sábado, 8 de marzo de 2025

La buena memoria siempre es buena

En este Día Internacional de la Mujer (Trabajadora, naturalmente), numerosas son las voces que reivindican la igualdad de género. Las que más me importan son las que vuelven la mirada al pasado, porque la desmemoria está presente casi por completo en las últimas generaciones, que tienen una idea nebulosa de situaciones anteriores que hoy nos escandalizan a algunos, por desgracia no a todos. Refresquemos, pues, esa memoria.

Para luchar contra este olvido malévolo que glorifica un pasado ominoso, he seleccionado dos publicaciones de ahora mismo, un artículo sobre letras flamencas y un vídeo en que Nieves Concostrina pone a caer de un burro las ocurrencias de Isabel Díaz Ayuso.

El artículo que copio a continuación denuncia el machismo presente en muchas de las letras tradicionales del flamenco en que la mujer es un instrumento bajo el dominio absoluto del varón. Como ejemplo, esta famosa poesía de Rafael de León, popularizada en su tiempo por el que fuera gran cantaor Pepe Pinto, casado con otra intérprete genial, Pastora Pavón, la Niña de los Peines: María Manuela, ¿me escuchas? es todo un manifiesto para el control total de la mujer. O esta otra de los mismos autor e intérprete: Toíto te lo consiento.

Pero hay otras letras con un sentido muy diferente, como las que recoge José Luis Ortiz Nuevo en su último libro En mi cuerpo mando youna colección de letras jondas a salvo del sexismo que ha estado históricamente presente en el género. Ortiz Nuevo cree que "el flamenco tiene una deuda con las mujeres", y dispara con esta otra cara del cante.

¿Deben seguir cantándose aquellas letras machistas? creo que no sin que las acompañe la necesaria crítica. Pero sí es bueno que se conozcan. Bueno es cultivar la memoria. La pudibunda ocultación no ayuda a vacunar a las nuevas generaciones contra las tendencias reaccionarias que quieren normalizar lo intolerable.


¿Puede sacudirse el flamenco su machismo?

Alejandro Luque

Es uno de los asuntos recurrentes al hablar del género: ¿Es machista el flamenco? ¿Lo son sus mensajes cantados? Para el escritor e investigador José Luis Ortiz Nuevo (Archidona, Málaga, 1948) no cabe duda de que algo de eso hay. “El machismo es obvio y omnipresente, y lo triste es que ese aspecto no está lo suficientemente estudiado”. Pero también, quiere creer, otro flamenco es posible. Por ejemplo, el que propone en su nuevo libro, En mi cuerpo mando yo (Renacimiento), una gavilla de letras que tratan de desmarcarse de los contenidos patriarcales de antaño y mostrar a la mujer a tono con los tiempos que corren.

El autor recuerda que en uno de los últimos espectáculos que creó, Las siete magníficas, partía de un fandango grabado por Manolo Caracol que rezaba:

“Mi cuchillo le clavé
porque me engañó con otro.
Cuando muerta ella estaba
de pronto yo recordé
que yo también la engañaba”.

Según recuerda, “cuando Caracol canta eso, uno de sus jaleadores dice un ‘oleeeeee’ que se siente perfectamente que no es por el cante, sino por la declaración de que se la ha cargado por mala. En el cancionero de los años 20 y 30 hay esa constante, la de la mujer mala, la madre no hay más que una y a ti te encontré en la calle. Y todavía se siguen cantando letras así”.

Otra manifestación del machismo flamenco a juicio de Ortiz Nuevo es lo mal visto que estuvo desde antiguo que la mujer se dedicara al espectáculo. “Tú tienes un hijo cantaor y lo alientas, pero ¿cuántas niñas con talento se han perdido de ser cantaoras o bailaoras porque el padre se lo ha prohibido, temeroso de que les dijeran de todo? También hubo muchos maridos que permitían que la esposa cantara para ellos, pero nunca para el público. La Piriñaca se hace profesional solo porque se queda viuda, con siete hijos, ya que el marido nunca consintió que cantara fuera de casa. Y lo mismo hizo El Maera, el marido de Esperanza, la de Triana Pura, que no era un maltratador, sino un hombre de su época. Cabe recordar que esto era un divertimento para señoritos, y a algunos les gustaba el cante, pero otros lo usaban como excusa para meterse en un cuarto a manosear a una señora de la vida. Todo eso toca estudiarlo y revisarlo”.

De Pastora a Caracol

En el otro extremo, se esgrime a menudo el caso de Pastora Pavón, la Niña de los Peines, como ejemplo de emancipación femenina que desmentiría esa tiranía patriarcal entre los flamencos. “Pastora es la excepción que confirma la regla”, asevera Ortiz Nuevo. “Es de una fortaleza tremenda, la mujer empoderada por su valor fuera de lo común. Sin embargo, se tiene que sobreponer a un abuso cuando es niña, y con 12 o 13 años la ponen a cantar porque su hermano Arturo está con una borrachera que no se tiene en pie. Empieza a ser explotada desde muy chica”.

Los ejemplos de lo contrario, de la dominación masculina, abundan sin embargo. Ortiz Nuevo cita entre ellos Embrujo, la película protagonizada por el citado Manolo Caracol, “que es un retrato extraordinario de machismo absoluto, aunque Caracol no se da cuenta, no es consciente de que está representando ese papel. No olvidemos que, como contó la prensa entonces, el cantaor, siendo mozo de espadas de un tío suyo torero, fue a una casa de tolerancia de Cádiz a celebrar un triunfo y acabaron pegándole fuego a una prostituta a la que previamente habían rociado con una botella de whisky. Tuvieron que salir por los tejados”.

“La mujer que ha triunfado en el flamenco ha sido con mucho esfuerzo y bravura”, prosigue el escritor. “Ahora estoy investigando sobre una gitana bellísima de La Carolina, Custodia Romero, La Venus de Bronce (1904-1964), que se hace bailaora cuando muere joven su padre, tratante de ganado, y es una persona inteligentísima, autodidacta. Otro caso de talento que tiene que abrirse paso en un mundo de hombres”.

Naturaleza femenina

Por fortuna, algo está cambiando en el flamenco: los nuevos intérpretes van dando de lado las letras más chirriantes por su contenido sexista o violento. “Ahora ya no viste ese tema. Entonces la sociedad estaba en otra cosa. Hoy por suerte el papel de la mujer es distinto. Pero para llegar a la igualdad todavía hay un trecho, todavía no está plenamente admitida. Basta echar una visual a los escenarios, donde sigue habiendo una presencia mayoritariamente masculina, sobre todo en el cante y no digamos en la guitarra, donde perdura el tópico de que la mujer no tiene fuerza, como si el toque fuera un levantamiento de pesas”.

Ortiz Nuevo cree que “el flamenco tiene una deuda con la mujer, de hecho pienso que la naturaleza profunda de esta música es femenina, como femenino nos parece comunicar un sentimiento profundo en voz alta: eso en la vida cotidiana lo hacen las mujeres. Los hombres no hablamos de que estamos enamorados, o de que nos sentimos solos. No lloramos, y una parte del cante es el llanto, la súplica, el lamento. En una catástrofe, lo primero que se oye son los gritos de las mujeres, y en la intimidad amorosa del cuarto igual. Eso me lleva a pensar que el flamenco es femenino. ¿Y quién canta nanas, el canto más cercano? Las mujeres, también”.

Tabúes y atropellos

Para el autor, un problema del flamenco contemporáneo relacionado con el machismo es “repetir letras clásicas que van asociadas a una música determinada. Lo que pretendo es hacer una llamada de atención para que dejen de aprender los cantes con letras antiguas, como las que cantaban Pastora, La Perla o La Paquera. Suelo decir que los flamencos que menos trabajan son los cantaores, que no buscan nuevas letras, son acomodaticios”.

Por otro lado, no puede dejarse de lado que “en la sociedad hay tabúes que no se tocan, pero hay que decirlo y condenarlo, y exigir a la autoridad política y a las asociaciones gitanas que se pronuncien. Porque es un atropello que sigan existiendo ritos como el del pañuelo para certificar la virginidad de las jóvenes gitanas, que además es una costumbre castellana y no gitana, y es una señal de machismo irredento, para vender como una yegua a las que más valen. Es un residuo abominable que debería estar prohibido en el código penal. La mayor parte de las veces será falso, pero la figura en sí es deleznable e impropia de una sociedad moderna”.

De momento, Ortiz Nuevo ha querido aportar su grano de arena con estas letras que aspiran, según afirma, “a colarse en los repertorios y se canten, como quería Manuel Machado, sin saber a quién pertenecen”.

viernes, 7 de marzo de 2025

¿Lo ignoran realmente?

En su blog The honest sorcerer, el "honrado brujo" que se hace llamar B publica demoledores y documentados artículos. Dos títulos bastan para hacernos pensar:

El primero nos recuerda otra vez el agotamiento de las energías fósiles, el segundo que solo empleándolas pueden renovarse las energías que llamamos renovables.

Todo esto lo sabemos, se nos recuerda una y otra vez. No hace falta saber mucha física para entender que tirándonos nosotros mismos del pelo no podemos sacarnos de la ciénaga.

