viernes, 28 de febrero de 2014

Ucrania como ejemplo

Los estados son hijos de su compleja historia. Superposiciones de pueblos, resultado de desplazamientos por conquistas, migraciones más o menos forzadas. Casi siempre, más que menos, incluso en las "voluntarias" migraciones de motivación económica.

Sobre estos mosaicos se han constituido las fronteras, los estados, que en rarísima ocasión corresponden al deseo del conjunto de las poblaciones afectadas. Aunque al final, por fuerza, se construye la nación, y con suerte para el poder que la somete la convierte en una patria. Aunque eso se haga sobre la opresión nacional de otros, y sólo triunfa plenamente cuando los esclavos han aprendido la lengua, la religión, las costumbres, de sus amos. Y han olvidado su propia historia.

Pero así no se construye una sociedad democrática.

Por eso, la sucesión de patrias enfrentadas siempre es y será conflictiva. Y la memoria de un pasado glorioso, a menudo mítico, alimenta nacionalismos. Muy fácilmente, excluyentes y opresores. Tanto como los precedentes.

Los juegos geoplíticos, geoestratégicos y los enfrentamientos sociales se entremezclan con las diferencias y los odios, a menudo nutridos desde fuera, entre grupos religiosos o étnicos, y son aprovechados en el Gran Juego de las potencias para crear nuevas divisiones que satisfacen los apetitos de poder de insaciables oligarquías. Pero las luchas también se apoyan en el deseo de emancipación de pueblos y clases sociales oprimidos.

Esto hace muy conflictivo tomar partido de modo simplista si no se conocen bien los antecedentes, las sociedades en conflicto y en definitiva la historia. Sobre todo la historia social.

Preocupado por el tema, he publicado recientemente en este blog varias entradas, aquí, aquí y aquí. Y todavía, cuando colgué algunos comentarios sobre totalidades concretas, pensaba en esas totalidades que son grupos étnicos, religiosos, nacionales y sociales, confusa y caóticamente entrelazados. Y mi intención era contribuir a motivar el conocimiento, lo mas completo y científico posible, como guía inseparable de tomas de posición justas para actuar.

Este gran juego estratégico crea y destruye continuamente pueblos, los fusiona o los divide, al toque de los intereses imperiales. En nuestro tiempo hemos visto como se dividían Alemania, Palestina, Corea, Vietnam. Y más adelante el imperialismo destrozaba sucesivamente Yugoslavia, Irak, Afganistán, Libia. Intentaba secesiones, con más o menos éxito, en el Congo, Angola, Yemen, Bolivia,  Sudán... Aprovechando enfrentamientos reales, alimentándolos o directamente creándolos. Lo importante es matar al potencial enemigo en la cuna, antes de que crezca. En Venezuela no es un problema nacional, pero el enfrentamiento civil alimentado desde el exterior pretende la misma disyuntiva: sometimiento o destrucción.

Las bases para ello están claras, cuando como siempre ocurre, subyacen diferencias y enfrentamientos, y los estados pueden crearse (si se piensa que estarán sometidos) o destruirse (más vale enemigo muerto que vivo).

Por eso defiendo la idea de estados multinacionales, con naciones que no necesariamente sean estados, con libertades y derechos para sus culturas, en igualdad de condiciones, y sobre todo procurando que las diferencias entre esos grupos nacionales o religiosos no se transformen en diferencias de clase. Los derechos humanos son individuales, pero los individuos no son mónadas aisladas, y por eso tales derechos incluyen derechos de los grupos, siempre que no suplanten los de las personas. 

Este mapa de Irak nos enseña la dificultad de establecer una democracia en este país en que se han fomentado los odios étnico-religiosos para convertirlo en un estado fallido.





De más reciente acualidad, pero con las mismas consecuencias y la misma  manipulación por parte de quien tiene capacidad para hacerlo, es el caso de Ucrania. 

Obsérvese la dificultad, en medio de tensiones de raíz económica, de falsas esperanzas puestas en su relación con Rusia o con la Unión Europea, enfrentamientos históricos larvados, que se remontan a la guerra, y lo demuestran las añoranzas fascistas, hábilmente fomentadas.




El mapa muestra lo fácil que es dividir el país, o someter una parte a otra, con la nula calidad democrática o simplemente humana del resultado. Poblaciones tan mezcladas propician, si se las trata con siniestra habilidad, limpiezas étnicas o sometimiento de minorías, en cuyo caso las mayorías tampoco pueden disfrutar de verdaderos derechos y libertades.

Los nacionalismos de esta España, si no se alcanza una solución federal, pueden conducirnos a estas situaciones. Podemos estar abocados a estos problemas en cuanto nos apartemos del camino correcto que nos marcan los poderes que nos dominan. No olvidemos que desde hace muchas décadas somos un estado intervenido, pese a todas las protestas de soberanía.

Paul Craig Roberts es un economista norteamericano, autor, columnista, antiguo adjunto al Secretario del Tesoro, conocedor por lo tanto de los secretos del Imperio americano, nada sospechoso de veleidades izquierdistas. Es autor, entre otros, del libro The Failure of Laissez Faire Capitalism.

En este artículo nos deja entrever lo que se está jugando en Ucrania, en medio de esta guerra fría prolongada más allá de la victoria, al parecer definitiva, del capitalismo:


La locura de la intromisión imperial


En 2004 Hungría se unió a la UE, esperando calles de oro. En su lugar, cuatro años después en 2008 Hungría se endeudó con el FMI. El rock en vídeo del grupo húngaro Mouksa Underground resume el resultado en Hungría actual de haber caído en manos de la UE y del FMI.

