La enumeración de los mitos implícitos en la ideología de la modernidad procede de un artículo del arquitecto y ecologista mexicano Armando Páez: "Sostenibilidad y límites del pensamiento". Se halla en la revista Theomai, en este sitio de Internet
Cuando Francis Fukuyama proclamó el "fin de la historia", no era sin duda consciente del verdadero alcance de su profecía. Creía consolidado para siempre el mito liberal. Así como el ideal comunista veía al final de esta historia la sustitución del gobierno sobre los hombres por la administración de las cosas, para este funcionario imperial el futuro depararía desde entonces una administración eterna sobre hombres y cosas, basada en la mano invisible que da a cada uno "lo suyo". Sin trabas, el Mercado aumentaría la producción indefinidamente, de modo que la prosperidad acabaría "rebosando" desde las clases poderosas hasta alcanzar a toda la humanidad. Cualquier intento de modificar este todopoderoso mecanismo sería contraproducente, como habían demostrado primero el estancamiento del socialismo real y su colapso después.
Quince años más tarde, podemos imaginar un fin de la Historia bien diferente. La desigualdad no para de crecer entre países, ni en cada país. Si el crecimiento ilimitado se evidencia como una quimera, la única virtud del sistema capitalista, fomentar ese crecimiento, parece, más que una panacea, una bomba de relojería.
Desde el interior del sistema, los más ciegos niegan simplemente que esto sea así. Si hay dificultades, son temporales; y recetan más de la misma medicina que mata al enfermo. Más mercado, más liberalismo, y al final se saldrá a la prometida Sociedad de la Abundancia. Otros, también desde la lógica del sistema, pretenden que éste se autolimite, sin salir de sus parámetros. Vano empeño: el capital, dados sus mecanismos de acumulación, no puede dejar de crecer. Pregúntese a un rentista si se conformaría con un beneficio anual del 0%.
La política económica ortodoxa no deja de procurar un crecimiento moderado. Se recomienda un crecimiento anual del 3% para evitar una crisis generalizada que podría acabar con la estabilidad del sistema. Pues bien, es fácil calcular que ese aumento conducirá, en 25 años, a la duplicación de la riqueza; en un siglo, ésta se multiplicaría por veinte; en cinco, ¡por 2.600.000!
Cien o quinientos años en el futuro pueden parecer muchos, aunque no tantos si miramos hacia el pasado. Pero está claro que el simple paso de 25 años nos lleva a la insostenibilidad total.
El mecanismo que produce la riqueza crea la marginación
No es nuevo el mecanismo de concentración del capital: los menos eficaces siempre han sido expulsados del proceso. La norma de eficacia es el aumento de la productividad, conseguida con más tecnología y menos fuerza de trabajo. Las grandes empresas muy productivas hacen insostenible a la mayoría menos productiva. El mercado globalizado barre sectores enteros y aumenta el ejército industrial de reserva. Junto a él, se crea una bolsa de marginales no asimilables, sin esperanza, absolutamente separada de la producción.
Como una época de esperanza revolucionaria es tiempo de políticas reformistas, la necesidad de oponer otro modelo aceptable al soviético llevó, tras la experiencia fascista, a las políticas keynesianas. Para no disminuir el beneficio del capital y la posibilidad de acumulación, se crea, solamente en los países del centro del sistema, el Estado del bienestar. El capital paga su cuota en aras a la estabilidad, y crece un sector público dedicado, junto a áreas estratégicas para las políticas nacionales, a los servicios públicos esenciales: entre otros, sistema de pensiones, sanidad, educación, protección social. Además, el bienestar relativo de los trabajadores fomenta el consumo, y, con él, el crecimiento de la producción; y de los beneficios.
La crisis general del modo de producción industrial que acabó con el socialismo real condujo en los países capitalistas a una seria contracción de la tasa de beneficio que llevó a ir eliminando progresivamente el Estado del bienestar, ya no estratégicamente necesario para oponerlo al otro modelo, y en definitiva sostenido en detrimento del beneficio. El Estado se desprende de sectores enteros, el gasto público disminuye. Al tiempo, la necesidad de las empresas de competir para sobrevivir, junto al desarrollo de nuevas tecnologías disponibles, aumentó extraordinariamente los costos en capital fijo, al tiempo que bajó la necesidad de mano de obra, y con ella la parte del gasto que generaba el bienestar relativo de la clase obrera. El proceso se retroalimenta, y cuanto más débiles son los trabajadores en peores condiciones están para defender los derechos adquiridos anteriormente. La oferta decreciente de trabajo y su demanda creciente hacen el resto.
