sábado, 29 de enero de 2011

El espacio dentro del tiempo (I)

SOBRE LA SAGA/FUGA DE J.B.
Muy buenos días, señoras y señores.
Es para mí un honor que se me haya dado la ocasión de participar en este encuentro, y gracias a ello aproximarme a esta obra colosal que tantas personas notables y más preparadas han analizado aquí.

En primer lugar, debo agradecer a mi amiga la profesora Carmen Becerra su amable presentación, de la que me gustaría hacerme  merecedor.
Vamos ahora con el tema elegido para mi reflexión.
El espacio dentro del tiempo.
Prodigio enorme sería: alojar la inmensidad en un hilo delgadísimo. Algo más milagroso que pasar un camello (o un calabrote, que tanto da) por el ojo de una aguja, o que meter toda el agua del mar en un hoyito en la arena, como imaginó Agustín de Hipona. O, ya puestos, que comprender el misterio de la Santísima Trinidad.
Sin embargo, este prodigio lo realiza continuamente a nuestro alrededor el lenguaje. Ha bastado que mis palabras evoquen la aguja y el camello, el hoyo en la arena o el misterio teológico, y todos ustedes han obrado el milagro en su imaginación, siquiera por un instante.
El poder creador de la palabra, por sí solo, justifica el comienzo del evangelio de Juan: “Al principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios”.

Cada palabra es un toque mágico que llama a un concepto, cada concepto es un hilo que se ramifica hasta llegar a todos los entes de una especie: tirando del hilo, vienen todos juntos a mi presencia.
La evocación se hace posible porque sustituye cada objeto, inconcebible en su complejidad, por un conjunto de características simples que forman parte de él sin agotarlo en absoluto, y que son compartidas por todos los de la especie. Esta selección de cualidades, que prescinde de lo que no es relevante, sustituye las cosas reales inabarcables por otras entidades que podemos manejar, entidades a las que llamaremos modelos.
El modelo más complejo posible es un prototipo, como el de un automóvil. Lo consideramos modelo porque comparte características comunes con otros, y las demás, como tal o cual detalle del cosido en la tapicería de un asiento, no nos importan. Modelo es la maqueta a escala que lo reproduce: carente ya de muchos elementos del automóvil real, conserva otros, los que interesan al niño que juega con ella.
Modelos más alejados del objeto real, pero que lo evocan aún, son una fotografía o un dibujo realista; o un modelo virtual en la pantalla de un ordenador, que incluso podemos mover o iluminar, porque en él se ha preservado la geometría de las superficies del objeto.
Más abstractos y simplificados son los planos técnicos, pero pese a ello contienen todo lo que es relevante para conocer el objeto, y aún para fabricarlo.
Todos los modelos considerados hasta aquí se crean dentro de un espacio de tres, o al menos de dos dimensiones.
Veamos otros que se desarrollan sólo en una dimensión:
Leo la extensa memoria que acompaña al proyecto del automóvil. Bueno, es demasiado larga: me limitaré a la parte en que se describe una biela. En este conjunto de palabras podría estar todo lo necesario para fabricar la biela: la descripción de su forma, sus dimensiones y las tolerancias dimensionales y geométricas admisibles para cada una de ellas, las características mecánicas del material, incluso el proceso de fabricación. Si me he olvidado de algo, en cualquier momento lo puedo añadir a la descripción.
La memoria está escrita en papel, soporte de dos dimensiones. Si la han escrito a mano, la punta del lápiz describió una línea, muy larga y complicada, interrumpida a cada palabra, pero esa línea era la trayectoria del lápiz, conjunto de puntos sucesivos y sin vuelta atrás, de una sola dimensión.
Si la leo en voz alta, mi relato se desarrolla sobre una única dimensión temporal. Grabar mi voz en una cinta o en el surco lineal de un disco acentúa el carácter unidimensional del discurso.
Y también, sobre el disco duro de mi ordenador, el modelo virtual, la memoria escrita o la voz grabada se reducen a una monótona sucesión lineal de posiciones de memoria: de ceros y unos.

Tiempo y espacio

Lewis Mumford, en su esencial libro Técnica y civilización, meditaba sobre el desarrollo conjunto de la tecnociencia y el capitalismo, y proponía la invención del reloj mecánico como esencial en la modernidad, por encima de otros adelantos, como el empleo de las energías fósiles que inicia oficialmente la era paleotécnica.


