Análisis de Vicenç Navarro en Público sobre el uso eufemístico del tèrmino franquismo para evitar la definición de fascista a la dictadura de Franco. Si es eufemismo por parte de sus herederos desteñidos, es verdadera pudibundez para la izquierda, que tantas veces ha caído en el sonrosismo, por inadvertencia o, a veces, por mal cálculo.
Es bien rigurosa la enumeración de características fascistas que connotan al pasado y a veces no tan pasado régimen del general.
Digo no tan pasado, porque aunque la monarquía actual que heredamos no es un régimen fascista, hay a veces en la historia saltos atrás, y puede imaginarse una deriva fascista que podría producirse si, como otras veces ha ocurrido, lo juzgan necesario los dueños del capital.
En el momento en que parece un pato, anda como un pato y hace cuac cuac, podemos pensar razonablemente que es un pato.
La dictadura que el golpe militar de 1936 estableció en España, que la
gobernó desde 1939 hasta 1978, se define fuera de España como una
dictadura fascista. Cuando el Sr. Juan Antonio Samaranch,
delegado de deportes durante aquella dictadura, y más tarde Presidente
del Comité Olímpico, visitó Atlanta en EEUU para inaugurar los Juegos
Olímpicos que tomaron lugar en aquella ciudad, la nota biográfica que el
The New York Times publicó de él lo presentó como Director
General de Deportes del régimen fascista liderado por el General Franco.
Y así en Gran Bretaña y Suecia (entre otros muchos países) donde
también viví y trabajé por largos periodos de mi vida. Solo en España se
conoce aquel régimen como la dictadura franquista, término
ampliamente utilizado no solo por las derechas sino incluso también
(sorprendentemente) por las izquierdas. La causa de definir aquel
régimen de esta manera se debe a un proyecto conservador altamente
exitoso que tenía por objeto presentarlo como un régimen caudillista,
autoritario, liderado por un general, que limitaba la expresión de
libertades sin intentar, sin embargo, cambiar la sociedad e imponer una
ideología totalizante a la población. Los que intentaban hacer esto
último eran los regímenes totalitarios, tales como los regímenes
comunistas. Estos eran no solo autoritarios sino también totalitarios
pues promovían el comunismo, que es una ideología totalizante que quería
establecer una nueva cultura, ideología y manera de pensar diferente y
opuesta a la de un sistema democrático, laico y republicano.
Esta
distinción entre regímenes autoritarios y totalitarios la había
establecido el politólogo español Juan Linz, profesor de Yale, EEUU, y
había sido adoptada por el Departamento de Estado de aquel país para
justificar su apoyo a gran número de regímenes caudillistas
latinoamericanos, indicando que no eran totalitarios y que, por lo
tanto, tenían el potencial transformador en regímenes democráticos, cosa
que no ocurría con los regímenes totalitarios tales como los regímenes
comunistas, que no eran reformables y, por lo tanto, eran dignos de todo
tipo de oposición.
Y el mismo Sr. Linz (español procedente de
una familia militante de la Falange, el partido fascista español) negaba
que el régimen español fuera totalitario y todavía menos fascista.
Según él, el régimen liderado por el general Franco era autoritario pero
con el tiempo fue cambiando, dando origen a un régimen democrático.
Según este autor, aquel régimen liderado por el General Franco tuvo muy
poco de fascista, pues la Falange (el partido fascista) fue una fuerza
política con poco peso sobre el aparato del estado. Debido a la enorme
influencia del Sr. Linz en las ciencias políticas españolas, esta visión
fue ampliamente aceptada no solo por la comunidad académica sino por la
cultura mediática y política dominante, de manera que incluso las
izquierdas la aceptaron. Pocos líderes de izquierda se refieren a aquel
régimen como fascista. A lo único a lo que se llega es a aceptar que
puede que el régimen fuera fascista al principio, pero luego, con la
llegada de los tecnócratas del Opus Dei a la gobernanza del país, el
régimen cambió.
¿Qué es fascismo?
Veamos ahora
los datos. El profesor Malefakis, Catedrático de la Universidad de
Columbia en Nueva York, y uno de los mayores expertos sobre el fascismo
europeo, ha definido las características del fascismo (según él, ocho)
de manera tal que si un régimen político las tiene entonces es –según
él- un régimen fascista. Veamos cuáles son y si el régimen que existió
en España tuvo cada una de ellas, señalando la evidencia que lo avala.