La canción trata de los resultados decepcionantes de caer en manos de la UE y del FMI, y en Hungría los resultados no son ciertamente alentadores. El título es “Desilusión con el cambio de sistema”. El texto es el siguiente:

Desde hace unos veinte años
Hemos estado esperando la buena vida,
Para el ciudadano común.
En lugar de riqueza tenemos pobreza,
Explotación ilimitada.
Esto es el gran cambio de sistema,
Esto es lo que esperabais.
No hay vivienda. No hay alimento. No hay trabajo.
Pero eso es lo que nos habían prometido que no pasaría.
Los de arriba
Nos devoran,
Los pobres sufren todos los días.
Esto es el gran cambio de sistema,
Esto es lo que esperabais.

(Repetir)

¿Cuándo habrá un cambio verdadero?
¿Cuándo habrá un mundo digno de vivir?
Habrá la solución decisiva
Cuando este sistema económico sea abandonado para siempre.
Esto es el gran cambio de sistema,
Esto es lo que esperabais.

(Repetir) 

No hay ninguna solución que no sea revolución

Si tal vez los estudiantes de Kiev hubieran escuchado al grupo de rock húngaro en lugar de a las ONG de Washington, comprenderían lo que significa ser saqueado por Occidente, y Ucrania no estaría en el caos y orientada hacia la destrucción. 

Como la secretaria de Estado adjunta Victoria Nuland dejó en claro en su discurso de diciembre pasado y en la grabación filtrada de su conversación con el embajador de EE.UU. en Kiev, EE.UU. gastó 5.000 millones de dólares del contribuyente preparando un golpe en Ucrania que derribó al gobierno democrático elegido.

El que se trató de un golpe es subrayado también por las obvias mentiras públicas que Obama ha expresado sobre la situación, culpando, por supuesto, al gobierno derrocado, y por la tergiversación de los eventos en Ucrania por los medios prostituidos de la prensa de EE.UU. y Europa. El único motivo para distorsionar los eventos es apoyar el golpe y encubrir la mano de Washington.

No cabe ninguna duda de que el golpe es una acción estratégica de Washington para debilitar a Rusia. Washington trató de capturar Ucrania en 2004 con la “Revolución Naranja” que financió, pero fracasó. Ucrania formó parte de Rusia durante 200 años antes de recibir la independencia en los años noventa. Las provincias orientales y meridionales de Ucrania son áreas rusas que fueron agregadas a Ucrania en los años cincuenta por la dirigencia soviética a fin de diluir la influencia de los elementos nazis en Ucrania occidental que habían combatido por Adolf Hitler contra la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial.

La pérdida de Ucrania a manos de la UE y la OTAN significaría la pérdida de la base naval rusa en el Mar Negro y la pérdida de muchas industrias militares. Si Rusia aceptara una derrota estratégica semejante, significaría que Rusia se habría sometido a la hegemonía de Washington.

Sea cual sea el camino que emprenda el gobierno ruso, la población rusa de Ucrania oriental y meridional no aceptará la opresión por ultranacionalistas y neonazis ucranianos.

La hostilidad que ya se ha mostrado hacia la población rusa puede ser vista en la destrucción por ucranianos del monumento a las tropas rusas que expulsaron las divisiones de Hitler de Ucrania en la Segunda Guerra Mundial y la destrucción del monumento al general ruso Kutuzov, cuyas tácticas destruyeron el Gran Ejército de Napoleón y llevaron a la caída de Napoleón.

La cuestión del momento es si Washington cometió un error de cálculo y perdió el control del golpe a manos de los elementos neonazis que parecen haber arrebatado el control a los moderados en Kiev pagados por Washington, o si los neoconservadores en Washington habían estado trabajando con los neonazis durante años. Max Blumenthal dice esto último.

Los moderados ciertamente han perdido el control. No pueden proteger monumentos públicos, y se ven obligados a adelantarse a los neonazis legislando el programa neonazi. El parlamento ucraniano cautivo ha introducido medidas para prohibir todo uso oficial del lenguaje ruso. Esto, por supuesto, es inaceptable en las provincias rusas.

Como señalé en un artículo anterior, el propio parlamento ucraniano es responsable por la destrucción de la democracia en Ucrania. Sus acciones inconstitucionales y antidemocráticas han allanado el camino para los neonazis que ahora tienen el precedente de tratar a los moderados de la misma manera cómo los moderados trataron al gobierno elegido y ocultar su ilegalidad con acusaciones de crímenes y mandatos de arresto. Actualmente el ilegalmente depuesto presidente Yanukovych está en fuga. ¿Estará mañana en fuga el actual presidente, Oleksander Turchinov, puesto en su cargo por los moderados, no por el pueblo? Si una elección democrática no aseguró la legitimidad del presidente Yanukovych, ¿cómo asegurará la legitimidad de Turchinov un retazo de parlamento?

Qué puede responder Turchinov si los neonazis le plantean la pregunta de Lenin a Kerensky: “¿Quién te eligió?”