Marx sitúa el éxito arrollador de la industria moderna en la implantación de la manufactura, antes que en el desarrollo de la maquinaria, porque es sobre todo la división de las tareas en el tiempo y el empleo de éste en paralelo lo que multiplica la productividad.


Estirar el tiempo, la piel de zapa, es el principio y fin de la vorágine que nos arrastra en este viaje ¿a ninguna parte?


Los capitalistas siempre han ofrecido más fácilmente mejoras salariales que reducciones en el tiempo de trabajo, porque es el tiempo lo que convierten en dinero. Time is money. Ahora mismo está más claro que nunca.


Recomiendo, si tenéis tiempo, el escrito de Jorge Riechmann Tiempo para la vida, incluido en su libro "Gente que no quiere viajar a Marte".


Como daño colateral, recojo mi intervención en un congreso sobre "La saga/fuga de J. B." que se celebró en Pontevedra hace algún tiempo, y que apareció como artículo en "La Tabla Redonda: anuario de estudios torrentinos", ISSN 1697-0373, Nº. 1, 2003 , pags. 129-146

Ecología y socialismo

El día 2 de octubre del pasado año, Refundando a esquerda presentó en Santiago de Compostela un foro abierto sobre ecología. Intervinieron como ponentes José Luis Ordóñez, responsable de Medio Ambiente de Izquierda Unida, Manuel Casal Lodeiro,  de la Asociación Véspera de Nada por una Galicia sin petróleo, César Santiso, de Esquerda Unida, Ángel Culebras, catedrático de química y el presentador de este blog,  Juan José Guirado.

Una tras otra, enlazaré en este sitio los vídeos de las intervenciones. Comenzaré por la mía, que intentaba responder a la pregunta: ¿Por qué tantas tradiciones de la izquierda, de las que se podría trazar, como de las especies, un árbol genealógico, no terminan de confluir, justo en el momento en que, lo importante se hace urgente?

(Mafalda, la genial criatura de Quino, planteaba que "lo urgente no nos deja hacer lo importante". El empleo del tiempo limitado para tareas sin límite es la contradicción principal para quienes pretendemos convertir el pensamiento en acción, respondiendo a la vieja pregunta "¿qué hacer?". Abriré una nueva sección sobre este tema, primera plétora, mucho más antigua y acuciante que la del espacio que recién comenzamos a percibir)










martes, 25 de enero de 2011

El verdadero gran problema del cambio climático

Los dueños de la noticia, ¿improvisan o planifican? Hay un momento en que dudo de si las alarmas sobre cambio climático, crisis energética y otras crisis, obedecen a respuestas inmediatas a los problemas del momento o a planes largamente premeditados. ¿Pretenden mantenernos asustados para colarnos sus políticas? El próximo mensaje, ¿será que salimos de la crisis o que no hay salida? Cuando Al Gore se presentó como paladín contra el cambio climático, ¿pretendía enmascarar la crisis del crecimiento? 

A estas alturas quizá el mensaje sea precisamente decrecentista, pero para que nos conformemos con decrecer nosotros mientras ellos siguen creciendo. La publicación de este artículo fue anterior a la crisis financiera. Seguramente hoy lo suscribirían los que entonces lo hubieran rechazado. 


(Publicado en MUNDO OBRERO - Nº 186 - mar 07)

sábado, 22 de enero de 2011

Ecología y lucha de clases


La enumeración de los mitos implícitos en la ideología de la modernidad procede de un artículo del arquitecto y ecologista mexicano Armando Páez: "Sostenibilidad y límites del pensamiento".  Se halla  en la revista Theomai, en este sitio de Internet



