sábado, 24 de febrero de 2024

"Tiempo de silencio" en tiempos de ruido

Hoy el ruido no nos deja oír los sonidos del silencio. Habrá que prestarles oído y traerlos a la memoria de quienes han sido privados de ella por décadas de desinformación.

En un primer momento, cuando la simple sospecha de no comulgar con el golpe militar podía costarte la vida, el régimen fascista español infundía un pavor que enmudecía cualquier voz salvo la de los suyos. Aquella "imposición del entusiasmo", cuando la simple sospecha de no comulgar fervorosamente con su ideario era peligrosa, se relajó un poco cuando empezó a estar claro que las Potencias del Eje perderían la guerra.

Por eso en 1944 un recién nacido Premio Nadal lo recibió la novela Nada, y su joven autora Carmen Laforet pudo publicarla en 1945: ese año terminaba la Segunda Guerra Mundial.

La novela se alejaba por completo de la triunfalista visión oficial, y adoptando un punto de vista cargado de tristeza, mostraba la miseria que sufría la mayor parte de la sociedad española en aquellos años. Su atormentado existencialismo no era todavía lo que fue el realismo social, que paso a paso se abriría camino en los años siguientes.

Rafael Sánchez Ferlosio publicó en 1956 El Jarama. Considerada «espejo y metáfora del estrangulamiento vital de la España del medio siglo», desarrolla el enfrentamiento de dos mundos contrapuestos, la clase trabajadora urbana y la rural. Aquí entran de lleno los puntos de vista de la clase obrera, y es por eso referencia obligada en este campo.

Ya en 1960, el mucho más comprometido Armando López Salinas escenifica en La Mina la lucha de clases en aquellos años de abandono de la economía autárquica, cuando se daban los primeros pasos hacia el «desarrollismo» económico que insertaría de lleno la España de Franco en la órbita del bloque capitalista.

Podríamos hablar aquí de realismo socialista, aunque se suele dar este nombre al más retórico y triunfalista del periodo soviético. Pero realismo socialista es el de Gorki en La madre, escrita mucho antes de aquella revolución, tal como esta novela fue también escrita lejos de la retórica entusiasta del "socialismo real".

Es muy difícil desprenderse por completo de prejuicios derivados de los criterios estéticos e ideológicos de la guerra fría cultural. El dogmatismo cultural soviético ha sido utilizado una y otra vez para desprestigiar cualquier crítica a nuestros modélicos sistemas políticos y sociales. Por eso muchos están predispuestos para rechazar todo lo que huela a socialismo (en el verdadero sentido de la palabra) sin intentar siquiera investigar en el asunto.

Pero en este caso hay otro motivo, que en el fondo es el mismo, para dejar de lado la novela social de la época, y es que choca de frente con el relato edulcorado de lo que fue el paso de la dictadura a la democracia y sus presuntos protagonistas:

Considerada una de las novelas más significativas del realismo social español, La mina ha sido condenada al silencio y al olvido por la crítica literaria española, y lo ha sido porque molesta, ya que quiebra el relato de la Transición; un relato que se ha construido sobre el mito de que grandes hombres con grandes gestos trajeron a España la democracia, cuando, en realidad, la democracia fue consecuencia de la lucha de miles de hombres y mujeres como los que La mina describe que dieron su vida por la libertad y la dignidad de un pueblo subyugado. La democracia no ha sido una concesión, sino el resultado de años de resistencia y de lucha. Los gérmenes de esa lucha están presentes en La mina de Armando López Salinas.

Años después, en 1962, Luis Martín Santos publicó Tiempo de silencio. En vez de centrarse en la lucha de clases a través de la conflictividad directamente narrada, lo hace a través de la batalla por la supervivencia de los personajes, en sus distintos nichos vitales. Un investigador necesita ratones de laboratorio (¡otra vez las ratas, como en otra novela de Delibes de ese mismo año: otro símbolo de la vida rastrera de aquellos tiempos, y no olvidemos que de mucha gente ahora mismo!).

Para procurárselos, entra en el submundo del lumpen. Son varios grupos sociales diferentes, con problemas semejantes pero visiones distintas, los que aparecen en el relato, tan lineal en su temporalidad como innovador es su estilo, un tanto a la manera del Ulises de Joyce.

La profesión del autor, médico y psiquiatra, se manifiesta en la capacidad para penetrar en la mentalidad de personajes tan diversos. Como comenta su hijo Luis Martín Santos Laffón:

"Se dice que cambió el rumbo de la narrativa nacional, que estaba, de alguna manera, estancada en un realismo un poco monótono y crudo. Abrió la novela, abrió nuevos caminos. Ese realismo, lo convirtió en un realismo dialéctico. Detrás de él salieron escritores como Marsé, por ejemplo.

Realismo dialéctico de un militante socialista anterior a la renuncia al marxismo y cambio de definición que forzó Felipe González:

"La verdad fundamental que subraya la prioridad del mundo real no puede ser una negación de los conocimientos subjetivos. Conocer no es solo "reflejar" el mundo real, sino también alterarlo e interpretarlo en algún modo. Hay una relación dialéctica entre el mundo real que conocemos y nuestra subjetividad."













'Tiempo de silencio', la novela que cambió el realismo literario para recrear la España casposa el franquismo

Seix Barral edita de nuevo la novela de Luis Martín Santos cuando se celebra el centenario del escritor, mientras que Galaxia Gutenberg publica una recopilación de textos inéditos del escritor fallecido en un accidente de tráfico en 1964

Pepa Blanes

Tiempo de silencio fue una novela clave para la literatura española. Luis Martín Santos logró publicarla en 1962 y marcó un punto de inflexión en la cultura española envuelta en ese marco protector y casposo del franquismo y en medio del inicio de una contestación civil que se iría consolidando y que sería, parafraseando al cantante Raimon, sorda y constante, desde entonces. "Se dice que cambió el rumbo de la narrativa nacional, que estaba, de alguna manera, estancada en un realismo un poco monótono y crudo. Abrió la novela, abrió nuevos caminos. Ese realismo, lo convirtió en un realismo dialéctico. Detrás de él salieron escritores como Marsé, por ejemplo. Digamos que mi padre abrió nuevos caminos", cuenta en la Cadena SER, Luis Martín Santos Laffón, el hijo del escritor.

La novela se publicó en un tiempo donde la moda literaria se acercaba al realismo social. Martín Santos lo superó calificando su estilo de realismo dialéctico, a través del personaje de un joven médico que necesita ratones para poder seguir experimentando en el laboratorio. Una corriente literaria influenciada por el marxismo y el psicoanálisis, cuyo primer objetivo sería la descripción de una realidad social y, la segunda, la creación de una mitología para uso de la sociedad. De este modo, hacía un guiño o una referencia a su militancia en el partido socialista, por aquel entonces cercano al marxismo y a esa dialéctica que explicó Karl Marx. De hecho, hay algo de esa pobreza, podredumbre y del fracaso de quien quiere combatirla en la propia historia de este investigador que quiere hacer ciencia y no puede.

