje es mostrar el enorme montaje económico que es la prostitución, una gran industria, con sus mercados (desde el pequeño e inmediato que es en sí al enorme de redes internacionales, contactos, intermediarios, negocios paralelos) y lo que en este caso es a la vez materia prima y ejército de trabajadoras, en parte repitiendo el conocido fenómeno del "falso autónomo", incluyendo un "ejército industrial de reserva" de personas necesitadas que propicia un recambio incesante, en la línea de la "obsolescencia programada" de otros negocios.
Este tema ha sido tratado desde muy diferentes puntos de vista. Del puro y simple libertinaje al puritanismo hipócrita, la rebeldía contra el machismo y la degradación de la mujer. Este vídeo centra el tema en la explotación, la base de todos los procesos de acumulación de capital, que alcanza aquí un grado extremo al confluir varias circunstancias que la agravan. Todo el reportaje es interesante, pero recomiendo que prestéis atención al testimonio que se desarrolla a partir del minuto veintisiete hasta el treinta y cinco y del cuarenta hasta el final.
Este testimonio explica las cosas mucho mejor que cualquier interpretación que yo pueda hacer. Solo pido que, salvando las distancias, situéis esta explotación en paralelo a la de todos los que se ven forzados a trabajos indeseados. Y como dice la protagonista, las mujeres así explotadas creen hacerlo por su propia voluntad (aunque han emprendido un mal negocio), y por eso mismo se sienten culpables. Culpabilizarse de una situación de inferioridad, del tipo que sea, no ayuda ni individual ni socialmente.
De la vulnerabilidad surge la explotación. Los limbos legales son parte del sistema y producen los mayores beneficios. Siempre la necesidad acuciante de unos ha alimentado la riqueza de otros.
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Relacionemos lo anterior con lo que explica la parte final de este artículo:
(...)
12º. La ley general de la acumulación capitalista. La acumulación hace que crezca el capital en un polo de la relación capitalista y que crezca el proletariado en el polo opuesto, pero la suerte que este corre depende sobre todo de los cambios en la composición orgánica del capital (coc, o cociente c/v) 143, es decir, del aumento (caso b) o no (caso a) de la cantidad de medios de producción que un obrero transforma en producto por unidad de tiempo.
(a) Para el obrero, las condiciones más favorables de la acumulación se dan con una coc inalterada, pues entonces es posible que la demanda de obreros supere su oferta y que los salarios aumenten, en cuyo caso pueden ocurrir dos cosas: que esta alza salarial no impida que la acumulación continúe, o bien que sí la impida, o la perjudique, en cuyo caso el capital reaccionará frenando la acumulación: de este modo, bajarán los salarios, desapareciendo así la causa del problema. Los movimientos de la acumulación son, pues, la variable independiente, y la magnitud del salario la dependiente (no a la inversa), pero la ley de la acumulación capitalista excluye toda mengua en el grado de explotación que pueda amenazar seriamente la relación capitalista.
(b) Pero la palanca más poderosa de la acumulación consiste en el aumento de la composición del capital, pues el aumento de la productividad consiguiente significa la expulsión de mano de obra ya empleada y una más lenta atracción de nuevos obreros, de lo que resulta una “ley de la población” peculiar al capitalismo: la “sobrepoblación relativa”, o creación de un ejército industrial de reserva (eir) que sirve de colchón de seguridad frente a expansiones y contracciones súbitas de la producción. Como este eir crece más deprisa que la propia acumulación de capital y el cambio técnico, se convierte en una nueva palanca de la acumulación 144 y al mismo tiempo en una necesidad o condición de existencia del sistema, que en su ciclo económico pasa por las fases de “animación media, producción a toda marcha, crisis y estancamiento”. De esta manera, el capital no sólo establece la demanda de obreros sino también, mediante el eir, una oferta creciente de estos, lo que aumenta la competencia entre los trabajadores, hace bajar sus salarios y los obliga unas veces al “ocio forzoso” del desempleo, y otras veces (cuando están ocupados) al “exceso de trabajo”.
