Se trata de tanteos, luego de que algunos de los últimos avances experimentados en América Latina hayan sido cortados en seco por la ofensiva conjunta del imperio americano y las oligarquías locales.
Pero las respuestas estructurales que se proponen no serán posibles sin un cambio en el sentido común generalizado que considera imposible acabar con este sistema económico, precisamente por su implantación global. Cuando resulta que ese triunfo es el preludio tantas veces anunciado (y, ciertamente, otras tantas aplazado...) de un fracaso absoluto a muy corto plazo.
Lo que mejor apuntala este sistema económico agonizante es la idea generalizada de que no se puede cambiar.
Interrogantes necesarias
¿Cómo avanzar en la autosuficiencia alimentaria y energética, sin entrar en la lógica de las asimetrías que conlleva la mercantilización de las relaciones sociales de producción?
Responder a la interrogante supone considerar las propuestas sustentadas desde el movimiento popular en torno a la soberanía alimentaria, energética o financiera, que fuera parte del programa sustentado desde la nueva integración animada en la región en este tiempo de cambio político.
Es más, se puede rescatar la experiencia de Cuba desde 1959, Chile entre 1973 y 1976, Nicaragua entre 1979 y 2000, y los recientes procesos de cambio para asumir la limitación de la dependencia que impone la organización capitalista global. Por eso, destacamos la necesidad de resolver el límite tecnológico y de subordinación al sistema de patentes y marcas en el comercio internacional, que desafía a constituir nuevos rumbos al modelo productivo y de desarrollo.
Una prioridad es la alimentación de la población, no solo bajo un nuevo patrón de producción, sino también de consumo, por lo que la soberanía alimentaria es más que una categoría programática. Debe transformarse en una finalidad consciente de la población, lo que supone confrontar con una lógica histórica asociada al consumismo y a la dominación de las transnacionales modernas de la alimentación y la biotecnología.
Claro que ello no puede hacerse sin transformar la matriz energética asociada a la dominación de los hidrocarburos y las petroleras transnacionales, por lo que la soberanía energética asociada a otra forma de satisfacer las necesidades locales y regionales constituye una base de arranque de un petromodelo productivo, ensayado en la lógica no lograda del proyecto Petro-América.
En el mismo sentido puede pensarse el financiamiento de esas dinámicas alternativas, para lo que resulta de gran estímulo el debate sobre la nueva arquitectura financiera para la región discutido en la primera década del siglo XXI, de manera especial en torno a la constitución de un Banco del Sur, una moneda de intercambio regional para facilitar la circulación de bienes y servicios sin acudir a divisas de circulación global.
Por eso la soberanía financiera es un mecanismo de autonomía y camino de independencia para pensar en un rumbo por la transición.
¿Cómo construir sociedades con sujetos conscientes y un nuevo sentido común para generar excedentes y una mayor productividad sin exclusión social?
No es simple la respuesta, máxime si se estudian las experiencias históricas de tránsito del socialismo al capitalismo. Un problema ha sido la emulación entre lo nuevo que se pretende construir y lo viejo que se busca transformar, que lleva a competir con la misma lógica de producir, que define en última instancia las formas de la circulación y el consumo.
Se trata, como lo explica Dussel, [7] logrando generar en el seno de la sociedad una reproducción social con sujetos situados para la alternativa al capitalismo. El Che había puesto de manifiesto la necesidad de construir una nueva subjetividad para pensar más allá del capitalismo.
No solo se trata de la producción de bienes y servicios, sino de una conciencia sobre la nueva sociedad a construir, quizás uno de los límites más importantes a la hora de pensar la construcción de lo alternativo en el orden económico y social.
La mayor productividad y la generación de excedentes es parte de la búsqueda en la construcción de la nueva sociedad. Ese es el camino enunciado por los lineamientos de cambio económico en Cuba desde el 2011, en proceso permanente de reevaluación y que son parte de los cambios que generó el proceso regional de cambio político en la primera década del siglo XXI.
En definitiva, la construcción de sujetos situados en dirección a estos objetivos choca con el sentido común construido y consolidado a partir de la universalización del capitalismo; en especial en tiempos de una inmensa ofensiva capitalista por la liberalización de la economía mundial.
¿Cómo orientar el sistema educativo cultural y de ciencia y tecnología en la construcción de sujetos que no reproduzcan la subjetividad que el capital ha institucionalizado?
Vale la experiencia de Cuba, [8] en permanente revisión y actualización. No son pocos los esfuerzos desarrollados en este plano en las distintas experiencias mencionadas, de manera especial en la asediada Revolución bolivariana.
Sin embargo, queda claro que no alcanza con alfabetizar y poner al alcance de la sociedad los adelantos tecnológicos y científicos, si al mismo tiempo no se innova en el proceso de enseñanza y aprendizaje, incluyendo en ello el aporte del saber popular con perspectiva emancipadora.