Aunque la liquidación progresiva del estado de bienestar es un adelgazamiento del Estado, eso no significa, como la ideología liberal se empeña en hacernos creer, que disminuya su papel en la política económica. Por el contrario, y más en el centro que en la periferia del sistema, el Estado sigue siendo sustento de gasto público, pero ahora es sobre todo soporte de lucrativas ventajas para la empresa privada. En el centro del sistema global, un keynesianismo militar es el que fomenta ahora el crecimiento de la producción.
La crisis general del modo de producción industrial
Las crisis periódicas eran consustanciales al modo de producción capitalista. Se trataba de una tendencia a la sobreproducción, que terminaba en una caída generalizada de los precios y un hundimiento generalizado. Así, periódicamente el capital se desprendía de la parte de sí mismo más obsoleta, para renacer con nuevas fuerzas hacia un estadio superior de desarrollo.
El keynesianismo, que orienta la producción mediante políticas de estado, acabó en un tiempo con lo peor de estas crisis cíclicas, al desviar la producción destinada al mercado, cuando éste se satura, hacia fines sociales, obras públicas, y también, y más cada día, a gastos militares crecientes. Naturalmente, se trata siempre de una huída hacia adelante, que conduce a un aumento continuo de la producción de bienes y servicios
Las crisis más recientes tienen otro cariz y se relacionan con los límites naturales del crecimiento.
La huída hacia adelante ante los límites objetivos de un modo de producción ha estado siempre entre los motivos de su sustitución por otro nuevo, y ha sido el estímulo a la invención y a los sucesivos desarrollos de las fuerzas productivas. Por ejemplo, la agricultura surgió para responder a los límites naturales de la caza y la recolección, y sus sucesivos desarrollos se han ido produciendo para superar la ley de los rendimientos decrecientes presente en todas las actividades humanas: el progreso para la producción de las innovaciones es muy rápido al principio, pero, a partir de un cierto límite, para producir rendimientos ligeramente superiores es preciso un esfuerzo mucho mayor, no proporcional.
Los modos de producción que se han sucedido históricamente han sido cada vez más eficaces, en términos absolutos de capacidad productiva, pero no en cuanto al rendimiento del trabajo. Así, el modo de producción esclavista supera en productividad absoluta a la agricultura de subsistencia, a costa de un trabajo humano mucho mayor. La domesticación de animales supuso desviar trabajo humano a trabajo animal, pero en definitiva la cantidad de energía necesaria no disminuyó. Porque de lo que se trata es de que, en cualquier modo de producción las unidades físicas en que se mide el trabajo son unidades de energía.
Por eso, el descubrimiento progresivo de las fuentes de energía disponibles en la naturaleza, además del trabajo humano y animal, ha sido decisivo para el desarrollo de nuestra sociedad industrial. Las primeras en desarrollarse fueron energías renovables, como la hidráulica y la eólica, pero el cambio fundamental se produce con el uso de energías fósiles, a partir de las cuales se produce una explosión al parecer sin límites de las fuerzas productivas.
Pero las energías fósiles, a diferencia de las renovables, son tan difíciles de reponer como fáciles de gastar. Se puede tirar de ellas como se tira de una cuenta de crédito, pero su velocidad de reposición es un millón de veces más lenta que el consumo actual. Así, en menos de medio milenio se ha consumido aproximadamente la mitad del total disponible. Eso significa que la oferta posible se acerca ya a la demanda actual, lo que hace imposible continuar con las políticas de crecimiento.
Al cenit del petróleo han de seguir inexorablemente el del gas natural, el carbón y la energía nuclear. Y junto a la crisis de la energía se presenta la de la destrucción de los ecosistemas, que puede llegar incluso a hacer inhabitable el planeta. Todo ello lleva a la necesidad de autolimitarnos.
La economía surgió como ciencia de la distribución de bienes escasos. Pronto se convirtió en ciencia del desarrollo de las fuerzas productivas. Vuelve a ser ahora ante todo la ciencia de la conservación y reproducción del sistema.
Pero sin producción neta de riqueza, el beneficio de unos es pérdida para otros, y si el estancamiento de la producción conduce al aumento de la desigualdad, la lucha de clases, más o menos oculta en periodos de bonanza, ha de volver al primer plano.
El papel de la ideología en el mantenimiento de las sociedades
Debemos a Marx la explicación satisfactoria del mantenimiento y evolución de la estructura social a lo largo de la historia. De modo resumido, sobre la base material, un modo de producción, se superponen sucesivas superestructuras que hacen estable esa forma de producir, y de reproducirse en el tiempo, la sociedad de que se trate. Encima de todas ellas está la superestructura ideológica, que da a sus miembros una concepción del mundo capaz de situarlos satisfactoriamente en el lugar que ocupan en el modo de producción.