Conforme al Profesor Malekafis, un régimen era fascista si:
- estaba dirigido por un hombre presentado por el régimen como superhumano.
Evidencia: el régimen dictatorial español presentaba a Franco como
“Caudillo por la Gracia de Dios”. Yo no soy creyente, pero entiendo que
es difícil alcanzar un nivel superior para un ser humano que el ser
nombrado a dedo por Dios, dotándolo de características superhumanas. El
hecho de que Franco fuera, en realidad, un personaje de gran
mediocridad es irrelevante. El régimen lo presentó como superhumano;
- este caudillo
superhumano utilizó a un partido, creado antes del régimen, que le
ayudó a tomar el poder y establecer su liderazgo en los distintos
aparatos del Estado. Evidencia: dicho partido se llamó la Falange,
partido creado e inspirado por el Partido Fascista Italiano, tal como
reconoció su propio fundador, José Antonio Primo de Rivera;
- este
partido tiene que tener una ideología nacionalista extrema, con deseos
imperialistas, con un canto a la fuerza militar y a la fuerza y
masculinidad en general. Evidencia: esta fue la ideología que transmitía el régimen a través del partido;
- tiene
que tener pleno control de todas las instituciones mediáticas
creadoras de opinión con fines propagandísticos, desde la radio, la
prensa, las escuelas, las universidades. Evidencia: el dictador
nombraba a dedo a todos los directores de todos los canales
radiofónicos o de televisión, diarios y cualquier institución
transmisora de información y persuasión;
- este
control tiene que tener como objetivo el de transmitir la ideología
del régimen con el fin de crear una nueva mentalidad y un nuevo tipo de
sociedad. Evidencia: esa ideología era un nacionalismo españolista
extremo y un catolicismo profundamente reaccionario. Tanto el
nacionalismo como el catolicismo son ideologías totalizantes que
invaden todas las esferas del ser humano, desde la lengua hasta el
sexo. En realidad, es difícil encontrar una ideología menos totalizante
que el nacionalcatolicismo, que fue la ideología propia e
impuesta por el régimen en todos sus medios de información. Desde la
lengua que la población debía hablar hasta como realizar el sexo (dos
esferas de máxima intimidad) estaban normatizados en aquel régimen, con
sanciones (torturas, cárcel, asesinato y/o exilio) en caso de no
cumplimiento;
- el régimen debe intentar romper con un orden anterior para crear uno nuevo.
Evidencia: el régimen dictatorial intentó no solo romper sino eliminar
cualquier institución republicana, a la cual consideró como
anti-española. Su objetivo era crear una sociedad opuesta a la sociedad
democrática, laica y republicana, a la que intentó erradicar;
- el régimen debe presentarse como creador de una sociedad nueva. Evidencia: el objetivo
explícito de aquel régimen fue alcanzar este objetivo de desarrollar
una sociedad nueva, opuesta a la anterior republicana, con un
imperialismo extremo, regida por una cultura religiosa liderada por la
jerarquía católica profundamente reaccionaria, subordinando todas las
instituciones económicas, sociales y políticas a este objetivo;
- el régimen debe basarse en tener una alianza con grupos de poder económico y otros, subordinados al estado, que sirvan al poder totalizante.
Evidencia: en España, todos los poderes y grupos fácticos, desde la
Iglesia y el ejército hasta las grandes empresas y bancos y los grandes
terratenientes, apoyaron al régimen, beneficiándose enormemente por
ello;
- el régimen debe ser racista. Evidencia:
el régimen dictatorial español justificó la conquista de América
Latina y el imperio que se estableció en una supuesta superioridad de
la raza española. De ahí que el Día Nacional (día que celebraba el
imperio) se conocía como el día de la raza;
- el régimen debe negar que el mundo empresarial y el mundo del trabajo tengan intereses contrapuestos. Evidencia: el régimen dictatorial negó la existencia de la lucha de clases, de donde deriva el establecimiento de los sindicatos verticales, en los que se incluía al empresariado y a los trabajadores;
- el régimen debe ser profundamente anticomunista. Evidencia: el régimen se caracterizaba por su anticomunismo.
