viernes, 26 de octubre de 2018

Dos vídeos de Néstor Kohan

El saber no ocupa lugar... aunque lleva bastante tiempo. Si os sobra algo de esta preciosa mercancía, podéis echar una ojeada a escuela de cuadros.

De Néstor Kohan incluí ya otras charlas en este mismo blog, aquí y aquí. Presento ahora dos vídeos más recientes de este profesor en la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde coordina la “Cátedra Che Guevara”. Que os gusten.

Néstor Kohan trata la cuestión de cómo leer el "El Capital" -en qué orden y con énfasis en qué secciones- durante la primera jornada del seminario "¿Para qué sirve El Capital? Un balance contemporáneo de la obra principal de Karl Marx".
 

Néstor Kohan presenta la dialéctica en Marx durante la segunda jornada del seminario "¿Para qué sirve El Capital? Un balance contemporáneo de la obra principal de Karl Marx".
 

miércoles, 24 de octubre de 2018

Cambios “urgentes y “sin precedentes”

Con el tiempo atmosférico ocurre lo mismo que con los vaivenes de la bolsa.

Cuando los índices bursátiles bajan, se espera siempre que vuelvan a subir. De hecho, la bajada de unos hace fluir hacia otros el dinero que huye de la quema. Así, la apariencia es la de una marea que fluye y refluye continuamente. Puede haber vaivenes más o menos bruscos, pero se los supone pasajeros. La experiencia es que las crisis, incluso las más grandes, siempre han terminado en un rebrote de la economía.

Mucho se habla del cambio climático, del calentamiento global, pero siempre, como  ha habido grandes sequías e inundaciones, aquí o allá. Veranos muy calurosos, fríos intensos. El escepticismo es una postura fácil, sobre todo si tranquiliza. Como el dinero en la bolsa, las masas de aire frías o calientes se mueven por la superficie del planeta y no es fácil distinguir las tendencias globales, y sí negarlas cuando no gustan las conclusiones.

El estado de salud del clima, como el de la economía, lo mide el desarrollo de las crisis. Ocurre como con las enfermedades del cuerpo (y las del espíritu) cuyo desenlace puede ser la recuperación, pero también la muerte.

El problema es muy serio, la medicina necesaria es urgente. Si no actuamos ahora para reducir el calentamiento global, el precio será muy alto.

Siempre hay un punto de no retorno, a partir del cual los problemas no tienen solución. No puede frenarse un vehículo lanzado a toda velocidad un segundo antes de la colisión. A veces es difícil saber el plazo disponible para actuar. Simbólicamente se ha adoptado para intentar medirlo el Reloj del Apocalipsis. Su tiempo es tan elástico que se adelanta o se atrasa, y acaba pareciendo estático. Como las ranas de la fábula, acabamos subidos a la viga.




La guerra nuclear ha sido durante mucho tiempo la mayor preocupación apocalíptica. Ahora debemos prestar atención a una previsible catástrofe climática.

Véase el último informe del grupo intergubernamental de expertos sobre el cambio climático.

La noticia, según la Agencia France-Presse:




La superficie de la Tierra se ha calentado un grado Celsius (1.8 grados Fahrenheit), suficiente para levantar los océanos y desatar un crescendo de tormentas mortales, inundaciones y sequías

AFP
08 de Octubre 2018 · 11:42 hs 

Este lunes el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC, por sus siglas en inglés) presentó un informe histórico  en donde detalló que los países deben realizar cambios “urgentes y “sin precedentes” para evitar que el calentamiento global supere los 1,5 °C .
 
La superficie de la Tierra se ha calentado un grado Celsius (1.8 grados Fahrenheit), suficiente para levantar los océanos y desatar un crescendo de tormentas mortales, inundaciones y sequías, y está en camino hacia un aumento imposible de 3C o 4C.

Con los niveles actuales de emisiones de gases de efecto invernadero, podríamos pasar el marcador 1.5C a partir de 2030 y, a más tardar, a mediados de siglo, el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) informó con "alta confianza".

"Los próximos años son probablemente los más importantes de la historia de la humanidad", dijo a la AFP Debra Roberts, jefa del Departamento de Planificación Ambiental y Protección del Clima en Durban, Sudáfrica, y copresidente del IPCC.

Un resumen para los responsables de formular políticas del tomo de 400 páginas subraya la rapidez con que el calentamiento global ha superado el intento de la humanidad de dominarlo, y describe las opciones para evitar los peores estragos de un futuro cargado de clima.

"Hemos hecho nuestro trabajo, ahora hemos transmitido el mensaje", dijo Jim Skea, profesor del Centro de Política Ambiental del Imperial College de Londres y copresidente del IPCC, en una conferencia de prensa.

"Ahora todo depende de los gobiernos, es su responsabilidad actuar en consecuencia"

Antes de que se firmara el Acuerdo de París en 2015, casi una década de investigación científica se basó en el supuesto de que 2C era la barrera de un mundo seguro para el clima.

El informe del IPCC, sin embargo, muestra que los impactos del calentamiento global han llegado antes y han golpeado más fuerte de lo previsto.

Paga ahora o paga después

"Las cosas que los científicos han estado diciendo que ocurrirían en el futuro están sucediendo ahora", dijo a la AFP Jennifer Morgan, Directora Ejecutiva de Greenpeace International.

Según el informe, para tener al menos una probabilidad de 50/50 de mantenerse por debajo del límite de 1.5C sin sobrepasar la marca, el mundo debe convertirse en "neutral de carbono" para el 2050.

"Eso significa que cada tonelada de CO2 que ponemos en la atmósfera tendrá que ser balanceada por una tonelada de CO2 extraída", dijo el autor coordinador principal Myles Allen, director del Programa de Investigación del Clima de la Universidad de Oxford.