En especial remitimos a las menciones previas relativas a la soberanía alimentaria, energética o financiera, donde el saber popular incorpora novedades, muchas veces a contramano del saber profesional.
Una adecuada articulación de saberes populares y profesionales es uno de los límites que requieren ser superados para la generación de rupturas civilizatorias que permitan dejar atrás la cultura impuesta por el régimen del capital.
Es importante el avance de la construcción popular, pero la ausencia de proyecto alternativo, transformador, termina subsumiendo la dinámica social en la estrategia del poder global.
¿Cómo desacoplarse de la globalización capitalista? En tiempos de la bipolaridad mundial se construyó la posibilidad de la «tercera posición», que habilitó formas de desarrollo alternativo que inspiraron procesos de transición en varias partes del planeta.
La realidad de este tiempo nos lleva a la creación de nuevas propuestas, que tienen en el pasado reciente muchas sugerencias programáticas, entre las que destaca el impulso a una nueva integración regional, no subordinada y con ciertos avances en materia de creación de una renovada institucionalidad, expresada como dijimos en el ALBA-TCP o en la CELAC, entre otros instrumentos.
El régimen del capital es una construcción mundial, lo que desafía a la articulación de un nuevo internacionalismo para la transición contra y más allá del capitalismo.
Los avances integradores de nuevo tipo en la región generaron las respuestas de boicot y ofensiva de las derechas para frenar el avance de estas propuestas.
Ello quedó de manifiesto en los golpes desplegados desde Honduras en 2009, Paraguay 2012, Brasil 2016, Bolivia 2019 e incluso los procesos electorales favorables a las derechas en Argentina 2015 y Uruguay 2020. El desacople implica procesos de construcción y deconstrucción propios de la crisis de las alternativas.
¿Cómo incorporar la participación popular en la política pública? Requiere incluir la perspectiva del carácter plurinacional del Estado, modificando la concepción de «sector público» y articulación entre este renominado como plurinacional y lo comunitario.
Existen aportaciones interesantes de la experiencia regional en materia de participación, de manera especial en lo atinente al presupuesto participativo, que incorporó la experiencia de la izquierda brasileña en el Gobierno en los tempranos noventa del siglo pasado.
La participación popular en la definición y ejecución del presupuesto público, tanto como la definición de las políticas públicas son aspectos a desarrollar desde la participación popular. Las entrevistas realizadas en el estudio ya aludido, [9] permiten comprender cómo es la angosta calle por la cual van pasando algunos espacios de participación, como también, lo que se fue «perdiendo» como posibilidad en el proceso.
El Estado es parte de los problemas de la crisis en las alternativas. También es necesario un Estado situado para avanzar en una sociedad en esta dirección. Comprender el fenómeno estatal es un aspecto central en los procesos de emancipación del capital. Rajland plantea que: «el aparato del Estado está atravesado por los procesos sociales, y posee autonomía que le permite retro-actuar sobre la sociedad y no sólo `reflejar´ las relaciones que se traban en el seno de aquella. No es solo un `instrumento´ del poder económico en una sociedad dada, sino un espacio en el que, en forma compleja y mediada, se dirimen y modifican las relaciones sociales del conjunto de esa sociedad, y se `ejecutan´ tareas sociales necesarias para la reproducción de la misma». [10]
La conceptualización que realiza Rajland habilita para reflexionar alrededor del interrogante planteado en el sentido que, el Estado, como categoría teórica e institucionalizada de manera casi universal a partir del desarrollo capitalista mundial, es parte también de la crisis en las transiciones.
Como lo expresa la autora, se trata de un espacio en el cual se «ejecutan» tareas sociales necesarias para la reproducción de la misma, de allí la importancia para los procesos de transición comprender cómo es la reproducción capitalista, y cuáles son las políticas construidas que dan origen a los cambios en la dirección de ese modo de desarrollo. Rajland lo pone en estos términos: «se necesita construir contrahegemonía como contrapoder y en el cómo se construye, la educación es uno de los instrumentos. Pero para llegar al poder y a la hegemonía hace falta la práctica política de los sujetos conscientes. Es a la construcción de esa consciencia a la que podemos contribuir los educadores marxistas».
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Notas:
[7] Enrique Dussel, en https://www.youtube.com/watch?v=Q86_LPat-IQ.
[8] Agustín Lage Dávila (2015). La Economía del Conocimiento y el Socialismo. Editorial Academia, Cuba. Aquí se puede apreciar un conjunto de observaciones y reflexión muy integral que abarca al conjunto del sistema educativo, cultural y tecnológico.
[9] Enrique Elorza (2019).
[10] Beatriz Rajland (2013). «Estado, Emancipación y Educación. Una aproximación desde el pensamiento marxista». Revista Perspectiva №31, Florianópolis, Santa Catarina, Brasil, en
https://periodicos.ufsc.br/index.php/perspectiva/article/ view/23438