Esto que tu y yo vemos no pueden ignorarlo tantísimos expertos que sostienen eso tan insostenible de que la tecnología resolverá todos los problemas y ¡por fin! tendremos a nuestro servicio el móvil perpetuo. La gran farsa de nada nos protege.

El rey anda por ahí en pelota, el niño lo ve y lo denuncia, pero el pueblo expectante, contrariamente a lo que ocurre en el cuento, se niega a reconocer que no lo cubre un rico manto.



Cuando las energías renovables alcanzan sus límites de crecimiento

Polémico texto que explica que, contrariamente al ingenioso tropo de marketing, las «renovables» no son renovables ni mucho menos, de ahí las comillas en su nombre

La generación de electricidad a partir de fuentes «renovables» ha alcanzado recientemente máximos históricos en Europa. Según Carbon Brief: «El crecimiento de la energía eólica y solar durante la última década llevó la generación de combustibles fósiles de la UE en 2024 a su nivel más bajo en 40 años, a pesar del declive a largo plazo de la energía nuclear». Aunque esto es sin duda una buena noticia para aquellos que creen que las «energías renovables» son una salida al desastre medioambiental que ha creado la civilización industrial, la intensidad material de las energías renovables unas quinientas veces mayor que la de las turbinas de gas– hará imposible su despliegue posterior. ¿Alguien quiere hablar de los límites del crecimiento?

Empecemos con algunos titulares recientes que contrastan con el alegre informe de Carbon Brief citado anteriormente. «El fracaso de la subasta de Dinamarca revela grietas en la industria eólica marina europea», de Bloomberg. «El sector solar alemán en apuros por el exceso de paneles que ejerce presión sobre la industria», del Financial Times. Entonces, díganos, si la energía eólica y solar es un éxito tan rotundo en toda la UE, ¿por qué las empresas que las construyen y compran ya no quieren nada de eso? ¿Y por qué un director ejecutivo adjunto de un grupo de presión de la industria solar hace comentarios como este: «No se puede tener una transición ecológica con números rojos. El sector necesita ser rentable». Dries Acke, SolarPower Europe

Bueno, como de costumbre, la madriguera del conejo es mucho más profunda de lo que se revela en los principales medios de comunicación. Las «energías renovables» tienen muchos defectos inherentes que tienen su origen en la física, la química, la tecnología de fabricación y las condiciones atmosféricas (es decir, el clima). Sin embargo, señalarlos no tiene nada que ver con negar el cambio climático. (Que conste: acepto plenamente la ciencia que hay detrás del cambio climático y que está causado en su totalidad por nosotros, los simios de fuego, que quemamos combustibles ricos en carbono).

Sin embargo, esa no es la cuestión aquí. Como experto en fabricación y cadena de suministro, que lleva casi dos décadas trabajando en el campo del abastecimiento y la producción de equipos electrónicos, me sentí obligado a educar al público sobre los límites inherentes a las «tecnologías verdes». No me malinterpreten: utilizados con sensatez en aplicaciones especiales, y solo como un ligero impulso al sistema energético, la energía eólica y solar podrían resultar útiles para nuestra civilización en su largo camino hacia el abismo.

Por otro lado, querer construir una red eléctrica completa con energías renovables y esperar que de alguna manera mantenga el negocio como de costumbre es una idea mágica con esteroides... Como creer que los combustibles fósiles estarán con nosotros para siempre, o que no pueden causar daño al mundo vivo y al clima de este planeta. Es hora de enfrentarnos a la realidad.

No renovables

Contrariamente al ingenioso tropo de marketing, las «renovables» no son renovables ni mucho menos, de ahí las comillas en su nombre. En el mejor de los casos, son «reconstruibles», pero en la mayoría de los casos ni siquiera eso. En pocas palabras, muchos de los materiales con los que se fabrican no son reciclables ni pueden fabricarse sin utilizar grandes cantidades de combustibles fósiles. Así que, mientras que la energía del sol y el viento sigue siendo prácticamente ilimitada, los recursos necesarios para construir los muchos componentes esenciales, pero completamente no reciclables, de las turbinas eólicas y los paneles solares no lo son.

Tomemos dos ejemplos: las palas de las turbinas eólicas y las células solares de polisilicio. Las palas de las turbinas están hechas de un material compuesto: una combinación de fibra de vidrio (fabricada quemando gas natural) y resina epoxi (producida directamente a partir de petróleo crudo y líquidos de gas natural). Del mismo modo, las células de polisilicio utilizadas en los paneles solares se fabrican fundiendo cristales de cuarzo con carbón, produciendo al menos dos moléculas de CO2 por cada átomo de silicio liberado de su forma original (SiO2). Una vez más, centre su atención no (solo) en las emisiones de carbono, sino en el hecho básico de que tanto la fabricación de resina como la de silicona requieren grandes cantidades de átomos de carbono debido a sus propiedades químicas únicas y a su amplia disponibilidad. Y aunque se podría utilizar carbón vegetal en ambos procesos, la escala de construcción de «energías renovables» simplemente impide que esta práctica se generalice.

Si no fuera por el carbón, el petróleo y el gas, tendríamos que talar bosques enteros para fabricar unos pocos paneles solares y palas de turbinas. Y lo que es peor, estaríamos dispuestos a repetir esta situación década tras década, ya que los paneles y turbinas viejos fallan y deben ser reemplazados. Verá, este es el mayor problema de las «soluciones»: crean «problemas» aún mayores que los que «resuelven».

Además de su naturaleza intensiva en carbono, tanto la resina epoxi como las obleas de silicio policristalino no son reciclables. Se pegan (se unen químicamente [1]) al vidrio durante el proceso de fabricación: fibra de vidrio en el caso de las palas de las turbinas eólicas y vidrio plano en el caso de los paneles solares. El problema es que estos enlaces químicos no pueden deshacerse físicamente sin destruir por completo el material que queremos salvar primero. Todo lo que podríamos conseguir al intentar quemar o fundir esos residuos es contaminación tóxica del aire y vidrio fundido altamente contaminado. (Podríamos experimentar con varios ácidos y disolventes, pero lo más probable es que al final estuviéramos produciendo más lodo tóxico que materia reciclada útil).

Estos componentes indispensables para las turbinas eólicas y los paneles solares terminan casi invariablemente en vertederos, donde filtran toxinas (como el arsénico) en las aguas subterráneas durante décadas, si no siglos. La naturaleza compuesta de estas tecnologías requerirá, por tanto, la extracción continua de materias primas, junto con la quema continua de combustibles fósiles y el vertido de residuos tóxicos; mientras tengamos combustibles fósiles de sobra y minerales que extraer [2].

Las «energías renovables» son consumibles al igual que las barras de combustible de uranio productos tóxicos de un sistema industrial inherentemente tóxico e insostenible.

Una cuestión de densidad

Cuando se trata de energía, la densidad es lo más importante. Cuanto más condensada esté una forma de energía, más cosas podemos hacer con ella: viajar más lejos, transportar más carga, levantar más peso, alcanzar temperaturas más altas, por nombrar solo algunas aplicaciones. Desafortunadamente, nada de esto puede decirse de la energía eólica y solar. Ambas tecnologías requieren toneladas de materiales de construcción: principalmente acero, hormigón y vidrio (además de los materiales especiales mencionados anteriormente). Debido al peso de todo este material, y al calor relativamente suave y la luz dispersa que proviene del Sol, los paneles solares no producen más de 20 vatios por cada kg de su masa, incluso en un día soleado. Mientras tanto, las turbinas eólicas, con sus enormes bases de hormigón y altas torres de acero, generan apenas 6 vatios por cada kg de su peso. (Las baterías obtienen resultados ligeramente mejores, con 240 W/kg).

A modo de comparación, el combustible diesel produce 13.000 vatios por cada kg de combustible quemado. Un motor diesel normal que pese 150 kg puede producir fácilmente 110 kW de potencia, mientras que la misma hazaña requeriría 5,5 toneladas de paneles solares iluminados directamente por el sol al mediodía. Por eso no hay coches que funcionen con energía solar ni aviones comerciales propulsados por turbinas eólicas.

Amigos, estamos hablando de una diferencia en el rango de múltiples órdenes de magnitud, no de algo que pueda salvarse con algunos ajustes aquí y allá. La densidad de energía súper baja de las «energías renovables» hace necesario su envío en cantidades absolutamente asombrosas, con toda la minería, logística, fundición, fabricación y construcción que ello implica. Muchas de estas actividades, especialmente la fabricación de acero, cobre, hormigón y vidrio, requieren altas temperaturas (muy por encima de los 1000 °C) y, por lo tanto, la quema de combustibles de alta densidad energética (carbón, petróleo y gas natural).

Por eso, las «energías renovables» no pueden construirse y desplegarse técnicamente a escala utilizando únicamente energía «renovable». Una cosa es operar una planta de montaje de paneles solares o componentes de turbinas eólicas. Producir, fundir y dar forma a las materias primas necesarias para fabricar células solares y piezas de maquinaria es un negocio completamente diferente, que requiere un generoso subsidio de los combustibles fósiles.