Cuando Francis Fukuyama proclamó el "fin de la historia", no era sin duda consciente del verdadero alcance de su profecía. Creía consolidado para siempre el mito liberal. Así como el ideal comunista veía al final de esta historia la sustitución del gobierno sobre los hombres por la administración de las cosas, para este funcionario imperial el futuro depararía desde entonces una administración eterna sobre hombres y cosas, basada en la mano invisible que da a cada uno "lo suyo". Sin trabas, el Mercado aumentaría la producción indefinidamente, de modo que la prosperidad acabaría "rebosando" desde las clases poderosas hasta alcanzar a toda la humanidad. Cualquier intento de modificar este todopoderoso mecanismo sería contraproducente, como habían demostrado primero el estancamiento del socialismo real y su colapso después.
Quince años más tarde, podemos imaginar un fin de la Historia bien diferente. La desigualdad no para de crecer entre países, ni en cada país. Si el crecimiento ilimitado se evidencia como una quimera, la única virtud del sistema capitalista, fomentar ese crecimiento, parece, más que una panacea, una bomba de relojería.
Desde el interior del sistema, los más ciegos niegan simplemente que esto sea así. Si hay dificultades, son temporales; y recetan más de la misma medicina que mata al enfermo. Más mercado, más liberalismo, y al final se saldrá a la prometida Sociedad de la Abundancia. Otros, también desde la lógica del sistema, pretenden que éste se autolimite, sin salir de sus parámetros. Vano empeño: el capital, dados sus mecanismos de acumulación, no puede dejar de crecer. Pregúntese a un rentista si se conformaría con un beneficio anual del 0%.
La política económica ortodoxa no deja de procurar un crecimiento moderado. Se recomienda un crecimiento anual del 3% para evitar una crisis generalizada que podría acabar con la estabilidad del sistema. Pues bien, es fácil calcular que ese aumento conducirá, en 25 años, a la duplicación de la riqueza; en un siglo, ésta se multiplicaría por veinte; en cinco, ¡por 2.600.000!
Cien o quinientos años en el futuro pueden parecer muchos, aunque no tantos si miramos hacia el pasado. Pero está claro que el simple paso de 25 años nos lleva a la insostenibilidad total.

















El mecanismo que produce la riqueza crea la marginación
No es nuevo el mecanismo de concentración del capital: los menos eficaces siempre han sido expulsados del proceso. La norma de eficacia es el aumento de la productividad, conseguida con más tecnología y menos fuerza de trabajo. Las grandes empresas muy productivas hacen insostenible a la mayoría menos productiva. El mercado globalizado barre sectores enteros y aumenta el ejército industrial de reserva. Junto a él, se crea una bolsa de marginales no asimilables, sin esperanza, absolutamente separada de la producción.
Como una época de esperanza revolucionaria es tiempo de políticas reformistas, la necesidad de oponer otro modelo aceptable al soviético llevó, tras la experiencia fascista, a las políticas keynesianas. Para no disminuir el beneficio del capital y la posibilidad de acumulación, se crea, solamente en los países del centro del sistema, el Estado del bienestar. El capital paga su cuota en aras a la estabilidad, y crece un sector público dedicado, junto a áreas estratégicas para las políticas nacionales, a los servicios públicos esenciales: entre otros, sistema de pensiones, sanidad, educación, protección social. Además, el bienestar relativo de los trabajadores fomenta el consumo, y, con él, el crecimiento de la producción; y de los beneficios.
La crisis general del modo de producción industrial que acabó con el socialismo real condujo en los países capitalistas a una seria contracción de la tasa de beneficio que llevó a ir eliminando progresivamente el Estado del bienestar, ya no estratégicamente necesario para oponerlo al otro modelo, y en definitiva sostenido en detrimento del beneficio. El Estado se desprende de sectores enteros, el gasto público disminuye. Al tiempo, la necesidad de las empresas de competir para sobrevivir, junto al desarrollo de nuevas tecnologías disponibles, aumentó extraordinariamente los costos en capital fijo, al tiempo que bajó la necesidad de mano de obra, y con ella la parte del gasto que generaba el bienestar relativo de la clase obrera. El proceso se retroalimenta, y cuanto más débiles son los trabajadores en peores condiciones están para defender los derechos adquiridos anteriormente. La oferta decreciente de trabajo y su demanda creciente hacen el resto.
Aunque la liquidación progresiva del estado de bienestar es un adelgazamiento del Estado, eso no significa, como la ideología liberal se empeña en hacernos creer, que disminuya su papel en la política económica. Por el contrario, y más en el centro que en la periferia del sistema, el Estado sigue siendo sustento de gasto público, pero ahora es sobre todo soporte de lucrativas ventajas para la empresa privada. En el centro del sistema global, un keynesianismo militar es el que fomenta ahora el crecimiento de la producción.