A partir de más de 6,000 estudios científicos recientes, el informe presenta cuatro vías hacia esa meta

Los más ambiciosos verían una reducción radical en el consumo de energía junto con un rápido alejamiento de los combustibles fósiles y una rápida disminución de las emisiones de CO2 a partir de 2020. También evitaría un "exceso" del umbral de 1.5C.

Un escenario de "pago posterior" en contraste compensa los estilos de vida de alto consumo y el uso continuo de combustibles fósiles con una ruptura temporal del techo de 1.5C.

Depende en gran medida del uso de biocombustibles. Pero el esquema necesitaría plantar un área dos veces más grande que la India en los cultivos de biocombustibles, y supone que alrededor de 1,200 billones de toneladas de CO2 (30 años de emisiones a las tasas actuales) se pueden guardar de manera segura bajo tierra.

"¿Es justo que la próxima generación pague para eliminar el CO2 de la atmósfera que ahora estamos introduciendo?", Preguntó Allen. "Tenemos que empezar a tener ese debate".

'Granizo de balas de plata'

Las apuestas son especialmente altas para los pequeños estados insulares, las naciones en desarrollo en los trópicos y los países con regiones delta densamente pobladas que ya sufren de mares crecientes.

"Solo nos quedan las más pequeñas oportunidades para evitar daños impensables al sistema climático que sustenta la vida tal como la conocemos", dijo Amjad Abdulla, negociador principal en las conversaciones sobre el clima de la ONU para la Alianza de los Pequeños Estados Insulares (AOSIS).

La limitación del calentamiento global a 1.5 ° C viene con un alto precio: alrededor de $ 2.4 billones (2.1 billones de euros) de inversiones en el sistema mundial de energía cada año entre 2016 y 2035, o aproximadamente el 2.5 por ciento del PIB mundial.

Sin embargo, ese informe debe sopesarse contra el costo aún mayor de la inacción, según el informe.

El camino hacia un mundo seguro para el clima se ha convertido en una cuerda floja, y requerirá una reorganización sin precedentes del ingenio humano, dijeron los autores.

"El problema no se resolverá con una bala de plata", dijo a la AFP Ove Hoegh-Guldberg, director del Instituto de Cambio Global de la Universidad de Queensland.

"Necesitamos una lluvia de balas de plata"

El informe del IPCC fue programado para alimentar la cumbre climática de la ONU de diciembre en Katowice, Polonia, donde los líderes mundiales estarán bajo presión para aumentar las promesas nacionales de reducción de carbono que, incluso si se cumplieran, producirían un mundo 3C.

La reunión de una semana de duración en Incheon, Corea del Sur, que ya se encuentra en las horas extraordinarias, se estancó el sábado cuando el gigante petrolero Arabia Saudita exigió la eliminación de un pasaje que señala la necesidad de que las emisiones globales de CO2 disminuyan "mucho antes de 2030".

El informe fue aprobado por consenso tan pronto como los saudíes retrocedieron, dijeron los participantes a AFP

La preocupación de que Estados Unidos trataría de obstruir el proceso resultó infundada. La administración de Trump ha desmantelado las políticas de reducción de emisiones en el país y prometió abandonar el tratado de París.

domingo, 21 de octubre de 2018

Trágame, Tierra

Me parecen espeluznantes las soluciones técnicas al problema. Un mínimo conocimiento de la física más elemental debería hacer ver que los problemas que causa el empleo desaforado de energía no se resuelven empleando más energía.

Lo cierto es que las mentiras más gordas paralizan. La estupefacción deja en suspenso la razón y la acción. Y el sueño de la razón...

La capacidad de reacción se ve muy mermada. Como la de quien, en medio de la vía, ve llegar un tren de alta velocidad, mientras alguien le susurra "mantén la calma".







Se nos mueve el suelo. Y no es ninguna metáfora.

Alberto Arce, Fairbanks, Alaska


Circular en coche por Fairbanks, Alaska, es desplazarse sobre una alfombra arrugada. Subirse a un carrusel. Sentir vértigo al volar sobre el desnivel que irrumpe en la recta. Agarrarse al volante para mantener el equilibro y no perder el control del vehículo.

Las carreteras, rodeadas de árboles borrachos. Caídos. Con las raíces intactas, pero muertos. El mismo gigante que azota la tela de asfalto los succionó y colocó junto a postes de luz torcidos e inseguros. A punto de caerse. Entre lagos ya congelados a comienzos de octubre y moteados por burbujas de metano.

Aquejados todos de la misma dolencia.

Esas carreteras y árboles, el gas en el hielo de los lagos, son algunas de las consecuencias de un cambio climático veloz, irreversible, tangible, visible y comprensible.

Aquí, ahora.

Bailan sobre permafrost y el permafrost se derrite.

¿Por qué debería importarnos el permafrost?

Si abriésemos un agujero en Fairbanks en dirección al centro de la tierra nos encontraríamos con más de un kilómetro de tierra congelada hace miles de años. Cualquier pedazo de tierra congelada más de dos años es permafrost. Aquí, en el campus, en Alaska, en Siberia o en la planicie tibetana flotamos sobre millones de kilómetros cuadrados de tierra congelada. El calentamiento global convierte ese hielo que agarra la tierra en agua. Esa tierra que se descongela gradualmente ocupa el 24% de la superficie del hemisferio norte, el casquete Ártico. Forma parte de la Criosfera que regula en cascada gran parte de la dinámica de los cambios de la temperatura del planeta y se calienta al doble de velocidad que el resto del globo.

