Pocos como El Roto pueden sintetizar así.
¡Insensato!, los productos son baratos porque tu sueldo es de miseria. Por eso, cuanto más baratos, más inalcanzables son para tí.
El consumo te consume. Eres el producto más productivo.
Casi tan breve como este cuento de Augusto Monterroso. También sigue aquí este dinosaurio que se muerde la cola.
No es un bello producto, no es un fruto perfecto... pero alguna vez esto tenía que empezar. Todo corre prisa, el tiempo se encoge como la piel de zapa. Por eso lo importante se hace urgente y lo urgente cobra importancia. Ahí va eso. Irá cambiando, se desarrollará, pero no se puede esperar más. Época rara ésta. ¿Lo habrán sido todas? Posiblemente, pero no en tan alto grado. Ahora todo es apariencia. Intentemos descubrir juntos qué hay detrás del decorado.
martes, 30 de diciembre de 2014
¡Qué calor hace!
En diciembre, hemisferio norte, sería raro decir eso. Pero hoy sabemos de qué hablamos.
Poco que añadir al artículo. La cosa está que arde. Como el tema no agrada lo apartamos y nos tomamos unas cañas mientras vemos el fúbol.
Pero hay unos tipos que ven oportunidades en las crisis, saben que no alcanzarán la vida eterna, manejan la nave espacial Tierra y adoran a Mammón (¡pero qué mammones!). Instalados en el corto plazo no quieren ver la otra cara de esta moneda.
Mientras, el tiempo corre a nuestro encuentro.
Poco que añadir al artículo. La cosa está que arde. Como el tema no agrada lo apartamos y nos tomamos unas cañas mientras vemos el fúbol.
Pero hay unos tipos que ven oportunidades en las crisis, saben que no alcanzarán la vida eterna, manejan la nave espacial Tierra y adoran a Mammón (¡pero qué mammones!). Instalados en el corto plazo no quieren ver la otra cara de esta moneda.
Mientras, el tiempo corre a nuestro encuentro.
Rebelión
La última década ha sido la más caliente en los últimos 160 años. Según la NASA y la Agencia Meteorológica de Japón, los meses de mayo, agosto, septiembre y octubre 2014 han sido los más calientes desde que se tienen registros. Según la NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration),
los primeros 11 meses del 2014 han acumulado más calor que períodos
similares anteriores, amenazando con convertirlo en el año más caliente
hasta el presente. Todo indica que el 2014 será el año más caliente
desde 1850.
Evidencias
cada vez más contundentes apuntan a un empeoramiento considerable en el
futuro inmediato. El más reciente informe del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambios Climáticos incluye severas advertencias sobre el impacto devastador de las tendencias actuales: “aún
con medidas de adaptación, el calentamiento para finales de siglo
implica impactos globales severos, generalizados e irreversibles” (IPCC 2014)
Las
tendencias actuales conducen hacia un aumento de temperatura entre 3 y
5°C para finales de siglo (IPCC 2014). Una temperatura promedio de 4°C
sobre el promedio de la época pre-industrial no se ha registrado desde
finales del Mioceno hace 6 millones de años, cuando el nivel del mar se
encontraba entre 15 y 24 metros sobre el que conocemos (NASA- Columbia University 2013).
Esto no implica un aumento del nivel del mar de esta magnitud para
finales de siglo, sino que se provocarían las condiciones conducentes a
tal escenario a medida que se restituye un equilibrio energético
planetario acorde con concentraciones de CO2 alrededor de las 850 ppm.
Las posibilidades de sobrevivencia de la especie humana bajo tales
condiciones serían limitadas.
El acuerdo de las negociaciones de la ONU sobre el cambio climático es evitar que la temperatura aumente más de 2°C sobre el promedio de la época pre-industrial. La última vez que se registró tal condición fue en el período interglaciar Emiense,
hace 125000 años: el nivel del mar se encontraba entonces entre 4 y 6
metros sobre el que conocemos en la actualidad (NASA 2013).
Por ahora se registra un aumento de
temperatura en la superficie del planeta es de 0.9°C, más un desbalance
energético planetario de 330 tera-joules por segundo: el planeta
continúa absorbiendo más energía de la que emite a un ritmo alarmante.
Esto implica un aumento adicional e inevitable de 0.6°C para restituir
el equilibrio energético global: aún si se suspendieran de inmediato
todas las emisiones de gases de efecto invernadero, para mediados de
siglo la temperatura promedio se nivelaría alrededor de los 1.5°C sobre
el promedio de la época pre-industrial.
Sin embargo, las
emisiones continúan aumentando. En el 2013 superaron las 50.000 millones
de toneladas equivalentes de CO2 por año. La concentración actual de
CO2 en la atmósfera es de 400 partes por millón (ppm), nivel que no se
ha registrado en los últimos 800.000 años. Para evitar que la
temperatura aumente más de 2°C como se ha acordado en la ONU, la
concentración de CO2 no puede exceder las 450 ppm. A la tasa actual de
crecimiento este límite se excederá en apenas 20 años.
Es
evidente que se requieren medidas urgentes e inmediatas para detener
estas tendencias, en particular la reducción del consumo de combustibles
fósiles (petróleo, carbón y gas natural) en al menos un 70% para el
2050 y 100% para finales de siglo. La mayor parte de las reservas
probadas de hidrocarburos debe permanecer bajo tierra. Sin embargo, la
economía mundial depende del consumo de combustibles fósiles para el
suministro de 87% de la energía que se consume en la actualidad. Superar
esta disyuntiva en tan poco tiempo es uno de los más grandes retos que
enfrenta la humanidad.
domingo, 21 de diciembre de 2014
¿Cuestión de tiempo? ¿Cuánto tiempo?
En medio de las corrientes más universalmente publicitadas de la economía, las neoliberales y las keynesianas, intenta abrirse paso la economía ecológica.
Las corrientes dominantes se centran en lo coyuntural. La inmediatez de los ciclos reproductivos del capital. Tienen diferentes apreciaciones de lo que puede mover una deseada reactivación, iniciativa privada para unos, sector público para los otros. Pero ambas se empeñan en la recuperación del crecimiento.
Sin negar la posibilidad de colapso del aparato productivo global, tienden a verlo como algo distante, situado en un futuro más o menos remoto. Y para retrasarlo cuentan con la magia de una tecnología mitificada.
Lo inmediato les impide atender a lo que creen lejano.
Los economistas ecológicos están más preocupados por los límites objetivos de ese crecimiento, impuestos por la realidad física planetaria, y consideran mucho más próxima su llegada a término.
Lo que los otros ven lejano, se les representa inminente. Y aducen razones.
Por eso José Anastasio Urra Urbieta, profesor de Economía en la Universidad de Valencia y miembro de ATTAC, resta importancia a maniobras y maquinaciones como causa de las oscilaciones de los precios del petróleo, y en concreto de la caída actual, que debe atribuirse a una nueva recesión mundial, en cuyo fondo se encuentra la crisis energética.
Las maquinaciones geoestratégicas, muchas veces contradictorias entre sí, en medio de una actualidad caótica, existen sin duda. El frenazo de las economías reduce el consumo, y con ello el precio, como lo hace un aumento de la producción no convencional, que aprovecha la coyuntura para dañar a los productores actuales.
Pero las rigideces de la producción, y particularmente el agotamiento del petróleo barato, son causas objetivas de crisis universal, más allá de las pugnas entre las potencias imperiales y las emergentes. En medio de esta real dificultad, y mirando a más largo plazo, las guerras económicas casi parecen disputas de galgos y podencos.