Si Washington ha perdido el control del golpe y es incapaz de restaurar el control a los moderados que ha alineado con la UE y la OTAN, una guerra parecería inevitable. No cabe duda que las provincias rusas buscarían y obtendrían la protección de Rusia. No se sabe si Rusia iría más lejos y derrocaría a los neonazis en Ucrania occidental. Si Washington, que parece haber posicionado fuerzas militares en la región, suministraría la fuerza militar a los moderados para derrotar a los neonazis también está por ver, así como la reacción de Rusia.

En un artículo anterior describí la situación como “Sonámbulos de Nuevo”, una analogía con cómo los errores de cálculo resultaron en la Primera Guerra Mundial.

Todo el mundo debería estar alarmado ante la imprudente e irresponsable intromisión de Washington en Ucrania. Al crear una amenaza estratégica directa para Rusia, el demente hegémono en Washington ha urdido un enfrentamiento de Grandes Potencias y creado el riesgo de destrucción del mundo. 
 

Reformar el capitalismo o luchar por el socialismo

¿Será mucho pedir?


Se propone aquí un decálogo para toda la Izquierda Europea. Si no se llega a un programa común, y se reúne la fuerza necesaria para imponerlo, toda la Unión Europea se derrumbará como un castillo de naipes, país tras país, y los trabajadores que aún no han sufrido en demasía la crisis tampoco tendrán luego defensa.

Alberto Arregui, Laura Ruiz, Javier Jimeno, Carlos Sánchez Mato y Jordi Escuer, miembros de Izquierda Unida, presentan esta propuesta programática, publicada en Rebelión. Es importante, es vital, que la izquierda europea, como conjunto, presente ese frente común de luchas. Lo contrario es una subasta a la baja del precio del trabajador en el mercado de esclavos. ¿Exagero? Al tiempo me remito. Pero el tiempo es irreversible y tener razón en tiempo pasado maldita la gracia que tiene.

Las situaciones de los trabajadores son diversas, y por desgracia también sus posturas ideológicas, después del pacto social que la socialdemocracia (y no sólo ella), establecieron en aquellos años más o menos dorados, que no de oro.

Por eso una parte de la izquierda europea aún tiene su sentido común inmerso en el capitalismo. La tentación, una vez destruida por décadas de clases medias acomodadas la idea de una clase obrera con un interés común, es de reformarlo. Pero el capitalismo sólo hace concesiones cuando no puede evitarlas, y siempre en épocas de crecimiento. Y ese tiempo tan feliz no volverá...

La propuesta de estos compañeros es factible. No es más que un programa de mínimos.

Si los trabajadores de los países centrales se dejan arrastrar al reformismo, buscando su salvación a costa de los periféricos, sólo propician que el capital sin fronteras los desplace de sus posiciones relativamente privilegiadas. Al tiempo.

Aunque no lo sepan, estarán minando su propio futuro.

El dilema de la izquierda europea
Reformar el capitalismo o luchar por el socialismo
(...) 

Europa es un paraíso para la explotación de los trabajadores por las multinacionales. No solo de los trabajadores directos, sino de los millones de trabajadores de la industria auxiliar que trabaja para éstas. Dado el amplísimo abanico de costes salariales, y la variedad de legislaciones laborales existentes, las multinacionales pueden diversificar sus producciones por países estableciendo un competencia a la baja en las condiciones laborales.

En el lenguaje de los directivos de estas multinacionales es común hablar de países de alto o bajo coste, y determinar las inversiones en función de ello. Por ejemplo, los aspectos más relacionados con la investigación y desarrollo se mantienen en los países más industrializados, mientras que la producciones más intensivas en mano de obra se trasladan a países con salarios bajos.

Frente a esta realidad, el internacionalismo es más importante que nunca, empezando por la unidad en la lucha de los trabajadores europeos. Si los trabajadores alemanes permiten la explotación de los trabajadores españoles, están tirando piedras sobre su propio tejado y viceversa. Las multinacionales chantajean a los empleados de sus propias factorías en diferentes países, enfrentándolos unos a otros. Ford cierra una factoría en Bélgica con 4.300 trabajadores y traslada la producción a la de Almussafes, en Valencia, después de imponer unas condiciones de explotación más intensas a su plantilla, con una reducción de los “costes salariales” gracias a medidas como que los nuevos contratados ganen un 25% menos que el resto de la plantilla. El director de Fabricación de Ford España, Antonio Adés, había declarado en marzo del año 2012 que habría que reducir las vacaciones de los trabajadores ya que, en su opinión, "son excesivas" y añadió: "Habrá que trabajar más por menos".

No debemos aceptar el “sálvese quien pueda” y por eso la lucha, para ser efectiva, también tiene que coordinarse a escala internacional. Si no, los trabajadores acaban enfrentados entre ellos por las migajas, a ver quién acepta más sacrificios, en un circulo vicioso.