Esa tierra, ese agua, almacenan ingentes cantidades de gases invernadero. Carbono y metano. El metano tiene entre 20 y 30 veces la potencia del carbono. Y al quemarse no se va. Se convierte en carbono y sigue calentando. Una vez liberados del hielo que los retiene en la tierra esos gases se filtran a la superficie, donde pasan a formar parte de la vegetación, de la dieta de los microbios, de los lagos. Terminan en la atmósfera y contribuyen a gran velocidad al calentamiento global. Que a su vez descongela permafrost y vuelta a empezar. Cada vez más rápido.

Podemos verlo. A principios de septiembre dos hombres jugaban al golf a las afueras de la ciudad. Pisaron una burbuja que flotaba bajo el césped. Se rieron. Ya sabían de que se trataba. Aquí todos los saben.  Tenían un viral para subir a Facebook. La agujerearon, aplicaron la llama de un encendedor y le prendieron fuego. El metano dibujó una llama azul, vertical, rápida, divertida. Para ellos. Para sus seguidores en Facebook. Para la publicidad del promotor de un campo del golf que se vende con un “Juega al golf al campo mas al norte de América”. Que con tanta facilidad podríamos traducir en un “Ven a jugar al golf sobre el cambio climático”.

La situación es tan desesperanzada como la imagen que nos devuelve el campo de golf. Es peor aún. Sobre todo en los lagos. Apunta a cruzar umbrales de los que no permiten la marcha atrás.

Según un estudio publicado el mes de agosto en  Nature por Katey Walter Anthony, investigadora de la Universidad de Alaska, las consecuencias sobre el calentamiento global del metano que emerge en los lagos creados por el permafrost descongelado serán fatales. Por ese poder concentrado que guarda el metano. La investigación de Walter Anthony estima que podemos encontrarnos, solo en el caso del Ártico y en un puñado de años, con el doble de las emisiones actuales de metano a la atmósfera. El seis por ciento de la superficie, los lagos, puede duplicar las emisiones del total del Ártico. Sumarle dos Alemanias consumiendo y emitiendo gas al ritmo de calentamiento actual, que ya avanza cuesta abajo sin frenos. En su conjunto, el metano de las siguientes tres décadas, de cumplirse la proyección, igualará a la agricultura, segunda fuente de emisión humana de gases invernadero tras la actividad industrial. Además, no es reversible. Una vez iniciado el proceso, ni reduciendo el resto de emisiones podríamos detener la transformación del permafrost y su liberación de gas, que sucede con un cierto retardo.

Una condena.

La limitación de las emisiones de dióxido de carbono derivadas de los combustibles fósiles que, al final, pudiera acordar y poner en marcha el ser humano -de hacerlo, si lo hiciera- se encontrará con las emisiones provenientes de la naturaleza, imposibles de detener, que han sido a su vez impulsadas por la presión y el calentamiento provocados por la actividad humana.

El del permafrost es un problema digno de la inmensa capacidad de la tecnología para imponerse sobre la naturaleza desde que se escribe la historia. También de su ambivalencia.

Para el campo de golf hay una solución técnica tan inmediata como superficial y efímera: una alfombra de césped que filtre los gases a la atmósfera sin crear burbujas. Pura cosmética. Para las carreteras, los oleoductos, algunos de los edificios e infraestructuras, también la hay: Un sistema de refrigeración que evite que se descongele el pedazo de suelo sobre el que se levantan. Si se mantiene la temperatura sobre la que reposan, no se derrite el suelo. Al menos ese pedazo.

Se gana tiempo. Solo eso.

Porque cuando nos detenemos a reflexionar sobre la tierra que sujeta los oleoductos, esa solución técnica, en marcha a lo largo de todo el estado de Alaska, nos devuelve una imagen, paradójica, cuando menos, para la ética. La solución, mero parche, alimenta el círculo perverso del calentamiento. Son las empresas que extraen el petróleo y el gas que quemamos y con el que calentamos la atmósfera, las que impulsan gran parte de la economía, el estado que administra sus impuestos, quienes necesitan enfriar -y enfrían- el suelo que contribuyen a derretir con su actividad económica para seguir extrayendo. Y calentando. Y derritiendo. Y reparando. Para extraer. Para consumir. Y calentar más.

Un modelo que se encierra sobre sí mismo. Sobre el que circulamos cada día. Sobre el cual algunos se atreven, incluso, a jugar al golf.

viernes, 12 de octubre de 2018

Urbanismo ecosistémico

En su momento, la Carta de Atenas supuso una declaración de intenciones que pretendía poner orden en las ciudades, mediante una planificación urbanística que fuera más allá del puro trazado geométrico, incluyendo consideraciones higiénicas y de bienestar humano encaminadas a mejorar la calidad de vida de sus habitantes:
Que los barrios ocupen vivienda en lo sucesivo, en el Espacio Urbano, en los mejores emplazamientos, aprovechando la topografía, tomando en cuenta el clima, la luz solar y las áreas verdes que sean posibles. 
Que la elección de las zonas de vivienda venga dictada por razones higiénicas. 
Que se impongan densidades razonables, según las formas de vivienda impuestas por la naturaleza misma del terreno. 
Debe prohibirse la alineación de las viviendas a lo largo de las vías de comunicación. 
Que se tomen en cuenta los recursos de la técnica moderna para levantar construcciones altas y que, construidas a gran distancia unas de otras, liberen el suelo en favor de grandes áreas verdes.
Se apostaba por una separación funcional de los lugares de residencia, ocio y trabajo poniendo en entredicho el carácter y la densidad de la ciudad tradicional, proponiendo la colocación de los edificios en amplias zonas verdes poco densas. La preocupación por la mejora urbana, en unas ciudades bastante caóticas, llevó a esquematizar los usos del suelo de manera bastante rígida, considerando las siguientes funciones, con una estricta separación de usos, sumariamente reducidos a habitar, circular, trabajar y recrearse.