La crisis general del modo de producción industrial
Las crisis periódicas eran consustanciales al modo de producción capitalista. Se trataba de una tendencia a la sobreproducción, que terminaba en una caída generalizada de los precios y un hundimiento generalizado. Así, periódicamente el capital se desprendía de la parte de sí mismo más obsoleta, para renacer con nuevas fuerzas hacia un estadio superior de desarrollo.
El keynesianismo, que orienta la producción mediante políticas de estado, acabó en un tiempo con lo peor de estas crisis cíclicas, al desviar la producción destinada al mercado, cuando éste se satura, hacia fines sociales, obras públicas, y también, y más cada día, a gastos militares crecientes. Naturalmente, se trata siempre de una huída hacia adelante, que conduce a un aumento continuo de la producción de bienes y servicios
Las crisis más recientes tienen otro cariz y se relacionan con los límites naturales del crecimiento.
La huída hacia adelante ante los límites objetivos de un modo de producción ha estado siempre entre los motivos de su sustitución por otro nuevo, y ha sido el estímulo a la invención y a los sucesivos desarrollos de las fuerzas productivas. Por ejemplo, la agricultura surgió para responder a los límites naturales de la caza y la recolección, y sus sucesivos desarrollos se han ido produciendo para superar la ley de los rendimientos decrecientes presente en todas las actividades humanas: el progreso para la producción de las innovaciones es muy rápido al principio, pero, a partir de un cierto límite, para producir rendimientos ligeramente superiores es preciso un esfuerzo mucho mayor, no proporcional.
Los modos de producción que se han sucedido históricamente han sido cada vez  más eficaces, en términos absolutos de capacidad productiva, pero no en cuanto al rendimiento del trabajo. Así, el modo de producción esclavista supera en productividad absoluta a la agricultura de subsistencia, a costa de un trabajo humano mucho mayor. La domesticación de animales supuso desviar trabajo humano a trabajo animal, pero en definitiva la cantidad de energía necesaria no disminuyó. Porque de lo que se trata es de que, en cualquier modo de producción las unidades físicas en que se mide el trabajo son unidades de energía.
Por eso, el descubrimiento progresivo de las fuentes de energía disponibles en la naturaleza, además del trabajo humano y animal, ha sido decisivo para el desarrollo de nuestra sociedad industrial. Las primeras en desarrollarse fueron energías renovables, como la hidráulica y la eólica, pero el cambio fundamental se produce con el uso de energías fósiles, a partir de las cuales se produce una explosión al parecer sin límites de las fuerzas productivas.
Pero las energías fósiles, a diferencia de las renovables, son tan difíciles de reponer como fáciles de gastar. Se puede tirar de ellas como se tira de una cuenta de crédito, pero su velocidad de reposición es un millón de veces más lenta que el consumo actual. Así, en menos de medio milenio se ha consumido aproximadamente la mitad del total disponible. Eso significa que la oferta posible se acerca ya a la demanda actual, lo que hace imposible continuar con las políticas de crecimiento.
Al cenit del petróleo han de seguir inexorablemente el del gas natural, el carbón y la energía nuclear. Y junto a la crisis de la energía se presenta la de la destrucción de los ecosistemas, que puede llegar incluso a hacer inhabitable el planeta. Todo ello lleva a la necesidad de autolimitarnos.
La economía surgió como ciencia de la distribución de bienes escasos. Pronto se convirtió en ciencia del desarrollo de las fuerzas productivas. Vuelve a ser ahora ante todo la ciencia de la conservación y reproducción del sistema.
Pero sin producción neta de riqueza, el beneficio de unos es pérdida para otros, y si el estancamiento de la producción conduce al aumento de la desigualdad, la lucha de clases, más o menos oculta en periodos de bonanza, ha de volver al primer plano.

El papel de la ideología en el mantenimiento de las sociedades
Debemos a Marx la explicación satisfactoria del mantenimiento y  evolución de la estructura social a lo largo de la historia. De modo resumido, sobre la base material, un modo de producción, se superponen sucesivas superestructuras que hacen estable esa forma de producir, y de reproducirse en el tiempo, la sociedad de que se trate. Encima de todas ellas está la superestructura ideológica, que da a sus miembros una concepción del mundo capaz de situarlos satisfactoriamente en el lugar que ocupan en el modo de producción.
Cuando los individuos no se sitúan adecuadamente en el lugar previsto para ellos, otras estructuras coercitivas se encargan de reducirlos a su condición, pero naturalmente es mucho menos costoso y más seguro para la estabilidad del sistema que los aparatos ideológicos se encarguen de mantenerlos conformes con sus condiciones de vida.
El pensamiento colectivo, en todas las sociedades estables, está impregnado de la ideología conveniente. Independientemente de la ideología religiosa, cuyo papel en sociedades como la nuestra es limitado, hay una serie de mitos de la modernidad, que se impone ir sustituyendo por ideas más acordes con expectativas reales de futuro.