Esto viene a decir José Anastasio Urra. Enric Llopis lo entrevista en Rebelión, y Alicia Coscollano en La Calamanda. Son conversaciones largas y no las repito. Podéis comprobar que no tienen desperdicio.
Más sobre el autor y el tema, aquí.
Solamente copio un comentario a lo publicado en La Calamanda.
Contaré algo que no te he contado, y creo que es buen momento.
Cuando preparaba mi proyecto de máster, le comente a un docente, durante su clase, mi intención de imputar, en la partida de costes, los costes medioambientales de mi proyecto, porque entiendo que en los resultados de una empresa se deben contemplar también los beneficios y los costes que ésta supone a la sociedad y al entorno físico. Su respuesta fue contundente; “si los incorporas, reducirás el beneficio neto y tu proyecto pasará a ser menos atractivo para el inversor. Tú misma, pero ten en cuenta que ese es uno de los factores que tendrán en cuenta en tu evaluación, un rápido retorno de la inversión”. No le hice caso.
Este es un ejemplo de lo que se enseña en la Facultad, rápido retorno, altos beneficios económicos, rápido crecimiento, internacionalización… Más de lo mismo.
De poco sirve que se incluya contenidos sobre responsabilidad social, si después caen en saco roto, cuando lo que prima es el beneficio económico.
Pero dentro de esa tendencia generalizada a seguir la inercia capitalista, alguna voz se alza con un discurso distinto, esa es la tuya. Unos te tacharan de romántico trasnochado, otros de loco, e incluso de integrista del anti-capitalismo, da lo mismo. Siempre hay algunos pares de oídos a los que llega el mensaje y algunos cerebros que, tiempo después, recordarán que ciertos vaticinios que alguien les contó, se están cumpliendo y no estaba tan desacertado como parecía. Cuestión de tiempo.
Ninguna sociedad ha evolucionado en sus formas de comportamiento en dos días, ni en dos clases lectivas. Pero para que evolucione, hace falta gentes como tú, dispuestos a compartir otro conocimiento, otra visión de los hechos, otras opciones de futuro… aunque, en muchas ocasiones, nadar contracorriente sea desalentador y extremadamente cansado.
Gracias Tasio.
Las corrientes dominantes se centran en lo coyuntural. La inmediatez de los ciclos reproductivos del capital. Tienen diferentes apreciaciones de lo que puede mover una deseada reactivación, iniciativa privada para unos, sector público para los otros. Pero ambas se empeñan en la recuperación del crecimiento.
Sin negar la posibilidad de colapso del aparato productivo global, tienden a verlo como algo distante, situado en un futuro más o menos remoto. Y para retrasarlo cuentan con la magia de una tecnología mitificada.
Lo inmediato les impide atender a lo que creen lejano.
Los economistas ecológicos están más preocupados por los límites objetivos de ese crecimiento, impuestos por la realidad física planetaria, y consideran mucho más próxima su llegada a término.
Lo que los otros ven lejano, se les representa inminente. Y aducen razones.
Por eso José Anastasio Urra Urbieta, profesor de Economía en la Universidad de Valencia y miembro de ATTAC, resta importancia a maniobras y maquinaciones como causa de las oscilaciones de los precios del petróleo, y en concreto de la caída actual, que debe atribuirse a una nueva recesión mundial, en cuyo fondo se encuentra la crisis energética.
Las maquinaciones geoestratégicas, muchas veces contradictorias entre sí, en medio de una actualidad caótica, existen sin duda. El frenazo de las economías reduce el consumo, y con ello el precio, como lo hace un aumento de la producción no convencional, que aprovecha la coyuntura para dañar a los productores actuales.
Pero las rigideces de la producción, y particularmente el agotamiento del petróleo barato, son causas objetivas de crisis universal, más allá de las pugnas entre las potencias imperiales y las emergentes. En medio de esta real dificultad, y mirando a más largo plazo, las guerras económicas casi parecen disputas de galgos y podencos.
Esto viene a decir José Anastasio Urra. Enric Llopis lo entrevista en Rebelión, y Alicia Coscollano en La Calamanda. Son conversaciones largas y no las repito. Podéis comprobar que no tienen desperdicio.
Más sobre el autor y el tema, aquí.
Solamente copio un comentario a lo publicado en La Calamanda.
Trece Planetas, Predoctoral Researcher en HEC Montréal
Como
discípula tuya, es siempre un placer y un honor leer tus aportaciones,
esos temas, que doy fe, muchos docentes no se atreven, no quieren, o no
saben tratar en sus clases.
Contaré algo que no te he contado, y creo que es buen momento.
Cuando preparaba mi proyecto de máster, le comente a un docente, durante su clase, mi intención de imputar, en la partida de costes, los costes medioambientales de mi proyecto, porque entiendo que en los resultados de una empresa se deben contemplar también los beneficios y los costes que ésta supone a la sociedad y al entorno físico. Su respuesta fue contundente; “si los incorporas, reducirás el beneficio neto y tu proyecto pasará a ser menos atractivo para el inversor. Tú misma, pero ten en cuenta que ese es uno de los factores que tendrán en cuenta en tu evaluación, un rápido retorno de la inversión”. No le hice caso.
Este es un ejemplo de lo que se enseña en la Facultad, rápido retorno, altos beneficios económicos, rápido crecimiento, internacionalización… Más de lo mismo.
De poco sirve que se incluya contenidos sobre responsabilidad social, si después caen en saco roto, cuando lo que prima es el beneficio económico.
Pero dentro de esa tendencia generalizada a seguir la inercia capitalista, alguna voz se alza con un discurso distinto, esa es la tuya. Unos te tacharan de romántico trasnochado, otros de loco, e incluso de integrista del anti-capitalismo, da lo mismo. Siempre hay algunos pares de oídos a los que llega el mensaje y algunos cerebros que, tiempo después, recordarán que ciertos vaticinios que alguien les contó, se están cumpliendo y no estaba tan desacertado como parecía. Cuestión de tiempo.
Ninguna sociedad ha evolucionado en sus formas de comportamiento en dos días, ni en dos clases lectivas. Pero para que evolucione, hace falta gentes como tú, dispuestos a compartir otro conocimiento, otra visión de los hechos, otras opciones de futuro… aunque, en muchas ocasiones, nadar contracorriente sea desalentador y extremadamente cansado.
Gracias Tasio.
viernes, 19 de diciembre de 2014
"¡Pretolio! a dos perras media libra..."
Anoche mismo, en la televisión de La Voz de Galicia, un grupo de economistas trataba el tema de los precios del petróleo. En este enlace se hallará el debate, a partir del minuto 16 (tras la información sobre una muy disputada plaza de enterrador).
El caso es que estos economistas pasan por alto varias cosas:
El caso es que estos economistas pasan por alto varias cosas:
- El petróleo es una energía renovable, pero su tasa de reposición (cociente entre el tiempo que tarda en consumirse y el que tarda en formarse) es del orden de una millonésima.
- Ya hemos pasado el punto de máxima producción, y pretenden que aún aumente el consumo. El PIB y el principio del beneficio así lo exigen.
- La capacidad de aprovechamiento de una fuente depende de la tasa de retorno energético, cociente entre la energía aprovechada y la empleada en obtenerla. Si esa tasa, siempre descendente, se aproxima a la unidad, no tiene sentido extraer el producto.
- La tasa de retorno, que comenzó siendo superior a 100, desciende implacablemente cuando se va extrayendo el más fácil y abundante. Hoy oscila entre 5 y 15.