Podemos considerar este esquema como un punto de partida, pero merece una crítica, dado lo heterogéneo de estas funciones. Si la habitación requiere en términos generales requisitos semejantes, porque las personas son también básicamente semejantes, las restantes categorías no encajan en usos del suelo semejantes.

En primer lugar, los redactores consideraban la circulación como un uso más, para el que pretendían una estricta separación. Sin duda estaban preocupados por el tránsito rodado, incompatible con los demás usos, y que separaban radicalmente de los otros. Pero dentro del tráfico hay que distinguir distintas categorías que requieren diferente tratamiento. No es lo mismo el transporte colectivo que el vehículo privado, ni el de mercancías tiene idénticos requisitos que el de personas. Al de vehículos en general acompaña el de peatones, bicicletas y, ahora mismo, cochecitos de inválidos, monopatines, patinetes eléctricos y otras formas semipeatonales de trasladarse. La separación estricta no es posible ni deseable, y cualquier sistema circulatorio ha de disponer de arterias, vías de aproximación, capilares que lleven cada entidad a su destino preciso. Sin prescindir completamente de la separación circulatoria, hoy se piensa en otras medidas no puramente espaciales, como los sistemas de templado del tráfico, limitaciones de velocidad, prohibiciones horarias, prioridades de uso de las vías...

Más heterogénea es si cabe la categoría trabajar. Aunque existan trabajos que deben alejarse de la habitación humana, por molestos o peligrosos (¡sin olvidar que son desempeñados por seres humanos!), no todos entran en esta categoría. ¿Por qué separarlos, si pueden contribuir a dar variedad y vitalidad a la zona, y a su vez las viviendas que coexisten con ellos suponen un control y vigilancia colectiva de lo que en otro caso se puede convertir a ciertas horas en un espacio solitario, y por eso mismo peligroso?

En cuanto a la categoría recrearse incluye los cuidados del cuerpo y del espíritu: salud, educación, esparcimiento, pueden ser incompatibles, según la escala, con otros usos a los que perturben, pero no es lo mismo un gran hospital que un centro de salud o un pequeño dispensario, una guardería que una escuela o una universidad. Tampoco un gran estadio deportivo que una zona de juegos infantiles. Y, puestos a considerar dentro de la categoría "esparcimiento" al comercio (puesto que muchas familias pasan una tarde de ocio en un centro comercial), no es lo mismo la tienda de barrio que las grandes superficies.

Estas sólidas consideraciones llevaron a Jane Jacobs a escribir su libro fundamental Muerte y vida de las grandes ciudades, que podríamos considerar como una antítesis de la carta de Atenas. Pero no hay que olvidarse de las tres fases fundamentales del pensamiento dialéctico: tesis, antítesis, síntesis.

Tanto la Carta de Atenas como los escritos de Jane Jacobs, siendo pilares esenciales del urbanismo moderno, no tuvieron en cuenta otras realidades que hoy son importantes y acuciantes.

La sostenibilidad y la consideración del hábitat humano como un ecosistema más, hacen necesarias nuevas consideraciones del hecho urbano, que sin duda no supondrán la última síntesis, ni estarán libres de puntualizaciones en muchos aspectos.

Un  buen amigo y camarada, Carlos Portomeñe, concejal por Esquerda Unida en el ayuntamiento de Lugo, me ha hecho llegar esta carta para el diseño de nuevos desarrollos urbanos y regeneración de los existentes. Tal vez los redactores del borrador propuesto hayan pasado por alto la urgencia del caso.

A continuación se exponen los principios del urbanismo ecosistémico que recogen los objetivos y las líneas a seguir en la producción de ciudad. Llenan de contenido los ejes del modelo urbano intencional. Con quince principios se busca condensar las claves para la regeneración urbana y el diseño de nuevos desarrollos urbanos. La consecución de sus premisas y objetivos permite obtener los equilibrios sistémicos que garanticen el abordaje de los retos actuales, tanto urbanos como globales:

1º COMPACIDAD vs DISPERSIÓN: reducir el consumo de suelo incrementando la proximidad y la masa crítica de personas y personas jurídicas.
2º DESCOMPRESIÓN vs COMPRESIÓN: El equilibrio urbano.
3º ACCESIBILIDAD vs MOVILIDAD PRIVADA: transportes alternativos al coche, garantizando el acceso a la ciudad de todos los ciudadanos.
4º CIUDADANO vs PEATÓN: Los usos y derechos en el espacio público.
5º HABITABILIDAD EN EL ESPACIO PÚBLICO: el control de las variables de entorno.
6º COMPLEJIDAD vs SIMPLIFICACIÓN: aumentar la complejidad urbana incrementando el número y la diversidad de las personas jurídicas.
7º HIPERCONECTIVIDAD: Los flujos de información en la era digital.
8º VERDE vs ASFALTO: Incrementar la superficie verde y la biodiversidad urbana.
9º AUTOSUFICIENCIA vs DEPENDENCIA: hacia la autosuficiencia energética.
10º AUTOSUFICIENCIA HÍDRICA CON RECURSOS PRÓXIMOS Y RENOVABLES: preservación del ciclo hídrico.
11º REDUCCCIÓN, REUTILIZACIÓN Y RECICLAJE vs DESPILFARRO: hacia la autosuficiencia de los materiales.
12º ADAPTACIÓN Y MITIGACIÓN DEL CAMBIO CLIMÁTICO.
13º COHESIÓN SOCIAL vs EXCLUSIÓN SOCIAL: hacia la convivencia social mezclando rentas, culturas y edades. 
14º ACCESO UNIVERSAL A LA VIVIENDA EN EDIFICIOS MÁS SOSTENIBLES.15º DOTACIÓN Y DISTRIBUCIÓN EQUILIBRADA DE EQUIPAMIENTOS. 