Al fin y al cabo, los trabajadores de todas las naciones de la Unión tenemos mucho más en común entre nosotros que con nuestras respectivas clases dominantes. En todos los países crecen las luchas y movilizaciones contra las políticas de ajuste. Es imprescindible plantearse la movilización a escala europea, incluida la convocatoria de huelgas generales continentales. Pero para que exista una unidad sindical y política en la lucha es imprescindible un programa común, cuyas líneas generales serían:
1) Una jornada laboral máxima europea de 35 horas semanales, como primer paso para una política de reducción general de la jornada laboral, sin reducción salarial.
2) Un salario mínimo europeo equivalente al 60% del Salario medio de cada Estado, como establece la Carta Social Europea.
3) La jubilación a los 60 años, como máximo en todos los Estados europeos, con pensiones como mínimo equivalentes al SMI que reclamamos.
4) Una Renta Básica Europea para todos aquellos trabajadores que carezcan de empleo y hayan agotado sus prestaciones por desempleo.
5) La Sanidad, la Educación y la Dependencia, deben ser públicas, gratuitas y universales en toda Europa.
6) Hay que luchar por que los representantes de los trabajadores en las multinacionales puedan participar en los procesos de reconversión industrial y deslocalización, con un poder efectivo de negociación. Actualmente la legislación europea reconoce formalmente la existencia de Comités Europeos pero estos sólo pueden recibir la información sobre las decisiones consumadas de las multinacionales.
7) Libre acceso y medios para visitar todos los centros de trabajo por parte de los miembros de los comités europeos. Posibilidad de reuniones entre los representantes de los trabajadores en las empresas afectadas por reconversiones.
8) Capacidad de bloquear deslocalizaciones en multinacionales con beneficios.
9) Un accidente laboral o enfermedad profesional es igual se sea español, alemán, rumano o polaco. Una única legislación sobre salud laboral y prevención de riesgo para todos los países europeos
10) Reconocimiento pleno del derecho a huelga, incluidas las de carácter político y de solidaridad en todos los países de Europa, y también el derecho a convocar huelgas de carácter europeo.
(...)

Ni los recursos productivos ni las personas son capital, éste es una relación social determinada que se caracteriza porque dichos medios son propiedad de una minoría, lo que le permite explotar a la mayoría, la cual no tiene otra opción que vender su fuerza de trabajo, física e intelectual, para poder vivir. Por tanto, la economía puede funcionar de forma muy distinta si cambiamos esas relaciones de propiedad y el correspondiente modo de producción que dominan nuestra sociedad. La experiencia ha demostrado que suministrar agua o atender la salud se hace desde el sector público mejor que desde el privado. Pero eso es extensible a todos los grandes sectores económicos. Hay recursos más que suficientes para que todas las personas tengan derecho a una existencia digna, el único obstáculo que lo impide se llama capitalismo.

Es imposible lograr una cooperación en beneficio mutuo entre los Estados en una Europa capitalista, que necesariamente conlleva el crecimiento de las desigualdades entre las clases y la competencia entre países, con el consiguiente aumento de los desequilibrios. Sólo en un sistema basado en la propiedad pública de los grandes medios de producción y en una planificación democrática de la economía, es posible hacer realidad esa cooperación entre los pueblos de Europa. En otras palabras, debemos defender una Europa socialista y democrática si queremos resolver los problemas que se plantea nuestra sociedad.

No estamos ante una lucha por “reequilibrar la renta”, se trata de ellos o de nosotros. Incluso la supervivencia de la Tierra como planeta habitable es incompatible con el capitalismo. La Historia brinda oportunidades excepcionales, pues sólo una situación que permite el cambio en la conciencia de millones de seres humanos, tal como se está produciendo ante nuestros ojos, permite la oportunidad de cambiar su rumbo. Esa es nuestra lucha, para esa gigantesca tarea socialista hemos construido Izquierda Unida.

jueves, 27 de febrero de 2014

Totalidades concretas (III)




Quedábame yo cavilando, algo intranquilo, después de las dos anteriores entregas de esta serie, porque me asaltaban dudas sobre la eficacia de este método dialéctico allí comentado.

En primer lugar, este proceso de ida y vuelta, estos dos modos de trabajo, el de investigación y el de verificación, seguidos de la aplicación a los casos particulares, no son ni más ni menos que el procedimiento general de la ciencia, con sus fases analítica, sintética y de prueba, detección de errores y vuelta a empezar. Sin embargo, lo que en las ciencias exactas culmina en la demostración y en las experimentales en la verificación o falsación de una teoría, tropieza en las ciencias sociales con dos dificultades formidables.

Por una parte, nunca podremos disponer de toda la información sobre las demasiadas variables que influyen en los hechos, sino solamente sobre una selección de ellas, que a su vez estará influenciada por la ideología del seleccionador y sujeta a errores evaluativos sobre su importancia.

Además, sólo dispondremos de información relacional. Nada sobre lo que acontece en el interior de los individuos, si no es a través de lo que manifiestan y de cómo actúan entre sí. Es de gran ayuda el aserto "por sus obras los conoceréis".

En segundo lugar, nos está vedada la replicación, propia de las ciencias experimentales en condiciones de laboratorio, que reproduce el proceso para comprobar la exactitud de las leyes en cuestión.

Porque aunque se haya dicho que los hechos históricos aparecen dos veces, no hay que olvidar que si la primera vez aparecen como tragedia la segunda constituyen una farsa. Jamás podemos tomar lo acontecido anteriormente como algo aplicable sin más a nuevas situaciones. Y aunque las sociedades y los individuos sean manipulables, al aprendiz de brujo, como en el cuento, el asunto se le irá de las manos.

Pero sí es cierto que pueden establecerse con más o menos certidumbre algunas leyes generales, sin las cuales ni siquiera podríamos hablar de ciencias sociales. El conocimiento de lo acaecido en otras ocasiones es sumamente útil para evitar errores de bulto: no deja de ser cierto que "los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla". Dicho de otro modo: si la memoria histórica no garantiza el éxito, su ignorancia conduce indefectiblemete al fracaso.