- Las pizarras bituminosas y alquitranes pesados tienen una tasa de retorno mucho menor, próximo a la unidad. Posiblemente, inferior. En tal caso, solamente por razones de coyuntura geoestratégica se utilizarían, con bajas temerarias de precio y la esperanza de hundir la economía "del enemigo". O sencillamente para prolongar la situación actual, a la espera de un "milagro energético", como la energía de fusión.
- Caso de darse ese milagro, seguiría la emisión de calor, incluso eliminando las emisiones de efecto invernadero, y se prolongaría el calentamiento global.
- Los economistas, que suelen ver ventajas en las crisis, consideradas "oportunidades", ya especulan con las facilidades para el transporte a través del Ártico y la explotación de nuevos yacimientos existentes bajo los hielos. No suelen considerar los costes (también energéticos) de trasladar las poblaciones costeras inundadas y sus pobladísimas megaciudades.
- Tampoco ven problemas en la desertización e inhabitabilidad de vastas zonas, calculando que entrarán en cultivo otras más septentrionales (lugares que albergan a sus poblaciones; a los demás basta con cerrarles el paso).
- Cuando hablan, suelen situar los mayores problemas en futuros remotos. Creo que piensan: "después de mí, el diluvio". Pero los problemas están más cerca de lo que creen. Como que ya están aquí.
- El crecimiento exponencial, por mínimo que sea, se dispara en un momento dado hasta lo explosivo. A una escala trágica, pero aún soportable hasta hoy, las crisis económicas, la explosión de las burbujas, se resuelven con la destrucción periódica de enormes cantidades de bienes de todo tipo. Y de vidas humanas.
- Este crecimiento, expresado en el PIB, ignora lo que la naturaleza puede dar de sí, valorando el coste de los materiales como "coste de extracción", y no como activo agotable. Es como si al sacar dinero del banco valorase sólo lo que me cuesta llegar al cajero (que si vivo "en el pico del monte" sería un coste a considerar...)
- El ejemplo de la gasolinera: si la gasolinera más próxima está a una distancia en que gasto la capacidad del depósito en ir y volver ¿haré el viaje?
- Existe una confianza desorbitada en la tecnología, incluso en la que aún no existe, y hasta en la que probablemente nunca existirá. ¿Puedo mantener esa fe, solamente para tranquilizar mi conciencia y continuar con mi modo de vida actual sin caer en la depresión? Así es, al menos para quienes son más capaces de imaginar el fin del mundo que el del capitalismo.
- La ideología se forma a lo largo de mucho tiempo y no cambia bruscamente, aunque la realidad lo haga. Forma parte del núcleo del yo. Por eso las verdaderas conversiones son tan raras.
- El imaginario "de clase" (que no coincide con la posición real) induce a los menos perjudicados a verse lejos del asunto. Los que se sienten más seguros tienden a minimizar las dificultades de aquellos a los que va alcanzando. Si soy un acomodado contertulio, me serán lejanos los pobres del mundo, aunque finja, incluso ante mí mismo, que estoy muy preocupado por ellos. Luego iré a cenar o a tomar unas copas.
- En todo ello está ausente el principio de precaución.
The Nation
No importa.
Desde que el debate acerca del oleoducto Keystone XL estalló, hace tres años y medio, ese ha sido el argumento de los liberales que apoyan el proyecto. Claro, el petróleo que Keystone transportaría de las arenas bituminosas es tres a cuatro veces más intenso en gases de efecto invernadero que el petróleo convencional. Pero eso no tiene que ver con Keystone XL, nos dicen. ¿Por qué? Porque si TransCanada no puede construir al sur Keystone, entonces otro oleoducto será construido al oeste o al este. O porque el petróleo sucio será transportado por ferrocarril. Pero no se equivoquen, nos han asegurado durante mucho tiempo: todo ese carbono enterrado debajo del bosque boreal de Alberta será minado sin importar qué decida el presidente.
Hasta hace poco, el auge de las arenas bituminosas sí parecía imparable. La industria proyectaba con regularidad que la producción pronto se duplicaría, luego se triplicaría, y los inversionistas extranjeros corrieron a construir enormes minas nuevas. Pero estos días, el pánico está en el aire en la antes arrogante Calgary. En menos de un año, Shell, Statoil y la francesa Total han guardado en el cajón importantes proyectos nuevos de arenas bituminosas. Y un gran signo de interrogación ahora cuelga sobre uno de los más enormes –y más sucios– depósitos de carbono en el mundo.
Esto cambia drásticamente el cálculo que Barack Obama enfrenta. Su decisión ya no es acerca de un oleoducto. Es acerca de si el gobierno estadunidense le aventará un salvavidas a un proyecto industrial que desestabiliza el clima, que está bajo una confluencia de presiones, que se suman para crear una muy real crisis. Aquí las cuatro principales razones por las cuales las arenas bituminosas están en graves problemas.
1. Los precios del petróleo están bajos. A mediados de noviembre, los precios del petróleo bajaron a niveles que no se habían visto desde 2010. Previo a la reciente cumbre del G-20, Vladimir Putin habló acerca de estar preparados para más caídas
2. Los oleoductos de arenas bituminosas son imanes de protestas. Quienes apoyan a Keystone muchas veces aseguran que si el petróleo no viaja al sur, a través de Estados Unidos, simplemente será enviada por tubería hacia el oeste, a través de British Columbia, y de ahí sería transportado en embarcaciones petroleras. Podrían poner más atención a lo que ocurre al oeste de las Montañas Rocallosas. Desde el 20 de noviembre, más de 60 personas han sido arrestadas afuera de Vancouver, cuando intentaban bloquear la ampliación del oleoducto de arenas bituminosas pertenecientes a Kinder Morgan. Más al norte, el oleoducto Northern Gateway, propuesto por Enbridge, otra posible ruta de escape de las arenas bituminosas, enfrenta aún más rechazo. De hecho, la oposición al incremento del tráfico de embarcaciones petroleras a lo largo de su amada costa ha unificado a la población de British Columbia.
Así que, ¿y el este? Bien, el 21 de noviembre, el primer ministro de Ontario y el de Quebec firmaron un acuerdo conjunto que incluye una serie de obstáculos al oleoducto Energy East, propuesto por TransCanada, el cual, en caso de ser terminado, transportaría petróleo de arenas bituminosas a la costa este. El acuerdo se hizo en respuesta a la fuerte oposición al proyecto que había en ambas provincias.
Algunos miembros del campamento
3. Los derechos indígenas siguen ganando en los tribunales. Lo que añade mayor incertidumbre es el hecho de que todos estos proyectos impactan tierras de las cuales los pueblos de las Primeras Naciones tienen títulos de propiedad y derechos emanados de tratados, derechos que una y otra vez han sido ratificados por la Corte Suprema de Canadá. Recientemente, en junio, la Suprema Corte emitió un fallo, de modo unánime, de que no podía haber desarrollos en las tierras de la Primera Nación Tsilhqot’in, en British Columbia, sin su consentimiento. Las empresas de oleoductos no tienen el consentimiento de las Primeras Naciones. Al contrario, docenas de comunidades indígenas enérgicamente se han opuesto. Los tribunales canadienses ya están repletos de casos contra los oleoductos, incluyendo casi una docena que tienen como blanco a Northern Gateway.
4. La acción climática está de regreso. Sí, los blancos en el acuerdo Estados Unidos-China son completamente inadecuados, y también lo es el dinero prometido a los países en desarrollo para financiamiento climático. Pero no hay duda de que el cambio climático está de nuevo en el escenario mundial, de una manera que no se había visto desde la fracasada cumbre de Copenhage, en 2009.