"Hay muchísima crítica social. Habla de una España casposa, de precariedad, habla de un científico que no puede salir adelante precisamente por falta de medios y después de hacer una un viaje epifánico hacia hacia las tinieblas del Madrid más pobre y profundo. De alguna manera, yo creo que puede conectar", explica Elena Ramírez, editora de Seix Barral que publicó entonces la novela y presenta ahora una nueva edición con prólogo de Enrique Vila-Matas. "De no haber perdido Martín-Santos la vida en 1964 en accidente de automóvil, habría podido abrir una vivificante y divertida vía nueva en la narrativa española", dice el escritor.

Luis Martín Santos estudió psiquiatría, quedó marcado de niño por la enfermedad de su madre, la esquizofrenia, igual que sus hermanos. Fue mientras trabajaba en Madrid en su doctorado cuando empezó a frecuentar el ambiente literario de la ciudad, junto a sus mejores amigos, Juan Benet e Ignacio Aldecoa, con los que asistía a las famosas tertulias literarias de la época. Primero escribió un poemario y después esta novela. Su militancia socialista impidió que la novela ganase el Premio Pío Baroja de novela en 1961, que quedó finalmente desierto. También de que hubiera pasado por la cárcel, lugar donde fue más fácil escribir.

Fue Carlos Barral el encargado de llevarla a las librerías, pero no pudo hacerlo tal y como Luis Martín Santos la concibió, puesto que la censura cortó veinte páginas, cuatro capítulos y un fragmento del prostíbulo. "Fue censurada, pero mi padre iba con copias de las partes que faltaban y la iba regalando entusiasmado a los amigos para que la leyesen en su versión completa. Es importante que la gente entienda el contexto en el que se escribió y cómo eran esos años. La realidad de España era muy diferente, había censura, represión, la gente era perseguida", cuenta Martín Santos de una novela que refleja precisamente ese clima de tensión y desesperanza y, a la vez, la manera de seguir adelante de sus personajes.

Tiempo de silencio es un grotesco retrato del Madrid de la posguerra donde su protagonista, un joven científico, descubre la marginación, la disfunción de los lazos familiares, la soledad, la impotencia, el odio y silencio que marcó la vida de tantas personas desde la posguerra hasta la democracia. El silencio reflejado en una historia que pasea por el Madrid histórico, pero también por esos poblados que empezaban a surgir en la periferia de la capital, de aquellos emigrantes que dejaban el campo para encontrar una vida mejor y encontraron, sin embargo, miseria, lumpen y odio. "Son 48 horas en la ciudad de Madrid en los años 50, descritas con crudeza, pero también con humor, con crítica. Vemos Madrid, pero es el el país entero, es el alma de esa España, con sus contradicciones y con sus contrastes y su riqueza también", explica Martín Santos.

Madrid no ha cambiado tanto ahora. Esos poblados están a 16 kilómetros de la ciudad, nadie les mira, aunque les dejen sin luz. La pobreza es signo también de nuestro tiempo y la ciencia ha mejorado, pero muchos científicos no pueden investigar por falta de recursos. Son algunas de las conexiones de esta novela que trascendió el costumbrismo, pero describía una época y un lugar concretos. "Es una manera original, retadora, muy moderna, es imposible que esa forma de escribir pase de moda, y puede ser muy estimulante para los lectores, también para los nuevos lectores", incide Ramírez sobre la actualidad de la novela con la sociedad actual. "Es una novela que destila inteligencia, con ironía y sarcasmos, con profundidad en los análisis, en cómo desmenuza a los personajes y sus situaciones, con sentido del humor. Eso no pasa de moda, sigue vigente", apunta Martín Santos de una novela que logró trasladar a la realidad española las innovaciones narrativas de autores como James Joyce o Faulkner a quienes su padre leía en esas tertulias literarias madrileñas.

El uso del lenguaje es una de las características más señaladas de la novela. Martín Santos usa el lenguaje médico y científico en los soliloquios de su protagonista, Pedro, que vive algunas aventurillas que él mismo vivió, como reconocía su hijo. Para la dueña de esa pensión y su hija usa un lenguaje pomposo, propia de aquellos que querían ocultar su origen de clase. Por último, tenemos el lenguaje de la calle, un argot cercano al caló que hablan esos personajes que consiguen los ratones para el científico. Martín Santos inventa algunos términos, como aicecrim, que significa ice cream, helado en inglés. O balenciagamente, que alude al modisto donostiarra Balenciaga.

El propio texto explica que hay ciudades tan descabaladas, tan faltas de sustancia histórica, tan traídas y llevadas por gobernantes arbitrarios, tan caprichosamente edificadas en desiertos... Una descripción de un Madrid que no suena tan lejano, como decimos. Pero la importancia de la novela tuvo que ver también con la forma. "No solamente es una una fotografía importante de un tiempo que tenemos bastante reciente, que tiene que ver con ese franquismo, es también cómo lo escribe de una manera feroz de crítica social, con ironía, con juego", incide la editora que insiste en que es un privilegio esta reedición. "Es un privilegio volver a publicar una de las joyas históricas del catálogo de Seix Barral".

Tiempo de destrucción y el resto de obras del autor

Solo en 1980 se pudo leer completa, pero para entonces el autor ya había fallecido. Murió en trágico accidente de coche un año después de publicar Tiempo de silencio. Dejó una novela inconclusa, Tiempo de destrucción, que justo hace un año sus hijos editaron junto con Galaxia Gutenberg en un intento de recuperar la figura de su padre que este 2024 cumple cien años de su nacimiento. "Estamos emocionados porque es la oportunidad de recuperar la figura de nuestro padre. Llevamos desde 2019 trabajando en el proyecto y en la recuperación de la figura y su obra de mi padre".

La editorial, que ya publicó en 2020 un libro de relatos de Marín Santos y de su amigo Juan Benet, El amanecer podrido, va a publicar este año, además, otras obras del autor. Un primer volumen titulado Obras completas, que reúne narrativa breve, gran parte de la cual permanecía inédita. Se trata de más de un centenar de relatos, escritos entre 1945 y 1964, donde se observa la manera que tenía el autor de diseccionar lo grotesco de la humanidad y la crítica moral a un tiempo político concreto que le tocó vivir y enfrentar. En esos textos, además del feroz escrutinio a la realidad social, se observa un humor muy característico de Luis Martín Santos. Además, los lectores podrán acceder a Libertad, temporalidad y transferencia en el psicoanálisis existencial, un ensayo sobre la que fue su otra profesión, la de psiquiatra, para la que estudió y trató de sacar unas oposiciones.

martes, 20 de febrero de 2024

¡Como si nuestra supervivencia fuera importante!

El pasado viernes, Antonio Turiel publicaba en el blog The Oil Crash la rigurosa y documentada noticia de unos estudios recientes sobre la Corriente de Lazo Meridional (AMOC, por sus siglas en inglés). Él mismo ha participado, y lo sigue haciendo, en investigaciones sobre el tema, así que sabe bien de lo que habla.

Se trata de una enorme corriente marina, que desde el hemisferio Sur transporta aguas cálidas cercanas a la superficie hasta el Atlántico Norte, donde cede calor y retorna fría por aguas profundas. Es responsable de la benignidad del clima europeo, que sin ella tendría inviernos tan rigurosos como los de Siberia o Canadá.