Cuando los individuos no se sitúan adecuadamente en el lugar previsto para ellos, otras estructuras coercitivas se encargan de reducirlos a su condición, pero naturalmente es mucho menos costoso y más seguro para la estabilidad del sistema que los aparatos ideológicos se encarguen de mantenerlos conformes con sus condiciones de vida.
El pensamiento colectivo, en todas las sociedades estables, está impregnado de la ideología conveniente. Independientemente de la ideología religiosa, cuyo papel en sociedades como la nuestra es limitado, hay una serie de mitos de la modernidad, que se impone ir sustituyendo por ideas más acordes con expectativas reales de futuro.
Los mitos; ideología de lo ilimitado
Las instituciones del mundo moderno responden a una ideología construida sin un sentido de los límites del mundo y de los sistemas sociales. Estas son algunas ideas que han dominado nuestra civilización desde las primeras décadas del siglo XIX:
- Nosotros contra el ambiente
- Nosotros contra otros hombres
- Lo que importa es el individuo (o la empresa individual o la nación individual)
- Podemos tener un control unilateral sobre el ambiente y tenemos que esforzarnos por conseguirlo
- Vivimos dentro de una 'frontera' en infinita expansión
- El determinismo económico es algo de sentido común
- La tecnología se encargará de arreglarlo todo
Los valores de la cultura de la insostenibilidad son:
1. Baja valoración de la naturaleza
A. Naturaleza para producir bienes
B. Dominación humana
C. Crecimiento económico por encima de la protección ambiental
2. Compasión sólo por lo cercano y querido
A. Explotación de otras especies para satisfacer las necesidades humanas
B. Desinterés por otros pueblos
C. Interés sólo por esta generación
3. Aceptar riesgos para maximizar la riqueza
A. La ciencia y la tecnología solucionarán nuestros problemas
B. Rápido desarrollo de la energía nuclear
C. Énfasis en la tecnología dura
D. Desvalorizar la regulación: la responsabilidad es individual
4. Ningún límite al crecimiento
A. No hay escasez de recursos
B. No hay problema de población
C. Producción y consumo
5. Sociedad actual correcta
A. Los humanos no dañan seriamente a la naturaleza
B. Jerarquía y eficacia
C. Énfasis en el mercado
D. Competición
E. Hedonismo
F. Estilos de vida sofisticados
G. Énfasis en el trabajo por necesidades económicas
6. Vieja política
A. Determinada por expertos
B. Debate entre partidos sobre la organización de la economía
C. Oposición a la acción directa
D. Énfasis en la mano invisible del mercado
Estos presupuestos responden a un sistema de ideas y creencias no siempre consciente; es necesario analizar la dimensión ideológica de lo ilimitado, los mitos de la cultura de la insostenibilidad.
1. Progreso perpetuo
Originado en axiomas cristianos; su concepción del tiempo es lineal (desconoce los ciclos naturales) y establece un dualismo entre el ser humano y el mundo natural: Dios planeó todo para el beneficio del hombre, el cual debe explotar la naturaleza para sus propios fines. El cristianismo es la religión más antropocéntrica. Para las religiones no occidentales (no cristianas), cada cosa, ser y lugar tiene su propio genius loci, su espíritu guardián. Al destruir el animismo pagano, el cristianismo de los pueblos colonizadores hizo posible la explotación de la naturaleza: los pueblos conquistados adoptaron una actitud arrogante e indiferente hacia los otros seres, objetos y lugares.
2. Superabundancia
Comienza esta idea-fuerza en el siglo XVIII. Después de la Independencia, se creó entre los colonos norteamericanos la imagen de un paraíso agrario que un día se extendería hasta el mar occidental. En la imaginación de los hombres, las tierras que se encontraban al poniente se transformarían en el Jardín del Mundo. La creación de mitos relativos a la tierra se convirtió en un pasatiempo nacional, infectaron la política y produjeron los movimientos hacia el oeste y el destino manifiesto: mientras los hombres estuvieran convencidos de que el continente era una sucesión ininterrumpida de pastos inagotables llevarían a cabo grandes y temerarias hazañas.
3. Desarrollo
El modo industrial de producción, que no era más que una forma social entre muchas, se transformó por definición en el estadio terminal de una evolución social unilineal. Este estado llegó a ser considerado como la culminación natural del potencial ya existente en el hombre neolítico, como su evolución lógica.
4. Optimismo tecnológico
La principal característica de este mito es que ofrece la idea de que la tecnología "puede remediarlo todo mañana".