Ese es otro ataque contra la expansión sin control de las arenas bituminosas, porque esas minas son la principal razón detrás del estatus de Canadá como el mayor criminal climático del mundo, con emisiones casi 30 por ciento mayores de lo que deberían ser bajo el Protocolo de Kyoto. El primer ministro canadiense, Stephen Harper, se tomó a broma los compromisos internacionales de su país y la libró cuando otros gobiernos hacían lo mismo. Pero ahora que Estados Unidos, China y la Unión Europea al menos aparentan tomar en serio el cambio climático, el desafío de Canadá se ve inequívocamente canalla.
Es en este rápidamente cambiante contexto que Barack Obama debe tomar su decisión final acerca de Keystone. Un nervioso mercado lo observa en busca de una señal, no sólo sobre este proyecto, sino acerca del proyecto mucho mayor y relevante que está en la desembocadura de esa tubería. ¿Son las arenas bituminosas una oportunidad de negocios de largo plazo, un puerto seguro en el cual depositar cientos de miles de millones de dólares durante las próximas décadas? O, la idea de despellejar una enorme y hermosa franja de este continente para explotar una fuente energética que tenemos garantizado ayudará a cocinar el planeta, ¿fue simplemente una breve y estúpida locura, una pesadilla de la cual todos debemos despertar? Todos los ojos están sobre el presidente. ¿Sí o no?
Cualquiera de las dos que sea, Keystone importa.
Desde que el debate acerca del oleoducto Keystone XL estalló, hace tres años y medio, ese ha sido el argumento de los liberales que apoyan el proyecto. Claro, el petróleo que Keystone transportaría de las arenas bituminosas es tres a cuatro veces más intenso en gases de efecto invernadero que el petróleo convencional. Pero eso no tiene que ver con Keystone XL, nos dicen. ¿Por qué? Porque si TransCanada no puede construir al sur Keystone, entonces otro oleoducto será construido al oeste o al este. O porque el petróleo sucio será transportado por ferrocarril. Pero no se equivoquen, nos han asegurado durante mucho tiempo: todo ese carbono enterrado debajo del bosque boreal de Alberta será minado sin importar qué decida el presidente.
Hasta hace poco, el auge de las arenas bituminosas sí parecía imparable. La industria proyectaba con regularidad que la producción pronto se duplicaría, luego se triplicaría, y los inversionistas extranjeros corrieron a construir enormes minas nuevas. Pero estos días, el pánico está en el aire en la antes arrogante Calgary. En menos de un año, Shell, Statoil y la francesa Total han guardado en el cajón importantes proyectos nuevos de arenas bituminosas. Y un gran signo de interrogación ahora cuelga sobre uno de los más enormes –y más sucios– depósitos de carbono en el mundo.
Esto cambia drásticamente el cálculo que Barack Obama enfrenta. Su decisión ya no es acerca de un oleoducto. Es acerca de si el gobierno estadunidense le aventará un salvavidas a un proyecto industrial que desestabiliza el clima, que está bajo una confluencia de presiones, que se suman para crear una muy real crisis. Aquí las cuatro principales razones por las cuales las arenas bituminosas están en graves problemas.
1. Los precios del petróleo están bajos. A mediados de noviembre, los precios del petróleo bajaron a niveles que no se habían visto desde 2010. Previo a la reciente cumbre del G-20, Vladimir Putin habló acerca de estar preparados para más caídas
catastróficas. Esto importa, sobre todo, para las arenas bituminosas, donde el betún semisólido es muy costoso de extraer; el sector realmente comenzó a prosperar cuando parecía que ahora un barril de 100 dólares era lo normal. Los precios podrían volver a subir, pero la caída fue un recordatorio del riesgo inherente de apostar a lo grande, a un método de extracción con altos costos.
2. Los oleoductos de arenas bituminosas son imanes de protestas. Quienes apoyan a Keystone muchas veces aseguran que si el petróleo no viaja al sur, a través de Estados Unidos, simplemente será enviada por tubería hacia el oeste, a través de British Columbia, y de ahí sería transportado en embarcaciones petroleras. Podrían poner más atención a lo que ocurre al oeste de las Montañas Rocallosas. Desde el 20 de noviembre, más de 60 personas han sido arrestadas afuera de Vancouver, cuando intentaban bloquear la ampliación del oleoducto de arenas bituminosas pertenecientes a Kinder Morgan. Más al norte, el oleoducto Northern Gateway, propuesto por Enbridge, otra posible ruta de escape de las arenas bituminosas, enfrenta aún más rechazo. De hecho, la oposición al incremento del tráfico de embarcaciones petroleras a lo largo de su amada costa ha unificado a la población de British Columbia.
Así que, ¿y el este? Bien, el 21 de noviembre, el primer ministro de Ontario y el de Quebec firmaron un acuerdo conjunto que incluye una serie de obstáculos al oleoducto Energy East, propuesto por TransCanada, el cual, en caso de ser terminado, transportaría petróleo de arenas bituminosas a la costa este. El acuerdo se hizo en respuesta a la fuerte oposición al proyecto que había en ambas provincias.
Algunos miembros del campamento
no importaseñalan que el petróleo de las arenas bituminosas de todos modos se transporta a través de la infraestructura existente. Esto no toma en cuenta que Keystone XL siempre ha estado vinculado a los planes de expandir enormemente la cantidad de petróleo pesado que se extrae. Y la capacidad para transportar ese petróleo no está ahí, razón por la cual, cuando Statoil canceló su mina (reportada con un valor de 2 mil millones de dólares), citó, entre las razones,
un limitado acceso a los oleoductos.
3. Los derechos indígenas siguen ganando en los tribunales. Lo que añade mayor incertidumbre es el hecho de que todos estos proyectos impactan tierras de las cuales los pueblos de las Primeras Naciones tienen títulos de propiedad y derechos emanados de tratados, derechos que una y otra vez han sido ratificados por la Corte Suprema de Canadá. Recientemente, en junio, la Suprema Corte emitió un fallo, de modo unánime, de que no podía haber desarrollos en las tierras de la Primera Nación Tsilhqot’in, en British Columbia, sin su consentimiento. Las empresas de oleoductos no tienen el consentimiento de las Primeras Naciones. Al contrario, docenas de comunidades indígenas enérgicamente se han opuesto. Los tribunales canadienses ya están repletos de casos contra los oleoductos, incluyendo casi una docena que tienen como blanco a Northern Gateway.
4. La acción climática está de regreso. Sí, los blancos en el acuerdo Estados Unidos-China son completamente inadecuados, y también lo es el dinero prometido a los países en desarrollo para financiamiento climático. Pero no hay duda de que el cambio climático está de nuevo en el escenario mundial, de una manera que no se había visto desde la fracasada cumbre de Copenhage, en 2009.
Ese es otro ataque contra la expansión sin control de las arenas bituminosas, porque esas minas son la principal razón detrás del estatus de Canadá como el mayor criminal climático del mundo, con emisiones casi 30 por ciento mayores de lo que deberían ser bajo el Protocolo de Kyoto. El primer ministro canadiense, Stephen Harper, se tomó a broma los compromisos internacionales de su país y la libró cuando otros gobiernos hacían lo mismo. Pero ahora que Estados Unidos, China y la Unión Europea al menos aparentan tomar en serio el cambio climático, el desafío de Canadá se ve inequívocamente canalla.