La mayor parte de la población en el planeta vive en las ciudades. El incremento de población urbana es exponencial y se espera que a mitades de siglo más del 70% de los pobladores de la Tierra habiten en ciudades y metrópolis. Este proceso, combinado con la producción urbana de la sociedad industrial ha creado inmensos territorios urbanos simplificados, insalubres y, en muchos casos, inhabitables (hoy viven en áreas marginales, en la más cruda supervivencia, más de 800 millones de seres humanos). El nivel de deterioro de la calidad urbana y de la calidad de vida en la mayoría de las ciudades en todo el mundo reclama una profunda regeneración de los sistemas urbanos a todas las escalas y una planificación de los nuevos desarrollos urbanos con bases alejadas de las que el urbanismo ortodoxo propone.

Además, los sistemas urbanos son, hoy, los principales responsables del nivel de presión ejercido sobre los ecosistemas de la Tierra a todas las escalas. El impacto es de tal tamaño que el actual periodo histórico se ha identificado con el de una nueva era geológica denominada Antropoceno. El proceso generador de las incertidumbres se ha calificado de insostenible y hoy podemos afirmar que la vida en la Tierra depende de una sola especie y, sobre todo, de los sistemas urbanos creados por esta.

Son, pues, los sistemas urbanos los que centrarán nuestra atención. Sin regenerar las ciudades existentes el problema no tiene solución y cada día que pasa las incertidumbres crecen. Las soluciones que se propongan deben atender, naturalmente, a los nuevos desarrollos urbanos, pero más importante es, aún, buscar las soluciones para los sistemas ya construidos, causantes del actual deterioro.

Los instrumentos de planificación han sido escasos en muchas ocasiones, en otros, se han inspirado, principalmente, en la Carta de Atenas que, si bien buscaba racionalizar la compatibilidad de usos y funciones derivados de la sociedad industrial, no fue capaz de prever las graves disfunciones que provocaba su propuesta y, por supuesto, hoy no es capaz de abordar los retos de este principio de siglo XXI.

El análisis de los grandes problemas que hoy sufren los sistemas urbanos ha llevado a las instituciones, de escala continental y también planetaria con Naciones Unidas al frente, a reunirse en diversas ocasiones desde los años 70, para buscar soluciones. La última en Quito en el año 2016, donde se aprobó la Agenda Urbana. Aunque la intención es buena, los resultados obtenidos hasta ahora no parecen ser los esperados. Quizás una de las muchas razones sea la ausencia de un marco teórico consensuado que canalice de manera intencionada los instrumentos de carácter técnico y tecnológico, normativo, económico-financiero, organizativo-institucional y educativo, que han de alcanzar los objetivos y los principios del marco teórico de referencia para realidades ambientales, económicas y sociales distintas.

Aquí proponemos el borrador de una Carta abierta con bases ecológicas, que ha de servir de guía para el diseño de nuevos desarrollos urbanos y la regeneración de los existentes que dé respuesta a los retos actuales que están relacionados con la sostenibilidad en la era de la información y el conocimiento.

Nos va la vida

Miles de contenedores con muchas toneladas de carga. Miles de barcos como este. Miles de aviones permanentemente en el aire. Y creciendo (eso sí, ya a duras penas).

Re-cito una cita encontrada aquí:
Es cierto que el capitalismo existe en contextos sociales y políticos distintos, y también que las relaciones capitalistas han sido reguladas políticamente de modos muy distintos a lo largo de la historia. Pero es la dinámica generadora de crisis vinculada inseparablemente al modo de producción capitalista la que destruye una y otra vez todos estos modos de regulación, todos los “compromisos de clases” alcanzados. No es solamente el exceso, sino la normalidad misma del capitalismo, la que hace imposible una vida “buena” determinada por uno mismo. Por eso para Marx no se trata de una distribución distinta dentro del modo de organización social capitalista existente, sino de su superación.
La normalidad anormal del capitalismo.





Si no logramos estabilizar este sistema inestable (y la única forma es sustituirlo, pues la dinámica turbulenta es su esencia) solo quedará un más o menos brusco retorno... al barranco (de Olduvai).

No sabemos cómo sería el nuevo orden más estable y prácticamente estacionario pero habría de basarse en una organización no individualista ni altamente competitiva, digamos que más social y comunitaria.

Lo mejor de la economía en gran escala es la cooperación necesaria, su carácter social, que es la salvación de la sociedad humana. Lo malo, la explotación privada de recursos (naturaleza y trabajo) que deberían ser públicos. Esos explotadores privados de la naturaleza y del trabajo ajeno, cada uno y todos juntos, se ven abocados a crecer o perecer.

Si bien se mira, socialismo, comunismo, son palabras que se deberían asociar inmediatamente a lo deseable. El primero ha sido parcialmente aceptado, justo cuando ha dejado de ser lo que dice ser. El segundo, denostado a pesar de no haber existido y haberse ido alejando su horizonte. ¿Por qué no es así? ¿Quién está interesado en que no lo sea?

Hora de aprender y reaccionar. Es urgente y nos va la vida en ello.

viernes, 5 de octubre de 2018

Sostenella y no enmendalla

Sostenella y no enmendalla. Esta podría ser la divisa de los que pilotan el sistema capitalista universalizado. El capital, como ocurre en la naturaleza con muchas especies, ha entrado en un nicho ecológico del que no sabe, no quiere o no puede salir. Como el guepardo, que ha evolucionado buscando su salvación en la carrera rápida y corta, de modo que le es muy difícil escapar de esa vía y su supervivencia está amenazada por los cambios rápidos de su hábitat, la carrera rápida y corta de cada capital particular en pos de la ganancia, en competición constante con los otros, impide los cambios que serían necesarios para emprender otro camino. Por eso, la anhelada "refundación del capitalismo", en el supuesto de que fuera un planteamiento sincero, repite la trayectoria anterior, radicalmente agravada.