Uno de los puntos de mayor interés del pensamiento marxista (y no sólo marxista) es esa definición de lo abstracto como desligado de relaciones, aislado como objeto de estudio; que se concretará únicamente cuando, restablecidos en cada caso los vínculos, la realidad conocida se incorpora a lo real concreto existente e inevitablemente ese saber contribuirá a sostenerlo o a transformarlo.

El conocimiento inmerso en lo real. No hay duda de su potencia. La sinergia de su reproducción en las multitudes produce totalidades que son mucho más que la suma de sus partes.

Los seres humanos son capaces de compartir tanto razones como emociones. Las razones son inseparables de las emociones. Se condicionan mutuamente. La inteligencia es básicamente emocional, porque sin pulsiones y apetitos no hay acciones. Este hecho, en sí mismo ni bueno ni malo, agrupa a colectivos de lo más variado, alrededor de ideas y relaciones comunes.

Grupos lingüísticos, nacionales, religiosos, ideológicos, culturales, con diferentes pesos y variadas implicaciones en las conductas. Modos de agruparse que pueden obedecer a intereses reales, pero también a puros sentimientos. Y se producen interferencias entre unos y otros, tanto en el sentido de reforzarse mutuamente como en el de contrarrestarse. Por eso precisamente hay sentimientos nacionales "progresistas" y "reaccionarios".

Pero el sentimiento más acorde con el conocimiento de la realidad es el que lleva a agruparse en torno a los intereses "de clase". Aunque inmerso en la maraña de relaciones de todo tipo, de comunicaciones fáciles o difíciles, incluso de costumbres que incitan a la repulsión mutua entre grupos, el conocimiento científico de la realidad debería llevarnos a algunas ideas básicas:

Por una parte, la unidad fundamental del género humano.

Por otra, la necesidad de mantener un metabolismo correcto con la naturaleza (el término de moda es "sostenible": de moda pero pero muy certero).

Aún más, que la distinción básica es la que separa a los explotados y los explotadores. Aunque los segundos lo son de los primeros, y además de la naturaleza en su conjunto, hasta extremos auténticamente suicidas, los explotados por otros pueden ser también depredadores del planeta, y lo son forzosamente, como el viajero de un autobús que atropella a alguien también contribuye a aplastarlo con su peso.

miércoles, 26 de febrero de 2014

Totalidades concretas (II)

En la primera parte de esta publicación reproduje un esquema tomado de Néstor Kohan en el que se representaba el ciclo que conduce de lo real concreto existente a lo real conocido. Lo reproduzco aquí, modificándolo para hacer notar la separación entre el mundo de la realidad "material" y el (¿fabuloso?) "mundo de las ideas":




Llama la atención la inclusión de la "realidad conocida" en el "mundo real": ¿Por qué se la ha sacado del "mundo conceptual"? ¿Con qué derecho?

La explicación la da el mismo texto: En la perspectiva de Marx, la finalidad de ese conocimiento es política, apunta a la praxis, que está presente al comienzo y al final del proceso. El mundo teórico del conocimiento que el científico va construyendo con el objetivo de conocer la realidad social, forma ya parte de la misma, puesto que contribuye a un accionar encaminado, bien a conservar la realidad, bien a transformanrla.

¿Forma parte de la realidad el conocimiento que permite volar a objetos más pesados que el aire, el que posibilita la salida al espacio exterior, el que ha construido las centrales nucleares? Y en otro orden de cosas, el Corán o el Manifiesto Comunista ¿no salieron del mundo conceptual para condicionar todo lo que modificó desde su origen lo real concreto existente?

Se podrá objetar que cualquier contenido del mundo conceptual puede tener el mismo efecto sobre lo real concreto. Cierto: el disparo de un demente puede cambiar el curso de la historia. Las religiones también han cambiado el curso de la historia, y en ese sentido también descienden del mundo conceptual al real. De hecho, cualquier consecuencia de actos derivados del pensamiento puede hacerlo.

Pero no hablamos de hechos más o menos fortuitos, de comportamientos erráticos o basados en ocurrencias, sino de un proceso iterativo, el que siguen la ciencias, incluso las ciencias exactas, y desde luego las experimentales y sociales. Subidas al mundo de los conceptos, establecimiento de juicios demostrativos y racionalmente ordenados, y descensos a la realidad, para comprobar la corrección de lo construido. El nuevo ascenso a la construcción ideal reinicia el ciclo, y así nuestro conocimiento de las totalidades concretas, realmente existentes, contribuirá a consolidarlas o cambiarlas, mediante la praxis inseparable, que se da siempre (otra cosa es que sea siempre correcta), del que se haya aproximado a su comprensión.

Hay dos momentos importantes en el proceder científico, que separan el proceso de descubrimiento (modo de investigación) del de justificación (método de la exposición). A ello debe seguir la puesta en práctica, como dice Marx en la XI tesis sobre Feuerbach. Los científicos experimentales lo hacen continuamente ¿por qué no han de hacerlo las ciencias sociales?

Por acción o por omisión, lo hacemos todos. Pero, sin conocimiento auténtico de la realidad, pasa lo que pasa.

Trabajo para nuestros esclavos

René Goscinny fue el autor del guion del cómic "Obelix y Compañía", verdadero bisturí que despieza, a través de una divertida historieta, el capitalismo y sus mecanismos especulativos, el colonialismo, el proteccionismo, la libre competencia y demás estragos, sin olvidar el papel de la publicidad o el cáncer de la corrupción. Y muy principalmente la gestación y desenlace de las crisis.