La réplica habitual a estas afirmaciones es que «entonces utilizaremos el exceso de electricidad generada por el viento y el sol para producir hidrógeno, que no solo arde a altas temperaturas (cerca de 2000 °C), sino que puede fabricarse a partir del agua» (sic). El problema, de nuevo, radica en la física y la escala: producir H2 a partir del agua mediante electrólisis requiere mucha electricidad [3], un tercio de la cual se desperdicia instantáneamente (por no mencionar la energía necesaria para bombear y purificar el agua antes de poder utilizarla).

Otro problema es el almacenamiento: el hidrógeno es extremadamente ligero y fino a temperatura ambiente y a presión normal, lo que requiere la superrefrigeración del combustible (junto con la compresión a alta presión) para lograr volúmenes de almacenamiento razonables. De nuevo, cosas que requieren mucha energía. Pero el mayor obstáculo de todos, como de costumbre, es la escala [4]:

Si convirtiéramos TODA la electricidad producida por la civilización humana (a nivel mundial) en hidrógeno, obtendríamos menos de la mitad del calor liberado al quemar hidrógeno en hornos y fundiciones que el que producimos actualmente solo quemando carbón... Piénselo un minuto.

De peras a manzanas

La intermitencia es otro inconveniente de las «energías renovables», que nos impone el clima y la rotación de la Tierra. Es de conocimiento común que la civilización necesita electricidad incluso cuando no brilla el sol o no sopla el viento. Sin embargo, el público apenas conoce la gravedad con la que la velocidad del viento y la disponibilidad de luz diurna afectan al factor de capacidad general (o la «disponibilidad») de las energías renovables. Sin embargo, tras revisar datos de la vida real [5], se descubre que la «disponibilidad» media global de la generación solar es de apenas un 14,3 %. La misma proporción para Alemania es aún peor, situándose en apenas un 10,4 %.

Sí, ha leído bien: instale paneles con una capacidad de 100 kW (placa de características) y obtenga 10,4 kW a cambio anualmente. (La energía eólica sale un poco mejor, con un 26,7 % de media). A modo de comparación, si en su lugar instalara una turbina de gas, podría producir energía de forma bastante fiable con un factor de capacidad de alrededor del 90 % (con un 10 % reservado para mantenimiento e inspección). Por lo tanto, citar cifras de capacidad instalada es tan útil como comparar manzanas con peras.

Por otro lado, si incorporamos la «disponibilidad» real de las «energías renovables» en el cálculo de la relación potencia/peso, obtenemos un valor práctico de 2 W/kg para los paneles solares instalados en Alemania y de 1,6 W/kg para las turbinas eólicas en una media mundial. De nuevo, en comparación con una moderna turbina de gas con una producción eléctrica de más de 1000 vatios por cada kg de material incorporado, estas cifras son realmente minúsculas.

De nuevo, la diferencia no es de un par de puntos porcentuales, sino que equivale a una disminución de quinientos veces en la densidad energética. Y recuerde, todo ese hormigón, acero, vidrio, cobre, plata, metales de tierras raras y aluminio que componen el peso de las «energías renovables» tuvieron que ser extraídos, fundidos y moldeados en su forma final mediante la quema de combustibles fósiles, y luego transportados al lugar en camiones diesel y barcos. (Mientras tanto, el gas natural podría obtenerse perforando un pozo).

Y estos son solo los promedios, que ocultan la verdadera historia detrás de la intermitencia. La producción solar alcanza su punto máximo al mediodía, mientras que la eólica es como un ruido aleatorio en el sistema. Ninguno de los dos es realmente predecible, pero crean enormes sobrecargas de carga cuando se conectan de repente. Cada vez que las nubes se despejan sobre un gran parque solar, el repentino aumento de la producción de energía envía una onda de choque a través de la red, dañando los equipos sensibles cercanos. Del mismo modo, cuando vuelven las nubes, se produce un microapagón (que dura unos milisegundos hasta que se conecta la energía de reserva).

Estas fluctuaciones en el suministro de electricidad han obligado a muchas empresas con equipos de fabricación sensibles a instalar protectores contra sobretensiones y unidades de suministro de energía ininterrumpida que cuestan decenas o cientos de miles de euros (dependiendo del tamaño) o a comprar unidades de generación alimentadas con gas natural para producir su propio suministro estable de electricidad. Las «energías renovables» imponen muchos costes ocultos tanto a los operadores de la red como a las empresas que operan tecnologías sensibles (como granjas de servidores para IA o equipos de fabricación de chips). 

Economía

Además de los costes en que incurren las empresas, la incorporación de más y más «energías renovables» a la red ha dado lugar a una creciente volatilidad de los precios, lo que amenaza el propio modelo de negocio que sustenta los parques eólicos y solares. Y aquí es donde llegamos a la economía de todo el proyecto. Mientras que invertir en la extracción y quema de combustibles fósiles era una obviedad desde una perspectiva empresarial (sin tener en cuenta los costes medioambientales como externalidades, por supuesto), no se podía decir lo mismo de las energías renovables.

Gracias a la intensidad de materiales y energía de su producción, las numerosas partes no reciclables y sus relaciones potencia-peso ultrabajas, el despliegue de estas tecnologías requiere una inversión inicial masiva, subsidios, exenciones fiscales y garantías sólidas de que los operadores de la red comprarán la electricidad que producen.

A pesar del crecimiento de la generación eólica y solar, la producción total de electricidad en la UE se ha estancado desde principios de la década de 2000, lo que indica el fin del crecimiento económico en el viejo continente. Fuente: Our World in Data

Sin embargo, recientemente han surgido algunos problemas graves en ambos lados del cálculo de la rentabilidad de la inversión. En cuanto a la inversión, el aumento de los precios del carbón, el gas natural y el petróleo ha provocado directamente un aumento de los costes de fabricación y construcción. (Recuerde que la mayoría de los materiales por peso en las «energías renovables» son vidrio, hormigón y acero, todos los cuales requieren enormes cantidades de combustibles fósiles para su fabricación). Y aunque los costes han ido disminuyendo a lo largo de las dos últimas décadas, gracias a China y a sus abundantes suministros de carbón, esta tendencia parece haberse detenido y revertido en muchas regiones del mundo, incluida Europa.

La inflación de los costes se agravó aún más al imponer aranceles sobre el CO2 de las materias primas importadas, lo que consiguió el efecto contrario al que pretendía el legislador. Del mismo modo, el aumento de los tipos de interés encareció mucho la obtención de grandes sumas de dinero (necesarias para construir parques eólicos y solares).

En el otro lado de la ecuación, al intentar vender la electricidad producida, la sobreproducción de energía ha dado lugar a precios negativos durante el día en muchos casos. Dado que la generación de energía a partir de «energías renovables» no es planificable de ahí su apodo: fuentes de energía «dependientes del clima», cuando el viento finalmente se levanta, se lleva todas las nubes y cada turbina eólica y panel solar comienza a producir electricidad de repente, los precios de la electricidad entran en territorio profundamente negativo. (Sí, eso significa que el operador de la red comienza a castigar a los productores por producir electricidad en exceso, lo que los obliga a reducir la producción).

Tomemos el Reino Unido como ejemplo. Para aliviar la situación de los operadores eólicos y solares a escala de red, se ideó un plan de compensación que costó a los consumidores británicos 1.300 millones de libras solo en 2024. Abordar el problema de la reducción, por otro lado, requeriría una costosa expansión de la red, estimada en 40.000 millones de libras al año.

Lo mismo ocurre en Alemania y en muchos otros lugares con una alta tasa de adopción de la energía eólica y solar. Tanto la parte de inversión como la de rendimiento de la ecuación se volvieron locas: el aumento de los costes de los combustibles fósiles y los altos tipos de interés arruinaron la parte de inversión, mientras que la sobreproducción de electricidad diurna arruinó la parte de rendimiento. De nuevo, esto no es nada novedoso: las características físicas de estos dispositivos se conocen desde hace más de un siglo, y las consecuencias económicas de alcanzar una penetración solar superior al 15 % y eólica superior al 30 % también se demostraron claramente hace más de una década (Hirth, 2013) [6]

Almacenamiento

Las baterías de iones de litio, por otro lado, necesitaban equilibrar la producción de energía y el consumo costaba una fortuna cuando se construían a escala de red, y por lo tanto solo se instaló una cantidad muy limitada de ellas hasta ahora (almacenando solo minutos de suministro eléctrico). Al igual que en el caso del fracaso de la subasta danesa, donde demasiada capacidad de energía eólica ha reducido los precios hasta el punto de que las nuevas instalaciones se volvieron inviables, la instalación de más baterías reduciría los incentivos económicos de nuevas inversiones en almacenamiento a escala de red. Añadir más baterías reduce el arbitraje de precios (la diferencia entre los precios negativos durante el día y los precios altísimos por la noche) y, por lo tanto, el incentivo para construir más. Esto sin mencionar la diferencia entre la demanda de verano y la de invierno.

El almacenamiento a largo plazo no es viable desde el punto de vista económico; basándonos únicamente en la diferencia de precios, simplemente no vale la pena almacenar electricidad durante medio año. El almacenamiento de energía y la «expansión de la red» se han convertido en un unicornio mágico, al igual que la captura y el almacenamiento de carbono: basándonos en la ciencia, es muy necesario, pero ni el balance energético ni los cálculos económicos lo respaldan...