Los mitos; ideología de lo ilimitado
Las instituciones del mundo moderno responden a una ideología construida sin un sentido de los límites del mundo y de los sistemas sociales. Estas son algunas ideas que han dominado nuestra civilización desde las primeras décadas del siglo XIX:
  • Nosotros contra el ambiente
  • Nosotros contra otros hombres
  • Lo que importa es el individuo (o la empresa individual o la nación individual)
  • Podemos tener un control unilateral sobre el ambiente y tenemos que esforzarnos por conseguirlo
  • Vivimos dentro de una 'frontera' en infinita expansión
  • El determinismo económico es algo de sentido común
  • La tecnología se encargará de arreglarlo todo

Los valores de la cultura de la insostenibilidad son:
1. Baja valoración de la naturaleza
                        A. Naturaleza para producir bienes
                        B. Dominación humana
                        C. Crecimiento económico por encima de la protección ambiental

            2. Compasión sólo por lo cercano y querido
                        A. Explotación de otras especies para satisfacer las necesidades humanas
                        B. Desinterés por otros pueblos
                        C. Interés sólo por esta generación

            3. Aceptar riesgos para maximizar la riqueza
                        A. La ciencia y la tecnología solucionarán nuestros problemas
                        B. Rápido desarrollo de la energía nuclear
                        C. Énfasis en la tecnología dura
                        D. Desvalorizar la regulación: la responsabilidad es individual

            4. Ningún límite al crecimiento
                        A. No hay escasez de recursos
                        B. No hay problema de población
                        C. Producción y consumo

            5. Sociedad actual correcta
                        A. Los humanos no dañan seriamente a la naturaleza
                        B. Jerarquía y eficacia
                        C. Énfasis en el mercado
                        D. Competición
                        E. Hedonismo
                        F. Estilos de vida sofisticados
                        G. Énfasis en el trabajo por necesidades económicas

            6. Vieja política
                        A. Determinada por expertos
                        B. Debate entre partidos sobre la organización de la economía
                        C. Oposición a la acción directa
                        D. Énfasis en la mano invisible del mercado

Estos presupuestos responden a un sistema de ideas y creencias no siempre consciente; es necesario analizar la dimensión ideológica de lo ilimitado, los mitos de la cultura de la insostenibilidad.
            1. Progreso perpetuo
            Originado en axiomas cristianos; su concepción del tiempo es lineal (desconoce los ciclos naturales) y establece un dualismo entre el ser humano y el mundo natural: Dios planeó todo para el beneficio del hombre, el cual debe explotar la naturaleza para sus propios fines. El cristianismo es la religión más antropocéntrica. Para las religiones no occidentales (no cristianas), cada cosa, ser y lugar tiene su propio genius loci, su espíritu guardián. Al destruir el animismo pagano, el cristianismo de los pueblos colonizadores hizo posible la explotación de la naturaleza: los pueblos conquistados adoptaron una actitud arrogante e indiferente hacia los otros seres, objetos y lugares.
            2. Superabundancia
            Comienza esta idea-fuerza en el siglo XVIII. Después de la Independencia, se creó entre los colonos norteamericanos la imagen de un paraíso agrario que un día se extendería hasta el mar occidental. En la imaginación de los hombres, las tierras que se encontraban al poniente se transformarían en el Jardín del Mundo. La creación de mitos relativos a la tierra se convirtió en un pasatiempo nacional, infectaron la política y produjeron los movimientos hacia el oeste y el destino manifiesto: mientras los hombres estuvieran convencidos de que el continente era una sucesión ininterrumpida de pastos inagotables llevarían a cabo grandes y temerarias hazañas.
            3. Desarrollo
            El modo industrial de producción, que no era más que una forma social entre muchas, se transformó por definición en el estadio terminal de una evolución social unilineal. Este estado llegó a ser considerado como la culminación natural del potencial ya existente en el hombre neolítico, como su evolución lógica.
                        4. Optimismo tecnológico
            La principal característica de este mito es que ofrece la idea de que la tecnología "puede remediarlo todo mañana".
            5. Posmaterialidad e información
            Las necesidades materiales por largo tiempo han sido satisfechas gracias a grandes incrementos en la productividad del trabajo, sin embargo, la humanidad puede ahora transitar a la búsqueda de la satisfacción de deseos más nobles y espirituales
            La información es la mercadería distintiva de la sociedad posindustrial. Occidente no ha ido más allá de sus concentraciones de poder, de su explotación del trabajador y de su énfasis en los bienes materiales.
            6. Globalización
            Visión fundamentalista de la globalización:
1) la globalización del orden mundial actual no tiene precedentes históricos
2) los espacios nacionales han quedado disueltos en el orden global
3) el desarrollo económico y la competencia han cambiado de                                    naturaleza
4) las políticas nacionales deben converger con las expectativas de los mercados
5) la plena desreglamentación de los mercados es el único orden posible
6) el dilema del desarrollo en un mundo global es hoy inexistente
7) la mano invisible del mercado se encargará de compatibilizar intereses y difundir el bienestar
            7. Desarrollo sostenible
            El desarrollo sostenible es la idea-fuerza dominante en la actualidad. Concepto que, a pesar de sus dimensiones ecológicas, sociales y éticas, no supera los mitos del desarrollo, la sociedad posindustrial y la globalización, se construye a partir de ellos. No busca cambiar el sistema sino impedir que el ecocidio o la pobreza lo hagan colapsar.

