Largo artículo, este de Miguel Ángel Adame Cerón., Cátedra Marx, en Rebelión.
Debería leerse entero, incluyendo citas y notas. Intentaré reducirlo a lo que considero esencial.
Los que nos (pre)ocupamos por estos problemas (el "pre" alude a que todavía no están aquí en toda su crudeza) ya estamos al tanto. Sirva sobre todo para difundir ideas, que son prácticamente certezas.
Pero lo difícil no es entender: es actuar. Y actuar ante todo como seres sociales. La palabra y la idea sólo ayudan cuando se transmutan en actos.
El miedo puede paralizar. Malo es combatirlo ocultándolo. Ese negacionismo es suicida, aunque aplace el sufrimiento. El escepticismo (que puede hacernos menos infelices) es en el fondo una forma de cinismo, como ha dicho Emir Sader.
No es que seamos por naturaleza negacionistas o cínicos, pero como casi no practicamos otro modo de actuar que el trabajo enajenado, productivo o reproductivo, no solemos, en esta sociedad, dedicar más tiempo que el sobrante a otras actividades. Y solemos elegir las lúdicas, que nos ayudan a recuperarnos para las otras.
Y, además, el cortoplacismo nos mata.
Por esto mi monótona llamada, desde el que sufre ese mismo problema, a la acción. Y sobre todo a la acción colectiva.
Como dice la letra de la Internacional, "agrupémonos todos", porque la lucha necesaria puede ser, efectivamente, la final.
Crisis y límites del cuerpo planetario bajo el capitalismo.
Recientemente se ha definido la ecología como pensamiento
que tiene uno de sus ejes centrales el analizar los límites y
constricciones que para las acciones y proyectos humanos –que son
neguentrópicos a un cierto nivel– se derivan:
- de la finitud y vulnerabilidad de la biosfera
- del carácter
entrópico del universo
- de las características orgánicas, psíquicas y
sociales del ser humano; asimismo tiene otro de sus ejes en denunciar
los trastocamientos a dichos límites y constricciones
Jorge Riechmann hace referencia a los tres límites fundamentales siguientes:
- nuestra
dependencia de procesos termodinámicos y fisiológicos emplazados bajo
el signo del deterioro entrópico
- la finitud de las fuentes de recursos naturales y la limitada capacidad de los sumideros biosféricos
para ‘reciclar’ la contaminación
- la irreversibilidad de la pérdida
de biodiversidad y la destrucción de ecosistemas (dicho de otra forma,
la limitada capacidad de la naturaleza para ‘autorrepararse’ después de
agresiones graves)
Desde el punto de vista de Marx en los famosos Manuscritos de 1844 la biosfera se concibe como un cuerpo global que contiene tres cuerpos, a saber:
- El inorgánico, compuesto de toda la materialidad energética física y química no biótica.
- El orgánico, compuesto de la totalidad de la ecología biótica (seres vivientes).
- El social, compuesto de los cuerpos energético-materiales de los sapiens en interacción doble con los otros cuerpos y consigo mismos a través del proceso de trabajo y de la praxis en general.
En
este sentido existe un metabolismo dialéctico integral entre todos
ellos, que precisamente el proceso histórico y actual de subordinación
formal y real del planeta y la humanidad al capitalismo ha venido
deformando peligrosamente, de tal manera que existe ahora una situación
real y una preocupación ecologista de y sobre el trastocamiento de los límites,
tanto del funcionamiento de la ecósfera, como, y por tanto, del
funcionamiento del propio sistema económico, ecológico y sociocultural
bajo el dominio del capital.
El analista mexicano Jorge Veraza
ha planteado claramente cada uno de los 5 límites con los que se
enfrenta el capitalismo y su sociedad en la actualidad; cabe advertir
que todos tienen como parámetro y escenario global, regional y local: el
planeta tierra y su territorialidad biosférica. Veamos un enlistado de
este planteo:
- El límite geográfico: éste se ha alcanzado pero no de modo absoluto.