Argumentos en contra de la definición de aquel régimen como fascista: sí que lo fue pero solo al principio
Presentados con la evidencia de que el régimen dictatorial reunía estas
once características, han aparecido toda una serie de contraargumentos
(a los que contesto en el libro citado anteriormente) entre los cuales
el que se repite más frecuentemente es que, aun admitiendo que el
régimen pudo reunir estas características al principio, dejó de tenerlas
pronto. La Falange, por ejemplo, excepto en la primera etapa de gran
represión, fue perdiendo poder, cambiando la naturaleza del estado,
dominado en su última etapa por los tecnócratas del Opus Dei. Este
argumento ignora varios hechos. Uno, la complicidad del Opus Dei con la
Falange y su reproducción del nacionalcatolicismo. Es más, la simbología
fascista y su parafernalia continuaron hasta el último día de la
dictadura. En la entrada de cada pueblo de España aparecía el símbolo
fascista, junto con el nombre del pueblo. Y ello hasta 1978. También
hasta esta fecha se requería juramento de lealtad al Movimiento Nacional
(que tenía desde el uniforme hasta el saludo, el fascista) a todos los
funcionarios públicos. Y así una larga lista de hechos.
El hecho
de que en las últimas etapas la nomenclatura que controlaba el estado
no fuera o no creyera en el fascismo es irrelevante. Tampoco la
nomenclatura que controlaba el aparato burocrático en la URSS creía en
el comunismo y en cambio se le llamó hasta el último día régimen comunista.
En ambos casos, la nomenclatura eran personalidades que no se adherían a
ninguna ideología, defendiendo solo y exclusivamente sus intereses
personales (desde el Rey hasta Suárez, jefe del Movimiento Nacional).
Pero ello no previene que se debiera definir a aquel Estado como
fascista, pues todos sus símbolos así lo fueron.
Otro argumento
que se ha utilizado en contra de definir aquel régimen como un régimen
fascista fue la existencia de otros grupos y fuerzas políticas que
competían con la Falange en su influencia sobre el Estado. En realidad,
varios autores han considerado la Falange como un partido con escasa
influencia. La evidencia muestra, sin embargo, lo contrario. La
ideología dominante de aquel régimen reunía cada una de las once
características definidas en este artículo. En cuanto a la pequeñez de
la Falange, ignora que un partido o fuerza política puede ser de escaso
tamaño y en cambio, su ideología, puede ser la hegemónica en el país.
Los partidos liberales hoy en Europa son minoritarios y, en cambio, el
neoliberalismo es hegemónico en Europa.
Por qué se quiere negar el carácter totalizante de aquel régimen
Una última observación. El lenguaje no es inocente. La narrativa
oficial es siempre la que es promovida por la estructura del poder de un
país, y lo mismo ocurre en España. Negar el carácter totalizante del
régimen dictatorial, su nacionalcatolicismo, el ingrediente central del
fascismo español, tiene una función política de enorme importancia, como
podemos ver hoy. Las contrarreformas que está llevando el gobierno del
Partido Popular y la ideología que lo sustenta tienen sus raíces
históricas en el fascismo español. La obvia falta de cultura democrática
del PP, su intento de recuperar un nacionalismo extremo, su negación de
la plurinacionalidad de España, su represión de la clase trabajadora
con pérdida de derechos laborales, sociales y políticos, su estrecho
ligamen con los grupos fácticos y poderes económicos, sus
contrarreformas educativas para generar “élites superiores” que
gobiernen el país, su profundo nacionalcatolicismo, son todo ello
reliquias del fascismo que caracterizó aquel Estado. No estoy,
naturalmente, indicando que el PP o su cultura sean fascistas, pero sí
que estoy subrayando que partes de esta cultura son heredadas del
régimen fascista. Y soy consciente de que cuando lo defino como fascismo
en lugar de franquismo, se generará una respuesta de hostilidad, no
solo por parte de las fuerzas conservadoras españolas sino también
incluso por parte de algunas izquierdas que ven el término fascismo como
“excesivamente fuerte”. Y ahí está el problema. Viendo a aquel Estado
como meramente autoritario no se dan cuenta de la continuidad de la
ideología que todavía hoy rige el establishment conservador con la
existente en aquel régimen dictatorial que científicamente puede
demostrarse que fue de una ideología totalizante fascista.