Eso nos deja con los combustibles fósiles como la forma más barata de almacenamiento de energía. «Pero, pero, pero... ¿y la energía hidroeléctrica de bombeo?». uno podría preguntar. Bueno, aunque la energía hidroeléctrica de bombeo parece prometedora sobre el papel, deberíamos haber empezado a construirla hace mucho tiempo para estar a la altura de la magnitud y la urgencia de la situación actual.

Además, tampoco son soluciones mágicas: países como Alemania o Dinamarca, al igual que gran parte de la zona densamente poblada de EEUU, carecen del terreno necesario para construir este tipo de almacenamiento. Para que sean eficaces, los sitios de almacenamiento hidroeléctrico por bombeo tendrían que construirse en lugares donde exista una gran diferencia de altura (600 m o más) entre los embalses inferior y superior en una distancia corta. Además, no estaría de más que el emplazamiento tuviera opciones de rellenado: construir un almacenamiento de este tipo en medio del desierto no es la opción más acertada. 

Además de encontrar la ubicación adecuada, construir la cantidad necesaria de almacenamiento hidroeléctrico por bombeo también requeriría millones de toneladas de acero y hormigón. Ambas materias primas (hierro y cemento) necesitan carbón y gas natural para su fabricación, y diesel para el transporte de los materiales de construcción hasta el lugar. Y como estos lugares estarían lejos de los principales centros de población (en las montañas), no olvidemos todas las líneas eléctricas de alta tensión de larga distancia, los transformadores, etc., necesarios para que funcionen. Una vez más, no es algo que se pueda apoyar en una producción de combustibles fósiles estancada y en unas condiciones económicas cada vez peores.

Nos encontramos en un dilema civilizatorio, en el que la extracción de combustibles fósiles, que se encuentra estancada (y cada vez menos rentable), se ha topado con el deseo de «hacer algo» con sus emisiones. Por otro lado, la tan cacareada «solución» la eólica y la solar requeriría una inversión aún mayor en carbón, petróleo y gas, para producir las prodigiosas cantidades de materias primas necesarias para construir estas maravillosas tecnologías. Lo mismo ocurre con la energía nuclear, los reactores de fusión experimentales y el tan necesario almacenamiento de electricidad: todos requerirían un suministro interminable de combustibles fósiles para su fabricación y mantenimiento. De forma indefinida, ya que muchos de los componentes implicados no pueden reciclarse por simples razones tecnológicas.

Cuanto antes afrontemos la realidad y aceptemos que fueron los combustibles fósiles los que hicieron posible la civilización industrial depredadora, antes podremos empezar a adaptarnos a su eventual agotamiento y, al menos, empezar a mitigar los numerosos daños que su uso causó al planeta. Poner nuestras esperanzas en unicornios como las «energías renovables» o la «captura y almacenamiento de carbono» solo retrasa la adopción de medidas significativas y acelera la reducción de las últimas reservas viables de combustibles fósiles y minerales. No es una buena idea, si me pregunta.

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Notas

[1] Para ser absolutamente precisos: el epoxi pasa por su propio proceso de endurecimiento químico (más allá de su unión a la fibra de vidrio), un proceso unidireccional que no puede detenerse ni revertirse a voluntad.

[2] Lo mismo puede decirse de prácticamente todas nuestras tecnologías, desde los vehículos eléctricos hasta los reactores de fusión experimentales. Todas contienen piezas hechas de materiales no reciclables, que utilizan uniones irrompibles, así como metales que requieren mucho calor para fundirse y refundirse, lo que hace necesario continuar con la minería, la fundición y la fabricación... Todo ello alimentado por combustibles fósiles, por supuesto.

[3] La conversión de hidrógeno en electricidad, por otro lado, también es un desperdicio (suele tener una eficiencia del 50 %), lo que nos deja con una mera eficiencia de ida y vuelta del 32 % (en el mejor de los casos).

[4] La civilización industrial surgió (y creció tanto) debido a las cantidades realmente épicas de combustibles fósiles quemados en el proceso. Solo en 2023, por ejemplo, los humanos quemaron 8.770 millones de toneladas de carbón. (Y eso es solo carbón...) Eso fue literalmente una montaña de carbón de 4 km de ancho y 2 km de alto (o 13.000 pies por 6.500 pies) que se convirtió en humo a lo largo de 2023. La quema de todo ese montón gigante liberó 49.789 teravatios de calor, mientras que la generación mundial de electricidad fue de 29.479 teravatios de todas las fuentes el mismo año. Por otro lado, generar 1 kg de hidrógeno a partir del agua requiere 50 kW de electricidad, mientras que la misma cantidad de hidrógeno (si se quema) libera 33 kW. Por lo tanto, si utilizáramos toda la electricidad generada por la humanidad en 2023 para producir H2, se habrían producido 589,58 millones de toneladas de hidrógeno (además de un apagón total para todo el planeta). Sin embargo, la quema de esa cantidad colosal de hidrógeno habría liberado solo 19.456 teravatios de calor, lo que sustituye apenas el 39 % del calor liberado por el carbón.

[5] El último informe del Instituto de la Energía titulado Statistical Review of World Energy nos proporciona las cifras. Al comparar «Energía renovable: generación por fuente» (página 47) y «Energía renovable solar: potencia fotovoltaica instalada» (página 48), podemos obtener una visión sincera del factor de capacidad real de los paneles fotovoltaicos. Todo lo que tenemos que hacer es dividir los teravatios reales suministrados por las «energías renovables» entre la capacidad nominal total (puramente teórica) de dichas tecnologías.

[6] La cuota de la energía solar en la producción de electricidad fue del 7,5 % en 2022 en la UE, mientras que la eólica produjo el 15 % de toda la energía eléctrica del bloque. Aunque estas cifras son solo la mitad de lo que Hirth sugirió como límite económico, ya han empezado a surgir problemas con las continuas inversiones en el sector, ya que tanto la producción como el consumo de combustibles fósiles han alcanzado sus propios límites de crecimiento.

viernes, 28 de febrero de 2025

Convocatoria por la Democracia (y por la supervivencia)

"El dictador murió en la cama, pero la dictadura murió en la calle". Estas palabras de Nicolás Sartorius expresan perfectamente una realidad: no fueron acuerdos cupulares los que forzaron la liquidación de una estructura dictatorial que se prolongó durante muchos meses tras la muerte del dictador. Sin la fortísima presión popular, y a costa de muchas muertes, no se habría llegado a la democracia que habitamos, no tan "perfecta" como quieren hacernos creer. La situación llegó a ser tan insostenible que los poderes fácticos, y los económicos en primer lugar, tuvieron que reacomodar sus pretensiones para proteger lo que para ellos era esencial y salvar los muebles.

Al mismo tiempo, las dispersas formaciones que buscaban romper el corsé que nos ahogaba tuvieron que ponerse de acuerdo para presentar un frente unido y pactar los cambios. Hay que repetir que sin la presión de la calle esto no habría sucedido.

Movimientos sindicales y vecinales fueron el soporte del cambio. Pero la experiencia histórica demuestra que incluso las mayores protestas se diluyen y desmovilizan si no logran articularse políticamente. Porque el poder político es el único capaz de organizar, y por ello de reformar, todo el aparato legislativo y ejecutivo, armazón de la actividad en todo lugar y tiempo. Podrá lograrlo siempre que, además de voluntad política, tenga tras él una fuerte presión popular capaz de contrapesar la tendencia de las clases dominantes a mantener el anterior statu quo.

El calculado diseño de nuestro sistema electoral impide la participación política que no se apoye en partidos o coaliciones. Esta barrera hace absolutamente necesaria la unidad de quienes no se ven representados por los grandes partidos, y cualquier movimiento amplio se ve forzado, para participar en las elecciones, a estructurarse a la manera de un partido político, y ahí es donde surgen las dificultades para quienes ponen la unidad por encima de los particularismos.

El partido más organizado y activo durante la transición era el PCE. Desde mucho tiempo intentaba articular un frente unido contra el fascismo, que se concretó trabajosamente, primero en la Junta Democrática, luego en la que se llamó "platajunta". Era clave poner esto por encima de su propio control de la situación, aunque, como ocurre y ocurrirá siempre con cualquier fuerza hegemónica, se le pueda acusar de "dirigismo".

Lo importante entonces era tener claros unos principios compartidos por todos los participantes, no poner el acento en los particularismos. Y cuando la mecánica electoral puso límites a la participación ajena al bipartidismo se intentó nuevamente crear un amplio frente político de base popular, y surgió Izquierda Unida, primero de la mano de un Gerardo Iglesias injustamente olvidado, para recibir luego un fuerte impulso con Julio Anguita, que de modo importantísimo puso por delante aquello de programa, programa, programa...

(No está de más recordar que ninguno de los dos utilizó las "puertas giratorias", como otros que están en la memoria de todos).

Las crisis desestabilizan las estructuras políticas. La que motivó el movimiento 15-M dejó tocado el bipartidismo, pero afectó también a todo el espectro político que participaba de las instituciones: "la casta" en que un tanto demagógicamente se mezcló a todos, sin considerar que cualquier otro que acceda a la representación política podrá ser tildado de ser también "casta" al acceder a alguna estructura de poder.