Es en este rápidamente cambiante contexto que Barack Obama debe tomar su decisión final acerca de Keystone. Un nervioso mercado lo observa en busca de una señal, no sólo sobre este proyecto, sino acerca del proyecto mucho mayor y relevante que está en la desembocadura de esa tubería. ¿Son las arenas bituminosas una oportunidad de negocios de largo plazo, un puerto seguro en el cual depositar cientos de miles de millones de dólares durante las próximas décadas? O, la idea de despellejar una enorme y hermosa franja de este continente para explotar una fuente energética que tenemos garantizado ayudará a cocinar el planeta, ¿fue simplemente una breve y estúpida locura, una pesadilla de la cual todos debemos despertar? Todos los ojos están sobre el presidente. ¿Sí o no?
Cualquiera de las dos que sea, Keystone importa.
jueves, 18 de diciembre de 2014
El capital es capital donde quiera que vaya
¡Qué bella utopía urbana! La Ville Radieuse. Imagen seductora, este conjunto intocable (pero así es la rosa...) de ciudad para tres millones de habitantes (ni uno más ni uno menos) pasó de sueño social a pesadilla capitalista en unas pocas décadas. En verdad, era un urbanismo muerto. Su bello trazado, perfecto un solo instante, pedía su inauguración y clausura en un único acto.
El crecimiento de la ciudad capitalista es otra cosa, pero el movimiento moderno (y luego el posmoderno) dotaron de iconos atractivos a la ciudad "realmente existente", la del Capital. Unas veces como ciudad dormitorio, otras como centro de negocios, se nutrió de estas imágenes.
El continuo movimiento de producción-destrucción de la ciudad no se puede sujetar a estos cánones. A la monotonía impecable de LC sucede la monotonía cosmopolita, multiforme sólo en apariencia, de la urbe actual.
El tedio de la disneyficación. El parque temático como máquina de habitar.
El derecho a la ciudad es, evidentemente, el derecho a otra ciudad.
El crecimiento de la ciudad capitalista es otra cosa, pero el movimiento moderno (y luego el posmoderno) dotaron de iconos atractivos a la ciudad "realmente existente", la del Capital. Unas veces como ciudad dormitorio, otras como centro de negocios, se nutrió de estas imágenes.
El continuo movimiento de producción-destrucción de la ciudad no se puede sujetar a estos cánones. A la monotonía impecable de LC sucede la monotonía cosmopolita, multiforme sólo en apariencia, de la urbe actual.
El tedio de la disneyficación. El parque temático como máquina de habitar.
El derecho a la ciudad es, evidentemente, el derecho a otra ciudad.
De lo pintado a lo vivo. La metamorfosis de Le Corbusier |
Carcaj
Que el capitalismo se presenta hoy no solamente como un sistema de desarrollo económico, sino también como una forma de organización del territorio y de nuestro modo de habitarlo, es algo que, cada vez más, se hace visible en la acelerada transformación de nuestras ciudades. La lógica de la maximización del rendimiento del suelo, reducido finalmente a la condición de una mera mercancía, moviliza constantemente la forma de éstas, sometidas al vaivén de los flujos de capital en el mercado de las inmobiliarias. Y la expulsión paulatina de las familias de bajo o moderados recursos hacia los márgenes de una ciudad desbordada es tan sólo una de las formas en que ésta condición de nuestro tiempo se traduce en un paisaje vital concreto. La realidad material de este capitalismo internacional brutalmente neoliberalizador está y se manifiesta en una crisis agónica de la vida en la ciudad. De este modo, la necesidad de interpretar el capital desde su aspecto más material y cotidiano se hace evidente, y así, el rol de la reflexión tiene que abandonar su terreno puramente teórico para posibilitar una vuelta hacia lo común. Es decir, se debe volver la mirada a la calle, al alrededor; al crecimiento explosivo de los edificios, al terremoto macroeconómico de un uso cada vez más rentable del suelo de una ciudad cada vez más dispar.
Si en el terreno del pensamiento marxista alguien ha puesto su mirada en la cuestión de la ciudad, abriéndose al problema vital de la geografía como forma de organización del territorio, este es David Harvey. A sus 79 años, este teórico social y pensador marxista inglés sigue siendo una referencia vigente dentro del pensamiento anticapitalista, dedicado a estudiar el movimiento global de los flujos de capital y la determinación geográfica que estos operan, siendo como tal considerado uno de los principales expositores de la corriente de la geografía crítica.
(...)
...hay que reconocer también que el capital es capital, donde quiera que vaya. Hay una cierta universalidad en lo que el capitalismo hace. Y esto implica una particular monotonía. Por ejemplo yo he viajado a muchas ciudades, y en Santiago a veces pienso “¿Estoy en Santiago o Sao Paulo?”, y luego en Sao Paulo pienso que estoy en Shanghái, o cuando estoy en Shanghái me pregunto si no estoy en New York, etc… Es decir, el capitalismo está homogeneizado, en muchos sentidos. En el estilo de los edificios, por ejemplo, el estilo arquitectónico, de modo que las ciudades chinas se parecen a las ciudades estadounidenses, solo que más rápidas y grandes, y tienen barrios privados donde la gente influyente vive, como ustedes también tienen estos grandes barrios a las afueras de Santiago. Entonces luego te preguntas en qué medida lo de aquí es diferente a lo de allá, o a lo que hay en California, y así seguimos…. Es decir, lo que está ocurriendo en esta era de globalización es una remarcable homogeneización en el estilo de desarrollo urbano; las ciudades tienden a parecerse donde quiera que vayas. Y esta es ya la realidad de la vida urbana… A mí me gusta esto. Entonces, sí, pienso que es importante conservar la máxima diversidad viva posible, en el nivel cultural; pero que no se piense por ello que de algún modo se va a estar afuera de la dinámica capitalista, no sin al menos lograr establecer un grado real de autonomía. Por eso me parece muy interesante, por ejemplo, que alrededor del mundo hayan hoy en día estos movimientos de autonomía, como en Cataluña, Escocia, o incluso en Baviera, diciendo cosas como “queremos tener nuestra propia manera de vivir” o “queremos ser diferentes”… porque aquello que no reconocen es que no se puede ser tan diferente todo el tiempo, no cuando tienes el capitalismo… Pero hay algo interesante ahí, algo políticamente significativo. Yo inicialmente no apoyé la independencia escocesa, por ejemplo, pero cuando luego me fue claro que no era un movimiento nacionalista, sino uno que planteaba el deseo de crear un Estado alternativo mucho más orientado a satisfacer las necesidades de la gente, y que quería abandonar las políticas de austeridad impuestas por Bretaña, por Londres, entonces pensé, “ok. Voy a apoyar esto”. Es distinto con Cataluña, porque es la parte más rica de España. Es como si estos barrios privados decidieran abandonar el resto de la ciudad para no pagar el costo.
(...)
...la única respuesta es lograr movimientos sociales vigorosos que logren articular una visión radicalmente distinta de lo que la vida urbana debiera ser. Una de las razones por las que sostengo la idea del derecho a la ciudad, es porque me parece una alternativa que permite que una gran diversidad de personas que trabajan en temas diversos, como la lucha contra la elitización de los barrios, el derecho a la vivienda, el problema de los sin hogar, puedan aparecer reunidas para decir que juntos podemos crear una perspectiva de urbanización alternativa que no esté dominada por el poder del dinero y sus crecientes mecanismos de vigilancia, los mecanismos de control efectivo e incluso de represión policial casi instantánea que vemos hoy en día. Porque en efecto lo que hoy vemos es una creciente militarización de la vida urbana; una cada vez mayor sofisticación de las fuerzas policiales, y de su armamento, el cual es usado contra la población. En este sentido también me parece importante sostener que tiene que haber un desarme de las fuerzas policiales. No podemos dejar que haya una fuerza que esté ahí simplemente para reprimir las protestas. Lo que debiera haber es una fuerza del lado de la población, en oposición a las fuerzas que actúan contra la población, y la conquista de este derecho depende completamente del balance del poder político. Así, en cuanto más gobiernos progresistas tengamos, que comiencen a controlar la violencia policial, más capaces seremos de comenzar a responder a estas cuestiones.