Hace ya años que se está hablando de la posibilidad de que se detenga la Corriente del Golfo, a causa del cambio climático y el deshielo ártico. El estudio actual es alarmante en grado sumo, porque la detención de la AMOC podría producirse en un plazo muy corto, mucho antes de lo que se creía hasta ahora. Esto ya no es opinable, así que toca prepararse para una situación que llegará y contra la que no valen soluciones cómodas.

De dos formas el capitalismo productivista (¡y no hay otro posible!) conduce a una enorme crisis existencial. Por un lado está el agotamiento de los recursos, ante todo los energéticos; por otro, el calentamiento global causado por gases de efecto invernadero. El primero llevaría a un decrecimiento inexorable, que acabaría por frenar el segundo. En cierto modo se trata de una carrera entre dos formas de parar el tren desbocado.

Ahora no cabe duda de que la crisis climática avanza más rápidamente que la energética. Sabemos también que ninguna otra fuente puede alcanzar lo que hace la energía fósil no renovable.

Entre las energías renovables se está considerando ahora la biomasa. También contribuye a las emisiones de efecto invernadero, pero a diferencia de la energía fósil no extrae del subsuelo el anhídrido carbónico allí aprisionado para enviarlo de nuevo a la atmósfera: simplemente perpetúa el ciclo del carbono atmosférico, tal como siempre ocurrió en la naturaleza hasta que se explotaron las primeras minas de carbón.

Toda esta polémica pierde fuerza ante el aviso de Turiel: los plazos para detener el desastre son cortísimos, mucho más de lo admitido hasta ahora, con esos planes de frenada en 2030 o 2050, que encima causan la furia de los fanáticos del negacionismo. Y las soluciones son ya cualquier cosa menos confortables.

Los más ricos lo saben parcialmente, y no me extraña que piensen en una "poda selectiva" de la población, pero sin acabar de creer que el desmoche acabaría con ellos mismos sin darles tiempo para huir a Marte.

La religión económica no admite herejías, Su fe pasa por encima de la propia supervivencia. Como termina el artículo:

El planteamiento económico habitual es que la supervivencia, tanto la nuestra como la del resto de seres vivos que nos acompañan en este planeta, no es algo que deba ser tenido en cuenta. Por eso no podemos entendernos: nosotros hablamos el lenguaje de la vida y lo vivo, los otros, no. No sé de qué hablan, pero sé que no es de la vida.

Un esquema muy aproximado del AMOC: flujo cálido hacia el norte cerca de la superficie, formación en aguas profundas, flujo de retorno profundo hacia el sur entre 2000 y 3000 metros de profundidad. Al fondo, la tendencia de la temperatura de la superficie del mar (TSM) observada desde 1993 por el servicio satelital Copernicus, que muestra la "mancha fría" en el Atlántico norte al oeste de las Islas Británicas. Gráfico de Ruijian Gou.




















Si nuestra supervivencia fuera importante

Queridos lectores:

Este no es un post cómodo. No sigan leyendo si no se sienten con la presencia de ánimo adecuado. Avisados quedan.

La semana pasada cayó como una bomba la publicación del último estudio sobre un hipotético colapso del brazo atlántico de la Corriente de Lazo Meridional (AMOC). Y no es porque este tema no haya sido estudiado con intensidad desde hace décadas, sino porque este estudio cierra un frente que aún permanecía abierto en este debate. Durante los últimos años, con la mayor abundancia de datos y mediciones y con mejores herramientas de análisis, se ha ido acumulando cada vez más indicios de que el Cambio Climático podría llegar a ocasionar el colapso de la AMOC. Particularmente relevante fue un estudio publicado el año pasado en Nature Communications que mostraba que el colapso de la AMOC podría llegar a producirse en cualquier momento de este siglo. En aquel momento yo publiqué un post sobre el tema ("Si no es ahora, será después"), el cual les recomiendo que lean ahora si no saben absolutamente nada sobre esta corriente oceánica y las consecuencias de su detención. Y aún no ha pasado un año cuando ha aparecido el impactante estudio de Westen, Kliphuis y Dijkstra en Science Advances, el cual claramente marca un antes y un después.

La importancia del estudio de Westen et al radica en que por primera vez se consigue reproducir el colapso de la AMOC en un modelo de simulación climática de los que usa el IPCC. En el experimento numérico, se aumenta de manera muy lenta y progresiva el flujo de agua dulce que provendría de la fusión del agua continental en Groenlandia y Canadá, mientras que se mantiene una concentración de gases de efecto invernadero y una temperatura constantes y con valores de antes de la Revolución Industrial. Porque el objetivo del experimento numérico no es reproducir lo que está pasando en el mundo real ahora mismo, sino saber si con el forzamiento adecuado el colapso de la AMOC podría producirse, a qué velocidad sucedería y si existen un indicador temprano que nos alerta de la cercanía al colapso. Y aunque el valor de descarga de agua dulce a partir del cual la AMOC colapsa es elevado (unas 80 veces más grande que la descarga estimada desde Groenlandia), lo que se observa es que la AMOC colapsa muy rápido, de modo que antes de 100 años su valor es casi residual, y el grueso de la caída se verifica en menos de 50 años. Por otro lado, se encuentra que el flujo de agua dulce a través del paralelo 34º S es un indicador fiable de la proximidad al punto de colapso, independientemente de sus causas (si es solo el exceso de agua dulce del deshielo continental u otras causas individualmente o combinadas). En la segunda parte del trabajo se toman medidas del mundo real para hacer estimaciones del flujo de agua dulce a través de 34ºS para ver dónde estamos, y aquí es donde se desatan los demonios: el valor actual de ese flujo revela que estamos muy cerca de llegar al colapso de la AMOC, si no es que ya está en marcha. Y que, en todo caso y si no se toman medidas, el colapso comenzará este mismo siglo, en consonancia con el estudio de Ditlevsen & Ditlevsen del año pasado.

He visto algunas críticas quitando importancia al trabajo de Westen et al debido al hecho de que el flujo de agua dulce que provoca el colapso de la AMOC es muy elevado (alrededor de 0,5 Sv o hectómetros cúbicos por segundo) y que por tanto no es realista y que eso significa que no hay un riesgo real de colapso de la AMOC. En realidad quien dice esto no ha entendido el trabajo: como he dicho más arriba, en la parte del análisis con el modelo numérico Westen et al están buscando tres cosas:

1) saber si un modelo puede reproducir un colapso de la AMOC con el forzamiento adecuado; 

2) si tal colapso sería rápido; y 

3) si existe un indicador temprano de ese colapso que no dependa del forzamiento.

Y la respuesta a esas tres preguntas es sí. Después, van a los datos del mundo real y con ese indicador evalúan en qué punto estamos, y el resultado es clara e indiscutiblemente alarmante. Y es que, en realidad, hay muchos factores que están parando la AMOC. Uno de ellos es el agua del deshielo, pero otro que seguramente está siendo más importante (porque afecta a un área mucho mayor) es la reducción del viento en superficie, porque el viento vuelve el agua más densa por dos efectos: por que la enfría y porque favorece la evaporación, que la vuelve más salina. Y estamos constatando que el viento está siendo anómalamente bajo en esta zona.