Yes we can, una llamada optimista a la movilización, fue el lema esperanzador que llevó a Obama a la presidencia. Su proclama no fue el último deseo incumplido.


Lema tan eficaz fue pronto copiado en otros contextos. Antes de que lo adoptara la formación de Pablo Iglesias lo utilizó el PSOE en una campaña, aunque no lo registró.

Los siguientes sí que lo hicieron, y al presentarse como un movimiento de "los de abajo" contra "los de arriba" consiguieron llevarse una buena parte de los votos que las encuestas daban como seguros para Izquierda Unida.

Objetivamente, dado el sistema electoral vigente, esto debilitaba a la izquierda. Otra vez el espíritu integrador llevó a un nuevo pacto que creó unas nuevas siglas: Unidos Podemos (luego corregido a "unidas" para evitar el lenguaje machista).

Se iniciaba un proceso de siglas englobando siglas, partidos instrumentales creados para las elecciones, culminando recientemente con la creación como último recurso de Sumar, que como no podía ser de otra manera acabó inscribiéndose como un partido, Movimiento Sumar. Otra vez lo que se pretende movimiento se transforma en partido.

Poco dura la alegría en la casa del pobre. Podemos no encajaba en la flamante coalición, porque nunca estuvo cómodo donde no ejerciera la hegemonía, y porque considera que en estas coaliciones se diluyen las esencias. El dilema es el de siempre en todos los radicalismos de izquierdas, o nos quedamos cortos y defraudamos, o nos convertimos en voces que mantienen la pureza a costa de la impotencia.

El par dialéctico "arriba y abajo" es simple y convincente, todo el mundo lo entiende, aunque tiene el inconveniente de que cuando escalas hasta el poder ya eres "de los de arriba". El eje "izquierda y derecha" es convencional y requiere ser explicado detenidamente. No basta para ello recurrir a las relaciones de poder, sino que hay que profundizar en las relaciones de producción que las causan. Y proponer programas tan radicales como creíbles.

La previsible espantada de Podemos de la coalición Sumar debilita gravemente este último intento de agrupamiento de fuerzas dispersas. Hemos asistido a un juego de muñecas rusas, cada una de ellas tratando de incluir a las anteriores. El desprestigio de la fórmula es tal que en un reciente artículo en Nuestra Bandera ha hecho decir a Joan Coscubiela que "el modelo matrioska, con el que hemos afrontado las diferentes crisis de la izquierda transformadora, ya no da más de sí".

Pero los hechos son tozudos. La crisis global irresuelta avanza mientras la que se considera a sí misma como clase media y el proletariado más pobre y menos formado son arrastrados, como hace un siglo, a poner su última esperanza en formaciones fascistas, se llamen o no así (cada vez lo disimulan menos), y los plutócratas y sus nuevos servidores practican con éxito el lema: el que más chifle, capador.

Buscando una forma de recuperar la unidad de la izquierda y evitar lo que se nos viene encima, IU lanza ahora Convocatoria por la Democracia, llamamiento a la unidad posible sobre acuerdos también posibles, basada en primer lugar en que es necesaria para salvarnos todos de un posible final. Refutando la falsa idea de "cuanto peor, mejor", porque dar pasos atrás y permitir el avance del fascismo no garantiza una corrección posterior de la ruta, cuando la degradación sistémica y ecológica nos echa el tiempo encima.

En la misma línea el último número de Nuestra Bandera llama también a afrontar este reto inaplazable, 

Bajo el título “La construcción de bloque histórico, un reto inaplazable”, Nuestra Bandera sale a la calle con la voluntad de contribuir a este debate. Lo hace modestamente pero con toda sinceridad y determinación porque la construcción de instrumentos unitarios, ha sido, es y seguirá siendo una de las señas de identidad que ha marcado la historia de nuestro partido. Participan en el mismo diversos autores y autoras, que desde sus posiciones políticas, partidarias o desde los movimientos sociales exponen sus opiniones sobre necesidad de articular alianzas entre las izquierdas federales, confederales y soberanistas, la movilización social, desde la reflexión sobre sus experiencias. Unas reflexiones que apuntan a cómo conformar el bloque histórico, a la necesidad de un programa común ilusionante y movilizador, al respeto a la identidad de cada uno, a encontrar un lugar que a todos les sea cómodo. Y a no repetir errores, desde la voluntad que les une de hacer frente al neoliberalismo, al fascismo de nuestra época y a la guerra que pone en jaque nuestra vida y la de toda la humanidad. 
Distintas opiniones, con puntos en común, que permiten el diálogo. La unidad de la izquierda es un reto en tiempos difíciles. No son tiempos fáciles. La vuelta de las políticas de austeridad en la UE; que un personaje como Trump pueda llegar a la presidencia de los Estados Unidos cuatro años después de los escandalosos incidentes que llevaron al vandálico asalto a la Casa Blanca; que la extrema derecha avance en la Alemania que vivió los horrores del nazismo, en la Italia que sufrió Mussolini o en la España que vivió 40 años de dictadura franquista, necesita una reflexión autocrítica en el seno de la izquierda que entre otras cuestiones se plantee conseguir que el gobierno de España no entre en esta dinámica belicista y autoritaria, sino que haga una apuesta por la paz y el bienestar social. 
Esta reflexión debe tratar de revertir la actual incapacidad de la izquierda para presentar exitosamente una alternativa para hacer frente a la cada vez mayor hegemonía ideológica de los valores de la derecha, ya sea en su faceta neoliberal o fascista, una reflexión que nos debe llevar al convencimiento de que solamente es posible construir esa alternativa desde la unidad para hacer frente a los retos que nos presenta el desarrollo del capitalismo en este momento histórico. 
Unidad construida desde la pluralidad, donde la diversidad sume y no reste, porque nos permita caminar juntos, al menos durante algunos tramos de nuestras luchas. Unidad que termine con el modelo de matrioskas para sustituirlo por el modelo del ramo de flores de distintos colores cogidas por dos manos, de personas diferentes, que pintó Picasso en contraposición al férreo yugo y las flechas amenazadora del fascismo. 
Unidad en la que confluyen la síntesis dialéctica de los hilos rojos, verde, violeta y blanco de las luchas populares, para dar fuerza a un sindicalismo sociopolítico que defiende los intereses de la clase obrera y las capas populares, frente a la voracidad insaciable del capital. Unidad de defensa de la Paz, que haga frente a la espiral belicista que está poniendo en peligro el futuro del planeta y que ponga fin a las dinámicas negacionistas, de odio y de manipulación, acabando con la confusión ideológica. 
Unidad construida desde una colaboración que nos permita acumular fuerzas para cambiar y revertir la actual dinámica de avance de la derecha más extrema, reaccionaria, depredadora, patriarcal, belicista y antisocial de la historia y diputar la hegemonía, ideológica, política institucional en favor de los intereses de la mayoría social. 
Un camino, el de la unidad, que hay que recorrer enterrando sectarismos y personalismos, renunciando a los ajustes de cuentas por muy justificados que puedan parecer. Un barco en el que todas estemos cómodas y todas tengamos nuestro espacio, nuestro perfil propio. Un barco que nos lleve a buen puerto, aunque luego, una vez conseguido ese objetivo cada cual siga su propio camino, aunque siempre manteniendo la referencia de cooperar, colaborar en la defensa del interés común, de la clase obrera, de las capas populares para construir una sociedad más justa solidaria donde el ser humano sea el centro de toda acción social y política.
Innecesario enumerar las abundantes evidencias de que nos va la vida en ello.

Sigue, en esta misma línea, la entrevista a Antonio Maíllo:


Antonio Maíllo: “No puede ser que en el campo de la izquierda alternativa brille el narcisismo”

El coordinador general de Izquierda Unida confía en que la propuesta Convocatoria por la Democracia pueda superar las dificultades actuales y llevar a un proceso de reunificación de las izquierdas federalistas.

Casi nadie en la izquierda alternativa o “a la izquierda del PSOE” está hablando en estos momentos de unidad. Uno de los que lo hace más claramente es Antonio Maíllo (Lucena, Córdoba, 1966), que ejerce como coordinador general de Izquierda Unida desde mayo de 2024. Su coalición ha lanzado Convocatoria por la Democracia, un proceso que se pretende abierto, para tender los puentes rotos en el año 2023 y llegar a las próximas elecciones generales con capacidad para detener la victoria anunciada por las encuestas del Partido Popular y la entrada en el Gobierno de la extrema derecha de Vox. Maíllo es consciente de que para eso debe darse también una pelea que vaya más allá del “que viene la derecha” y trabajar desde dentro del Gobierno para que las mejoras de las condiciones materiales sea la mejor respuesta al clima de hartazgo y bloqueo que da alas a los ultras.