Haría falta un poder superior que disciplinara y redireccionara los flujos de capital en un sentido diferente, y hoy ese hipotético poder es el poder financiero, que también está fragmentado por su competencia interna, y lo único que lo pone de acuerdo es la defensa del sistema tal y como es.

Pero sus enemigos, que objetivamente somos casi todos, no están menos divididos. Por intereses a corto o largo plazo; por ideologías, clases sociales, nacionalidades. Se producen así alianzas puramente coyunturales, y los aliados de ahora mismo divergen pronto, por una diferente percepción de los problemas actuales o futuros y sus posibles soluciones.

Este artículo de Albert Recio en mientras tanto expone la situación, y analiza los tres grandes problemas que dificultan las soluciones:
  • El dilema entre crecimiento y ajuste ecológico. Como las soluciones a muy corto plazo son crecentistas, se hace impopular proponer una sociedad estabilizada.
  • Cierta indefinición del sujeto de los cambios. En principio es la clase trabajadora en sentido amplio, la que realmente crea el valor. De ella depende la producción. Pero, ¿cómo ponerla de acuerdo, si está cada vez más diversificada, y son muchos los que están a ambos lados de la valla? Un trabajador por cuenta ajena puede ser a su vez pequeño accionista, un falso autónomo puede sentirse empresario, la seguridad laboral depende de la fortaleza del empleador. Los intereses más inmediatos pueden llevar a un trabajador concreto o a un grupo entero a defender políticas antiecológicas, militaristas, xenófobas, fascistas...
  • Las experiencias fallidas, que tienen también una doble lectura posible. Pueden verse como puertas definitivamente cerradas, o como experiencias útiles para corregir trayectorias defectuosas.
Por encima de estos dilemas paralizantes debe estar la convicción de la necesidad imperiosa de sustituir este sistema suicida. Habrá que recuperar el tiempo perdido en estos diez años, en que hemos estado
"...demasiado ensimismados en cultivar las diferencias. Demasiado incapaces de construir un mínimo esquema a partir de las cosas que conocemos o deberíamos conocer. Urge una reconstrucción del pensamiento crítico que vaya más allá de la denuncia. Que aporte respuestas que nos alejen del mundo de la desigualdad insoportable, la catástrofe ambiental, la exclusión social y el autoritarismo que dominan el ambiente."



Cuaderno postcrisis: 10

Albert Recio Andreu

I

Hace diez años, el sistema financiero se tambaleó. Y con él, tembló el complejo entramado de la economía capitalista mundial. La crisis de los grandes bancos mundiales provocó una recesión sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial, y sus efectos se extendieron paulatinamente a muchos espacios del planeta. Lo que comenzó poniendo en evidencia las fragilidades, las irresponsabilidades y la criminalidad inherentes al modelo neoliberal, se acabó convirtiendo en un ajuste que ha debilitado las condiciones de vida de mucha gente, los derechos laborales y los servicios públicos en muchos países. Las élites capitalistas consiguieron externalizar gran parte de los costes del mal que ellos habían generado hacia el conjunto de la población, y tuvieron éxito en conseguir que las políticas económicas desarrolladas por los Estados y los organismos internacionales no supusieran un viraje profundo en la dinámica iniciada a mitad de la década de 1970.

Las crisis, los auges y recesiones, son inherentes a la historia del capitalismo. Que las crisis se manifiesten en primer lugar en la esfera financiera también es habitual. El sector financiero constituye el segmento más especulativo, inestable y volátil de la economía capitalista, y es allí donde se manifiestan con mayor intensidad las convulsiones sísmicas de la economía mercantil. Un sector financiero, por cierto, cuyo gigantismo se había desarrollado al calor de las políticas neoliberales, las potencialidades de las nuevas tecnologías de la información, y la globalización. Un sector que había propiciado, a la vez, una alarmante situación de endeudamiento global y un enorme potencial para el desarrollo de enriquecimiento rentista de las élites mundiales.  El endeudamiento era en parte un propio subproducto de la liberalización financiera. Pero era también el resultado de las contradicciones puestas en marcha por el modelo neoliberal: la necesidad de promover el crecimiento del consumo en un contexto de salarios congelados (o a la baja), la necesidad de mantener vivo el comercio internacional en un mundo con países con balanzas comerciales permanentemente deficitarias, la necesidad de mantener un sector público enfrentado a demandas crecientes y recortes de impuestos

Y, pese a ello, la crisis cogió por sorpresa a los grandes líderes económicos. Y a la mayor parte de la “academia universitaria”, más atenta a desarrollar un análisis formalista que a analizar el funcionamiento del capitalismo real.  Un capitalismo que, más que confiar en la capacidad autorreguladora del mercado para salir de la crisis, optó por una intervención pública masiva para evitar el colapso. Bastó una quiebra bancaria —la salida normal en una sociedad de mercado— para forzar a los gobiernos a financiar masivamente al sistema financiero y evitar su quiebra sistémica. Confundir el capitalismo moderno con el mercado es un error. El capitalismo real es una compleja combinación de mercados, empresas (en muchos casos enormes organizaciones verticales que expanden su poder más allá de los límites formales de la propia empresa a través de complejas redes interempresariales) y un sector público imponente. Sin este tercer factor, la crisis de 2008 posiblemente hubiera sido un proceso mucho más caótico de lo que realmente ha resultado.