Por tanto, la proporción entre el ejército “activo” de trabajadores y el de reserva (eir) depende del ciclo económico, no demográfico, y la sobrepoblación relativa adopta cinco variantes:
1 la fluctuante, típica de la industria, hace que aumente el empleo femenino y que el obrero se desgaste antes y deba ser reemplazado por otro más joven;
2 la latente, típica de la agricultura, que es ese exceso de población rural siempre a punto de convertirse en proletariado urbano o manufacturero;
3 la estancada, que es sobre todo el empleo irregular de la economía negra o sumergida 145;
4 la esfera del pauperismo, que afecta a tres categorías de pobres: los que aún pueden trabajar, los incapacitados (viejos, mutilados, degradados, etc.) y los “huérfanos e hijos de indigentes”;
5 el lumpenproletariado propiamente dicho: vagabundos, delincuentes, prostitutas.
En resumen: con el incremento de la riqueza capitalista, aumenta no sólo el proletariado y la fracción de este que pertenece al eir y al pauperismo, sino la “miseria” y “precariedad” de todo el conjunto: esta es la “ley general, absoluta”, de la acumulación capitalista. Esta “acumulación de miseria” 146, que acompaña a la de riqueza en el otro polo 147, no sólo es independiente de que el salario sea alto o bajo sino que muestra el carácter “antagónico” que señalan los economistas clásicos 148.
13º. La acumulación originaria del capital. La acumulación de capital presupone la producción capitalista, pero esta requiere, la primera vez, una acumulación “previa” (Smith) u “originaria” (Marx), una génesis histórica que no es tanto la acumulación física de capital o de dinero, sino un largo proceso histórico que escinde o divide lo que hasta ese momento era un conjunto o entidad social única, a saber, la unidad básica familiar que explotaba la tierra antes del capitalismo: se trata de “un proceso de escisión entre los trabajadores y las condiciones de trabajo”. En el siglo XVIII y antes de él, la inmensa mayoría de la población rural estaba formada por campesinos libres 149 y a la vez propietarios sólo de una pequeña explotación agraria (y ganadera e industrial) en la que toda la familia trabajaba a la vez con sus manos y sus medios de producción. De esa forma, medios de producción y fuerza de trabajo formaban una unidad en el campesino típico. Pues bien, la acumulación originaria del capital es precisamente la separación de eso que estaba unido, de forma que finalmente la fuerza de trabajo y el trabajo quedaron separados de los medios de producción: quedó la fuerza de trabajo por un lado (en manos de unos campesinos y excampesinos que habían perdido su propiedad) y los medios de producción por otro (en manos de los capitalistas que habían comprado o expropiado esas tierras a los campesinos). Buena parte de estos campesinos expropiados quedaron durante mucho tiempo desempleados o reducidos a ocupaciones marginales hasta que pasaron a integrar bandas de vagabundos, bandoleros y otras similares, que intentaban ganarse la vida fuera del mercado de trabajo (en el campo en su mayor parte); pero finalmente se vieron obligados a claudicar 150 y convertirse en asalariados, ya fuera en la propia agricultura, o bien en la industria, el transporte (ferrocarril) o en otros servicios. Este nuevo proletariado surge, pues, de una doble liberación del trabajo:
1) respecto de la servidumbre feudal y la coerción gremial, que han desaparecido;
2) pero también respecto a sus antiguos medios de producción, que han perdido.
Ejemplificados por la metáfora de Tomás Moro en su Utopía, en la que “las ovejas devoran a los hombres”, existieron toda una serie de métodos violentos 151 para la expropiación terrible y dificultosa de las masas populares, o “prehistoria del capital”. De esta forma, la propiedad privada construida a fuerza de trabajo propio es desplazada por la propiedad privada capitalista, mas esta “primera negación” viene seguida por la “negación de la negación”, que restaura la propiedad individual, pero sobre el fundamento de la conquista alcanzada por la era capitalista: la cooperación de trabajadores libres y su propiedad colectiva sobre la tierra y sobre los medios de producción. La producción de miseria ligada a la acumulación capitalista va acompañada por la creciente rebeldía de la clase obrera, dispuesta a convertir la propiedad privada capitalista en propiedad social; este proceso será mucho más rápido y sencillo que el parto de las “leyes naturales eternas” del capitalismo: si en este se trataba de la expropiación de la masa del pueblo por unos pocos usurpadores, ahora se tratará de la usurpación de unos pocos usurpadores por la masa del pueblo 152. Suena la hora de la propiedad capitalista, y “los expropiadores son expropiados”.