En las redes sociales circula un meme con el concepto de “haber sido psoeizado”, que quiere decir que el PSOE se la ha vuelto a jugar. Esta semana ha trascendido que desde Zaragoza se han enviado 60.000 piezas de armas hacia Tel Aviv cuando se nos dice por activa y por pasiva que hay un embargo desde el 7 de octubre de 2023. Sumar lo ha denunciado públicamente y ante la Fiscalía de la Audiencia Nacional. ¿Ha sido ‘psoeizado’ el socio de Gobierno en el que se encuadra Izquierda Unida?

No conocía ese meme. Es evidente que nuestra iniciativa de denunciar ante la Fiscalía y de presentar una pregunta al Gobierno sobre este hecho, que me parece de enorme gravedad, es la demostración de que nosotros queremos, sobre todo, una mantener coherencia en nuestras políticas. Asumimos el momento histórico en el que nos encontramos, asumimos estar en el Gobierno, pero evidentemente ese ‘estar en el gobierno’ no significa que se esté de acuerdo en todo lo que se haga, obviamente, y menos en asuntos que para nosotros son cruciales, pero que además no están en el acuerdo de investidura. La gravedad de este asunto no es sólo su naturaleza, es decir, seguir vendiendo armas al Gobierno genocida de Israel, sino que se haya mentido, porque se nos ha dicho que no se hacía. A través de nuestros diputados y de nuestro portavoz Enrique Santiago ya denunciamos el atraque en puertos españoles de material que iba para Israel y dejó de hacerse. Yo creo que se quiere plantear una suerte de incompatibilidad en la defensa de nuestras posiciones políticas con estar en el Gobierno. Y tengo que decir que desde que entramos en el Gobierno con Unidas Podemos, y ahora con Sumar, hemos mantenido una coherencia, nos hemos mostrado en contra de aquello con lo que no estamos de acuerdo.

"Hemos aprendido, porque también se aprende, que la trinchera también puede estar dentro de un gobierno"

Pero, más allá de la coherencia que se pueda mantener, ¿es posible refrenar del Gobierno esos intentos del PSOE de hacer lo contrario de lo que dice?

Vamos a ver quién ha sido el responsable o la responsable de que en una base militar de suelo español como es la de Zaragoza se haya permitido ese tráfico. Y habrá que pedir no solo explicaciones, sino responsabilidades. Me parece que es un poco infantil sugerir que cuando tú haces un acuerdo de gobierno ya te mimetizas con la otra parte. Un acuerdo de gobierno en esta época tiene que ver con la cultura de la coalición que hemos introducido en la anterior legislatura. Este se basa en un núcleo de acuerdo que es obligatorio para las dos partes. En aquello en lo que no haya acuerdo hay dos opciones: o llegar a una negociación o pactar los desencuentros y los desajustes. Y después hay elementos como este que tienen otro cariz, porque se ha mentido y por tanto estamos muy expectantes a la respuesta que puedan dar desde el Ministerio de Defensa, porque el asunto es grave.

En otra entrevista dijo que si fuera por cuestiones de Exteriores —y aquí incluyo Defensa— posiblemente no se hubiera producido este Gobierno de coalición. Cuestiones como la de Gaza tienen cada vez más importancia para la base social de la izquierda. ¿Cuál es el límite de ese aceptar la política del PSOE?

En primer lugar, en política exterior y en política de defensa tenemos profundas diferencias con el Partido Socialista. Nunca lo hemos negado ni lo vamos a negar, ni vamos a dejar de tener esas diferencias. En segundo lugar, hemos aprendido, porque también se aprende, que la trinchera también puede estar dentro de un gobierno. Hemos normalizado que las discusiones no tienen por qué seguir un esquema de dialéctica parlamentaria frente a gobierno. Y tercero, tenemos que buscar las fórmulas para transformar la realidad, que es lo que importa. Y la pregunta es ¿si nosotros estuviéramos fuera del Gobierno se modificaría la política exterior o de defensa? Esa es la pregunta que hay que hacerse. Desde una posición de gobierno podemos elevar nuestra posición. Creo que no solo no es incompatible, es que posiblemente el debate será más intenso y más trascendente si se hace desde una posición de fuerza, estando en el Gobierno. Mire que nos tragamos en Unidas Podemos la modificación del acuerdo con las bases de Rota y Morón, que aumentaba el porcentaje de soberanía norteamericana.

Y el cambio de posiciones con respecto al Sáhara y la masacre de la valla de Melilla.

¿Las contradicciones en la modificación de la política del Sahara hicieron que los que ahora dicen que son motivos para excluirse encontraran motivos para salirse cuando estaban en el Gobierno? No. Es que hemos aprendido, lo hemos aprendido además de ellos, que el combate dentro del Gobierno es una trinchera que no se debe abandonar, porque nuestra aspiración es que se modifiquen las políticas. Primero si se confirma ese asunto grave de haber mentido respecto a las armas y segundo, que se modifique y no se permita el tráfico desde territorio español, desde bases militares españolas, del armamento al aeropuerto Ben Gurion, como parece que ha sucedido.

¿Les tiene informado el PSOE dentro del Gobierno de cuál es el papel que España está jugando en la Corte Internacional de Justicia en el proceso que ha planteado Sudáfrica con respecto al genocidio de Gaza?

No hay ahora mismo información adicional al respecto. Estamos muy atentos al al procedimiento. Desde el principio dijimos que nosotros habríamos adoptado una posición más audaz, no de estar de testigo, sino de posicionarnos como agente activo al mismo nivel que Sudáfrica y otros países.

El portavoz parlamentario de Sumar explicaba a El Salto hace unos meses que en esta legislatura, por la aritmética parlamentaria que se da, quizá no se pueda avanzar demasiado en medidas materiales, pero sí en cuestiones antirrepresivas y de democratización. Esta semana también hemos sabido que la vulneración de derechos relacionada con la protesta política ha crecido un 30% en 2024. ¿Qué pasa para que, aunque este aprobada la reforma, no se avance en temas como la modificación de la Ley de Seguridad Ciudadana?

Se va a modificar. Hay una cuestión en la que se debe situar esto: no hay una correlación de fuerza de mayoría de izquierdas en el Congreso de los Diputados. Hay una correlación de fuerzas, vamos a llamarle, de un bloque democrático amplio, plurinacional, que, efectivamente en términos de profundización democrática, de libertades, puede haber tener más coincidencia de la que hay, por ejemplo, en términos económicos y sociales, como se ha visto cuando tumbaron Junts y PNV el impuesto a las energéticas. Se ha olvidado de algo que para nosotros es muy importante, que es la modificación de determinados artículos del Código Penal, que están penalizando más la protesta si cabe que la Ley Mordaza, que son procedimientos civiles y administrativos. El cogollo del debate represivo está en en determinados artículos del Código Penal que no vamos a cejar hasta tumbarlos. Y en este momento estamos en la dinámica del Congreso en la que se dan estas correlaciones de fuerza y estas tensiones, pero no es verdad que nos hayamos olvidado. Es más, estamos en la prioridad absoluta, en el ejercicio de su realización, y hay condiciones para hacerla y estoy convencido que se van a hacer.

Yo sé que Izquierda Unida, Partido Comunista, Bildu, EH, BNG, Podemos etcétera van a seguir con esto, ¿pero el PSOE coge el teléfono?

Sí. Se asume que va a ser un compromiso en su desarrollo normativo y no percibo ni mucho menos que se haya roto ese acuerdo, porque sería incumplir no un acuerdo derivado, sino uno de los acuerdos del pacto de investidura.

"Me parece que es una irresponsabilidad histórica asumir que a PP y Vox les toca como una suerte de destino divino y que hay un turnismo"

Normalmente se dice que las cuestiones económicas son las que tumban gobiernos. Hablemos de vivienda. ¿Es el factor determinante que puede hacer que este Gobierno de coalición no siga?

Es el punto débil de la Legislatura. En primer lugar, yo creo que es matizable que solo sean condiciones materiales las que influyen, también hay una batalla cultural y un debate de valores, eso es fundamental para ganar esa batalla. En segundo lugar, sobre la materialidad: en este momento en la Legislatura hay un desequilibrio entre el avance en derechos laborales y mejoras de las rentas del trabajo —en un contexto expansivo de la economía con disminución del desempleo— con cómo esa mejora de las rentas laborales se ve neutralizada. Porque la vivienda se está convirtiendo una suerte de agujero negro que succiona esas mejora de la renta. Por tanto, en ese desequilibrio es clave llegar al final de legislatura con una política de vivienda igual de audaz de lo que ha sido la de empleo.

¿Cómo se consigue eso?

Nosotros defendemos el protagonismo del Estado, en los mismos términos en los que éste asume la dirección de los servicios públicos, igual que en la educación o la sanidad. El Estado debe tener parque público de vivienda y hacer una gestión directa de ese parque público. Tiene que imponer un condicionamiento vinculado no a una suerte de libre mercado, sino a los ingresos de quienes tengan que ser beneficiarios de esa vivienda, con un tope máximo de 30% sobre los ingresos que tengan las familias, no sobre una cantidad neutra, porque no hay neutralidad en la vivienda. Hay una cuestión fundamental, que es que el Estado tiene que cambiar el paradigma que el bipartidismo ha mantenido en estos 45 años que es despatrimonializar el parque público de vivienda descalificándolo a los 30 años para que pasen a ser objeto de renta libre y, por tanto, objeto de especulación.