En realidad, es muy difícil contabilizar todos los factores y procesos que están afectando la AMOC, y además mucho de ellos son más difusos y afectan a un área mucho mayor que el modelo simple conceptual que se suele usar (cuña aquí: en mi grupo hemos desarrollado un método pionero para poder medir directamente la formación de aguas profundas a través de datos de satélite, y pronto cuando acabe de revisar yo el nuevo artículo mostraremos qué está pasando en el Atlántico Norte). Por tanto, lo más sensato es mirar a los indicadores tempranos como el que se ha analizado en Westen et al (que en realidad no es nada nuevo y que hace tiempo que se utiliza como indicador de la estabilidad de la AMOC).

Como el propio artículo de Westen et al muestra, si la AMOC colapsa los efectos climáticos serían catastróficos. Sin el efecto benéfico de esta corriente oceánica, que aporta calor y humedad a Europa, el continente tendería al clima que le correspondería por la latitud a la que se encuentra, similar a la de Canadá o la del sur de Siberia. Las temperaturas en la Europa Central caerían unos 30 grados, el hielo del Ártico llegaría cada invierno a las puertas de París... El continente no solo se volvería más frío, sino también más seco, y probablemente sería completamente inhabitable. Los países del Sur de Europa se quedarían con temperaturas mucho más aceptables, aunque el reto seguiría siendo la escasez de precipitaciones (lo cual dependería de si la corriente del Golfo se debilita mucho o no). Al otro lado del Mediterráneo y en Mesoamérica, las temperaturas se dispararían porque el exceso de calor atlántico no tendría por dónde liberarse. En general las tempestades se volverían mucho más violentas en todo el Atlántico Norte, y por ajuste geostrófico el nivel del mar en esta zona subiría al menos 70 centímetros. Pero lo peor sucede alrededor del Ecuador: el recalentamiento del Trópico de Cáncer empujaría la Zona de Convergencia Intertropical varios centenares de kilómetros hacia el sur, lo cual desplazaría el monzón sudamericano (acabando con la selva amazónica), el africano (acabando con la selva africana) y el indio (comprometiendo las cosechas en ese subcontinente habitado por 1400 millones de personas). Lo peor del asunto es que hay muchos síntomas de que esto está comenzando a suceder: sequía en Europa y en Mesoamérica, desplazamiento de la ZCIT, sequía en la India, recalentamiento del agua superficial del Atlántico Norte...

Bien, hasta aquí la justificación de por qué el artículo de Westen et al es tan importante y el diagnóstico de la situación.

La pregunta natural ahora es:

¿Qué podemos hacer para evitar esta catástrofe?

Eso si es que siquiera es evitable; si no, la pregunta es:

¿Qué podemos hacer para adaptarnos a esta catástrofe?

Teniendo en cuenta la magnitud del problema, cualquier propuesta tiene que tener también una dimensión comparable a lo que se quiere hacer frente.

Algunos políticos de poco fuste pero mucha mala fe han intentado aprovechar la noticia para intentar una vez más impulsar su fallida agenda industrialista, apostando de nuevo por más aerogeneradores, más placas, más coches eléctricos, más hidrógeno verde, más país, más planeta y si te descuidas pronto más galaxia. No son conscientes del ridículo que hacen con su cortedad absoluta de miras y su rigidez mental delante de la complejidad y variabilidad de los retos en el mundo real.

Otros políticos con todavía peor intención, y su caterva de trolls (los que están a sueldo y los voluntarios entusiastas, que también los hay) optan por redoblar los cantos de sirena del negacionismo climático, tildando estos estudios de exagerados y apocalípticos, de dogma climático y de impulsar una agenda de tintes comunistoides con esta excusa.

Pero mientras unos y otros rebufan por los dos lados del espectro político, el poder económico ha tomado buena nota de los estudios y es perfectamente consciente de lo que hay en juego. De hecho, yo diría que en (ciertas) altas instancias hay ahora una visible incomodidad que poco a poco se va tornando en pánico.

Desde el punto de vista de esta gente, la que realmente rige los destinos de nuestra sociedad, la aproximación lógica a este problema es apostar por la geoingeniería, es decir, la modificación artificial del clima basada en un despliegue masivo de medios de todo tipo. Para ellos, éste enfoque es el lógico porque, aparte de implicar no cambiar para nada la deriva del sistema económico actual, se está creando toda una nueva oportunidad de negocio. Ya hace tiempo que se le hace publicidad a este tipo de "solución" y se intenta presentarlo como una opción viable y razonable. Estoy seguro de que a partir de ahora se van a redoblar los esfuerzos para que la opinión pública lo acepte como "la solución natural". El problema con la geoingeniería es doble: por un lado, se generan efectos secundarios indeseables e impredecibles, porque no tenemos ni una comprensión tan completa ni un control tan total sobre los procesos involucrados; por el otro lado, la escala a la que se tendrían que desplegar estas medidas para que tuvieran algún efecto es tan colosal que no es factible físicamente, no digamos ya económicamente. Quizá las únicas medidas que podrían crear un efecto a la altura de lo que se necesita sería quemar todos los bosques del mundo o una guerra nuclear –y creo que en esos dos casos los efectos indeseados resultarían bastante evidentes hasta para los más cerriles.

Un plan sencillo.

Podría pensarse que no hay nada que hacer delante este gigantesco problema, y que por tanto estamos condenados.

Nada más lejos de la realidad, al menos desde el punto de vista material, técnico. Salvo si realmente ya hemos superado un punto de irreversibilidad, aún estamos a tiempo de parar esto. Físicamente, aún es posible. Y ahora explicaré cómo.

Sé bien que los que braman desde lo que ellos llaman izquierda tacharán esta propuesta de "ingenuidad política". Cabe preguntarse si lo que ellos hacen no es todavía de una mayor ingenuidad, teniendo en cuenta que no consiguen cambiar nada. Mejor intentar cambiar algo y fallar que no intentarlo en absoluto.

Por su parte, los que braman desde lo que ellos llaman derecha tacharán esta propuesta de "agenda globalista socialista davosiana comunista para acabar con la libertad" y no sé cuántos disparates más. Creo sin embargo que la destrucción de todo restringirá muchísimo más la libertad de las personas y las oportunidades de hacer negocios.

En todo caso, como es más que previsible que habrá una fortísima oposición por motivos ideológicos y para nada basados en la evidencia científica, y debido a que el esfuerzo que se requiere es escala planetaria, la primera cosa que creo que se debe hacer es dedicar un par de años a hacer todo el trabajo científico y técnico de evaluación de la magnitud del problema y llegar a un consenso sobre el estado actual y los riesgos potenciales. Quizá no tenemos esos dos años para perderlos, pero me temo que no tenemos elección, teniendo en cuenta cómo funcionan las comunidades humanas, incluyendo las científicas.

Una vez concluidos los trabajos de la comisión científica, se tendría que celebrar una gran conferencia planetaria, que forzosamente debería durar muchos meses, con grupos de trabajo verdaderamente interdisciplinares y sin la habitual injerencia de intereses espurios rebajando el tono de los textos. Esta conferencia debería salir con medidas concretas, concisas y de carácter fundamentalmente técnico.