            Trabajo ideológico
La situación expuesta es grave, y lo es nuestra falta de preparación ideológica para afrontarla, toda vez que, inmersos en la ideología desarrollista dominante, hemos de hacer un notable esfuerzo para desprendernos de tópicos que forman parte de toda nuestra cultura. El tiempo disponible para hacer frente a las profundas transformaciones necesarias es limitado.
La necesidad de lograr una sociedad, necesariamente poscapitalista, que permita un futuro viable, nos obliga a todos a hacer un esfuerzo ideológico especialmente duro, muy lejos de las habituales y en gran parte infundadas promesas electorales al uso.

Algunos retos en lo inmediato
Ante la grave situación expuesta, las políticas de los diferentes gobiernos tanto del estado como autonómico, han sido las de impulsar actividades muy agresivas y de gran impacto ambiental, apoyándose en los sectores económicos más propicios a beneficiarse de ellas (constructoras, eléctricas, inmobiliarias, petroleras, etc.).
 Hubo, y se mantiene, la promoción pública de la destrucción-degradación ambiental en nombre del mercado y "el crecimiento económico" a costa de lo que sea, sin miramiento alguno.
Los retos pasarían hoy día por:
1. Realizar un impulso programático centrándonos prioritariamente en:
- Políticas a favor del clima, reduciendo el consumo de energías fósiles y favoreciendo su sustitución por energías renovables.
- La gestión integral pública del ciclo completo del agua, dentro de una Nueva Cultura del Agua, que favorezca el uso racional, desde la austeridad y el ahorro, además de la depuración de las aguas residuales.
- La defensa de los espacios naturales, para el mantenimiento de las masas forestales existentes, y del medio marino. Regulando el desarrollo urbanístico que atienda a las necesidades reales, no a las especulativas.
- La gestión de los residuos urbanos e industriales, favoreciendo que se produzcan lo menos posible (minimización) y con la aplicación de la reducción, reutilización y reciclaje.
- Denuncia de los peligros alimentarios debidos a la producción agraria basada en el uso masivo de insumos químicos o pesticidas, a la ganadería con uso inadecuado de piensos, y al caso de los productos transgénicos.
- Impulsar la elaboración de una crítica radical, a partir de criterios ecológicos y sociales, de los procesos productivos completos, proponiendo alternativas igualmente precisas y concretas, abriendo camino al desarrollo sostenible real, no sólo declarativo o retórico, sino eficiente y riguroso.
2. Impulsar la participación en organizaciones del ecologismo social.
3. Desarrollar el diálogo del marxismo con la ecología política, para profundizar en la crítica ecológica del capitalismo y en la renovación del internacionalismo, tal y como nos legó Manuel Sacristán.

Lo aquí expuesto, en lo posible, debe articularse en la convergencia con los movimientos ecologistas dentro de las luchas concretas que tienen contenido anticapitalista y transformador. Debe, igualmente, alimentar la prefiguración de una sociedad nueva, socialista y solidaria con las generaciones futuras.
Todo ello nos conduce a la necesidad de cambiar la mentalidad, las propuestas y la practica individual y colectiva, tanto en la vida cotidiana como en la sociedad, en las instituciones y en las organizaciones en las que de una u otra forma participamos.