- El límite tecnológico:
se ha avanzado enormemente la automatización tecnológica, pero
tampoco de manera absoluta, pues ésta es el límite objetivo económico y
técnico del sistema.
- El límite poblacional:
ha avanzado, pero el sistema lo ha hecho flexible tanto en términos
ecológicos como de gobernabilidad por la intervención de las
biotecnologías.
- El límite energético: se avecina peligrosamente y el futuro es incierto, es uno de los más amenazadores aunque no de forma inmediata.
- El límite ecológico general:
es el más vulnerable tanto en general como en sus componentes como
agua, territorio, alimentos, el sobrecalentamiento de la atmósfera, es
el efecto antiecológico general que engloba a sus componentes, pues el
sistema capitalista al estar basado hasta ahora en el uso de
combustibles fósiles (petróleo principalmente) para el funcionamiento
de la industria, genera la polución y el cambio climático.
De
esta manera, la destrucción ecológica forma parte del uso capitalista
de la tecnología y sobre todo del funcionamiento de la tecnología
propiamente capitalista.
Dicho de otra manera, la lógica explotadora e insaciable de plusvalía y
de ganancias a corto plazo del funcionamiento estructural del
capitalismo es expoliadora de personas y de naturaleza inorgánica y
orgánica, esto es, el cuerpo integral o global de la humanidad;
produciendo constantemente desequilibrios, degradaciones y productos
nocivos y dañinos: ¡el capitalismo es antiecológico per se!
Y, precisamente, hoy día tiene en jaque a los límites del ecosistema y de la especie humana bajo la figura de sus propios límites sistémicos.
Por ello unas de las tareas prioritarias y constantes del sistema
capitalista en actitudes de sus personeros más reaccionarios en la
actualidad es acallar, distorsionar, atenuar y confundir a las
informaciones, denuncias y luchas pro ecología, tanto las locales como
las regionales y mundiales; así como en los últimos años, manipular de
múltiples maneras las llamadas “cumbres climáticas” (léase Copenhague
2009 y Cancún 2010).
O sea, insistimos, se activan en apuntalar
los montajes y simulacros aquieta conciencias, o sea los siguientes
postulados ideológicos capitalistas, de que:
- La
actual crisis climática y desastre ecológico no es producto y
consecuencia del sistema capitalista sino que es algo “natural”.
- El capitalismo se regula a sí mismo, de que es un sistema racional (sapiencial) y no irracional (demente).
-
El sistema capitalista por si solo, es decir, con sus propias medidas
paliadoras e inmediatistas (léase “adaptadoras” y “mitigantes”) que
siguen su lógica productivista-polucionadora, sabrá salir de la
situación proto cataclismática en que tiene a la Tierra y las especies,
incluida la sapiens, sapiens.
- En
resumen, de que el modo capitalista de producción-reproducción por sí
mismo, por su propia lógica plusvalórica y expoliadora, superará sus
límites y sus crisis (o, mejor dicho, como veremos enseguida, su Gran Crisis).
De que es un modo o sistema natural, adecuado, normal, esencial a la
vida y a la vida humana; es decir, humano y prohumano, sólo con algunas
“imperfecciones” que las medidas tecnológicas, burocráticas y
mercantilizantes ambientales resolverán. Cuando, en realidad no lo es y
tampoco sus medidas, sino –por el contrario– es profundamente
despilfarrador, expoliador, destructor; vale decir, de nuevo,
antihumano y antiecológico per se, y sus propuestas de solución
son igualmente insuficientes, peligrosas y contraproducentes (mercados
de bosques, de carbono y financiamientos de lógica bancaria) .
Por
otra parte también tratan de encubrir la magnitud de la crisis
civilizatoria dentro del modo de producción capitalista que se ha puesto
en terrible evidencia económica a partir de 2007 y que en
2009-2010-2011 se vive en su casi total plenitud como crisis económica
planetaria.