En cuanto a las medidas, lo que se podrá discutir cómo se reparten pero la cosa es bastante simple: tenemos que reducir con carácter inmediato las emisiones de CO2 en un 90%. "Inmediato" quiere decir a la mayor brevedad, y por poner un plazo antes de un año. Luego, de manera más paulatina, habría que ir reduciendo el 10% restante. Haciendo eso, y teniendo en cuenta los mecanismos naturales de la Tierra de reabsorción de CO2, en un par de décadas deberíamos comenzar a notar efectos positivos y, si hemos tenido suerte, habríamos evitado el peor escenario.

Para que quede claro, esto no es decrecimiento. Esto es tirar a fondo y a la desesperada del freno de emergencia. Con el decrecimiento se busca conseguir de manera paulatina y progresiva un descenso material y energético de manera que no se comprometa el bienestar de la gente. Aquí no. Aquí se alteraría de manera drástica y radical las condiciones de vida de todo el mundo, sobre todo en los países más opulentos. Hay que ser honestos: la calidad de la vida bajaría. Todo estaría racionado, hasta los alimentos y el agua. Sería implementar una economía de guerra, con una obsesión que dominaría todas las acciones e intenciones, luchar para evitar esta catástrofe.

No es un escenario cómodo, agradable y progresivo lo que se ofrece. Es simplemente la única manera que tenemos de intentar evitar lo peor, y es la única manera que está a la altura del tamaño y la gravedad del problema que nos desafía. Por eso es duro y desagradable, porque el peligro que afrontamos es muchísimo peor.

No es el futuro que querríamos, es el futuro que podríamos tener. El único realmente viable.

Sí, ya sé lo que dirán. Que no es políticamente viable. Que nunca se hará. Ahora vuelvan al principio del post y miren el mapa de cómo quedará el mundo. Piensen en los 3.000 millones de personas que se verán directamente impactadas por esta tragedia y que probablemente tendrán que abandonar sus lugares de residencia. Sí, lo que propongo es una locura. Pero no hacer nada y que sobrevenga esto es una locura mucho mayor. Tendremos que acostumbrarnos a luchar por estas locuras que nos ofrecen un futuro incómodo e indeseable si queremos simplemente tener un futuro.

Ya les dije que éste no era un post cómodo.

Por terminar: siempre me ha fascinado un libro de John Michael Greer que leí hace años. "La riqueza de la naturaleza: economía como si la supervivencia importase". Con mucha finura, JMG plantea el problema desde el propio titulo. Porque efectivamente el planteamiento económico habitual es que la supervivencia, tanto la nuestra como la del resto de seres vivos que nos acompañan en este planeta, no es algo que deba ser tenido en cuenta. Por eso no podemos entendernos: nosotros hablamos el lenguaje de la vida y lo vivo, los otros, no. No sé de qué hablan, pero sé que no es de la vida.

Salu2.

AMT

P. Data: Otro día, si acaso, les contaré que por lo que parece el brazo sur de la AMOC también está colapsando. Cosa que sé porque en este caso se trata de mi propio trabajo con investigadores del National Oceanographic Center of Southampton.

domingo, 18 de febrero de 2024

Memoria histórica con sacarina

Somos propensos a olvidar. Muchas de las cosas que creemos recordar son reconstrucciones parciales, montadas sobre lo que otras veces hemos extraído de la memoria. En esas sucesivas remodelaciones no podemos asegurar la exactitud de lo restaurado. Los relatos de otros modifican el recuerdo, y si no somos suficientemente críticos podemos aceptar como verdades interpretaciones deformadas de la verdad.

Si esto le puede pasar a quien han vivido la historia, si la manipulación puede alterar los recuerdos menos firmes, los más jóvenes no pueden tener una visión mínimamente objetiva del pasado si se les muestra una visión parcial y edulcorada, y esto es lo que ocurre actualmente con las informaciones que mayoritariamente se dan en los medios, Las "redes sociales" reflejan esta visión interesada, y aunque también difundan conocimientos desinteresados, están altamente contaminadas, tanto por el sentido común mayoritario como por grandes aparatos difusores de falsedades al servicio de los dueños de casi todo. Aparatos opacos e invisibles, pero indudablemente reales.

Frente a esto el sistema educativo debería difundir una visión más completa del pasado, incluyendo análisis históricos que no oculten aspectos cruciales, como el papel de las clases populares en los conflictos que influyeron decisivamente en la transición, no tan inmaculada como nos la presentan, a una democracia no tan perfecta como nos quieren hacer ver.

Atentado contra Carrero Blanco en 1973

La muerte de Carrero Blanco en diciembre de1973, el reactivo y casi inmediato "espíritu del 12 de febrero", la revolución portuguesa del 25 de abril, ambos acontecidos en 1974, movieron a los reformistas del régimen a intentar cambiar algo para mantener lo esencial. Franco murió, como era ya previsible, el 20 de noviembre de 1975, pero no fue hasta el 15 de junio de 1977 que se pudieron celebrar al fin unas elecciones libres; solo relativamente, porque muchos partidos políticos seguían siendo ilegales.

Y la nueva constitución no se aprueba hasta el 6 de diciembre de 1978. Cinco años de transición, sin contar los más de dos transcurridos hasta que el 23 de febrero de 1981 el miedo amortiguó la inestabilidad. A finales de aquel año quedó consolidado el "bipartidismo de bicicleta", con ruedines (los nacionalismos de derechas catalán y vasco).

Fueron ocho años los que tardó en asentarse el nuevo régimen que perpetuaba tantas cosas del anterior. Los partidos del sistema están cómodos en él, y por eso cuesta tanto ofrecer una visión menos idílica que la oficial de consensos indoloros, acuerdos satisfactorios para todas las partes.

La correlación de fuerzas que Vázquez Montalbán consideraba más bien como una "correlación de debilidades" condujo en este largo proceso hasta la persistente situación actual. El relato oficial insiste en una interpretación "por arriba", un acuerdo entre personajes influyentes de ambos lados, encarnados en los "siete magníficos", los padres de la Constitución.

Conviene reconsiderar cuáles eran esas fuerzas enfrentadas. Desde luego que no eran los próceres a los que se atribuyen los acuerdos, ni siquiera las cúpulas de los partidos que los firmaron. Porque si de un lado los aparatos del régimen poseían la real fuerza económica, policial, judicial y militar, ¿qué otra fuerza real podía enfrentársele, si no era la de las movilizaciones populares, las huelgas y manifestaciones, en vez de la de unos partidos que, con alguna honrosa excepción, no eran sino grupúsculos voluntariosos, cuando no cáscaras vacías?

Se olvidan en este idílico relato los costes humanos, las muchas víctimas de la represión y de los pistoleros fascistas, los encarcelados y juzgados por el Tribunal de Orden Público, que nunca fue depurado, como no lo fue ninguno de los torturadores, que siguieron manteniendo paga y medallas hasta su muerte.