Enero de 2006

jueves, 20 de enero de 2011

Preámbulo a un Informe político



















Bajo el lema “¿Quién tiene miedo a Marx?”, y coincidiendo con el centenario de su muerte,  el historiador Pierre Vilar pronunció en 1983 una conferencia inaugural en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París; recordaba en ella la proliferación de ideología marxista de los años 60 y 70, en comparación con su desprestigio y olvido posterior, y hacía notar que “probablemente, la ‘moda Marx’ correspondió a un gran momento del capitalismo, y la moda ‘anti-Marx’ a su misma crisis general”.
No es éste lugar ni momento para explicar las razones de este desfase, tan frecuente en muchos momentos de la historia, entre las condiciones objetivas de una época y el modo en que las perciben los protagonistas (las llamadas condiciones subjetivas); pero sirva  la cita para alertar sobre cómo se da esta circunstancia ahora mismo, cuando, junto a la presencia de una crisis, tal vez terminal, del modo de producción, vemos la ausencia de una crítica fuerte, y los discursos de la izquierda se endulzan, para acercarse a los planteamientos generalmente aceptados por el sistema.
Decía Vilar en esa misma conferencia que “la originalidad de Marx es exigir una toma de consciencia de la dimensión histórica. Y particularmente de los fenómenos de larga duración. Las transiciones entre dos modos de producción son cosa de siglos”.
Y en lugar de esta consciencia de la dimensión histórica nos encontramos con una desconfianza hacia nuestras propias propuestas de ayer mismo, sin plantearnos su vigencia y rabiosa actualidad, y sobre todo su anticipación de tiempos aún por venir, para adaptarlas a oportunismos efímeros que siguen simplemente una ola de corrimiento a la derecha propiciada por el sistema en sus esfuerzos por ganar tiempo y reconducir la crisis en su beneficio.
Porque probablemente la crisis a cuyos comienzos asistimos tendrá un final mucho más brusco de lo que piensa la mayoría. Y probablemente coja a quien no esté atento con el paso cambiado.
Frente a los esfuerzos de la ideología dominante por defender un desarrollo sostenible tenemos que entender que ambos términos son intrínsecamente contradictorios. Ningún desarrollo es sostenible indefinidamente en un mundo limitado y con recursos muy próximos a su agotamiento.
Según la conocida ley de Liebig, la falta de un único factor limitante basta para detener el crecimiento de un ser vivo, e igual puede decirse de una sociedad, cosa que ha ocurrido más de una vez en la historia de las civilizaciones. En nuestro tiempo, el factor limitante es la energía no renovable, y cualquier desarrollo previsible de las fuentes renovables queda muy por detrás, no ya de las necesidades futuras del sistema, sino de las actuales, aunque pudieran quedar congeladas en los actuales niveles.