Pero como lo ha argumentado Armando Bartra, en
realidad se trata de una «Gran Crisis pluridimensional, sistémica y no
coyuntural». Que –según este autor– consta de seis dimensiones. A saber:
- Crisis medioambiental,
patente en el cambio climático de origen antropogénico,
específicamente debido al patrón de biocombustibles fósiles impulsado y
usado por el capitalismo industrializador y postindustrializador.
- Crisis energética
evidenciada en patrones de consumo insostenibles, pues durante la
última centuria se ha empleado más energía que durante toda la historia
anterior, pero visible igualmente en el progresivo agotamiento de los
combustibles fósiles y en la paulatina reducción de su eficiencia
energética.
- Crisis alimentaria manifiesta en
hambrunas y carestía causadas por el creciente uso no directamente
alimentario de algunas cosechas (empleo en forrajes y biocombustibles),
por el estancamiento de la productividad cerealera que por casi cinco
décadas dinamizó la llamada “revolución verde” y por la especulación
resultante del oligopolio trasnacional que domina en la rama.
- Crisis migratoria,
documentada por el éxodo hasta ahora de más de 200 millones de
personas viviendo fuera de su país natal, pero también por la
criminalización que los transterrados sin documentos padecen en los
lugares de destino y por la erosión de las comunidades de origen y la
desarticulación de sus estrategias productivas de solidaridad
intergeneracional.
- Crisis bélica dramatizada
por las prolongadas y cruentas guerras “coloniales” de ocupación y
resistencia; motivadas por la pretensión de controlar espacios y
recursos estratégicos por parte de las potencias globales y de algunas
regionales.
- Crisis económica,
desatada por la debacle de un sistema financiero desenfrenado que
mediante apalancamientos sin sustento pospuso la larvada crisis de
sobreproducción; descalabro que se ha extendido a la economía material
ocasionando masiva destrucción de capital “redundante” y de ahí a la
vida real donde arrasa con el patrimonio de las personas.
- Cabría agregar –por nuestra parte– una séptima crisis también importante, se trata de la crisis de los derechos humanos,
allí donde la crisis económica intensifica la inestabilidad política y
la violencia “sobre un polvorín de desigualdad, injusticia e
inseguridad que está a punto de estallar” se desarrolla un oscuro
panorama de abusos de los derechos humanos en el mundo (Amnistía
Internacional).
(...)
En una ruptura propiamente revolucionaria, el futuro utópico ni está
simplemente realizado por completo, presente, ni es meramente evocado
como una promesa distante que justificaría la violencia actual. Es más
bien como sí, en una suspensión única de la temporalidad, en el
cortocircuito entre el presente y el futuro, nos fuera permitido por un
instante –como por acto de gracia- actuar como si el futuro utópico
estuviera no completamente aquí pero sí en nuestra mano, a punto de ser
agarrado. La revolución no tiene que ser experimentada como la serie de
penalidades que tenemos que sufrir para la felicidad y la libertad de
las generaciones futuras, sino precisamente como esas penalidades
presentes sobre las que la felicidad y libertad futuras proyectan ya su
sombra. En ellas, ya somos libres cuando estamos luchando por la
libertad y ya somos felices mientras luchamos por la felicidad, por
difíciles que sean las circunstancias. La revolución no es […] un acto
suspendido en un futuro anterior que tendrá que ser legitimado por el
resultado a largo término de los actos presentes. Ella es su propia
prueba ontológica, el índice inmediato de su verdad.
Dicho con
otras palabras de lo que se trata es de que todas las luchas y
transformaciones ecológico-socioeconómicas y político-culturales que
emprendamos contra el capitalismo derrochador, explotador y antihumano y
a favor de los explotados, marginados, oprimidos y a favor de la
humanidad y la salud del planeta se enmarquen en el
escenario-perspectiva revolucionaria, conectando todos los planos
micros-mesos-macros de las praxis y todos los ámbitos corporales y del
ser social-natural humanos para responder
revolucionaria-multidimensionalmente con actos cotidianos e históricos
las enajenaciones de la crisis mundial multidimensional del capital: la
revolución con actos del aquí y ahora, y construyendo la revolución
ecocomunista total.
(No te asusten las palabras: atiende a los significados)