Hasta funerales de Estado tuvo Manuel Fraga Iribarne, uno de aquellos siete patriarcas, al que suele recordarse como conspicuo galleguista reciclado, olvidando que, como hoy mismo escribe Juan Carlos Monedero:

Pude recordar que Fraga fue ministro de Franco y que siempre reivindicó el golpe de Estado de 1936; que rapó el pelo de las mujeres de los mineros asturianos en huelga para intentar debilitar la moral de los huelguistas; que era el ministro de Gobernación del rey Juan Carlos cuando mataron a los trabajadores en Vitoria, y que pensaba cada 1º de mayo que la calle era suya, igual que España había sido durante cuarenta años del caudillo; que con ayuda del diario ABC manipuló los diarios del estudiante Enrique Ruano para que su asesinato por la Policía pareciera un suicidio y, como le debió saber a poco, también amenazó a sus padres con detener a su hija si no cesaban en la protesta. Fraga, cuando la Policía franquista torturó, tiró por una ventana y luego fusiló a Julián Grimau, salió a justificarlo diciendo que tenían un dossier que le hacía merecedor de esa muerte. Fraga, como ministro de la dictadura, firmó sentencias de muerte de españoles que peleaban por traer la democracia a España. Fraga, cuya firma está en la Constitución Española de 1978, rubricó el preceptivo "enterado" que autorizaba el garrote vil o el pelotón de fusilamiento a españoles a los que se mataba por querer recuperar la democracia que perdimos en 1939.

Contra la versión idílica (que lo es, en el sentido más pastoril del término) se pronunciaba la actriz Ana Belén en una reciente entrevista con Jordi Évole, defendiendo el papel de la sociedad en aquellos duros años. "La Transición no la hicieron unos señores que se sentaron, no, la calle iba por delante" zanjó rotunda:

Jordi Évole charló con Ana Belén de la realidad social y política. Preguntada por si "estamos ahora más en las 'dos Españas' que en los años 80", la artista respondió sin dudarlo: "Entonces había cierta unanimidad porque se trataba de que España se equiparase a lo que significaba ser un país moderno, aspirar a ser europeo y creo que, más o menos, la mayoría estaba en eso. Y ahora no".

Acerca de la Transición, Ana Belén reconoció que "fue imperfecta", pero lanzó una clara pregunta: "¿Cómo se hacía con toda la gente que había, con Suárez Fraga...?".

"Claro que me hubiese gustado mucho más en ese momento, pero viniendo de donde veníamos, fue importante", añadió.

Al respecto, la artista recordó que "la calle en ese momento iba por delante, esas asociaciones de vecinos iban por delante y se manifestaban, cada día se salía a la calle".

"Fue la gente la que empujó, fue la gente en la calle, desde sus barrios, desde las asociaciones, desde los movimientos vecinales", insistió Ana Belén.

Victor y Ana grabaron, en aquellos años de militancia, canciones muy comprometidas, hoy difíciles de encontrar. Localizo algunas, en la voz de él, en este enlace.

Los "Partidos del Sistema" no tienen interés alguno en difundir otras visiones, aunque la izquierda coaligada con el PSOE quiera refrescar otra memoria democrática. Por eso el curriculum escolar sigue sumergido en esa nube dorada de un modélico paso de la dictadura a la democracia. Lo denuncia el libro La Transición española en las aulas. Historia y memoria en la enseñanza secundaria:


El estudiantado conoce un relato edulcorado de la Transición que no recoge la lucha social callejera

Un estudio analiza cómo se enseña la Transición en las aulas: el discurso deja de lado las reivindicaciones sociales, políticas y laborales más allá de las instituciones y continúa el relato de una Transición modélica y ejemplar sin violencia.











Ni las luchas vecinales, ni las huelgas que hicieron tambalear sectores económicos, ni tampoco las reivindicaciones de los presos y las mujeres durante la Transición. Nada de eso aparece en los libros de texto que maneja el estudiantado a la hora de aprender la historia más reciente de España. Eso es lo que se desgrana de la investigación publicada por el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, donde se analiza de forma pormenorizada los contenidos que los jóvenes, próximos votantes, retienen a la hora de comprender el pasado de su país.

Comandada por los docentes Andrea Tappi y Javier Tébar, ambos miembros del Centre d'Estudis Històrics Internacionals de la Universitat de Barcelona (UB), La Transición española en las aulas. Historia y memoria en la enseñanza secundaria clarifica la falta de actualidad en los 19 manuales de Historia que a día de hoy se editan en España: “A pesar de que la historiografía ha avanzado mucho en estas cuestiones, los libros de texto van muy atrasados”, comenta el primero de ellos.

Según Tappi, “que la Transición se enseñe como un pacto modélico conseguido sin violencia por parte de las instituciones y de la extrema derecha no ayudan a una plena conciencia ciudadana”

La cuestión se torna fundamental dado que, tal y como apunta Tébar, se trata de un tema en permanente debate en el discurso político: “Vistos los manuales de Primaria, Secundaria y Bachillerato, el discurso no cambia. Todavía se transmite ese relato impulsado en los años 90 de que la Transición fue ejemplar”.

De esta forma, la Transición dentro del aula se presenta desde una perspectiva institucional, relegando cualquier atisbo de protagonismo por parte de las masas. El alumnado que se enfrenta a la Evaluación de Acceso a la Universidad (EvAU), por ejemplo, sabrá quién es Juan Carlos I, qué es la Constitución y el papel que desempeñó Adolfo Suárez. “Pero desaparece la sociedad civil. No quieren que salga en los textos ese conflicto impulsado desde abajo, por miles de personas, que se vio en huelgas y manifestaciones desde los últimos años del franquismo, casi desde la década de 1960”, desarrolla Tébar.

“No quieren que salga en los textos ese conflicto impulsado desde abajo, por miles de personas, que se vio en huelgas y manifestaciones desde los últimos años del franquismo, casi desde la década de 1960”

A fin de cuentas, la Transición aparece como un pacto conseguido tras una Guerra Civil y 40 años de dictadura en el que todos los españoles se dieron la mano. Nada más lejos de la realidad. “No aparece nada de lo que sucedía en las fábricas y los talleres, el empuje estudiantil, la lucha desde las prisiones, incluso desde el mundo de la iglesia”, apunta este autor de la obra.

Solo se aprende lo que se evalúa

Por eso, no son pocos los docentes que crean y buscan sus propios contenidos sobre este periodo histórico, sobre todo los que imparten Historia en 2º de Bachillerato. Tappi explica que “uno de los problemas que existe es que este temario llega casi al final del curso, cuando apenas hay tiempo y la EvAU está a la vuelta de la esquina”.

Además, la investigación confirma que el alumnado solo aprende aquello de lo que serán evaluados. A esta determinación han llegado los autores tras analizar los apuntes de los universitarios que cursan el primer curso del Grado de Historia: “Ahí vimos que solo sabían lo que luego les entraría en el examen. Es curioso porque la EvAU condiciona todo el proceso de aprendizaje y el relato de la historia de la Transición que se enseña”, defiende Tébar, también profesor de Historia en la UB.

Tappi, por otra parte, conoce bien la realidad educativa italiana, por lo que puede realizar un análisis comparado: “En España se presenta la Transición como algo desligado totalmente de la realidad internacional. En Italia, por ejemplo, se estudia la historia del mundo medieval, moderno y contemporáneo en tres años diferentes, donde entra la historia del país, y así se puede contextualizar su devenir”. En el caso español, en cambio, los libros de texto citan la crisis económica de los años 70 como algo heredado del franquismo, sin mencionar que también estaba íntimamente unida al cambio que el capitalismo occidental sufría tras terminar los 30 años “gloriosos” después de la Segunda Guerra Mundial, parafraseando a este especialista.