(...)
...es un hecho que el Estado está cada vez más controlado por los intereses capitalistas de clase, y ya hace mucho Marx dijo eso que ya conocemos, que el estado es el comité ejecutivo de la burguesía… Y en efecto, probablemente ahora más que nunca parece serlo, más de lo que lo ha sido jamás en la historia: un comité ejecutivo de los intereses de la clase capitalista. Y mientras ésta pueda controlar los procesos electorales a través del poder del dinero, entonces más, el tipo de personas que se vuelven figuras públicas, pueden hacerlo porque están enteramente respaldadas por el dinero de la clase capitalista, que les permite realizar sus programas, fundar sus partidos, etc… Hay un frase sarcástica que Marx Twain dijo ya hace tiempo, y que es que el congreso de los Estados Unidos es el mejor congreso que el dinero puede comprar. Y ahora no solo eso, sino que el gobierno, incluso, es el mejor gobierno que el dinero puede comprar. Y es el gran dinero el que lo compra. Entonces en EEUU, por ejemplo, se ha vuelto absolutamente repulsivo cómo el gobierno ha cedido su control al dinero. Pero luego la clase capitalista no solo controla al estado y a los políticos, también controla los medios de comunicación, y luego otros niveles del poder y de la sociedad, y así sigue. En esto, pienso yo, solamente un movimiento de masas que se ponga fuertemente en contra puede lograr producir cambios, y de hecho ya hay un fuerte descontento con esta situación. Entonces, si miras lo que ocurrió en Brasil el año pasado, cientos de ciudades, millones de personas en las calles, o lo que ocurrió en Turquía, de modo bastante sorprendente considerando que en Istambul hay un poder muy autoritario, podemos ver que en los últimos quince años ha habido una serie de explosiones urbanas de descontento. Es cierto que estas explosiones hasta ahora no han sido más que explosiones, sin continuidad, pero si logran tener continuidad, lo que vamos a comenzar a ver es políticas alternativas emergiendo, las cosas que van a comenzar a verse radicalmente distintas. En todo caso, mientras todo este descontento no logre articularse en un sólido movimiento, esto va a ser difícil, y hay que considerar también que hoy, una buena parte de este descontento en Europa está yéndose a la extrema derecha. Se puede ver así la emergencia de un movimiento fascista en Francia, en Hungría, en Grecia y también en otros países… Y si el descontento se carga hacia allá, lo que tiene que hacer la izquierda es decir ¡Hey, vengan para acá!
Imaginarios socialistas
Sumergidos en un mar de juicios interesados, nos cuesta analizar la historia. Es bueno recordar que la escriben los vencedores; y en concreto sus amanuenses. Armados de una ética pretendidamente universal, la aplican como poseedores de la verdad. Y entre la recta vía y los caminos reales, nos perdemos. Los críticos con los movimientos emancipatorios muestran errores cometidos. Son hechos ciertos, pero olvidamos a qué intereses se deben esos críticos y nos detenemos sólo en sus objecciones. No llamo a ignorarlas, pero tampoco hay que darles más valor que el que tienen.
Entramos al trapo frecuentemente, rodeados de informaciones sesgadas. Acabamos creyendo que no vale la pena batallar, que todo da lo mismo, porque otra sociedad es inalcanzable y siempre volveremos al punto de partida. No hay verdades, sólo opiniones, y así se trivializa lo real.
¿Siempre se vuelve al mismo lugar? ¿Las sociedades no evolucionan?
La experiencia enseña lo contrario. El pasado, que incluye intentos frustrados, condiciona el futuro. Se puede aprender de él.
Lo importante es saber a dónde se quiere llegar.
Los cambios sociales los protagonizan aquellos dominados que conservan capacidad de lucha. No son los marginados, sino los explotados, que son los trabajadores, quienes tienen esa capacidad. Igual ocurre con los países. Siempre se espera una revolución en países avanzados. Sería deseable, pero desde las revoluciones burguesas no ha ocurrido. Los más explotados están en las periferias, tanto de la sociedad como del planeta. Ellos se han de rebelar.
Si pensamos el desarrollo capitalista como una etapa necesaria para llegar a otra sociedad mejor, entramos en el discurso socialdemócrata, que da por necesario lo que ahora vemos que no lleva a ninguna parte. Ya es evidente que hay que cambiar de vía. Al final de esta sólo estan los topes de la última estación.
No hay dos revoluciones iguales. Ni producen a largo plazo los mismos resultados. Pero tendemos a prolongar caminos trillados. Sobre las vías al socialismo se ha pontificado desde diversos púlpitos. De las interpretaciones del pasado se hacen recetas para el futuro. Los análisis abstractos que no tienen en cuenta las situaciones particulares suelen concluir fortaleciendo el sistema, considerándolo, no ya una consecuencia de la historia pasada, sino de alguna forma un camino al porvenir.
Hay otras vías.
Y desde cualquier estación podemos redirigirnos al destino elegido.
Entramos al trapo frecuentemente, rodeados de informaciones sesgadas. Acabamos creyendo que no vale la pena batallar, que todo da lo mismo, porque otra sociedad es inalcanzable y siempre volveremos al punto de partida. No hay verdades, sólo opiniones, y así se trivializa lo real.
¿Siempre se vuelve al mismo lugar? ¿Las sociedades no evolucionan?
La experiencia enseña lo contrario. El pasado, que incluye intentos frustrados, condiciona el futuro. Se puede aprender de él.
Lo importante es saber a dónde se quiere llegar.
Los cambios sociales los protagonizan aquellos dominados que conservan capacidad de lucha. No son los marginados, sino los explotados, que son los trabajadores, quienes tienen esa capacidad. Igual ocurre con los países. Siempre se espera una revolución en países avanzados. Sería deseable, pero desde las revoluciones burguesas no ha ocurrido. Los más explotados están en las periferias, tanto de la sociedad como del planeta. Ellos se han de rebelar.
Si pensamos el desarrollo capitalista como una etapa necesaria para llegar a otra sociedad mejor, entramos en el discurso socialdemócrata, que da por necesario lo que ahora vemos que no lleva a ninguna parte. Ya es evidente que hay que cambiar de vía. Al final de esta sólo estan los topes de la última estación.
No hay dos revoluciones iguales. Ni producen a largo plazo los mismos resultados. Pero tendemos a prolongar caminos trillados. Sobre las vías al socialismo se ha pontificado desde diversos púlpitos. De las interpretaciones del pasado se hacen recetas para el futuro. Los análisis abstractos que no tienen en cuenta las situaciones particulares suelen concluir fortaleciendo el sistema, considerándolo, no ya una consecuencia de la historia pasada, sino de alguna forma un camino al porvenir.
Hay otras vías.
Y desde cualquier estación podemos redirigirnos al destino elegido.
Rebelión
(...)
OBJECIONES Y COMPARACIONES
La masiva
adhesión al proyecto de emancipación comenzó a trastabillar con el
levantamiento en Hungría, las tensiones chino-soviéticas, la rebelión de
Solidaridad en Polonia y el cuestionamiento de los regímenes
antidemocráticos vigentes en el denominado bloque socialista.