5. Posmaterialidad e información
Las necesidades materiales por largo tiempo han sido satisfechas gracias a grandes incrementos en la productividad del trabajo, sin embargo, la humanidad puede ahora transitar a la búsqueda de la satisfacción de deseos más nobles y espirituales
La información es la mercadería distintiva de la sociedad posindustrial. Occidente no ha ido más allá de sus concentraciones de poder, de su explotación del trabajador y de su énfasis en los bienes materiales.
6. Globalización
Visión fundamentalista de la globalización:
1) la globalización del orden mundial actual no tiene precedentes históricos
2) los espacios nacionales han quedado disueltos en el orden global
3) el desarrollo económico y la competencia han cambiado de naturaleza
4) las políticas nacionales deben converger con las expectativas de los mercados
5) la plena desreglamentación de los mercados es el único orden posible
6) el dilema del desarrollo en un mundo global es hoy inexistente
7) la mano invisible del mercado se encargará de compatibilizar intereses y difundir el bienestar
7. Desarrollo sostenible
El desarrollo sostenible es la idea-fuerza dominante en la actualidad. Concepto que, a pesar de sus dimensiones ecológicas, sociales y éticas, no supera los mitos del desarrollo, la sociedad posindustrial y la globalización, se construye a partir de ellos. No busca cambiar el sistema sino impedir que el ecocidio o la pobreza lo hagan colapsar.
Trabajo ideológico
La situación expuesta es grave, y lo es nuestra falta de preparación ideológica para afrontarla, toda vez que, inmersos en la ideología desarrollista dominante, hemos de hacer un notable esfuerzo para desprendernos de tópicos que forman parte de toda nuestra cultura. El tiempo disponible para hacer frente a las profundas transformaciones necesarias es limitado.
La necesidad de lograr una sociedad, necesariamente poscapitalista, que permita un futuro viable, nos obliga a todos a hacer un esfuerzo ideológico especialmente duro, muy lejos de las habituales y en gran parte infundadas promesas electorales al uso.
Algunos retos en lo inmediato
Ante la grave situación expuesta, las políticas de los diferentes gobiernos tanto del estado como autonómico, han sido las de impulsar actividades muy agresivas y de gran impacto ambiental, apoyándose en los sectores económicos más propicios a beneficiarse de ellas (constructoras, eléctricas, inmobiliarias, petroleras, etc.).
Hubo, y se mantiene, la promoción pública de la destrucción-degradación ambiental en nombre del mercado y "el crecimiento económico" a costa de lo que sea, sin miramiento alguno.
Los retos pasarían hoy día por:
1. Realizar un impulso programático centrándonos prioritariamente en:
- Políticas a favor del clima, reduciendo el consumo de energías fósiles y favoreciendo su sustitución por energías renovables.
- La gestión integral pública del ciclo completo del agua, dentro de una Nueva Cultura del Agua, que favorezca el uso racional, desde la austeridad y el ahorro, además de la depuración de las aguas residuales.
- La defensa de los espacios naturales, para el mantenimiento de las masas forestales existentes, y del medio marino. Regulando el desarrollo urbanístico que atienda a las necesidades reales, no a las especulativas.
- La gestión de los residuos urbanos e industriales, favoreciendo que se produzcan lo menos posible (minimización) y con la aplicación de la reducción, reutilización y reciclaje.
- Denuncia de los peligros alimentarios debidos a la producción agraria basada en el uso masivo de insumos químicos o pesticidas, a la ganadería con uso inadecuado de piensos, y al caso de los productos transgénicos.
- Impulsar la elaboración de una crítica radical, a partir de criterios ecológicos y sociales, de los procesos productivos completos, proponiendo alternativas igualmente precisas y concretas, abriendo camino al desarrollo sostenible real, no sólo declarativo o retórico, sino eficiente y riguroso.
2. Impulsar la participación en organizaciones del ecologismo social.
3. Desarrollar el diálogo del marxismo con la ecología política, para profundizar en la crítica ecológica del capitalismo y en la renovación del internacionalismo, tal y como nos legó Manuel Sacristán.
Lo aquí expuesto, en lo posible, debe articularse en la convergencia con los movimientos ecologistas dentro de las luchas concretas que tienen contenido anticapitalista y transformador. Debe, igualmente, alimentar la prefiguración de una sociedad nueva, socialista y solidaria con las generaciones futuras.
Todo ello nos conduce a la necesidad de cambiar la mentalidad, las propuestas y la practica individual y colectiva, tanto en la vida cotidiana como en la sociedad, en las instituciones y en las organizaciones en las que de una u otra forma participamos.
Enero de 2006