Mismas imágenes, historias inacabadas

Una de las particularidades estudiadas se refiere a los recursos gráficos que los manuales emplean. En una época en la que los jóvenes se mueven por imágenes, los libros de textos adolecen de ellas, además de repetir las mismas. Por ejemplo, siempre aparece la jura de bandera de Juan Carlos I tras la muerte del dictador, o una imagen de “El abrazo”, que simula esa hermandad entre españoles.

En otros casos, los errores son mucho más graves: “En uno de los libros de Edelvives han puesto una fotografía de Marcelino Camacho para explicar la Ley de Amnistía del 1977. Ahí explican que esta ley posibilitó la excarcelación de los últimos presos políticos, pero en realidad Camacho fue indultado en diciembre de 1975. Es un error que ni merece más comentarios”, subraya Tébar.

Otra de las imágenes repetidas es el funeral multitudinario tras la matanza de los abogados de Atocha, en enero de 1977. Ninguna mención al asesinato de Arturo Ruiz a manos de un Guerrillero de Cristo Rey días antes durante una manifestación por la amnistía, o al de María Luz Nájera, un día después de este, tras el impacto de un bote de humo lanzado por la Policía durante una manifestación en repulsa de lo sucedido con Arturo.

“Los libros subrayan que el Partido Comunista (PCE) fue capaz de organizar la logística del funeral de los abogados. Dan esa imagen de que no son antisistema, que están a favor del diálogo y renuncian a la opción republicana”, comenta Tappi al respecto. Y añade: “Reducen la legalización del PCE a un acuerdo entre Suárez y Santiago Carrillo. Todo es cosa de dos únicas personas. Y tampoco mencionan que a esas elecciones democráticas Esquerra Republicana de Catalunya, Acción Republicana e Izquierda Republicana todavía estaban ilegalizadas”, ni siquiera en los libros de texto de Historia catalanes.

Una historia desde el presente

La Transición se llevó a cabo de tal forma que todavía hoy perduran ecos que aturden el relato impuesto. Desde luego, junto a la fotografía del entierro de los abogados laboralistas no se explica cómo el ultraderechista y uno de los perpetradores, Carlos García Juliá, estuvo prófugo de la justicia durante décadas y fue condenado a 193 años de prisión por cinco asesinatos y cuatro intentos de asesinato.

Tampoco se cuenta cómo en 1994, tras cumplir solo 14 años de condena, huyó a América Latina aprovechando un permiso penitenciario. Y ni mucho menos se dice que García Juliá encabezó la candidatura de Falange Española de las J.O.N.S en Bilbao las elecciones municipales del 2023. Explicar la Transición es explicar el presente.

Tébar recalca que el tratamiento del papel de las mujeres durante la Transición es absolutamente inexistente; igual con la lucha LGTBI, por la liberación de los presos sociales en las prisiones, la independencia de algunas regiones del Estado o las luchas vecinales

Por su parte, Tébar recalca que el tratamiento del papel de las mujeres durante la Transición es absolutamente inexistente: “En los últimos años se han realizado numerosas investigaciones relacionadas con este ámbito. Ya conocemos el nombre de decenas de ellas que deberían estar en los libros de Historia, pero lo que hay es una invisibilización total”, se explaya. Y como sucede con ellas, igual con la lucha LGTBI, por la liberación de los presos sociales en las prisiones, la independencia de algunas regiones del Estado o las luchas vecinales que consiguieron dignificar barrios y ciudades de toda la geografía española.

La escuela, fábrica de ciudadanos políticos

Tappi y Tébar, en su obra, aportan una propuesta didáctica alternativa. Desde este punto de vista proactivo, estos especialistas consideran esencial que el alumnado sepa que “el relato de la Historia es eso, un relato, el resultado del análisis subjetivo de fuentes que respeta una serie de reglas”. Por eso, consideran que el estudiantado debería familiarizarse más con las herramientas del historiador, para que los contenidos no solo terminaran en un estudio memorístico.

No se trata de que el alumnado se convierta en experto en Historia, sino que conozcan realmente qué hechos conectan lo que estudian con la realidad actual

“Ya hay muchos docentes que lo hacen, pero habría que impulsarlo más. Visitar un archivo puede ser una opción ideal para ello”, dice Tappi. No se trata de que el alumnado se convierta en experto en Historia, sino que conozcan realmente qué hechos conectan lo que estudian con la realidad actual, basados en argumentos y la fiabilidad de las fuentes.

Por eso, ambos expertos coinciden en que los recursos didácticos con los que cuenta el profesorado tendrían que englobar seis grandes conceptos, explicados por un especialista canadiense: el significado histórico, la evidencia o las pruebas, relaciones entre cambio y continuidad sobre fenómenos históricos, causas y consecuencias, desde qué perspectiva se arman los hechos para, por último, llegar a la dimensión ética de los mismos. “No podemos olvidar que el fin último de la escuela es la formación de una ciudadanía ética y política”, concluye Tappi.

domingo, 11 de febrero de 2024

¿Qué Ciges os suena más?

Manuel Ciges Aparicio

Han pasado ochenta y siete años y medio desde que asesinaron a Manuel Ciges Aparicio. Era entonces gobernador civil de Ávila. Pocos tendrán hoy noticias de este escritor, aunque todos recordamos a su hijo Luis Ciges, el que en La Corte de Faraón oía a escondidas la Pirenaica y al que inflaban luego la cara a hostias.

El recordatorio que dejo más abajo no cita su principal obra como historiador, España bajo la dinastía de los Borbones. Nunca se ha reeditado, que yo sepa, pero sería muy oportuno hacerlo ahora, cuando de nuevo está en cuestión la legitimidad de esta monarquía.

La Guerra de Sucesión, los reinados de José Bonaparte y Amadeo de Saboya, las guerras carlistas o las dos repúblicas no impidieron su vuelta una y otra vez. El rey plebeyo Francisco Franco la colocó otra vez como pieza fundamental del Estado bien Atado. Y aquí sigue.

El libro puede encontrarse, siempre de segunda mano, en internet. Vale la pena leerlo. Los más de dos siglos y medio que abarca, contando en ellos las postrimerías de la Casa de Austria, nos trasladan desde una arcaica monarquía hasta una esperanzadora república. Para los más jóvenes, nacidos tras la última restauración borbónica, la II República es algo remoto y brumoso, que casi se pierde en la noche de los tiempos, amontonada en la mala memoria sobre la decrépita dinastía que la precedió. Una hagiografía ahistorizante falsea y blanquea el complejo proceso que acabó afianzando a los poderes sublevados en 1936.

El tiempo historiado por Ciges padre significó nada menos que el tránsito desde un país-mosaico unificado por aquella monarquía de los Austrias, de estructura medieval (aún conservo un "sepancuantos" que dedica páginas enteras a nombrar los reinos y señoríos del rey), hasta el absolutismo ilustrado, deslizándose luego al constitucionalismo, lastrado siempre por los vicios que muy bien describe el libro.

La Nación, en su sentido moderno, surge y se afianza en estos siglos. Con ella aparece el nacionalismo centralizador, y como reacción nacen también los nacionalismos periféricos.

Este libro se lee como una crónica viva de este tiempo, en varios planos que van desde las grandes líneas de la Historia hasta detalles anecdóticos, pero altamente significativos, de los distintos ambientes sociales, de la plaza pública a la alcoba regia.