II

La crisis, que puso en evidencia las debilidades y defectos de las políticas neoliberales y los gravísimos problemas generados por la financiarización económica, no ha servido para reorientar el funcionamiento global del sistema. Más bien al contrario. El sistema financiero ha sido salvado a costa de la sociedad (y ha aumentado la concentración bancaria). El nivel de endeudamiento global ha seguido creciendo (aunque en algunos países parte del endeudamiento privado se ha endosado al sector público). El proceso de financiarización se ha visto favorecido por las heterodoxas políticas monetarias adoptadas por la Reserva Federal y el Banco Central Europeo con el pretexto de evitar el colapso económico. Se han seguido implementando reformas laborales orientadas a desmantelar normas que en el pasado operaban como garantías de derechos sociales y acotaban el poder del capital. En algunos países se han impuesto políticas de austeridad que han implicado graves costes sociales y un desmantelamiento de los servicios sociales.


Han aumentado las desigualdades de renta y la minoría del 1% (o el 5%) ha acumulado riqueza a expensas del resto. En una visión mundial este dato cabe matizarlo. Como explica el detallado trabajo de Branko Milanovic (Global Inequality, Harvard University Press 2016), en su conjunto, la desigualdad de renta mundial entre individuos ha disminuido, fundamentalmente por efecto del crecimiento de la economía china, que ha mejorado la renta de millones de personas. Pero este mismo autor señala dos hechos cruciales. De un lado, el estancamiento absoluto y la pérdida relativa de la renta de la mayoría de la población de los países desarrollados. Del otro, que a pesar de la mejora de la población china (y parte de la India), la renta media de los países ricos (incluso la de la mayoría de sus pobres) sigue siendo mucho mayor que la de estas nuevas capas emergentes de asiáticos beneficiados por la globalización. Los impactos de la crisis han tenido dimensiones de género, clase y país.

La crisis, en suma, no ha generado ni una “refundación del capitalismo” ni una reorientación sustancial. Más bien ha servido para implementar políticas que han reforzado las tendencias anteriores. Se han introducido soluciones de emergencia, que han servido para apedazar y apuntalar una economía llena de contradicciones. El sistema no ha se ha derrumbado, pero las soluciones adoptadas prometen la reaparición de muchos problemas graves en el futuro próximo. Algunos, como el aumento de la pobreza, ya son visibles.

Si a la crisis económica en términos convencionales sumamos las cuestiones relativas a la crisis ecológica la situación es aún más dramática. Mientras proliferan las evidencias de los efectos del cambio climático, los diez últimos años no han aportado cambios sustanciales en la organización de la actividad económica. El único cambio palpable es el crecimiento de las energías renovables a costa de las tradicionales en la producción de electricidad. Se trata de una de las adaptaciones teóricamente más fáciles de realizar para las economías capitalistas. Al fin y al cabo, el cambio técnico y la sustitución de materiales ha formado siempre parte de la dinámica de acumulación. Y de ello ya han tomado buena nota los grandes grupos energéticos, que ya están focalizando sus inversiones hacia las “nuevas energías”.  La idea de que basta con sustituir una energía por otra no sólo es atractiva para las empresas capitalistas, sino también para la mayoría de la población rica a la que se le promete que podrá mantener las mismas pautas de consumo (y además sin contaminar) simplemente cambiando el mix energético. Algo que es más que dudoso si se considera la crisis ecológica en su conjunto. Ni está claro que las energías renovables puedan garantizar el mismo flujo de energía barata que el petróleo y el carbón (sobre todo si se tiene en cuenta el ciclo completo de consumo energético que incluye la producción de equipos e infraestructuras renovables), ni mucho menos se puede reducir el problema ambiental a una sola cuestión. Aunque tuviéramos un suministro ilimitado de energía, el impacto sobre los ciclos vitales de la mayoría de especies, sobre los suelos fértiles, sobre los ciclos del agua, el uso del espacio o la creciente demanda de minerales acabarían por generar (si no lo están haciendo ya) otro tipo de tensiones. Las sociedades capitalistas que han experimentado niveles de consumo impensables en otras épocas son como una especie de plaga que devora todo lo que considera necesario para su continuidad y, a diferencia de otras especies, utiliza el cambio técnico como mecanismo de mutación cuando ha agotado alguno de sus inputs esenciales. El problema es que las dimensiones del planeta son las que son, y no parece racional pensar que este movimiento no tendrá fin.

La crisis ha generado mucho sufrimiento y, en los países desarrollados, ha acelerado las tendencias a la degradación de las condiciones de vida y trabajo de gran parte de la población. Las respuestas a la crisis han reforzado el poder de las élites dominantes sin abrir vías sólidas para afrontar los problemas endémicos de inestabilidad o desigualdad, ni para afrontar en serio los retos que plantea la crisis ecológica.

III

Todo lo anterior no tiene nada de original. Es un resumen apresurado de lo ocurrido en la última década, sin entrar en mucha profundidad. La pregunta verdaderamente relevante es por qué ante tamaño desastre no se ha configurado una propuesta mínimamente sólida para, cuando menos, propiciar alguna política nueva. Hay un vacío enorme entre la evidencia (incluso en los medios convencionales) del tamaño de las desigualdades y los peligros de la crisis ambiental y la inexistencia de propuestas de cambio movilizadoras. El auge de las propuestas derechistas y el repliegue hacia lo nacional-identitario en casi todos los países desarrollados tiene una de sus bases en esta falta de alternativas a la hegemonía capitalista. Una hegemonía que se ha consolidado menos por méritos propios que por el fracaso de sus presuntos oponentes. Este debería ser el núcleo de trabajo de cualquier persona interesada en afrontar en serio los problemas de la sociedad actual, especialmente de aquella gente que lleva años peleando en mil y una resistencia a los impactos del capitalismo. Y, más especialmente, entre la gente con capacidad técnica e intelectual para hacerle frente.