Y no es precisamente de congelarlas de lo que hablan nuestros flamantes economistas, sino de que crecimientos de la economía por debajo del 3% son incapaces de mantener el empleo en sus niveles actuales, dada la productividad creciente que va expulsando del mundo laboral cada vez a más trabajadores para producir lo mismo. Asimismo se nos dice que es necesario el aumento de la población para que las nuevas generaciones, empleadas por esa economía creciente, puedan sostener el sistema de pensiones.
Así que el sistema capitalista actual, que no concibe la producción más que a través del crecimiento continuo de la masa de capital y del beneficio que éste obtiene, y que ve el empleo subordinado a ese crecimiento, huye hacia delante: cada vez necesita menos población para producir lo mismo, y en consecuencia producir más para mantener el empleo, pero necesita más población para justificar esa producción creciente y para consumir lo que produce. Población que no puede mantener sin producir, so pena de que “sobreviva” sin consumir.
Las crisis periódicas, que en los años del estado de bienestar socialdemócrata se daban por definitivamente desaparecidas, son sustituidas ahora por la crisis permanente. Y continuamente se sale de cada una de sus fases agudas con nuevos “crecimientos”… que agudizan aún mas la insostenibilidad.
En su fase actual, una de las salidas es producir “bienes” que, como el armamento, puedan ser “consumidos” sin consumidores (no deberíamos considerar como tales a las víctimas de su empleo). Recordaba hace poco Mariano Marzo, catedrático de Recursos Energéticos de la universidad de Barcelona, en los desayunos de TVE, cómo un economista bastante cínico aconsejaba, para los tiempos que se avecinan, invertir en: 1º: oro; 2º: energías alternativas; 3º: hidrocarburos; 4º: industrias de armamento.
En pocos años, la producción de petróleo comenzará a disminuir sensiblemente, mientras que la demanda no cesa de aumentar. Ya en nuestros días asistimos a un ascenso imparable de los precios. Las únicas correcciones no terribles de la situación pasan por un cambio urgente del propio modo de producción: es el mismo capitalismo lo que hay que sustituir, porque inevitablemente su pervivencia en cualquiera de sus formas conduce inevitablemente al colapso, porque tarde o temprano el proceso de acumulación tumoral se repetiría, aún en una sociedad en involución: nos aguardaría un futuro de tipo Mad Max.
Así que ya no son posibles planteamientos no radicales. Tenemos que decir la verdad, aunque no resulte simpática. Por las circunstancias de nuestra transición vivimos para la coyuntura electoral, procurando no asustar con propuestas demasiado a contrapelo del sistema, pero para tratar de convencer a los ofendidos no podemos ofender a los convencidos. Cuando dulcificamos nuestro discurso para acomodarlo a una mayoría que, por desinformación sobre todo, está a nuestra derecha, defraudamos por completo a la gente de izquierda que, con una conciencia creciente, busca propuestas más audaces. Y como resultado real acabamos pareciendo una versión B del PSOE, del que no arañaremos así un solo voto, pero que nos los irá arrebatando inexorablemente. En todo caso, también conviene huir del radicalismo aventurero frecuente en los grupúsculos que tan bien conocemos. Nuestro programa de siempre es más que suficiente, porque contiene propuestas que el sistema no puede digerir.
Nuestro crecimiento futuro está en otra parte, y no en la imitación de unos supuestos verdes que no tienen de tales más que el nombre, porque no han sido capaces de sacar las consecuencias anticapitalistas de su impreciso ideario bienpensante. Como muestra véanse los gobiernos en que participan y sus planteamientos tan bien integrados en el sistema.
Con esta idea central, es evidente que una propuesta claramente anticapitalista tiene que mantener como elemento central a la clase trabajadora, pero evitando tomar partido en los (falseados) conflictos, que el sistema propicia, entre empleados y desempleados, entre quienes tienen contratos fijos y los eventuales, entre trabajadores jóvenes y los próximos a la jubilación, entre nativos e inmigrantes: los problemas son de todos, y deben solucionarse sin marginar a nadie, buscando atraerse una clientela a la que favorecer antes que a otros.
Izquierda Unida surgió como una propuesta destinada a aglutinar en torno a un programa, no solamente a quienes se reunieron en torno al movimiento obrero y al Partido Comunista, sino a mucha gente que todavía no comparte en todo nuestras ideas, aunque sí una visión transformadora de la sociedad. Pero sin abdicar un ápice de nuestras metas ni escamotear nuestro papel dentro de una nueva refundación. Si fue válida la formulación inicial, ¿qué nos obliga ahora a reformularla con unos parámetros menos claros?

escrito en 2004

Busquemos otra luz

Extraño momento el que nos toca vivir. Se parece a otros tiempos inciertos, y es a la vez enteramente distinto. Los fenómenos se asemejan, pero los enormes cambios de escala en el espacio y la aceleración en el tiempo los hacen bien diferentes.

"El cielo es el límite", dijo Emilio Botín no hace mucho. "Hay un abismo bajo nuestros pies", nos amenazan ahora desde diferentes ángulos. Optimistas y pesimistas cruzan sus apuestas.

Un estímulo eléctrico activa un músculo, pero la corriente alterna lo paraliza. Palo y zanahoria, miedo y esperanza, incertidumbre y falsa certeza, hábilmente manipulados, modifican las conductas colectivas. O de otro modo, las impiden por completo. Es la doctrina del shock de Naomi Klein.

Enormes fortunas, aunque hechas en su mayor parte de humo, poseen lo grandes medios de (in)comunicación. Sin más información que la suya, o buscamos datos por otra parte o llegaremos a creer que el único futuro es el diseñado por ellos. El mundo será para nosotros la caverna de Platón, encadenados de espaldas a la luz y viendo sólo las imágenes-sombras que nos proyectan. O el mundo virtual de Matrix, de sombras 3D, pero con ojos y oídos del rey bien reales.

Pero no es cierto que haya sólo un futuro: todos los futuros posibles se han citado para coincidir en este ahora, encrucijada de incertidumbres y turbulencias que puede conducir a cualquier parte.

El devenir de la historia está en apariencia más determinado que nunca. Quieren que creamos en el Destino. No creáis. Sólo el pasado está determinado.

A tientas, busquemos otra luz para ver el camino.