¿Y en el Parlamento van a dar los números?

Desde la mera negociación de aritmética parlamentaria o incluso desde una negociación intergubernamental no se va a llegar a un cambio de paradigma. No hay fuerza. ¿Dónde está la fortaleza para hacer una envolvente que suponga un cambio de este tipo en la normativa de la vivienda? En la movilización social. Yo creo que la experiencia de manifestaciones masivas que ha habido en Madrid, Barcelona, Málaga, Sevilla y otras ciudades del Estado es uno de los motores que puede hacer que realmente el cambio de paradigma en la política de vivienda se produzca. Y ese cambio tiene que tener dos patas: la negociación parlamentaria e institucional, que tiene que sentirse muy arropada por una movilización que haga que las partes, vamos a llamarle conservadoras o que no quieren modificar la política de vivienda, vean que tienen que hacerlo porque puede suponer un coste electoral y social.

"Quien se crea que nos va a venir mejor con el cuanto peor, mejor, es que no sabe leer el momento histórico de cambio de era"

La experiencia de las coaliciones, sobre todo en gobiernos autonómicos y locales, es que es que el grande deja caer al más pequeño cuando se calienta la carrera electoral. ¿Hay un plan por si acaso se produce esa ruptura de Gobierno por parte de Pedro Sánchez?

Para mí eso parte de una reflexión más amplia, que se basa en entender qué puede pasar en España. La extrema derecha, el nuevo fascismo, se siente en un momento de aceleración histórica para conseguir sus objetivos. Sienten que es su momento. En ese contexto internacional, en la Unión Europea están extendidos una serie de gobiernos de corte reaccionario y conservador. Hay una excepción que es el Gobierno de España. Y en el Gobierno de España hay dos fuerzas políticas que son conscientes que nos necesitamos para poder reeditar gobiernos que no sean el del Partido Popular y Vox. En Izquierda Unida no asumimos que sea irreversible la llegada de PP y Vox. Me parece que es una irresponsabilidad histórica asumir que a PP y Vox les toca como una suerte de destino divino y que hay un turnismo. Nosotros no vamos a asumir una suerte de izquierdismo, que dice “bueno, que lleguen el PP y Vox, porque así vamos a después a organizar la resistencia”. Mire, quien dice eso no se ha enterado de nada, porque en un contexto internacional de auge de la extrema derecha la operativa es dejar esto como un erial en forma de derechos. Desde esta posición, las dos patas del gobierno, tanto el PSOE como Sumar sabemos que nos necesitamos para reeditar un gobierno y por tanto se trata de plantear estrategias y decisiones políticas que beneficien a ambos.

¿Cómo entra la posible reunificación de la izquierda en ese plan?

El PSOE y nosotros tenemos carriles diferenciados porque somos proyectos diferenciados; llegamos a un acuerdo para hacer una política diferenciada respecto a la Unión Europea —y ya no te digo respecto a Estados Unidos—, dependemos del apoyo electoral y para eso nosotros consideramos que la necesidad de una propuesta política unitaria es fundamental. Que nadie me venga con cuentos de que una fragmentación del espacio de la izquierda alternativa va a dar más esperanzas de mantener nuestros derechos a las clases trabajadoras en nuestro país. Pertenezco a una generación que se quedó muy impactada de las consecuencias del gobierno de los años 70 del siglo pasado en el Chile con Salvador Allende. Hubo una oposición por la izquierda durísima contra el gobierno de Allende. La debilidad del gobierno de Salvador Allende y de Unidad Popular llevó al pinochetismo a que se desmantelaran derechos, a que se privatizara la universidad, se privatizaran las pensiones y a que, 17 años después de dictadura pinochetista, la aspiración de los demócratas fuera intentar recuperar los derechos que se daban por sentados con el gobierno de Allende. En 2025 esos derechos todavía no se han recuperado. Quien se crea que nos va a venir mejor con el cuanto peor, mejor, es que no sabe leer el momento histórico de cambio de era.

Desarrolle más lo del cambio de era.

Estamos en un avance de unos valores reaccionarios y autoritarios que pueden llevar al sumidero de la historia lo que nosotros representamos. Como ciudadano vinculado desde los 18 años a diferentes luchas: de salida de la OTAN, de militancia de Izquierda Unida, en el movimiento universitario, en el movimiento municipalista, etc. siento como nunca antes que aquellos valores por los que yo he luchado pueden pasar a la historia como una excepción dentro de la historia de la humanidad. Y no somos gente que estemos dispuestos a ello. Repito, en Izquierda Unida sabemos asumir las contradicciones en el gobierno y sabemos también asumir cuándo las posturas políticas son diferentes y no vamos a renunciar a ello. 

Han lanzado Convocatoria por la Democracia que es un espacio para trabajar por esa reunificación, ¿Cuál es el objetivo programático?

Sabemos que estamos en el contexto internacional que estamos y por tanto, cuando nosotros lanzamos la Convocatoria por la Democracia, la lanzamos por dos cuestiones: porque no asumimos que tenga que llegar la extrema derecha a gobernar en España. Y segundo lugar, porque la lectura contra la extrema derecha no es la defensa del statu quo, sino combatir contra la extrema derecha con políticas audaces y radicales que eliminen las causas que hacen que muchos sectores que no tendrían que estar apoyando la extrema derecha lo hagan. En política de vivienda no se puede lanzar el señuelo de “que viene la derecha” cuando tú promueves un modelo de vivienda de colaboración público-privada que estimula la especulación y expulsa a la gente del acceso a este derecho humano. Por tanto, tiene que ser con políticas audaces y profundamente radicales en términos democráticos, como se combata a la extrema derecha. No se puede solventar con modificaciones parciales de las políticas o con paños calientes.

¿Está pensando en alguien en particular cuando dice habla de la gente que enarbola el discurso del cuanto peor mejor?

No. En el campo de la izquierda hay gente para todo y escucho a gente, que no tiene por qué estar vinculado a organizaciones, que parece que está deseando que llegue el gobierno del PP y de Vox. Me parece un error histórico gravísimo.

Pero usted mismo ha dicho que hay que ofrecer algo más que el que viene de la extrema derecha.

Me parece un error que la gente asuma como algo irreversible la llegada de la extrema derecha y me parece un error que tú cohesiones en torno a una bandera abstracta si las políticas que tú desarrollas son la base que genera el abrazo a la extrema derecha. Tú no puedes decir “que viene la derecha” si mantienes una política de vivienda que ha sido un fracaso. Eso no es una opinión, es una constatación. A la extrema derecha se le combate atacando las causas que generan ese malestar y esa alienación. Y creo que tenemos dos focos uno, el de la materialidad con política de vivienda, y dos, la política comunicativa, en la que hay un amplio campo de mejora para combatir la política de desinformación, de bulos y toxicidad que está que están creando la extrema derecha.

Parece que solo Izquierda Unida está ahora mismo hablando de la unidad. ¿Cómo se queda uno cuando parece la voz que clama en el desierto?

Hay dos cuestiones: una, que nosotros hacemos del proceso de unidad un proceso político, no un proceso de reunirnos los capitostes de cada organización para distribuirnos listas. Es un proceso de cambio de estado de ánimo de la izquierda, un proceso para pasar a la ofensiva en el combate contra la extrema derecha; no podemos estar escandalizándonos diariamente sobre las barbaridades de la extrema derecha, porque eso es comprar el marco que nos quieren imponer. Y en ese cambio de estado de ánimo estamos construyendo procesos políticos sobre un proyecto de esperanza de país. La izquierda tiene que pasar a la alegría militante. Yo me he educado con gente que en condiciones peores hacían de la militancia un acto de alegría vital. No es que no nos importe lo que digan las organizaciones, es que tenemos muy claro que los procesos unitarios se tienen que hacer. A pesar de que haya un silencio o al menos prudencia, voy a llamarlo así, lo importante es que conectamos con amplios sectores de la izquierda: votantes y ciudadanos que no están organizados y que se identifican con la hoja de ruta que propone Izquierda Unida. Somos muy honestos, somos transparentes y ponemos encima de la mesa lo que consideramos que es de sentido común. Hay gente de todos los partidos que coincide con nuestra hoja de ruta por una razón: porque si no hay unidad, hay muchas posibilidades de que haya extrema derecha en el Gobierno de España.

"Yo siento que en Madrid se juega otra liga. Percibo que hay un sentimiento de que lo que ocurre en Madrid ocurre en toda España, pero en la España periférica hay una realidad diferente"

¿Va a ser inevitable que haya vetos cruzados en esa hipotética unidad?

¿Por qué no lo convertimos en una defensa de las mejores y de los mejores? Creo que hay que defender con alegría y con pasión a quién consideramos que puede encabezar los procesos políticos. Pero los procesos tienen que encabezarse con métodos democráticos: primarias, censo acordado y asunción de los resultados que se den. Y que cada uno presente a quien considere mejor para el nuevo ciclo y que sea la gente la que decida. ¿No hablábamos de que había que democratizar los procesos? ¿Quién soy yo para vetar a nadie? Izquierda Unida es contraria a los vetos como método de resolución de conflictos. Vamos a votar por quien sea la mejor persona que encabece los diferentes espacios y eso lo tiene que decidir el sujeto común de la mayoría de la gente que se inscriba en un proceso participativo de elecciones primarias. Y me parece que eso tiene un efecto de movilización positiva, que es la defensa apasionada de cada uno, sean organizaciones o colectivos de gente, que defiendan a un referente como la mejor persona para el momento político que se avecina y la cohesión de todo en aceptar los resultados.