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NOTAS:
143 En realidad, esta puede concebirse de tres formas: como una relación o composición técnica (ctc), como una relación o composición en valor (cvc) y, además, si se tiene en cuenta la correlación entre ambas, la composición orgánica del capital (coc), que es una composición en valor pero “en tanto se determina” por la composición técnica y refleja sus variaciones.
144 Hay otras palancas de la acumulación, como la competencia, el crédito, las sociedades por acciones o la centralización del capital, que implica la redistribución del capital global mediante la expropiación del pequeño capitalista por el grande o, mejor dicho, del menos competitivo por el más competitivo.
145 En tiempo de Marx, era la industria doméstica.
146 Y de “tormentos de trabajo, esclavitud, ignorancia, embrutecimiento y degradación moral en el polo opuesto” (Wheen 1999:277).
147 Ya Moses Hess, en 1837, había observado “que la revolución social se produciría como resultado de una inevitable profundización del contraste entre la creciente riqueza, por una parte, y la miseria por otra”, polarización que, por cierto, incluía una “gradual desaparición de las clases medias” (Kolakowski 1976: 114, 118; Carmichael 1968: 55). Sin embargo, el pensamiento de Marx no parte de la pobreza sino de la “deshumanización”, más en concreto de “la conciencia de la deshumanización de la clase trabajadora”, y de la “pérdida de la subjetividad humana” (Kolakowski 1976; 225, 289). Ahora bien, para Marx “el socialismo es el efecto de la historia en el sentido de que la historia da luz a la conciencia revolucionaria del proletariado, pero es también un efecto de la libertad en tanto el acto de la revolución es libre, con lo que, en el movimiento revolucionario de los trabajadores, la necesidad histórica se expresa en la libre acción. (…) La inevitabilidad histórica y la libre acción son una y la misma cosa” (Kolakowski 1976: 226, cursivas añadidas: DG).
148 Por ejemplo, Ortes, Townsend, Storch, Sismondi o Destutt de Tracy.
149 Lo mismo se puede aplicar al artesano gremial.
150 Por ejemplo, las leyes contra la “vagancia” permitían encerrar, marcar, convertir en esclavo y ejecutar a estos “vagos”; y a fuerza de latigazos, hierros candentes y tormentos, la población expropiada fue obligada a someterse a la “disciplina” del nuevo sistema del trabajo asalariado. Finalmente…, deja de hacer falta la coerción, porque las “leyes naturales de la producción”, es decir, la “dependencia del capital” y el hambre, se encargan de disciplinar al obrero por sí mismas, usándose la violencia directa sólo “excepcionalmente”.
151 Así fue como vino al mundo el capital: ¡”chorreando sangre y lodo, por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies”!
152 Así termina el 7º epígrafe (“Tendencia histórica de la acumulación capitalista”) del capítulo 24 (“La llamada ‘acumulación originaria'”). El capítulo que sigue, el 25 y último, versa extrañamente sobre “La teoría moderna de la colonización”. Según Rubel, debería intercambiarse la posición de este con el epígrafe 7 citado ya que, en su opinión, la inversión de este orden natural tenía exclusivamente el objetivo de engañar a la censura; en ese caso, el libro I de El capital terminaría con las palabras aquí transcritas. Debe tenerse en cuenta que Marx escribió pero finalmente no publicó un capítulo, conocido como “inédito”, que vendría a continuación de la sección séptima y se llamaba “Libro primero. El proceso de producción del capital. Capítulo sexto. Resultados del proceso inmediatos de producción” (publicado en 1933), donde se trata de temas como la alienación, el crecimiento de los servicios o el paso de la producción mercantil simple a la capitalista. [Por qué se llama capítulo 6º, y no 8º, lo cuenta Dangeville 1971: 18-19].