Es un riguroso análisis del sistema, y en estos Apuntes de Economía de Raúl Expósito se desmenuzan muchos aspectos de los que no me ocuparé. Delego mi posible análisis en el suyo.

Sí que voy a centrarme en un aspecto subyacente en la historia, pero menos directamente tratado, y es el papel de los trabajadores, sostenedores involuntarios de todo el tinglado. Y muchas veces no tan involuntarios, cuando llega a ser una suerte poder ser explotado.



En esta viñeta, el agudo dibujante Albert Uderzo, además de reflejar los caracteres, ora estólidos, ora acomodaticios, de los distintos personajes, muestra detalles muy interesantes a traves de la caricatura de una situación que parece de ahora mismo.

Es un corte de carretera, en defensa de un sector industrial en peligro. En esta ocasión podemos estar seguros de que no lo organizan los propios trabajadores, aunque se los presenta como beneficiarios de la lucha. Como ahora mismo, se hace "en defensa de los puestos de trabajo", según reza una pancarta.

En la otra pancarta aparece más claro el motivo real de la acción: los fabricantes romanos quieren impedir la importación de productos foráneos. Si no lo consiguen, tal vez logren gravarlos con un arancel que los encarezca lo suficiente.

Lindas azafatas reparten tablillas-panfleto explicativas. La iniciativa tan bien orquestada, con cuidadosa colocación de artísticos menhires de orden toscano impidiendo el tráfico, muestra lo falso de la supuesta reinvindicación de los esclavos. Nada que ver con una barrera de neumáticos ardiendo...

Los modernos trabajadores libres que cortan autopistas no están obligados por unos propietarios de los que parte toda la iniciativa. Realmente defienden sus "puestos de trabajo", muchas veces contra las maniobras del capitalista. Pero el hecho es que, como los esclavos romanos de la historieta, están inevitablemente defendiendo el derecho a ser explotados.

Ni el nivel de conciencia ni la real correlación de fuerzas permiten otra cosa. Imposible por ahora cuestionar seriamente la propiedad de los medios de producción, y tampoco si el producto que se fabrica es un bien necesario, un cachivache inútil o algo nocivo e incluso letal. El sistema no está en cuestión, ni en cuanto a la superación del beneficio como motor de la producción, ni, en otro terreno, en cuanto a la cualidad del producto.

Por eso la lucha se dirige exclusivamente al mantenimiento del derecho a ser explotados, porque la venta de la fuerza de trabajo es el único modo de sobrevivir de quienes carecen de medios de producción. Y cuánto mayor es la lucha entre desocupados por el puesto de trabajo, más fácil es la explotación, y más se parece la situación del trabajador libre a la del esclavo.

Claro que el trabajador libre puede despedirse, en un gesto a veces suicida. Pero a menudo un contrato obliga. Un señor feudal podía pactar la servidumbre con gentes que se imponían de por vida, ellos y sus hijos, la obligación de trabajar para él. La servidumbre se parecía mucho a la esclavitud. El siervo de la gleba no podía abandonar una tierra sin el permiso de su señor, con lo cual se encontraba en una situación intermedia entre la condición de esclavo y la de hombre libre.

El esclavo moderno de una hipoteca también se ve obligado a aceptar cualquier trabajo si no quiere ser despojado de un techo.

Muchos trabajadores laboran en auténtico régimen de esclavitud. Los inmigrantes que no pagan las deudas que contraen con quien los introduce en el país de destino arriesgan su vida y la de los suyos. Si la deuda es impagable, serán esclavos de por vida. La prostitución forzada es un caso claro, pero no es el único.

Mientras la urgencia de la obtención y la conservación del puesto de trabajo se imponga, en lugar de derechos sociales seguiremos exigiendo en primer lugar:

¡Trabajo para nuestros esclavos!



martes, 25 de febrero de 2014

Totalidades concretas (I)



Los conflictos, y las luchas que desencadenan, se dan en circunstancias concretas, nunca exactamente repetibles, en el seno de sociedades complicadas. La real complejidad de cualquier sociedad humana, de la familia a la tribu y de la nación al estado, se refleja en el modo de percibirla que tiene cada individuo, a partir de la enorme multiplicidad de experiencias acumuladas en su mente: unas, compartidas, otras particularísimas.

Se tiene entonces la tentación de tirar la toalla y renunciar a cualquier análisis sociológico. Algunos por pereza intelectual, otros con una amarga sensación de impotencia, llegan a creer imposible  el conocimiento de las sociedades.

Pueden ocurrir ambas cosas a personas de buena fe, pero cuando alguien como Margaret Thatcher, durante una entrevista concedida en 1987, se preguntaba "¿quién es la sociedad?" y ella misma respondía "no existe tal cosa, tan sólo individuos, hombres y mujeres", no cabe duda de que se trataba de una impostura.

Porque aquella señora estaba dirigiendo una de esas cosas que según ella no existían.

Esta negación del conjunto aceptando la existencia de las partes es similar a un cierto materialismo primitivo, que postulaba la sola existencia de átomos y vacío. Aunque en el fondo, como la tal Margaret, ese sistema tenía (y tiene) gran dificultad para explicar cómo la estructura de los entes complejos crea propiedades emergentes, y entre ellas el fenómeno evolutivo.