Hubo intentos de renovación durante la Primavera Checoslovaca (1968) que
fueron sofocados por las burocracias gobernantes. Las propuestas de
rehabilitación del socialismo que afloraron en ese período se
extinguieron en medio del desencanto.
El derrumbe de la URSS y
el consiguiente afianzamiento del neoliberalismo marcaron un giro
radical en todos intentos por forjar una sociedad pos-capitalista. Desde
los años 90 las clases dominantes perdieron el miedo al socialismo y
comenzaron a restaurar los mecanismos clásicos de su opresión, mediante
la flexibilización laboral, la masificación del desempleo y el
ensanchamiento de las brechas sociales.
Los viejos argumentos
anti-socialistas de endiosamiento del mercado, glorificación de la
competitividad y justificación de la precariedad laboral recobraron
primacía. Volvió a imperar la impugnación del proyecto igualitario, a
partir de supuestos antropológicos que presentan a la desigualdad como
un dato inevitable, a la propiedad como una institución invulnerable y
al mercado como un pilar intocable de cualquier sociedad humana.
Con esos fundamentos se justifica al capitalismo, ocultando que este
sistema favorece a los acaudalados y afecta a todos los oprimidos. Con
los inconsistentes mitos de la mano invisible y la soberanía del
consumidor se ha propagado una ideología que naturaliza el desempleo,
reivindica el egoísmo y legitima la explotación.
Ese
pensamiento retoma la presentación del socialismo que planteó Hayek,
como un sistema que anula el funcionamiento natural de la economía.
Afirman que este descalabro irrumpe con la introducción de la
planificación en desmedro del mercado, la expansión de empresas públicas
afectando la competencia y la aparición de estímulos morales a costa
del lucro (Pellicani, 1990).
Esta misma visión fue asimilada
en las últimas décadas por todos los social-demócratas, que se adaptaron
al neoliberalismo y difunden mensajes apologéticos de la globalización.
La severa crisis que estalló en el 2008 en las economías
capitalistas centrales ha perturbado ese escenario ideológico. Los
gigantescos desórdenes financieros, comerciales y productivos que
generaron los gobiernos neoliberales superan con creces todo lo objetado
al socialismo. El socorro concedido a los banqueros con fondos
públicos ha implicado costosos gastos del estado, sin ninguno de los
beneficios que introduciría el socialismo.
La convulsión
bancaria internacional puso de relieve la inconsistencia de los
argumentos derechistas contra el “socialismo estatista”. Los objetores
del intervencionismo han recurrido a una gran injerencia en la economía,
con propósitos opuestos al proyecto igualitario. Para rescatar a los
banqueros aumentaron la injerencia económica discrecional del estado,
olvidando todas sus críticas a la obstrucción mercantil. Los
cuestionamientos neoclásicos al socialismo han perdido consistencia a la
luz de ese auxilio a los financistas con recursos del tesoro.
La crisis en curso también socava las objeciones que formulan los
economistas heterodoxos al socialismo. Contraponen las desventajas de
este sistema con los méritos del capitalismo regulado y afirman que este
modelo supera el descontrol neoliberal, sin padecer el estancamiento
que generaría el igualitarismo (Bresser Pereira, 2012).
Pero
este contraste choca en la actualidad con la creciente disolución de las
diferencias que separan a los esquemas controlados y desregulados de
capitalismo. Basta observar la enorme aproximación de la política
económica alemana con su contraparte norteamericana para notar esas
convergencias.
Los tradicionales exponentes del modelo social
intervencionista se han convertido en fanáticos neoliberales, que
implementan políticas deflacionarias de mayor ajuste. La crisis ha
reforzado la confluencia entre esos dos esquemas, confirmando que están
sujetos a las mismas contradicciones. Si se opta por uno de esos caminos
se terminan aplicando las recetas propiciadas por el otro.
La
crítica al socialismo inspirada en las virtudes del capitalismo regulado
elude reconocer esas tendencias contemporáneas. Si fuera tan sencillo
optar por ese curso (en contraposición a las variantes neoliberales), el
esquema heterodoxo ganaría espacio. Pero en los hechos pierde
posiciones, ante la dinámica competitiva que gobierna a todas las
modalidades del capitalismo. Este sistema tiende a imponer la primacía
de la vertiente más rentable y no el curso socialmente óptimo (Husson,
2008: cap 6-7-8).
Algunos cuestionamientos más benévolos del
socialismo suelen destacar que este proyecto incluye principios morales
atractivos pero inaplicables. Pondera sus intenciones pero cuestiona su
viabilidad. Ejemplifica esta inoperancia con el fracaso de la
competencia económica que intentó la Unión Soviética frente a Estados
Unidos.
Esa comparación olvida que Rusia era una economía
semiperiférica en acelerado desarrollo, que soportaba el sistemático
hostigamiento de la principal potencia del planeta. Los dos países nunca
estuvieron situados en el mismo plano.
La guerra fría provocó
la distorsionada presentación de Estados Unidos y la URSS como
competidores equivalentes. Esta contraposición fue iniciada por la
diplomacia norteamericana (“no podrán alcanzarnos”) y aceptada por los
gobernantes rusos (“en poco tiempo los alcanzaremos”). En esta pugna
quedó diluida la diferencia cualitativa que separaba a dos economías
ubicadas en lugares muy distintos del ranking global.
Los integrantes del denominado bloque socialista no lograron consumar el catch up
con las economías centrales, pero superaron ampliamente a sus
equivalentes. Si se toma este último contraste, la balanza se inclinaba
en los años 50 o 60 a favor de los sistemas no capitalistas, tanto en
las tasas de crecimiento como en los índices de desarrollo humano (Li,
Piovani, 2011).
Rusia estaba mejor que Turquía, China avanzaba
más que la India y Europa del Este no padecía las desgracias de América
Latina. Los resultados de estas comparaciones eran contundentes no sólo
en el PBI per cápita, sino especialmente en la calidad de vida. Las
diferencias eran particularmente abrumadoras en el terreno de la salud
(expectativa de vida) y la educación (niveles de alfabetización y
escolaridad) (Navarro, 2014).
SIGNIFICADO Y BALANCE
El desplome de la URSS y sus socios de Europa del Este no obedeció sólo
a problemas económicos. Fue consecuencia de procesos políticos. Los
gobernantes de esos regímenes no apostaban a un desarrollo comunista de
la sociedad, sino a su propia conversión en burgueses. Envidiaban el
confort de los millonarios de Occidente e idealizaban el estilo de vida
norteamericano. Cuando encontraron la oportunidad para reconvertirse en
capitalistas, abandonaron el incómodo maquillaje socialista.
La
mayoría de la población continuaba prefiriendo las mejoras sociales
alcanzadas, pero se mantuvo inactiva y toleró el viraje hacia el
capitalismo. Esta actitud coronó décadas de inmovilidad y despolitizaron
ciudadana, impuesta por censuras y prohibiciones que generalizaron la
apatía popular. Por esta razón, nadie defendió las conquistas sociales
del viejo sistema cuando esos regímenes se auto-destruyeron.
El
aplastamiento burocrático de la actividad popular fue la principal
causa de la restauración capitalista. Los problemas económicos ocuparon
un lugar secundario. Ciertamente el sistema cargaba con graves lastres
de improductividad, desabastecimiento y escasa variedad de consumos.
Pero no arrastraba ninguno de los dramas del desempleo, el endeudamiento
personal o la explotación que agobian a los trabajadores de Occidente.