¿Sean los que sean?

En nuestra cultura política no tenemos ningún problema con cohesionar en torno a quien tenga el mayor apoyo. Nosotros estamos en política, no estamos una especie de egopolítica que sinceramente yo no entiendo y que quiero combatir con mis valores. No puede ser que en el campo de la izquierda alternativa brille el narcisismo o que se antepongan intereses personales por encima de lo público. No lo voy a defender, no lo he defendido nunca en mi vida y a mis 58 años no voy a defenderlo por tacticismo ni por cortoplacismo.

Mucha gente se enteró de los problemas de Unidas Podemos, Sumar y de todo ese magma cuando se tenían que hacer las listas para Andalucía para las anteriores elecciones autonómicas. Y quizá ahora no se está enterando tanto de que en Andalucía las cosas se han reconducido un poco. Andalucía es un espacio fundamental, tanto por número de población como por peso simbólico, político y cultural, en la historia de la izquierda española. ¿Cómo es el proceso actual y cómo se puede extrapolar a esta unidad que se propone desde su convocatoria?

A veces la izquierda alternativa somos como los buenos árbitros, que cuando actúan bien no se habla de ellos. El silencio es el mejor síntoma de que las cosas se construyen con esperanza. Yo creo que de la experiencia se aprende y creo que en Andalucía hay una expectativa muy esperanzadora de construir un proceso que evidentemente no puede ser como el anterior. Y creo que estamos a tiempo de seguir construyéndolo a través de un calendario que vincule este proceso de construcción a algo que nos trascienda a las organizaciones. Cometemos un error cuando invitamos a que los procesos unitarios sean un proceso de acuerdos de partido. Son procesos de unidad en los que hay una condición básica que es que los partidos se pongan de acuerdo... pero para ofrecer un espacio que trascienda a los partidos, con participación ciudadana de gente que no está organizada. Para hacerlo así, evidentemente hay que acelerar los tiempos. Las elecciones pueden ser en marzo o como muy tarde en junio de 2026 y, para construir un proceso participativo que implique y genere complicidades con mucha gente, que trascienda a las propias organizaciones, es fundamental empezar ya. Creo que las cosas se están haciendo bien y hay una expectativa que es que si ese carril funciona y encima es ratificado de manera popular con una mejora de resultado electoral, eso puede abrir muchas puertas a nivel federal.

Pero sería en todo caso sin Adelante Andalucía.

Eso les interpela a ellos. Ellos han decidido que no van a estar en ningún proceso unitario.

"No va a haber ninguna posibilidad de que nadie nos apele o nos eche en cara la irresponsabilidad histórica de no haber estado a la altura de las circunstancias"

Los comentaristas de derechas dicen que Alberto Núñez Feijóo está siendo devorado por Madrid. En la izquierda no se habla tanto de esa capacidad de Madrid de destruir al que viene de otro territorio. ¿Usted lo ha sentido?

Yo siento que en Madrid se juega otra liga. Percibo que hay un sentimiento de que lo que ocurre en Madrid está ocurriendo en toda España —y no hay que perder de vista el poder radial que tiene Madrid, de expansión de su marco político— pero la realidad de la España periférica es diferente. Los ambientes políticos en otros territorios son muy diferentes, más amables. Es cierto que están impregnados de cierta toxicidad en estos momentos, pero hay otros niveles de funcionamiento. Madrid tiene un efecto expansivo mediático muy potente, pero incluso a pesar de eso, en esos lugares hay unos componentes de ritmo, de debate y de toxicidad en la política menor que en Madrid. Yo he decidido mantenerme viviendo en Sevilla y acudo cuando tengo agenda a Madrid, como cuando tengo en Cataluña o tengo en el País Valencià. Me parece que eso me permite mantener una cierta perspectiva matizable y no ser engullido por la dinámica de corte y hasta ahora estoy satisfecho con ello. El caso de Feijóo yo creo que tiene que ver con una derecha que tiene mucha prisa por llegar al gobierno. Hay una guerra muy fuerte sobre quién va a hegemonizar en el nuevo ciclo. Vox tiene una tentación hegemónica con el impulso de Trump y de la extrema derecha europea. Y yo creo que Feijóo es producto de esa contradicción en cuanto a que es una derecha que hegemoniza pero que teme perder esa hegemonía.

Como final de esa pregunta, ¿Cree que en Madrid se considera a Antonio Maíllo un ingenuo?

Mire, no lo sé. ¿Usted lo ha percibido?

Con respecto a la cuestión de la unidad que IU propone, lo que más se repite es “eso no va a pasar”.

Yo percibo una cosa que es que en la izquierda hay mucho listo y mucha lista. A veces, de manera irónica, digo “qué hago aquí con tanto listo y tanta lista que sabe tanto de lo que va a ocurrir y que tienen tanto diseño de partida de ajedrez”. A mí me parece que no hay que perder la dimensión humana de la política. Y cuando hablo de la dimensión humana hablo también de estar atento al termómetro emocional de la gente a la que representas y estar atento a las aspiraciones populares de gente que está en condiciones laborales tan duras que les impide siquiera participar en política. Posiblemente si tuviéramos en el frontispicio de nuestra mente todos los días —en lugar de cuánta gente nos va a retuitear los mensajes— a la gente que tarda hora y cuarto, hora y media en moverse para ir al trabajo, que no llega a fin de mes, que estira el salario, que tiene que complementarlo con la atención a sus hijos en el proceso educativo, yo creo que nos iría mejor. El problema no es yo sea más o menos ingenuo, es que no hay otra salida. A mí me gustaría que IU hubiera sido el paraguas en el que todo el mundo se sintiera integrada y que estuviéramos juntos a las puertas de conseguir el socialismo, pero la realidad es que no, y en política hay que analizar muy bien la realidad de las coordenadas históricas. Lo importante es que nosotros no vamos a desfallecer en el intento y desde luego no va a haber ninguna posibilidad de que nadie nos apele o nos eche en cara la irresponsabilidad histórica de no haber estado a la altura de las circunstancias.

Desde la ruptura de ese espacio anterior, mucha más gente, incluso de otros territorios no históricos, se ve identificada ahora con proyectos soberanistas como los del BNG o con el de EH Bildu. ¿Hasta qué punto esa concepción federalista es la gran derrotada de esta época?

Nosotros somos un proyecto federalista. Aunque la situación no tiene nada que ver con la de hace diez años, esa mecha es la única posible para resolver una articulación sólida y con carácter permanente de proyecto político. El carácter plurinacional es compatible con la visión federal. Lo es; si no, no estaríamos aquí. Otra cosa es que, como me dijo un dirigente independentista, el problema de la izquierda española que no tenemos patria, y eso ha hecho que la gente enarbole la suya en clave autonómica. Pero nosotros no creemos que haya una incompatibilidad de alianzas entre un proyecto federal cuyo magma sigue vigente y unas realidades que tienen mucho que ver con respuestas a fracasos. Eso se lo concedo, pero que no supone, en términos históricos, un fracaso irreversible del modelo federalista. Ni mucho menos. Es más, los que estamos convencidos de que puede ser la solución a la articulación de nuestro país, vamos a seguir empeñados en seguir construyendo sobre ello. Y cuando se abra el debate de financiación hay que entenderlo en una profundización en clave federalista. 

¿Bajo qué principios políticos se imagina el necesario recambio, ya no de los de los liderazgos, ni siquiera de los cuadros políticos, sino el necesario recambio para conseguir esa revitalización de los movimientos de transformación?

Creo que a través de múltiples y variadas manifestaciones de reactivación del espacio amplio de la izquierda alternativa, que puede darse en clave partidaria —que es un carril que es compatible con espacios políticos no formales, como el caso de Convocatoria por la Democracia para incorporar a náufragos militantes que quieren participar del momento histórico actual y no quieren hacerlo en fórmulas clásicas— o de los movimientos sociales vinculados a activación sobre la vivienda, como se están produciendo o sobre el movimiento de la paz, que yo creo que va a ser el gran movimiento que va a surgir en este 2025. La no existencia de convocatorias electorales nos permite un trabajo de menos espectacularización, Esta no favorece nada la construcción de tejido social y articulado en nuestro espacio. Todas estas propuestas son absolutamente compatibles y pueden fluir para después convertirla en una propuesta política ambiciosa e integral. Y creo que esa triple dimensión, la clásica partidaria, la no formal participativa en plataformas como la Convocatoria por la Democracia, y la social en debates como el de la vivienda o de movimiento de la paz y movimiento obrero, que está perfectamente articulado y canalizado, pueden crear las mejores condiciones. Porque ante el auge de la extrema derecha la pregunta es muy fácil: ¿Quién responde al hecho de que la fragmentación hace que España sea la próxima pieza de caza que se quiere abatir? Yo no quiero asumir esa responsabilidad.