¿Por qué es el individuo una realidad, si es un conjunto complejo de partes, y no lo iba a ser una sociedad? Ambos sistemas organizados son algo más que los elementos que los componen.

Así nos topamos con el problema de los universales y de las diversas formas de existencia. El lenguaje, modelo que sustituye los seres por símbolos verbales, nos lleva a pensar que, de igual manera que existe una piedra concreta, también “existe”, como concepto (¿y eso qué “es”?) la idea de piedra. Y de ahí “las piedras”, como conjunto desestructurado.

Trasladar mecánicamente esta multiplicidad amorfa de seres despojados de propiedades a los conjuntos complejos, sobre todo a los funcionales y adaptativos, permite varias cómodas salidas, desde el idealismo en su forma extrema, “a lo Berkeley” (en mi ingenua mocedad, una amiga trataba de demostrarme que yo no existía: solo existían ella… y la farsa; simpático divertimento juvenil), hasta un materialismo vulgar que no concede mucha importancia a lo complejo, limitándose a decir, como la Sra. Thatcher, que sólo hay existencias individuales.

Si la existencia de universales se reduce al mundo de las ideas, ¿no serán también inexistentes, más allá de una forma de pensar y de hablar, las totalidades concretas? ¿Podemos de veras conocer la realidad?

En términos absolutos, la realidad es inefable. Pero, como ocurre con los límites en matemáticas, con valores inalcanzables pero reales, siempre podemos lograr una aproximación suficiente para describirla y manejarla a efectos prácticos. Para conocer esa realidad de la realidad es necesario un método. Y es importante descubrir que se trata de un proceso “de ida y vuelta”, de lo real a las ideas y vuelta a lo real, que hay que actualizar permanentemente con los nuevos datos de que se disponga.

Cuando empecé a estudiar matemáticas, me admiraba ver con qué lógica impecable se demostraban los teoremas. Pronto comprendí que ese proceso demostrativo no era más que un modo de asegurar su categoría de verdad, y que nunca sirve para descubrir un nuevo teorema: porque el método del descubrimiento es otro.

En el libro de Néstor Kohan “Nuestro Marx”, al que ya me referí en otro lugar, dentro del capítulo dedicado al “método dialéctico”, hay una sucinta aproximación a la teoría del conocimiento, entendiendo por tal la base de los fundamentos y métodos del conocimiento científico:




Marx nunca alcanzó a escribir un tratado específico de epistemología que lo fundamentara sistemáticamente, aunque es posible reconstruir su punto de vista al respecto a partir de un conjunto muy variado de materiales: sus numerosas cartas referidas al método; aquella sección titulada “El método” en el capítulo “La metafísica de la economía política” de su polémico libro contra Proudhon, Miseria de la filosofía; la Introducción a los Grundrisse (1857-1858), así como los prefacios y epílogos de El Capital.

En la mencionada Introducción, Marx abordaba sucintamente la cuestión del método científicamente correcto que, en su opinión, deben seguir en su generalidad las ciencias sociales en su conjunto, y más particularmente la economía política.

Marx hace aquí una descripción de los pasos fundamentales que la epistemología debería señalar en los procesos de descubrimiento (llamado por él “modo o método de investigación”) y justificación (que denomina “modo o método de exposición”) de la ciencia social. Si los enumeramos encontraríamos por lo menos siete fases, a saber:
1. Lo real social concreto (existente como aquello real que se quiere explicar y conocer).
2. La representación plena (totalidad caótica y acrítica formada por intuiciones y percepciones).
3. Las determinaciones abstractas (“conceptos” definidos).
4. La primera totalidad conceptual construida (concebida bajo sus aspectos, determinaciones y momentos concretos pero todavía genéricos, y esta misma totalidad conceptual, pero ahora considerada al mismo tiempo como abstracta).
5. Las categorías explicativas.
6. La totalidad concreta histórico-social explicada (en el plano del pensamiento).
7. La realidad social conocida.
[…] lo real social concreto (1), […] constituye el objeto de estudio de las disciplinas sociales, el punto de partida de toda investigación.

En una segunda fase (2), el pensamiento científico (e incluso la conciencia inmediata precientífica) tiene una representación aparentemente plena de la realidad […] pero confusa y caótica, donde los elementos no están articulados ni ordenados […] una totalidad caótica sin orden lógico, donde no se han separado todavía los elementos y aspectos principales y esenciales de los que son meramente secundarios y accidentales. En la vida cotidiana corresponde al momento del sentido común, mediado por la hegemonía cultural de quienes detentan y ejercen el poder (Hegel lo denominó el momento de “certeza sensible”).

Por un proceso de análisis, que consiste en la separación, desagregación y fijación de cada uno de los elementos de la representación intuitiva y confusa de nivel (2), la ciencia llega a determinaciones simples y generales (3), a partir de las cuales definirá sus conceptos o categorías. La selección de esos elementos e hipótesis se hace siempre desde una perspectiva política. No se pueden separar las categorías analíticas de la ideología política ni de los valores que sustenta el investigador.