La implosión de la URSS tuvo un enorme impacto sobre el escenario
internacional y la conciencia política de los trabajadores. Constituyó
el principal acontecimiento de las últimas décadas e indujo a algunos
historiadores a caracterizar acertadamente la centuria pasada como un
“siglo corto”, fechado por el surgimiento y desaparición de ese sistema
(1917-1989) (Hobsbawm, 1998: 552-575).
Esa conceptualización
del siglo XX es más adecuada que la mirada de una “centuria larga”
propuesta por otros analistas. Esta visión adopta el auge y declinación
de Estados Unidos como principal referencia para conceptualizar un
proceso gestado a fines del siglo XIX y concluido en las primeras
décadas del siglo XXI (Wallerstein, 1992; Aguirre Rojas, 2007).
Al asignarle mayor gravitación a la pujanza y declive de la potencia
hegemónica que a la existencia de la URSS se pierde de vista la
trascendencia histórica de la revolución rusa. El mismo problema se
verifica cuando se atribuye mayor incidencia en la lucha popular al
proceso de descolonización que a la batalla por metas socialistas.
La experiencia legada por el primer ensayo de gestión estatal no
capitalista en gran escala ha sido enorme. Aporta un cimiento para las
futuras batallas por objetivos anticapitalistas. Este proceso
necesariamente incluirá fracasos, que deberán ser revisados sin sepultar
lo realizado. No es muy fructífero suponer que en el futuro los
proyectos de emancipación empezarán desde cero, sin retomar las
enseñanzas del pasado.
Comprender por qué razón se desplomó la
Unión Soviética es la condición para rehabilitar el proyecto socialista.
Esa evaluación exige reconocer la naturaleza no capitalista que tuvo
este ensayo durante un prolongado período. También requiere registrar
cómo los ideales socialistas se disiparon con la estabilización de una
burocracia, hostil al igualitarismo y a la democracia.
Existen
variados enfoques para caracterizar qué fue exactamente la URSS. ¿Era
“comunista”, “socialista”, “un capitalismo de estado”, “un estado obrero
burocratizado”, “una formación burocrática”? Revisamos ese problema en
nuestro libro sobre el tema, pero la principal discusión no gira en
torno a cuál fue la naturaleza exacta de ese sistema. Existe un amplio
campo de situaciones intermedias entre las distintas posiciones en
debate (Katz, 2006a: 53-72).
El debate más importante está
referido a la validez de ese intento de construcción socialista
(frustrado por Stalin, Kruschev o Gorbachov). Esa legitimidad se plantea
en polémica con quiénes interpretan que esa empresa nunca debió
ensayarse o que fue irrelevante, ante la simple continuidad del
capitalismo bajo un disfraz de socialismo.
Estos
cuestionamientos no se limitan sólo a los autores neoliberales o
keynesianos hostiles al objetivo del socialismo. También incluye a
pensadores que en su etapa de izquierda objetaban la sensatez del
intento anticapitalista, en un país económicamente retrasado como era
Rusia. Partiendo del acertado precepto que el socialismo sólo podrá
realizarse a escala global, suponían que esa construcción nunca debió
comenzar en un país subdesarrollado (Sebreli, 1975: 215-242).
Esa visión retomaba la vieja idea social-demócrata de imaginar al
socialismo como un proceso evolutivo, que comenzará en las economías más
avanzadas y se propagará paulatinamente al resto del mundo. De hecho
suponía un extraño debut socialista desde economías opulentas que
irradiaría luego al conjunto del planeta.
En todas estas
controversias es importante distinguir el debut de la conclusión del
proceso transformador. Que la construcción socialista resulte imposible
en un solo país o región, no invalida su inicio en donde ese cambio sea
necesario. Una transformación pos-capitalista exigirá muchas
generaciones y deberá experimentarse en distintos lugares (Amin, 1988).
Esta discusión remite a viejas controversias sobre la viabilidad del socialismo en la periferia. La respuesta negativa solía subrayar la ausencia de condiciones materiales para esa gestación, omitiendo que el problema se planteó en esas regiones por el carácter más acentuado de la crisis capitalista. Es un contrasentido afirmar que el socialismo no es factible en las zonas que más requieren su instrumentación.
Esta discusión remite a viejas controversias sobre la viabilidad del socialismo en la periferia. La respuesta negativa solía subrayar la ausencia de condiciones materiales para esa gestación, omitiendo que el problema se planteó en esas regiones por el carácter más acentuado de la crisis capitalista. Es un contrasentido afirmar que el socialismo no es factible en las zonas que más requieren su instrumentación.
Esta acción debe probarse en los países y
circunstancias que exijan cambios revolucionarios. Si estos procesos no
empiezan donde son requeridos, el ideal socialista nunca podrá ponerse
en práctica.
La construcción de una sociedad igualitaria
seguramente exigirá muchas generaciones y supondrá un funcionamiento
mucho más complejo que la simple “administración de las cosas”,
imaginada en los proyectos iniciales. Pero a través de distintas
experiencias cobrará forma la construcción pos-capitalista. A pesar de
sus limitados recursos, la mayor parte de las economías periféricas
cuenta con importantes márgenes para instrumentar programas populares
que comiencen a reducir la desigualdad.
(...)
___________________
Aguirre Rojas, Carlos Antonio, (2007), “Immanuel Wallerstein y la
perspectiva crítica del Análisis de los Sistemas-Mundo”, Textos de
Economía, Florianópolis, v.10, n.2, jul/dez.
Amin, Samir, (1988), La desconexión, Pensamiento Nacional, Buenos Aires.
Bresser Pereira, Luiz Carlos, (2012), “Five models of capitalism”, Revista de Economía Política, vol.32 no.1 São Paulo, Jan./Mar.
Hobsbawm, Eric, (1998), Historia del siglo XX, Crítica, Buenos Aires.
Husson Michel, (2008), Un Pur Capitalism, Editions Page Deux, Luasanne.
Katz, Claudio, (2006a), El porvenir del socialismo, Monte Ávila, Caracas.
Li, Minqui; Piovani, Chiara, (2011), “One hundred millón jobs for the chinese workers”, Review of Radical Political Economics, vol 43, n 1.
Navarro, Vicenç, (2014), “¿Ha fracasado el socialismo?”, www.attac.es, 13/9.
Pellicani, Luciano, (1990), "La anti-economía colectivista", en Socialismo del futuro, vol 1, n 2, Madrid.
Amin, Samir, (1988), La desconexión, Pensamiento Nacional, Buenos Aires.
Bresser Pereira, Luiz Carlos, (2012), “Five models of capitalism”, Revista de Economía Política, vol.32 no.1 São Paulo, Jan./Mar.
Hobsbawm, Eric, (1998), Historia del siglo XX, Crítica, Buenos Aires.
Husson Michel, (2008), Un Pur Capitalism, Editions Page Deux, Luasanne.
Katz, Claudio, (2006a), El porvenir del socialismo, Monte Ávila, Caracas.
Li, Minqui; Piovani, Chiara, (2011), “One hundred millón jobs for the chinese workers”, Review of Radical Political Economics, vol 43, n 1.
Navarro, Vicenç, (2014), “¿Ha fracasado el socialismo?”, www.attac.es, 13/9.
Pellicani, Luciano, (1990), "La anti-economía colectivista", en Socialismo del futuro, vol 1, n 2, Madrid.
Sebreli, Juan José, (1975), Tercer Mundo mito burgués, Ediciones Siglo Veinte, Buenos Aires.
Wallerstein, Immanuel, (1992), “Revolution as strategy and tactics of transformation”, Amherst, Fernand Braudel Center, 12/11.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)