Hay que empezar por reconocer los problemas básicos que impiden pensar alternativas.  Considero al menos tres tipos de cuestiones.

En primer lugar, está el dilema entre crecimiento y ajuste ecológico. Tradicionalmente, la izquierda se situaba en lado del crecimiento. Y, aún ahora, muchas de las propuestas de los partidos de izquierda se sitúan en una óptica post-keynesiana. El problema de las políticas expansivas de este tipo choca no sólo con la necesidad de llevar a cabo una reconversión ecológica, sino también con una cuestión más inmediata: el sujeto público que las puede llevar a cabo. En el contexto de globalización actual, las políticas expansivas de corte nacional están expuestas a múltiples problemas. Y, hoy por hoy, la izquierda no tiene capacidad de intervenir con éxito en estructuras supranacionales donde estas políticas serían realizables. Y la creciente consciencia ecológica de una parte de la izquierda les ha hecho perder su atractivo. Hay que reconocerlo estamos atrapados en una trampa siniestra: si se acelera el crecimiento, se agravan los problemas ecológicos; si la economía se contrae, en el contexto actual, se genera un grave problema social. Un dilema que no se puede resolver con eslóganes simplones, sino que exige la elaboración de propuestas que combinen una política seria de ajuste ecológico, de reducción de las desigualdades y de reforma institucional.

En segundo lugar, está la cuestión del sujeto. El planteamiento clásico se basaba en lo que ahora se conoce como el problema del 1% (la élite capitalista) enfrentado al 99% (la clase obrera). La realidad es por desgracia más compleja. Las sociedades capitalistas desarrolladas tienen mayor diversificación social, en la que existen estratos diferenciados por motivos de posición laboral, nivel educativo, renta, etc.  Aunque la crisis ha frenado expectativas y debilitado estatus, las diferencias persisten e impiden establecer alianzas mayoritarias en temas como los impuestos, la estructura salarial o las regulaciones ambientales. Además las enormes diferencias existentes entre los distintos países en temas como la renta, los servicios públicos, o el sistema fiscal, operan como otro elemento de diferenciación y abren un espacio a las políticas reaccionarias. Construir una alternativa exige entender esta estructura social y analizar cuáles son las mediaciones que pueden permitir acumular un mayor número de fuerzas.

La tercera cuestión es la de qué tipo de modelo plantear tras las fallidas experiencias soviéticas. Marx y Engels se opusieron con buenas razones al socialismo utópico que propugnaba la construcción de una sociedad ideal basada en las ideas de pensadores bienintencionados. Una sociedad no se crea de la nada, independiente de las dinámicas sociales imperantes. Se centraron más bien en desarrollar la crítica de la sociedad capitalista, aunque no rehuyeron hacer propuestas concretas (el mismo Manifiesto Comunista introduce un programa reformista bastante concreto). Cuando los bolcheviques tomaron el poder tampoco tenían una idea clara de cómo organizar la economía, aunque ya se pensaba en algún tipo de planificación para combatir la tendencia al descontrol de la economía capitalista. El debate de los años posteriores a la revolución, los vaivenes entre la economía de guerra, y la NEP indican la complejidad de la cuestión. Aunque finalmente se saldó con el desastre estalinista por todos conocido. Tampoco la experiencia china se salvó de desastres y vaivenes para culminar en una variante peculiar de capitalismo con una pesante presencia estatal. Seguramente era inevitable que los intentos de instaurar un modelo alternativo al capitalismo experimentaran enormes dificultades y vías muertas (aunque posiblemente las cosas hubieran ido mejor si no se hubieran impuestos opciones autoritarias que bloquearon la posibilidad de un debate racional). Pero tanto estas experiencias como las que conocemos de la diversidad de las economías capitalistas reales pueden constituir un importante punto de partida para repensar una alternativa social. Los utopistas decimonónicos tenían sólo la referencia de sus propias elucubraciones mentales. Pero hoy, en cambio, contamos con una panoplia de experiencias económicas, de una enorme diversidad de instituciones y regulaciones que pueden servir de base para elaborar no un nuevo proyecto utópico, pero sí un marco de referencia en el que situar la transformación social. La lucha contra el capitalismo no sirve de nada si se limita a la denuncia de sus males. Requiere proponer formas diferentes de organización social. Y éstas deben partir del conocimiento de las experiencias sociales de los dos últimos siglos, de los éxitos y los fracasos. Pero exige un esfuerzo colectivo de construcción de propuestas transformadoras.

IV

En 2008 se pusieron de manifiesto muchos de los peores aspectos del capitalismo neoliberal. Diez años más tarde, estamos más o menos en la misma situación, pero en muchas partes del mundo los problemas sociales y ecológicos se han agravado. Y existen nuevas amenazas que conducen a la barbarie. Por eso es tan necesario contar con alguna hoja de ruta que nos permita salir de esta situación. No la hemos tenido en el momento de la crisis (lo que facilitó que se acabara imponiendo la salida neoliberal). Y seguimos sin tenerla, demasiado ensimismados en cultivar las diferencias. Demasiado incapaces de construir un mínimo esquema a partir de las cosas que conocemos o deberíamos conocer. Urge una reconstrucción del pensamiento crítico que vaya más allá de la denuncia. Que aporte respuestas que nos alejen del mundo de la desigualdad insoportable, la catástrofe ambiental, la exclusión social y el autoritarismo que dominan el ambiente.
30/8/2018