La brillante trayectoria artística de Ciges hijo es bien conocida. Luis Ciges Martínez era sobrino de Azorín, aunque no se habla mucho de sus antecedentes familiares. Porque, aunque conozcamos bien su trayectoria posterior, hay, como era de esperar, un difícil  intermedio oculto entre el fusilamiento de su padre y sus triunfos cinematográficos. Haber iniciado su carrera en plena dictadura corrió un velo sobre esta etapa tormentosa. Según esta nota biográfica de marzo de 2010:

LUIS CIGES EN LA DIVISIÓN AZUL
El gran actor Luis Ciges nació en Madrid en 1921. Cuando tenía 15 años grupo fascista fusiló a su padre, el gobernador republicano de la ciudad de Ávila, D. Manuel Ciges Aparicio. 
Luis, junto con su madre y sus tres hermanos fueron recluidos en un convento. En una entrevista dijo a este respecto: "mi madre y mi hermana se fueron a un convento de clausura, y yo y mis hermanos, a uno de frailes castigados". "No comíamos, nos trataban fatal, era una cosa horrorosa. Cuando acabó la guerra, nos dieron a elegir: seguir allí o entrar en el Tercio de Orden y Policía. Así que nos fuimos, mi hermano pequeño y yo, a Elizondo, con los requetés, a andar las vías del tren por si había petardos, y a cerrar los burdeles que viéramos abiertos". 
Terminada la guerra Luis Ciges se ve obligado a alistarse como mercenario en la División Azul, enviando su sueldo a su madre, hermana del gran escritor Azorín: "Estuvimos de octubre a octubre, en Polonia, Leningrado... Yo era el despistado número dos y me mandaban las cosas más raras. Cruzar el campo de batalla con una carretilla. Subir una montaña en trineo...".
Fue en la División Azul donde Ciges conoció al que más tarde sería director de cine D. Luis García Berlanga, hijo también de otro destacado republicano, forzado también a alistarse en la División. "Nos unía el pasado", dijo ayer Berlanga. "Nuestros padres fueron amigos, habían estado encarcelados, aunque corrieron diferente suerte". 
El director de cine dijo de Luis Ciges: "Tenía una actitud ante la vida muy escéptica y descreída, pero nunca se dejaba ver si estaba mal, era un hombre tragicómico, cuando viajamos a Rusia para el rodaje de Extranjeros de sí mismos estábamos en medio de su drama y él se reía y desdramatizaba más que nadie". 
Don Luis Ciges murió en diciembre de 2002 a los 81 años de edad. Participó en unas 130 películas. Hijo del Gobernador de Ávila en 1936 y sobrino del escritor Azorín.

Luis Ciges, premio Goya por «Así en el cielo como en la tierra», de José Luis Cuerda

Me sorprende que el libro de Ciges Aparicio sobre los Borbones, que para mí es una obra maestra de conocimiento y divulgación histórica, no sea siquiera citado en la nota siguiente, y  lo sea muy de pasada en otras referencias de internet:


Maldito treinta y seis

JOSÉ BELMONTE SERRANO
05 Feb 2024

Es probable que la fama del hijo oscureciera la del padre, algo que suele ocurrir con frecuencia. Ahí está el caso de Rafael Sánchez Ferlosio, el autor de El Jarama, que casi borró del mapa a su progenitor, el periodista y escritor Rafael Sánchez Mazas, que firmó esa deliciosa novela titulada La vida nueva de Pedrito Andía. Si entonces la suerte le fue esquiva, unos años después, con la aparición de Soldados de Salamina, de Javier Cercas, la figura de Sánchez Mazas, presente en esas páginas, se reactivó y fueron muchos los que le prestaron —al personaje, fiel falangista que acuñó la consigna de ¡Arriba España!, y al escritor— su atención y pusieron sobre él un mayor interés.

Pero aquí me quiero referir a Manuel Ciges Aparicio y a su hijo, el actor Luis Ciges. La fama de este último como uno de los mejores secundarios del cine español de todos los tiempos, fue bien ganada por sus magistrales interpretaciones en películas como El bosque animado y, sobre todo, Amanece que no es poco. Es inolvidable aquella escena en la que padre e hijo —Luis Ciges y Antonio Resines— se ven obligados a compartir lecho, y el padre, no fiándose del todo, le pide un respeto porque “dos hombres en la misma cama son dos hombres en la misma cama, ¿eh?” 

"Ahora, más de un siglo después de su primera publicación, sale a la luz uno de los libros más destacados de Ciges Aparicio, Los vencidos" 

En los últimos años de la vida de Luis Ciges, que finiquitó un once de diciembre de 2002, en alguna que otra ocasión, lo vi en zapatillas y bata de casa, paseando por la acera de la Gran Vía madrileña, ante la mirada atenta de quien lo cuidaba, con ese rostro enjuto de viejo cómico que se sabe al dedillo el papel que le fue asignado en la vida.

Ahora, más de un siglo después de su primera publicación, sale a la luz uno de los libros más destacados de Ciges Aparicio, Los vencidos, obra, entre periodística y puramente ficcional, ambientada en las minas de Riotinto en Huelva, la California del cobre, en un tiempo en el que a los perros se les ataba con longaniza, mientras que los trabajadores se morían de asco y hambre. En la obra asistimos a una escena muy cruel en la que un trabajador le asegura a Ciges, que anda husmeando por la zona a la caza de un buen reportaje periodístico, que prefería morir en un derrumbe de la mina antes que en su propia cama, enfermo, porque, de esa manera, la compañía inglesa, propietaria de la explotación, se vería obligada a indemnizar a la familia, según el convenio estipulado.

"Ciges Aparicio fue un hombre inquieto al que jamás le tembló el pulso a la hora de llamar a las cosas por su nombre, aunque con ello se jugara la vida"

Ciges Aparicio, nacido en 1873, tuvo muy poca fortuna en la vida. Fue un respetado regeneracionista español de los tiempos de Baroja, Unamuno, Machado y compañía, que tuvo la mala suerte de estar al frente de la delegación del gobierno de Ávila justo en el momento del golpe militar de Franco. Fue uno de los primeros en caer, el cuatro de agosto del 36, fusilado, sin juicio alguno, por los sublevados. Se ve que le tenían ganas. Había sobradas ansias de revancha contra un tipo fiel y honrado cuyos precedentes gustaban muy poco tanto a republicanos como a nacionales. A finales del siglo XIX, en un artículo que escribió con el pseudónimo de Escipión y que publicó en El País, defendía, sin ambages, la autonomía de Cuba. A pesar de su ideología republicana, aunque era amigo de Manuel Azaña, denunció desde la prensa las manipulaciones políticas y las injusticias generalizadas del sistema canovista. Ciges Aparicio fue un hombre inquieto al que jamás le tembló el pulso a la hora de llamar a las cosas por su nombre, aunque con ello se jugara la vida.

Mientras que Amanece que no es poco se convirtió en la película más icónica de Luis, el brillante y eterno segundón del cine español, a su padre, al bueno de Manuel Ciges Aparicio, se le hizo de noche para siempre aquel nefasto cuatro de agosto del maldito 36.

Luis Ciges en «Amanece que no es poco»