Para esta línea de pensamiento epistemológico el proceso de validación y justificación lógica de la teoría (llamado por Marx, como ya expusimos, “modo de exposición”) debe comenzar por estas categorías simples y generales. Estas primeras definiciones —que ocuparán el papel de las primeras categorías científicas— tienen aún para Marx el carácter de “abstractas”. El sentido de “abstracto” en Marx es diferente al uso corriente de este término, pues para él —como para Hegel— abstracto significa lo que está desligado de una totalidad o conjunto de relaciones que lo abarcan, lo incluyen y dentro de las cuales adquiere su sentido. Abstracto no es lo que está lejos de lo material físico-químico. Por el contrario, cuanto más cerca estemos de la materia en su sentido inmediato más abstracto será nuestro conocimiento. El empirismo constituye para el marxismo el grado sumo de la abstracción.

Cuando se llega a estas múltiples determinaciones que se articulan en relaciones ordenadas y jerarquizadas lógicamente, lo abstracto se convierte y transforma en concreto. Lo “concreto” lo es entonces porque constituye la síntesis —entendida no como la mera composición de átomos disgregados sino como la construcción de relaciones— de múltiples y diversas determinaciones, la unidad ordenada de lo diverso. Es importante tener presente esta elucidación significativa pues “abstracto” no es sinónimo de difícil o abstruso, ni “concreto” es sinónimo —siempre en esta particular óptica— de lo inmediatamente accesible mediante los sentidos.

Una vez que en la historia de la ciencia social ésta mediante el análisis ha arribado a estas definiciones simples (Marx cita —para su caso en el interior de la historia de la ciencia económica— a Adam Smith, David Ricardo y al resto de los economistas británicos clásicos y su descubrimiento del concepto de trabajo), es tarea de la ciencia social partir de estas definiciones generales o determinaciones simples y abstractas y llegar a integrarlas, para poder comprenderlas, en una totalidad conceptual construida (4).

La totalidad conceptual construida es concreta con relación a las determinaciones simples del nivel (3), pues las engloba e incluye dentro de sus múltiples relaciones otorgándoles el sentido del que carecerían si se las mantuviera aisladas. Pero es abstracta con relación a los pasos subsiguientes del conocimiento científico, pues todavía es una totalidad meramente general que no ha llegado a particularizarse, subdividirse y clasificarse.

De la totalidad que otorga sentido a las definiciones simples y generales podrán extraerse nuevas categorías (5), nuevos conceptos científicos. Estos no serán ya abstractos y genéricos como aquellos a los que la ciencia llega después de analizar y separar la representación inmediata del nivel (2), sino que tendrán una densidad mucho más específica, más concreta, menos general, lo que les proporcionará mayor poder explicativo. El modo de exposición o método de justificación y validación consistirá entonces en la ordenación de las categorías, desde las más simples y abstractas de nivel (3) a las más concretas y explicativas de nivel (5). Una ordenación que no es para nada independiente de los objetivos y los “presupuestos políticos básicos subyacentes”, del investigador.

Con estas categorías ordenadas a partir de la primera totalidad conceptual construida en el nivel (4) —apuntando a la construcción de totalidades cada vez más concretas, diferenciadas, complejas y abarcadoras (con un mayor y progresivo poder de explicación teórica), e incorporando las categorías explicativas más específicas (5) — el conocimiento científico tiende a construir una explicación acabada de la totalidad más concreta (6), en el terreno del conocimiento histórico y social.

Escribimos “tiende” y no “llega” pues ni Marx ni ningún científico social hasta el momento ha alcanzado a construir una explicación que incluya la totalidad de las determinaciones de la realidad social; por eso el nivel (6) sería más bien el objetivo y la meta última hacia el cual debería tender y apuntar toda investigación científica y toda explicación perteneciente a la ciencia social. Si esta última es capaz, a partir de la acumulación de los conocimientos ya adquiridos en su historia, de aproximarse al nivel 6 de explicación científica, puede volver a su anterior punto de partida de nivel (1), pero en otro nivel (7), pues la realidad ya no sería confusa e inexplicada sino que, habiendo sido analizada y reconstruida sintéticamente por el pensamiento científico, se volvería una realidad social conocida (7). En la perspectiva de Marx, la finalidad de ese conocimiento es política, apunta a la praxis, que está presente al comienzo y al final del proceso.

Todas las categorías científicas —desde el nivel (2) hasta el (6) — pertenecen al mundo conceptualmente producido (B). Es decir, al mundo teórico del conocimiento que el científico va construyendo con el objetivo de conocer la realidad social, para poder contribuir a su transformación. Sin teoría, afirmaba Lenin, no hay movimiento revolucionario (como sin práctica ni proyecto político —consciente o inconscientemente— difícilmente haya producción teórica).

La transformación del mundo y su accionar o la conservación (que también implica un accionar), pertenecientes al mundo real (A), son el objeto de conocimiento de toda ciencia social, y se encuentran al comienzo del proceso cognoscitivo, como punto de partida, y al final, como punto de llegada, o sea, como realidad que ha sido conocida o reproducida conceptualmente.

Marx plantea explícitamente esta distinción entre el mundo conceptual correspondiente al plano cognoscitivo y el mundo real, para superar la dificultad en la que cae Hegel. No porque para él se pudieran escindir los momentos del conocer y del actuar. Marx siempre se basó en la unidad sujeto-objeto, pero esta unidad la concibió no como homogénea e indistinta sino como diferenciada.
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Espero que lo citado hasta aquí aclare de alguna forma este método de aproximaciones sucesivas al conocimiento de la realidad, conocimiento inseparable de su apropiación, que es lo que caracteriza a la ciencia. La teoría y la práctica son dos polos inseparables de un par dialéctico, y ninguno de ambos polos existe sin el otro.